miércoles, 24 de junio de 2020

Mag. Lilian Berardi. Sobre Jesualdo Sosa.


JESUALDO SOSA


El último tramo del siglo XIX fue un entorno positivista por excelencia. La educación, en nuestro país, estuvo enmarcada en esa realidad. Si bien comenzaban a percibirse cambios, estos eran incipientes; quedaba atrás la propuesta pedagógica tradicional y se apreciaban los aportes científicos que colocaban al niño en otro lugar de consideración. Un avance lento, una lenta combinación teoría-práctica y una más lenta apreciación sobre el hecho de que en los entornos educativos confluían múltiples situaciones sociales, en un amplio sentido, que en oportunidades no eran consideradas.
La escuela nueva tendrá su desarrollo en las primeras décadas del siglo XX y es en ese escenario que surge en nuestro país una figura y con ella una propuesta pedagógica que nos interesa rescatar. Se trata del aporte de un maestro rural que logra plasmar sus ideas e inquietudes en el marco de una bibliografía de referencia que tempranamente asimilaba: en Europa y EEUU, estaban sus entonces nuevos referentes teóricos. Jesualdo Sosa, con una mirada pedagógica-social, que nutre con su propia práctica desde el medio en el que decide desarrollar su tarea docente, se propone: “(…) trasladar el teoricismo al campo de la especulación natural y posible, tomando la naturaleza como un todo y en sus múltiples procesos, partiendo de los elementos en su relación directa con el hombre”. (Sosa, 2010: 436).
Incorporar en este artículo la propuesta pedagógica de Jesualdo tuvo como intención mostrar que era posible romper con la fuerte presencia teórica que se imponía en las aulas de formación. La experiencia de este maestro, reveló que era viable, sin perder perspectiva teórica, adecuar nuevas concepciones a un terreno real, y en su caso a un particular espacio, una escuela rural, en un territorio latinoamericano que se desarrollaba en el marco de una industria capitalista muy específica como lo era la extracción de minerales. 
Horizontalidad, con adecuación a los intereses particulares del medio, intereses del colectivo escolar, fueron el centro de su propuesta pedagógica. Esto, unido a una concepción de autonomía real, práctica, permitió mostrar que era posible concretar nuevas concepciones  que unían teoría y práctica.
Con la labor de Jesualdo, muy poco reconocida y trabajada en aulas de la formación docente, se materializa en nuestro país una propuesta participativa, una pedagogía activa que sobre la base del respeto por la expresión creadora y su valor, concentraron la atención de algunos de los emergentes movimientos de educadores latinoamericanos. Era una experiencia posible, integradora de conocimientos y acciones: integradora, en la necesidad de atender intereses generales de la educación y de aquellos de los ámbitos específicos (en este caso el medio rural, sus trabajadores, sus interese y necesidades particulares).
Jesualdo, en “Vida de un maestro” (1935)[1] manifiesta su preocupación acerca de cómo será considerado su trabajo pedagógico ya que no lo concibe dentro de
 “(…) esa pedagogía que mide, pesa, cuenta y analiza cada gramo de experiencia que realiza en su campo, desechando todo lo que no tenga una rotulación científica-práctica, o que no encaje dentro de alguna sistematización muy elaborada”. (Sosa, 2010:427).
El autor asume que no le fue sencillo “(…) despertar la sordera intencionada de las autoridades escolares; demostrar la falsedad de ese mal llamado “democratismo” que se vivía” (Ibid: 427). Acerca de esta idea, alude a Vaz Ferreira como respaldo de su postura crítica y de este rescata las palabras con las que el autor define ese democratismo. Para Vaz Fereira, citado por Jesualdo, el democratismo había fracasado porque su fundamento: “(…) era racionalmente falso en lo teórico y en lo práctico” (Ibid: 427), a lo cual Jesualdo agrega: “(…) y en la escuela alcanzaba caracteres alarmantes por la ilusión de verdad que trataba de crear” (Ibid: 428).
Jesualdo reniega de lo que llama: “(…) la labor de maestro de banquillo” (Ibid: 432) labor de la cual se queja, labor de la que dice era impartida en las aulas magisteriales y que estaba totalmente alejada de las aulas del hacer práctico.   
Despertar el interés y fomentar la autonomía real eran aspectos centrales en su propuesta de trabajo.
“(…) tratar de satisfacer los intereses actuales de los niños, estableciendo la generación de sus procesos, de una manera absolutamente natural. El niño necesita un conocer –no se le hacía necesitar de él… el interés por una parte; la autonomía del trabajo infantil por otra…y por medio de ellos tratar de organizar el sentido de libertad…la mayor posible para poder alcanzar el conocimiento esterilizado de impurezas e intenciones” (Ibid: 435/436).
Las ideas fuerza que trascendían como pilares históricos y que la pedagogía hacía propias: condición de libertad, disciplina, autoridad, reglas, población ilustrada, valores, formación del carácter, comunidad democrática entre otras, están objetivadas en las propuestas de trabajo de la escuela de Riachuelo. [2]
Jesualdo asegura que en su trabajo no admite: “(…) ni un gramo más de cultura sin relación, ni medida, ni análisis. En el orden vital (…) están todas las geometrías, las físicas, las ciencias, las artes, las letras (…), se trataba así de vivir la escuela” (Ibid: 436). Es recurrente en denunciar cómo desde el campo pedagógico-didáctico se desconocen inquietudes, talentos y capacidades: “(…) las a floraciones expresivas, las predisposiciones o aptitudes para determinadas realizaciones o actividades, el bagaje específico de valores que el niño trae consigo, etc., eran, siguen siendo, problemas fuera del interés de la enseñanza”. (Sosa, 2010: 437).
Para finalizar, otro aspecto de interés a rescatar de la práctica pedagógica de Jesualdo es su concepción de lo moral. Subraya la necesidad de respetar al niño, atender a lo que trae incorporado. La escuela debe enaltecer su naturalidad, su espontaneidad, su confianza en sí mismo, “(…) coleccionando sus expresiones generales, recortes, dibujos, poemas, juguetes (…), esa situación de jerarquía moral (…) de cualidad humana, no como virtud egocéntrica (…). Toda su intimidad es materia de la escuela”. (Ibid: 444). Saca la cita. Parafrasealo
En síntesis, la escuela rural uruguaya, la escuela de Riachuelo/Colonia, supo tener una época trascendente, fue epicentro referencial para Latinoamérica. Se desentrañaba el conocer; el aprendizaje a partir de los problemas de la aldea fueron los centros de interés de dicha comunidad escolar. Así se
 “(…) fue creando una arquitectura escolar poderosa y viva, llena de resonancias. Y hubo un momento en que escuela, niños, maestros, aldea, conocimiento, etc., fue un solo bloque de principios, de intereses, de pensamientos conseguidos en años de compenetrado y total entendimiento entre la escuela y el niño como persona; y el medio, escenario y ambiente de su persona. Y su trascendencia humana (…) escapó a nuestro mismo contralor”. (Ibid:445).     
  


[1] Referenciado por: Sosa, J. (2010)
[2] Localidad del departamento de Colonia/Uruguay.

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