miércoles, 24 de junio de 2020

Mag. L. Berardi/Mag. S. García Montejo: La educación pública y la igualdad de oportunidades:epicentro de múltiples miradas. Función socializadora de la educación en las sociedades democráticas



La Educación Pública y la Igualdad de Oportunidades: epicentro de confluencia de múltiples miradas

Función    socializadora   de    la    educación    en   las sociedades    democráticas. Análisis desde diferentes referentes teóricos

 
A modo de presentación.

Reflexionar  acerca del papel que cumple y ha cumplido la educación en la sociedad, implica considerar la función de la escuela, institución socializadora creada con el fin de transmitir determinados mensajes. En las sociedades occidentales, el sistema educativo se originó en el siglo XIX, como respuesta a las exigencias políticas y a los requerimientos económicos. Desde el punto de vista político: proceso de construcción de la democracia y de los Estados Nacionales; desde el punto de vista económico: construcción del mercado.
Diferencialmente de acuerdo con el país y su cultura política, en las postrimerías del siglo XIX surgen los sistemas educativos, articulados por niveles, de acuerdo con la edad de los individuos. Dos categorías fueron los ejes en torno a los cuales se llevó a cabo la organización de la acción educativa de la escuela: secuencialidad y jerarquización.[1] Secuencialización, en tanto organización por grados, según edades; jerarquización, porque se suponía que este ascenso en grados implicaba la posibilidad de acceso a posiciones sociales más prestigiosas.
La historia educativa en Occidente estuvo fuertemente asociada con la historia de la Nación, la Democracia y el Mercado. En esta evolución, tuvo fundamental importancia la educación, como proceso de socialización. Si la Nación y la Democracia son construcciones sociales, deben ser enseñadas y aprendidas. La interiorización de normas, así como la adhesión a determinados valores construidos socialmente, tuvieron a la escuela como principal agente. Los elementos simbólicos, los rituales, la autoridad representada en actores en instituciones educativas, resultaron los elementos fundamentales para la transmisión de reglas de disciplina social; la escuela fue la principal vía para el logro de la cohesión social. La escuela pública se expandió como institución que pasó a ocupar los espacios de la familia y de la Iglesia, en lo referente a la socialización de las nuevas generaciones. Representaba valores universales, que trascendían las pautas particulares de las familias y otros grupos sociales. Se diseñó como institución especializada, con una amplia responsabilidad del Estado, como institución que representaba los intereses generales de la sociedad. La escuela representó la modernización y la transformación. La articulación entre lo cuantitativo y lo cualitativo -acceso universal y obligatorio a la misma, y laicismo, lengua oficial, lealtad a la Nación, respectivamente- le otorgaron estas características. Su función clásica fue la homogeneización cultural.
Los aportes de diferentes teóricos, continúan teniendo vigencia hoy, para “pensar” la educación en estas sociedades. El análisis tendrá como punto de partida a E. Durkheim -cuya obra analizamos, “recorriendo” su rica producción- para, a partir de ese punto, ir relacionando y comparando las principales categorías de los demás autores seleccionados, en función de la temática trabajada: la función socializadora de la educación en las sociedades democráticas.

Perspectivas teóricas de análisis.

Entre los teóricos de mayor influencia en la educación en estas sociedades, señalamos a E. Durkheim. Su pensamiento educativo se articula al modelo analítico de los hechos sociales, modelo desde el cual piensa la educación, en su naturaleza y en su evolución. Para comprender la educación como hecho social, deben identificarse sus causas y los fines a que sirve. Durkheim analiza las fuentes y funciones del hecho educativo, en una sociedad que asiste a cambios, y debe evolucionar hacia una nueva solidaridad y consenso. Dado que los fines y medios de la educación escolar están estrechamente relacionados con la dinámica social, y los cambios en la división social del trabajo han aparejado cambios en los parámetros normativos, debe apostarse a una nueva solidaridad, basada en el respeto a la persona, a una nueva moral, “una moral individualista”. Es la educación, y son las instituciones educativas, las encargadas de ofrecer los medios que contribuyan a instaurar los valores que se requieren para el logro de la cohesión y la integración social que en otro tipo de sociedades eran vehiculizadas por otros elementos -caso de la religión-.
Tomando expresiones de Giddens [2] acordamos con el autor en su interpretación de que Durkheim concluye en “La división del trabajo...”, que la solidaridad orgánica presupone el individualismo moral, y que la fuente del mismo se encontraba en los ideales revolucionarios de 1789. Un individualismo que no aludía a los intereses propios, sino que era la moralidad de la cooperación. Frente a la disolución del antiguo orden moral, se hacía necesario que el individuo se constituyera autónomamente, construyendo su capacidad de controlar sus impulsos, además de realizarlos. Esta era la condición de libertad. Y, para que ello se concretara, era necesaria la presencia de un Estado garante de los derechos incorporados en el individualismo moral. Individualismo moral que se convertiría en instrumento de la integración social, y cuya base indiscutible se encontraba en la educación y la escuela.
En este punto surge la diferencia con Rousseau. El “Emile” es el ejemplar de la educación perfecta. El foco de la educación es el individuo en su hogar. Propone educar al ser individual en su medio natural, de modo de seguir su evolución. El educador -en Rousseau- no es el Estado, sino la familia. El hombre es naturalmente bueno, y la sociedad lo corrompe. [3] “Enseñar a vivir” no es un modelo religioso, metafísico, sino un modelo secular, de formación para la vida. Al igual que Spencer, afirma que el niño debe aprender por sí mismo.
También a diferencia de Durkheim, Rousseau afirma que en la educación inicial no deben introducirse hábitos, pues el hábito dogmatiza, no permite la búsqueda de autoeducación.
La temática nos remite y hace retornar a puntos controvertidos de la obra durkheimiana: lo individual y lo social, las reglas, la disciplina, la autoridad, el orden, la “moral social”.
¿Cómo es posible -se pregunta Durkheim en “La división del trabajo social”- que cuanto más autónomo se haga el individuo, dependa cada vez más de la sociedad?. ¿Que aparezca a la vez más individualizado y más solidario?.
El “culto al individuo” es parte de la obligación moral, aspecto que ofrece a ese individuo mayor autonomía de acción, en relación con la rígida disciplina de las sociedades tradicionales -con solidaridad mecánica-. Las modernas sociedades poseen códigos morales que definen el contenido de la motivación humana, en tanto surgen de necesidades generadas socialmente. Si bien la sociedad moldea al individuo, su conducta se orienta de forma activa, en el marco de acción de normas morales interiorizadas, de una nueva solidaridad: la solidaridad orgánica. En la nueva moral -de la cooperación- el individualismo tiene su base en sentimientos de solidaridad con el deseo de justicia, de igualdad. No surge del egoismo, sino que su causa es social. Individualismo no significa ausencia de normas, ni decadencia de autoridad moral, sino todo lo contrario: culto al individuo en tanto parte de una sociedad. 
En 1911, en el texto titulado “La educación, su naturaleza y su papel”, publicado en “Educación y Sociología”, afirma que cada sociedad, vista en un momento determinado de su desarrollo, impone a sus individuos un  determinado sistema de educación. Cada sociedad posee un ideal de hombre, desde el punto de vista intelectual, físico y moral. Toda sociedad sólo puede vivir si existe homogeneidad entre sus miembros, y es mediante la educación que se perpetúa y refuerza la homogeneidad, mediante la fijación, en el alma del niño, de las relaciones exigidas por la vida colectiva. Así, el ser individual se convierte en ser social. Es mediante la socialización metódica que es la educación, que las sociedades se reproducen, aseguran las condiciones de existencia, y éstas se sistematizan en la escuela, lugar clave de la continuidad social, en tanto transmisión de normas, valores, conocimientos.
La idea de homogeneización cultural y de una escuela laica, donde se internalicen principios morales; enseñanza objetiva, base de un sistema racional de educación, la encontramos claramente, en el Uruguay, en el pensamiento de José Pedro Varela, en sus escritos sobre educación y en sus dos grandes obras de 1874 y 1876: “La Educación del Pueblo” y “La Legislación Escolar”. Es con Varela que comienza, en el Uruguay, el desarrollo sistemático de la relación educación-sociedad,  relación que pasa por la homogeneización cultural. Junto a José Enrique Rodó y Carlos Vaz Ferreira, marcan la educación uruguaya, hasta la actualidad, con sus conceptos de igualdad de oportunidades de partida. En “La Legislación Escolar”- considerada la continuación de “La Educación del Pueblo”- obra escrita en 1875 y publicada en 1876, en el apartado correspondiente a “El estado actual y sus causas”, Varela realiza un análisis de la situación del Uruguay y explica las causas que actúan, que poseen raíces históricas, y, por tanto, se encuentran en la sociedad misma. El atraso, la ignorancia de la población, solo pueden ser efectivamente superados con un sistema educativo eficaz. 
                        “Las transformaciones sociales son lentas y se producen regularmente, a despecho de las mutaciones transitorias de los gobiernos, mientras continúan actuando las causas generadoras que las producen... Los gobiernos no son causa del estado social, sino efecto de ese mismo estado”.[4]

Para el autor, los malos gobiernos no desaparecen mientras no desaparezcan los pueblos ignorantes, atrasados y pobres, que son los que los levantan, sostienen y explican.
Por tanto, “es en la sociedad misma, en su constitución, en sus hábitos, en su educación y en sus costumbres, donde deben buscarse las causas permanentes y eficientes de la felicidad o la desgracia de los pueblos”.[5]
Encontramos, en Varela, el primer esfuerzo sistemático de comprensión del país, a través del análisis  de las causas  de la crisis política, económica y financiera.  En su análisis de la crisis económica y sus causas, expresa que la más activa, poderosa y constante de las causas, es la desproporción entre aspiraciones y medios. La corriente inmigratoria proveniente de Francia, España,  Italia, Alemania e Inglaterra, se ha dirigido a América del Sur y el Río de la Plata. El espíritu de esa civilización ha llegado con los inmigrantes. Gustos, costumbres de esas sociedades, han posibilitado el desarrollo de la actividad consumidora de nuestro país. El contacto con los centros poblacionales europeos y norteamericanos, ha llevado a la copia de sus consumos excesivos, sus placeres, sin imitar los hábitos de trabajo. Por otra parte, junto a la inmigración inteligente, que trae consigo capitales hacia el comercio y la industria, llega también un tipo de inmigrante ignorante, desde España e Italia. Malos hábitos y costumbres torpes, que hubieran necesitado un núcleo primitivo sólidamente educado, para disminuir los males de esa migración, educándola, mejorándola. Los gustos y hábitos de los habitantes de República, no se encuentran en relación con nuestro trabajo y nuestra producción. El paisano -en el medio rural- posee necesidades reducidas: comida, poncho, vicios. Luego, surgen las aspiraciones; para satisfacerlas, lo hace mediante medios ilegítimos, pues es un tipo humano ignorante, y, según Varela, “la ignorancia vive a menudo junto a la falta de moralidad”.[6]
                        “El único medio de hacer posibles las sociedades muy adelantadas, es aumentar la capacidad productora del pueblo, y especialmente del paisano, y esto se conseguirá creándole hábitos de trabajo inteligente; no rodeándolo con una civilización que no comprenda, sino civilizándola”.[7]
El gran productor es entonces la inteligencia, y solo desarrollando la inteligencia por la educación, es posible desarrollar la fuerza productora del pueblo. Desarrollar la inteligencia implica brindar medios para gobernar las pasiones. La educación, como se constata, es para Varela el medio para el desarrollo de esa capacidad, pues crea hábitos de trabajo, y, por tanto, moralidad. Esta “clase parásita”, como la denomina el autor -la del paisano- consume más de lo que produce, vive a expensas de las clases laboriosas -comerciante, profesiones liberales, estanciero, agricultor, jornalero-, no presta servicios y es patrocinada por el Estado, el que, para lograrlo, apela a préstamos en el extranjero, situación que genera, a la vez, la crisis financiera. Producir más o consumir menos; producir más y consumir menos, es la solución que propone a la crisis económica.
En el análisis de la crisis política, encontramos nuevamente la importancia otorgada a la educación del pueblo, como herramienta a su solución. Expresa el autor que la organización política del país requiere de una población “ilustrada” y “educada” en el conocimiento y práctica de las instituciones democráticas. Ve la causa de la crisis política en el desacuerdo entre la ignorancia popular y las instituciones políticas que nos rigen. La ignorancia se perpetúa; los progresos de la cultura son pocos, debido a las tendencias políticas que dirigen al país. Critica a doctores y caudillos; los unos, gobiernan en las ciudades; los otros, en la campaña.
                        “Se legisla sin criterio y se legisla demasiado, de lo que resulta que las leyes no se cumplen; y precisamente porque las leyes no se cumplen es que ha podido producirse una unión estrecha entre los elementos que representan la ignorancia de las campañas y aquellos que representan el espíritu universitario...” [8]
Destaca la estrecha unión entre dos tendencias extraviadas y dos errores: el error de la ignorancia y el del saber aparente y presuntuoso, representado, respectivamente, por los caudillos y los doctores. Dos son, entonces, las causas de esta crisis política que vive el país en el momento en que Varela realiza su minucioso análisis sociológico: la ignorancia de los elementos de la campaña y las capas inferiores de la sociedad y la insuficiente y extraviada ilustración de las clases educadas. La situación de crisis  genera amenazas para el porvenir, tales como peligros referentes a la nacionalidad, al idioma, la religión y las costumbres, las que poseen dos medios posibles de superar: la fuerza y el saber conquistar el mundo por la inteligencia, la moralidad. Por tanto, siguiendo su línea analítica positivista -influencia de Spencer- y evolucionista -influencia darwiniana- luego de analizar las causas de la situación de crisis del país, y prever las amenazas futuras, propone los remedios al mal. Por una parte, la difusión de la instrucción a todos los miembros de la sociedad. En este aspecto, observamos la propuesta de la igualdad de condiciones de partida, que ya mencionáramos. Mejorar la educación, modificaría las condiciones sociales. Junto al primer aspecto, Varela propone aumentar la capacidad productora del país, instruyendo a sus habitantes. Finalmente, apuesta a una mejora de la educación, para aumentar el dominio de la inteligencia sobre las pasiones. Como se constata, es clara la confianza que posee en la educación, para la resolución de la crisis. Un buen sistema de instrucción pública, es visto como el motor fundamental para el mejoramiento de la sociedad. Y la escuela, entonces, posee un rol clave, aunque no exclusivo: la familia, la ley, la sociedad, también educan. La instrucción, el saber, la laboriosidad, la industria; salvar el idioma, las costumbres, la raza. Son propósitos explícitos en la obra vareliana. En síntesis, una gran confianza en la educación del pueblo, pues el pueblo, en la democracia, “es el ser colectivo que se forma de la reunión de todos los habitantes del país... es la suma de todos los ciudadanos...” [9]
Cabe destacar la influencia del argentino Domingo Faustino Sarmiento, en la obra vareliana. Arturo Ardao [10]  expresa que, en 1874, con “la Educación del Pueblo”, cien años después de “La Educación Popular” de Sarmiento, se inaugura el modo de pensamiento positivista en el Uruguay. La “Legislación Escolar” -publicada dos años después- contiene “su desarrollo sociológico, referido el problema educacional a la realidad del país, con un criterio que era fruto directo de aquel modo de pensamiento”. En sus Lecturas sobre Educación [11] señala que la educación debe difundirse a todas las clases sociales; preparar al niño para ser hombre y ser ciudadano.
            “No necesitamos poblaciones excesivas; lo que necesitamos, es poblaciones ilustradas.... es por medio de la educación del pueblo, que hemos de llegar a la paz, el progreso y a la extinción de los gauchos... la lustración del pueblo es la verdadera locomotora del progreso” [12]
En su “Lectura sobre Educación”, Varela señala que en el hombre primitivo existe una tendencia al mal, que la escuela reforma. Destruye sentimientos hostiles, otorga hábitos sociales que influyen directamente en la moralidad de los hombres, además de ser profundamente democrática, pues une a niños de diferentes clases sociales. Un aspecto que quedó ya señalado, es la importancia que otorga Varela a la educación  en aquellos pueblos que adoptan la forma de gobierno republicano democrática. La extensión del sufragio a todos los ciudadanos, exige, afirma, la difusión de la educación a todos, para que tengan conciencia de sus actos. Por eso, para establecer la República, lo primero es formar los republicanos. Y, para ello, es necesario formar la opinión pública, hacerla soberana, mediante la educación. La escuela se convierte, entonces, en la base de la República, y la educación en la condición indispensable de la ciudadanía.
Otro elemento a destacar, es la importancia otorgada al Estado, como representante de los intereses de los ciudadanos. Si la instrucción es la gran niveladora social, un buen sistema de educación pública será eficaz y sabio si logra la armonía entre la acción del Estado como poder director general, que tutele a los que los necesiten, y la acción libre del individuo. Es el Estado el que declara la obligatoriedad y gratuidad de la instrucción y determina el mínimo de instrucción obligatoria. La idea de la educación como hecho eminentemente social -base del análisis durkheimiano-  lo encontramos  ya en el análisis vareliano, en “La Educación del Pueblo” -obra de 1874- El hombre es la única criatura que necesita ser educada, afirma; cada generación educa a las siguientes. En Durkheim, en su obra “Educación y Sociología”- encontramos la misma idea de una generación adulta cuya acción es ejercida sobre aquellas que no han alcanzado aún el grado de madurez para la vida social. Educación que, como expresa Varela en la obra arriba citada[13], es un proceso contínuo; debe formar seres autónomos; otorga poder de pensar, de querer, de sentir, de observar, de razonar, de juzgar, de gobernarse por sí mismos. Enseñanza objetiva, que sirva de base a un sistema racional de educación.
Nuevamente encontramos similitudes con el planteo de Durkheim.  La educación debe preparar al niño para su vida de ciudadano. Para ello, el educando debe conocer los principios morales que son fundamento de la sociedad. La escuela, como institución especializada, es la encargada de formar una moral laica, racional, republicana, distinta a la moral religiosa tradicional. Para ello, debe apoyarse en iguales elementos que la educación tradicional: símbolos, ritos, sentido de autoridad de los portadores de los nuevos valores de la socialización.
La aparente paradoja de la autonomía y la autoridad, de un individuo que juzque y se gobierne por sí mismo, a la vez que acepte las reglas de la sociedad, planteada por Varela, es trabajada por Durkheim a través de la expresión “individualizar socializando”. La conjugación de la libertad individual con el orden, es necesaria y posible, pues solamente el orden posibilita que los sujetos se desarrollen, se hagan libres.
En el Programa de estudios primarios que propone Varela, aparece la Moral, “abrazando la cultura de la conciencia, de las afecciones, de los principios y sentimientos morales y las buenas maneras”.[14]
Esta moral laica, esta educación para la democracia, la igualdad de oportunidades en la educación, que en el Uruguay tiene su principal artífice en la figura de Varela, a partir del Proyecto de Reforma, con los principios de obligatoriedad, gratuidad y laicidad, tiene un punto elevado con el proyecto innovador batllista, con el cual surgen cambios en la educación, que se hace gratuita en los niveles medios y superiores. Creación de escuelas, expansión de Institutos Normales, creación de liceos de cada cabeza de departamento, coeducación en la enseñanza.[15]
El  Sistema Educativo uruguayo se funda en una alianza con la clase media. Indicadores del proceso, son el desarrollo temprano de la Educación Primaria, el aumento de la Educación Secundaria y el incremento de la Universidad -mediados de la década del 70- [16]

La educación uruguaya: una ambigüedad particular.

Cabe señalar que la educación uruguaya posee una ambigüedad particular: la influencia de la educación francesa y la elaboración norteamericana de la moral anglosajona.
En cuanto a la elaboración norteamericana de la moral anglosajona, creemos de fundamental importancia el aporte de John Dewey -fines del Siglo XIX, primera mitad del Siglo XX-
Aspectos conceptuales trabajados por Durkheim -presentes ya en la obra vareliana- son analizados en “Democracia y Educación” y “Experiencia y Educación”.
La convicción moral deweyniana de que la democracia es libertad, es uno de los ejes de su obra. La formación del carácter -para el autor- constituía “la única base verdadera de una conducta moral”.[17] Identificaba esa conducta moral con la práctica democrática.
La función fundamental de la educación en una sociedad democrática es ayudar al niño al desarrollo de hábitos y virtudes para que pueda realizarse plenamente. O sea, desarrollo del carácter. Sólo de esta forma, los talentos y virtudes serán usados para la realización. Y podrán contribuir al bienestar de la humanidad. Solo si se organiza en comunidad cooperativa, la escuela es capaz de fomentar el espíritu social del niño y desarrollar el espíritu democrático. La escuela es “una sociedad en pequeño”, en la cual se aprenden las reglas de cooperación y convivencia. Educa en la democracia, si se convierte en institución que, en forma provisional, sea un lugar de vida para el niño, donde, como miembro de la sociedad, sea consciente de su pertenencia y, por tanto, contribuya a la institución. Esta institución, a través del maestro, no debe imponer el sentimiento del sentido democrático, sino crear un entorno social adecuado para que los alumnos sean responsables por una vida moral democrática. Esto es posible cuando el individuo conoce y valora los fines propuestos y actúa en función de su logro. Del aula, organizada democráticamente, podría emerger una comunidad democrática. En el año 1890, para describir la importancia social del maestro, así como su función, recurre al “evangelismo social”, y llama al docente “anunciador del verdadero reino de Dios”.[18]
En la misma obra, expresa que “la educación es el método fundamental del progreso y la reforma social”.[19] La educación es una función social; asegura la dirección y el desarrollo de los seres inmaduros, a través de su participación en la vida grupal; esto implica que la educación será según el tipo de vida dominante en el grupo social.
Encontramos aquí el punto de contacto con el análisis durkheimiano. Expresa Dewey: “Toda educación dada por un grupo tiende a socializar a sus miembros, pero la calidad y el valor de la socialización depende de los hábitos y aspiraciones del grupo”.[20]
En una sociedad democrática, importa el reconocimiento de los intereses mutuos como factor de control social y una interacción libre entre los grupos sociales. La disposición y el interés voluntario -como principios de autoridad- sólo pueden darse mediante la educación. La existencia de una educación deliberada y sistemática, es interés prioritario en estas sociedades, en función de realizar una vida social donde exista penetración recíproca de intereses, y se considere el progreso o reajuste como punto fundamental. Un gobierno basado en el sufragio universal, sólo puede ser exitoso si los electores están educados.[21] Una democracia, además de ser una forma de gobierno, es una forma de vivir asociado, afirma el autor, un modo de experiencia comunicada juntamente. La educación es la vía para la conservación y continuidad de la sociedad, el medio para la continuidad de la vida. Vida que abarca las costumbres, instituciones, creencias, victorias, derrotas, ocios y ocupaciones. La vida es la extensión de la experiencia. A la experiencia se aplica el principio de continuidad mediante la renovación. En el caso de los seres humanos, afirma Dewey, con la renovación de la existencia física se realiza la recreación de ideales, creencias, prácticas. La renovación de cada grupo social se da mediante la continuidad de la experiencia. Los integrantes del grupo social nacen inmaduros, carentes de lenguaje, creencias, ideas, normas sociales. Como portadores de la experiencia vital del grupo, con el tiempo desaparecen, pero continúa la vida del grupo. Es así que surge la necesidad de la educación. Es necesario iniciar a los miembros inmaduros del grupo, en los intereses y prácticas de los miembros maduros, poseedores del conocimiento y las costumbres del colectivo. Es necesario reproducir la vida del grupo. Para ello, deben realizarse esfuerzos deliberados y trabajos reflexivos, de modo que los nuevos integrantes no sólo conozcan los fines y hábitos del grupo social, sino despierten interés activo hacia ellos. La sociedad existe por la trasmisión, por la comunicación, pero, fundamentalmente, en la trasmisión y la comunicación. Son las cosas que poseen en común las que posibilitan que los hombres vivan en comunidad; y poseen cosas en común -objetivos, creencias, aspiraciones, conocimientos- a través de la comunicación. Y toda comunicación tiene el carácter de educativa. Cuando el individuo es receptor de la comunicación, tiene una experiencia ampliada y alterada, pues participa del pensamiento de otro, en tanto modifica su propia actitud. La educación, entonces, es una “actividad estructuradora, moldeadora, formadora... una estructuración según la forma normativa de la actividad social”.[22]
 ¿Cómo logra un grupo social dirigir a los miembros inmaduros a su forma social propia? - se pregunta el autor- ¿Cómo comunicar aspiraciones, creencias?.
En este punto, surge la importancia del ambiente y su acción. Es el ambiente donde el individuo se encuentra inserto, el que permite el fortalecimiento de determinadas creencias y el debilitamiento de otras, de modo que el individuo obtenga la aprobación social. Se va produciendo, entonces, en el ser joven, poco a poco, un sistema de conducta, una disposición determinada para la acción. Hablar de ambiente, implica referir a continuidad de los espacios con sus “tendencias activas”. “El medio ambiente consiste en aquellas condiciones que promueven o dificultan, estimulan o inhiben las actividades características de un ser vivo”.[23]

En el ambiente social, las actividades de los individuos se encuentran asociadas. Sus acciones dependen de expectativas, aprobaciones o condenas de los demás integrantes. Las disposiciones mentales y emocionales de la conducta de los individuos son formadas por el medio social, el que los introduce en determinadas actividades capaces de despertar y de fortalecer impulsos que poseen propósitos y llevan a consecuencias. La escuela, para Dewey, tiene la función de dirigir, controlar y guiar. Si pensamos en la escuela uruguaya, estas son funciones base de su proceso de socialización. Sin embargo, estos conceptos poseen significado propio en la concepción deweyniana. Dirigir “sugiere el hecho de que las tendencias activas de los dirigidos son orientadas conforme a un cierto plan contínuo en vez de ser dispersadas sin finalidad”.[24] Controlarsupone ... la noción de energía que hay que empujar desde dentro y que ofrece alguna resistencia por parte del individuo controlado”.[25] El control refiere a un proceso, mediante el cual se subordinan aquellos impulsos naturales, a fines que son públicos o comunes. Finalmente, el autor alude al término guiar como “ayudar, mediante la cooperación, a las capacidades naturales de los individuos guiados”.[26] Como observamos, dirigir, controlar y guiar, son principios que deben guiar la acción de la escuela en las sociedades democráticas. Pero ello no implica que el ser inmaduro se convierta en  individuo pasivo que recibe, mediante la trasmisión, las normas y creencias, los hábitos, de los adultos, en este caso, del maestro. Aunque -como afirma el autor- el control posee “un aire” de compulsión o coacción, un control adecuado implica darle orden a los actos sucesivos. Por otra parte, una dirección es también simultánea y sucesiva; no sólo se da la dirección externa, ya que las respuestas de los individuos provienen de tendencias que ya están en ellos. Por tanto, las reglas, las costumbres adultas, si bien estimulan hacia una dirección, en pos de evocar las actividades de los jóvenes, éstos, a su vez, son partícipes en la dirección de sus acciones. Toda dirección es, a la vez, re-dirección. Mediante el control, se logran resultados físicos o morales. Son morales cuando logran mejorar la disposición; sólo así tienen un efecto educativo. La disposición es disposición participante de la persona por lograr un resultado deseado por la misma. Cada individuo debe prever las consecuencias de sus actos, comprender la opinión de los más experientes, para guiar con inteligencia su accionar. El control se ve reforzado cuando existe necesidad de trabajar juntos, cuando existe intención común, espíritu común. Se da una inteligencia común, inteligencia de los medios y los fines de la acción. Esta “inteligencia común” se caracteriza por ser intrínseca a las disposiciones de la persona; no posee externalidad ni coerción.
Dewey rechaza el control externo -propio de la educación tradicional-; se hace necesario, entonces, buscar los elementos de control en otra fuente, y ella es la experiencia. El rechazo a una autoridad externa  -con imposición de modelos, materias, métodos, cuya consecuencia es una actitud dócil, receptiva y obediente a modelos conductuales del pasado- no implica rechazo a toda autoridad, sino búsqueda de otra autoridad más eficaz.  Entre la educación y la experiencia personal, existe una conexión orgánica. Educar por la experiencia, expresa el autor, pues toda auténtica educación se efectúa mediante ella. Sin embargo, no todas las experiencias son educativas. Existen experiencias antieducativas.      “Una experiencia es antieducativa cuando tiene por efecto detener o perturbar el desarrollo de ulteriores experiencias”.[27]
Las experiencias antieducativas provocan embotamiento, producen falta de sensibilidad o de reactividad. Disminuyen las posibilidades de experiencias futuras más ricas. Y si las experiencias se dan desconectadas, se dispersa su energía, se generan hábitos desintegrados, y el ser no controla sus experiencias futuras. El resultado es la ausencia de autodominio. Son las experiencias propias de la  educación tradicional. Si la educación  “es un desarrollo dentro, por y para la experiencia”,[28] la misión del educador es seleccionar las experiencias educativas de las que no lo son, y preparar aquellas experiencias que inciten al alumno a la actividad y que provoquen experiencias futuras deseables. En una educación que se fundamenta en la vida-experiencia,  la libertad y el control social son aspectos básicos. El individuo no deja de ser libre por aceptar las reglas del grupo social. Más bien las acepta porque son parte del colectivo, parte del “juego”.
En la educación que se apoya en la experiencia  -como proceso social- el maestro no posee el rol de amo externo, sino la función de guía, de orientador de las actividades del grupo. Dirige procesos de cambio en los que todos participan. Es parte del grupo, responsable de las interacciones e intercomunicaciones que son la “vida” del grupo. Si la escuela funciona según estos parámetros, si el maestro asume su rol de orientador y partícipe, se logra la libertad de la inteligencia, libertad de juicio, de observación, de pensamiento, de deseo y de propósito. De este modo, es posible el logro de una conducta moral, una moral amplia, que concierne a las relaciones con los demás integrantes del grupo.
Si el trabajo en la escuela proporciona las condiciones para el logro de “un espíritu social penetrante”[29], posibilita una formación moral eficaz. Y ello sólo se logra si la escuela es una comunidad de vida, pues solamente  en un medio social, se desarrollan las percepciones e intereses sociales, un medio en que en la formación de la experiencia común, se da y se toma.
            “En vez de una escuela puesta aparte  de la vida como un lugar para aprender lecciones, tenemos un grupo social en miniatura en el cual el estudio y el desarrollo son incidentes de una experiencia presente compartida”.[30]

Dewey rechaza las visiones estrechas y moralistas de la moral, y las acusa del fracaso en el reconocimiento de que los fines y valores deseables en la educación, son morales en sí mismos. Disciplina, desarrollo natural, cultura, eficiencia social, son, para el autor, rasgos morales, en tanto rasgos de la persona-miembro de una sociedad, y que la escuela tiene por fin desarrollar. El hombre debe desarrollar la capacidad de vivir como miembro de la sociedad, a fin de equilibrar lo que ofrece con lo que obtiene en la interacción social con otros miembros del grupo. Disciplina, cultura, eficacia social, perfeccionamiento del carácter, son fases del desarrollo de la capacidad de participación en esa experiencia equilibrada. Y la educación es esa vida, no sólo un medio para lograrla. El mantener la capacidad para un tipo de educación tal, es esencia de la moral. Y “toda educación que desarrolla la capacidad de participar en la vida social, es moral”.[31]
Dewey hace referencia a Kant y al concepto de disciplina. Ni  disciplinar al niño -como sostenía Kant- ni dejarlo liberado a su naturaleza -como sostenía Rousseau- Para Kant, la educación moral debería ser dada mediante máximas -que poseen un contenido abstracto- Estas máximas -principios generales referentes al bien y el mal- son las articuladoras de la moral. Diferencia la obediencia absoluta, lograda mediante la compulsión, de la obediencia voluntaria, consecuencia de máximas internalizadas por el individuo. El castigo sólo resulta útil como disciplinamiento, no para el logro de la internalización de la moral. La moral es el orden de la “máxima”, un arte de síntesis entre la teoría y la práctica.
En Rousseau -representante del individualismo del Siglo XVIII- educar según la naturaleza ofrece el objetivo y los métodos de la disciplina y la instrucción. Debe otorgarse libertad de acción a la naturaleza, de modo de sustituir el orden social corrompido, por un orden de la humanidad. La idea de progreso social se asocia, en el autor, al ideal positivo, que es la humanidad misma. Encontramos en Rousseau una confianza excesiva en la naturaleza. Debe liberarse a los hombres de las cadenas externas,  mediante la emancipación de falsas creencias -que constituyen cadenas internas- Dado que la vida social y sus instituciones se encuentran corrompidas, sólo a la Naturaleza debía confiarse la liberación del hombre.
Sintetizando el pensamiento deweyniano: las normas de conducta se elaboran en la experiencia subjetiva de los individuos. Es en esta experiencia donde se elaboran las normativas; es el criterio de valoración de la conducta. La generosidad, la honradez, la modestia, el valor, son conceptos de moral que no poseen un significado determinado. Las reglas -más que preestablecidas- surgen como solución a las dificultades propias de las soluciones específicas. La función de la escuela -en tanto educación moral- consiste en esta elaboración del método de conducta moral, en la medida en que ofrezca a los estudiantes variedad de situaciones, de modo que puedan lograr la capacidad de elaborar uno u otro tipo de conducta.

En la obra de Dewey encontramos aspectos que marcan la influencia de Spencer.
Spencer  -1855- subraya la priorización de la disciplina de la experiencia. Esta “disciplina de la experiencia” evita la sumisión incondicional. En el capítulo “De la Educación Moral”, expresa: “ ... el fin de la educación es formar un ser apto para gobernarse por sí mismo, no un ser apto para ser gobernado por los demás”.[32]
Propone un sistema de disciplina de las “consecuencias naturales”. El niño, a partir de la propia experiencia, debe aprender las consecuencias naturales de sus actos. Gobierno del individuo por sí mismo, que surge de la previsión de los resultados. Señala que en los programas educativos no está presente el verdadero ideal de la educación moral. Aunque sí existe el empeño de preparar a los jóvenes para la vida social y pública, no existe preparación para ser padres de familia. La educación es un arte [33], y ese arte de educar a la juventud, en el aspecto físico y moral, posee fundamental importancia. 
La ausencia de una preparación moral de los adultos, redunda en un mal gobierno de los niños. Las madres -señala- educan a sus hijos en función de métodos heredados -cuando los hay- métodos que  son producto de “la ignorancia de los tiempos”. Por tanto, la escuela debe educar a los niños para ser padres, para desempeñar adecuadamente sus funciones en un futuro. En el desarrollo social, siempre la familia precede al Estado. Por ello, más importantes que los deberes del ciudadano, son los de padre de familia. Si el valor de las sociedades descansa en el carácter de los individuos que la integran, la educación es el medio más seguro para ejercer influencia en este carácter. La prosperidad de la sociedad se apoya en la prosperidad de la familia. Expresa que aunque no es posible destruir las imperfecciones naturales, sí es posible disminuirlas. Las dificultades de la educación moral, entonces, provienen tanto de padres como de hijos. Y las escuelas públicas no proceden de modo adecuado en la formación de la educación moral. “El régimen de nuestras escuelas públicas se inclina a acostumbrar a los niños a la forma de gobierno despótico, al dominio de la fuerza, y, por consecuencia, a adaptar sus ideas a un estado social inferior al que existe”.[34]
Respecto a las máximas y reglas -en Kant el tema de las máximas posee importancia fundamental- afirma Spencer que no debe esperarse de los niños un alto grado de excelencia, pues no son inocentes respecto al instinto del bien. En las escuelas, cuando permanecen solos, se tratan de forma brutal, más brutal que los hombres; por tanto, no debe abandonárseles a sí mismos en su edad más tierna, pues la consecuencia sería una mayor brutalidad. Dada la complejidad de las facultades morales -al igual que la complejidad de las facultades intelectuales- es necesario pretender pocas medidas y resultados escasos. Propone, entonces, un sistema de educación que se guíe por determinados principios, de modo de avanzar a la perfección deseada para el individuo: en la educación espontánea, ir de lo simple a lo compuesto; dado que el desarrollo en general, y en particular el desarrollo del espíritu, progresa de lo indefinido a lo definido, debe comenzarse a partir de las nociones más groseras, para, de forma paulatina, ir aclarándolas; ir de lo concreto a lo abstracto -es una de sus máximas-; en la educación del niño, lograr una concordancia -en modo y orden- con la educación de la humanidad; proceder, en las distintas ramas del conocimiento, de lo empírico a lo racional; estimular, mediante todos los medios posibles, el desenvolvimiento espontáneo. El conocimiento fundamental lo adquiere el niño por sí sólo: por observación, por experiencia, en la calle; finalmente, propone renunciar a aquellos métodos que no logren despertar interés en el niño. El placer es un aliciente que logra el ejercicio de sus facultades, y lleva a la actividad espontánea de los niños. El autor propone un ideal de educación que consiste en el logro de una preparación completa para poseer  las diferentes actividades de la jerarquía del orden racional que presenta: actividades que concurran directamente a la conservación del individuo; actividades que contribuyan indirectamente a su conservación –que reglan la autoconservación-; actividades empleadas en educar y disciplinar a la familia; actividades que aseguren el mantenimiento del orden social y de las relaciones políticas, o sea, educación del ciudadano; actividades relacionadas al ocio, o sea, satisfacción de gustos y sentimientos.
Conocimiento, disciplina y objetivos pedagógicos, deben estar en equilibrio, a fin de que la educación cumpla su fin: preparar al individuo para vivir una vida completa.
                        “... el objeto de la educación debe ser adquirir en la mayor medida posible los conocimientos que ayuden con más eficacia a desenvolver la vida individual y social bajo todos sus aspectos, limitándose a desflorar aquellos que concurran menos eficazmente a este desenvolvimiento”.[35]
Saber y educación o disciplina intelectual, son los dos valores de la adquisición de todo conocimiento. La educación, además de ejercicio intelectual, es un medio de dirigir las acciones; se logra, de este modo, un saber adquirido como preparación para la vida completa.
Ubicándonos nuevamente en la sociedad uruguaya, es de destacar la figura y el pensamiento de José Enrique Rodó -1871/1917- en virtud de sus aportes a la educación.
Rodó cita la crítica de Spencer a la sociedad norteamericana, como una síntesis de su pensamiento. Critica al pragmatismo deweyniano y de W. James, así como el concepto de educación que la subordina a un fin utilitario, pues prepara espíritus estrechos.
Entre 1875 y 1900 -momento en que se publica “Ariel”- el país asiste a la activa presencia de personajes fundamentales en lo político-social y en el pensamiento. Zorrilla de San Martín, Varela, Acevedo Díaz, B. y Ordóñez, Herrera y Obes, A. Floro Costa. Los racionalistas del “Ateneo” defienden la enseñanza laica. Un 900 que encuentra figuras como las de María Eugenia Vaz Ferreira, Herrera y Reissig, Florencio Sánchez, Quiroga, Roberto de las Carreras. En un ejemplar de “Ariel”, dedicado a Miguel de Unamuno -marzo 20 de 1900- explica el fin de su publicación: “... he querido hablar a la juventud a que pertenezco, a la juventud de América, sobre ideas cuyo interés y oportunidad me parecen indudables, y si no pareciera una aspiración presuntuosa, agregaría que he ambicionado iniciar, con mi modesto libro, cierto movimiento de ideas en el seno de aquella juventud, para que ella oriente su espíritu y precise su programa dentro de las condiciones de la vida social e intelectual de las actuales sociedades de América”.[36] Es “Ariel”, entonces, un manifiesto a la juventud de América, sobre sus ideas filosóficas y morales, un sermón laico que un maestro dirige a sus discípulos. En “La lección de Próspero”, introduce las temáticas básicas del análisis: exaltación de la belleza moral de la juventud y fe en la vida; importancia de que el hombre desarrolle su naturaleza entera, la profesión universal de hombre, la plenitud del ser; importancia del conocimiento estético para la educación del espíritu; estudio de las causas del utilitarismo del siglo; estudio de la democracia, para “espiritualizarla” y defenderla de quienes la acusan de que lleva al imperio del utilitarismo.
Rodó trabaja el tema de la educación en la democracia -analizado por Varela en nuestro país y visto en Dewey-.  Muestra los peligros de la democracia y el riesgo de que decaiga, si no existe la rectificación de una activa autoridad moral que la depure y guíe sus tendencias hacia la dignificación de la vida. En una educación en la democracia, deben ser los mejores los que dirijan las masas, y  debe imponerse al Estado la obligación de que predisponga los medios para el logro uniforme de la revelación de superioridades humanas.[37] Defiende el idealismo democrático, basado en la aristocracia de la cultura, que se estructura, a su vez, en la igualdad inicial niveladora.
En cuanto al papel del Estado, entonces, su deber es ubicar a los miembros de la sociedad en condiciones diferenciales de tender a su perfeccionamiento; otorgar los medios para provocar, de manera uniforme, que se revelen las superioridades humanas.  “... más allá de esta igualdad inicial, toda desigualdad estará justificada, porque será la sanción de las misteriosas elecciones de la Naturaleza o del esfuerzo meritorio de la voluntad”.[38]
Así concebida, expresa el autor, la igualdad democrática no resulta una forma de oposición a la selección de costumbres e ideas, sino que es el instrumento más eficaz de selección espiritual, es el ambiente donde se da la cultura. Igualdad en el punto de partida, y desigualdad que seleccionará positivamente a los más aptos en el punto final, resulta fundamental para que se logre la emulación, la vivacidad de pensamiento y las actividades humanas en general. Y ambas condiciones solo pueden conciliarse mediante un régimen democrático, siempre que este no degenere en “nivelador igualitarismo”, sino que establezca la “superioridad de los mejores”[39] -por sus virtudes, carácter, espíritu- El único límite legítimo para la igualdad humana es el dominio de la inteligencia y la virtud, límite que debe tener el consenso de la libertad de todos.
 Este concepto rodoniano también es pilar en la obra vareliana. La escuela debe ofrecer igualdad de oportunidades de partida, recibir a niños de todas las clases sociales, posibilitar un ámbito de igualdad. Pero, es en este ámbito, donde se diferenciarán los individuos por sus virtudes y aptitudes. La educación se convierte en agente de democratización, de igualdad de oportunidades, de expansión de la personalidad. La cita, aunque conocida, resulta elocuente:
                        “Los que una vez se han encontrado juntos en los bancos de una escuela, en la que eran iguales, a la que concurrían usando de un mismo derecho, se acostumbran fácilmente a considerarse iguales, a no reconocer más diferencias que las que resultan de las aptitudes y las virtudes de cada uno: y así, la escuela gratuita es el más poderoso instrumento para la práctica de la igualdad democrática” [40].

La democracia triunfará -señala con excelencia Rodó- cuando logre la síntesis, en una fórmula inmortal, de dos sugestiones del pasado: el sentimiento de igualdad, viciado por cierto ascético menosprecio de la selección espiritual y la cultura -nacido del espíritu del cristianismo- y el sentido del orden, de la jerarquía y el respeto religioso del genio, viciados por cierto aristocrático desdén de los humildes y los débiles -nacidos de la herencia de las civilizaciones clásicas- [41]  

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[1] .- Términos utilizados por J. C. Tedesco, en “El Nuevo Pacto Educativo”.- Anaya / 1995.
[2] .- Giddens, A. - “Política, sociología y teoría social”. Paidós. Barcelona / 1997. Pág. 94.
[3] .-Esta posición es contraria a la de Platón, para quien la educación posibilita superar la “ilusión pedagógica”, de modo de avanzar de la apariencia a la realidad, en un proceso largo y planificado.
[4] .-Varela, J. P.- “La Legislación Escolar”. Selección de textos: Esla Gatti  y Yamandú Acosta. F.C.U. Serie Antología. Ficha 88. Pág. 49.
[5] .- Ibid. Pág.50.
[6] .- Ibid.- Päg. 55.
[7] .- Ibid.- Pág. 55.
[8] .- Ibid.- Pág. 66.
[9] .- Varela, J. P.- Diario “El Siglo”. Nov.11 /1876. En: “La Legislación Escolar”. Selección. Elsa Gatti. Pág. 83.
[10] .- Ardao, A.- “Etapas de la Inteligencia Uruguaya”. Col. Nuestra Realidad. 10. DPUR. Mdeo/ 1968. Pág. 128.
[11] .- Varela, J. P.- “Lectura sobre Educación”. La Sociedad de Amigos de la Educación Popular. Conferencia pronunciada en la Universidad. Set. 18 /1868.
[12] .- Varela, J.P.- “Los gauchos”. En Revista Literaria. Año 1. Nº 13/1865. Pág. 207.
[13] .- Varela, J.P.- “La Educación del Pueblo”.-  Selección M. Demarchi de Mila. Fund. Edit. Unión del Magisterio. Pág. 65.
[14] .- Ibid. Pág. 65.
[15] .- Rama, G.- “La democracia en Uruguay”.-. Grupo Editor Latinoamericano. Bs. As /1987. Pág.32.
[16] .- Los datos de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE), indican que, en 1930, la población matriculada en Primaria Pública y Privada, era de 178.264; en cuanto a Secundaria, Pública y Privada, se pasa de una matrícula de 49.090 alumnos en el año 1955, a 79.510 en 1963. CIDE. “Informe sobre el Estado de la Educación en el Uruguay”. Plan de Desarrollo Educativo. Tomo I. Primera Sección. Tomo I. Segunda Sección. Monteverde. Mdeo./ 1966.
[17] .- Dewey, J.- “Mi credo Pedagógico”/ 1897.”My Pedagogic Creed”. En Early works of J. Dewey. Carbondale. South Illinois University Press/ 1972. Pág. 109.
[18] .- Ibid. Pág. 95.
[19] .- Ibid.- Pág. 93.
[20] .- Dewey, J.- “Democracia y Educación”.- Losada. Bs. As. /1967. Pág. 93.
[21] .- En nuestro país, Varela acentuaba la importancia de la educación en la democracia, cuando afirmaba que para establecer la República lo primero era formar los republicanos, para que la opinión pública fuera soberana, lo primero era formar la opinión pública; y, para ello, el único medio posible era educar, educar, siempre educar.
[22] .- Ibid.- Pág. 19.
[23] .- Ibid.- Pág. 20.
[24] .-Ibid.- Pág. 33.
[25] .-Ibid.- Pág. 33.
[26] .-Ibid.- Päg. 33.
[27] .-Dewey, J.- “Experiencia y Educación”.- Losada. Bs. As. /1964
[28] .- Ibid.- Pág. 26.
[29] .- Dewey, J.- “Democracia y Educación”.- Pág. 376.
[30] .- Ibid.- Pág. 376.
[31] .- Ibid.- Pág. 378.
[32] .- Spencer, H.- “Ensayos sobre Pedagogía”.- Edit. Akal. Madrid/1983.
[33] .- Este concepto posee total vigencia hoy. La importancia otorgada a los maestros como personas especializadas en el “arte de enseñar” –señalada por el autor- continúa siendo pilar de nuestros sistemas educativos nacionales.
[34] .- Spencer, H.- Op. Cit. Pág. 146. N. del  A.
[35] .- Spencer, H.- Op. Cit. Pág.40. Introd. de Fernández Enguita, M.-
[36] .- Rodó, J. E.- “Ariel”. Editorial Kapelusz. Bs. As./1980. En Estudio Preliminar- J. Pereira. Mdeo./1961. Pág. XXVI.
[37] .- Bajo este precepto, se justifica toda desigualdad, pues va a depender del esfuerzo realizado por cada uno. El espíritu democrático será el que proclame la superioridad de los mejores, asegurando esta superioridad sobre el consentimiento libre de los asociados.
[38] .- Rodó, J. E.- Op. Cit.- Pág. 62.
[39] .- Ibid.- Pág. 63.
[40] .- Varela, J. P.- “La Educación del Pueblo”. Proa. /1968. Subrayado propio.
[41] .- Rodó, J. E.- Op. Cit. Pág. 67. (La expresión del autor fue reformulada por quienes escriben, por lo que se sugiere, en virtud de la profundidad del contenido, considerar las palabras textuales de Rodó)

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