sábado, 19 de mayo de 2012

Una visión sobre Bourdieu


Tomado de: Revista Debate/ 2008

El trabajo de Bourdieu es una crítica de la dominaciónLoïc Wacquant, sociólogo y discípulo de Pierre Bourdieu, analiza la vigencia del pensador francés a diez años de su muerte.
Han pasado diez años desde el fallecimiento del sociólogo francés Pierre Bourdieu. En esta década, la difusión e influencia mundial de su trabajo han crecido exponencialmente, convirtiéndolo en el primer y único cientista social de la segunda mitad del siglo veinte en unirse a Karl Marx, Émile Durkheim y Max Weber como uno de los clásicos de las ciencias sociales. Este hito es destacado con la publicación de Sur l´État, libro basado en las clases que dio en el Collège de France entre 1989 y 1992, y por un conjunto de  conferencias y dossiers publicados en importantes periódicos de varios países. En esta entrevista, Loïc Wacquant, su discípulo más destacado, discute el legado intelectual de Bourdieu y la creciente relevancia del trabajo de su maestro en las ciencias sociales y en el debate público contemporáneo.

¿Cómo fue su primer encuentro con Pierre Bourdieu?
Conocí a Bourdieu en una clase pública que estaba dando sobre “Cuestiones de política”, una noche gris en noviembre de 1980, en la École Polytechnique de las afuera de París. Luego de la clase, a la que hallé densa y obtusa, la discusión continuó de manera informal junto a un grupo de estudiantes, hasta la madrugada, en la cafetería de la escuela. Allí, Bourdieu escudriñó, con la maestría de un cirujano, las conexiones subterráneas entre la política y la sociedad en Francia, en vísperas de las elecciones de 1981 que condujeron a la victoria de Mitterrand. Fue una iluminación, e inmediatamente pensé: “Si esto es la sociología, eso es lo que yo quiero hacer.” Así fue que comencé a tomar el curso de sociología en la Universidad de París en Nanterre y a faltar a mis clases en la École des HEC (la escuela de economía más importante en Francia) para asistir a las conferencias de Bourdieu en el Collège de France, donde acababa de ser elegido. Al final de cada una de sus clases, lo esperaba pacientemente y lo bombardeaba con preguntas hasta dejarlo exhausto. Desarrollamos la costumbre de regresar a su casa caminando por las calles de París. Era una fabulosa clase privada para un aprendiz de sociología.

¿Cómo lo percibía en relación a otras luminarias del pensamiento francés como Claude Lévi-Strauss, Michel Foucault y Jacques Derrida?

Bourdieu ya era famoso como el autor de Outline of a Theory of Practice, que cuestionaba el estructuralismo mentalista de Lévi-Strauss al preocuparse por capturar las actividades más ordinarias de la gente en situaciones concretas, pero también por ser el autor de La distinción, que refutaba la visión filosófica del gusto defendida por Derrida al revelar que nuestras preferencias más íntimas están permeadas por nuestra posición y nuestra trayectoria en la sociedad. Pero, en ese momento, no comprendía a Bourdieu en relación a otros grandes pensadores, en primer lugar porque no tenía ambición intelectual alguna y también porque él era un hombre muy accesible, caluroso, tímido. Lo veía como el conductor de la revista Actes de la recherche en sciences sociales, a la que me había suscripto a pesar de mis grandes dificultades para leerla. Actes es una revista académica única porque lleva a los lectores a la cocina de las ciencias sociales: nos permite ver el proceso de producción de un objeto sociológico, que se construye rompiendo con el sentido común. Para una generación de investigadores, la mejor manera de aprender de Bourdieu fue leer esa revista que él fundó y editó por un cuarto de siglo. Luego otros descubrieron su pensamiento por medio de la serie de libros breves Raisons d’agir, que lanzó en 1996.

¿Qué adjetivos utilizaría para caracterizar la sociología de Bourdieu?
Bourdieu es un sociólogo enciclopédico. Publicó 30 libros y casi 400 artículos que tratan de los temas más diversos, desde relaciones de parentesco en comunidades rurales hasta escolaridad, clase social, cultura e intelectuales, ciencia, ley y religión, dominación masculina, la economía, el Estado, y la lista sigue. Pero, debajo de una increíble variedad de objetos empíricos, uno puede encontrar un pequeño número de principios y conceptos que dan a su obra una llamativa unidad y coherencia. Bourdieu desarrolló una ciencia de la práctica, que alimenta una crítica de la dominación en todas sus formas: de clase, étnica, sexual, nacional, burocrática, etcétera. Esta ciencia es antidualista, agonística, y reflexiva. Antidualista porque escapa a las antinomias heredadas de la filosofía clásica y la sociología, entre el cuerpo y la mente, lo individual y lo colectivo, lo material y lo simbólico, y combina la interpretación (que busca razones) y la explicación (que detecta causas), así como los niveles micro y macro de análisis. Esta sociología es agonística porque postula que todos los universos sociales, incluso el que aparenta ser más conciliador como la familia o el arte, son sitios de luchas multifacéticas e interminables. Por último, la sociología de Bourdieu se diferencia de otras, incluyendo la de los padres fundadores, Marx, Weber y Durkheim, en que es reflexiva: los sociólogos deben de manera imperativa utilizar sus herramientas para con su oficio a los efectos de controlar las determinaciones sociales que pesan sobre ellos como seres sociales y como productores culturales.

¿Cuáles son los conceptos distintivos que forman el corazón de la sociología de Bourdieu?
Para Bourdieu, la acción histórica existe en dos formas, encarnada e institucionalizada, sedimentada en los cuerpos y concretizada en las cosas. Por un lado, se “subjetiviza” al depositarse en la profundidad de los organismos individuales bajo la forma de categorías de percepción y apreciación, conjuntos de disposiciones duraderas que él llamó habitus. Por otro lado, la acción histórica se “objetiviza” en la distribución de recursos eficaces, que Bourdieu captura con la noción de capital, y en microcosmos que poseen una específica lógica de funcionamiento, que Bourdieu denomina campos (político, jurídico, artístico, etcétera). La agenda de su sociología consiste en elucidar la dialéctica de la historia hecha cuerpo y de la historia hecha cosa, el contrapunto entre habitus y campo, disposición y posición, que nos lleva al corazón del misterio de la vida social. Bourdieu propone que las estructuras mentales (del habitus) y las estructuras sociales (campo) se interpelan, se responden y corresponden unas a otras porque están vinculadas en una relación genética y recursiva: la sociedad moldea las disposiciones, las formas de ser, sentir y pensar características de una clase de personas; las disposiciones guían las acciones por medio de las cuales las personas moldean a la sociedad. Sumemos a esto la idea central de la pluralidad y convertibilidad de las distintas especies de capital: en las sociedades contemporáneas, las desigualdades no surgen solamente de las diferencias entre capital económico (riqueza, ingreso) sino también entre capital cultural (credenciales educativas), capital social (lazos sociales efectivos) y capital simbólico (prestigio, reconocimiento). Si revuelve obtendrá la receta para una sociología agonística flexible y dinámica, capaz de rastrear las luchas materiales y simbólicas por medio de las cuales hombres y mujeres producen la historia.

¿Qué hacer con el compromiso político de Bourdieu, especialmente con sus intervenciones después de la agitación social de 1995, cuando millones de franceses tomaron las calles para protestar contra los planes del gobierno de reducción del Estado de Bienestar?
En verdad, el “compromiso” político de Bourdieu se remonta a sus trabajos de juventud, durante la crisis argelina, desatada luego del levantamiento nacionalista contra el poder francés en 1955-1962. Como recién graduado de la École normale supérieure, se reconvirtió de la filosofía a la antropología -esto es, de la pura reflexión a la investigación empírica- para absorber el shock de esta guerra horrible y para aplicar un ojo clínico sobre la descolonización, que conmovió y finalmente derribó a la Cuarta República. Hacer ciencias sociales fue siempre la forma en que Bourdieu contribuyó al debate cívico. Todos sus libros atienden y reformulan los asuntos sociopolíticos más importantes de la actualidad. Esto es cierto en La reproducción (1970), que devela el mito meritocrático de la escuela liberadora, como lo es de La nobleza de estado (1989) que muestra los mecanismos de legitimación del poder tecnocrático y, por supuesto, del estudio de campo que llevó a La miseria del mundo (1993), publicado dos años antes de su famoso discurso a los ferroviarios en la Estación de Lyon en diciembre de 1995, donde protestaban por los recortes al gasto público. Lo que cambió en este tiempo es la manera en que su compromiso cívico se manifestó. Al principio, enteramente sublimado y a través de su trabajo científico. Luego, asumiendo con gradualidad una forma más discernible, que finalmente lo llevó a acciones concretas, visibles ante el público general. Esto por dos razones. Primero, Bourdieu cambió: envejeció, acumuló autoridad científica y comprendió mejor el funcionamiento de los universos político y periodístico, adquiriendo una mejor capacidad para producir efectos en ellos. Pero el mundo también cambió: en los 90, la dictadura del mercado amenazó directamente los logros colectivos de las luchas democráticas, e intervenir sobre eso se volvió un asunto de emergencia social. Lo que permanece constante es la pasión arrolladora de Bourdieu por la investigación y su devoción a la ciencia, a la que defendió con uñas y dientes contra la usurpación representada en la “filosofía de revista” y el irracionalismo de los llamados posmodernistas.

¿En qué se diferencia la recepción de su trabajo en Francia de la que tuvo en Estados Unidos?
En el extranjero, se lee a Bourdieu sin interferencias políticas y sin el prisma distorsivo de su imagen mediática: como un autor clásico, que creó armas innovadoras y poderosas para pensar acerca de las sociedades contemporáneas y como una importante figura de acción intelectual, que extiende el linaje de Émile Zola, Jean-Paul Sartre y Michel Foucault. En el nido de arañas de París, los prejuicios son duros de matar y algunos han continuado de forma póstuma con la guerra de clanes académicos que enlodaron la recepción de Bourdieu mientras vivía. Mal para Francia…

En su propia investigación, ¿qué toma de Bourdieu y qué hace con él?

Extiendo y reviso sus enseñanzas en tres frentes: el cuerpo, el gueto y el estado penal. En Entre las cuerdas (2004), hago un doble test del concepto de habitus. Primero, como un objeto empírico: distingo cómo uno arma sus esquemas mentales, competencias kinéticas y deseos carnales que, puestos juntos, hacen al boxeador profesional apetente y competente. Segundo, como un método de investigación: adquirí el habitus pugilístico vía un entrenamiento de tres años en un gimnasio del gueto negro de Chicago para facilitar el camino hacia una sociología carnal que trata al cuerpo como un vector de su producción y no como un obstáculo para el conocimiento. En el frente de las inequidades urbanas y étnicas, mi libro Parias urbanos (2008) desarrolla los modelos de Bourdieu para mostrar cómo, con su estructura y políticas, el Estado da forma a la marginalidad urbana en el cambio de siglo, llevando a la emergencia del “hipergueto” en Estados Unidos y de los “antiguetos” de Francia y Europa Occidental. Finalmente, mi investigación sobre la difusión global de las temáticas de “la ley y el orden”, bajo el concepto de “tolerancia cero”, resumidas en Las cárceles de la miseria (1999, expandida en 2009), revela que el retorno de la prisión marca el advenimiento de un nuevo régimen de manejo de la pobreza, que une la “mano invisible” del mercado de trabajo desregulado con el “puño de acero” de un aparato penal intrusivo e hiperactivo. El neoliberalismo no sólo nos trae un “pequeño gobierno” sino también el cambio desde el estado de bienestar social (welfare) hacia el “workfare”, centrado en el trabajo individual, y la expansión masiva de un “estado carcelario” en el lado de la justicia penal.

Y, al contrario, ¿qué encuentra menos útil o menos relevante en Bourdieu?

La asunción de que existe una correspondencia cercana entre nuestras chances objetivas y aspiraciones subjetivas ya no es válida dada la universalización de la educación secundaria y la disrupción generalizada de las estrategias de reproducción de los hogares obreros, que se enfrentan a la degradación y el encogimiento del trabajo. El marco nacional desde el que Bourdieu construyó sus análisis debe ser ampliado y complementado por un análisis de los fenómenos transnacionales, para los que su propio trabajo provee herramientas conceptuales cruciales, como se desprende del reciente desarrollo de una rama de la teoría de las relaciones internacionales derivada de su trabajo. Como con todos los científicos, debemos tomar los postulados de Bourdieu y llevarlos hasta el límite. Bourdieu sería el primero en incitarnos a hacerlo.

Sus cursos en el Colegio de Francia de 1989 a 1992 acaban de publicarse con el título de Sobre el Estado (2012). ¿Qué es lo que agrega este voluminoso tomo a la sociología de Bourdieu y a la sociología en general?
En cuanto a su forma, es el primero de varios libros por venir, que nos permiten ver a Bourdieu en acción como profesor, yendo a tientas hacia ese “monstruo frío” que nombró Nietzsche; aquellas cosas que nos resultan tan familiares que ya no nos damos cuenta de que de hecho se nos han vuelto invisibles. Al clarificar por qué planteó los problemas del modo que lo hace (aproximarse al Estado a partir de pequeños actos mundanos, como llenar un formulario burocrático o firmar un certificado médico), al señalar las trampas de las que escapa, al revelar sus propios errores, dudas y ansiedades, Bourdieu nos invita a su laboratorio sociológico y nos ofrece una propedéutica sociológica en acción. En cuanto a sus contenidos, Bourdieu vigoriza la teoría del Estado caracterizándola como “el banco central del capital simbólico”: la agencia que monopoliza su uso legítimo, no solamente en términos de violencia física con la policía y el ejército (como propuso Max Weber hace un siglo) sino también la violencia simbólica. Esto es, la capacidad para otorgar categorías y asignar identidades, en particular desde el sistema escolar y el derecho, y entonces el poder de veridicción del mundo. El libro sigue los pasos a la increíble serie de invenciones históricas a través de las cuales “la casa del rey”, fundada en la apropiación y transmisión dinástica de poderes, se transformó rápidamente en “razón de Estado”, fundada en credenciales académicas y reproducida por medios burocráticos. El Estado, así, emerge como una institución de dos caras, como el dios Jano: por un lado, es un vehículo usado por aquéllos que construyen y mueven sus palancas, para crear un universalismo que los beneficie; por otro, es el medio a través del cual es posible avanzar hacia el universalismo y así promover la justicia.

¿Qué pensaría Bourdieu de la actual crisis económica europea y de la forma en que está amenazando sus concepciones del Estado como regulador y protector?
Con perspectiva en la larga duración, el libro provee herramientas precisas para capturar mejor lo que está en juego en las luchas políticas inducidas por el crash financiero y monetario que ha sacudido el mundo. Nos recuerda que son los Estados los que construyen mercados y, por lo tanto, quienes pueden reinar sobre ellos, siempre y cuando quienes los dirigen impulsen la voluntad política colectiva en esa dirección. El análisis de Bourdieu sugiere que las expresiones aparentemente científicas -como las agencias evaluadoras de deuda- en torno a las cuales el orden económico se hace fuerte no son más que una serie de golpes de Estado simbólicos. Descansan simplemente en la creencia colectiva, una confianza acicateada por quienes responden a esos mecanismos (comenzando con los medios masivos de comunicación). Sobre esto es bueno releer el capítulo del pequeño libro de Bourdieu titulado Contrafuegos (1998), donde critica lo que bautizó como “Pensamiento Tietmeyer” (tal era el apellido del alemán que presidía el Bundesbank el principal apóstol del euro), luego convertido en “Pensamiento Tricht” y “Pensamiento Draghi”. Es la idea de una dictadura financiera como ineluctable, cuando es fundamentalmente arbitraria y dura sólo a causa de la servidumbre voluntaria de los líderes políticos.

¿Qué es lo que más extraña desde la muerte de Bourdieu y qué deberíamos retener de su vida?
Personalmente, sus llamadas de teléfono a las dos de la mañana de Berkeley, que solían comenzar con un toque de ansiedad y culminaban invariablemente a las risas, y donde me infundía una energía eléctrica. Los desayunos que teníamos en su cocina diminuta, en los que se mezclaba todo: investigación académica, discusión política y consejos de vida, todo esto sumergido en sociología. Aunque lo niegue en La sociología es un deporte de combate, la película que Pierre Carles hizo sobre él, Bourdieu nunca se sacaba sus lentes sociológicos. Pero el autor de El sentido práctico (1980) está aún presente y vive entre nosotros, a través de la miríada de trabajos que su pensamiento estimuló en todo el planeta. Bourdieu es ahora el nombre de una empresa colectiva de investigación que atraviesa todas las barreras entre disciplinas y países, estimulando una ciencia social rigurosa, crítica del orden establecido y dispuesta a ampliar el espectro de posibilidades históricas.

Traducción: Ignacio Pardo y Javier Auyero
Derechos cedidos por
Loïc Wacquant y Javier Auyero
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martes, 17 de abril de 2012

Una mirada sociológica acerca del polisémico concepto de empoderamiento

Artículo publicado en Revista T+ (Temas) Revista del Centro Nacional de Información y Documentación Diciembre 2009. Realizado en coautoría.


Una mirada sociológica acerca del polisémico concepto de empoderamiento.
Mag. Lilián Berardi*   Mag. Selva García Montejo**  Prof. Daniela Sabatovich***
* Maestra Lic. en Sociología. Mag.en Sociología. Docente del Área Sociológica en IINN e IPA.
** Lic. en Sociología. Lic. en Ciencias de la E d u c a c i ó n . Magíster en S o c i o l o g í a . Docente del Área Sociológica en IINN e IPA.
***Prof. De Educación Cívica - Derecho -Sociología
RESUMEN
El concepto a analizar se ubica en un escenario dinámico en el cual se imbrican: estructuras, sujetos, mundos de vida, representaciones, es decir un componente estructural en el que se reconoce el peso del comportamiento de los sujetos involucrados. El artículo busca desentrañar el velo funcionalista atribuido históricamente al concepto y analizar su real contenido en cuanto proceso que convierte las formas instituidas en nuevas estructuras, producto de acciones instituyentes.
Palabras Clave: CIENCIAS SOCIALES; SOCIOLOGIA; EMPODERAMIENTO; PROCESO DEL PENSAMIENTO; ESTUDIOS SOCIALES; DESARROLLO SOCIAL.
INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas se identifican dos tendencias que parecen indisociables: integración y desintegración, referidas tanto a Estados, a comunidades, como a grupos sociales. Ambas tendencias son producto, o provocan una revisión de las formas en que se desarrollan las relaciones o las redes de convivencia en cada nivel.
Cabe subrayar que las estructuras que definen o dan forma a lo social, no pueden ser analizadas de modo separado de los sujetos que la integran. Estructura y sujetos están en una mutua interacción.
Analizar esta interacción permite identificar prácticas sociales de diferente alcance y sujetos que las llevan o no a cabo con distintas expectativas. Pero sí es preciso subrayar que son parte de un mismo proceso y que este proceso es dialéctico.
Diversos estudios abordan con interés esta situación acerca de la cual, si bien piensan que es novedosa, coinciden en que se imbrica en la misma un componente estructural con el comportamiento de los sujetos. Señalan cómo en algunos casos dicho comportamiento está fuertemente determinado por las estructuras involucradas.
Ante las estructuras dadas, los sujetos, de modo consciente o no, interiorizan su dinámica socialización-; no obstante, también introducen cambios, aparecen nuevas estructuras. En éstas es posible reconocer nuevas formas de pensar, que contienen una valoración cultural y simbólica propia. Representan aspectos de las condiciones generales de vida, de sus vidas, de sus representaciones.
Es en este escenario en el que pretendemos ubicar el concepto que nos proponemos analizar.
Intentaremos quitarle al empoderamiento el velo funcionalista que ha tenido y encaminar el planteo de modo de señalar que se traduce en acciones que buscan no sólo la integración, sino la validación de aquellos actores sociales involucrados.
El proceso pretende la integración de los sujetos desde sus propios ámbitos; es un proceso dinámico, se plantea abierto y atento a las particularidades de cada grupo, no es un molde o modelo único. Le otorga al campo de la participación contenido real, genera formas de implicación particulares, se atienden demandas colectivas, pero a la vez propias de cada entorno.
Entendemos que el proceso que abordamos dota de contenido el campo de la participación, convierte las formas instituidas en nuevas estructuras, producto de acciones instituyentes.
ANTECEDENTES
Sin negar que el empoderamiento como categoría aparece en un contexto muy pragmático [1], contiene, sin embargo, como concepto aggiornado y sin dejar atrás la concepción individualista, un interés social. El término inglés empowerment, en su traducción literal, se utiliza para expresar el verdadero ejercicio del poder por parte de los sujetos.
A partir de los 60, [2] el enfoque se asocia a desarrollo humano, desarrollo integral, ya que también involucra aspectos cualitativos, concentrándose de este modo en atender dimensiones tanto personales como comunitarias, desde una perspectiva micro social.
En general se asocia la expresión con la idea de poder, política, participación, pero sigue referido a entornos próximos, a sistemas comunitarios.
La reducción de la vulnerabilidad es el cometido de los programas que promueven el empoderamiento; lo hacen buscando el involucramiento de los propios actores; se consideran sus perspectivas, se parte de sus realidades. Se promueven marcos y configuraciones que atienden al reforzamiento de lazos solidarios. En este proceso, se procura un reconocimiento de las subjetividades, porque sólo de ese modo se abrirá la brecha imprescindible para la comprensión del sentido y motivaciones de los sujetos, sin dejar de lado lo referente a la incorporación de formas que regulan la vida, “hábitos”, la adhesión a expectativas del grupo y fundamentalmente a una forma disciplinada y solidaria de actuación.[3]

De hecho, en esta línea analítica, cabe destacar que el patrón normativo del grupo será determinante, porque debilitará o fortalecerá el desenvolvimiento del mismo como colectivo.
Las Ciencias Sociales han tenido la histórica responsabilidad de “leer” a los actores sociales, sus expectativas, sus acciones y ha sido en las últimas décadas del siglo XX, cuando esta histórica preocupación por el debilitamiento de los marcos sociales integradores lleva a que se promueva el fortalecimiento de determinados actores sociales, actores que no habrían tenido oportunidad de participación o la habrían tenido en niveles muy reducidos. El actor eje de nuestro análisis, el actor de los países subdesarrollados, es inorgánico, espontáneo, ha crecido disociado de sus pares y por tanto ajeno a formas colectivas de participación. Este actor es producto de cambios ocurridos en el patrón tradicional, que no lo consideró, y que tampoco lo preparó para el patrón moderno; la modernización entonces lo aleja y lo excluye más, porque no le ha dado cabida, y de este modo no le ha permitido tener “chance” de integración.
De hecho, las poblaciones populares en América Latina tuvieron escasas ventajas, han sido parte de sociedades civiles con una muy débil institucionalidad. Por tanto, este actor es frágil, sus prácticas sociales son limitadas, segmentadas; particularidades, que si bien son individuales, se corresponden o se explican por el estado colectivo que genera el desarrollo de las sociedades modernas.
Qué lugar ocupa o desde qué lugar actúa el empoderamiento
A la traducción, así como la interpretación o alcance que se le ha dado al término empoderamiento [4] se agrega un sentido más agudo, ya que, como decíamos antes se le ha asociado al fortalecimiento del desarrollo humano -en sentido amplio-, a la lucha contra la desigualdad de género, a la lucha contra la pobreza, contra la exclusión.
S e g ú n P u t m a n , R . [5] 5 el empoderamiento sólo se plasma entre aquellos que muestran capacidad para encarar actividades conjuntamente, integrarse a grupos, formar parte de colectivos con intereses comunes. Se alude al desarrollo de esa capacidad o resiliencia [6], porque se está ante un sujeto social que posee capacidades propias, a veces no desarrolladas o estimuladas para ello y por tanto ha de ser acompañado con la aceptación de normas y valores, de formas que aseguren el fortalecimiento de la confianza entre pares. Se estima que empoderar a los sujetos evita el empobrecimiento de las comunidades, porque a la vez se revaloriza el entorno simbólico: sentimientos, cultura, creencias, valores, orden moral, que si bien son producto de lo social han sido socialmente construidos de generación en generación y se convierten en cualidades “sui génesis”, que luego se imponen a los sujetos nuevos.
El sujeto -actor social- deberá comprender que los problemas sociales son a la vez tanto privados como públicos.
El proceso pone en marcha, con diferentes estrategias, la búsqueda de un individuo activo, que desarrolle capacidades que le permitan entonces “ser capaz de” manejar y controlar situaciones, de “poder hacer” en sentido creativo.
Nada sería posible si no se produce una participación plena; aspecto o situación esperada como resultado de ese proceso que se inicia y se establecerá como permanente.
Este proceso tiene en general anclaje en poblaciones o grupos “desempoderados”, poblaciones pobres, excluidas, que muestran un bajo nivel de autoestima, por tanto de decisión, así como de poder y confianza en su desempeño.
Proceso que, al atender el desarrollo de capacidades, de confianza, le permite a los sujetos un substancial protagonismo, así como una visión tanto de sí mismos como del entorno que los impulsa a generar cambios.
Se intenta romper con la lectura o interpretación del carácter anómico [7] de esos colectivos y por tanto quedarse, desde esta posición siempre en la imposibilidad de cambio. El individuo “empoderado” contribuye a desbloquear los canales de comunicación, de este modo el sentimiento de impotencia, de frustración, se quiebra. Esta tarea ha estado en general a cargo de algunas organizaciones para-estatales, agencias de desarrollo, que han buscado fundamentalmente “sofocar necesidades”, empoderando para de ese modo atender problemas que podrían desembocar en situaciones de desarticulación social y en general lo han hecho mediante la aplicación de programas “focales” de compensación social.
En los años 90 las políticas de desarrollo colocan su centralidad en poblaciones con estas características, pero ahora advirtiendo que las intervenciones se harán sostenibles sólo si se generan espacios para el desarrollo de capacidades, para la participación. Se transforma el modo tradicional de concebir el desarrollo, ya no es percibido como mera intervención externa, se busca el involucramiento de los sujetos.
Se trata de alcanzar nuevas metas. Se necesita que cada uno se apropie de la realidad, de SU realidad, pero que ésta, como decíamos antes, se vea como social, como pública y no como propia o individual.
Para el caso que nos ocupa, el territorio, -como espacio público- ha sido el articulador. En él se interrelacionan sujetos, se ponen en práctica acciones, entran en función organizaciones de diferente jerarquía. La dinámica generada requiere toma de decisiones y control. Es este espacio local, el que contiene por excelencia las condiciones para un encuentro “parecido”, con intereses comunes, ámbito ideal para el inicio de ese proceso de “empoderamiento”, que poco a poco le permitirá a los sujetos ver que adquieren “poder para” [8]: para la acción, para la resistencia, para desarrollar capacidades, confianza, en síntesis, “poder para poder”.
Asociar “poder” con capacidad transformadora permite comprender que existe posibilidad de intervención por parte del sujeto, pero con una alteración del curso de los acontecimientos.
No obstante, no se debe identificar el poder en términos de dominación sobre otros pares, sino como se ha dicho, poder como incremento de posibilidades de acceso a la información, a los derechos, al desarrollo de capacidades, poder sobre el control de recursos materiales e intelectuales. Si bien el poder se interpreta como la capacidad de predominar o de tener una conducta dominante en los procesos, en este caso esa promoción que se procura, producto de la horizontalidad relacional, es la que asegura que será un poder para la participación, y según Boulding, K. [9] también para la integración.
Este poder asegura la ciudadanización, porque contribuye en el acceso a oportunidades de toda índole. En el proceso los sujetos acceden al manejo, dominio y control de medios materiales y/ o simbólicos y a la vez fortalecen su autoestima, se encaminan a lograr el manejo de aspectos que determinan su vida. Se incrementa la capacidad individual, el sujeto se vuelve cada vez más autónomo y así se produce el “empuje” en la escala social. [10]
Cabe señalar que estos y otros aspectos permiten comprender el sentido individual pero a la vez colectivo del alcance del término que analizamos y sobre todo quitarle el fuerte componente funcionalista con el cuál se le ha asociado.
Profundizando en el alcance del término empoderamiento en tanto proceso.
 El contexto socio-político no es ajeno a las diversas definiciones, alcance y uso de la expresión empoderamiento. De hecho, es aceptado como producto de sinergias, es decir de acciones combinadas. Debido a esto, no es posible pensar el proceso aislado, ajeno a situaciones que involucran diferentes espacios y actores sociales.
Si bien es un concepto nuevo  en su expresión lingüística, encierra una antigua preocupación acerca de cómo funcionan y se desarrollan algunos pobladores y poblaciones.
De hecho, diferentes expresiones y de variado alcance se asocian con este concepto; ha sido un medio, un instrumento, un fin; no obstante siempre es examinado en su interpretación, fundamentalmente como proceso. Pero en general las diferentes formas de mencionarlo tienen en común considerarlo como una manera de incentivar cualidades que al desarrollarse permiten que se susciten cambios individuales, que repercuten en ámbitos colectivos en los que el individuo actúa. No obstante, si bien diferentes acepciones lo encaran como proceso, lo admiten en el sentido de estrategia que estimula la participación, que acrecienta el poder. El proceso que genera una ruptura con aquellas estructuras y o procedimientos que condicionan la vida, que la subordinan.
Empoderamiento como proceso y su lógica como mecanismo
Como PROCESO, lleva a formas de participación en las que las personas fortalecen sus capacidades, su confianza, y de este modo generan cambios en sus grupos de pertenencia, proponen y promueven modificaciones en su entorno de vida. Al entenderlo de este modo se percibe también cuánto tiene de mecanismo dialéctico ya que genera formas que permiten nuevas acciones. Estas están asociadas, tienen diferente alcance, motivan y generan demandas individuales y colectivas, permanentemente crean situaciones en los que se ven vinculados, como se ha planteado, ámbitos públicos y privados.
Se apunta a poner en juego esfuerzos individuales y colectivos en los que la propia gente tiene un papel protagónico; de este modo, el empoderamiento no es un “bien” donado. Cada sujeto tendrá conciencia del camino que recorre para la obtención de beneficios que redundan en la mejora de su entorno. En estos “lugares” la reciprocidad retroalimenta los objetivos del proceso.
Al promover certidumbres, se crean lazos de solidaridad que refuerzan y facilitan la agrupación de aquellos que se movilizan por temas afines. Los logros fortalecen la autoestima, se difunden, y son las redes el canal de información que permite que se consoliden nuevos espacios.
Algunas apreciaciones del empoderamiento como proceso y como producto también son abordadas en los análisis de Friedman [11] (1992) El autor destaca cómo, en el ámbito social, el empoderamiento como proceso facilita el acceso y la participación de cada miembro del colectivo -situación que tiene ritmos diferentes en cada individuo-.
Como producto observa la autonomía con la que paulatinamente se desenvuelven los sujetos y la autosuficiencia que les permite hacer frente a su entorno y desafiarse ante nuevos escenarios. El acceso a tres tipos de poderes es destacado por el autor; los sujetos alcanzan poder social, político y psicológico.
En cuanto al poder social, el individuo enfrenta situaciones porque reconoce su condición subordinada y se sobrepone a ella; en cuanto al poder político, este le permite organizarse y movilizarse en la búsqueda de cambios y al empoderarse psicológicamente pone en práctica sus sentimientos, logra mejorar su autoestima, su autoimagen. De este modo se potencian sus recursos para asociarse, para tomar decisiones y para mejorar su autoestima como individuo, como vecino. Como parte de grupos empoderados desarrolla capacidad para la toma de decisiones y la suma de estas situaciones potencia su individualidad, fortalece la capacidad de acción y de respuesta.
El involucramiento, la confianza, los vínculos, garantizan la participación en “estructuras políticas” de todo género. Para Batliwala, el aspecto más significativo del concepto empoderamiento es la alusión al poder. Para la autora, el poder es el soporte imprescindible para ejercer control; “el empoderamiento representa el control sobre los bienes materiales, los recursos intelectuales y la ideología. Los bienes materiales pueden ser físicos, humanos o financieros, tales como tierra, agua, bosques, cuerpos de las personas, trabajo, dinero y acceso a éste.
Los recursos intelectuales son conocimientos, información, ideas. El control sobre la ideología significa habilidad para generar, propagar, sostener e institucionalizar conjuntos específicos de creencias, valores, actitudes y comportamientos, determinando la forma en que las personas perciben y funcionan en un entorno socioeconómico y político dado.” [12]
En la lectura interpretativa de Rowlands, Jo [13] (1997), lo mencionado supone desarrollo de la confianza, de la autoafirmación del yo; el autor subraya que este proceso suscita la valoración de las “relaciones próximas”. Analiza también cómo los ámbitos sociales se consolidan y se refuerzan en general todos los espacios colectivos de cooperación y cómo cada persona trasciende y desarrolla la capacidad que posee para hacerse cargo de esferas de decisión. Al fortalecer la autoestima percibe como propio el derecho a ocupar otros espacios.
Así, sólo se está ante un verdadero logro cuando el individuo y por extensión el grupo, provocan cambios en las relaciones de poder, se trata de que se produzca una “ganancia de control”, pero no es sólo tomar el control de sus actos sino que además cambie la percepción que tiene de sí mismo.
Para el autor, sólo ocurre el verdadero empoderamiento cuando el individuo desarrolla habilidades que le son estratégicas y que a la vez sus acciones entrañan un importante compromiso con las instituciones -estructuras- de las que forman parte y para esto pone en práctica mecanismos de negociación.
En síntesis, se apunta a desarrollar en los sujetos disposición para la toma de decisiones, así como capacidad de negociación.
La puesta en práctica de este proceso permite identificar una dimensión individual y otra colectiva. En cuanto a la dimensión individual, es en ella donde más importa identificar cambios, cambios en el sentido de logros: autoestima, capacidad de respuesta, confianza, toma de decisiones y es así que se encamina el sujeto en la toma de conciencia acerca de su condición subordinada de la cual comienza a distanciarse.
Sólo ocurre respecto a la condición colectiva cuando se han consolidado cambios individuales. Se participa y se defienden derechos, se encuentran objetivos comunes y es sobre estas “ganancias” que se construyen organizaciones autónomas.
Estos sujetos serán protagonistas de un nuevo orden social, han reforzado su identidad, se han fortalecido. [14]

Se busca reavivar voces, en el sentido habermasiano, desarrollar esa capacidad de las personas y conjugar así lenguaje y acción [15]. Esto supone creación de ámbitos solidarios, de diálogo igualitario.
La centralidad de los clásicos una vez más hizo que no pudiéramos dejar de reverenciarlos y si bien se ha citado a E. Durkheim, cabe dejar planteado que sería imposible desatender el aporte de M. Weber.
De este modo, desde una perspectiva weberiana, [16] cuyo centro es el estudio de acciones e interacciones sociales, el empoderamiento podría ser interpretado como producto de una relación social, en la cual no importa el grado de poder, sino que interesa sí cómo se adquiere.
Como ya lo hemos dicho, es un proceso dinámico, que supone una actividad social, del cual nos interesa cómo se desarrolla y qué efectos produce y es así entendido que podemos incorporar a Weber a la interpretación sociológica que buscamos.
Al decir “actividad social” está sobreentendido que en la misma está integrada la comunicación, se da esta situación en el marco de una “relación social” y se puede advertir que existe además un sentido que orienta el desenvolvimiento de dicha acción. En este marco se justifica la imprescindible comprensión de la cual es Weber un sólido representante.
En el encuadre del análisis weberiano, que empoderar supone un comportamiento “dotado de sentido” [17]  y está a la vez orientado por otro u otros; se presume en esto una “intencionalidad consciente”. Lo dicho entonces permite subrayar que el empoderamiento es una acción social, “tiene en cuenta la conducta de otros y orienta así su curso o desarrollo”. Tiene sentido para aquellos sujetos que participan del proceso, por tanto y sin separarnos de Weber, lo referido denota para el autor la presencia de la conducta de”una pluralidad de actores, en tanto en cuanto, en su contenido significativo, la acción de cada uno tenga en cuenta la de otros y se oriente en estos términos”. [18]
Weber, complementa lo antes expuesto con el concepto de “relación social” [19]. La relación social estructura toda organización social y como resultado de la misma se produce una modificación de la conducta. Se trata de una acción social significativa; es en este concepto que se reúne la conducta de una pluralidad de sujetos.
El sujeto/actor hacedor de su espacio social
Podemos decir que, el empoderamiento, como proceso, se sitúa en la intersección entre la estructura y el individuo y esta se puede definir como una zona dinámica. En ella se desarrollan interacciones y es desde allí que se potencia el accionar de los sujetos. En esta intersección se encuentran las personas y sus prácticas.
Son estas zonas de intersección en las que se visualizan riesgos, desafíos, vínculos, aspectos de la vida individual y colectiva que el sujeto pone en juego. En estos espacios el sujeto se mueve como “separado” de los procesos de su propia acción, no hay acciones individuales y esto es un elemento central para poder hacer una verdadera interpretación acerca del concepto que analizamos.
Estas situaciones le permiten al sujeto reconocerse como productor -no necesariamente material- recuperar el control de su vida y de su producción social.
La familia, el barrio, las instituciones educativas, los lugares de trabajo, las instituciones sociales en general, promueven y movilizan acciones, crean y refuerzan lazos, generan movilización y participación. Es cierto que no están ausentes mecanismos de control generados por el propio colectivo, pero estos no se sienten como imposición, porque los mismos tienen su origen en obligaciones, en reciprocidad, y en la confianza fundada.
Es el empoderamiento el que facilita la movilización de los pobladores, de los vecinos; esta situación les permite y les obliga a la vez a un replanteo de vida, de metas y sobre todo beneficiarse de sus propios logros. Desde esta perspectiva, los empoderados se muestran mejor situados para enfrentar situaciones adversas como la pobreza o la vulnerabilidad que los caracteriza.
Lo planteado hasta ahora permite entender que el empoderamiento produce modificaciones en la conducta de los sujetos y es en realidad este el resultado esperado.
Según Weber, sería imposible comprender lo social sin reconocer la significación que tienen las interacciones sociales para sus propios actores. Éstos ponen en juego relaciones entre ellos y entre colectivos y entre diferentes órdenes sociales. También entre las formas institucionales y entre las distintas estructuras de la sociedad. Debe además ocurrir que los sujetos otorguen significado subjetivo a su propia acción.
Es posible observar que a los potenciales “empoderados”, o sujetos a empoderar los identifican, en el sentido de caracterizarlos, según Weber, rasgos propios de una “situación de clase”. Estos rasgos son: su similar existencia, esa cierta homogeneidad en cuanto a la posesión de bienes, las iguales condiciones que los disponen ante el mercado de trabajo. Conforman lo que con otra expresión el autor define como “grupo de status”.
 Otro aporte de Weber y que también podemos asociar con entornos explicativos del proceso que nos ocupa son los conceptos de: “actor socializado” y “acción instituida”.
Weber identifica al “actor socializado” como aquel que forma parte de redes, de ámbitos de comunicación y señala qué sólo en éstos el sujeto es comprendido. La organización de la que forman parte los fortalece y en la acción con otros modifican su comportamiento.
Los individuos toman contacto con el universo cultural, simbólico y en ese marco seleccionan valores, prácticas, lo hacen en instancias sociales, en instituciones y estas son en general jerárquicas. En este sentido, la aceptación de, la o las normas o reglas, lo implica en la aceptación de un orden. Así, el sujeto se vuelve “instituido” y su acción entonces pasa a ser una “acción instituida” en el sentido weberiano.
De hecho, la acción instituida, surge o es propia –como producto- de cómo se desarrollan algunos fenómenos colectivos, en ella no pesan los componentes individuales.
Entre el “actor socializado” nuestro sujeto empoderado y la “acción instituida”, propia de las nuevas formas de organización que surgen, se produce un “orden normativo” –interiorizado y es este orden el que regula la conducta de los individuos.
Para Weber se produce entre los individuos la conformación de un “ethos” que tiene consecuencias sociales muy válidas y que los respalda, esto es posible porque son producto de un “grupo de status”.
Según el autor, entre los sujetos se crea un compromiso subjetivo, un “orden vital”, en el cual este está plasmado el respaldo moral, surge en este marco de convivencia una autoridad legitimada.
En otros términos, Weber plantea que en este pasaje de acciones a estructuras, es decir de acciones con sentido, que modifican estructuras sociales, debe advertirse un nexo al que el autor denomina “orden legítimo” o “autoridad”. Se trataría de una autoridad reconocida o legitimada por medio del carisma. Esa cualidad de liderazgo que se ha desarrollado en algunos actores los ha legitimado.
Cabe destacar que el liderazgo carismático que desarrollan algunos sujetos posibilita ese nuevo orden que se busca sea logrado por los individuos empoderados.
¿Por que importa el empoderamiento de los pobladores y entre éstos el de los pobladores jóvenes?
Son estos, sectores en riesgo y con una precaria posibilidad para redefinir su situación.
En este marco es que se entiende que trabajar este concepto tiene especial interés en el ámbito de la Formación Docente. De hecho, un antecedente en algunas de sus acepciones estuvo ya mencionado en la obra pedagógica de P. Freire [20]. La búsqueda de la conciencia, en el sentido de sensibilización, le permite al sujeto percibir el valor o la importancia de algo, para el caso, la importancia de sí mismo, el sentido del yo, el reconocimiento como sujeto. El autor hace del término “concienciación” en el campo pedagógico, una expresión nueva, cargada de significación para la vida de cada individuo.
Educar y participar son términos que se retroalimentan y son a la vez eje de la postura dialógica que Freire pretende resaltar. Los ámbitos participativos son a la vez ámbitos donde se promueven actividades educativas, donde se funda la construcción social, podríamos decir donde se plasma el objetivo final del concepto que nos ocupa. Es de este modo que se concreta la intención, puesta en generar ámbitos de reflexión y de diálogo. La educación predispone los medios y la participación despierta potencialidades.
La realidad, lo cotidiano del sujeto se convierte en objeto de análisis, de su propio análisis.
Nuestro interés de analizar el concepto y su vínculo en el plano pedagógico, es fundamentalmente en el sentido del empoderamiento como ENFOQUE. Es entonces que desde esta perspectiva se puede asociar con la propuesta de P. Freire -educación popular de los 60- retomada en los 70 por los enfoques participativos. Estaría ahí el germen de la importancia asignada al fortalecimiento de las capacidades, de la confianza, del protagonismo de aquellos pobladores vulnerables a una modernización que supo prescindir de ellos por su escaso o nulo nivel de preparación. Desde el hacer pedagógico que promueve Freire, se trabaja para que el individuo comprenda su entorno, adquiera poder y control sobre el mismo, para que se involucre, tome decisiones y de ese modo gestione sus objetivos y los del colectivo que integra.
Al motivar su acción lo vuelve protagónico y así es que el individuo procura mejorar su calidad de vida, su bienestar - material/social- y mejora su relación con el entorno.
La idea central de esta propuesta pedagógica es que el sujeto se libere, que al manejar el poder reoriente su papel social, que reflexione y accione. La toma de conciencia de sus posibilidades lo empodera, refuerza la confianza en sí mismo.
Desde el campo pedagógico, entonces, lo inmediato, lo visible, es advertir cómo el asumir la realidad, su mundo próximo, como producto de sus interacciones, le crea compromisos. Su lugar social tendrá los cambios que su nivel de empoderamiento le permita.
“Me gusta ser hombre, ser persona, porque sé que mi paso por el mundo no es algo predeterminado, preestablecido. Que mi “destino” no es un dato sino algo que necesita ser hecho y de cuya responsabilidad no puedo escapar. Me gusta ser persona porque la Historia en que me hago con los otros y de cuya hechura participo es un tiempo de posibilidades y no de determinismos. Eso explica que insista tanto en la problematización del futuro y que rechace su inexorabilidad” (Freire 1997).
Desde esta visión, que plantea el empoderamiento como proceso pedagógico, que procura la “concienciación” - proceder por el cual lo individual y lo colectivo se imbrican- se explica claramente porqué también es visto como “proceso”. Esta articulación asegura un “producto nuevo”, y como decíamos antes, en una suerte de relación dialéctica, se afianza esa toma de conciencia que promueve el impulso necesario para nuevas acciones.
De este modo, cabe señalar que el concepto de “concienciación” en el análisis de Freire, supone un notable antecedente -en el campo educativo- del término empoderamiento. El sentido del acto educativo, es para Freire, poner al individuo en “el centro de su propia vida”; sólo así se produce ese involucramiento con el entorno social y con las circunstancias en las que vive. Al “apropiarse” de la vida, el individuo se vuelve sujeto, y al “apropiarse” de su vida se vuelve crítico de toda situación.
…”pensar acertadamente implica la existencia de sujetos que piensan mediados por el objeto u objetos en que incide el propio pensar de los sujetos” (Freire, 1997).
EN SÍNTESIS
En el trabajo, el recorrido interpretativo acerca del término, nunca abandonó el objetivo que lo motivó, en todo momento y quizás de modo reiterado se ha tratado de profundizar en una expresión que según momentos sociohistóricos tuvo una traza diferente. Particularmente hemos pretendido inscribir el término empoderamiento en un marco de interpretación adecuado para la formación del futuro docente.
Lo hemos subrayado como proceso pedagógico porque genera una positiva e indiscutible propuesta emancipadora. Al apropiarse del conocimiento el sujeto participa con interés transformador.
Entendíamos que empoderar engloba aquellas propuestas freirianas, las que lejos de pensarlas en los entornos socioeconómicos que luego las hicieron propias y aunque con matices, desvelaron la importancia de “invertir” en el logro de un diálogo igualitario. Este diálogo es el que ha posibilitado ese ámbito en el que se comparten acciones, acciones enfocadas a la solución de situaciones comunes.
Acción y diálogo se retroalimentan, y es particularmente en el espacio educativo en el cual se destaca la horizontalidad que caracteriza este proceso.
La solidaridad tiene un sentido, y en el caso del docente, su tarea se puede definir como la de un “acompañamiento”, el docente es un facilitador de situaciones, respeta y otorga confianza.
El hecho educativo potencia también la “dimensión instrumental”; empoderar, como eje o propósito de la propuesta pedagógica, permite, como hemos considerado, fortalecer el “sentido de la acción” la “creación de sentido” según Freire.
Esta creación de sentido regenera la convivencia, la solidaridad y es así que el individuo se encamina al agenciamiento de su entorno y a un despertar del papel protagónico, esencial para transformar la realidad social en la que viven.
Stromquist, N. -especialista en educación comparada- en su artículo “La búsqueda del empoderamiento: en qué puede contribuir el campo de la educación” aborda el término como un proceso que al cambiar la distribución del poder genera cambios no sólo en las relaciones interpersonales, sino que por extensión también lo hará en las instituciones sociales. La autora se basa en que en el citado proceso se activan componentes políticos y económicos, pero también cognitivos y psicológicos.
Ocurrido el empoderamiento, no cabe duda de que los saberes que adquiere cada sujeto se han construido, surgen de la práctica que realiza en esos ámbitos comunitarios de los que participa. Así es que su vida, su historia y la historia de quienes le rodean ahora es posibilidad y no determinación.
Como señala Freire:
 “El mundo no es. El mundo está siendo. Mi papel en el mundo, … no es sólo el de quien constata lo que ocurre sino también el de quien interviene como sujeto de ocurrencias. No sólo objeto de la Historia sino que soy igualmente su sujeto. En el mundo de la Historia, de la cultura, de la política, compruebo, no para adaptarme, sino para cambiar” Freire, P. (1997).
CONCLUSIONES ABIERTAS
Asumimos al empoderamiento como un concepto embebido de socialización, aunque con matices que lo distancian de la concepción tradicional[21]  
Si bien el sujeto se enfrenta a situaciones dadas, también y sobre todo, se le incentiva a la producción de situaciones nuevas.
El sujeto participa, no es participado [22]. Sin negar que el sistema social es producto de una estructuración dada al mismo por generaciones anteriores y pervive en los individuos, circunstancia a la que podríamos llamarle socialización pasiva, se trata ahora, de ver la importancia que tienen los nuevos actores y cómo se organizan para asegurar el reconocimiento de sus nuevas acciones.
Esa constitución objetiva que le da forma a lo social, sólo es posible si se atiende en su constitución subjetiva, es decir tendrá que haber un reconocimiento de esa presencia real y lo que significa como logro de cada sujeto y sus intereses.
Empoderar supone dar herramientas para desarrollar una socialización activa, constitutiva; los sujetos a empoderar no son tablas rasas. Propiciar ámbitos de participación permite fortalecer la idea de que “un nuevo orden social” es posible, en este caso producto de cambios sociales cualitativos que transforman estructuras y procedimientos en las instituciones sociales.
21 .- En la concepción tradicional los individuos deben asumir una normativa preestablecida, siguen una dinámica circular.
22 .- Villasante, T. R. (1984) -Comunidades locales: análisis, movimientos sociales y alternativas-. Madrid/ IEAL/

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[1] .- Contexto racionalista / basado en la búsqueda: costo/ beneficio y enmarcado en la racionalidad capitalista de la modernidad, al amparo de políticas que promovían el desarrollo económico, en el entendido de que de ese crecimiento de la economía dependía el avance en ámbitos políticos, sociales y culturales.
[2] .-Es en EEUU donde en un momento de movilizaciones que reclamaban derechos civiles para los afroamericanos se utiliza por primera vez el término empoderamiento. En esa instancia se advierte como el acceso, el uso y el control de recursos tanto físicos como simbólicos. Algunos autores señalan que en América Latina se han podido usar términos castellanos para igual significado; en este sentido hacen referencia tanto a “apoderar o potenciar” ya que ambos aluden a hacerse poderoso en el sentido de “empower”.
[3] .- A efectos de incorporar teoría podemos pensar que en la teoría durkheimniana, en el modelo corporativo que el autor definía como el único capaz de organizar o mejorar la articulación de la sociedad, existe un claro antecedente de la importancia que tiene el crear lazos, formas solidarias. Pero, claramente es la sociedad la que incide sobre el individuo y crea esos “lazos” de solidaridad -orgánica en el caso de sociedades avanzadas- que posibilitan el funcionamiento armónico del “todo”. En este sentido, como lo más significativo, Durkheim hacía referencia a la importancia de generar un clima de interés colectivo en el control de los espacios sociales. La disciplina, la regulación de la vida de los individuos, ha sido para el autor una preocupación histórica. Consolidar el orden moral, daría, según Durkheim estabilidad a la nación francesa. El orden moral, es para el autor sinónimo del orden social, los individuos se asocian y desarrollan solidaridades y estas robustecen los ámbitos colectivos en los que se desenvuelven. En la “División del trabajo social”, Durkheim analiza cómo una nueva forma de integración, ahora en torno a las profesiones y por extensión a los gremios, agrupa a los individuos, los intereses comunes pasan ahora a tener otra significación. Tanto la religión, la familia, como el Estado, tendrán un papel secundario. Se percibe una nueva autoridad, la que el autor define como exterior al individuo, con capacidad reguladora, que puede imponer límites, y a esta nueva autoridad, Durkheim la denomina “conciencia colectiva”. Toma relevancia, entonces, la expresión “conciencia colectiva, expresión que focaliza en el peso de las ideas que emergen de las colectividades, a lo que el autor denomina “representaciones colectivas”. En ellas se encuentran reflejados aspectos de la realidad, necesidades del colectivo. Interesa señalar que la Sociología ha intentado “determinar las condiciones para la conservación de las sociedades”, temprana preocupación del autor, analizada en la citada obra, la que se publicó en 1893 y en la cual aborda en extenso el concepto de solidaridad. Durkheim argumentaba cómo la falta de estimulación de relaciones solidarias llevaría a la “disolución social”. En citada obra analiza también el debilitamiento institucional y normativo que se vislumbraba en las sociedades modernas.
4.- Complementando anteriores definiciones, este término que se origina en “power”, significa tanto poder como potencia y/ fortalecimiento. Potenciar individuos o comunidades supone aumentar su fortaleza, aumentar su capacidad de protagonismo, de organización.
5- Putman, R. (1994) – Para hacer que la democracia funcione. Ed. Galac/ Caracas/ Venezuela 

[6] .- Término que refiere a ese cúmulo de conocimientos, habilidades y actitudes que poseen los individuos y que están en estado latente, que pueden ser revitalizados en su beneficio y en el del colectivo que integra. El empoderamiento, como proceso, de carácter permanente, como se ha pretendido identificar, trabaja sobre esa capacidad o potencia que tienen los individuos y los colectivos para tolerar dificultades, para salir fortalecidos a enfrentar situaciones adversas.
[7] .-Durkheim asociaba con este término la disolución del vínculo moral del colectivo social. Para el autor, esta expresión, que se aborda en su citada obra, así como en “El Suicidio” supone una ruptura de la solidaridad que tiene su causa en las formas nuevas que desarrolla la “división del trabajo”. En este sentido, argulle Durkheim, que las sociedades modernas se encaminan hacia la desintegración social por la notoria ausencia de reglas, por la falta de normativa que regule comportamientos particulares y por la ruptura de vínculos que se produce. Cabe subrayar que el concepto de anomia durkheimiano contiene un carácter ambivalente: puede que la referencia sea el sujeto y cómo este procura con dificultad frenar sus instintos y en otro momento lo asocia a una suerte de desorganización de la sociedad que repercute en las manifestaciones de los colectivos.
[8] .- La expresión el “poder para” abre posibilidades, genera alternativas, pero no implica dominación sino que faculta para la construcción. El poder revitaliza la capacidad para movilizar recursos y es en este sentido que “el poder” denota posibilidad de transformación y esto sólo es propio de la acción humana.
[9] .- Boulding, K. (1993) al analizar la naturaleza del poder lo categoriza y hace énfasis entre otros en el poder integrador. Según el autor este tipo de poder se basa o pondera el respeto, la comunicación, las relaciones de afecto, las relaciones que revalorizan la personalidad así como la legitimidad de cada acto. En: Las tres caras del poder. Paidós. Bs .As.
[10] .-Batliwala, S. (1997) En: El significado del empoderamiento de las mujeres: nuevos conceptos desdela acción” sostiene que vale la pena subrayar que el poder no se otorga como algo externo que se da y en este sentido, es imposible asociar o definir el empoderamiento como un proceso lineal.
11 .-Los análisis del autor son producto de su preocupación ante el fracaso de políticas de desarrollo. El mismo admite como única salida el generar ámbitos de distribución de poder y participación. Fundamenta el “empoderamiento” como una estrategia para promover el desarrollo y en el cual sean gestores los propios actores involucrados. En: The Politics of Alternative Development, Blackwell Edit, Massachusetts. 1992.

[12].- Batliwala, S. Op. Cit. En: El significado del empoderamiento de las mujeres: nuevos conceptos desde la acción”.
13 .- En: “Empoderamiento y mujeres en Honduras: un modelo para el desarrollo” se hace referencia al término que analizamos como productor en el individuo de una situación positiva ya que estimula la actividad colectiva en la cual se ponen en práctica poderes individuales. Para Rowlands habría tres dimensiones en las cuales se hace visible el empoderamiento del sujeto: en lo personal, desarrolla el sentido del yo –confianza, autoconfianza-; en cuanto a lo que llama “relaciones próximas”, desarrolla capacidad como negociador, se prepara para decidir y pone todo esto en práctica cuando participa en estructuras políticas, cuando se involucra en acciones colectivas. Se trata, insistimos junto al autor, en no ver el empoderamiento en términos de un reforzamiento del poder sobre otros, sino en un sentido positivo, como un proceso que motiva hacia el control de recursos personales y sociales, fundamentales para el desarrollo individual y de sus respectivos colectivos. Rowlands, Jo. En: Questioning Empowerment /Oxform/ 1997.



14 .- Decíamos antes, que empoderar, sólo es posible como proceso o como enfoque cuando se está frente a determinada población, aunque signifique una razón elemental ante una población desempoderada, desprovista de mecanismos personales y de espacios de participación. El desempoderamiento, fenómeno ampliamente estudiado, pero en general no nombrado de este modo, es un fenómeno histórico y multicausal. Recién en la década de los 90 el concepto se acuña de modo formal y pasa a ser un elemento en la agenda de preocupaciones sociales y por tanto una realidad a atender.
[15] Habermas, J. (2001) En:”Teoría de la acción comunicativa”. Madrid. Ed: Taunus.
[16] .- Weber fue un autor preocupado por el funcionamiento de las organizaciones, utilizó las mismas como punto de partida para interpretar y posteriormente explicar cómo la sociedad se articula. Analizó temas vinculados con el poder y la racionalidad que lo fortalece. Para este autor la unidad o centro de atención es el individuo, sus acciones tienen una finalidad; consideró también cómo las acciones de los actores sociales generan diferentes tipos de prácticas. En este sentido, cabe subrayar que el proceso que analizamos, tiene como propósito modificar acciones, crear conciencia acerca de la finalidad de las mismas.
[17] .- ¿Por qué dotado de sentido? Porque se produce mediado por una valoración subjetiva que cabe categorizar como “acción racional”, “con arreglo a fines”. Por otra parte, al estar dotado de sentido, nos permite pensar que supone “una visión del mundo”, supone valores propios o particulares, y este sentido propio se traduce en modelos de comportamiento, en esquemas de acción.
18.- Se puede considerar al empoderamiento como el medio a través del cual se busca la consecución de determinados fines; se ponen en juego intenciones, sentimientos, motivos y así se orienta la acción; en este caso, se trata de potenciar los recursos individuales o del colectivo. Los medios utilizados son los que pretenden dotar al individuo o grupo de poder, de “fuerza para” y estos medios elegidos están sopesados en su efectividad.

19 .- Esta expresión traduce la dinámica con la cual el autor señala la existencia de un nexo entre la acción social individual y los colectivos, grupos o instituciones. Este concepto tendría su símil en la idea de “experiencia social del individuo”, o “mundo social” que trabaja Schutz

[20] .- En su obra “Pedagogía de la Autonomía”, reafirma su planteo acerca de la importancia del acto educativo como situación que propicia los medios para generar inquietudes emancipadoras, transformadoras. Esta concepción desestructura la idea determinista que existe sobre la educación. La misma busca crear una reflexión crítica -”cambio de mentalidad”- entre los educandos. El sujeto reacciona y comprende su lugar en la naturaleza y en la sociedad, así reconfigura su vida y su espacio.