Presentación
El
artículo aborda la problemática de la desviación desde una perspectiva
microsociológica. A diferencia de las posturas
funcionalistas[1], que
han puesto el acento en los condicionantes externos de la sociedad para
explicar la problemática de la desviación, desde la Teoría del Etiquetado
(Becker, 2005) así como desde la teoría del estigma de Goffman (2006), se pretende mostrar que el eje
se encuentra en los procesos, en las
interacciones. Becker se centra en las etiquetas que pasan a tener algunos individuos, impuestas por la sociedad
misma, y plantea que se da un proceso, mediante el cual esos sujetos actúan en función del señalado etiquetaje.
Goffman, por su parte, pone el epicentro de su análisis en la estigmatización
de ciertos sujetos, en función de “marcas” corporales o psicológicas, que
determinan su identidad social. Lo “normal” y lo “desviado”, entran en juego en
ambos análisis, y muestran cómo las sociedades, desde una perspectiva de poder,
califican a los individuos, dividiéndolos en categorías. La desviación, el
etiquetaje, la estigmatización, son propios de las sociedades en general, pero
también de determinados grupos e instituciones. La Institución educativa,
teóricamente inclusiva, no resulta, en
la realidad, etiquetadora y estigmatizadora?
Palabras clave:
Etiquetaje,
desviación, estigma, identidad social
La teoría del Etiquetado
Tiene
sus orígenes en los años 60 (en Estados Unidos) y se enmarca en la Sociología Cualitativa
de las Ciencias Sociales, específicamente en el Interaccionismo simbólico[2] y
la Etnometodología[3].
Becker
se reconoce como uno de los pioneros de la Teoría de la Reacción Social o
Teoría del Etiquetado, teoría que tiene
relación directa con el concepto de desviación, concepto central para la
Sociología.
¿Qué
se considera una conducta “desviada”?[4].
Es aquella que ha interiorizado un etiquetamiento negativo, etiquetamiento que
fue impuesto al individuo por otros individuos o grupos. Las etiquetas nunca
surgen aisladamente, sino que se encuentran siempre asociadas a los contextos
de los cuales forman parte los
sujetos. La historia, el
funcionamiento y estructura de las sociedades, las situaciones concretas, la
cultura, imponen determinadas reglas. Aquellos que no las cumplen, pasan a ser
“etiquetados”. A su vez, las etiquetas son impuestas, tienen un poder
coercitivo. Cada individuo interioriza, hace suyas esas etiquetas que comienzan siendo
exteriores a él. Y actúa en función de cómo ha sido etiquetado por la sociedad amplia
o por los grupos de los cuales “es parte” o “deja de serlo”[5].
Rist
(1991) estudia cómo las expectativas que se tienen de cada individuo, inciden
en la formación de su identidad y en sus comportamientos posteriores. La teoría
cambia el “rumbo” de los estudios: pasa de explicaciones causales (en las que
se observaba, describía y explicaba la desviación como un fenómeno cuyo eje era
el “desviado”, el que no cumplía con la norma impuesta socialmente, el que
quebrantaba las reglas del grupo y las causas de ello), a ubicar el epicentro
en las herramientas de control social como productoras de conductas “desviadas”
o no esperadas socialmente. Resulta central analizar el proceso mediante el
cual los individuos van asumiendo determinadas etiquetas que se imponen desde
fuera. Se trata de un proceso de estructuración de un comportamiento concreto,
no de una respuesta momentánea contraria
a la norma. Es el individuo mismo el que ha procesado su etiqueta, ha
estructurado su conducta desviada, se siente desviado, porque primero la
sociedad lo ha “marcado” de esa manera. Becker (2005) plantea que el desviado
es aquel al que se le otorgó una etiqueta y se lo hizo
exitosamente.
“(…)
los grupos sociales crean la desviación al establecer las normas cuya
infracción constituye una desviación y al aplicar esas normas a personas en
particular y etiquetarlas como marginales” (p.28).
El
autor resulta claro cuando reafirma el concepto:
“(…) la desviación no es una cualidad del acto que la persona comete, sino una
consecuencia de la aplicación de reglas y sanciones sobre el “infractor” a
manos de terceros. Es desviado quien ha sido exitosamente etiquetado como tal,
y el comportamiento desviado es el comportamiento que la gente etiqueta como tal”
(p. 28).
De
hecho, el modo en que los demás reaccionan frente a un acto determinado, es lo
que determina que ese acto sea desviado
o no. La desviación es, siempre, resultado de un proceso, en el cual los
“otros” se encuentran implicados. Y esos “otros” son individuos que poseen
poder, ya que toda regla es una creación de determinados grupos, que, en
general, se encuentran en conflicto con las normas de otros grupos. Lo cultural
resulta esencial a la hora de comprender la existencia de determinadas reglas
que se imponen. Como señala Redfield (1941) (citado por Becker, 2005), existen
acuerdos convencionales propios de las sociedades, que se concretan en actos y
artefactos. Esos acuerdos son
significados que se atribuyen a las acciones y también a los objetos; por lo
tanto, son convenciones, propias de toda sociedad y producto de la interacción
entre sus integrantes. La cultura es, pues, según el autor, “(…) el grado en
que los comportamientos convencionales de los miembros de una sociedad son
iguales para todos” (Renfield, 1941, p. 132. En: Becker (2005, p. 100).
Aunque
Becker plantea que la desviación no es,
analíticamente, una categoría homogénea (algunos llevan la etiqueta sin
haber roto la norma; otros, la han violado y no han sido exitosamente
etiquetados), aquellos que están rotulados como desviados comparten el “rótulo”
y deben llevarlo sobre sus hombros. Tienen, pues, en común, la experiencia de
serlo.
Desde
el momento en que exista la regla, plantea Becker, esta debe aplicarse a determinadas
personas, para que el grupo “marginal” –creación de la regla misma- se comience
a desarrollar. “Hay que descubrir a los infractores, identificarlos,
arrestarlos y condenarlos” (Becker,
2005, p. 182).
La
teoría del Etiquetado tiene un objetivo central, que ha sido planteado por Rist
(1991):
“(…)
demostrar que las fuerzas de control social con frecuencia tienen la
consecuencia inintencionada de hacer a las personas definidas como desviadas,
aún más firmes en su desviación, debido a la estigmatización del etiquetado.
Así pues, las reacciones sociales a la
desviación, fomentan las conductas desviadas” (p.618).
Goffman y la teoría del
“estigma”
La
desviación, es trabajada desde este
autor, a partir del análisis de un grupo de individuos que comparten valores y
sienten pertenencia, adhesión, a determinadas normas referidas a acciones y
atributos personales. En este marco, Goffman (2006, p.162), llama “(…)
“divergente” (deviator) a todo miembro individual que no adhiere a las normas,
y (…) “divergencia” (deviation) a su peculiaridad”.
Toda
etiqueta estigmatiza. El desviado es un “estigmatizado” socialmente.
¿De
qué hablamos cuando hablamos de estigma?. Se alude a la “situación del
individuo inhabilitado para una plena aceptación social” (Goffman, 2006, p. 7).
El
estigma es considerado como “marca” que ha puesto la sociedad en el individuo,
marga negativa, que, en algún momento, se construye como parte de las acciones
individuales. El estigmatizado es el censurado, señalado, clasificado, marcado.
Esas marcas lo llevan a que, tendencialmente, forme grupos con otros que
también han sido estigmatizados. De este modo, se refuerza la personalidad
desviada. El autor clarifica el término estigma, cuando recurre a la historia:
“Los
griegos (…) crearon el término estigma para referirse a signos corporales con
los cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el status moral de
quien los presentaba. Los signos consistían en cortes o quemaduras en el cuerpo
y advertían que el portador era un esclavo, un criminal o un traidor -una persona corrupta, ritualmente
deshonrada, a quien debía evitarse, especialmente en lugares
públicos-“(Goffman, 2006, p. 11).
También
señala que, durante el Cristianismo, se
otorgó un significado metafórico a la
palabra: por una parte, refería a marcas en el cuerpo, propias de la gracia de
Dios (ejemplo: erupciones cutáneas); a la vez, significaba signos de
perturbación psíquica.
En
los últimos tiempos, el término estigma se utiliza en sentido más abarcativo,
pero el eje sigue siendo el mal y no
simplemente sus manifestaciones corporales.
De
hecho, toda la sociedad estigmatiza, clasifica, categoriza y busca las formas de hacerlo. Los individuos
quedan, de este modo, “delimitados”, “enmarcados” en categorías. Cada persona
que ingresa a un grupo social, es ubicado en una clase, en función de sus
características: cada uno pasa a tener una identidad, o sea, pasa a estar
“identificado”. El Nuevo, el extraño, puede poseer un atributo que lo hace
distinto al común de la gente y podría considerarse débil o peligroso. Los
atributos “negativos” constituyen, según Goffman (2006), un “estigma”. Siempre
la estigmatización implica discriminación,
baja consideración del otro, atribución de imperfecciones, que redundan
en la exclusión social. La identidad social del individuo, resulta, de este
modo, deteriorada.
En
este análisis, hay que tener en cuenta la importancia de lo social. Son los
estereotipos los que resultan tema de discusión, ideas propias de grupos y
sociedades, que llevan a que los individuos diferentes a lo deseable, se
incorporen a esa categoría que etiqueta, que Marca fuertemente. Como señala el
autor:
“(…)
no todos los atributos indeseables son tema
de discusión, sino únicamente aquellos que son incongruentes con nuestro
estereotipo acerca de cómo debe ser determinada especie de individuos (Goffman,
2006, p.13).
Si
bien referir al estigma es focalizar en un atributo que “desacredita”, no podemos limitarnos solamente al atributo: existe un lenguaje de
relaciones; el estereotipo social es el patrón que lleva a una clasificación
negativa, pero el proceso se da el marco de significados que los individuos
atribuyen a sus acciones y escenarios. Ese proceso es dinámico, pues los
significados se construyen a través de interacciones sociales. De hecho, lo que
en determinado momento y en determinada situación puede ser catalogado como
carácter negativo, desacreditado, en otro tiempo y contexto puede adquirir un sello diferente. “Una clase
especial de relación entre atributo y estereotipo”: es otra de las formas en
que el autor define Estigma.
El
estigmatizado es aquel que ha sido objeto de estigma por parte de la sociedad o
parte de ella; se siente observado, expuesto, desacreditado. Desacreditado y
desacreditable, son dos adjetivos a los que apela Goffman para referir,
respectivamente, a la situación donde la condición de diferente es conocida de
inmediato, o el conocimiento resulta posterior. “Una indeseable diferencia” (p.
15) separa a algunos individuos de los otros que se consideran normales.
Otro
punto de interés a señalar es el que refiere al manejo del estigma.
Inseguridad, incertidumbre, muestran la situación del desviado, frente a la
ignorancia sobre dónde será encasillado. Inseguridad referente al status,
inseguridad laboral, pasan a ser consideradas primordiales y complejas de
resolver, en el marco de las mismas interacciones. Inseguridad acerca de la respuesta, de la actitud de quienes
comienzan a conocer, actitud que será de rechazo o de aprobación, en un espacio
público en el cual entran en relación conocidos y extraños.
Manejar
el estigma, saber cómo reaccionar frente a él. Ese es uno de los asuntos de
importancia. ¿Aceptarlo?. ¿Intentar revertir la situación para ser reconocido
por los demás, para lograr transformarse en un individuo “normal?. Se debe
recordar, siguiendo a Goffman (2006), que:
“El
manejo del estigma es un vástago de algo básico en la sociedad: la estereotipia
o el “recorte” de nuestras expectativas, normativamente referentes a la
conducta y al carácter (…)” (p. 67).
En las Instituciones
Educativas
Nuestras
Instituciones Educativas asisten, cada vez más, a la presencia de estudiantes
que provienen de diferentes contextos socio-económicos. Pensar en una población
escolar homogénea no es la realidad. Muchos de nuestros alumnos han sido etiquetados por la sociedad mayor; llegan a
las instituciones con marcas, estigmas, etiquetas. Otras veces, es la Institución misma la que etiqueta, la que
estigmatiza. Emergen los “divergentes”, y, por ende, las “divergencias”. Son
estudiantes que muestran rechazo voluntario y llano a la posición social que se
les adjudica y su forma de actuar es irregular respecto de las normas
impuestas. Son los rebeldes, que pasan a ser segregados, estigmatizados por el
grupo. Son los desviados. Su identidad social, pasa a estar deteriorada. En
teoría, todos pensamos en lo necesario que resulta la atención a la diversidad,
al diferente, al etiquetado…Sin embargo, en la práctica educativa muchas veces
esta consigna se desvanece., debido a múltiples situaciones. El resultado es,
como señala Baquero (2001): “(…) una sospecha sobre la educabilidad posible de
la población diversa a atender” (p.8).
El
citado autor hace referencia a la
diferencia, y expresa:
“Puede
hablarse de diferencia como una manera de señalar aquellos elementos singulares
–o propios de una identidad cultural- de
la subjetividad bajo la perspectiva de atender a su propia identidad más allá
de las intenciones homogeinizadoras de las prácticas de enseñanza” (p.9).
Desetiquetar,
integrar, aceptar las diferencias, asumir que cada individuo y cada grupo
poseen una identidad propia, que hace muy difícil una educación que parta de la homogeneidad,
son pasos importantes para poder comprender la temática educativa en su estrecha
relación con la temática social.
Para reflexionar…
A la
Sociología el tema le interesa, en la medida en que cada persona
es parte de grupos, participa en la vida colectiva, a la que puede ser
integrada o de la que puede ser excluida (total o parcialmente). Estás, pero no
sos “normal”. Yo puedo, pero tú no puedes. Yo te ayudo, porque me inspiras
lástima. Situaciones cotidianas a la que cada uno se enfrenta, en los espacios
macro, meso y miro. Y en los cuales se debe actuar, pensar, actuar…
La contradicción está siempre presente en el individuo
estigmatizado. Por una parte, se define como igual a otros, en el sentido de que todos son seres
humanos; pero, a la vez, él y su entorno lo definen como marginal. Conflicto
difícil de superar. ¿Es parte del grupo,
de los grupos, o no lo es?
En
esos grupos habitan individuos diferentes, pues, cada vez más, el mundo camina hacia lo heterogéneo, lo
complejo. Es un momento de diálogo, de encuentro… o desencuentro. De forma clara
lo expresa Goffman:
“Cuando
normales y estigmatizados se encuentran frente a frente, especialmente cuando
tratan de mantener un encuentro para dialogar juntos, tiene lugar una de las escenas
primordiales de la Sociología, pues, en muchos casos, son estos los momentos en
que ambas partes deberán enfrentar directamente las causas y los efectos del
estigma” (Goffman, 2006, p. 25)
Referencias
bibliográficas
-Baquero,
R. (2001). “La educabilidad bajo sospecha”. Cuaderno de Pedagogía.
Rosario. Año IV. N°9. En línea:
http://www.profesaulosuna.com/data/files/EDUCACION/PSICOLOGIA%20EDUCATIVA/La%2520educabilidad%2520bajo%2520sospecha.pdf-
-Becker,
H. (2005). “Outsiders. Hacia una Sociología de la desviación”. Buenos Aires.
Siglo XXI Editores.
En
línea:
https://lvm2016.wikispaces.com/file/view/6-%20BECKER%20-%20Outsider%20%28pag%2021%20a%2037%29.pdf/582113745/6-%20BECKER%20-%20Outsider%20%28pag%2021%20a%2037%29.pdf
-Berger,
P. Y Th. Luckmann (1995). “La construcción social de la realidad”. Buenos
Aires. Amorrortu.
-Goffman,
E. (2006). “Estigma. La identidad deteriorada”. Bs. As. Amorrortu
En línea:
https://sociologiaycultura.files.wordpress.com/2014/02/goffman-estigma.pdf
-Mead,
G. H. (1968). “Espíritu, persona y sociedad. Desde el punto de vista del conductismo
social”. Buenos Aires. Paidós.
-Merton,
R. (1964). Teoría y estructura sociales”. Méjico. Fundación de Cultura
Económica.
-Parsons,
T. (1999). “El sistema social”. Madrid. Alianza Editorial.
-Rist,
R. C. (1991). “Sobre la comprensión del proceso de escolarización: aportaciones
de la teoría del Etiquetado”. Revista Educación y Sociedad. N°9. En: Fernández
Enguita, M. (2001). Sociología de la Educación. Barcelona. Editorial Ariel.
Publicado
en Revista Quehacer Educativo Número 149. Junio de 2018. Revista de la FUM-TEP.
Uruguay.
[2] El
Interaccionismo Simbólico data de la década del 20, en Estados Unidos, Escuela
de Chicago, y le otorga fundamental
importancia a la interacción entre actores sociales así como a los significados
que estos otorgan a sus acciones. La
interpretación del mundo de vida de
los sujetos, es centro de atención; se
trabaja desde lo microsociológico. Mead (1968), es uno de los representantes de
esta teoría.
[3] La etnometodología se centra en el análisis de la vida cotidiana; cómo
los distintos actores utilizan herramientas que les posibilitan entender el
mundo. Berger y Luckman (1995) “trabajan” lo objetivo y lo subjetivo, la
dialéctica actor-sociedad, los procesos
de institucionalización.
[4] ¿Quiénes son
los desviados, los etiquetados?. En general, las minorías que se apartan de las
normas socialmente impuestas: minorías étnicas, de género, personas con capacidades diferentes (en lo físico,
psíquico). El enfermo, el loco, el homosexual; hoy: el grupo LGBTI.
[5] La teoría del
etiquetado surge como marco explicativo necesario para ordenar ideas que
pretendían explicar los éxitos y los
fracasos en educación en los Estados Unidos. Concretamente merece nombrarse el
trabajo de Roshental y Jacobson (1968)-citado por Rist (1991)- en el que se
plantea la temática de cómo las expectativas que se tienen respecto de los
individuos, inciden en sus comportamientos. Es el llamado “efecto Pigmalión” o
profecía autocumplida. El origen de esta denominación se remonta a un mito
propio de Grecia. Pigmalión era un escultor cretense que, luego de haber creado la
estatua de Galatea, se enamora de la misma, como si se tratara de una
mujer real, viva. El mito griego indica
que esta escultura, después de un sueño del artista, cobra vida como obra de
Afrodita.
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