JESUALDO SOSA
El
último tramo del siglo XIX fue un entorno positivista por excelencia. La
educación, en nuestro país, estuvo enmarcada en esa realidad. Si bien
comenzaban a percibirse cambios, estos eran incipientes; quedaba atrás la
propuesta pedagógica tradicional y se apreciaban los aportes científicos que
colocaban al niño en otro lugar de consideración. Un avance lento, una lenta
combinación teoría-práctica y una más lenta apreciación sobre el hecho de que
en los entornos educativos confluían múltiples situaciones sociales, en un
amplio sentido, que en oportunidades no eran consideradas.
La
escuela nueva tendrá su desarrollo en las primeras décadas del siglo XX y es en
ese escenario que surge en nuestro país una figura y con ella una propuesta
pedagógica que nos interesa rescatar. Se trata del aporte de un maestro rural
que logra plasmar sus ideas e inquietudes en el marco de una bibliografía de
referencia que tempranamente asimilaba: en Europa y EEUU, estaban sus entonces
nuevos referentes teóricos. Jesualdo Sosa, con una mirada pedagógica-social,
que nutre con su propia práctica desde el medio en el que decide desarrollar su
tarea docente, se propone: “(…) trasladar el teoricismo al campo de la
especulación natural y posible, tomando la naturaleza como un todo y en sus
múltiples procesos, partiendo de los elementos en su relación directa con el
hombre”. (Sosa, 2010: 436).
Incorporar
en este artículo la propuesta pedagógica de Jesualdo tuvo como intención mostrar
que era posible romper con la fuerte presencia teórica que se imponía en las
aulas de formación. La experiencia de este maestro, reveló que era viable, sin
perder perspectiva teórica, adecuar nuevas concepciones a un terreno real, y en
su caso a un particular espacio, una escuela rural, en un territorio
latinoamericano que se desarrollaba en el marco de una industria capitalista
muy específica como lo era la extracción de minerales.
Horizontalidad,
con adecuación a los intereses particulares del medio, intereses del colectivo
escolar, fueron el centro de su propuesta pedagógica. Esto, unido a una
concepción de autonomía real, práctica, permitió mostrar que era posible
concretar nuevas concepciones que unían
teoría y práctica.
Con
la labor de Jesualdo, muy poco reconocida y trabajada en aulas de la formación
docente, se materializa en nuestro país una propuesta
participativa, una pedagogía activa que
sobre la base del respeto por la expresión
creadora y su valor, concentraron la atención de algunos de los emergentes
movimientos de educadores latinoamericanos. Era una experiencia posible,
integradora de conocimientos y acciones: integradora, en la necesidad de
atender intereses generales de la educación y de aquellos de los ámbitos
específicos (en este caso el medio rural, sus trabajadores, sus interese y
necesidades particulares).
Jesualdo,
en “Vida de un maestro” (1935)[1] manifiesta su preocupación
acerca de cómo será considerado su trabajo pedagógico ya que no lo concibe
dentro de
“(…) esa pedagogía que mide, pesa, cuenta y
analiza cada gramo de experiencia que realiza en su campo, desechando todo lo
que no tenga una rotulación científica-práctica, o que no encaje dentro de
alguna sistematización muy elaborada”. (Sosa, 2010:427).
El
autor asume que no le fue sencillo “(…) despertar la sordera intencionada de
las autoridades escolares; demostrar la falsedad de ese mal llamado
“democratismo” que se vivía” (Ibid: 427). Acerca de esta idea, alude a Vaz
Ferreira como respaldo de su postura crítica y de este rescata las palabras con
las que el autor define ese democratismo. Para Vaz Fereira, citado por
Jesualdo, el democratismo había fracasado porque su fundamento: “(…) era
racionalmente falso en lo teórico y en lo práctico” (Ibid: 427), a lo cual
Jesualdo agrega: “(…) y en la escuela alcanzaba caracteres alarmantes por la
ilusión de verdad que trataba de crear” (Ibid: 428).
Jesualdo
reniega de lo que llama: “(…) la labor de maestro de banquillo” (Ibid: 432)
labor de la cual se queja, labor de la que dice era impartida en las aulas
magisteriales y que estaba totalmente alejada de las aulas del hacer práctico.
Despertar
el interés y fomentar la autonomía real eran aspectos centrales en su propuesta
de trabajo.
“(…) tratar
de satisfacer los intereses actuales de los niños, estableciendo la generación
de sus procesos, de una manera absolutamente natural. El niño necesita un
conocer –no se le hacía necesitar de él… el interés por una parte; la autonomía
del trabajo infantil por otra…y por medio de ellos tratar de organizar el
sentido de libertad…la mayor posible para poder alcanzar el conocimiento
esterilizado de impurezas e intenciones” (Ibid: 435/436).
Las
ideas fuerza que trascendían como pilares históricos y que la pedagogía hacía
propias: condición de libertad, disciplina, autoridad, reglas, población
ilustrada, valores, formación del carácter, comunidad democrática entre otras,
están objetivadas en las propuestas de trabajo de la escuela de Riachuelo. [2]
Jesualdo
asegura que en su trabajo no admite: “(…) ni un gramo más de cultura sin
relación, ni medida, ni análisis. En el orden vital (…) están todas las
geometrías, las físicas, las ciencias, las artes, las letras (…), se trataba
así de vivir la escuela” (Ibid: 436). Es recurrente en denunciar cómo desde el
campo pedagógico-didáctico se desconocen inquietudes, talentos y capacidades: “(…) las a floraciones expresivas, las predisposiciones o
aptitudes para determinadas realizaciones o actividades, el bagaje específico de valores que el niño
trae consigo, etc., eran, siguen siendo, problemas fuera del interés de la
enseñanza”. (Sosa, 2010: 437).
Para
finalizar, otro aspecto de interés a rescatar de la práctica pedagógica de
Jesualdo es su concepción de lo moral. Subraya la necesidad de respetar al
niño, atender a lo que trae incorporado. La escuela debe enaltecer su
naturalidad, su espontaneidad, su confianza en sí mismo, “(…) coleccionando sus
expresiones generales, recortes, dibujos, poemas, juguetes (…), esa situación
de jerarquía moral (…) de cualidad humana, no como virtud egocéntrica (…). Toda
su intimidad es materia de la escuela”. (Ibid: 444). Saca
la cita. Parafrasealo
En
síntesis, la escuela rural uruguaya, la escuela de Riachuelo/Colonia, supo
tener una época trascendente, fue epicentro referencial para Latinoamérica. Se
desentrañaba el conocer; el aprendizaje a partir de los problemas de la aldea
fueron los centros de interés de dicha comunidad escolar. Así se
“(…) fue creando una arquitectura escolar
poderosa y viva, llena de resonancias. Y hubo un momento en que escuela, niños,
maestros, aldea, conocimiento, etc., fue un solo bloque de principios, de
intereses, de pensamientos conseguidos en años de compenetrado y total
entendimiento entre la escuela y el niño como persona; y el medio, escenario y
ambiente de su persona. Y su trascendencia humana (…) escapó a nuestro mismo
contralor”. (Ibid:445).
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