martes, 23 de junio de 2020

Mag. García Montejo, S. : Etiquetaje, estigmatización. ¿Marcas de una sociedad escasamente inclusiva? El abordaje de la Desviación desde la microsociología.


Presentación
El artículo aborda la problemática de la desviación desde una perspectiva microsociológica. A diferencia de las posturas  funcionalistas[1], que han puesto el acento en los condicionantes externos de la sociedad para explicar la problemática de la desviación, desde la Teoría del Etiquetado (Becker, 2005) así como desde la teoría del estigma  de Goffman (2006), se pretende mostrar que el eje se encuentra  en los procesos, en las interacciones. Becker se centra en las etiquetas que pasan a tener  algunos individuos, impuestas por la sociedad misma, y plantea que se da un proceso, mediante el cual esos sujetos  actúan en función del señalado etiquetaje. Goffman, por su parte, pone el epicentro de su análisis en la estigmatización de ciertos sujetos, en función de “marcas” corporales o psicológicas, que determinan su identidad social. Lo “normal” y lo “desviado”, entran en juego en ambos análisis, y muestran cómo las sociedades, desde una perspectiva de poder, califican a los individuos, dividiéndolos en categorías. La desviación, el etiquetaje, la estigmatización, son propios de las sociedades en general, pero también de determinados grupos e instituciones. La Institución educativa, teóricamente  inclusiva, no resulta, en la realidad, etiquetadora y estigmatizadora?
 Palabras clave:
Etiquetaje, desviación, estigma, identidad social

La teoría del Etiquetado
Tiene sus orígenes en los años 60 (en Estados Unidos) y se enmarca en la Sociología Cualitativa de las Ciencias Sociales, específicamente en el Interaccionismo simbólico[2] y la Etnometodología[3].
Becker se reconoce como uno de los pioneros de la Teoría de la Reacción Social o Teoría  del Etiquetado, teoría que tiene relación directa con el concepto de desviación, concepto central para la Sociología.
¿Qué se considera una  conducta “desviada”?[4]. Es aquella que ha interiorizado un etiquetamiento negativo, etiquetamiento que fue impuesto al individuo por otros individuos o grupos. Las etiquetas nunca surgen aisladamente, sino que se encuentran siempre asociadas a los contextos de los cuales forman parte los  sujetos.  La historia, el funcionamiento y estructura de las sociedades, las situaciones concretas, la cultura, imponen determinadas reglas. Aquellos que no las cumplen, pasan a ser “etiquetados”. A su vez, las etiquetas son impuestas, tienen un poder coercitivo. Cada individuo interioriza, hace suyas  esas etiquetas que comienzan siendo exteriores a él. Y actúa en función de cómo ha sido etiquetado por la sociedad amplia o por los grupos de los cuales “es parte” o “deja de serlo”[5].
Rist (1991) estudia cómo las expectativas que se tienen de cada individuo, inciden en la formación de su identidad y en sus comportamientos posteriores. La teoría cambia el “rumbo” de los estudios: pasa de explicaciones causales (en las que se observaba, describía y explicaba la desviación como un fenómeno cuyo eje era el “desviado”, el que no cumplía con la norma impuesta socialmente, el que quebrantaba las reglas del grupo y las causas de ello), a ubicar el epicentro en las herramientas de control social como productoras de conductas “desviadas” o no esperadas socialmente. Resulta central analizar el proceso mediante el cual los individuos van asumiendo determinadas etiquetas que se imponen desde fuera. Se trata de un proceso de estructuración de un comportamiento concreto, no de una respuesta momentánea contraria  a la norma. Es el individuo mismo el que ha procesado su etiqueta, ha estructurado su conducta desviada, se siente desviado, porque primero la sociedad lo ha “marcado” de esa manera. Becker (2005) plantea que el desviado es aquel al que  se le  otorgó una etiqueta y se lo hizo exitosamente.
“(…) los grupos sociales crean la desviación al establecer las normas cuya infracción constituye una desviación y al aplicar esas normas a personas en particular y etiquetarlas como marginales” (p.28).
El autor resulta claro cuando reafirma el concepto:
“(…)  la desviación no es una cualidad  del acto que la persona comete, sino una consecuencia de la aplicación de reglas y sanciones sobre el “infractor” a manos de terceros. Es desviado quien ha sido exitosamente etiquetado como tal, y el comportamiento desviado es el comportamiento que la gente etiqueta como tal” (p. 28).
De hecho, el modo en que los demás reaccionan frente a un acto determinado, es lo que determina que ese acto sea  desviado o no. La desviación es, siempre, resultado de un proceso, en el cual los “otros” se encuentran implicados. Y esos “otros” son individuos que poseen poder, ya que toda regla es una creación de determinados grupos, que, en general, se encuentran en conflicto con las normas de otros grupos. Lo cultural resulta esencial a la hora de comprender la existencia de determinadas reglas que se imponen. Como señala Redfield (1941) (citado por Becker, 2005), existen acuerdos convencionales propios de las sociedades, que se concretan en actos y artefactos. Esos  acuerdos son significados que se atribuyen a las acciones y también a los objetos; por lo tanto, son convenciones, propias de toda sociedad y producto de la interacción entre sus integrantes. La cultura es, pues, según el autor, “(…) el grado en que los comportamientos convencionales de los miembros de una sociedad son iguales para todos” (Renfield, 1941, p. 132. En: Becker (2005, p. 100).
Aunque Becker plantea que la desviación no es,  analíticamente, una categoría homogénea (algunos llevan la etiqueta sin haber roto la norma; otros, la han violado y no han sido exitosamente etiquetados), aquellos que están rotulados como desviados comparten el “rótulo” y deben llevarlo sobre sus hombros. Tienen, pues, en común, la experiencia de serlo.
Desde el momento en que exista la regla, plantea Becker, esta debe aplicarse a determinadas personas, para que el grupo “marginal” –creación de la regla misma- se comience a desarrollar. “Hay que descubrir a los infractores, identificarlos, arrestarlos  y condenarlos” (Becker, 2005, p. 182).
La teoría del Etiquetado tiene un objetivo central, que ha sido planteado por Rist (1991):
“(…) demostrar que las fuerzas de control social con frecuencia tienen la consecuencia inintencionada de hacer a las personas definidas como desviadas, aún más firmes en su desviación, debido a la estigmatización del etiquetado. Así  pues, las reacciones sociales a la desviación, fomentan las conductas desviadas” (p.618).
Goffman y la teoría del “estigma”
La desviación, es trabajada  desde este autor, a partir del análisis de un grupo de individuos que comparten valores y sienten pertenencia, adhesión, a determinadas normas referidas a acciones y atributos personales. En este marco, Goffman (2006, p.162), llama “(…) “divergente” (deviator) a todo miembro individual que no adhiere a las normas, y (…) “divergencia” (deviation) a su peculiaridad”.
Toda etiqueta estigmatiza. El desviado es un “estigmatizado” socialmente.
¿De qué hablamos cuando hablamos de estigma?. Se alude a la “situación del individuo inhabilitado para una plena aceptación social” (Goffman, 2006, p. 7).
El estigma es considerado como “marca” que ha puesto la sociedad en el individuo, marga negativa, que, en algún momento, se construye como parte de las acciones individuales. El estigmatizado es el censurado, señalado, clasificado, marcado. Esas marcas lo llevan a que, tendencialmente, forme grupos con otros que también han sido estigmatizados. De este modo, se refuerza la personalidad desviada. El autor clarifica el término estigma, cuando recurre a la historia:
“Los griegos (…) crearon el término estigma para referirse a signos corporales con los cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el status moral de quien los presentaba. Los signos consistían en cortes o quemaduras en el cuerpo y advertían que el portador era un esclavo, un criminal o un traidor  -una persona corrupta, ritualmente deshonrada, a quien debía evitarse, especialmente en lugares públicos-“(Goffman, 2006, p. 11).
También señala  que, durante el Cristianismo, se otorgó un significado metafórico a  la palabra: por una parte, refería a marcas en el cuerpo, propias de la gracia de Dios (ejemplo: erupciones cutáneas); a la vez, significaba signos de perturbación psíquica.
En los últimos tiempos, el término estigma se utiliza en sentido más abarcativo, pero el eje sigue siendo el mal y no  simplemente sus manifestaciones corporales.
De hecho, toda la sociedad estigmatiza, clasifica, categoriza y  busca las formas de hacerlo. Los individuos quedan, de este modo, “delimitados”, “enmarcados” en categorías. Cada persona que ingresa a un grupo social, es ubicado en una clase, en función de sus características: cada uno pasa a tener una identidad, o sea, pasa a estar “identificado”. El Nuevo, el extraño, puede poseer un atributo que lo hace distinto al común de la gente y podría considerarse débil o peligroso. Los atributos “negativos” constituyen, según Goffman (2006), un “estigma”. Siempre la estigmatización implica discriminación,  baja consideración del otro, atribución de imperfecciones, que redundan en la exclusión social. La identidad social del individuo, resulta, de este modo, deteriorada.
En este análisis, hay que tener en cuenta la importancia de lo social. Son los estereotipos los que resultan tema de discusión, ideas propias de grupos y sociedades, que llevan a que los individuos diferentes a lo deseable, se incorporen a esa categoría que etiqueta, que Marca fuertemente. Como señala el autor:
“(…) no todos los atributos indeseables son tema  de discusión, sino únicamente aquellos que son incongruentes con nuestro estereotipo acerca de cómo debe ser determinada especie de individuos (Goffman, 2006, p.13).
Si bien referir al estigma es focalizar en un atributo que “desacredita”, no  podemos limitarnos solamente  al atributo: existe un lenguaje de relaciones; el estereotipo social es el patrón que lleva a una clasificación negativa, pero el proceso se da el marco de significados que los individuos atribuyen a sus acciones y escenarios. Ese proceso es dinámico, pues los significados se construyen a través de interacciones sociales. De hecho, lo que en determinado momento y en determinada situación puede ser catalogado como carácter negativo, desacreditado, en otro tiempo y contexto  puede adquirir un sello diferente. “Una clase especial de relación entre atributo y estereotipo”: es otra de las formas en que el autor define Estigma.
El estigmatizado es aquel que ha sido objeto de estigma por parte de la sociedad o parte de ella; se siente observado, expuesto, desacreditado. Desacreditado y desacreditable, son dos adjetivos a los que apela Goffman para referir, respectivamente, a la situación donde la condición de diferente es conocida de inmediato, o el conocimiento resulta posterior. “Una indeseable diferencia” (p. 15) separa a algunos individuos de los otros que se consideran normales.
Otro punto de interés a señalar es el que refiere al manejo del estigma. Inseguridad, incertidumbre, muestran la situación del desviado, frente a la ignorancia sobre dónde será encasillado. Inseguridad referente al status, inseguridad laboral, pasan a ser consideradas primordiales y complejas de resolver, en el marco de las mismas interacciones. Inseguridad acerca de  la respuesta, de la actitud de quienes comienzan a conocer, actitud que será de rechazo o de aprobación, en un espacio público en el cual entran en relación conocidos y extraños.
Manejar el estigma, saber cómo reaccionar frente a él. Ese es uno de los asuntos de importancia. ¿Aceptarlo?. ¿Intentar revertir la situación para ser reconocido por los demás, para lograr transformarse en un individuo “normal?. Se debe recordar, siguiendo a Goffman (2006), que:
“El manejo del estigma es un vástago de algo básico en la sociedad: la estereotipia o el “recorte” de nuestras expectativas, normativamente referentes a la conducta y al carácter (…)” (p. 67).
En las Instituciones Educativas
Nuestras Instituciones Educativas asisten, cada vez más, a la presencia de estudiantes que provienen de diferentes contextos socio-económicos. Pensar en una población escolar homogénea no es la realidad. Muchos de nuestros alumnos han sido  etiquetados por la sociedad mayor; llegan a las instituciones con marcas, estigmas, etiquetas. Otras veces, es la  Institución misma la que etiqueta, la que estigmatiza. Emergen los “divergentes”, y, por ende, las “divergencias”. Son estudiantes que muestran rechazo voluntario y llano a la posición social que se les adjudica y su forma de actuar es irregular respecto de las normas impuestas. Son los rebeldes, que pasan a ser segregados, estigmatizados por el grupo. Son los desviados. Su identidad social, pasa a estar deteriorada. En teoría, todos pensamos en lo necesario que resulta la atención a la diversidad, al diferente, al etiquetado…Sin embargo, en la práctica educativa muchas veces esta consigna se desvanece., debido a múltiples situaciones. El resultado es, como señala Baquero (2001): “(…) una sospecha sobre la educabilidad posible de la población diversa a atender” (p.8).
El citado autor hace referencia a  la diferencia, y expresa:
“Puede hablarse de diferencia como una manera de señalar aquellos elementos singulares –o  propios de una identidad cultural- de la subjetividad bajo la perspectiva de atender a su propia identidad más allá de las intenciones homogeinizadoras de las prácticas de enseñanza” (p.9).
Desetiquetar, integrar, aceptar las diferencias, asumir que cada individuo y cada grupo poseen una identidad propia, que hace muy difícil  una educación que parta de la homogeneidad, son pasos importantes para poder comprender la temática educativa en su estrecha relación con la temática social.

Para reflexionar…
A la Sociología el tema le interesa, en la medida en que cada  persona  es parte de grupos, participa en la vida colectiva, a la que puede ser integrada o de la que puede ser excluida (total o parcialmente). Estás, pero no sos “normal”. Yo puedo, pero tú no puedes. Yo te ayudo, porque me inspiras lástima. Situaciones cotidianas a la que cada uno se enfrenta, en los espacios macro, meso y miro. Y en los cuales se debe actuar, pensar, actuar…
La contradicción  está siempre presente en el individuo estigmatizado. Por una parte, se define como igual  a otros, en el sentido de que todos son seres humanos; pero, a la vez, él y su entorno lo definen como marginal. Conflicto difícil  de superar. ¿Es parte del grupo, de los grupos, o no lo es?
En esos grupos habitan individuos diferentes, pues, cada vez  más, el mundo camina hacia lo heterogéneo, lo complejo. Es un momento de diálogo, de encuentro… o desencuentro. De forma clara lo expresa Goffman:
“Cuando normales y estigmatizados se encuentran frente a frente, especialmente cuando tratan de mantener un encuentro para dialogar juntos, tiene lugar una de las escenas primordiales de la Sociología, pues, en muchos casos, son estos los momentos en que ambas partes deberán enfrentar directamente las causas y los efectos del estigma” (Goffman, 2006, p. 25)

Referencias bibliográficas
-Baquero, R. (2001). “La educabilidad bajo sospecha”. Cuaderno de Pedagogía. Rosario.  Año IV. N°9. En línea:
http://www.profesaulosuna.com/data/files/EDUCACION/PSICOLOGIA%20EDUCATIVA/La%2520educabilidad%2520bajo%2520sospecha.pdf-
-Becker, H. (2005). “Outsiders. Hacia una Sociología de la desviación”. Buenos Aires. Siglo XXI Editores.
En línea:
https://lvm2016.wikispaces.com/file/view/6-%20BECKER%20-%20Outsider%20%28pag%2021%20a%2037%29.pdf/582113745/6-%20BECKER%20-%20Outsider%20%28pag%2021%20a%2037%29.pdf
-Berger, P. Y Th. Luckmann (1995). “La construcción social de la realidad”. Buenos Aires. Amorrortu.
-Goffman, E. (2006). “Estigma. La identidad deteriorada”. Bs. As. Amorrortu
 En línea: https://sociologiaycultura.files.wordpress.com/2014/02/goffman-estigma.pdf
-Mead, G. H. (1968). “Espíritu, persona y sociedad. Desde el punto de vista del conductismo social”. Buenos Aires. Paidós.
-Merton, R. (1964). Teoría y estructura sociales”. Méjico. Fundación de Cultura Económica.
-Parsons, T. (1999). “El sistema social”. Madrid. Alianza Editorial.
-Rist, R. C. (1991). “Sobre la comprensión del proceso de escolarización: aportaciones de la teoría del Etiquetado”. Revista Educación y Sociedad. N°9. En: Fernández Enguita, M. (2001). Sociología de la Educación. Barcelona. Editorial Ariel.

Publicado en Revista Quehacer Educativo Número 149. Junio de 2018. Revista de la FUM-TEP. Uruguay.


[1] Merton, (1964),  Parsons (1999).
[2] El Interaccionismo Simbólico data de la década del 20, en Estados Unidos, Escuela de Chicago, y le  otorga fundamental importancia a la interacción entre actores sociales así como a los significados que estos  otorgan a sus acciones. La interpretación del mundo  de vida de los  sujetos, es centro de atención; se trabaja desde lo microsociológico. Mead (1968), es uno de los representantes de esta teoría.

[3] La etnometodología se centra en el análisis de la vida cotidiana; cómo los distintos actores utilizan herramientas que les posibilitan entender el mundo. Berger y Luckman (1995) “trabajan” lo objetivo y lo subjetivo, la dialéctica actor-sociedad, los  procesos de institucionalización. 
[4] ¿Quiénes son los desviados, los etiquetados?. En general, las minorías que se apartan de las normas socialmente impuestas: minorías étnicas, de género, personas  con capacidades diferentes (en lo físico, psíquico). El enfermo, el loco, el homosexual; hoy: el grupo LGBTI.
[5] La teoría del etiquetado surge como marco explicativo necesario para ordenar ideas que pretendían explicar los  éxitos y los fracasos en educación en los Estados Unidos. Concretamente merece nombrarse el trabajo de Roshental y Jacobson (1968)-citado por Rist (1991)- en el que se plantea la temática de cómo las expectativas que se tienen respecto de los individuos, inciden en sus comportamientos. Es el llamado “efecto Pigmalión” o profecía autocumplida. El origen de esta denominación se remonta a un mito propio de Grecia. Pigmalión era un escultor cretense que, luego de haber creado  la  estatua de Galatea, se enamora de la misma, como si se tratara de una mujer  real, viva. El mito griego indica que esta escultura, después de un sueño del artista, cobra vida como obra de Afrodita.

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