martes, 23 de junio de 2020

Vinck, D. Ciencias y sociedad. Sociología del trabajo científico.






Título original en francés: Sciences et société
© Armand Colin, 2007
© De la traducción: César de Vicente Hernando, 2014
Diseño de cubierta: Silvio García Aguirre
Primera edición: junio de 2015, Barcelona
Reservados todos los derechos de esta versión castellana de la obra
© Editorial Gedisa, S.A.
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08022 Barcelona (España)
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eISBN: 978-84-9784-833-6
Deposito legal digital: B-6599-2015
Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o
modificada, de esta versión castellana de la obra.
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Índice
Introducción
1 Ciencia y sociedad: una relación compleja
2 La institución de las ciencias
3 Las ciencias como organización
4 Dinámicas sociales en las ciencias
5 La influencia de la sociedad en los contenidos de los
conocimientos
6 Las prácticas científicas
7 El laboratorio en la sociedad
Conclusión
Anexos
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Introducción1
Los problemas de la sociedad de hoy (desarrollo sostenible, riesgos sanitarios e
industriales, nuevas tecnologías, sociedad del conocimiento…) afectan a las ciencias y a
las técnicas. La controversia sobre los OMG, las nanotecnologías, el cambio climático, el
agotamiento de los recursos naturales, la lucha contra las nuevas epidemias, la
transformación de los sistemas de producción… son asuntos que conciernen tanto a las
ciencias sociales como a las ciencias de la naturaleza, de la salud y de la ingeniería. Los
investigadores, en estos ámbitos se preocupan por comprender las articulaciones entre
ciencia y sociedad, convertidas en elemento clave de la dinámica de las ciencias.
En las facultades de ciencias y en las escuelas de ingeniería, en diversos lugares y
contextos, se introducen elementos de formación en ciencias sociales. Algunas veces la
tentación es creer que un poco de epistemología será suficiente para educar a los jóvenes
científicos sobre qué es la ciencia aplicada. O incluso, creer que un poco de ética les
armará para afrontar los problemas sociales. Es una gran ilusión porque, sin
menospreciar el interés de estas formaciones filosóficas, nuestros jóvenes expertos tienen
también necesidad de una formación científica que les permita tener control sobre las
dinámicas socio-científicas efectivas. Se trata de ser capaces de comprender esas
dinámicas de producción de conocimientos y de innovación, pero también de poder
intervenir en ellas, como actor profesional y ciudadano responsable.
Esta obra provee los marcos de análisis que permiten descifrar lo que se juega en las
ciencias y las técnicas, y alrededor de ellas. Se interesa por diferentes formas de
articulación entre ciencia y sociedad (emergencia de las ciencias, dinámicas de
innovación, democracia técnica) y por los principales mecanismos sociales que animan y
hacen vivir las ciencias (institución, organización, intercambios entre investigadores,
construcción de contenidos, prácticas concretas…). Con este manual, los docentes
disponen de una obra que permite responder a las crecientes demandas de nuestros
colegas de las ciencias de la naturaleza y de ingeniería. Está recomendado para la
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formación científica y tecnológica, pero también para preparar a las futuras generaciones
de sociólogos para abordar las cuestiones de las ciencias y las sociedades que muchos
habían tendido a abandonar.
Este manual provee de un abanico de instrumentos de análisis, conceptos y métodos; y
distintas referencias sobre los autores, las corrientes de pensamiento y los debates que las
animan. El lector podrá comprender y utilizar tanto la aportación de Robert Merton sobre
la institución de las ciencias como la de Bruno Latour sobre la construcción de redes
socio-técnicas. Descifrar el funcionamiento de los mercados de trabajo científico ilumina
las ciencias tanto como examinar la cultura material y cognitiva de un laboratorio.
Igualmente, determinar el papel de las interacciones lingüísticas en la ciencia en
desarrollo, de las prácticas de edición científica o de las interacciones entre científicos y
profanos son otras tantas entradas analíticas que van mucho más allá de las aportaciones
de la epistemología y de la ética. Este manual no busca la erudición. Ni busca tampoco
elaborar o defender una teoría general de la ciencia cualquiera que sea: epistemología
racionalista, relativismo, constructivismo, relacionismo, neo-institucionalismo. Al
contrario, se trata de estudiar y documentar una diversidad de procesos y de mecanismos
que están funcionando, sin pretensión de generalidad, pero muy útiles para comprender
las corrientes aplicadas.
Es importante comprender qué quiere decir hacer ciencia. La mera exposición del
estado de los conocimientos, como se hace en la enseñanza y en las producciones de
divulgación científica, no es suficiente para comprender cómo han sido elaborados. La
imagen de la ciencia que se hace el estudiante en sus cursos, a menudo tiene poco que
ver con la ciencia tal como se practica. Incluso los trabajos prácticos raramente impulsan
al estudiante a una tarea de investigación. Aquellos que se dirigen hacia la investigación
descubren, sobre la marcha, otro aspecto de las ciencias y todo lo que es necesario saber
para llegar a ser un buen investigador: los métodos, la negociación con los colegas, el
saber hacer empírico, las instituciones y las redes de la ciencia, los estilos de escritura.
Sobre estas cuestiones, la historia, la filosofía, la sociología, la economía, la lingüística
proponen sus análisis. Este manual se dirige, pues, también a estos investigadores en
ciernes.
Ciertos discursos de la filosofía que proponen una concepción general y universal de la
ciencia y la proponen como norma a seguir por los investigadores son nefastos. Por una
parte, producen una mistificación de la ciencia, muy diferente a las prácticas científicas
efectivas, siendo de poca utilidad para guiar concretamente al investigador en su trabajo.
Por otra, esta concepción general de la ciencia, fomentada para luchar contra las
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pseudociencias y contra el irracionalismo, está tan alejada de las prácticas científicas
concretas que pierde su credibilidad. A falta de una representación filosófica próxima a
aquello que puede efectivamente observarse o practicarse, el investigador reflexivo o el
observador externo corre el riesgo de ser conducido hacia el peor de los relativismos: «si
no hay una ciencia universal, entonces todo vale». La sociología de las ciencias, por el
contrario, propone análisis realistas de la actividad científica.
Si unos docentes temen que la sociología de las ciencias ahuyente a sus estudiantes por
proponer una imagen menos edificante de las ciencias, otros preconizan su estudio a los
jóvenes investigadores porque su realismo estaría destinado a construir mejores
investigadores en condiciones de actuar en el mundo científico y en la sociedad. Este
manual conducirá a algunos a romper el mito que les había atraído hacia una carrera
científica pero otros se apasionarán aún más por la investigación y su funcionamiento.
Les ayudará a tener mayor lucidez: las ciencias y las técnicas plantean problemas (éticos,
políticos, económicos y sociales) en relación a los cuales no son fecundos ni el mito
racionalista mistificador, ni el relativista radical y escéptico.
Más allá de la formación científica y sociológica, esta obra se dirige a todos aquellos
que se preguntan sobre la sociedad del conocimiento: el incremento de las controversias
científicas y la cuestión de la evaluación son ejemplos de la preocupación del público. La
obra propone una serie de acercamientos susceptibles de aclarar esas cuestiones de
articulación entre ciencias y sociedades.
Los giros de la sociología de las ciencias
Este manual presenta diferentes maneras de estudiar las ciencias, pero no es ni una
historia de las ideas, ni una sociología de la sociología de las ciencias. Sólo
fragmentariamente evocaremos las relaciones entre los análisis sociológicos y el
compromiso social de sus autores.2 Tomar la sociología de las ciencias como objeto de
estudio sociológico es otro proyecto. Un análisis de ese tipo, como el caso de la
economía de la salud en Gran Bretaña (Ashmore et al., 1989), muestra lo interesante que
resulta dar cuenta de la construcción de programas de investigación, de la intervención de
los investigadores en los media, de la puesta a punto de instrumentos destinados a la
acción y a la inserción de jóvenes en las instituciones de la sociedad.
Los estudios sociales de las ciencias han diversificado sus enfoques en diálogo con
otras disciplinas. Los filósofos se han interrogado sobre la naturaleza del desarrollo de las
ciencias escudriñando los razonamientos científicos y su normativa intrínseca. Los
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historiadores reconstruyen las trayectorias de las ideas, de los saberes y de sus
instrumentos. Los economistas exploran las relaciones entre las ciencias y las dinámicas
económicas. De una disciplina a otra, los análisis se complementan o se enfrentan. Los
debates académicos se encuentran también en el seno mismo de las disciplinas: en
filosofía de las ciencias (racionalismo, realismo), en economía (neoclásica, evolucionista)
y en historia (historia interna de las ideas, historia social de las ciencias). Algunos
desarrollos de la sociología de las ciencias sólo se entienden en referencia a la filosofía de
las ciencias o a los intercambios con la economía de la innovación.
Tampoco hay consenso en cuanto al mejor modo de hacer la sociología de las ciencias.
La diversidad de los acercamientos contribuye a animar y a enriquecer la producción
científica del ámbito. Varios autores han publicado artículos u obras tituladas «giro»:
«social turn» [giro social], «cognitive turn» [giro cognitivo] (Fuller, 1989), «semiotic
turn» [giro semiótico] (Lenoir, 1994), «the turn to technology» [el giro tecnológico]
(Woolgar, 1991), «the practice turn» [giro práctico] (Schatzki et al., 2000) y hasta «One
more turn after the social turn» [Un giro más después del giro social] (Latour, 1992) o la
crítica de Pinch (1993) a la mirada del reflexivista Woolgar: «Turn, turn, and turn again:
The Woolgar formula». Se podría así hablar de «normative turn» [giro normativo] a
propósito del crecimiento de los comités de ética y de la lucha contra el fraude científico.
El recurso a esta idea de giro es utilizado tanto para denunciar una deriva (racionalista,
cognitivista, reduccionismo sociológico o el impasse de la reflexividad), como para
mostrar que se ha producido un cambio (giro semiótico, pragmático).
Si el ámbito ha evolucionado mucho, las principales escuelas que lo estructuraron
siguen estando activas y corresponden a los siguientes enfoques:
La ciencia como institución social de la producción de conocimientos racionales.
Los científicos, productores críticos de enunciados verdaderos, actúan en virtud de
las normas de su institución y de un objetivo: el progreso sin fin del conocimiento.
La ciencia como sistema de intercambios. Los científicos están motivados por la
acumulación de credibilidad científica y llegan a ser racionales gracias a los
intercambios y a la intensidad de la competencia entre ellos.
La ciencia como reflejo de las culturas y las sociedades: la actividad científica y sus
producciones se explican por factores sociales (grupos sociales concernidos,
intereses, construcción de consensos sociales locales).
La ciencia como conjunto de prácticas socio-técnicas contingentes: el trabajo
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científico depende de culturas materiales, de saberes tácitos incorporados, de
instrumentos y de prácticas concretas (manipulaciones en laboratorios, redacción de
publicaciones).
La ciencia como construcción de redes socio-técnicas y de colectivos de
investigación repartidos: el trabajo científico consiste en articular elementos
heterogéneos para producir entidades robustas (instrumentos, enunciados…). Los
mecanismos de alineamiento y de reconfiguración conducen a redes más o menos
densas y ampliadas donde las distinciones clásicas entre naturaleza y sociedad
pierden su pertinencia.
El ámbito pasa globalmente de un estudio en el que lo social es el concepto central y
organizador de la explicación, a enfoques en los que la causalidad social pierde todo
privilegio. La noción de ciencia, tematizada como entidad diferenciada, es repensada
como un conjunto heterogéneo y repartido. La sociología de las ciencias pasa así de una
sociología de los científicos a una sociología del conocimiento científico, a los estudios
sociales sobre las ciencias y las técnicas y a la antropología de los conocimientos y de
las técnicas en la sociedad.
Lecturas recomendadas
Alonso, A., Ayestarán I., Ursúa N. (eds.) (1996), Para comprender Ciencia, Tecnología y Sociedad, EVD,
Estella.
Barnes, B. (1985), Sobre ciencia, Labor, Barcelona.
— (1980), Estudios sobre sociología de la ciencia, Alianza Editorial, Madrid.
González, M., López, J.A., Luján, J.L. (eds.) (1997), Ciencia, Tecnología y Sociedad: lecturas seleccionadas,
Ariel, Barcelona.
— (1996), Ciencia, Tecnología y Sociedad: una introducción al estudio social de la ciencia y la tecnología,
Tecnos, Madrid.
Jasanoff, S., Markle, G., Peterson, J., Pinch, T. (eds.) (1995), Handbook of Science and Technology Studies,
Sage Publications, Londres.
Vaccarezza, L. (1998), «Ciencia, Tecnología y Sociedad: el estado de la cuestión en Latinoamérica», Revista
Iberoamericana de Educación, nº 18, págs.13-40.
Otras lecturas citadas
Ashmore, M., Mulkay, M., Pinch, T. (1989), Health and Efficiency. A sociology of health ecoomics, Open
University Press, Milton Keynes.
Fuller, S., De Mey, M., Shinn, T., Woolgar ,S. (1989), «The cognitive turn. Sociological and psychological
12
perspectives on science», en Sociology of the Sciences Yearbook, Kluwer, Dordrecht.
Latour, B. (1992), Aramis, ou l’amour des techniques, La Découverte, París.
Lenoir, T. (1994), «Was the last turn in the right turn? The semiotic turn and A.J. Greimas», Configurations, nº
1, págs. 119-136.
Pinch, T. (1993), «Turn, turn, and turn again: The Woolgar formula», Science, Technology, & Human Values, nº
18, págs. 511-522.
Schatzki, T., Knorr-Cetina, K., von Savigny, E. (eds) (2000), The Practice Turn in Contemporary Theory,
Routledge & Kegan Paul, Londres.
Woolgar, S. (1991), «The turn to technology in social studies of science», Science, Technology, & Human
Values, nº 16, págs. 20-50.
Notas:
1. Agradecemos a todos los que han ayudado a la maduración de este proyecto o han discutido bosquejos
diversos. Particularmente, a Antonio Arellano, Jorge Charum, Rebeca de Gortari, Michel Grossetti, Mathieu
Hubert, Pablo Kreimer, Séverine Louvel, Ivan da Costa Marques, Ana Spivak, Hebe Vessuri.
2. Por ejemplo, la defensa de Merton de la autonomía de la ciencia en un periodo en el que los totalitarismos se
hacían oír en el mundo, o el combate de los sociólogos relativistas contra la hegemonía de la física.
13
1
Ciencia y sociedad: una relación compleja
La ciencia se presenta como una actividad distinta de otras actividades sociales. Este
asunto interroga desde hace tiempo a los pensadores que se esfuerzan por comprender la
sociedad y sus transformaciones. En este primer capítulo, presentaremos algunos de sus
análisis clásicos, en particular, a propósito de las condiciones del desarrollo de las
ciencias. Presentaremos el análisis de Merton, considerado como el primer sociólogo de
la ciencia, sobre las relaciones entre puritanismo y el papel del científico. Después,
siguiendo los trabajos de Ben-David, nos inclinaremos por la emergencia de las ciencias
como actividad social diferenciada. Finalmente, pondremos la atención en los
mecanismos de organización y de gobierno de las ciencias en la sociedad.
La emergencia de una actividad social distinta
En esta primera parte, veremos cómo surge la ciencia en tanto que fenómeno social,
cómo se instituye el papel social del científico a partir de los valores de la sociedad,
después, cómo se autonomiza la comunidad científica con respecto a la sociedad, cómo
en su seno emerge la institución del laboratorio y la instauración de las disciplinas.
La ciencia: un fenómeno de la sociedad
La idea de ciencia está asociada a menudo a la idea de un mundo aparte. La imagen del
sabio aislado, apasionado por cosas incomprensibles, o la del genio, encarnada por
Einstein, marca todavía nuestra percepción de lo que son las ciencias. Parecen ser
actividades misteriosas y los científicos seres extraños. Las ciencias serían una forma
distinta de conocimiento.
Ahora bien, desde hace tiempo, los pensadores sugieren que la emergencia de la ciencia
es un fenómeno social e histórico, y que el sistema del saber depende de la estructura
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social.
Para Auguste Comte (1798-1857), por ejemplo, el espíritu humano y cada rama del
conocimiento pasa por tres estados: teológico, metafísico y positivo. En la fase teológica,
los fenómenos naturales son explicados por fuerzas o por seres semejantes al ser
humano: dioses, espíritus, ancestros, demonios. En la fase metafísica, estos se explican
por grandes causas y por entidades abstractas como la Naturaleza. Mientras que en la
fase de la ciencia positiva el ser humano observa los fenómenos y establece entre ellos
vínculos en forma de leyes. Renuncia a encontrar las causas absolutas. Las matemáticas,
la física y la química fueron las primeras en entrar en el estado positivo, dado que los
fenómenos serían más simples de pensar. Las ciencias que se acercan a asuntos más
complejos, como los fenómenos sociales, ineluctablemente verán imponerse el
pensamiento positivo, pero más tarde. En el estado positivo, el científico impone su
veredicto a los ignorantes. Estos estados de saber se corresponden con las etapas de la
evolución de las sociedades: la sociedad teológica y militar para los dos primeros,
organizada según la costumbre; la sociedad industrial para el tercero, organizada
alrededor del crecimiento de los rendimientos de la producción en las fábricas. La ciencia
sería entonces un fenómeno social e histórico ligado a una forma particular de
organización de la sociedad.
Karl Marx (1818-1883) estableció también, una correspondencia entre un estado del
sistema social (el modo de producción capitalista) y un estado del sistema de
conocimiento.
El papel científico: un producto de los valores
En los años veinte y treinta, el sociólogo Rober K. Merton (1910-2003) se preguntó
sobre los orígenes culturales e históricos de la comunidad científica. Describe la ciencia
como una esfera de actividad social y cognitiva diferente de las otras formas de
actividad y de creencia. Caracterizó el clima social que favorece su emergencia, así
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como las condiciones técnicas que la hacen necesaria. Ésta se constituye como esfera de
actividad autónoma, capaz de resistir a las influencias externas; y proclama y defiende los
principios de independencia, de rigor y de pura racionalidad.
Merton funda su análisis en el estudio de los orígenes de la comunidad científica en el
siglo XVII, en Inglaterra, analizando las biografías de los miembros de la elite británica, la
actividad de la Royal Society (fundada en 1645), así como sus trabajos, inventos y
publicaciones. Subraya el fuerte crecimiento de los saberes técnicos, de las competencias
y del equipamiento, en las minas, en la industria metalúrgica, en la construcción naval y
de armamento, desde los años 1620. Merton pone, también, una particular atención en
los valores, creencias y sentimientos que marcan este periodo de auge de las ciencias y
las técnicas.
Construyendo un cuadro en el que se cuantifica la evolución de las elecciones de
carrera hechas de las elites sociales inglesas, observa, en la primera mitad del siglo XVII,
que las categorías «ciencia» y «medicina y cirugía» obtienen un éxito creciente. La elite
se vuelve hacia la ciencia antes que hacia el ejército o la marina, las artes (pintura,
escultura, música, poesía, prosa), la educación, la historiografía, la religión, el saber
escolástico, el derecho o la política. Según Merton, el fenómeno se explica por la
valorización del papel social del científico y por una forma de reconocimiento de la
sociedad hacia esta actividad. Se produce en esta época una convergencia entre los
valores del puritanismo inglés del momento (interés por los asuntos terrenales, rigor,
condena de la ociosidad, libre examen y distancia en relación a las tradiciones y al
utilitarismo) y los de la filosofía naturalista y las ciencias experimentales. Esos valores,
que colocan la experiencia en la cumbre de la jerarquía de las formas del saber,
impregnan a los fundadores de la Royal Society; se reconocen en el movimiento
baconiano (desde 1640) y en la educación científica. Las convicciones de la época, en lo
que se refiere a la misión confiada al ser humano de perfeccionar el destino de la
humanidad, convergen con la idea de una mejor comprensión y control de la naturaleza.
La idea de una ciencia de la naturaleza, que estudie el orden y las regularidades, es
asociada a las virtudes de una nueva profesión que se dedica a ella. Para Merton, el auge
de la ciencia como esfera de actividad distinta y la de un nuevo papel profesional en la
sociedad se explican menos por la afluencia de nuevos conocimientos que por la
orientación de los valores de la sociedad y por las tentativas de los miembros de la Royal
Society de justificar, ante Dios, los caminos de la ciencia. Los valores puritanos que
combinan racionalismo y empirismo, favorecen el método científico y rehabilitan la
ciencia empírica desacreditada en la Edad Media.
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Las conclusiones de Merton, similares a las de Max Weber respecto al auge del
capitalismo en Alemania, conducen a la idea de que el desarrollo de la ciencia está
condicionado por la valorización religiosa de ciertas actividades. La
institucionalización de una actividad esotérica, potencialmente peligrosa para el poder y
cuyas consecuencias prácticas aún no es evidente, se da por supuesto. La valorización
religiosa crea las condiciones favorables para el desarrollo de la ciencia y del nuevo papel
social del sabio. Esta tesis se opone a la idea común según la cual el éxito de la ciencia
para resolver los problemas habría provocado su reconocimiento y su valorización en la
sociedad. La aparición de la ciencia moderna se explica, por el contrario, por los valores
de la sociedad que obligan a los individuos. El papel social del científico está definido por
un conjunto de normas de comportamiento.
La comunidad científica: el fruto de la autonomización
El sociólogo Joseph Ben-David (1920-1986), en The Scientist’s Role in Society (1970),
sugiere que hay que asomarse a la historia de las universidades para comprender la
emergencia de este nuevo papel social y la velocidad de su propagación fuera de
Inglaterra.
La formación científica está ya organizada en las Universidades, de manera autónoma
con respecto a los poderes de los Príncipes y las Iglesias; los universitarios están
reagrupados en corporaciones dotadas de sus propias reglas de funcionamiento. En la
Edad Media y en un contexto de renacimiento urbano con las asociaciones gremiales, la
Universidad surge como corporación de maestros y aprendices para el aprendizaje
intelectual. Se apoyan en los métodos desarrollados desde el siglo XII: planteamiento de
un problema (quaestio), argumentación en torno al mismo (disputatio) y búsqueda de
una conclusión sintetizadora (conclusio). El gremio de maestros elige los aprendices y los
educa hacia la graduación, la cual les habilita para enseñar. La validación papal de los
grados otorga a los egresados una dimensión supraterritorial y los libera de los poderes
eclesiásticos locales. Al mismo tiempo, los gremios de estudiosos reciben la protección de
reyes y los promocionan para el desarrollo de la burocracia. A partir de privilegios y
franquicias reales, logran una independencia y autonomía jurídica respecto a los poderes
civiles locales y los concejos municipales. Gracias a esa doble protección, papal y real,
las corporaciones universitarias se benefician de una autonomía económica,
administrativa y jurídica. Maestros y aprendices se mueven por toda Europa, hablan un
mismo idioma, el latín, pasan de una universidad a otra, y desarrollan una imagen de la
Cristiandad como una cultura superior unificada. La universidad surgió así como una
institución docente reconocida por autoridad del Pontífice y del Rey. Además de la
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universidad, existía el studium generale (centro de estudios), un lugar donde se enseñan
saberes. El studium está constituido por un municipio, una orden religiosa o un obispo,
pero no tiene una dimensión internacional tan grande como la de la universidad.
En París, la Universidad posee varios cientos de maestros. Su papel de sabio seglar es
el de buscar la verdad mediante la crítica de las ideas de sus pares, mientras que su
comportamiento está controlado por su comunidad. Su papel social no está asociado a
ningún otro papel ligado al poder. La confrontación de ideas es posible porque no son
absorbidas por la necesidad de justificar su papel en la sociedad. La erudición, pues, es
una vocación y una ocupación de pleno derecho en el seno del espacio social, dedicada a
la formación, al debate y a la duda, creando así las condiciones favorables para una
investigación autónoma. Los filósofos ganan de esta manera su autonomía frente a las
autoridades religiosas. Los nuevos científicos reproducen el mismo sistema
diferenciándose de los filósofos.
En Italia, los sabios conforman una alianza con artistas e ingenieros. Esos sabios se
convierten en un recurso intelectual y social. Contribuyen a resolver los problemas
combinando el conocimiento de textos clásicos, la experiencia y la explicitación de los
principios que están funcionando en distintos fenómenos: perspectiva en arquitectura,
dinámica de aparatos, anatomía… Los sabios son así admitidos en las cortes de los
príncipes. Entre el siglo XV y el XVII, grupos de sabios se desplazan por Europa buscando
contextos compatibles con su ideal de sociedad. Ven en la filosofía experimental el medio
de incrementar el conocimiento del ser humano y la naturaleza. El encuentro entre los
intereses de sus grupos y de sus anfitriones explicaría el reconocimiento de su papel
social consistente en el estudio de la naturaleza, mediante las matemáticas, la medida y la
experimentación antes que en el estudio de las vías divinas o del hombre mediante la
interpretación de los textos. Las Academias de ciencias se crean desde comienzos del
siglo XVII, concretamente: la Academia Dei Lincei (1603) y la Academia del Cimento
(1651).
La revolución inglesa, no obstante, tiene un lugar particular porque conduce a la fusión
del cientifismo y los valores religiosos del puritanismo, fusión que legitima el
reconocimiento de la ciencia, de su papel en la sociedad y de su valor. De una
actividad individual y autodidacta, la práctica de la ciencia experimental se transforma en
una actividad reconocida y colectiva. La creación de la Royal Society en Inglaterra
(1662) y después la Academia de ciencias en Francia (1666) se inscriben en este
movimiento de institucionalización de la ciencia. Los científicos se presentan entonces
al resto de la sociedad como una comunidad homogénea, regida por reglas (una
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estructura normativa) y un control social interno. Reivindican el reconocimiento de su
papel y de su autonomía en la sociedad. El recurso a las matemáticas les permite
distinguirse de otros intelectuales y de sus enfoques doctrinales, así como de diletantes y
charlatanes. Esta comunidad científica se construye al margen de la Universidad, todavía
dominada por las disciplinas clásicas, pero sin embargo depende de estas mismas
Universidades dado que no disponen de un mecanismo institucional específico para
reproducirse.
En diferentes países europeos, la comunidad científica reivindica su neutralidad y su
autonomía escogiendo a sus miembros, pero se aísla parcialmente de otras instituciones,
particularmente de las Universidades, a las que critica. Se refuerza también excluyendo a
los aficionados. Las Academias se convierten en lugares de intercambio entre científicos
donde se realiza la evaluación de sus trabajos. Esta comunidad científica se construye
también como comunidad internacional.
Del carisma de la revolución científica a la institución de los laboratorios y las
disciplinas
En el siglo XVIII la ciencia se practica de manera dispersa en las Academias, en las cortes
de los príncipes, en algunas Universidades del norte de Europa y en casas particulares.
Se desarrolla alrededor de jefes carismáticos, pero le falta la organización y un sistema de
formación de jóvenes sabios; le falta, por tanto, continuidad. La aparición de nuevas
teorías en física y química, combinando experimentación y matemática, no cambian en
nada su estructura social.
En el siglo XIX, la ciencia vuelve al seno de las Universidades por razones políticas más
que científicas. Los protagonistas de una renovación de las Universidades, los filósofos
y los científicos, tratan de establecer formaciones profesionales al servicio del Estado.
Lamentan el retraso de las Universidades y su crítica autoritaria. En Francia, son
atacadas por los revolucionarios en tanto que instituciones opresivas. Las ciencias puras y
matemáticas, inicialmente consideradas como aristocráticas, son rehabilitadas por la
Revolución en el marco de una filosofía de la idea de Progreso. La Escuela Politécnica y
la Escuela Normal Superior, creadas en este contexto, forman un nuevo tipo de
Academia donde las elites de la nación se asocian a los científicos más brillantes para
realizar una alta formación profesional. Con las teorías de Lavoisier y de Laplace
(coincidencia perfecta de la teoría matemática y de los datos empíricos), los profesores
de ciencias disponen de un saber que tiene tanta autoridad como la gramática latina. No
hay, sin embargo, una formación para la investigación, que sigue en las Academias
(lugares de intercambio científico) y en los laboratorios privados.
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En Alemania, funcionarios y filósofos se alían para crear la nueva Universidad de
Berlín, concebida como una gran Academia, compuesta por sabios creativos, pero la
ciencia ocupa en ella tanto menos sitio cuanto que los filósofos piensan haber ya
unificado todo lo que merecía ser conocido en una filosofía de la naturaleza. Allí, no más
que en Francia, nadie parece preocuparse de organizar la investigación. Sin embargo, la
ambición de hacer de la Universidad de Berlín el centro de la vida intelectual alemana
(como consecuencia de la derrota política y militar debida a las invasiones napoleónicas)
incita a los otros Estados alemanes a reformar sus Universidades para formar los
profesores de los Gymnasium, dando la preeminencia a la Facultad de filosofía (que
comprende las letras y las ciencias) sobre otras facultades (teología, derecho y medicina).
Las Universidades comienzan entonces a competir por atraer a los mejores sabios
jóvenes que apenas encuentran otras salidas, dada su precaria situación económica. Los
seminarios que organizan las Universidades se convierten, junto a los laboratorios
concebidos como apoyos pedagógicos para la enseñanza (en fisiología y en farmacia), en
lugares de investigación y de ciencias experimentales consideradas indignas de la
Universidad. Hacia 1825, emerge así, de hecho, una red de laboratorios sin que haya
sido concebido para la investigación. A resultas de una nueva organización de la
investigación, los laboratorios en competencia acrecientan enormemente la productividad
científica, llegando a sobrepasar a Francia. Hacia 1860, las ciencias que se practican en
estos laboratorios comienzan a desarrollar aplicaciones prácticas en química, en medicina
y más tarde en electricidad. Este sistema de investigación universitaria es copiado en
Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. En distintos lugares, la investigación se acerca
de hecho a la enseñanza, en tanto que la ciencia es considerada de utilidad mientras que
sigue autónoma.
Hacia 1830-1840, el sistema de cátedras, en número limitado y monopolizado por los
profesores que las ocupan durante 30 o 40 años, impulsa a los jóvenes a crear nuevas
especialidades científicas, justificando así la creación de nuevas cátedras. Se asiste
entonces a una proliferación de disciplinas científicas.
Hasta ese momento la ciencia había conocido dos formas institucionales: 1) la de la
comunidad científica, homogénea, regida por las reglas y un control social interno,
autónomo y reconocido por la sociedad. Su modelo es el de la Academia de ciencias
como lugar de discusión científica y de reconocimiento por los pares. Su éxito se debe a
su capacidad para imponer una orientación cognitiva que excluye la metafísica. Por el
contrario, fue incapaz de producir de forma significativa la ciencia que ella preconizaba y
de reproducirse. Sin embargo es ésta la que recibe la mayor atención por parte de los
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primeros sociólogos de las ciencias. 2) La de los laboratorios universitarios en
competencia y asociados a la enseñanza, cuyo éxito se refuerza por el hecho de atraer a
los mejores estudiantes y por las aplicaciones prácticas que salen de ellos. Estos
laboratorios conforman un subsistema singularmente autónomo, que finalmente tendrá la
preferencia de los científicos del mundo entero. El mismo se traduce en un desarrollo
acelerado tanto en la investigación básica como en la aplicada. Los descubrimientos que
no corresponden a disciplinas reconocidas, o que no anuncian la creación de una nueva
disciplina, son ridiculizados y descartados del acceso a las cátedras universitarias. La
constitución de fronteras entre las disciplinas caracteriza este nuevo sistema de
laboratorios en competencia. Imitado en otros lugares, la concepción disciplinaria se
expande por todo el mundo, particularmente en la enseñanza universitaria.
Organización local de la producción de conocimientos/ evaluación transnacional
Esta concepción de la organización de la ciencia, mediante laboratorios, disciplinas y
teorías en competencia, se sustrae a la de la Academia, forma de autoridad superior que
evalúa los descubrimientos científicos a partir de criterios formales y generales. Las
Academias, sin embargo, pierden su influencia, con excepción de la Royal Society de
Londres y de la Academia de ciencias sueca (que instituye el Premio Nobel en 1901).
Son reemplazadas progresivamente por la circulación internacional de ideas
(publicaciones, congresos) y la búsqueda de reconocimiento por los científicos.
En el seno de las Universidades, Escuelas y laboratorios, la investigación y la
formación se despliegan de forma disciplinar, mientras que la evaluación y la atribución
de reconocimiento pasan por una multitud de dinámicas colectivas que movilizan normas
de evaluación próximas a las de las antiguas Academias: la perspectiva empírica
prevalece sobre el enganche a una teoría existente. La formulación de nuevos consensos
científicos no es monopolio de la Academia sino el resultado de la agregación y de la
confrontación de múltiples evaluaciones en el seno de revistas y de sociedades
científicas, lo cual favorece a las ciencias como actividad distinta y fuente de su propia
autoridad. Este hecho lleva a Ben-David (1997) a sugerir un modelo de análisis de la
dinámica de las ciencias que se funda en dos elementos: 1) la competencia en el seno
de un sistema académico descentralizado y competitivo. El sistema norteamericano sería,
desde este punto de vista, el que más desarrollase la profesionalidad del investigador. 2)
Los mecanismos transnacionales de evaluación, diferentes de la organización efectiva de
la investigación, atrapada en las contingencias locales y nacionales. Estos mecanismos de
evaluación independiente compensan el hecho de que la investigación, libre y no utilitaria,
dependa localmente de sistemas de autoridad singulares. Este modelo conduce a la
21
hipótesis de una independencia de la investigación científica respecto a los valores de
la sociedad.
Las regulaciones societales
Veamos ahora cómo la actividad científica se articula con las instancias políticas y
económicas a lo largo del siglo XX. Se trata de identificar algunas de las formas de
regulación societal de la actividad científica en la sociedad, de saber los mecanismos e
interacciones que aseguran el mantenimiento de un equilibrio o, por el contrario, que lo
perturban.
La «República de la ciencia»
En el paso del siglo XIX al XX, la ciencia se realiza en las universidades, pero también en
las empresas que se han dotado de laboratorios de investigación industrial. El papel del
científico dedicado a la investigación es reconocido. Los mecanismos de evaluación,
transnacionales, aseguran su relativa independencia frente a los regímenes políticos
locales. La ciencia se convierte en tema de orgullo nacional, y es animada por la
competición en busca del prestigio. La paternidad de los inventos y de las disciplinas se
reivindica para la nación. Lavoisier, por ejemplo, es movilizado para sellar al tiempo la
identidad de la disciplina y de la nación francesa: «la química es una ciencia francesa». El
Premio Nobel también se convierte en objeto de competencia entre países. Esta
búsqueda de una identidad colectiva nacional gracias a las ciencias se encuentra también
en otros países como Perú, en los años veinte, con la creación del instituto peruano de
biología andina (Cueto, 1987, 1994). La ideología nacionalista y el apoyo de la
Fundación Rockefeller conducen a sacar provecho de la situación del país y a emprender
programas de investigación originales (estudio del comportamiento de los seres humanos
que viven en zonas de gran altitud).
Simultáneamente a estos impulsos nacionalistas, se actualiza una tendencia al
internacionalismo. Los científicos adquirieron la costumbre de encontrarse en congresos
nacionales e internacionales (primer congreso de botánica en 1864, de ornitología en
1884, de fisiología en 1889, de química en 1894, de matemáticas en 1897). Se crean
sociedades internacionales (sismología en 1903, solar en 1904, astronomía en 1909,
geografía y geología en 1922, radioprotección en 1925).
Algunas naciones, como Alemania, ponen muchas esperanzas en las ciencias y las
tecnologías. Los investigadores son incorporados al servicio de los militares y del
desarrollo industrial. Thomas Edison crea Menlo Park en 1876; Höchst y Agfa
22
contratan a químicos desde 1875; Bayer dispone de una quincena en 1881; igualmente,
Kodak, Standard Oil, Du Point de Nemours, General Electric y Westinghouse reclutan a
numerosos investigadores en el cambio del siglo XIX al XX. En 1914 Francia crea la
Comisión superior de inventos de interés para la Defensa Nacional. Otros países
europeos y Estados Unidos instituyen comisiones equivalentes.
Sin embargo, después de la Primera Guerra Mundial las ciencias se sumergen en un
ambiente social de desilusión. Los alemanes, enfrentados a un fracaso militar brutal,
cuestionan la asociación que se había forjado entre ciencia, industria y poder de la
nación. Se acusa a los científicos de haber perdido la Nación, y las instituciones
científicas son amenazadas mientras sale a la luz un movimiento de retorno a los valores
románticos y espirituales. Por todas partes se quiebra la creencia en un progreso humano
continuo fundado en la ciencia. Se habla de una «moratoria sobre los inventos» (Barber
y Hirsh, 1962). Occidente atraviesa una depresión económica y los científicos conocen
un periodo de paro académico.
A pesar de la crisis, las naciones vuelven a investir a las ciencias. Son creadas nuevas
organizaciones: National Research Council (Estados Unidos) y el Consejo consultivo de
la investigación (Reino Unido) en 1915, Institut National de Recherche Agronomique
en 1921 (Francia); después, l’Office National de la Recherche Scientifique, industrielle
et des inventions en 1922. Numerosos científicos hacen todo lo posible para impulsar a
sus gobiernos a financiar la investigación. Progresivamente, los estados crean nuevas
instituciones científicas que son también instrumentos de política científica que
conceden medios para la investigación. La investigación industrial se vuelve una apuesta
económica a partir de los años treinta; el 52% de las empresas norteamericanas dicen
practicarla mientras emplean, para este fin, a 33.000 personas.
Sin embargo, en los años treinta, con el ascenso del nazismo, del fascismo, del
comunismo y de otros totalitarismos en el mundo, los científicos se interrogan a
propósito de sus relaciones con la sociedad; debaten sobre su responsabilidad social.
Algunos de ellos se comprometen en la preparación de una nueva guerra, mientras que
otros (judíos y militantes de izquierda, por una parte, disidentes comunistas por otra) son
perseguidos. Entre 1933 y 1938, 1.800 científicos alemanes son expulsados de la
universidad. Se organiza una ayuda mutua científica internacional, mientras que un
nuevo discurso defiende la idea de la ciencia como una empresa espiritual democrática y
autónoma, liberada de los intereses nacionalistas (tesis defendida por el sociólogo
Merton). En esta línea, debería ser protegida contra las presiones sociales a cambio de lo
cual la ciencia evitaría cualquier intervención en los asuntos políticos. La ciencia es
23
invitada a dar ejemplo como modelo democrático, a la vez que su autonomía se presenta
como una defensa de la democracia. El asunto, sin embargo, es debatido: los científicos
temen los peligros del aislamiento en una torre de marfil (actividad que ignora las
realidades de la sociedad).
Con la Segunda guerra mundial, en el ámbito internacional, los científicos de
izquierdas, liberales y conservadores se unen para ayudar a los gobiernos aliados para
hacer más eficaz su máquina militar en su objetivo de defender la libertad de las
naciones. Algunos científicos quieren mantener las manos limpias y crean la Sociedad
para la libertad de la ciencia. Quieren establecer una República de la ciencia a imagen
del Templo de Salomón imaginado por Bacon (Vessuri, 1997): una sociedad científica
ideal situada en una isla del Atlántico sur, alejada del rumor de las ciudades. Esa sociedad
no debería nada al mundo. Sería capaz de decidir aquellos resultados de las
investigaciones que merecen ser comunicados al público y a los Estados. Se crean,
asimismo, instituciones de investigación por todo el mundo siguiendo este espíritu, y
donde los científicos disponen de libertad de investigación. Por ejemplo, el Instituto
venezolano para la investigación científica (IVIC), creado en 1959 por el gobierno para
desarrollar la investigación básica y aplicada a diversos dominios, instalado en un medio
rural, lejos de la ciudad de Caracas, con costes importantes (construcción de una
infraestructura viaria, eléctrica e hidráulica tanto como de una administración al servicio
de la investigación). En la misma dirección, después de la Segunda Guerra Mundial, en
Estados Unidos, Vannevar Bush lucha por establecer fundaciones sólidas, con una
actividad de investigación guiada únicamente por la curiosidad.
Sin embargo, los científicos son también actores políticos, por ejemplo, cuando
boicotean un instituto de investigación de la UNESCO. Así, en 1974, tras la decisión de la
UNESCO de boicotear a Israel, un grupo internacional de físicos emprenden el boicot del
International Center for Theoretical Physics (ICTP), creado para reforzar las
colaboraciones entre físicos teóricos de países industrializados y los países del Tercer
mundo. Protestan contra la insubordinación de los países del Tercer mundo, expresada
en el seno de la UNESCO, frente a un aliado de Estados Unidos, atacando al ICTP sostenido
por la UNESCO (de Greiff, 2006). Este acontecimiento pone al mismo tiempo en evidencia
los límites de la neutralidad de los científicos frente a la política, y los límites de la
cooperación científica internacional.
Planificar la ciencia
En Francia, después de la Segunda Guerra Mundial, las elites toman conciencia de la
derrota y de su retraso científico y técnico en relación a los norteamericanos y británicos.
24
Para combatir este retraso crean nuevos organismos de investigación aplicada, como el
Comisariado por la energía atómica, en 1945. En la misma época, el gobierno argentino
crea una institución equivalente (Comisión Nacional de Energía Atómica, CNEA), e instala
sus laboratorios en Bariloche, lejos de la capital. Empresarios científicos como Louis
Néel de Grenoble, Marcel Roche en Venezuela o José Antonio Balseiro de Bariloche,
científicos apasionados, fascinados por la tecnología, sin pretensiones políticas
particulares, construyen imperios, mientras sus innovaciones organizacionales locales
sirven de modelo para las instituciones de investigación. Otros, más planificadores,
promueven la elaboración de un plan nacional de investigación y desarrollo (I+D), con
definición de temas, objetivos y prioridades. Organizan las competencias, subvencionan
las investigaciones y establecen las relaciones entre laboratorios. Otro sector portador de
una lógica de independencia y de orgullo nacional intenta organizar prestigiosos
complejos científicos e industriales en los que, con una lógica industrial, se vinculan al
desarrollo de una carrera industrial, por ejemplo, la electrónica en Francia. La
organización de la investigación es objeto de debates políticos mientras que le son
consagrados importantes medios. La noción de planificación de la ciencia difiere de un
país a otro. En Estados Unidos se corresponde con la movilización de la comunidad
científica alrededor de grandes objetivos, coordinando y encuadrando los esfuerzos; en
Francia, se trata sobre todo de una gestión centralizada de los medios.
En adelante, las ciencias son consideradas como fuentes estratégicas para la industria
y para la independencia de las naciones. Estados Unidos aumenta sus esfuerzos
científicos (la parte del PNB consagrado a la investigación pasa de 0,3% en 1940 al 3% en
1965, es decir, se multiplica por siete el gasto de I+D y por 200 los gastos federales).
Necesitadas de grandes medios, las ciencias dependen cada vez más del apoyo que le
concede la sociedad. La política científica se convierte en objeto de debate,
especialmente aquel que opone, en los años treinta, al cristalógrafo marxista John D.
Bernal (1959) y al sociólogo Polanyi. Para Bernal se trata de organizar y planificar el
marco de trabajo de los investigadores para favorecer la creatividad. Para Michel Polanyi
(1958), al contrario, hay que dejar hacer al investigador puesto que la investigación
básica no puede ser guiada —la emergencia de un ámbito es el fruto de iniciativas
individuales que hayan hecho sus méritos— y conviene confiar en los mecanismos
informales de la comunidad científica.
La fuerte ayuda pública a la investigación entierra el debate hasta los años sesenta; el
punto de vista de Bernal se impone. La cuestión no es saber si el estado debe o no
planificar la ciencia sino cómo hacerlo: identificación de temas originales con vistas a
25
producciones tangibles (láser, maser…). Los expertos de la OCDE recalcan los conceptos
de «retraso tecnológico» y «ratio de gastos de investigación sobre el PNB». Definen un
vocabulario y los indicadores (Manual de Frascati, Manual de Oslo) para comparar los
«esfuerzos en investigación» de las naciones. De la misma forma, con el apoyo del
Programa Iberoamericano de indicadores de ciencia y tecnología (CYTED), la UNESCO y el
Organismo de Estados Americano (OEA) organizan, en 1995, una red iberoamericana de
indicadores de ciencia y tecnología (RICYT) que desemboca especialmente en la
elaboración del Manual de Bogotá y la creación de observatorios de ciencias y técnicas
(Brisolla et al., 1996).
No obstante lo anterior, el crecimiento del sistema de investigación desde los años
cincuenta se ralentiza, mientras que las enormes inversiones concedidas para los
programas tecnológicos son discutidas, tanto en lo que se refiere a su pertinencia (energía
atómica, ingeniería genética) como a su eficacia. Los rendimientos de la investigación no
parecen proporcionales a las inversiones.
El crecimiento de las ciencias, por otra parte, es tal que nadie es capaz de abarcarlo en
su totalidad. El historiador Derek de Solla Price (1963) señala que los científicos han
pasado de 50.000 a finales del siglo XIX a más de un millón. El número de revistas se
dispara: de un centenar en 1830 a muchas decenas de miles. El mundo de la ciencia
parece cada vez más fragmentado.
En el mismo periodo se asiste al aumento de los programas de cooperación científica
internacional. La ciencia se convierte en Big Science con sus «maquinarias pesadas»
como los aceleradores de partículas en física, gestionados por organismos
internacionales. El CERN, Centro Europeo de Investigación en Física Nuclear, de Ginebra,
emplea a 3000 personas de las cuales 300 son físicos; su presupuesto (500 millones de
euros en 2000) es financiado por veinte países. En el nivel europeo, se aplica una lógica
de integración, que pasa por la creación de grandes equipamientos y grandes
laboratorios como el CERN. Se desarrolla también con la creación de grandes programas
internacionales: programa marco europeo, cooperación internacional sobre la Antártida,
proyecto «Genoma humano». Las redes de cooperación científica se multiplican (Vinck,
1992) para abordar problemas que los laboratorios, a menudo demasiado pequeños, no
pueden resolver solos. Los programas de cooperación internacional se desarrollan
también en los países del Sur. Ellos no habían demostrado mucho interés por cooperar
entre ellos, de tal modo que permanecía la tendencia al mantenimiento de los lazos
establecidos durante el periodo de colonización —lo cual conduce a una relación Norte-
Sur— (Narváez, 1992).3 Pero inspirados en la experiencia exitosa de la Unión Europea,
26
comenzaron una reorganización geopolítica con la construcción del Mercado Común del
Sur (MERCOSUR) en 1991 entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Como
consecuencia, se desarrollaron redes de cooperación CyT en la región. A finales del siglo
XX en Europa, los políticos reagruparon sus instituciones constituyendo polos de
competencias científicas y técnicas y redes de cooperación entre laboratorios, públicos
y privados, a menudo dependientes de especialidades complementarias.
La organización del trabajo científico sufre una profunda mutación. La ciencia es,
menos que nunca, obra de investigadores aislados. La parte de artículos firmados por una
sola persona se reduce a la mitad entre 1920 y 1950, mientras que el número de trabajos
co-firmados por al menos cuatro investigadores no cesa de aumentar. Algunos de ellos
están rubricados por «colaboraciones» de varios cientos de autores. La ciencia es, cada
vez más, un asunto de organización internacional.
La noción misma de política científica cambia. De la idea de planificación se pasa a las
cuestiones del desarrollo, renovación y evaluación del potencial científico y de la
infraestructura de investigación. En este contexto, el «investigador de base» no es
solamente aquel que domina un saber y sigue la correcta metodología científica. No es ya
el sabio que reivindica una autonomía individual. El investigador moderno trabaja en
equipo, en el seno de un laboratorio y en redes, en proyectos que aprende a organizar y a
gestionar.
Pluralidad de los sistemas universitarios nacionales
Las formas institucionales y organizacionales de la investigación varían de un país a otro,
particularmente en términos de equilibrio entre investigación y enseñanza, o entre
formación general de alto nivel y especialización.
En Francia, con la Revolución se instaura una diferenciación entre dos tipos de
instituciones: por una parte las universidades y las grandes escuelas (Escuela Politécnica,
Escuela Normal Superior), y, por otra, los centros de trabajo intelectual (Colegio de
Francia, Museo de Historia natural). El sistema está fuertemente centralizado y las
universidades quedan relegadas. Desde 1875, los gobiernos conceden márgenes de
maniobra a las iniciativas locales y privadas; las grandes ciudades entran en competencia
para la creación de nuevas cátedras financiadas localmente. Las facultades de ciencias
crean institutos técnicos que diferencian progresivamente a las ciudades en función de
alianzas con las industrias locales. Fuera de la universidad, la Escuela Politécnica forma a
ingenieros altos funcionarios, con saber enciclopédico, encargados de la planificación y la
dirección de los grandes trabajos públicos y militares. Para responder a las necesidades
de la industria serán creadas otras escuelas de ingenieros, pero sus titulados se vuelven,
27
como los politécnicos, hacia las prestigiosas posiciones del Estado, y en ocasiones
abandonan el mundo industrial. El paisaje se completa con los Institutos Politécnicos
inaugurados por las facultades de ciencias para formar ingenieros en nuevas tecnologías.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el Estado centraliza y racionaliza mientras crea
grandes organismos de investigación fuera de las universidades. Las tradiciones
conservadoras de los círculos universitarios parisinos predominan, mientras que lejos de
París se desarrollan las ciencias aplicadas en la formación de ingenieros y en unión con la
industria local.
En Alemania, la creación de disciplinas se ralentiza a comienzos del siglo XX y el sistema
universitario se convierte en una estructura fijada. Los titulares universitarios protegen su
institución contra el riesgo de invasión de las materias prácticas en una sociedad que
espera de ella que forme a sus elites de funcionarios y enseñantes. En este contexto, se
crean Institutos considerados como anexos, que facilitan la práctica investigadora para los
profesores. Las ingenierías, excluidas de la universidad, son reconocidas en
establecimientos separados donde se desarrollan hasta que una intervención directa del
Estado los constituye en universidades tecnológicas.
En Gran Bretaña, la universidad británica articula una tradición de universidades de
provincia, creadas por las clases medias de las ciudades para formar profesionales y
realizar una investigación que responda a las necesidades locales, sin imitación nacional;
y las grandes universidades de Oxford y de Cambridge se ocupan en exclusiva de la
formación de la nobleza y los religiosos (creatividad literaria, científica o política, sin
necesidad profesional inmediata. Eventualmente, adquieren con posterioridad las
competencias profesionales necesarias en escuelas especializadas). La flexibilidad del
sistema permite integrar una gran variedad de formaciones profesionales (tanto de
ingenieros como de escritores), sin pasar por el reconocimiento formal de nuevos
dominios que quedan eventualmente marginados, como las ingenierías con el Imperial
College, la medicina con la University College de Londres, o la selección de estudiantes
venidos de medios sociales diversos, desde las provincias y las colonias.
En Estados Unidos las universidades proceden de la tradición británica, pero sin
embargo, la movilidad entre las personas, incluso entre individuos de diferentes clases
sociales, era mucho mayor. En el siglo XIX proliferan los colegios, muchos de ellos
religiosos, y los establecimientos de formación profesionales entre los que ninguno
constituye un modelo. La investigación es marginal. A partir de 1860 se crean
establecimientos profesionales (especialmente el MIT), y universidades (entre otras la
28
John Hopkins University, de base científica) mientras que otros son reformados
(Harvard). Las universidades compiten para responder a la demanda social. El modelo
creado por la universidad John Hopkins (universidad de investigación) será continuado
por Harvard. La competencia, la imitación y la diferenciación influyen en el desarrollo de
las formaciones profesionales, la introducción de las humanidades y las ciencias sociales
o de las actividades deportivas y artísticas. Tienden a especializarse y a parecerse a
empresas que operan sobre los nichos de mercado. El estatuto de los profesores, algunos
de los cuales son temporales, diferencia a los investigadores que apenas imparten
docencia, los profesores reputados, los profesionales que enseñan su arte y los
administradores especializados. Esta organización es a la vez flexible y frágil por ser muy
dependiente de la demanda social.
En España, las primeras universidades se establecen en el siglo XIII por iniciativa y
apoyos regios en Palencia, Salamanca, Valladolid y Lérida. Durante el siglo XV, el
Pontífice se vuelve la instancia de referencia y refuerza su influencia sobre las
universidades hasta que los Reyes Católicos retoman el control monárquico. Esas
universidades se orientan hacia las necesidades burocráticas de la Iglesia y la
administración real, con un predominio de la corporación de alumnos de derecho, al
contrario de la universidad parisinas, en las cuales predomina la corporación de
profesores y el prestigio de las artes liberales y los estudios teológicos. Con los Reyes
Católicos, las universidades ibéricas se vuelven viveros de profesionales para la
administración y la política en los territorios hispanos de Europa y en las Indias, a la vez
que en bastiones del catolicismo (en un contexto de conflictos religiosos). Se multiplican
también los centros de estudios, patrocinados por los prelados o la aristocracia. En el
siglo XVII llega a haber 50 universidades, pero a finales del siglo XVI muchas de ellas
desaparecen, en parte por la penuria económica. En el siglo XVIII, se uniforman los
planes de estudios bajo el control estatal y se suceden reformas liberales y restauraciones
absolutistas. Durante el siglo XIX, se impone una política educativa centralizada, con un
profesorado funcionarial. Por último, en el siglo XX, con la dictadura, las universidades se
vuelven un instrumento al servicio del poder vinculadas al régimen franquista y al
nacional-catolicismo, pero con las transformaciones sociales de los años sesenta
adquieren una mayor autonomía en materias de docencia e investigación (Ley Villar
Palasí en 1970) y se crean nuevas universidades, entre otras, las Universidades
Politécnicas. En 1983, la nueva Ley amplía su autonomía, además del proceso de
descentralización estatal hacia las Comunidades Autónomas. La influencia de las
universidades clásicas castellanas (Valladolid, Salamanca) sigue vigente, al mismo tiempo
29
que se imponen Madrid y Barcelona y que algunas universidades privadas se organizan
por conglomerados. Con la integración en la comunidad europea, se organiza una
reestructuración de las carreras con especialidades de ciclo corto mientras que la
investigación, siempre en las universidades, recibe impulso para superar la crisis
económica que sufrió el país debido al régimen de Franco (Sanz Menéndez, 1996, 1997).
Se desarrollan también políticas de investigación y de la tecnología inspiradas por las
agendas de las organizaciones internacionales como la UNESCO, la OCDE o la Comisión de
las Comunidades Europeas y los modelos lineales del desarrollo económico a partir de las
ciencias, y se construye un sistema de la investigación y desarrollo (I+D) pero sin
integración del sistema público y del sistema del negocio para sostener la innovación.
Latinoamérica
La cultura maya desarrolló un conocimiento avanzado, pero ninguna institución educativa
asimilable a la Universidad. Al contrario de las Universidades europeas de la Edad Media,
que surgen en la continuación del conocimiento heredado de la antigüedad (Platón y
Aristóteles), las Universidades latinoamericanas son instituciones exógenas de los
conquistadores. Los modelos universitarios de la región fueron transferidos desde Europa
desde el periodo de colonización. Orlando Albornoz (1993) destaca la heterogeneidad de
esos modelos. A la región se transfieren los modelos de educación superior de acuerdo
con las líneas de colonización y sus varios poderes: españoles, portugueses, franceses,
holandeses, y luego los modelos neo-coloniales de Europa, de Norteamérica y de la
Unión soviética (en Cuba). Esos modelos coexisten hasta hoy en día. En Brasil, la
situación fue muy diferente porque Portugal había prohibido la creación de universidades
y el uso de la imprenta fuera de la metrópoli hasta el traslado de la corona portuguesa, a
causa de la ocupación de la metrópoli por Napoleón. Si la primera universidad de
Latinoamérica fue la de Lima en 1551, en Brasil, sin embargo, no se crearon hasta el
siglo XIX.
Pero la transferencia de los modelos no sólo fue una réplica. De México hasta
Argentina, hubo procesos profundos de mestizaje por los individuos que tenían que
adaptarse a la región y al poder metropolitano. En la parte hispano-portuguesa, la
universidad tuvo una función religiosa y política, pero no tenía que educar a los
tecnócratas, solamente a los líderes político-religiosos. Además, el modelo de colegiouniversidad
no tiene un patrocinio privado de suficiente garantía y estabilidad económica.
Las universidades evolucionan con respecto a los intereses de clerecías locales y de la
administración colonial.
En consecuencia, en Latinoamérica las universidades forman un conjunto muy
30
heterogéneo. Sus recursos, procesos académicos y administrativos, la organización de su
autoridad y de su gerencia, los profesores, los estudiantes (quién ingresa y bajo qué
condiciones: edad, requisitos) y los egresados son muy diferentes de una universidad a
otra. Además, el incremento de la demanda durante el siglo XX favoreció la expansión de
instituciones privadas. Se encuentra ahora con universidades financiadas por el sector
privado, sector éste, más o menos relevante, que acuerda con cada país (0 % en Cuba,
más de 50% en todos los otros países, hasta más de 90% en Costa Rica, El Salvador y
Guatemala), pero siempre sumamente heterogéneo. Después de 2000, el 66 % de las
universidades son privadas (Fernández y Fernández, 2007). Sin embargo, la mayoría de
los estudiantes (64%) se matriculan en las universidades públicas, pero con fuerte
variaciones de un país a otro. Con relación a los países de la OCDE, hay una tendencia en
los países latinoamericanos hacia la privatización. En los países del OCDE, el estado
invierte sobre todo en las universidades públicas (1,1% del PIB contra 0,3% en lo
privado), en los países latinoamericanos, el apoyo del Estado es más equilibrado entre los
dos sectores (0,7% del PIB en lo público, contra 0,5% en lo privado).
Aunque los sistemas universitarios nacionales también se han visto afectados por
procesos y situaciones similares como la crisis económica de los años 1980 y el
incremento de la demanda y que esto llega a que adopten estrategias similares, las
diferencias se quedan grandes de un país al otro. Fernández y Fernández (2007)
distinguen cinco grupos:
• Sistemas universitarios de gran tamaño: son tres países (Argentina, Brasil y
México) caracterizados por su elevado número de estudiantes y una plantilla
docente adecuada para atender a la demanda.
• Sistemas universitarios con escasa capacidad financiera y elevada prioridad
pública: así, en Bolivia y Nicaragua se asignan un elevado porcentaje del gasto
público educativo al sistema terciario (32%). Bolivia se encuentra entre los países
«más esforzados, peores resultados». No es así para Nicaragua, gracias a su
esfuerzo financiero.
• Sistemas universitarios con un alto grado de privatización: este grupo cuenta con
Chile, Colombia, El Salvador, Paraguay y Perú.
• Sistemas universitarios masificados y de pequeño tamaño: en este grupo se
encuentran Costa Rica y República Dominicana, que concentran una baja
matrícula en el nivel superior con una reducida plantilla docente y un número
31
elevado de alumnos por docente. Sus gobiernos parecen otorgar una baja prioridad
a la educación superior.
• Sistemas universitarios poco masificados y de pequeño tamaño: conforman este
grupo Cuba, Panamá y Uruguay. El pequeño volumen de alumnos y el esfuerzo
financiero público explica que superen la media regional.
De su lado, la institucionalización de la investigación científica en Latinoamérica tiene
características particulares, estrechamente ligadas a las estructuras de la sociedad del
momento. Simon Schwartzman (1979), en una perspectiva próxima a la de Ben-David,
lo muestra en el caso de la comunidad científica brasileña de la que ha reconstituido la
emergencia y el desarrollo desde la herencia portuguesa en el siglo XVIII y XIX hasta la
institucionalización de la investigación en el país.
En los países latinos, la puesta en marcha de la institucionalización de la investigación
científica empieza en los años treinta con el establecimiento de grupos académicos
aislados. Este proceso tuvo un desarrollo temprano principalmente en Argentina, Brasil y
México. Destacaron grupos de investigación con capacidad para afrontar los retos del
momento en la investigación internacional. El historiador peruano Cueto (1989) lo
denominó «excelencia en la periferia». Así, Bernardo Houssay tuvo el primer premio
Nobel científico de Latinoamérica, en 1947, gracias a sus investigaciones fisiológicas en
su universidad pública. En esa época, el modo dominante de la investigación era de tipo
artesanal, y la excelencia de su trabajo se refería a este modelo dominante de la
investigación internacional. El segundo premio Nobel, Federico Leloir, trabajaba también
en la universidad pública, pero para contar con un laboratorio adecuado, ya que el modo
dominante no era tan artesanal, debió ampararse en los recursos de una fundación
privada. El tercer premio Nobel, César Milstein, en biología molecular, debió migrar a
Inglaterra a causa de una crisis política nacional. De este modo, la investigación se
desarrolla en Latinoamérica con relación a los modelos dominantes a nivel internacional,
dependiendo a menudo de sus criterios de calidad, desafíos científicos, orientaciones,
formas de organización y recursos. A partir de los años cincuenta, organismos
internacionales como la UNESCO y la OEA traspasaron las experiencias europeas para
disminuir la brecha de ciencia y tecnología con EEUU. Introdujeron políticas de ciencia y
tecnología en Latinoamérica (reunión de Presidentes latinoamericanos en Punta del Este,
en 1967) que llevó a un proceso de institucionalización de la investigación (con
planificación de la ciencia, creación de consejos nacionales de Ciencia y Técnica,
32
profesionalización de las actividades científicas, confección de diagnósticos e
instrumentos de gestión, desarrollo de prácticas de evaluación y difusión de resultados) y
a la fijación de prioridades tecnológicas. Esas actividades se llevaron a cabo sobre la base
del esfuerzo casi exclusivo del Estado y de las universidades públicas. Se desarrolla la
ciencia académica, basada en universidades que participan en la comunidad científica
internacional. Por otra parte, se desarrolla también una actividad tecnológica, basada en
organismos sectoriales, con planificación estatal, destinada a la resolución de problemas
de la sociedad y a la transferencia del conocimiento y de las tecnologías al sector
productivo y de defensa. El despliegue de la ciencia está sustentado en personalidades
científicas que mezclan lo académico y lo político-administrativo: Jorge Sábato, Amilcar
Herrera, Oscar Varsavsky, Francisco Sagasti o Marchel Roche, entre otros. Esos
investigadores desarrollan, a su vez, un pensamiento latinoamericano sobre el desarrollo
científico y tecnológico; emplean conceptos de la Comisión Económica para
Latinoamérica (CEPAL) y de la teoría de la dependencia. Con la CEPAL, se preocuparon de
analizar la inserción internacional de la región en términos de relaciones de dependencia
periférica de un centro y vulnerabilidad de la región.
El caso de la ciencia periférica
El análisis de las condiciones de desarrollo científico en un contexto periférico constituye
un tema importante de la sociología de la ciencia en Latinoamérica. Hebe Vessuri, con su
libro Ciencia periférica (Díaz, Texera y Vessuri, 1983, Vessuri, 2007) es una de las
primeras investigadores en haber conceptualizado el problema. Subraya la influencia del
contexto sociocultural en la ciencia a tres niveles: 1) los conceptos, 2) los temas de
investigación y 3) las instituciones. Su análisis no se limita pues a las condiciones
societales, institucionales y organizacionales que hacen posible el desarrollo de una
actividad científica; se propone igualmente dar cuenta de la influencia que todo ello
puede tener sobre los contenidos de las orientaciones y de las prácticas científicas.
Igualmente, el historiador de la ciencia Marcos Cueto (1989) habla de excelencia en la
periferia. Analiza así el desarrollo de las investigaciones en psicología y en ciencias
biomédicas en Latinoamérica financiadas por la fundación Rockefeller. Muestra cómo los
investigadores locales desarrollan estrategias de logro científico, desde la periferia,
inscribiéndose en las prioridades de los programas reconocidos internacionalmente.
Analiza las condiciones que un investigador latino debe satisfacer para alcanzar un
reconocimiento internacional trabajando en su país. Se centra principalmente en el
recorrido de investigadores, como el argentino Bernardo Houssay, el brasileño Oswaldo
Cruz o el instituto de estudios de Altura en Perú. Cueto muestra que las ciencias de los
33
países subdesarrollados no están necesariamente al margen de los movimientos
científicos internacionales sino que se desarrollan según reglas propias.
Pablo Kreimer (1997, 1999) propuso otras categorías de análisis centrándose en el
estudio de la constitución de tradiciones científicas en contextos periféricos. Su estudio
toma en cuenta los contextos locales tanto como la estructura de las relaciones
internacionales, las migraciones científicas y la naturaleza de los intercambios entre
investigadores de países centrales y periféricos. Propone el concepto de integración
subordinada para calificar la forma de división internacional del trabajo que observa, en
la que los investigadores más prestigiosos y técnicamente más capaces están localizados
en los países periféricos y trabajan en los segmentos más rutinarios de la actividad de
investigación, mientras que el trabajo conceptual sigue siendo el privilegio de un puñado
de laboratorios centrales. La investigación periférica está así «integrada» en el plano
internacional, al mismo tiempo que se limita a la ciencia hypernormal.4
La cuestión de la periferia no se limita a los países del tercer-mundo. En Europa,
algunos países también se viven como pequeños o parte de la periferia, tal como analiza
Santesmases (1997) para el caso de la bioquímica en España.
Durante los años ochenta, la disminución de las funciones reguladoras y productivas
del Estado y la apertura de las economías a la competitividad internacional tuvieron
impacto sobre el financiamiento estatal de la investigación y sobre las orientaciones. La
investigación científica se justifica cada vez más en las expectativas de su aplicación, lo
que refuerza el liderazgo de los países donde se encuentra una estrecha relación entre
empresas y centros de investigación. La investigación académica latinoamericana parece
así periférica en cuanto a su posición dentro de la comunidad científica internacional y a
su capacidad de integrarse en el proceso de innovación (Albornoz et al., 1996). A tenor
de lo expuesto por Suárez et al. (1974), la ciencia latinoamericana es una ciencia
endogenerada pero exodirigida.
La organización de las actividades científicas y tecnológicas conoce unos éxitos
parciales, como los avances en biotecnología de Argentina, Brasil y México y la industria
aeronáutica brasileña. Sin embargo, no representan la generalidad. Según Arellano:
«Esta región carece de programas a largo plazo, de agendas y de prioridades explícitas. Cuando existen, se
concentran en programas especiales de contingencia dirigidos a la prevención de catástrofes y a la solución de
emergencias sociales. Asociadas a las crisis económicas de la región, numerosos proyectos responden a
situaciones puntuales en las áreas de salud, nutrición y vivienda. […] En su mayor parte, los programas de
ciencia y tecnología nacionales son textos de referencia gubernamental pero sin la voluntad política, los
recursos financieros, ni los incentivos que los conviertan» (Arellano, 2005).
Durante las últimas décadas,5 el Estado diluyó su acción, al mismo tiempo que otros
34
actores (empresas de alta tecnología, organismos paraestatales, redes de cooperación
científica a nivel internacional, etc.) adquieren papeles protagónicos. La acción
gubernamental abandona los planteamientos en términos de proyectos nacionales o
regionales y pasa a una preocupación gerencial en términos de mejoramiento de la
competitividad y de la productividad, a la vez que comienza a pensar en términos de
desarrollo económico y social.
Espacios de investigación, enseñanza e innovación
La articulación de las ciencias con la sociedad conoce muchas transformaciones. Este fue
especialmente el caso del sistema europeo en el curso de los últimos treinta años.
El espacio europeo de investigación y enseñanza
Desde la crisis del petróleo de 1973 y la construcción de la Comunidad Europea, las
intervenciones públicas en materia de investigación cambian hacia el desarrollo de una
«ciencia útil». Algunos de los programas nacionales y europeos de investigación fueron
creados para «incitar» a los investigadores a reorientar sus trabajos hacia problemas que
se plantean a la sociedad: investigación en energías alternativas, protección del medio
ambiente, apoyo a la dinámica económica y a la creación de empleo. Desde los años
noventa, el problema ya no es solamente orientar hacia tal o cual desarrollo, sino también
encontrar los caminos de una gobernanza global de las ciencias, del dinamismo técnicoeconómico
y de la mejora de las realizaciones del sistema de investigación y enseñanza
superior. Se trata de desarrollar sinergias y cooperación, la transversalidad y las redes,
así como los centros de excelencia y los polos de investigación o polos de competencia.
La investigación común en Europa está marcada por el establecimiento y la
renegociación de una serie de Tratados, de naturaleza política, cuya influencia se hace
sentir sobre la investigación. Por ejemplo, la preocupación de diferentes países miembros
por una compensación justa se traduce en una restricción de las ambiciones y por una
dispersión de la acción, ella misma denunciada y contrarrestada por políticas más
voluntaristas.
50 años de construcción de un espacio de investigación europeo
1952: Tratado sobre el carbón y el acero (CECA) y sobre el átomo (EURATOM). Este
último es concebido como una base común de desarrollo. Su historia marca
fuertemente la investigación comunitaria.
1957: Firma del Tratado de Roma, que no incluye ninguna mención a la
35
investigación.
1974: Primeras acciones comunitarias de investigación.
1983: Primer programa I+D.
1986: Firma del acta única que contiene un capítulo dedicado a la investigación.
1993: Tratado de Maastricht que amplía la esfera de intervención de la Unión
Europea en materia de investigación.
1994: 4º Programa marco (PCRD) que corresponde a una estabilización de los
compromisos comunitarias en investigación de 3 mil millones de euros al año
aproximadamente.
1997: Tratado de Ámsterdam con una simplificación de procedimientos para la
investigación.
2000: Declaración de Lisboa a efectos de un espacio europeo de la investigación.
El espacio europeo de la investigación toma, en los años sesenta, la forma de centros
comunes de investigación (CCR), por ejemplo, el EURATOM; pero esos centros atravesarán
una serie de crisis; sus misiones serán redefinidas hasta que, finalmente, no ocupen más
que un lugar marginal. Si bien el trabajo que había sido emprendido concluye en
resultados importantes, los esfuerzos de los países miembros no forman un conjunto
coherente. Desde 1974, la preocupación es construir un «espacio europeo de
investigación», a través de la coordinación de las políticas nacionales mediante un comité
(CREST), que a su vez agrupa a los directores de las administraciones nacionales, creando
la Fundación Europea de la Ciencia; mediante la realización de estudios prospectivos para
preparar las políticas europeas y uniendo todas las acciones de I+D en un programa
marco. Gracias al Tratado de Roma, la Comisión de la Comunidad Europea lanza un
primer programa-marco que moviliza equipos de investigación en los diferentes países en
lugar de apoyarse en los CCR. Los debates tratan sobre los actores de la investigación a
movilizar (lugar de las industrias, las PYMES, los individuos versus pequeños equipos o
grandes consorcios) y en los procedimientos a poner en marcha para la selección de
proyectos, la evaluación de programas, la implicación de países, los programas
plurianuales temáticos, pasando por los proyectos de costes compartidos, redes temáticas
y demostraciones (primeras realizaciones experimentales que implican a los futuros
usuarios).
La orientación temática de la acción comunitaria se ha transformado con el paso del
tiempo. Con la crisis de la energía de 1973, la Comisión lanza un programa de
36
investigación sobre las energías no nucleares motivado en la preocupación por la
seguridad de abastecimiento. Con el mismo espíritu, se establecen programas de
investigación sobre materiales, el medio ambiente, la salud y las condiciones de trabajo.
El compromiso de las industrias se limita al proceso de armonización de las normas
técnicas. La acción de la EURATOM se reorienta según dos ejes: la seguridad nuclear y la
fusión (con un gran instrumento de investigación comunitaria, el Tokamak (Joint
European Torus) instalado en Gran Bretaña. Con la crisis económica de los años setenta
y ochenta, los programas europeos toman una orientación más industrial en favor de las
tecnologías de la información y de la comunicación, y el lanzamiento del programa
ESPRIT en 1983, en cuya preparación los «campeones nacionales» (industriales)
contribuyen ampliamente. Estos programas tienen por objetivo «reforzar las bases
científicas y tecnológicas de la industria europea y favorecer el desarrollo de su
competitividad». La aspiración económica es inscrita a continuación en el Tratado de
Maastricht; ya no se trata de acompañar las políticas públicas sino de sostener la
investigación industrial. Los nuevos programas se orientan hacia los materiales, las
tecnologías de la comunicación, las tecnologías industriales y las biotecnologías. La
experiencia concluyente conduce a la elaboración de nuevos programas marco
preparados por consultores científicos (Asamblea europea de la ciencia y la técnica) e
industriales (Consejo consultivo de I+D industrial) además del parlamento europeo. Estos
programas europeos están desconectados de las políticas industriales nacionales. No se
trata de sostener tal o cual industria dado que los programas se limitan a lo
«precompetitivo» (la investigación hace que algunas empresas competidoras acepten ir
juntas). El apoyo a las políticas industriales pasa por otro dispositivo (EUREKA) y acuerdos
intergubernamentales.
Durante los años noventa, la preocupación por el medio ambiente, la salud, la
seguridad alimentaria y la competitividad ganan en importancia. Las preocupaciones
industriales se mantienen alrededor del 60% del presupuesto. Los programas marco se
estructuran en adelante alrededor de algunas acciones de gran envergadura (sobre
cuestiones sociales) que implican el conjunto de competencias públicas y privadas, en
investigación, y los actores concernidos (industrias, hospitales, colectividades territoriales,
gestoras de infraestructura y de servicio público), incluido los futuros operadores. Las
aplicaciones se trasladan de las clásicas innovaciones industriales de producto y de
procedimientos a implicar cada vez más las innovaciones de servicio: telemedicina,
comercio electrónico.
Por otra parte, los sistemas nacionales de enseñanza están implicados, desde los
37
acuerdos de Bolonia y Praga, en un vasto proceso de armonización, mientras que la
Comisión de la Unión Europea se esfuerza en crear un espacio europeo de la
investigación reduciendo la dispersión de estructuras científicas nacionales y
encauzando la fuga de cerebros, todo ello para favorecer la movilidad de investigadores.
La apuesta es doble: la globalización de la economía y la emergencia de una nueva
sociedad del conocimiento. El objetivo definido en Lisboa (marzo de 2000) es que cada
Estado miembro debe consagrar, en 2010, el 3% de su PIB a la investigación, de los que
2/3 debe ser financiados por el sector privado. Se trata de favorecer una mejor
imbricación de la investigación pública y del desarrollo industrial de cara a la
concurrencia internacional. Los conocimientos científicos son recursos competitivos, un
bien económico y un factor de crecimiento. La investigación básica no es cuestionada —
la producción europea sobrepasa la de Estados Unidos—, sino que el asunto es el lugar y
el papel que conviene concederle, desde la constatación del problema de la capacidad de
transformar esta base de conocimientos fundamentales en innovaciones.
Se crean nuevas organizaciones (por ejemplo, la Agencia Nacional de la Investigación)
y se crean algunos mecanismos de contractualización y pilotaje. En Alemania, las
instituciones científicas mantienen una gran autonomía a pesar del poder de su Ministerio
de la Investigación. En Suiza y los Países Bajos, las políticas de investigación son
largamente negociadas entre los representantes de los intereses económicos, científicos y
sociales.
Las instituciones de investigación (institutos de investigación y universidades) se
embarcan así en una ola de refundación social mientras se refuerza la puesta en red de
los programas nacionales y los investigadores. Con los proyectos integrados, la
resolución de un problema es delegado a un consorcio, mientras que las redes de
excelencia contrarrestan la fragmentación de los ámbitos emergentes y aceleran el ritmo
de producción de nuevos conocimientos. Algunos consideran, sin embargo, que todo eso
es aún insuficiente: los medios financieros siguen siendo marginales en el conjunto del
presupuesto europeo.
Algunos espacios latinoamericanos de investigación y enseñanza
Desde los años ochenta, las cooperaciones bilaterales y multilaterales se desarrollan entre
países latinoamericanos6 destinados a favorecer los intercambios científicos y
tecnológicos. Tal es el caso, por ejemplo, del Programa de Integración y Cooperación
Argentina-Brasil (PICAB), que se concreta en una serie de protocolos referidos
particularmente, a la cooperación científica y tecnológica, la energía nuclear, la
aeronáutica, las biotecnologías y la informática. Condujo, particularmente, a la creación
38
de un Centro Argentino-Brasileño de Biotecnología (CABBIO) en 1986 que suponía
asegurar la formación de técnicos e investigadores, desarrollar proyectos conjuntos, hacer
circular personal científico y organizar seminarios. En el marco de las Escuelas
Argentino-Brasileñas de Informática (EBAI), 500 estudiantes de cada país reciben algunas
becas para formarse. Tales cooperaciones entre naciones tienen efectos en materia de
producción científica: las coediciones entre varios autores entre Argentina y Brasil
representan en adelante el 50% de las coediciones de este país con otros países
latinoamericanos. No obstante, las coediciones con Europa o Estados unidos siguen
siendo más importantes (20-30%) que con otros países del continente (4%).
Otros espacios de cooperación científica de este tipo se desarrollan igualmente sobre
una base multilateral: Unión de Universidades de Latinoamérica (UDAL), Organización
Universitaria Interamericana (OUI), Asociación de Universidades Grupo Montevideo
(AUGM), Consorcio de Instituciones de Latinoamérica de Postgrado e Investigación
(CILPI), etc.
Los sistemas nacionales de innovación
Más allá de la actividad científica, los análisis y los actores de las políticas científicas y
tecnológicas impulsaron la idea de «sistema», específicamente de «sistema nacional de
innovación», para analizar las diferencias institucionales que se dan en la producción de
conocimientos y de innovación. La noción toma en consideración el sistema de
formación, la organización de la investigación y las reglas que rigen los mercados de
empleo, la intervención del Estado y la organización industrial y financiera. Toma
también en cuenta los «sistemas sociales de innovación» (conjunto de rutinas,
procedimientos e instituciones que rigen los comportamientos en materia de innovación).
Se distinguen cuatro sistemas sociales de innovación (Amable et al., 1997):
Sistema de mercado: el mercado es el principio organizador de las instituciones y el
vector de los ajustes. El sistema de investigación se funda en la concurrencia entre
instituciones y entre individuos. Las patentes y los derechos de autor tienen un papel
de incitación a la invención (individualización de beneficios de la innovación). Las
tendencias de la innovación privada, orientadas hacia la renovación de los productos,
son corregidas al margen por grandes programas públicos (defensa, espacio…). El
capital-riesgo es activo. La formación está polarizada entre las personas muy
cualificadas que participan en la innovación, de un lado, y los demás, de otro, que
son movilizados para la producción (Estados Unidos, Canadá y Australia).
39
Sistema de integración: las instituciones públicas están en el corazón de la
innovación y de la regulación. Ellas dan forma a los circuitos económicos (oferta y
demanda): homogeneización de mercados, adopción de reglas comunes, cobertura
social. La concurrencia está limitada por la reglamentación o las asociaciones
profesionales. El sistema de investigación básica está desconectado del desarrollo de
productos. La innovación radical está impulsada por los encargos públicos o por un
aprendizaje que se refiere a bienes de equipo (grandes infraestructuras públicas); y
supone grandes inversiones y un largo horizonte temporal (países europeos entre los
cuales se encuentra Francia).
Sistema socialdemócrata: el principio es el de una socialización que pasa por las
instituciones y por la negociación, incluido el compromiso de las cuestiones
económicas y las consecuencias de la innovación. La investigación y la innovación se
orientan hacia la resolución de problemas sociales y económicos y por la
disponibilidad de recursos naturales. La innovación concierne a los sectores que
responden a una demanda social: salud, seguridad, medio ambiente o explotan los
recursos naturales. La formación está animada por un ideal de igualdad.
Sistema corporativista: la gran empresa es el principal vector de la innovación y del
desarrollo de competencias que pasa por la movilidad en el seno de un conglomerado
de gran tamaño y diversificado. La investigación y la formación académica están
desconectadas de las aplicaciones y de la industria. Una parte de las innovaciones
permanece no codificada porque están limitadas a una empresa. La educación es
general, homogénea; las competencias específicas se desarrollan en el seno de la
empresa. La innovación se orienta hacia la adaptación de los productos y de los
procesos (innovaciones incrementales) antes que fijarse en productos nuevos. Ella
actúa sobre todo en los sectores que necesitan una coordinación entre competencias
variadas: industria automovilística, electrónica y robótica. El sistema tiende a cerrarse
sobre su espacio nacional (Japón).
En Latinoamérica, el apoyo al desarrollo de las ciencias y las técnicas se realiza primero,
desde los años sesenta, sobre el fondo de una concepción lineal del proceso de
innovación. Se trata de consolidar la investigación creando una masa crítica de
investigadores y mejorando la calidad de su potencial. Esta inversión en la investigación
conduciría inevitablemente a un desarrollo socio-económico. La política del CONICET
argentino de los años 60 (Cabrera y Agüero, 2009) o la del CONICIT venezolano de los
40
años setenta (Peña, 2002) son típicas de este tipo de intervención.
Sin embargo, al comienzo de los años noventa, esta gestión es criticada por
infructuosa. La presión social se incrementa en favor de una mejor pertinencia social de
la investigación y el desarrollo tecnológico. Las nuevas políticas precisan entonces el
papel de algunos actores, la necesidad de desarrollar prácticas interdisciplinarias y de
cooperación, espacialmente con los actores privados. En el caso de Brasil, los
instrumentos de estas políticas son reorientadas: reducción de la ayuda a la innovación en
las empresas públicas y de la ayuda a la investigación en las instituciones públicas, las
universidades y la investigación militar; ayuda a la formación de redes; impulso a la
innovación por la vía de los cambios de normativa; ayuda a las empresas civiles;
incentivos fiscales para el I+D y la innovación industrial; encargos gubernamentales civiles
y ayuda a la innovación en las PYMES (Diederen et al., 2000).
Las agencias impulsan la creación de vínculos entre actores para construir un sistema
nacional de innovación articulado a los problemas de la sociedad. Ya no se trata de crear
las condiciones de una investigación libre para los investigadores de alto nivel, sino de
negociar la articulación entre actores a partir de los desafíos sociales definidos en el
marco de agendas científicas negociadas. En el caso de Venezuela, la agenda al final del
siglo XX comprende: la seguridad social, el cacao, el arroz, el petróleo, la educación, la
oceanología, la biodiversidad, la salud, el medio agrario en la Amazonía, la ciudad, etc.
Simultáneamente, se detienen en diversidad de modalidades de intervención: financiación
de proyectos que articulan investigación y desarrollo tecnológico, formación e inserción
de recursos humanos expertos, patentes y derechos de autor, ayudas a las empresas de
alta tecnología, ayuda a la difusión de información, ayuda al desarrollo regional,
programas posdoctorales. Se trata especialmente de abrir el espacio de investigación a
actores más diversificados y a sus conocimientos.
Los observadores sugieren que estos países no carecen tanto de instituciones como de
un tejido de intercambios, formales e informales, entre instituciones. Este nuevo discurso
dominante de las políticas científicas en el Norte acompaña la transformación de las
instituciones, transformación que depende también del juego de los actores y de las
prácticas instituidas que conducen a trayectorias singulares (Sanz-Menéndez et al.,
2001). Así, en México, la investigación se desarrolla en un conjunto heterogéneo de
instituciones entre las que figuran las universidades públicas nacionales, las universidades
autónomas estatales, las instituciones tecnológicas locales, los centros de investigación
organizados bajo la batuta de la CONACYT y del CINVESTAV (Centro de Investigación y
Estudios Avanzados) así como las instituciones de enseñanza superior privadas. Rosalba
41
Casas y sus colegas (Casas, 2001) se interesaron por ese sistema de actores de la
innovación, y concluyen con la ausencia de una red nacional de relaciones y de
intercambios entre instituciones. Por el contrario, existen algunos espacios regionales de
conocimiento unidos a relaciones de proximidad física y a la circulación de saberes
tácitos.
La ayuda a la investigación y a la innovación
Los espacios sociales de la investigación se organizan. Sin embargo, la relación entre
ciencias y sociedad pasa así por el esfuerzo global de investigación y desarrollo que la
sociedad otorga. En Latinoamérica representa el 2,3% del esfuerzo mundial, lo que
supone sólo la mitad del esfuerzo de I+D de la empresa General Motors. Estos gastos en
I+D representan el 0,5% del PIB de los países latinoamericanos, mientras que en los países
desarrollados representa entre el 2 o 3% del PIB. Solamente el 0,7% de la población
activa está compuesta por científicos y tecnólogos, contra el 7% en Estados Unidos.
Éste, registra entre 15 y 20 veces más patentes que el conjunto de los países
latinoamericanos juntos. España registra 5 veces más que el conjunto de países
latinoamericanos. La diferencia entre la región y los países desarrollados es considerable.
Es igualmente importante en lo que concierne a la estructura del sistema del I+D. En
Latinoamérica, el 70% del esfuerzo en I+D está sostenido y ejecutado por el Estado. En
Estados Unidos, sólo el 30% está financiado por el Estado mientras que las empresas
controlan el 90% de su realización. Desde los años 90, los países latinoamericanos
emprendieron políticas que pretendían transferir el esfuerzo en I+D hacia la industria,
incorporando centros de I+D públicos y empresas privadas, creando parques tecnológicos,
viveros de empresas, centros de transferencia, así como mecanismos de contratación de
la investigación y de reparto de riesgos. Lo que se trata de saber es si el conjunto de
estos actores forma sistema suficiente.
Conclusión: evaluar las transformaciones de comienzos
del siglo XXI
Hemos asistido a la emergencia de las ciencias, a su autonomización y a sus diversas
modalidades de estructuración y de articulación en la sociedad. La situación ha cambiado
mucho con el paso del tiempo; continúa transformándose ante nuestros ojos. Es
demasiado pronto para medir la amplitud de lo que se juega hoy en el nivel de la
transformación de los marcos institucionales de la ciencia. ¿Cuál es la naturaleza de las
transformaciones?: ¿cambio de discursos, de percepción, de valores y de concepción de
42
la ciencia y de su pilotaje, cambios de los marcos institucionales, de las organizaciones,
de las prácticas de investigación, de las orientaciones y de los contenidos? La historia y la
sociología de las instituciones científicas proporcionan los marcos de análisis para
comprender las dinámicas que están funcionando a comienzos del siglo XXI.
Por otra parte, no es seguro que exista un consenso social alrededor de las nuevas
orientaciones de las ciencias. Las cuestiones son numerosas; se refieren al papel y al
lugar de la investigación básica y la investigación pública, al estatuto de los investigadores
y la forma de evaluarlos, a los actores implicados en el sistema, al papel que le cae en
suerte a la «comunidad científica» misma y en la percolación de todos esos
conocimientos producidos en la sociedad. Las fuerzas sociales que animan el mundo de
las ciencias son múltiples y no necesariamente convergentes, según los países, disciplinas,
instituciones y niveles (local, nacional, europeo). El análisis debe recoger el enorme
desafío que consiste en construir una evaluación de conjunto del movimiento sin perder
la diversidad de lo que se produce aquí y allá.
Lecturas recomendadas
Albornoz, O. (1993), Education and society in Latin America, MacMillan, Oxford University, Pittsburg
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Otras lecturas citadas
Referencias en otros capítulos: Vinck (1992) en el capítulo 7.
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43
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Notas:
44
3. Regina Gusmão (2000) enseña en los programas europeos de I+D que movilizaron a una veintena de países
latinoamericanos, lo cual generó más de 1.500 «lazos de colaboración» entre diferentes laboratorios.
4. Sobre las nociones de ciencia normal y de ciencia revolucionaria, véase la presentación de los trabajos de
Thomas Kuhn y de la noción de paradigma en el capítulo 6.
5. Vessuri (1994, p. 4) analiza el desarrollo científico en Latinoamérica durante el siglo XX y propone la
siguiente periodización: «durante una primera fase, la ciencia moderna hace su aparición en la región,
estrechamente ligada a los principios del programa del positivismo europeo, como parte integral de los esquemas
de modernización política y económica de las nuevas naciones (fin del siglo XIX, inicios del siglo XX). Una
segunda fase se caracteriza por la incipiente institucionalización de la ciencia experimental (1918-1940). Una
tercera fase puede ser descrita como las décadas del Desarrollo (1940-1960) Una cuarta fase se distingue como
la edad de la política científica (1960-1980). Finalmente una quinta fase testimonia del surgimiento de un nuevo
público para la ciencia: el empresario industrial (1980-1990)».
6. A partir del caso argentino (Marí et al., 2001) exploran la extensión del fenómeno de cooperación científica
y tecnológica en los países de la región, las modalidades en que se manifiesta y los factores que han favorecido o
dificultado estas acciones.
45
2
La institución de las ciencias
La sociología histórica muestra que la ciencia está instituida como un espacio social
relativamente autónomo y descomprometido, dedicada a la producción de conocimientos
objetivos. Delimita sus condiciones de emergencia. En adelante, nos enfrentamos a un
fenómeno singular: una institución social distinta, de la cual se trata de describir y
comprender su funcionamiento. Esto dará origen a una corriente de análisis calificada de
sociología institucional de las ciencias o sociología de los científicos, que
verdaderamente nace con los trabajos del sociólogo funcionalista norteamericano Robert
K. Merton.
Merton y la fundación de la sociología de las ciencias
Merton comienza sus trabajos en la Universidad de Harvard, donde sigue al
historiador de las ciencias G. Sarton, fundador de la revista Isis —lugar de encuentro
entre científicos, filósofos, historiadores y sociólogos de las ciencias— y de la
colección de monografías Osiris, asociada a la revista. Merton publica allí sus
primeros trabajos. Se une a Pitrim A. Sorokin, especialista en sociología rural y
director del departamento donde él ha venido siguiendo los cursos. Frecuenta
también al joven Talcott Parsons, instructor al servicio de Sorokin, que analiza la
fluctuación de los sistemas de verdad, es decir, el condicionamiento por la cultura de
lo que es considerado como verdadero o falso. Según Sorokin, la práctica del método
científico es el resultado de la difusión en la sociedad del primado de los sentidos
sobre la fe en la formación de la verdad. Proporciona algunas medidas cuantitativas
del fenómeno; Merton hará lo mismo, fundando su investigación sobre una base
documental cuantificable: diccionarios biográficos, bases de artículos. Merton se
46
interesa por las evoluciones de las diferentes esferas institucionales y por la
adaptación recíproca de las ciencias positivas y de los valores culturales. Desarrolla la
tesis según la cual los intereses, motivaciones y comportamientos sociales
establecidos en una esfera institucional (economía, religión, ciencia) mantienen
relaciones de interdependencia con las otras esferas a causa de los diferentes papeles
y estatus sociales que corresponden a las esferas institucionales frecuentadas por
cada uno, siendo sólo parcialmente autónomas. Demuestra la influencia del ethos
puritano del siglo XVII en la institucionalización de la ciencia. Para Merton, la
transformación de los intereses científicos (la elección de los problemas estudiados)
está ligada a los valores e intereses dominantes en la sociedad. Esta investigación
constituye el objeto de su tesis doctoral en 1938.
Más tarde, muestra que la ciencia sólo se desarrolla en sociedades en las que
prevalecen algunos valores tácitos singulares. Por contra, en la Alemania de los años
treinta, la hostilidad respecto de las ciencias es fuerte a causa de la antinomia que se
da entre los resultados o métodos científicos y los valores de la sociedad, y del
sentimiento de incompatibilidad entre el ethos científico y los de otras instituciones.
Desde 1933, esto conduce a restringir el campo de la ciencia y a la exclusión de los
científicos judíos en beneficio de los arios, a la sumisión de las investigaciones a las
necesidades de la industria, a la dependencia de los investigadores respecto de la
política, a un ambiente de anti-intelectualismo, así como a la dificultad de ejercer un
espíritu crítico con los resultados de la investigación nazi.
La noción de ethos científico aparece explícitamente en el texto de Merton (1942)
Ciencia y técnica en un orden democrático, donde presenta su concepción de la
estructura normativa, es decir, de los valores culturales comunes a las ciencias más
allá de su diversidad. Define sociológicamente la ciencia como una institución que
reposa sobre un conjunto de valores y de normas frente a las que el científico se
supone que debe conformarse. Identifica esas normas y precisa que el trabajo
sociológico es estudiar las modalidades de su influencia en términos de regulación
de la actividad científica y del comportamiento de los investigadores.
Después de 1957, trabajando sobre las disputas de prioridad entre científicos,
identifica nuevos temas de investigación: el origen y la percepción de los múltiples
descubrimientos, la ambivalencia de las normas, el prestigio y las formas de ventaja
acumuladas, las formas y funciones de la competencia entre investigadores, los
procedimientos de evaluación de los trabajos científicos.
Publica más de 50 artículos en el ámbito de la sociología de las ciencias7 y recibe
47
numerosos premios y muestras de reconocimiento; concretamente es el primer
sociólogo admitido en la National Academy of Sciences. Es uno de los sociólogos
más citados, especialmente por sus contribuciones teóricas a la sociología general.
Sus trabajos influyen en Eugène Garfield, creador del Science Citation Index.
La estructura normativa de la comunidad científica
Merton abre un camino para el estudio sociológico de las ciencias, analizando sus
mecanismos de regulación. Construye una teoría intermediaria (ni teoría general de la
sociedad, ni interpretación local de fenómenos limitados) que da cuenta del
funcionamiento de la ciencia en tanto que institución social, distinta y autónoma, que
hace posible la práctica de la racionalidad científica, la acumulación de conocimientos y
su difusión en la sociedad. El aumento de conocimientos es el propósito asignado por la
sociedad a esta institución. Las normas, que rigen el comportamiento de los sabios,
permiten alcanzar este propósito; constituyen la estructura normativa o ethos de la
ciencia. Favorece el progreso del conocimiento objetivo y lo protege contra las
usurpaciones de la sociedad, de las ideologías y de los intereses particulares. Merton
pone así las bases para el análisis institucional de las ciencias, llamando la atención sobre
las normas de comportamiento, los hábitos sociales y profesionales, los valores y las
ideas que guían los comportamientos científicos. Se interesa por el funcionamiento social
de las ciencias, en particular por el proceso de verificación de las teorías científicas,
fundamentalmente social a causa de su carácter público. Merton se centra en las
condiciones que permiten el desarrollo de una ciencia neutra y objetiva. Deja de lado
cualquier pretensión sociológica de explicar el contenido de la actividad científica misma:
el núcleo duro.
48
Normas de comportamiento y ethos de la ciencia
En su artículo de 1942 (reimpreso en Merton, 1977), se interesa por el fundamento
normativo de la comunidad científica. Distingue dos tipos de normas: las normas
éticas,que implican los comportamientos profesionales, y las normas técnicas,que se
relacionan con aspectos cognitivos (reglas lógicas y metodológicas de las ciencias). Estos
dos registros normativos son interdependientes. El progreso de los conocimientos
depende de la puesta en práctica de imperativos técnicos (disponer de pruebas empíricas
y fiables, asegurar la consistencia lógica) y de métodos particulares (propios de cada
disciplina). Estas normas técnicas dependen de normas éticas que confortan su eficacia y
les aporten una garantía moral. Inversamente, las normas éticas derivan a la vez de la
finalidad de la institución social de la ciencia y de sus imperativos técnicos. Los
imperativos morales tienen una razón de ser metodológica en tanto que las prescripciones
metodológicas son al mismo tiempo soluciones técnicas y obligaciones morales. Para él,
el sociólogo debe estudiar las primeras mientras que las segundas son dejadas al cuidado
de los epistemólogos. Se interesa por las reglas éticas y describe la moral universal que
prevalece para todo científico, el ethos de la ciencia: «ese complejo, con resonancias
afectivas, de valores y normas que se consideran obligatorios para el hombre de ciencia»
(Merton, 1977, p. 357)
Estas normas son prescripciones y elecciones legítimas, ligadas a los valores de la
institución. No son codificas sino interiorizadas por los científicos. Merton las pone en
evidencia a partir de diversos escritos científicos y de la indignación provocada por las
infracciones a estas normas. Las normas éticas, o imperativos institucionales, son cuatro:
El universalismo: las producciones científicas y la atribución de reconocimientos a
un investigador son sometidos a criterios impersonales establecidos de antemano. El
universalismo se opone al particularismo que privilegia los criterios personales o de
pertenencia (género, pertenencia social, nacionalidad). Esta norma es puesta en
marcha por mecanismos de evaluación que privilegian la deliberación pública y
transparente entre especialistas, o bien los mecanismos de «doble ciego» en los
cuales el autor de un texto no es revelado a sus evaluadores de la misma forma que el
autor no puede conocer los nombres de los evaluadores anónimos. En las
instrucciones dadas a los evaluadores de una revista científica norteamericana
encontramos, por ejemplo, la siguiente prescripción: «no proporcione ninguna
información en su comentario que revele su identidad y no indague para descubrir la
49
identidad de los autores».8 Merton asocia esta prescripción al ideal de meritocracia
que prevalece en las ciencias y que defiende que las carreras científicas estén abiertas
a las personas competentes. Queda para la sociología el analizar los sistemas puestos
en marcha en la comunidad científica y su conformidad a tal norma, por ejemplo,
describiendo el funcionamiento de comités de lectura de las revistas o los jurados de
contratación.
El comunalismo (o comunismo): Los descubrimientos son bienes colectivos,
producidos en colaboración y destinados al progreso de toda la sociedad. Esta norma
se opone a la apropiación privada y al secreto; impone al investigador comunicar sus
resultados que no pueden reservarse para la explotación exclusiva. La norma se
traduce en la puesta en marcha de sistemas de publicaciones (anales de sociedades
científicas, revistas científicas, comunicaciones en coloquios, difusión web de
prepublicaciones y revistas electrónicas que aseguran una circulación rápida y
extendida de los resultados).
El desinterés: las producciones científicas tienen un carácter público y controlable. El
científico debe rendir cuentas ante sus iguales, lo que debe incitarle a investigar la
verdad, a producir resultados reproducibles (norma técnica) y a desenmascarar
públicamente las teorías erróneas, los datos de mala calidad (desviados o falsificados)
y a todos aquellos que los han producido. Se supone que trabaja para el progreso del
conocimiento y no para intereses personales o de grupo, financieros, ideológicos o
particulares. Esta norma está ligada a los valores de altruismo e integridad.
El escepticismo organizado: La evaluación de los investigadores y de las
producciones científicas debe ser realizada sistemáticamente por medio de criterios
empíricos y lógicos desligados de toda creencia particular. Impide que sean aceptadas
prematuramente afirmaciones insuficientemente examinadas a la luz de las normas
técnicas. Impone a los investigadores estar disponibles para la crítica racional de sus
propios trabajos y de los de sus colegas. Esto pasa por la sumisión sistemática de sus
trabajos a la mirada crítica de sus colegas, por el hecho de participar en las instancias
de evaluación pero también por un importante trabajo, anónimo y no remunerado, de
examen y comentario constructivo de los textos sometidos a las revistas. En las
instrucciones dadas a los evaluadores de una revista norteamericana, encontramos la
siguiente consigna: «uno de los grandes servicios que el comentador puede aportar es
ayudar al desarrollo de las investigaciones del que presenta su trabajo. Importa que
todo trabajo presentado, independiente del hecho de que sean aceptados o no, puede
ser mejorado gracias al resultado del proceso de evaluación. […] Mantengan siempre
50
un tono profesional, educado en su evaluación. Los autores merecen ser tratados con
respeto, independientemente de la evaluación de sus trabajos. […] Asegúrese de que
su comentario se refiere a las ideas del texto y no a sus autores. Esté abierto a los
diferentes marcos teóricos. […] Trate de evaluar los textos sobre la base de su
carácter estimulante para el pensamiento y para la discusión».9
Merton y sus discípulos completarán esta estructura normativa con las normas de
originalidad, humildad, racionalidad, neutralidad emocional y de individualismo.
Volveremos sobre las normas de originalidad y humildad a propósito de las querellas de
prioridad.
Transmisión y transgresión de las normas
Dado que los investigadores no están obligados a adoptar estas normas ni a respetarlas,
corren el peligro de no ser más que intenciones piadosas. La cuestión es tratar de
comprender cómo se transmiten, así como los mecanismos que empujan a los sabios a
adoptarlas antes que a transgredirlas.
La transmisión de normas difiere según se trate del aspecto técnico o moral. Las
normas técnicas se enseñan explícitamente; se encuentran en los manuales de
metodologías. La transmisión de normas sociales, en cambio, es implícita. Estas se
aprenden en contacto con otros científicos, de sus costumbres y hábitos, en el curso del
proceso de socialización por el que el joven investigador se identifica con el grupo de
científicos al que cuenta con pertenecer. Pasan por el ejemplo dado por los mayores, por
los preceptos enunciados en situación. Interiorizadas, esas normas conforman la
consciencia profesional y el comportamiento hasta el punto de llegar a ser rasgos
notables de la personalidad de los científicos.
El científico, sin embargo, puede estar tentado de transgredirlas. La presión competitiva
puede conducirle a utilizar medios ilícitos para apartar a un rival. Tales comportamientos
serían despreciables, dice Merton, y, a la larga, poco eficaces porque serían sancionados.
Los científicos se ajustarían a las normas, a la vez espontáneamente y gracias a los
estímulos o a las limitaciones que pesan sobre ellos. Un sistema de recompensas
(gratificación) afianza la estructura normativa y constituye un sistema de control social.
Las recompensas, destinadas a estimular el respeto a las normas, son simbólicas, igual
que la concesión de premios honoríficos (Premio Nobel, becas de estudios, de viaje o de
investigación). La recompensa puede ser también la concesión de un epónimo asociado a
una teoría (ley de Mendel, principio de Bernoulli, teorema de Gödel), un valor (la
51
constante de Avogadro) o una unidad de medida (Voltio, Amperio, Ohm, Angsrtöm), un
objeto (el cometa Halley), una representación (el átomo de Bohr) o ser reconocido como
«el padre de…» (la química para Lavoisier, la sociología para Comte). La recompensa
pasa también por los nombramientos (miembro honorario de una asociación, de un
comité de trabajo, de un consejo científico, de un comité de redacción) o la concesión de
un título honorífico, de una tarea o de un puesto (de investigación, de enseñanza o de
dirección). Ver aceptado su proyecto de publicación por una revista o por un editor
científico, recibir una evaluación favorable emitida por colegas, ser invitado a pronunciar
una conferencia, ser citado en las publicaciones, en un manual o por un historiador, y,
más ampliamente, ser aceptado y reconocido por sus pares. Todas ellas son recompensas
que incitarían al investigador a conformarse a las normas que rigen el comportamiento en
su comunidad.
De esta manera, se ejerce un control social por sus pares (y no por cualquier
jerarquía) que incita a los investigadores a contribuir al progreso de los conocimientos. La
evaluación de sus trabajos se funda en criterios independientes de su calidad personal
(sólo cuenta la calidad del trabajo) y realizado por comités de lectura (para el acceso a la
publicación), consejos científicos (para la concesión de subvenciones a la investigación y
de puestos) y jurados (para la concesión de títulos, títulos universitarios y premios
científicos).
Dotado de normas técnicas y éticas y de un sistema de gratificaciones que asegura el
control social y la conformidad de los comportamientos a las normas, la institución
científica es, para Merton, un modelo de democracia: los sabios son imparciales en sus
juicios (a la vez abiertos y críticos). Se autocontrolan y se controlan mutuamente —los
más jóvenes también son llamados a evaluar a sus mayores— sin que haya necesidad de
instituir una forma de autoridad superior, un Estado que legisle, un policía y una justicia
que haga respetar la ley. La institución científica es así un modelo de democracia para el
conjunto de la sociedad. Se desarrolla tanto mejor cuanto la sociedad que le rodea es
también democrática. Se aleja de los antiguos sistemas monárquicos.
52
Disputas de prioridades y ambivalencia de los científicos
La indagación sociológica, sin embargo, revela que los encuentros entre sabios no
siempre son fraternales; a veces son también el lugar de choques importantes. Frente a la
búsqueda desinteresada de la verdad se expresan las rivalidades, las controversias estallan
y la competencia se instaura. Las afirmaciones científicas no siempre son evaluadas en la
cordialidad y con la sola luz de los criterios impersonales y desinteresados. La búsqueda
de la verdad a veces deja paso a la búsqueda de un reconocimiento personal.
En la disputa de prioridad, por ejemplo, el asunto es determinar cuál de los
numerosos sabios pretendientes a un descubrimiento dado debe ser acreditado como tal.
Las discusiones ya no son evaluaciones desinteresadas, se refieren al reconocimiento
social que se otorga a un individuo o se niega a otros. Para obtenerlo, en ocasiones los
sabios adoptan comportamientos poco conformes con las normas: acusaciones de fraude
y plagio, calumnias, injurias y difamaciones o, aún más, minimización de la aportación
del otro. Los ejemplos son numerosos tanto entre los sabios célebres y los modelos del
pasado, como entre los científicos contemporáneos. Newton negó a Leibniz la prioridad
de la invención del cálculo diferencial y, cuando preside la Société Royale, coloca a
sabios en los que confía en el comité encargado de establecer quién debía recibir la
acreditación de este descubrimiento. Según Merton, habríamos encontrado una veintena
de textos escritos por Newton para reivindicar su prioridad sobre otros descubrimientos.
Newton no es ninguna excepción: disputas análogas han opuesto a Descartes y Pascal,
los hermanos, padres e hijos Bernoulli, Lister y Lemaire (a propósito de la antisepsia).
Más recientemente encontramos: Guillemin y Schally, que reciben conjuntamente el
Premio Nobel (Wade, 1981); Gallo y Montagnier (a propósito del virus del sida), cuya
53
disputa fue resuelta entre el presidente norteamericano y el francés; o aún en 2004, el
paleontólogo Brunet y su geólogo Beauvilian (descubrimiento del hombre de Toumaï).
Flamsteed (astrónomo del rey de Inglaterra) dijo de Halley que era un perezoso, un
holgazán y que robó datos de observación confiados a Newton. Estas disputas son a
menudo agrias. Interrogan la pertinencia del edificio normativo mertoniano, el cual
sugiere entonces completarlo por otras normas: la originalidad y la humildad.
Según Merton, las disputas de prioridad se explican por el hecho de que algunos
descubrimientos aparecen simultáneamente. Cita la indagación realizada por Ogburn y
Thomas (1922), redactando una lista de 148 descubrimientos simultáneos. Convencido
de la normalidad de este fenómeno, escribe una historia de las ciencias teniendo en
cuenta miles de descubrimientos realizados por investigadores que trabajan
independientemente unos de otros (Merton, 1977).
La simultaneidad de los descubrimientos no es, sin embargo, una condición suficiente
para que estalle una disputa. Cuando Darwin y Wallace descubren simultáneamente la
teoría de la evolución, se reparten el crédito del descubrimiento y no disputan.
Igualmente, Euler ha esperado, para comunicar su método de solución del cálculo de
variaciones, a que su joven colega Lagrange hubiera podido publicar la suya. Estos
ejemplos son denominados, por Merton, casos de «nobleza obliga». Confirman que los
descubrimientos simultáneos no conducen necesariamente a disputas de prioridad.
La utilización de causas psicológicas ligadas a la naturaleza humana (el egotismo) o al
perfil particular de los sabios (su egoísmo y su combatividad) no ofrece ninguna
seguridad para explicar la aparición de las disputas. Las primeras causas son demasiado
generales para dar cuenta de un fenómeno típico de la institución científica, en tanto que
las segundas son contradichas por las numerosas figuras de hombres de ciencia íntegros y
desprovistos de ambición social, aunque activos en la disputas de prioridad. Watt y
Cavendish, reputados, humildes y desinteresados, se implicaron en disputas que les
opusieron. No es necesario ser egoísta, orgullosos o ambicioso para disputar en ciencia. A
menudo, considera Merton, son los colegas de descubrimientos quienes se implican
directamente en estas disputas sin tener otro interés personal que el de hacer respetar la
verdad. Comprometidos en nombre de su colega descubridor perjudicado, manifiestan su
indignación moral, índice de que una norma social fue violada. Para Merton, estas
disputas son reacciones a lo que percibe como una violación de las normas
institucionales.
¿Entonces, qué norma ha sido violada? La norma de originalidad que impulsa a los
investigadores a producir conocimientos inéditos y el reconocimiento asociado a la
54
prioridad acordada al descubrimiento dada la devoción de los científicos por el avance del
conocimiento. Hay un intercambio estructural entre la institución y el sabio: el
investigador ofrece los descubrimientos que demanda la institución en tanto que ella le
concede renombre y estima. La institución urge al científico afín de que produzca
conocimientos originales y que los haga conocer como suyos. El contenido del
descubrimiento pertenece a la comunidad, sólo la paternidad del descubrimiento se
considera propio. Por esta razón, las disputas de autoridad no se refieren al contenido de
los hechos descubiertos sino al hecho de ser o no de los descubridores.
El reconocimiento es acordado por la comunidad científica, pero el investigador debe
hacer conocer sus derechos sobre la parte de novedad que le pertenece, lo que no es
siempre fácil de determinar.10 Cuando Descartes reivindica el honor del célebre
experimento de Pascal (la medida de presión atmosférica por medio de un tubo de
mercurio en los montes de Auvergne), lo hace en nombre del hecho de que él había
sugerido la idea. ¿A quién, entonces, atribuir la acreditación del descubrimiento?: ¿a quien
había tenido la idea o a quien la concretó? ¿Cuál es la parte de novedad que viene de la
idea sugerida por Descartes y la parte ligada a la concepción y realización del
experimento por Pascal?
Una norma de humildad equilibra los excesos de combatividad de los científicos debida
a la norma de originalidad y a la reivindicación de prioridad. Esta norma explica los
comportamientos no beligerantes de Darwin y Wallace, o de Euler y Lagrange. La
humildad científica se expresa en el hecho de reconocer su deuda para con los trabajos
de sus predecesores o de sus colegas, y rindiéndoles homenaje. Así, Newton decía: «si
he visto más lejos es porque me sostenía sobre las espaldas de gigantes». Los
investigadores tienen así el hábito de citar, incluso agradecer, a los autores a los que
utilizan o que les inspiran. Otras expresiones de esta humildad son el reconocimiento
público de los límites de su propio trabajo o el hecho de deshacerse en precauciones
oratorias. Así, sobre la obra de un filósofo que expone sus pensamientos de su célebre
jefe, se encuentra la frase: «todo lo que hay aquí de interesante y de original le viene
dado. Si hay errores es a mí a quien hay que atribuirlos».
Las normas de originalidad y de humildad crean una tensión en el interior de la
estructura social de la ciencia. Son a la vez contradictorias (una empuja hacia la
combatividad, la otra hacia la prudencia) y complementarias (el investigador reconoce
que ha hecho poco, pero ese poco le corresponde). Merton habla de ambivalencia:
exigiendo ver reconocidos sus méritos, el científico profesa su relativa indiferencia
respecto de las cuestiones de prioridad. Esta ambivalencia procede del sistema de valores
55
de la institución del que resulta una variedad de comportamientos: disputas de prioridad,
casos de «nobleza obliga». De esta tensión resulta una dinámica propia de la ciencia:
empuja al investigador a buscar la originalidad pero lo desanima si quiere obtenerla sin
importar el medio.
Límites y validez de las normas
El análisis de la estructura normativa ha sido objeto de numerosos debates en sociología
de las ciencias, lo que ha conducido a enriquecer el análisis, pero también a interrogar su
interés para la comprensión de la dinámica de las ciencias. La cuestión es,
concretamente, saber si las normas expuestas por Merton dan buena cuenta de la
institución científica y de su funcionamiento. ¿Cuál es el alcance exacto del ethos
científico así descrito?
Especificidad y universalidad
¿Son las normas del ethos científico específicas de las ciencias? Se encuentran en otros
grupos sociales (Stehr, 1976). Sin embargo, según Merton, es la asociación de estas
normas (la estructura normativa) la que sería específica.
¿Son estables y universales en el seno de las ciencias? ¿No se trata de un hecho
históricamente contingente? Barnes y Dolby (1970) reprochan a Merton no tener en
cuenta la variedad de situaciones disciplinarias e históricas. Cada periodo tiene sus
propias normas: 1) la ciencia de los aficionados de los siglos XVII y XVIII. 2) La ciencia
académica autónoma y profesional de mediados del siglo XIX hasta la primera parte del
siglo XX, periodo al cual corresponden las normas identificadas por Merton. 3) La Big
Science de los equipos pesados, el trabajo en equipo y los programas internacionales.
Desde los años ochenta, los investigadores se comprometen en la comercialización de su
producción científica. La estructura normativa varía, tal vez, en función de la evolución
de las condiciones históricas, organizacionales y técnicas de la actividad científica.
La ciencia también está compuesta de disciplinas que son igualmente culturas locales y
en las que sus miembros tienen las obligaciones de comportamiento propias. El papel
del científico para los químicos en el medio industrial (Stein, 1962) tiene imperativos
diferentes a los del ethos científico general. Stein habla de «comunalismo límitado»
porque el papel profesional impone limitar el reparto de información y el reforzamiento
de la propiedad industrial. El investigador no es completamente libre respecto a la
definición de su objeto de investigación; orienta sus trabajos en función de las
necesidades de su empleador.
56
De hecho, en ciencia, no hay ni legislación, ni procedimiento de control de la
conformidad de los comportamientos. Las instancias de evaluación (comisiones, comités
de lectura) varían en sus objetivos, criterios y funcionamientos; sus sistemas normativos
son cada vez específicos, y son el objeto de numerosas discusiones internas que tratan de
definir sus propias reglas y criterios de evaluación. En lugar de una moral universal de la
ciencia, habría más bien una serie de morales locales. Lemaine et al. (1969) sugieren
tener en cuenta las «comunidades científicas pertinentes», locales, y estudiar el sistema
de normas y de recompensas propio de cada una, si se quiere comprender el
comportamiento de los investigadores.
Las desviaciones
Merton ha señalado algunas acusaciones de fraude y plagio, difamaciones y descréditos
con respecto a los trabajos de los competidores en disputas de prioridad. Ciertos
comportamientos fuera de las normas son así señalados: robo de datos, falsificación de
datos, no divulgación o difusión tardía de resultados, incluso comunicación de resultados
de experimentos que aún no han sido realizados. Merton sugería que estos
comportamientos desviados suscitan indignación, prueba de que una norma se ha
burlado, a menos que resulten de una tensión interna a la estructura normativa. La
cuestión se plantea, sin embargo, en la importancia real de estas «desviaciones»: ¿son
marginales o prácticas corrientes?
Una norma difícil de poner en práctica: el escepticismo organizado
Las normas no siempre son aplicadas a causa de las dificultades prácticas con las que se
topan los científicos para adaptarse. Cuando dos teorías se oponen en la interpretación de
un fenómeno, la norma del escepticismo organizado debería conducir a los investigadores
a organizar un experimento fundamental para desempatar las teorías en cuestión. Ahora
bien, los investigadores se topan con tantas dificultades técnicas para la repetición del
experimento que no están necesariamente de acuerdo en cuanto a la manera de realizar el
mismo (Storer, 1966). Este argumento será retomado posteriormente por Kuhn, Bloor,
Collins y Pickering.
El conservadurismo científico
Barber (1961) observa diferentes formas de conservadurismo científico según los
círculos científicos y las metodologías utilizadas. A veces sucede que los investigadores
se oponen a ciertos datos o descubrimientos a causa de incompatibilidades con modelos
sólidamente establecidos en los que los investigadores confían (argumento que retomará
57
Kuhn), o de falta de legitimidad del autor del descubrimiento —por ejemplo, porque se
trata de un aficionado y, por tanto, dudoso. Barber muestra así que los científicos no
siempre tienen la apertura de miras descrita por las normas.
El secreto
La práctica del secreto es contraria a la norma del comunalismo. Ahora bien, la historia
de las ciencias tiene algunos ejemplos célebres en los que algunos sabios conservan
secretamente resultados. Así, cuando Flamsteed acusa a Newton de haber dejado ver a
Halley los datos que él le había comunicado con la condición de guardarlos en secreto, le
reprocha compartir los resultados que posee. Dicho de otra manera, le reprocha
ajustarse a la norma del comuninalismo.
La práctica del secreto tiene muchas formas. Galileo envía al embajador de Toscana en
Praga el anuncio de su descubrimiento de los planetas de Saturno bajo la forma del
anagrama (SNAUSNRNUKNEOIETAKEYNUBYBEBYGTTAYRUAS) del que revela la significación
algunos meses más tarde. Hoy, los investigadores anuncian, en conferencias de prensa o
en coloquios, algunos resultados parciales con el fin de ganar tiempo, a causa de los
plazos de publicación de las revistas científicas. No entregan más que algunos detalles
para señalar su prioridad, bien sea para darse tiempo de asegurar su validez, bien sea
para sacar provecho de una ventaja competitiva. Guillemin, futuro Premio Nobel, escribe
a su colaborador que no revele, durante el simposio de 1961, la técnica de separación
con Sephadex cuya eficacia acababan de descubrir: «considero que hay que guardar el
asunto de Sephadex para el Congreso de 1962 de la federación en Atlantic City. Nos
hace falta tiempo para estudiar esta destacable separación. ¿Por qué sobreviene? En este
estadio no conviene ayudar a quienquiera que sea (particularmente Saffran) revelando
demasiado precozmente este importante método» (Wade, 1981, p. 77).
La práctica del secreto concierne igualmente a las relaciones con los organismos
encargados de evaluar los proyectos de investigación y de conceder subsidios para los
investigadores. A fin de no revelar un tema importante o un método eficaz, los autores de
las proposiciones de investigación presentan, como proyecto, investigaciones ya
realizadas y no exponen sus verdaderas intenciones. En efecto, en esas instancias de
evaluación hay colegas aptos para sacar provecho de sus proposiciones, estos
evaluadores pares son además competidores susceptibles de utilizar en sus propias
investigaciones información conocida a raíz de su evaluación. La competencia a veces es
tan viva que los investigadores llegan hasta a robar datos de colegas. Watson (2005)
(descubridor de la estructura del ADN) cuenta cómo Crick y él «se sirvieron» de datos no
publicados de Franklin y Wilkins.
58
De hecho, los compromisos con socios industriales y militares (imperativos de
seguridad) hacen que una parte de las producciones científicas sea guardada bajo secreto
o protegida por patentes, mientras que los numerosos resultados no circulan más que en
círculos restringidos (literatura gris). El progreso del conocimiento puede frenarse
porque los pares no pueden sacar provecho para alimentar sus propios trabajos.
La adhesión a las ideas
Los científicos, lejos de ser desinteresados, se esfuerzan en defender sus ideas y
resultados contra los ataques de sus adversarios. Examinan los argumentos que se les
oponen a fin de descubrir las fallas. No permiten cuestionar sus resultados fácilmente.
Esta actitud llega a veces hasta rechazar el abandono de una posición cuando los
argumentos y las evidencias empíricas debieran conducir a ello. Así, el francés Blondlot y
sus colegas continuaban observando las emisiones de rayos N aunque el físico
norteamericano Wood, de visita, hubiera perturbado clandestinamente el dispositivo
experimental. Después de que Wood publicara el informe de su visita (su gesto
clandestino y el hecho de que aquel no hubiera cambiado ninguna convicción de los
investigadores de Nancy) y clamado contra la superchería, Blondlot siguió conservando
el apoyo convencido de los más importantes físicos franceses (como Berthelot y
Poincaré) mientras que sus colaboradores confirmaban las observaciones de Blondlot.
Otros científicos franceses descalificaron las objeciones del extranjero, argumentando
que se debían a las frustraciones ligadas a los intentos fallidos de reproducir los
resultados de Blondlot (Nye, 1986).
A menudo, los científicos están muy implicados en su trabajo. Se identifican con él
hasta el punto, para algunos, de defraudar no para ganar el reconocimiento de los pares
sino para defender una convicción teórica. Los trabajos relativos a la herencia han venido
siendo objeto de tales fraudes por convicción. Así, un zoólogo norteamericano ha
descubierto que los sapos de Kammerer, zoólogo vienés de comienzo del siglo, habían
sido manipulados por las necesidades de demostración de la transmisión hereditaria de los
caracteres adquiridos. En 1979, el célebre psicólogo inglés Cyril Burt, fallecido en 1971,
fue denunciado por haber inventado los verdaderos gemelos, separados y educados en
familias distintas, que habría observado durante varios años. Habría igualmente
inventado a las colaboradoras de las que nadie oyó hablar jamás. Habría publicado una
veintena de artículos con distintos pseudónimos, en la revista de la que dirigía la sección
estadística, que confirmaban o discutían sus propios trabajos. Más recientemente, un
bioquímico alemán reconoció haberse dispensado de hacer los experimentos que relata,
en tanto que estaba seguro de sus resultados. Había publicado ocho artículos sobre el
59
tema. Algunos ayudantes de investigación habían trucado, también, los datos para no
decepcionar a un jefe muy convencido por sus teorías.
La tentación de arreglar los resultados para que correspondan a una primera intuición,
o de corregir el experimento hasta obtener los resultados esperados, es fuerte. Así, son
numerosos los investigadores que «hacen bricolaje» con sus modelos, instrumentos o
datos, escogiendo los mejores tópicos o datos. Para apuntalar su teoría de la gravitación,
Newton tocó un factor correctivo. El Premio Nobel de física de 1923, Robert Millikan,
hizo una selección entre «buenos» y «malos» datos para determinar la carga del electrón.
Las teorías son lanzadas sobre la base de datos «arreglados» a la espera de una
verdadera confirmación: Mendel habría dado así un empujón a sus datos para que fueran
«bellas proporciones», y Ptolomeo «calculó» algunos de sus datos de observación,
juzgados hoy demasiado precisos para los instrumentos de los que disponía en la época.
Estas distorsiones de la norma parecen sin embargo contribuir al progreso del
conocimiento.
Los fraudes científicos
En los anales de las ciencias el fraude siempre tuvo un lugar. En el asunto Glozel, el
emplazamiento arqueológico se había falsificado por medio de objetos galo-romanos pero
atribuidos al neolítico. En el asunto del hombre de Piltdown, se trataba de un cráneo
arreglado para parecer antiguo, hecho con un cráneo de hombre moderno y de una
mandíbula de orangután. Estas revelaciones a veces son tardías y los autores de los
fraudes, en algunos casos, siguen siendo desconocidos. Más recientemente:
Marzo de 1981, la revista Science denuncia a J. Long, especialista en la enfermedad
de Hodgkin, conocido por haber logrado el cultivo de células de esta enfermedad.
Citado por los comités mundiales en sus manuales de referencia —que debieron ser
reimpresos después de haber expurgado toda referencia a este investigador—
asociado a la publicación de artículos del equipo del Premio Nobel D. Baltimore y
sostenido con subvenciones decididas por sus pares, debió reconocer que los datos
suministrados habían sido fabricados y que había falsificado diversos resultados.
Febrero de 1983, Times anuncia que el joven y reputado investigador norteamericano
de la Escuela de Medicina de Harvard, J. Darsee, es considerado culpable por
falsificación de resultados y manejo deshonesto de datos. Por otra parte, esta Escuela
de Medicina ha sido denunciada por la poca diligencia que ha manifestado en relación
60
a las irregularidades constatadas a propósito de este investigador.
Diciembre de 2005, los trabajos del biólogo surcoreano Hwang sobre la clonación de
embriones humanos, publicada en la revista Science y considerados como
revolucionarios desde mayo de 2004, son sospechosos de fraude. Después de haber
reconocido que había violado las reglas éticas de la investigación biomédica clonando
óvulos de sus colaboradoras, Hwang fue acusado de haber fabricado a sabiendas sus
resultados experimentales. Su laboratorio fue cerrado por las autoridades. La revista
Science entabló un procedimiento de retirada del artículo incriminado; el asunto
estremeció a la comunidad científica porque puso en evidencia las debilidades del
sistema de validación de los artículos de una de las revistas más prestigiosas.
Los fraudes que han sido objeto de denuncia pública (otros son denunciados a puerta
cerrada y no son aireados) sugieren la existencia de una práctica más habitual de lo se
imagina. En 1995, un estudio noruego afirma que el 22% de los científicos conocen a
colegas culpables de no respetar las normas. Nature (4 de marzo de 1999) publica un
dosier que muestra que los casos comprobados de fraude no han cesado de multiplicarse.
Nature defiende un incremento del papel policial de las sociedades de sabios.
¿Por qué tanto fraude? Varios argumentos son habitualmente señalados: 1) Los
científicos tienden a confiar en sus colegas y ponen poco en duda la veracidad de sus
datos publicados. El escepticismo organizado no funciona; la detección de fraudes es
difícil y reposa sobre la buena voluntad de lectores benevolentes. 2) La presión a la hora
de publicar: publish or perish. La manera más segura y rápida de asegurar su carrera o
de obtener créditos de investigación consiste en multiplicar los «artículos». Los
investigadores soportan tanta presión por publicar (la institución sobrevalora la norma de
originalidad) que el caso de resultados «retocados» y de detalles inoportunos que pasan
en silencio se multiplican. 3) La presión del dinero conduciría a disimular los resultados
(el caso del profesor Rylander cuyas investigaciones sobre los efectos del humo del
cigarro estaban financiadas por la industria del tabaco) y a fomentar el fraude. 4) La falta
de conducta científica provendría de jóvenes investigadores o de aquellos que están peor
situados en la escala social y dependen, para su reconocimiento social, del renombre que
la ciencia pueda darles. La presión institucional se haría más fuerte sobre los menos
favorecidos. Ahora bien, también defraudan investigadores ya en posición de poder y que
ya no trabajan en la mesa de laboratorio.
Establecer la falta es igualmente una operación delicada. A veces, los investigadores
61
son rehabilitados y la acusación de fraude considerada como infundada (el caso del
biólogo norteamericano Baltimore, Premio Nobel de medicina en 1975, obligado, en
1991, a dimitir de sus funciones de presidente de la Universidad Rockefeller de Nueva
York por haber sostenido a una de sus colaboradoras acusada de fraude en 1986, fueron
rehabilitados ambos en 1996). De 1000 casos tratados por la norteamericana Office of
Rechearch Integrity entre 1993 y 1997, solamente 76 han tenido condenas.
En realidad, que el autor de una teoría estimulante haya redondeado un poco sus
resultados o que haya decidido no presentar más que los mejores resultados parece
considerarse como sin importancia. La indignación moral, de la que habla Merton, se
limita a menudo a un movimiento de hombros, acompañado de un discurso pragmático:
el engaño y sus consecuencias para la investigación acabarán forzosamente siendo
descubiertos y corregidos.
Con el cambio del tercer milenio, sin embargo, las organizaciones científicas se vuelven
prudentes. La confianza que la sociedad ha puesto en las ciencias se desmorona. Las
organizaciones científicas redactan normas éticas, comisiones de normalización de la
calidad en ciencia explicitan normas de buenas prácticas y folletos que se dirigen a los
jóvenes investigadores, como On Being a Scientist publicado bajo la égida de la NAS. En
1992, Dinamarca, de forma preventiva, creó un comité del fraude científico. Alemania
dictó algunas directivas como consecuencia del escándalo Hermann-Brach (oncólogos
inculpados por falsificación de resultados publicados en unas sesenta revistas): formación
de jóvenes investigadores, definición de responsabilidades, procedimientos de tratamiento
de alegaciones de fraude y conservación de huellas infalsificables en el seno de los
laboratorios. En el seno de los organismos de investigación establecen guías de buenas
prácticas, comités de ética y recomendaciones deontológicas. Los editores científicos
mismos modifican sus prácticas, por ejemplo, con la creación de un Committee on
Publication Ethics. Todo sucede como si, poco a poco, los organismos de investigación
establecieran una reglamentación y procedimientos de prevención (en Europa) o de
control (en Estados Unidos) más explícitos, como si el ethos científico no fuera
suficiente.
Un jurista escribe:
Es importante recordar que cualquiera que sea la atracción de los científicos por su autonomía profesional, no
se trata de un derecho sino de un privilegio concedido por la sociedad. Si el público percibe que en la
comunidad científica abunda la corrupción, el abuso de sujetos de la investigación humanos o animales, o es
indiferente a las exigencias morales de la investigación, impondrá mecanismos más estrictos de
responsabilidad. (M. S. Frankel, Proc. Soc. Exp. Biol. Med., septiembre de 2000, nº 224 (4), págs. 216-219).
El problema llevaría a la valorización institucional superior de la norma de
62
originalidad; la institución científica recompensa mejor la originalidad (abiertamente
gratificada) que la humildad (que conduce a un cierto silencio).
¿Qué representan verdaderamente las normas?
Las desviaciones de las normas son tan moneda corriente y sus contraventores tan
numerosos y célebres que hay de qué interrogarse. Merton (1977) y Zuckerman (1984)
dicen que no habría norma si no hubiera desviaciones; el hecho de que una norma sea
evitada no impide que sea estructurante. Es decir, a la larga, no sería interesante ser
desviado. Y sin embargo…
Normas poco normativas
Las normas del comunalismo y del desinterés parecen invalidadas por las prácticas del
secreto, del fraude y de la adhesión a las ideas. El escepticismo organizado es poco
seguro, hasta allí donde los investigadores reconocen su valor. Son poco numerosos los
que se toman el trabajo de verificar si los resultados publicados son reproducibles.
Igualmente, son raros los que publican comentarios críticos, aunque son numerosos los
que dicen que la mayor parte de las publicaciones son de baja calidad. Por su parte, la
norma de universalismo conoce bien muchas deformaciones; elementos como la
reputación de un investigador influyen en las evaluaciones. Para ser conocido en los
comités de lectura, los laboratorios se infiltran en ellos o se dan a conocer a sus
miembros. En cuanto a los fraudes, sólo son denunciados tardíamente, incluso nunca. Lo
son raramente por sus pares, y los que denuncian son sobre todo los rivales, ayudantes
sorprendidos con las prácticas de su jefe, por periodistas o cazadores de fraude. En los
casos que la denuncia procede de un colega, las razones que lo empujan a actuar, a
menudo, tienen en cuenta la poca credibilidad que concede a la teoría sospechosa. El
conservador del Museo de historia natural de Nueva York trata de encontrar la falta del
vienés Kammerer, porque en Gran Bretaña, la teoría de la transmisión hereditaria de los
caracteres adquiridos era considerada improbable aunque en el mismo periodo los
soviéticos eran más bien favorables a la misma. Un examen más atento de las denuncias
permite comprender cómo emergen las sospechas, quién las emite y en qué
circunstancias se transforman o no en acusación de fraude.
¿Podemos entonces afirmar que las normas orientan el comportamiento de los
investigadores y dan cuenta de los mecanismos fundamentales de la institución científica?
Un arsenal de contra-normas
63
Interrogando a una serie de científicos que habían trabajado sobre las rocas lunares
traídas por la misión Apolo, Ian Mitroff (1974) descubre que tienen tan buenas razones
para ajustarse a las normas enunciadas por Merton como a las normas contrarias
(contra-normas). Dicen que, a menudo, es más competente y habitual evaluar las
producciones de los colegas teniendo en cuenta su personalidad, sus cualidades, su
reputación y su pertenencia, que escrutando los detalles de los datos, conceptos y teorías,
o comprobando los resultados anunciados. La confianza otorgada a los individuos
funciona en la evaluación de sus trabajos. Una norma de particularismo se opone así a
la norma de universalismo.
Igualmente, al comunismo se opone una norma de apropiación privada (solitariness)
y de secreto que permite proteger los primeros resultados. Además, el secreto impulsa la
curiosidad y la codicia de los colegas, lo que no deja de estimular la competencia entre
ellos.
Al desinterés, Mitroff opone la necesaria adhesión del investigador a sus ideas y el
servicio de sus propios intereses. Estos comportamientos dan la fuerza necesaria para
proseguir hasta el final de un proyecto habitualmente amenazado por todas partes,
incluido la resistencia que ofrece la naturaleza a entregarse. Crick y Watson se empeñan
así en demostrar su idea de una estructura de hélice para el ADN. «No tiene ninguna
prueba» decía Rosalend Franklin. «Tenemos la fe», respondía Jim Watson. Habría,
pues, dos conjuntos de normas contradictorios. Mitroff no enuncia un ethos científico
alternativo; muestra que hay, permanentemente, una tensión entre estos dos conjuntos
de normas, de la que la institución científica saca provecho. Como Merton a propósito de
las normas de originalidad y de humildad, Mitroff hace jugar dos conjuntos de normas
para dar cuenta de los comportamientos.
Según Mitroff, las normas identificadas por Merton serían las que algunos científicos
eminentes habrían idealizado, generalizado y elevado al rango de normas institucionales.
Son prescripciones institucionales pero no son más que normas entre otras con las que
juegan los científicos. La dinámica de las ciencias depende del juego de los investigadores
sobre los dos registros normativos.
Los límites del sistema
La estructura normativa descrita por Merton tenía el mérito de la claridad y la armonía.
Parecía aceptable y fecunda para caracterizar la institución de la ciencia: los
comportamientos desviados que suscitan la indignación confirman la regla. El modelo se
complica con la introducción de dos nuevas normas, contradictorias, que inscriben la
tensión y la ambivalencia en el seno del sistema normativo. Así modificado, el sistema
64
debe permitir explicar una mayor diversidad de comportamientos (fraudes, disputas,
manifestaciones de modestia) pero ya no permite dar cuenta de los comportamientos
específicos: por qué uno se pelea y no el otro, por qué acusa en un caso y no en el otro.
Merton da a entender, entonces, que otros factores intervienen en la explicación, por
ejemplo, la posición ocupada por los individuos en la institución o el efecto San Mateo
(véase capítulo siguiente).
Normas Contra - normas
Creencia en la racionalidad
Neutralidad emocional
Universalismo: todo el mundo es igual ante la verdad
Individualismo (contra la autoridad)
Comunismo (sólo es apropiado el reconocimiento)
Desinterés
Imparcialidad en cuanto a las consecuencias del
descubrimiento
La suspensión del juicio; estricta sumisión a las
evidencias
Validez relacionada con los protocolos
La lealtad sólo a la comunidad científica
Defensa de la libertad de investigación
Papel de la irracionalidad (creencias ...)
Compromiso emocional y la pasión
El particularismo: algunos son a priori mejores que otros
Cohesión social (en contra de la anarquía)
Propiedad privada extendida hasta el control de la utilización del
descubrimiento
Compromiso con la defensa de su / sus propios intereses
Sentirse moralmente preocupado por las consecuencias
Capacidad de juzgar por evidencias incompletas
Validez relacionada con el autor del descubrimiento
La lealtad a la humanidad y para la subsistencia del ser humano en
general
La gestión racional de los recursos
Tabla 1. Normas y contranormas
Por otra parte, las innombrables prácticas desviadas ponen encima de la mesa la cuestión
de su carácter marginal o general. Marginales y suscitando la indignación sería una
prueba de la existencia de normas. Generales y provocando solamente una indignación de
conveniencia, cuestionarían las pretensiones explicativas de la estructura normativa.
Funciones ideológicas y retóricas de las normas
Se considera entonces la cuestión del papel de las normas, sean universales o locales,
convencionales o alternativas. ¿Se habría equivocado Merton en cuanto a su capacidad
explicativa?
En 1969, Mulkay, inspirándose en el trabajo de Kuhn, afirma que esas normas no son
sino las ideas y los valores defendidos por los científicos en sus discursos. En sus
prácticas, por el contrario, se mostrarían poco curiosos. Buscan ante todo el consenso
cognitivo con sus pares y rechazan a priori todo lo que ponga demasiado en tela de
juicio los modelos establecidos. En cuanto a las normas, tendrían menos una función de
orientación de los comportamientos científicos que de legitimarles en relación a la
sociedad (Barnes y Dolby, 1970). El ethos científico sería una ideología profesional,
65
que permitiría justificar la autonomía de las ciencias. Los investigadores estarían más
dispuestos a profesar estas normas que a practicarlas. Van dirigidas a los no-científicos en
situaciones de justificación o de conflicto.
Los científicos apelan a normas que sirven a sus intereses son, sobre todo, recursos
retóricos (Mulkay, 1976) para defender o legitimar posiciones o comportamientos, o para
poner en duda a sus rivales. Los radioastrónomos de Cambridge, acusados de practicar el
secreto, de retrasar la publicación de los resultados y de frenar el progreso de las
ciencias, responden que querían asegurarse de que los resultados fueran de alta calidad y
que no fueran mal interpretados, pero también para protegerse para no perder la
prioridad de un descubrimiento del que depende el reconocimiento científico. La teoría
de Merton sería entonces, menos la modelización de un sistema de regulación social de
los científicos, que la explicitación del discurso de justificación interna de los científicos
mismos.
Estas normas son también ideológicas, en la medida en que han servido, en el cambio
del siglo XIX al XX, para legitimar las prácticas científicas frente a los poderes públicos y
el conjunto de la sociedad. Se trataba de subvencionar la empresa científica evitando que
ser demasiado controlada por la sociedad. Igualmente, en el cambio del siglo XX al XXI,
en un clima de baja confianza en la institución científica, resurge la producción de
normas éticas pero, esta vez, acompañadas de procedimientos y de instancias que
suponen ayudar en la regulación y asegurar una forma de control social de los
investigadores.
Sin darse cuenta, sacando sus fuentes de los discursos de los «grandes» científicos,
Merton habría mostrado su ideología. Esta insiste en la autonomía de la ciencia y en el
carácter eminentemente moral de los hombres de ciencia. Se considera que esta
moralidad hace inútil toda vigilancia en cuanto a la definición de los objetos de
investigación, en cuanto a los métodos y en cuanto a la utilización de fondos otorgados.
Las normas son recursos políticos cuya función es la de justificar y legitimar la
existencia de una estructura autónoma. Corresponden a la imagen ideal del sabio
portador de valores preconizados por la sociedad norteamericana de la época y aún más
largamente difundidos en los años setenta ante los estudiantes norteamericanos. La
profesión científica se encuentra en la necesidad de establecer relaciones reguladas con
el resto de la sociedad para asegurarse apoyo y protección (Storer, 1966). La ciencia
no es una profesión de servicio que vende su peritaje; debía, pues, ganarse su sustento
de otro modo.
66
Método: Tres maneras de estudiar las normas: Merton, Mitroff, Mulkay
Merton extrae el ethos científico a partir del análisis de un número limitado de textos
producidos por científicos de renombre, a propósito de su trabajo y a partir de
reacciones de indignación moral frente a algunos comportamientos juzgados
desviados. En estos textos, procede a hacer una selección de enunciados. Se le
reprochará no tener en cuenta que estos textos presentan una visión idealizada de la
ciencia en la que la imagen del científico está en juego. El hecho de que estos
científicos se refieran a las normas no significa que estas normas sean las de la
institución científica. Después de Merton, numerosos estudios (Gaston, 1978)
evalúan, mediante encuesta a los científicos, el grado en el que se adhieren a estas
normas.
Mitroff analiza un gran número de documentos de primera mano (escritos de
científicos) e interroga a los científicos.
Mulkay analiza las conversaciones de laboratorio, especialmente en el caso de una
controversia entre dos equipos. Pone en evidencia la manera en la que las normas de
comportamiento científico se utilizan en situaciones reales. Reprocha a Merton y a
Mitroff no haber visto que los textos y entrevistas producen formulaciones
estandarizadas que son utilizadas de múltiples maneras según los contextos.
La tradición mertoniana
Merton, con su impronta, ha marcado la historia de la sociología de las ciencias
proponiendo un modelo que suscitó nuevas búsquedas y discusiones. Es costumbre
asociarle una «tradición» de la que sería el fundador, tradición bautizada sociología
mertoniana, clásica o institucional de las ciencias. Esta sociología obtiene un gran
éxito en los años sesenta. Adherirse a la idea de ciencia como actividad autónoma
orientada por el ethos científico fue percibido como una defensa de la democracia.
Algunos investigadores formados con Merton se reclaman seguidores de sus análisis.
Trabajan sobre las interacciones funcionales en el seno de la comunidad científica y
sobre el sistema social de la ciencia del que postulan que está arraigado a un conjunto
de normas sociales. Avanzan que la comunicación de los conocimientos entre científicos
se estimula por la asignación diferenciada de recompensas, ellas mismas generadoras
de desigualdades sociales. Los investigadores se apoyan en encuestas cuantitativas,
especialmente utilizan el Science Citation Index (base de datos que refiere el conjunto de
67
citas que reciben las publicaciones en otras publicaciones) para medir el reconocimiento
e, indirectamente, la calidad del trabajo científico. Se preocupan de estudiar los procesos
efectivos de regulación, por ejemplo, en el seno de los comités de redacción de las
revistas científicas. Merton y Zuckerman (1971) identifican sus funciones: 1) Garantizar
el valor científico de los artículos y dar la autorización para publicar. Los lectores de los
comités de redacción comprometen a la comunidad científica en su aceptación. 2)
Ayudan a los autores asumiendo una parte del trabajo de validación de resultados. 3) Les
obligan a trabajar seriamente, a proponer únicamente artículos en los que las
conclusiones estén sólidamente apoyadas y conformes al estado de la cuestión, y a
aportar una verdadera contribución a la comunidad científica.
Tres discípulos de Merton son particularmente importantes:
• Harriet Zuckerman (1977) se consagra al estudio del sistema de recompensa
científica, especialmente la atribución del Premio Nobel, y de la ultra-elite
científica. Una jerarquía establecida en el interior de la institución científica.
• Los hermanos Jonathan y Stephen Cole (1973) estudian la conformidad del sistema de
distribución de recompensas a la norma de universalismo y concluyen que no es el
caso. Dan cuenta de la estratificación social y del origen de las desigualdades
sociales en el seno de la comunidad científica y sus efectos sobre el progreso
científico.
• Jerry Gaston publica trabajos sobre la competencia en ciencia, en relación a las
cuestiones de originalidad y de prácticas de secreto. En 1978, publica un análisis
comparado de los sistemas de recompensas entre las comunidades científicas británica
y norteamericana, y trata del impacto de la organización, de la financiación y de la
programación de la investigación sobre el funcionamiento de estos sistemas.
Un segundo círculo de sociólogos contribuye a esta tradición. Se compone de personas
procedentes de acercamientos independientes, pero cuyos resultados complementan los
de Merton.
• Bernard Barber, próximo a Talcott Parsons, publica trabajos sobre la resistencia de
los científicos en relación a los descubrimientos.
• Warren Hagstrom se interesa en la dimensión reguladora de las ciencias pero la explica
por el sistema de intercambio y el deseo de reconocimiento más que por la estructura
normativa.
• Norman W. Sorrer (1966), admirador de Merton, se orienta hacia la sociología de las
profesiones y muestra que la autonomía de la institución científica tiene también su
68
organización interna.
• Diana Crane (1972), alumna del historiador J. Derek de Solla Price, estudia los
círculos sociales, la comunicación y la influencia en las ciencias. Observa los
movimientos de acercamiento y de alejamiento entre grupos científicos que explica por
una norma social de neutralidad emocional. Los grupos que defienden puntos de
vista demasiado singulares, sin justificarlos suficientemente, son calificados de
«capillas» que dan la espalda al espíritu científico.
• Joseph Ben-David desarrolla una sociología histórica de las ciencias y de las
Universidades, alrededor de la noción de papel del científico institucionalizado en la
sociedad. Preocupado por defender la noción de ethos científico, única manera de
explicar el mantenimiento de la actividad científica durante largo periodos, a pesar de
los cambios de paradigma y del papel de la comunidad científica que serían para él
independientes de los contenidos.
En Latinoamérica, la sociología mertoniana de la ciencia ha estado prácticamente
ausente. Hasta que en los años ochenta, el estudio del desarrollo científico y tecnológico
constituye sobre todo el objeto de trabajos de historiadores o de pensadores críticos de
las políticas científicas y técnicas.
Conclusión: ¿una renovación del enfoque institucional?
Merton ha encaminado la sociología de las ciencias en el estudio del funcionamiento de la
institución de las ciencias, y propuso una teoría cuyos ingredientes son la estructura
normativa (ethos científico) y los sistemas de gratificación. Sus trabajos se han
prolongado y discutido durante casi cincuenta años, resultando un mejor conocimiento de
los mecanismos institucionales y de las funciones efectivas de las normas. A finales de los
años sesenta, la idea de que un ethos científico único subyace a toda actividad es
cuestionada, especialmente a partir de la noción de paradigma de Kuhn. Una nueva
corriente de pensamiento relativiza las pretensiones del universalismo en ciencias,
mientras que los «nuevos sociólogos» se interesan por el contenido de las ciencias que
Merton había excluido.
En 1974, durante el congreso de la American Sociological Association, un grupo de
investigadores proyecta crear una sociedad científica interdisciplinaria para estudiar los
aspectos sociales de las ciencias. Solicitan a Merton que la presida. Los hermanos Cole y
H. Zuckerman intentan disuadirle, prediciendo que la Society for Social Studies of
Science y su revista, Science Studies, fundada en 1969 por David Edge y Roy MacLeod,
69
convertida en 1974 en Social Studies of Science, sería muy crítica con el programa de
investigación mertoniano. De hecho, durante los años ochenta, la nueva corriente de
investigación gana en influencia; sin embargo, más vale ser «constructivista». Merton no
se toma el trabajo de comprometer el debate con esos sociólogos de las ciencias
británicos que, sin pertenecer a departamentos de sociología, estarían más inclinados
hacia la reflexión filosófica que sus colegas norteamericanos formados en los enfoques
estructurales y funcionalistas (Ben-David, 1978).
La sociología de las ciencias hasta entonces dominante parece haber desaparecido en
los años noventa, pocos sociólogos (Cole, Zuckerman y Gyerin, por ejemplo) apelan a
ello mientras que la contribución de Merton forma parte de las referencias académicas
obligatorias para las nuevas generaciones. En Alemania (Weingart), en Francia (Lemaire,
Shinn) y en los Países Bajos (Leydesdorff), prosiguen las investigaciones sobre la
dimensión institucional de las ciencias, sin por ello retomar la idea de estructura
normativa. En Estados Unidos, Etzkowitz emprende los trabajos sobre el papel de la
investigación académica en la dinámica empresarial. Identifica una nueva estructura
normativa de la ciencia que integra el hecho de que los investigadores se lancen a la
comercialización de sus producciones científicas, lo que refuerza la reputación de los
investigadores ya reconocidos. La institución de las ciencias estaría en plena
transformación: potenciación de la investigación en equipo y por proyectos, preocupación
por una gestión eficaz, evaluación de investigaciones por su interés comercial tanto como
por su pertinencia teórica. Emergen nuevas normas sociales (Etzkowitz, 2004):
capitalización de los conocimientos y norma del secreto limitado, interdependencia entre
universidades, Estado e industria, autonomía de las universidades emprendedoras,
hibridación de las dinámicas económicas y del progreso de los conocimientos,
reflexividad y recomposición permanente de las estructuras universitarias. Para
Etzkowitz, que analiza el desarrollo universitario empresarial, como es el caso del MIT, la
tensión entre las normas es portadora de innovaciones y de nuevos acuerdos en el nivel
de las esferas institucionales.
Lecturas recomendadas
Barber, B. (1990), Social studies of science, Transactions publishers, Nueva Jersey.
Merton, R. (1980), «Los imperativos institucionales de la ciencia», págs. 64-78, en Barnes, B., Estudios sobre
sociología de la ciencia, Alianza Editorial, Madrid.
— (1977), La Sociología de la ciencia. Investigaciones teóricas yempíricas, Alianza Editorial, Madrid.
Mitroff, I. (1974), The Subjective Side of Science. A philosophical inquiry into the psychology of the Apollo
Moon scientists, Elsevier, Ámsterdam.
70
Mulkay, M. (1976), «Norms and Ideology in Science», Social Science Information, vol. 15, nº 4, págs. 637-656.
Storer, N. (1966), The Social System of Science, Rinehart and Winston, Nueva York.
Wade, N. (1981), La course au Nobel, Sylvie Messinger, París.
Watson, J. (2005), La doble hélice. Relato personal del descubrimiento de la estructura del ADN, Alianza
Editorial, Madrid.
Zuckerman, H. (1977), Scientific Elite. Nobel Laureates in the United States, Free Press, Nueva York.
Otras lecturas citadas
Barber, B. (1961), «Resistance by scientists to scientific discovery», Science, nº 134 (3479).
Barnes, B. y Dolby, R. (1970), «The Scientific Ethos: A Deviant Viewpoint», Archives Européennes de sociologie,
vol. XI, nº 31, págs. 3-25.
Ben-David, J. (1978), «Emergence of National Traditions in the Sociology of Science: The United States and
Great Britain», Sociological Inquiry, vol. 48, nº 3-4, págs. 197-218.
Buch, A. (1995), «La invención de Soler: la cuestión de la creación original en los comienzos de la fisiología
argentina», REDES, vol. 2, nº 5, págs. 67-99.
Cole, S. y Cole, J. (1973), Social Stratification in Science, University of Chicago Press. Chicago.
Etzkowitz, H. (2004), «The evolution of the entrepreneurial university», Int. J. Technology and Globalisation,
vol. 1, nº 1, págs. 64-77.
Gaston, J. (1978), The Reward System in British and American Science, Wiley & Sons, Nueva York.
Lemaine, G., Matalon, B., Provansal, B. (1969), «La luttepour la vie dans la cités cientifique», Revue Française
de Sociologie, vol. 10, nº 1, págs. 139-165.
Merton, R. (1942), «Science and Technology in a Democratic Order», Journal of Legal and Political Sociology,
nº 1, págs. 15-26.
— (1938), Science, Technology and Society in Seventeenth Century England, Fertig, Nueva York.
Mulkay, M. (1969), «Some Aspects of Cultural Growth in the Natural Science», Social Research, vol. 36, nº 1,
págs. 22-52.
Nye, M. (1986), Science in the provinces: Scientific Communities and provincial Leadership in France, 1860-
1930, University of California Press, Berkeley.
Ogburn, W. y Thomas D. (1922), «Are inventions inevitable?», Political Science Quarterly, nº 34, págs. 83-98.
Stehr, N. (1976), «The Ethos of Science Revisited: Social and Cognitive Norms», Sociological Inquiry, vol. 48,
págs. 173-196.
Stein, M. (1962), «Creativity and the scientist», en B. Barber, W. Hirsch (eds.), The sociology of science, The
free press, Nueva York.
Weingart, P. (1982), «The Scientific Power Elite: A Chimera; The De-institutionalization and Politicization of
Science», págs. 71-87, en Elias, N., Martins, H., Whitley, R. (eds.), Scientific Establisment and Hierarchies,
D. Reidel, Dordrecht.
Zuckerman, H. (1984), «Norms and deviant behavior in science», Science, Technology & Human Values, vol. 9.
Zuckerman, H. y Merton, R. (1971), «Patterns of Evaluation in Science: Institutionalization, Structure and
Functions of the Referee System», Minerva, vol. 9, págs. 66-100.
Notas:
7. Véase bibliografía completa publicada en Social Studies of Sciences, vol. 34, nº 6, diciembre de 2004, págs.
863-878.
71
8. http://www.bpsdivision-at-aomconreference.org/bpsreview/Guidelines.htm]. Último acceso: 17/01/2005.
9. http://www.bpsdivision-at-aomconference.org/bpsreview/Guidelines.htm]. Último acceso: 17/01/2005
10. Para un caso de conflicto con relación a lo que hace a la originalidad de un instrumento científico, ver
Buch (1995): la medición de la presión arterial en la Universidad de Buenos Aires en 1915 y su puesto en cuestión
en 1920.
72
3
Las ciencias como organización
Los elementos integradores de la ciencia (su estructura normativa) permiten hablar de ella
como de una comunidad científica. Storer (1966), sin embargo, sugiere que no son
suficientes para explicar su integración. Conviene tener también en cuenta su
organización interna, analizable en términos de profesiones o disciplinas.
Las profesiones
Storer (1966) ve en las especialidades científicas profesiones en el seno de las cuales los
vínculos entre miembros son ordenados y regulados, como en las profesiones de
médicos, arquitectos o abogados. La regulación de su comportamiento tiende a la
vinculación de los investigadores con el mantenimiento de su profesión, en tanto que
estructura social en el seno de la cual sus esfuerzos son comprendidos y reconocidos.
En su seno, tienen diversos papeles: contribución en cuanto que investigador,
organización y animación de debates sobre las orientaciones colectivas, la evolución de
las reglas del grupo o las relaciones con otros grupos. Estas profesiones se caracterizan
por cuatro dimensiones:
La responsabilidad de un cuerpo de conocimientos especializados cuyo
mantenimiento, transmisión, ampliación y aplicación asegura. En química, por
ejemplo, las sociedades científicas organizan la armonización de las nomenclaturas y
gestionan la difusión de compendium que sirven de referencia para todos,
investigadores, docentes, expertos e industriales. Las sociedades (por ejemplo, la
International Sociological Association-ISA) organizan grupos de trabajo, comités de
73
investigación y grupos temáticos donde se debaten las investigaciones en curso.
La autonomía de contratación, formación y control de sus miembros. La entrada en
la profesión de un investigador o de un docente, al igual que los sectores de
formación, generalmente están controladas por comisiones compuestas por pares de
la disciplina. El acceso a las sociedades científicas a veces está condicionado por el
hecho de ser apadrinado por un miembro.
El establecimiento de relaciones regulares con el resto de la sociedad para
asegurarse apoyo y protección. Las ciencias se ganan sus apoyos a través de la
enseñanza y de las subvenciones y contratos de investigación.
El sistema de recompensas que permite motivar y controlar a sus miembros. La
motivación viene a la vez de los reconocimientos mutuos recibidos y de la
socialización prolongada con los colegas durante el tiempo de la formación. La
asignación de gratificaciones es central para comprender la dinámica de un sistema
social como éste.
El reconocimiento de estas profesiones, sin embargo, no es evidente. Si los químicos,
investigadores, docentes e industriales, constituyen un grupo profesional identificable,
esto es menos evidente para los físicos, en concurrencia con los ingenieros en la
industria, o para los psicólogos confrontados a la dificultad de asegurar un relativo cierre
de su grupo profesional. A veces, despliegan estrategias para mantener su especialidad a
la vez en el plano académico y en el seno de la sociedad, como lo mostraron Ashmore,
Mulkay y Pinch (1989) en el caso de los economistas de la salud.
Diversidad de papeles sociales
En el seno de las especialidades, los científicos se diferencian según las funciones que
asumen (Znaniecki, 1965). Un individuo ocupa múltiples funciones o papeles sociales a
lo largo de su vida: técnico, consejero, experto, descubridor, autor de síntesis,
contribuidor, divulgador o luchador por la verdad. Estos papeles están ligados a géneros
de conocimiento pero no se corresponden ni con estatus ni con funciones estables. Por
ejemplo, cuando hay rivalidad entre escuelas de pensamiento, la dinámica del debate
puede hacer surgir un papel de luchador.
La personalidad social del científico depende de la complementariedad entre diferentes
papeles cuyo equilibrio varía a lo largo de la carrera, en función de las preferencias
personales y de los contextos institucionales. Merton y Zuckerman (1972) distinguen así
cuatro papeles:
74
El investigador: este papel concierne al desarrollo de conocimientos. Es
ostensiblemente valorado por los científicos y permite dejar su nombre a la
posteridad. Este papel está a veces subdividido en teórico y experimentador.
El docente: este papel supone la existencia de un saber a transmitir para transformar
al aprendiz en miembro de la comunidad. Remite al proceso de socialización más
determinante que la educación propiamente dicha. Los científicos a menudo se
sienten obligados a formar a sus sucesores pero no desean dedicarle demasiado
tiempo a eso.
El administrador: este papel concierne a una variedad de actividades de gestión, de
animación científica, de movilización de recursos, de construcción de colaboraciones
y de organización del trabajo.
El regulador: este papel atañe a la evaluación de los trabajos, de los individuos y de
los equipos, que lleva a la atribución de recursos y de reconocimiento, incluida la
autorización para publicar.
Profesionales y aficionados
Los grupos profesionales científicos a menudo se han construido oponiéndose a otros
grupos profesionales o a los aficionados. Estas oposiciones participan en la construcción
identitaria de las especialidades científicas. La historia social de las ciencias muestra que
los aficionados han tenido un papel esencial en la construcción de comunidades
profesionales universitarias. Algunos se convirtieron en universitarios. Lo aficionado se
sitúa a veces en una trayectoria de profesionalización. En el caso de la biología, la
identidad científica se construyó por oposición con un tipo particular de aficionado. En
numerosos dominios, los aficionados o entendidos tienen todavía un gran papel, a veces
bajo el abrigo del crowdsourcing.11
Sociedades de sabios y organizaciones profesionales
La profesionalización en las ciencias es el resultado de la acción de varios tipos de
actores dentro y fuera de las instituciones. En el ámbito de la institución universitaria, la
profesionalización pasa por el hecho de considerar la ciencia como objetivo educativo o
como una de las funciones y actividades básicas de las universidades. Vessuri (1987)
muestra así cómo la Universidad Central de Venezuela comenzó a considerar la ciencia
como una actividad complementaria pero importante de la universidad. Se organizó un
75
Consejo de Desarrollo Científico con el objeto de estimular las actividades de
investigación en el ámbito universitario. Más tarde, con la idea de la complementariedad
entre la educación y la investigación, se creó el Instituto Venezolano de Investigaciones
Científicas con la finalidad de hacer investigación científica a tiempo completo.
Las sociedades científicas también tienen un papel importante en estos procesos de
profesionalización. Siendo a menudo específicas de una disciplina, favorecen la
investigación básica, la discusión de resultados y las elaboraciones teóricas, y difunden
los conocimientos mediante revistas, colecciones en editoriales científicas o con obras de
síntesis. Organizan talleres donde los miembros tienen ocasión de exponer sus trabajos y
someterlos a discusión. El ambiente general favorece la discusión de cuestiones teóricas
generales más que de fenómenos particulares. Los conocimientos prácticos ligados a las
aplicaciones tienen poco interés. Este fenómeno se observa en las grandes conferencias
internacionales donde los participantes aprecian sobre todo las discusiones en sesiones
plenarias sobre las grandes tendencias de investigación antes que las discusiones sobre
asuntos muy singulares.
Otras sociedades profesionales se organizan para alentar la difusión de conocimientos
más aplicados, concentrando a practicantes más que a investigadores, en el seno de un
sector industrial (textil, agrícola, metalúrgico), o de un tipo de actividad (gestor
medioambiental, sociología de intervención). Impulsan la organización de reuniones y la
discusión de resultados de experimentos, tanto como los conocimientos salidos de la
investigación. Recogen información, identifican problemas y financian la investigación.
Crean estímulos en forma de concesiones honoríficas, premios a manuscritos, becas para
financiar las publicaciones y de préstamos para la realización de nuevos experimentos.
Sancionan a aquellos que no se implican, que guardan en secreto sus inventos o cuyo
trabajo no es de buena calidad (Ben-David y Katz, 1997). Estas sociedades tienen
también un papel de regulación: influyen en el clima moral en el que sus investigadores
realizan sus trabajos. Sus miembros, por ejemplo, los laboratorios de biología clínica, se
afilian a ellas y allí discuten sobre buenas prácticas y nuevos protocolos de análisis y se
hacen evaluar mediante el envío de muestras anónimas, permitiéndoles compararse los
unos con los otros y emprender un proceso de mejora general. Se hacen las guardianas
de las reglas, valores y tradiciones y ofrecen a sus miembros un apoyo para su
construcción identitaria. Enuncian normas que encarnan una forma de consciencia
colectiva de grupo profesional y permiten a sus miembros poner a prueba su ética
profesional en relación a la de sus colegas y en relación a las expectativas de la sociedad.
76
Las disciplinas
Los científicos forman comunidades autorreguladas en las que los individuos son
relativamente iguales. Estas comunidades son múltiples, según Barber (1952), porque sus
miembros se consideran incapaces de juzgar las especialidades vecinas.
La emergencia de las disciplinas
A lo largo de la Edad Media, las enseñanzas son progresivamente reagrupadas en dos
conjuntos: el trívium (gramática, retórica y lógica que forman la propedéutica para el arte
de la lectura) y el quadrivium (que comprende la aritmética, la geometría, la música y la
astronomía, enseñanzas especulativas sustentadas sobre los números o las armonías).
Las universidades reúnen a sabios y estudiantes y controlan la contratación, a la manera
de los oficios artesanos, de los que recibirán el título que después les permitirá enseñar.
Se organizan en una Facultad consagrada a las artes (propedéutica de la lengua,
especialmente) que abre a tres Facultades superiores (teología, derecho y medicina). La
llegada de nuevas órdenes religiosas —dominicanos y franciscanos— más en contacto
con el mundo y comprometidas en los debates que estimulan su actividad intelectual,
renueva las ciencias, su despliegue y su jerarquía. Desarrollan un pensamiento
científico completando el comentario de los textos con observaciones originales, por la
experimentación y por el razonamiento sobre los datos adquiridos por el sabio mismo o
por sus interlocutores.
El desarrollo del comercio conduce a la emergencia de nuevos ámbitos del saber:
contabilidad y cálculo de seguros, reparto de beneficios comerciales, cálculo de cambio y
letras de crédito. La utilización de las cifras árabes y el método de cálculo escrito se
difunden entre los astrónomos. La difusión del papel y la invención de nuevas
concepciones de las operaciones de cálculo explican el desarrollo del álgebra y de las
ecuaciones. Los matemáticos de cálculo forman entonces un medio que sobrepasa el
mundo del mercado. Las nuevas generaciones, humanistas formadas en la astronomía,
asimilan la aportación de estos matemáticos comerciales y los trasponen al estudio del
movimiento, del cielo, de la arquitectura, de la óptica y de la medicina. Con la llegada de
la imprenta, textos antiguos y modernos, actas de observaciones y resultados de cálculo
son puestos en circulación por todo Occidente (Eisenstein, 1991). Los datos son
cotejados y comparados; nuevos dominios del saber se imponen en detrimento de otros;
las «ciencias humanas» (física, geometría) se distinguen de las ciencias divinas.
En el siglo XVI, las primeras Academias de ciencias crean sus revistas y se estructuran
en clases (geometría, astronomía, mecánica, anatomía, química y botánica). En 1785, se
77
añaden la física y la mineralogía. Favorecen las colaboraciones y la constitución de
comisiones alrededor de una cuestión o de un tema (por ejemplo, «¿Cómo mejorar el
alumbrado en las calles de París?»). Organizan inventarios de publicaciones y la puesta
en evidencia de contradicciones y de cuestiones nuevas. Con la Encyclopédie se impulsa
un movimiento de clasificación y estructuración de los dominios del saber que todavía
hoy ejerce su influencia. Entre 1665 (el Journal del savants) y 1829, 300 periódicos
científicos (revistas, informes, boletines, actas, anales) son creados en el mundo.
La organización de las disciplinas se instituye a lo largo del siglo XIX con la formación
de las Universidades modernas, particularmente en Alemania: se tiende a la constitución
de especialidades autónomas, modelo retomado en las otras naciones.
La autonomía de las disciplinas: el caso de la química
Los químicos, a lo largo de su historia, se han preguntado acerca de su identidad y sobre
sus especificidades frente a la física (Stengers, 1989). La cuestión se plantea tanto más
cuanto que la tabla de Mendeleiev, el fundamento de la química, se explica por funciones
de onda de la mecánica cuántica —Mendeleliev soñaba con reunir la física y la química
bajo la égida de la mecánica del siglo XIX.
La cuestión es debatida en las Academias de ciencias. Para unos, la especificidad de la
química se refiere al hecho de que trabaja con las mezclas y los caso complicados,
difíciles de reducir a los principios físicos. Opera aproximaciones fundadas sobre
experimentos más que movilizar la inteligibilidad teórica. Sería una rama de la física si los
límites de cálculo estuvieran superados. Para otros, al contrario, entre física y química
hay un salto cualitativo en términos de complejidad de organización de la materia, lo que
justifica las construcciones divergentes del objeto.
El oficio de químico conoce, sin embargo, importantes transformaciones. Con el
estudio sistemático y exhaustivo, la estandarización de instrumentos y productos, la
elaboración de una nomenclatura para las sustancias así como de protocolos
experimentales, el control de los experimentos forja, en el siglo XIX, la nueva identidad
del químico. En el laboratorio se desarrolla una actividad casi industrial. Entrenados de
forma sistemática, los químicos irrigan los laboratorios universitarios e industriales. La
química es una de las primeras disciplinas en internacionalizarse y reivindica su
autonomía, su capacidad de suscitar cuestiones fundamentales y de proseguir sus propios
programas de investigación. Se convierte en un modelo, participando en el desarrollo
industrial y en el progreso de la vida cotidiana. Sin embargo, el prestigio de la física
atómica del siglo XX, el desarrollo de la electricidad y de la electrónica, y el
cuestionamiento de contaminaciones de toda clase someten a la química a una crisis de
78
identidad. Es percibida como una ciencia molesta. Los químicos deben entonces realizar
muchos esfuerzos para volver a ser atrayentes integrando las problemáticas
medioambientales y alentando la curiosidad de los jóvenes por el estudio de nuevos
fenómenos. Asociada a otras disciplinas (física de los materiales, biotecnología…) sus
fronteras están en constante redefinición.
El nacimiento de nuevas disciplinas o especialidades
La historia particular de cada especialidad requiere un análisis más preciso.
La emergencia de un papel científico específico
Ben-David y Collins (1997) sugieren que conviene interesarse por los mecanismos
contextuales que determinan la estructuración y la institucionalización de una nueva
disciplina. La hipótesis es que una especialidad se desarrolla en un lugar y en un
momento dado porque los científicos que se interesan tienen los medios de instituir allí
una nueva identidad intelectual y un nuevo papel profesional. A propósito de la
psicología científica, hacia 1870, señalan (a través del número de publicaciones) tres
categorías de científicos y las relaciones de filiación entre ellos, de un país a otro:
Los precursores: no se consideran de la nueva disciplina y sus alumnos no se hacen
especialistas tampoco, no son reconocidos por sus contemporáneos como miembros
de la disciplina. Son asociados a ella, a menudo a título póstumo, por los
«historiadores» de la disciplina.
Los fundadores: no formados en esta disciplina; ellos forman discípulos.
Los continuadores: están formados por los miembros de la disciplina.
Siguiendo las líneas generacionales, el análisis identifica un foco de partida en Alemania,
donde se desarrolla una red de comunicación entre los investigadores relacionada con el
reconocimiento de su estatuto social, en un contexto de fuerte rivalidad por el prestigio.
Los fundadores de la psicología científica son fisiólogos que se trasladan a la filosofía
especulativa donde las cátedras de profesores son más fáciles de obtener. Sin embargo,
en el tránsito, pierden una parte del prestigio social vinculado a la disciplina de origen; la
fisiología es, en esa época, más prestigiosa que la filosofía. Están atrapados en un
conflicto de papeles ligado a su desplazamiento de un papel prestigioso a otro que lo es
menos. Deben aceptar una pérdida de estatus o transformar la disciplina de acogida, lo
79
que hacen introduciendo en la filosofía métodos reconocidos en fisiología; realizan una
hibridación de papeles preexistentes creando así un nuevo papel profesional, punto de
partida de una nueva producción científica.
Tal movimiento sólo puede llegar a buen término si varios individuos se comprometen
en él. La sola hibridación de ideas (que se produce en Francia y Gran Bretaña) no es
suficiente. En Francia, la delimitación entre disciplinas era menos nítida, no era necesario
hacer existir un nuevo papel profesional. Los puestos existentes permitían a los
individuos la posibilidad de volverse hacia las nuevas investigaciones (el sociólogo
Durkheim ocupaba una cátedra de pedagogía, el antropólogo Lévy-Bruhl una cátedra de
filosofía); la institución hacía posible la innovación individual sin obligar a los
investigadores a crear una nueva especialidad.
El encuentro de condiciones y de recursos institucionales
Aún hace falta que la nueva especialidad se establezca en el tiempo, lo que depende de la
atracción que ejerza en particular sobre los jóvenes investigadores, ya que las nuevas
especialidades raramente provocan la conversión de los científicos establecidos. La
posibilidad de enseñar y de dirigir los trabajos de investigación de los jóvenes colegas se
revela decisiva. La posición ocupada en las instituciones y la visibilidad académica
condicionan el establecimiento de las disciplinas. El «grupo de los fagos» en biología
molecular, se convierte en una especialidad a partir del momento en que organiza
seminarios de investigación y entra en las estructuras académicas (Mullins, 1972).
La inscripción institucional es una condición de supervivencia de las especialidades
cuyos contenidos serían de otro modo, o ignorados o enseñados, bajo la dirección de otra
disciplina parecida. En ese sentido, Alberto Onna (2000) analiza los comienzos de la
paleontología durante la primera mitad del siglo XIX y destaca las estrategias de
visualización y legitimación de los primeros paleontólogos en el Río de la Plata.
El caso de la geología
Cuando en 1820, Charles Lyell (Porter, 1977) se mete en el estudio de la historia de
la tierra, el ámbito pertenecía a la teología, la exégesis bíblica y la paleontología. Los
saberes son custodiados por especialistas que controlan las bibliotecas y que tienen la
autoridad en materia de «historia racional de la creación». Las respuestas a las
preguntas sobre la edad de la tierra están bien establecidas y casi no son objeto de
controversia. Lyell, aficionado y recién llegado, debía delimitar su tema al estudio de
80
las rocas y los fósiles, viajar y establecer informes dirigidos a las sociedades de sabios
creadas para constituir colecciones.
Ahora bien, Lyell sugiere nuevas hipótesis sobre la historia de la tierra —
particularmente, una edad de la tierra superior a la dada por los exégetas. Tratando de
hacer escuchar sus argumentos pero poseyendo todavía pocas pruebas geológicas,
refuta difícilmente las afirmaciones de los especialistas, clérigos de la Universidad de
Cambridge que esperan un nombramiento prestigioso (obispo, o profesor de ética, o
de filosofía) que le oponen argumentos indiscutibles. Por su parte, los aficionados,
coleccionistas apasionados pero individualistas, no se interesan mucho por las
propuestas de Lyell que vive de las ayudas de su padre.
Se dirige entonces a la nobleza ilustrada y pasa algún tiempo impartiendo
conferencias en los círculos mundanos. Se gana la vida pero pierde a la vez su
tiempo, el que necesitaría para sus investigaciones sobre las erosiones —y la claridad
de sus posiciones. Para agradar y mantener a su público, es empujado a
«rejuvenecer» la tierra que estimaba en algunos millones de años, para no chocar con
los nobles eruditos que creían que solamente tenía algunos miles de años. Con la
intención de asegurar a su ciencia ingresos más regulares y menos sujetos a los
efectos de las modas, —la electricidad, el magnetismo y la antropología tienen
también mucho éxito en esa época— se los pide a las autoridades del Estado,
argumentando el interés de su ciencia en relación a la investigación de nuevos
yacimientos de carbón, la cartografía del país y las posibilidades de mejorar nuevas
tierras.
Ahora bien, para convencer, debe reunir observaciones y datos. Trabaja, entonces,
para convencer a los colegas, organizar colecciones, crear nuevas revistas, definir
nuevas normas de trabajo, descartar a los aficionados y organizar un círculo de
especialistas. Para ampliar su público, edita una obra básica: Principios de geología.
Depurada de elementos demasiado técnicos, elabora metáforas para hacerse
comprender. Para establecer su nueva disciplina, es empujado a luchar en todos los
frentes a la vez (Latour, 1987). 1) Mantener a distancia a los aficionados, pero
conservándolos como fuerza de trabajo y disciplinándolos. 2) Satisfacer a la buena
sociedad pero evitando perder su tiempo en discutir sus opiniones. 3) Convencer al
Estado de que la geología es algo indispensable, sin, no obstante, hacer falsas
promesas. 4) Demandar del Estado la institución de una profesión de geólogos
remunerados pero evitando la injerencia del Estado. 5) Luchar contra las teorías y el
monopolio de los profesores de universidad, pero encontrando el medio de introducir
81
en ella la enseñanza de sus tesis. La geología, en la época, no tiene todavía ni un
público estable, ni recursos regulares, ni colegas que examinen y pongan a prueba los
nuevos argumentos, ni aficionados disciplinados por un marco teórico y metodológico
que suponga la recolección sistemática u orientada de muestras, ni datos suficientes,
ni modelos teóricos bien establecidos, ni acumulación de experimentos, ni laboratorio.
La disciplina como apuesta institucional
Regularmente asistimos a la creación de nuevas disciplinas, más raramente a su
desaparición. Las profecías que anunciaban la absorción de la química por la física o la
biología por la química no tuvieron lugar. En 1964, el Grand Robert censaba 150
disciplinas principales: 40 años más tarde, siguen estando presentes mientras que nuevas
especialidades se han añadido. Frente a esta proliferación de especialidades, a veces se
han realizado reagrupamientos (ciencias del espacio, ciencias de la vida, ciencias para la
ingeniería, ciencias humanas y sociales). La clasificación es un tema institucional. Así, la
psicología, a veces, es atribuida a las ciencias sociales, a veces a las ciencias de la vida; la
geografía se debate entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias sociales. Los
argumentos avanzados para justificar el paso de la psicología hacia las ciencias de la vida
evocan la cientificidad y remiten a un cambio en la concepción del ser humano.
En la enseñanza secundaria, los combates son numerosos en favor o en descrédito de
algunas disciplinas. Asociaciones de padres, sindicatos de docentes y autoridades públicas
(inspectores, ministerio de educación, conferencia de Rectores de universidad) se
implican en ello. Los argumentos se refieren al exceso de los programas de formación, la
cientificidad de las disciplinas, la posible fusión con otras disciplinas; el enfoque
educativo. Hacer sitio para una disciplina supone reducir la importancia de otras
disciplinas. El saber enseñado se convierte en un índice de la institución y el
reconocimiento social de la disciplina.
Así fue en los combates de Durkheim y sus discípulos para hacer existir la sociología,
combates que prosiguen a través de las asociaciones profesionales y de las revistas.
Conciernen al reconocimiento en las instancias universitarias y de investigación,
especialmente la existencia de sectores autónomos de formación y la creación de puestos:
en 2004, en Francia, la lista de puestos de docentes en la universidad abiertos a la
contratación comprendía siete puestos en antropología, 47 en sociología, 99 en economía
y 158 en gestión. Los combates se juegan igualmente en las contrataciones: la cuestión
que se plantea es definir a quién se reconoce como de la disciplina. Cada vez está en
82
juego el grado de apertura y de cierre de la disciplina sobre sí misma.
Tener en cuenta los contenidos cognitivos
La consideración de los factores institucionales para comprender la emergencia de una
disciplina, conduce a inclinarse hacia las estructuras académicas en el seno de las
cuales la nueva especialidad intenta colocarse. Sin embargo, estas estructuras están
también ligadas a los contenidos cognitivos, concretamente a la percepción que los
científicos tienen de la existencia de un problema o de un desafío. La percepción
colectiva de los frentes de investigación facilita la emergencia de nuevas especialidades.
Cole y Zuckerman (1975) distinguen dos tipos de especialidades:
Aquellas que se construyen en oposición a posiciones teóricas o metodológicas
establecidas. Suscitan fuertes resistencias por parte de los científicos establecidos,
que pretenden la obtención de ayudas y de puestos de investigación o de enseñanza
(y así el acceso a los estudiantes) así como la publicación. Las novedades suscitan
desprecio y burlas en los coloquios y en las publicaciones.
Las que se constituyen alrededor del estudio de un nuevo objeto o del recurso a un
nuevo método. En este caso, la resistencia es limitada, lo que no implica que suscite
el entusiasmo; puede existir en la indiferencia general.
Este tema del nacimiento de especialidades científicas llama la atención de los sociólogos
pero será desplazado por el análisis de las controversias y el estudio de los laboratorios.
La estructuración de los ámbitos de investigación
La estructuración de la investigación difiere de un ámbito a otro en función de las
interdependencias entre investigadores (necesidad de hacer reconocer sus trabajos y de
acomodarse a los colegas), de la autonomía intelectual del ámbito frente a la sociedad, de
la dependencia a la luz de recursos específicos (por ejemplo, de equipamientos poco
comunes), de la diversidad de públicos a los que se dirige la disciplina y de las
incertidumbres técnicas (control de procedimientos) y estratégicas (importancia dada a
los problemas) (Whitley, 1974). Resulta una diversidad de configuraciones. La psicología
alemana de comienzos del siglo XX y la antropología social británica, por ejemplo,
forman una oligarquía policéntrica en la que algunos investigadores ocupan posiciones
dominantes y crean escuelas rivales, con sus propios métodos de evaluación de los
83
resultados. La situación es muy diferente en la economía neoclásica anglosajona, que
funciona como una burocracia dividida con la estandarización de los programas de
formación, relativa cohesión teórica, preferencia dada al trabajo analítico (el control de
fenómenos empíricos sigue siendo bajo). Para la sociología británica y los estudios
literarios, se trata sobre todo de una adhocracia fragmentada, sin orientación colectiva,
ni coherencia de conjunto, compuesta de coaliciones temporales alrededor de objetos
definidos fuera de la disciplina en función de los públicos. En las ciencias biomédicas, la
coordinación de los medios de investigación sobre objetos múltiples, en función de los
públicos, conforma una adhocracia profesional. En química, la coordinación de los
trabajos por el recurso a un mismo conjunto de instrumentos, métodos y conceptos
constituye una burocracia tecnológica integrada, mientras que en física, es la
burocracia conceptualmente integrada (coordinación de trabajos por un marco teórico
unificado que establece la jerarquía de especialidades).
La definición de las disciplinas es un problema recurrente. Depende de las estructuras
de intercambios (sociedades científicas y revistas) o de reproducción (filiales de
formación, instancias de contratación y de evaluación), los acuerdos institucionales pero
también de la constitución de una lenguaje compartido, de conceptos, métodos y útiles
comunes, y de la percepción de fronteras y marcadores disciplinarios (conceptos
específicos o autores de referencia). Globalmente, las disciplinas son más bien acuerdos
socio-epistemológicos fluidos cuya composición y contornos cambian con el paso del
tiempo (Mulkay et al., 1975). Ninguna delimitación única se impone. Las nociones
(orden y caos, por ejemplo) son transdisciplinarias, mientras que las superposiciones, los
traslados conceptuales y las metodologías comunes, complican toda pretensión de definir
simplemente sus límites. También, teóricos, enciclopedistas, gestores y epistemólogos,
particularmente, se encuentran a menudo comprometidos en un trabajo de delimitación
y diferenciación.
La disciplina remite a una dinámica colectiva que tiende a hacer sistema de un
conjunto de elementos epistemológicos, metodológicos, lingüísticos y
organizacionales. Compromete movimientos de capitalización y de estructuración a lo
largo de los cuales se constituye un núcleo duro, una jerarquía, subdivisiones y
clasificaciones. Objetos, conceptos, teorías, métodos, revistas, laboratorios,
investigadores… son colocados en una escala de importancia o de centralidad. Esta
dinámica de estructuración es constante y se observa tanto en el marco de una reunión
que proponga una síntesis de conocimientos como en el nivel de las comisiones
encargadas de evaluar a los laboratorios o en el seno de los comités de redacción de
84
revistas donde los participantes deliberan acerca de la evolución de los objetos de
investigación, las problemáticas y las corrientes de pensamiento, investigadores y
laboratorios que emergen y los que están en dificultades. Hacen balance de lo que se
hace al mismo tiempo que lo evalúan situándolo en relación a la historia de la disciplina.
La interdisciplinariedad
A menudo, las disciplinas dan la impresión de ser pequeños imperios autónomos e
independientes, que no siempre viven en paz los unos con los otros. Entonces, entran en
juego las relaciones de fuerza:
Guerra de fronteras: por ejemplo, entre biología molecular y bioquímica celular.
Guerra de conquistas y hegemonía donde, por turno, teología, física, biología
molecular, sociología,12 economía, sociobiología,13 neurociencias…, han creído
poder dirigir los otros ámbitos del saber organizando la división del trabajo y
situándose en buen lugar en el árbol de la ciencia, o imponiendo a todos su método
científico. La tentación a veces es proponer una metateoría o una ciencia
trasdisciplinar que uniría todas las ciencias.
Expolios donde se trata de apoderarse de un concepto de una disciplina cercana para
reformularlo en provecho de su propia disciplina.
Tentativas de erradicación: por ejemplo, la proclamación por los neurofisiólogos de
la proximidad del fin de la psicología cognitiva.
Caricatura, simplificación e instrumentalización: los investigadores perciben las
otras disciplinas a partir de los problemas y prácticas de su propia especialidad. Les
atribuyen un papel y una imagen en las que estas disciplinas no se reconocen.
Guerra económica en las instancias encargadas de asignar recursos (puestos,
subvenciones, equipamientos y locales). Disciplinas como la botánica, la zoología y la
fisiología han fracasado a finales de los años sesenta porque las direcciones
científicas de los establecimientos redesplegaban sus medios sobre la biología
molecular.
Guerra psicológica y guerra de desgaste cuando algunos, aun bienintencionados,
usan de manera recurrente términos despectivos tales como «ciencias blandas» a
propósito de las ciencias sociales.
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El diálogo entre disciplinas no es fácil. Algunas disciplinas parecen arrogantes y
hegemónicas, confiadas en las virtudes de la formalización matemática y en su
axiomática, sólo conocen superficialmente la diversidad de enfoques de las disciplinas
que dominan.
De hecho, la interdisciplinariedad, a menudo, es denigrada. La asunción del riesgo
científico en las fronteras es bienvenido siempre que siga anclado en la disciplina. Pero la
historia de las ciencias y las observaciones contemporáneas muestran numerosos
intercambios y circulación de personas, conceptos y métodos. Los investigadores tienen
interés en investigar en varias especialidades (Blume y Silclair, 1974). Se encuentran en
los escritos cuatro tipos de justificación del trabajo interdisciplinar:
La creatividad científica: pasaría por acercamientos inesperados. Lavoisier era
contable y recaudador de impuestos; Pasteur era químico; Einstein era ingeniero en la
oficina de invenciones técnicas. Los grandes sabios serían héroes que tuvieron el
coraje de impugnar los saberes establecidos y transmitidos por las rutinas
pedagógicas. Las innovaciones teóricas se producirían sobre todo en los intersticios y
no en el corazón de las disciplinas que se repliegan sobre ellas mismas, mientras que
el hecho de estar en los márgenes de su disciplina y ligado, aunque sea débilmente, a
otras disciplinas, favorecería las trasferencias de ideas (Granovetter, 1973).
La conquista: el saber es un imperio en expansión. El progreso se produce en los
márgenes. Se trata de descifrar tierras nuevas, de descubrir nuevos continentes y de
explorar las fronteras del saber, especialmente los de la disciplina.
La pertinencia del trabajo científico ante el objeto o el problema: para abordar
ciertos problemas, los enfoques fragmentarios serían estériles. En un contexto socioeconómico
donde la preocupación es poner la investigación al servicio de la sociedad,
se elevan voces para que la interdisciplinariedad ayude a traspasar los muros entre las
ciencias.
El trabajo concreto de investigación: alrededor de un instrumento, de un objeto o de
un terreno; a veces se impone la movilización de recursos de varias disciplinas. En
antropología, por ejemplo, en el terreno, el investigador debe superar el obstáculo de
la lengua, descodificar las maneras de hablar del mundo y de clasificar los elementos
que lo componen, comprender los códigos perceptivos y transponerlos en los del
observador. Cuando Da Matta (1992) intenta anotar algunas palabras indígenas
(indios gaioes de Brasil), tiene que resolver problemas de fonética. Más tarde,
86
mientras realiza un nuevo censo demográfico, y tratando de localizar un pueblo sobre
un mapa, aprende rudimentos de geografía, de topografía y de dibujo a escala,
después descubre las clasificaciones botánicas, geológicas y zoológicas, la religión, el
derecho, la psicología, la política e incluso medicina. Esta movilización de recursos
de disciplinas se impone sobre el terreno cuando se trata de comprenderlo.
Del examen de las prácticas concretas del trabajo de los investigadores pueden
desprenderse varios modelos de interdisciplinariedad (Vinck, 2000). Señalan la diversidad
de lo que se trata.
El modelo de la complementariedad: articulación de competencias complementarias
para tratar de manera conjunta una cuestión. Más allá de una simple yuxtaposición de
las aportaciones de las disciplinas, hay una exploración de los puntos de articulación
entre los saberes hacia una realización conjunta que pasa por una división inteligente
del trabajo, respetando las diferencias disciplinarias preexistentes.
El modelo de la circulación: investigadores de una disciplina exploran otras para
tomar prestados de ella conceptos, métodos, cuestiones o problemas a resolver.
El modelo de la fusión: reagrupamiento de investigadores trabajando sobre un mismo
objeto, atenuando las distinciones entre las disciplinas de origen. La ecología
constituye un ejemplo de especialidad nacida de la fusión de varios saberes, alrededor
de un objeto y de conceptos como nicho y ecosistema. En ella se articulan
conocimientos sacados de diferentes disciplinas de origen. La nueva especialidad
reconfigura la identidad de los investigadores alrededor de una nueva referencia. En
otros casos, esta reconfiguración no conduce más que a un conjunto impreciso que
fracasa en su intento de hacerse reconocer en el plano institucional.
El modelo de la confrontación: debate entre disciplinas existentes. Las interacciones,
a veces intensas, producen efectos sobre las propias disciplinas: repatriación de
producciones conjuntas y desplazamientos operados a lo largo de las
confrontaciones.
El caso de las Ciencias Para la Ingeniería (SPI)
Las ciencias, instituidas en disciplinas, son movilizadas y traducidas en teorías concretas
87
y aplicadas por los politécnicos y los ingenieros a comienzos del siglo XIX, que producen
también un saber propio a partir de la experiencia. La cuestión es entonces saber si se
trata de una aplicación de saberes científicos o, al contrario, de la emergencia de una
nueva disciplina.
Ingenieros, como Rankine a mediados del siglo XIX, definen un lugar para las
ingenierías (mecánica aplicada, estudio de la transmisión de calor) situándolo entre
teoría y práctica, de tal manera que no amenacen ni a los científicos ni a las oficinas de
ingeniería. Se desarrollan a partir de problemas encontrados por los ingenieros (utilización
del dinamómetro para comprobar las turbinas de agua, anomalías de los inyectores de
agua en los motores a vapor —punto de partida del desarrollo de una termodinámica para
ingenieros). Igualmente, los ingenieros eléctricos transforman la teoría electromagnética
de Maxwell para elaborar su propia teoría de los motores a inducción. Los ingenieros
desarrollan también métodos (variaciones paramétricas, parámetros sin dimensión,
métodos de aproximación y de optimización), matemáticas aplicadas, modelos y teorías
fenomenológicas (modelización de transistores, de motores eléctricos, de flujos
turbulentos; termoquímica de la combustión). Se desprenden debates sobre la identidad y
la delimitación de las ciencias de la ingeniería especialmente en relación a la física. Se
trata:
De ciencias naturales y matemáticas degradadas que introducen imperfecciones en
los modelos científicos. La mecánica de fluidos sería una suerte de hidráulica a la que
se ha añadido el problema de la viscosidad.
De ciencias distintas que tienen por objeto el estudio y la comprensión de las
propiedades y los comportamientos de artefactos construidos por los humanos (por
ejemplo, el estudio de la combustión en los motores térmicos-termodinámica y
cinética química), fenómenos, pues, que no existen en la naturaleza.
La legitimidad de la «ciencias para la ingeniería» es todavía hoy fuertemente
controvertida. El debate se refiere especialmente al reconocimiento y la ayuda oficial que
conviene dar a estas ciencias. En Francia, en un contexto de voluntad política de
acercamiento de la investigación básica y de los intereses económicos del país, el CNRS
abrió, en 1975-1977, un departamento de investigación SPI (ciencia para la ingeniería)
pero la cuestión sigue siendo saber si se trata de aplicar saberes científicos (para los que
88
los actores económicos y organismos de investigación aplicada deberían bastar) o si, al
contrario, a partir de los artefactos tecnológicos (combustión, turbina, cadena de
montaje, nuevos materiales, procedimientos…) se plantean nuevas cuestiones
fundamentales que justifican una investigación más académica.
Los regímenes de producción de los saberes
La repartición en grupos profesionales, disciplinas o ámbitos (investigación
básica/aplicada) no es suficiente para comprender lo que se juega hoy día. Shinn (2000)
propone pensar la dinámica de los espacios de investigación en términos de regímenes de
investigación científica y técnica, teniendo en cuenta los ejes de investigación y los
mercados de difusión de los productos de la investigación. Distingue cuatro:
El régimen disciplinar: los programas de investigación son establecidos siguiendo los
criterios de la disciplina, basándose en la calidad de la teoría, la precisión
experimental, la concordancia entre teoría y experimento y en el valor predictivo de
los conceptos. Los resultados son difundidos en el seno de la comunidad científica, a
través de sus propias revistas y coloquios. Los contactos con los organismos
exteriores apuntan sobre todo a la obtención de recursos destinados a proseguir la
actividad de investigación; están guiados por las necesidades internas del grupo de la
disciplina. Las comunidades disciplinares se estructuran alrededor de organismos
estables y fácilmente identificables como las carreras universitarias, las revistas
científicas y los laboratorios. Producen numerosos escritos que permiten el acceso a
sus resultados y facilitan su análisis. Este régimen valoriza el conocimiento en sí.
El régimen transitorio: en él los investigadores oscilan entre dos criterios de
selección de los temas de investigación y dos modos de difusión de los resultados: la
investigación básica (de referente universitario) y la esfera socio-económica. Pasan
de uno a otro en función de sus necesidades. En última instancia, sus preferencias, en
términos de contenido de la investigación, de público y de reputación, se refieren al
largo plazo, la investigación desinteresada y el intercambio con sus pares. Sin
embargo, una parte de la actividad de investigación y de la trayectoria profesional se
juega al margen de las instituciones de la disciplina, acercándose bien a otras
disciplinas, o bien a la ingeniería o a la acción (administrativa, política, médica…).
Circulan en esos otros ámbitos en función de sus necesidades en términos técnicos,
89
de datos, de conceptos y de alianzas. Toman sus elecciones, según el caso, en
función de criterios de su disciplina de origen o de la disciplina de alianza. De forma
similar, la difusión de sus trabajos se realiza unas veces a través de las revistas
académicas de las disciplinas, otras veces a través de medios socio-económicos. La
transición entre estos referentes puede adoptar la forma de un ida y vuelta, limitado
en el tiempo (la identidad sigue anclada en la disciplina de origen), de una transición
duradera pero circunscrita o de una creación de nuevas especialidades ligadas a la
disciplina de partida (biofísica, geofísica y electrónica molecular).
El régimen utilitario: los investigadores se comprometen con problemas ligados a las
demandas económicas y sociales (ciencias para la ingeniería, ciencias médicas y
ciencias de la gestión) en relación con los técnicos, los practicantes, los consejeros…
de instituciones diversas (universidades, organismos de investigación aplicada,
empresas, Ministerios técnicos, empresas asesoras, centros técnicos industriales,
asociaciones profesionales o ciudadanas). La difusión de los resultados pasa por las
patentes, las revistas profesionales y los media. Se esfuerzan en responder a las
demandas y solicitudes ligadas a finalidades concretas. La distancia entre el régimen
utilitario y el régimen disciplinario se difumina a finales del siglo XX, especialmente
porque sus métodos e instrumentos de trabajo a menudos son los mismos. Las
prácticas a veces se parecen, pero la orientación de sus preferencias a largo plazo
distingue claramente estas dos categorías de investigadores.
El régimen transversal: los investigadores se interesan sobre todo por la metrología y
la metodología, así como por la concepción y la realización de instrumentos genéricos
o de protocolos. Se ponen al servicio de la investigación académica como el régimen
utilitario. No se vinculan a ninguna disciplina sino que forman comunidades
intersticiales. También entran en este régimen aquellos que se inclinan hacia la
gestión de la calidad, la gestión de los conocimientos, las herramientas de
modelización y de simulación así como la ética aplicada a las ciencias. La difusión de
sus trabajos (instrumentos y literatura) se aplica a un amplio abanico de medios
universitarios, industriales, técnicos y administrativos, a veces, con un impacto
universal. Su identidad se construye al nivel de redes transversales y heterogéneas.
Se insertan en nichos y circulan entre diferentes grupos; evitan ligarse demasiado a
un organismo. Unen campos científicos, tecnológicos e institucionales, a veces
aislados, y a veces contribuyen a normalizar ciertas prácticas más allá de la
diversidad de instituciones. Disminuyen la fragmentación cognitiva y metodológica.
90
La conceptualización en términos de regímenes de investigación científica y técnica
permite sobrepasar las oposiciones clásicas entre investigación básica y aplicada, pero
también los análisis clásicos en términos de papeles y de grupos profesionales y de
disciplinas. La nueva conceptualización señala el carácter multiforme de la
investigación y pone en evidencia la importancia de los espacios de difusión y la elección
de los ejes de investigación en el funcionamiento de estos regímenes. Históricamente, los
cuatro regímenes funcionan juntos y son parcialmente interdependientes. Sin embargo,
en el seno del sistema universitario, el régimen disciplinar sigue dominante desde hace
dos siglos, a pesar de importantes transformaciones. Por mucho que se haya
intensificado las relaciones entre los regímenes, el peso relativo del régimen disciplinar no
parece haber disminuido (Gingras, Godin, 2000). A pesar de la voluntad política de
transformar el sistema de la investigación desde hace treinta años, y de las
transformaciones organizacionales realmente inducidas por estas políticas, se plantea la
cuestión de saber en qué medida el equilibrio del conjunto de los regímenes se desplaza o
podría desplazarse.
Los organismos de investigación
Las ciencias no son solamente un hecho de comunidades y de disciplinas sino también de
organismos, entre los que están los organismos de investigación gubernamental creados a
partir de la Segunda Guerra Mundial.
La investigación gubernamental
Encargadas de realizar investigaciones de interés público cercanas al desarrollo
tecnológico pero poco interesantes para la industria, su misión es contribuir a la puesta a
punto de productos y servicios, por ejemplo, para la salud pública, la seguridad del
transporte, el desarrollo agrícola (Trigo et al., 1982;14 Casas, 1983), la autonomía
energética de la nación, la ayuda a la industria nacional en ciertos sectores. Algunos de
esos organismos son colosales, con varios miles o decenas de miles de investigadores,
ingenieros y técnicos (por ejemplo, la Comisión para la Energía Atómica (CEA), en
Francia, con más de 20.000 personas).
En el curso de las dos últimas décadas, la mayor parte de esos organismos de
investigación gubernamental, en el mundo, han sido reorganizados y sus misiones
redefinidas (Laredo y Mustar, 2003; Nowotny et al., 2003): clarificación de papeles,
acuerdos de financiación, contratos sobre objetivos, aumento de la responsabilidad,
exigencia de gestión eficaz de las actividades de investigación, introducción de la gestión
91
de la calidad. Algunos han sido privatizados, otros han sido cerrados. Varios se han
transformado en entidades casi comerciales cuya supervivencia depende de su capacidad
para proponer servicios a los «clientes» (servicios públicos, empresas, asociaciones
ciudadanas, fundaciones) o directamente al gran público a través de la mediación de las
recaudaciones de fondos. Muchos funcionan en mercados en competencia (para la
financiación y la valorización económica) con empresas de investigación, laboratorios
universitarios u organismos equivalentes en el extranjero. Producen nuevos conceptos
tecnológicos y los saberes asociados, y les dan valor industrial mediante el depósito de
patentes, la creación de start-up,15 la transferencia de investigadores hacia la industria, la
cooperación tecnológica.
La organización interna de estos organismos influye en la dinámica de las ciencias. La
estructura jerárquica a veces está muy marcada, por ejemplo, por un presupuesto
repartido de manera unilateral y autoritaria entre los laboratorios. Los jefes son
poderosos. Para obtener una financiación, el investigador debe dirigir una «súplica» a su
jefe de laboratorio que, eventualmente, la transmite al jefe del servicio, el cual puede
decidir sin tener que justificarse. A veces, se hace posible una mayor implicación de los
investigadores en la toma de decisión, entonces pasa por negociaciones sobre la
formulación de las necesidades. Los investigadores interiorizan las reglas de la
organización para formular sus objetivos científicos, por ejemplo, formulando sólo
proyectos justificables a los ojos de la jerarquía.
La asignación de las personas, su evaluación y su promoción varía mucho según el
organismo (más o menos inclusivo o cercano a los investigadores y a los laboratorios).
Las reglas propias de cada organismo influyen según favorezcan o no la antigüedad, la
movilidad, la publicación, la contribución a programas de investigación prioritarios o la
autonomía. Comprender la dinámica de un organismo de investigación pasa también por
el análisis de los mecanismos de contratación, tanto más importantes cuando el despido
es excepcional. La contratación de un investigador pasa por una larga fase de
observación (doctorado, práctica posdoctoral) y de socialización, que desemboca en una
eventual cooptación por los investigadores del lugar. Éstos enseñan en los Máster de
investigación para localizar a los mejores estudiantes, capacitados para imaginar sus
propios programas de investigación, para soportar la angustia del explorador y para
detenerse frente a la deriva (porque la jerarquía raramente se halla en situación de
hacerlo). Los temas de tesis, sobre los que se trata de atraer a los jóvenes, son definidos
de manera que no sean ni demasiado especializados ni demasiado fundamentales, para
evitar que el estudiante llegue a ser inaceptable para el mercado laboral.
92
Algunos investigadores se constituyen en redes científicas e industriales tan importantes
que su influencia personal, en el seno de la organización es, a veces, superior a la de los
jefes de servicio; fuera de la posición jerárquica y retirados, algunos consiguen todavía
imponer sus opciones científicas. El capital de relación social a veces pesa más que el
poder ejecutivo de los jefes jerárquicos.
Caracterizar un organismo de investigación no consiste solamente en describir sus
estructuras, sus mecanismos de localización de recursos (financieros y humanos) y su
gestión; pasa también por el examen de la organización del trabajo y los mecanismos de
cooperación, por ejemplo, los seminarios en donde se discuten los trabajos en curso o la
manera en la que se elaboran las orientaciones de investigación y su coherencia. Los
investigadores disponen a menudo de una importante autonomía en la elaboración de
las orientaciones de investigación, en la medida en que se han ganado su credibilidad
por las publicaciones. «No se dan órdenes a un investigador», dice el jefe del servicio.
Los investigadores se constituyen en redes que atraviesan las parcializaciones de la
organización y se refieren a comunidades que definen las prioridades de investigación y
les incitan a movilizar los recursos de los organismos en los que operan. Estas
comunidades influyen también en las orientaciones de investigación a través de los
consejos científicos en los que se reúnen los investigadores exteriores al organismo.
La investigación industrial
La investigación en empresas representa una parte importante de la actividad de
investigación en el mundo. Durante los últimos decenios, ha sido reorganizada para
hacerse «internamente» mercantil, requerida para dar prueba de su rentabilidad.
Establece así múltiples acuerdos de colaboración con otras empresas y con laboratorios
públicos de investigación. Tiene una historia en la que la componente organizacional es
significativa.
La entrada de la ciencia en las empresas está estrechamente ligada a la revolución
industrial y a los cambios técnicos que modificaron la forma de trabajar. Durante la
segunda mitad del siglo XIX, los laboratorios industriales contribuyeron a la
diversificación de las empresas en los países europeos. La empresa Bayer, por ejemplo,
fundada en 1863, se dedica a la fabricación de colorantes. Amenazada por una caída de
precios en ese sector, contrata, en 1884, al químico Duisberg, y crea un laboratorio de
análisis y control. En 1889, él reorienta el laboratorio hacia la investigación con una
docena de químicos. En 1900 entra en el consejo de dirección de la empresa; los
efectivos del laboratorio son 144 químicos. Esta inyección de investigadores en la
empresa reorienta la producción hacia la farmacia, en la medida en que las sustancias de
93
base de los productos antisépticos están cerca de los productos colorantes. A veces, los
investigadores están asociados a los problemas de producción de los que los ingenieros
son los portavoces; lanzan programas de investigación autónomos que desembocan en
un producto específico: la patente.
La patente se convierte en el producto principal de la investigación industrial.
Proporciona a la empresa medios para controlar a los competidores pero orienta a los
laboratorios industriales a alejarse de los problemas de producción, sobre todo cuando se
refuerzan las investigaciones genéricas (comunes a varias producciones de la empresa),
se reagrupan los laboratorios y se acercan a la investigación pública (publicaciones,
colaboración en investigación). En los años sesenta, los grandes grupos industriales se
dotan de importantes centros de investigación que son cuerpos extraños mal integrados
en el conjunto de la actividad productiva. El movimiento se acentúa con las nuevas
tecnologías que implican mayor transversalidad. En los años ochenta, los grupos
industriales ocupan un lugar estratégico en los contratos de investigación pública y llegan
a ser lugares de paso obligatorio para las otras industrias de su sector.
Para conservar a los investigadores en la empresa, éstas les dejan márgenes de libertad
para hacer investigación «salvaje». Les dejan publicar; demasiada proximidad con las
limitaciones económicas y las necesidades en asistencia técnica les ahuyentaría hacia la
investigación pública. En las empresas de tecnología tradicional, la investigación está mal
representada en la jerarquía; los directores de investigación tienen una posición jerárquica
baja, mientras que la estrategia de investigación no es tomada en cuenta en la elaboración
de la estrategia industrial. Las grandes orientaciones estratégicas son asunto de dirigentes
con débiles competencias tecnológicas. La separación entre dirigentes e investigadores es
tanto más grande cuando el comienzo de carrera en la investigación industrial es poco
valorado. Si la investigación se considera indispensable para el porvenir de la empresa,
los investigadores deben, sin embargo, luchar para hacerse respetar. Su eficacia no es
fácil de demostrar, sus resultados no son inmediatos.
La función asumida por la investigación varía según el sector industrial, el tamaño de la
empresa, la estrategia industrial, su lugar en la organización (representada o no en el
comité de dirección) y el perfil de quien la dirige: investigador reconocido, gestor
«guardián del Tonel de las Danaides», innovador o ingeniero de producción. A veces, es
asimilada al mecenazgo, tolerada a condición de que no perturbe otras funciones y de
que el coste sea limitado. Forma parte de los gastos fijos. Los investigadores son vistos
como un mal necesario: gente difícil, autónoma, poco movilizable y que se comportan
como universitarios. Las actividades de la empresa son aprovechadas para una deducción
94
financiera forzada a favor de la investigación que define ella misma sus propias
finalidades; algunos directores de actividad dicen pagar su contribución a la investigación
para tener paz. El Director de Investigación que tiene un lugar en el comité de dirección a
menudo evita importunar a sus colegas con sus «problemas de laboratorio».
En las empresas donde la investigación implica numerosas manipulaciones repetitivas
sobre productos conocidos, donde los saberes están codificados, son estables y los
trabajos están programados, el laboratorio es un instrumento al servicio de la empresa
que define sus objetivos. La investigación allí está asociada a la producción. Está
organizada de manera burocrática (definición de tareas, competencias, procedimientos y
presupuestos). Su director es un ejecutor que no participa en el pilotaje estratégico de la
empresa.
En otros casos, la empresa integra la investigación en su estrategia. Es concebida como
un recurso estratégico en la guerra económica que se juega sobre la innovación. Es
gestionada a través de proyectos y de equipos relativamente autónomos cuyas finalidades
son negociadas con el resto de la empresa. Hay procedimientos que permiten evaluarlo.
Algunos proyectos son, a veces, aceptados por la visibilidad científica de los
colaboradores asociados al proyecto y por la imagen que procuran a la empresa:
colaborar con un laboratorio prestigioso o en una investigación de fuerte reconocimiento
internacional permite a una empresa jugar con los efectos de la publicidad ante sus
competidores o ante los proveedores de fondos públicos. Sin embargo, las expectativas
en relación a la investigación pueden llegar a ser considerables, los investigadores se
resisten al hecho de ser instrumentalizados para asegurar la ayuda técnica; luchan contra
la deriva clientelar y reprochan a la dirección de la empresa la falta de visión a largo
plazo y una mirada miope sobre las oportunidades financieras.
Según el caso, la investigación industrial se realiza internamente, externamente o a
través de relaciones bilaterales, multilaterales, entre empresas y con laboratorios públicos,
en un nivel nacional o internacional. Para una misma empresa, las estrategias son a
veces múltiples con la yuxtaposición de un laboratorio central trabajando con tecnologías
genéricas o problemas trasversales, laboratorios propios de cada división y la constitución
de una red de colaboradores públicos de investigación. La multiplicidad de estas
estrategias de investigación es a veces el resultado de una cadena de acontecimientos
como la compra o la venta de una filial más que de una estrategia razonada. El estado de
la investigación en una empresa refleja también la forma en que ésta se desenvuelve en
sus mercados: reforzamiento de mercados constituidos, creación de nichos de mercado
para productos nuevos, instauración de barreras a la entrada para los competidores (por
95
medio de patentes), imposición de nuevos estándares técnicos. En las actividades de
investigación se afirma también la capacidad de la empresa para redefinir las normas de
consumo de los productos y las estructuras de producción.
El oficio de director de investigación
Este oficio remite a las habilidades que combinan estrategia científica, conocimiento
de personas y conocimiento de la empresa (Latour, 1991):
El demógrafo: los directores de investigación actúan con prudencia para captar,
retener, cuidar, orientar y recompensar a los investigadores. «No se invierte en la
investigación sino en los investigadores», dice uno de ellos. Sabiendo que hacen falta
diez años para formar un equipo de especialistas de alto nivel que conozca la
problemática industrial local, su gestión se desarrolla a largo plazo. Así, una apuesta
es también colocar a los investigadores en la empresa y crear una red de personas
capaces de comprender el interés y las dificultades de la investigación.
El evaluador: selecciona los proyectos, mide su grado de progreso y verifica su
interés en relación a las actividades de la empresa. Los procedimientos de evaluación
pasan por el encuentro regular con el «cliente» interno, por encima de los proyectos,
así como por los indicadores formalizados (por ejemplo, el impacto del trabajo de
investigación en los precios de compra y venta del producto).
El intermediario: evita que la investigación sea marginada y la asocia a otras
actividades.
La evolución de los dispositivos de la investigación industrial
La crisis económica de finales del siglo XX y la degradación de las estructuras han
provocado la supresión de numerosos laboratorios y ha hecho externalizar la
investigación en los laboratorios públicos. De golpe, la cuestión de la coordinación
adquiere importancia. Industriales e investigadores no proceden en función de las mismas
lógicas y tiempos, son conducidos a poner en marcha dispositivos en los que combinan
relaciones de confianza y de conocimiento mutuo, relaciones afectivas, credibilidad
científica y procedimientos jurídicos. Definen la división del trabajo, el reparto de
información, los intercambios de materiales, la co-dirección de tesis y la circulación de
personas.
Empresas, laboratorios públicos y servicios del Estado construyen además programas y
96
redes alrededor de un proyecto innovador, dirigidos por acuerdos de cooperación y un
dispositivo de pilotaje. Resulta un encaje entre organizaciones donde cohabitan dos
formas de coordinación: mediante jerarquía, para la arquitectura general del
programa, y mediante la confianza en el seno de las pequeñas comunidades de
investigaciones industriales y públicas a cargo de esos programas. Estos programas se
apoyan en acuerdos previos entre los actores sobre una regla de juego, precisando las
reglas de buena conducta en la puesta en común del estado anterior, las contribuciones
financieras de los industriales y la propiedad de los resultados.
Otros actores que estructuran la investigación
La investigación se rige por una diversidad de instancias, a menudo insospechadas y
descuidadas en los análisis; definen las prioridades y los objetivos, asignan los medios
financieros y humanos, definen las reglas de funcionamiento y organizan la actividad.
Junto a las universidades, la investigación gubernamental e industrial y las sociedades de
científicos, es difícil imaginar el funcionamiento y el enmarañamiento de organizaciones
que intervienen en materia de investigación.
Agencias, consejos de investigación, fundaciones y programas
Solamente en el nivel europeo, por ejemplo, una serie de siglas acuden a la mente cuando
se habla de I+D tecnológico: CERN (Consejo Europeo de Investigación Nuclear), ESA
(Agencia Espacial Europea) y EUREKA. Entre estos actores que la encuesta sociológica
debería tener en cuenta, se encuentran:
Las agencias: organizaciones a las que se confía la misión de apoyo y organización
de la investigación. El CNRS (Centro Nacional de la Investigación Científica), en
Francia, puede ser considerado como una agencia a la que se confía una misión de
ayuda a la investigación básica. Durante un tiempo, encargado de estructurar y
animar la investigación nacional, ha llegado a ser para muchos, una agencia de
medios, que asigna los recursos humanos y financieros, a los laboratorios y a los
instrumentos de investigación. Para otros, es una agencia que concede una etiqueta
de calidad a los laboratorios. En Francia, en 2005, se crearon varias nuevas agencias:
Agencia Nacional de la Investigación (ANR), Agencia de la evaluación de la
investigación y enseñanza superior (AERES), Agencia de la innovación industrial.
Los consejos de investigación: La ayuda a la investigación pasa, a veces, por los
consejos de investigación (NRC, Consejo Nacional de Investigación británico, CSIC
97
en España, Colciencias en Colombia, CONACYT en Mexico, CONICET en Argentina,
etc.) o por los fondos nacionales (Fondos nacionales de la Investigación Científica,
en Bélgica) que conceden los medios de investigación a los investigadores o equipos
en función de la excelencia de sus proyectos, evaluada por comisiones compuestas
por pares.
Las fundaciones: privadas o públicas, tienen un papel de ayuda a la investigación. En
1974 la política europea crea una Fundación Europea de la Ciencia (ESF), como su
homóloga americana Fundación Nacional de la Ciencia (NSF). Sus miembros son
las agencias y los organismos de investigación gubernamentales de los países
miembros. Creadas para sostener la investigación de base, nunca ha recibido más que
un presupuesto marginal (menos de 10 millones de euros en comparación con los 3
mil millones del PCRD (Programa Marco de I+D de la Unión Europea). Tiene, sin
embargo, un papel de coordinación, por ejemplo, para los programas de investigación
del polo ártico y en las neurociencias. Las fundaciones Ford o Rockefeller, de
carácter privado, tienen un papel de incentivación no despreciable en algunos países.
La fundación Ford, por ejemplo, ha tenido un papel desencadenante en el
surgimiento del Observatorio astronómico europeo. Algunos gobiernos impulsan la
creación de fundaciones para desarrollar el mecenazgo en la investigación.
Los programas: son modos de intervención en la investigación que aspiran a
estructurar dinámicas por medio de iniciativas. Son gestionados por estructuras como
las agencias, las fundaciones, los servicios públicos del Estado (Dirección Nacional de
Investigación de la Comisión de la Unión Europea, Ministerio de la Investigación en
Francia). Algunos programas están ligados a acuerdos interministeriales o
intergubernamentales.
En algunos países, las fundaciones tienen a veces un papel determinante. Cueto (1994)
se interesó especialmente en el caso de la Fundación Rockefeller y su papel en el
desarrollo de la ciencia y de las políticas de salud en Latinoamérica. Cueto analiza los
aspectos culturales e ideológico-políticos (relaciones de poder) implicados en esas
intervenciones y que determinaron la acción de esta fundación. Estudió las modalidades
adoptadas para apoyar las actividades científicas en Latinoamérica: mecanismos de
selección de los proyectos a financiar, formas de financiación con relación a los contextos
políticos y culturales de cada nación. Robles-Belmont y Vinck (2012) analizaron las
funciones de un organismo filantrópico y no gubernamental que ha sido central en el
98
desarrollo de las nanociencias y nanotecnologías en México, y se cuestionan sobre la
modelización de las relaciones entre las diferentes entidades presentes en el desarrollo e
instalación de nuevas tecnologías.
Grandes instrumentos y plataformas tecnológicas
El paisaje de la investigación también está compuesto por grandes instrumentos o
infraestructuras de investigación, cuyos efectos a menudo son estructurantes. Resultan
de la acción de investigadores que movilizan a su alrededor a una parte de la comunidad
científica, así como a los decisores políticos. Las organizaciones internacionales y las
fundaciones tienen también el papel de activación o de facilitador de esas grandes
realizaciones. Su construcción precisa con frecuencia muchos años de preparación de la
decisión y de negociaciones intergubernamentales. Es el caso del CERN, cuyo acelerador
está instalado en Ginebra (emplea a 2.000 personas e integra, alrededor de sus
experimentos, a una comunidad de 7.000 científicos); del observatorio astronómico
europeo (ESO) instalado en Chile, de la ESRF (European Synchrotron Radiation Facility)
en Grenoble. La vida de estas infraestructuras de investigación está marcada por la
sucesión de generaciones de máquinas que marcan la historia de la cooperación científica
en Europa. Están generalmente asociadas a organizaciones destinadas a gestionarlas así
como a regular el acceso para los investigadores que llegan para realizar experimentos.
Algunos grandes instrumentos dependen de organismos internacionales (la Comisión de la
Comunidad Europea para el Tokamak) o de acuerdos multilaterales entre naciones como
en el caso de ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor), IRAM (Instituto
Radioastronómico milimétrico), ETW (túnel de viento transónico), VIRGO (detector en
física gravitacional). Entre los grandes instrumentos hay que contar también la lanzadera
europea ARIANE, gestionada por la Agencia europea del espacio (ESA) cuyas misiones son:
garantizar un acceso autónomo de Europa hacia el espacio, construir un programa
científico de alto nivel y crear una capacidad para desarrollar sus propios satélites. La ESA
ha logrado varias operaciones científicas en astrofísica con las sondas espaciales Giotto,
Ulysse y Soho.
Los polos de investigación, que concentran numerosos recursos, son otro tipo de
infraestructura de investigación. Es el caso del laboratorio europeo de biología molecular
(EMBL) en Heidelberg o de los polos de investigación en micro y nanotecnologías en
Grenoble, que reúnen escuelas de ingenieros e instituciones de investigación.
Los recursos crecientes a la instrumentación en ciencia están estrechamente ligados a
las nuevas formas de organización del trabajo de investigación. El trabajo colectivo va
en paralelo a la sofisticación de los instrumentos. Asistimos a un crecimiento del tamaño
99
de los laboratorios y a la formalización de la organización. Asistimos también a la
emergencia de plataformas tecnológicas, agrupamientos de instrumentos y equipos
competentes para la utilización y el mantenimiento de estos equipamientos puestos a
disposición de los equipos de investigación, privados o públicos, que los necesiten. El
surgimiento de estas plataformas está fuertemente sostenido por diversas políticas
científicas puestas en marcha con el cambio del siglo XX al XXI. El fenómeno es
especialmente significativo en el sector de las biotecnologías, de la microelectrónica y de
las nanotecnologías,16 donde los equipamientos potencialmente útiles son a la vez
variados, raros y muy costosos, pero también en las ciencias de la vida como la genómica
(Peerbaye, 2004), las ciencias sociales (para la realización de grandes encuestas y la
gestión y tratamiento de grandes bases de datos) y en las ciencias humanas (grandes
bases de datos de recursos digitales, así como, clásicamente, las bibliotecas, archivos y
museos). No todos los proyectos de los grandes instrumentos obtienen necesariamente
resultados, como es el caso de los proyectos de los buques internacionales.
La edición científica
Los lugares donde se fabrican los conocimientos científicos no se limitan solamente a los
laboratorios, organismos de investigación y redes de cooperación. Otras organizaciones
tienen un papel no despreciable en las dinámicas de producción de conocimientos. Es el
caso de los editores científicos. Su papel no se limita a elaborar conocimientos y ponerlos
en circulación. Bajo su batuta se realiza un trabajo de evaluación de conocimientos, de
acompañamiento y de orientación de los investigadores en su trabajo de codificación de
los conocimientos, de selección de trabajos y, finalmente, de certificación de los
conocimientos.
Comprender las dinámicas de funcionamiento de las editoriales científicas pasa a la vez
por analizar sus estrategias y por un análisis de los Comités de redacción (que definen las
prioridades editoriales de las revistas) y de los Comités de lectura (que evalúan los textos
sometidos a publicación). Se trata especialmente de comprender cómo se constituyen las
revistas y qué dinámicas las impulsan, particularmente las estrategias de investigadores y
editores, y la negociación de las políticas editoriales. Las revistas a menudo tienen un
papel de animación, incluso de estructuración, en las comunidades de investigación.
Algunas revistas apuntan a comunidades especializadas; son, consecuentemente, menos
difundidas y los artículos en ellas reciben menos citas. Otras revistas buscan ser muy
generalistas, como Nature; apuntan a un público amplio y a un factor de impacto
elevado. Algunas privilegian los artículos de enfoques cuantitativos, o las demostraciones
sostenidas por ecuaciones o por fotografías. Otras tienen preferencia por los desarrollos
100
conceptuales, los resultados generalizables o cuyas implicaciones afectan a un público
amplio de investigadores, más que resultados empíricos demasiado singulares, por
ejemplo, las habilidades demasiado tecnológicas.
El fenómeno de la edición científica merece toda la atención del sociólogo. En estos
comienzos del siglo XXI contamos aproximadamente con 160.000 revistas científicas, sin
distinción de disciplinas. Entre aquéllas, 24.000 funcionan con un Comité de lectura;
corresponden a más de dos millones de artículos publicados cada año. Están publicadas
por editoriales públicas (prensas universitarias, organismos de investigación, sociedades
científicas) o privadas (entre las que se encuentran las multinacionales). Algunos
editoriales gestionan varios centenares: alrededor de 2.000 por Elsevier, 1.000 por Taylor
& Francis y por Kluwer, 700 por Blackwell y Springer Verlag, luego vienen Cambridge
University Press y Oxford University Press con menos de 200 revistas cada una. Lo
hacen en colaboración con un número casi equivalente de sociedades científicas o
profesionales. Numerosas editoriales no publican más que una sola revista. Su estrategia
afecta a las posibilidades de publicación e influyen en las dinámicas científicas en la
medida en que los investigadores orientan sus trabajos para que sean publicados en las
revistas prestigiosas, las más citadas, aumentando así sus posibilidades de ser
reconocidos.
Los responsables de la edición pesan igualmente en la puesta a disposición y el acceso
a los resultados de la investigación. Durante los años noventa, las grandes editoriales
comerciales practicaron políticas tarifarias inflacionistas, una de cuyas consecuencias fue
la pérdida de suscripciones que se dio en numerosas bibliotecas. El mundo de la
investigación académica y de las bibliotecas universitarias reaccionó; en enero de 2001,
una petición de la Public Library of Science reúne las firmas de varias decenas de miles
de investigadores, exigiendo que las editoriales creen una biblioteca pública mundial que
ofrezca el libre acceso a los resultados de la investigación. En 2004, el consorcio de
bibliotecas, cuyos presupuestos son absorbidos por las tarifas de suscripción a las
revistas, anuncian su apoyo al despliegue de un servidor en línea donde los investigadores
podrían depositar sus escritos haciéndolos accesibles para todos. La idea de archivos
abiertos, lanzada por los físicos a comienzos de los años noventa, recibe el apoyo de
instituciones que se ofenden por el hecho de que las investigaciones, financiadas por
fondos públicos, no sean accesibles a los investigadores más que mediante el pago de
costosas suscripciones a las editoriales científicas. Las bibliotecas se reagrupan
igualmente en consorcios para limitar la arbitrariedad de los precios puestos por las
editoriales.
101
Se desarrollan nuevos servicios electrónicos: publicación y consulta en línea de
referencias, resúmenes y artículos; circulación de un artículo a otro a partir de
referencias. Estos servicios están, también, en manos de los grandes grupos editoriales.
Los programas informáticos que utilizan para vincular las publicaciones, permiten a las
editoriales controlar el paso de lectores hacia las editoriales de origen. Por último, entre
los servicios electrónicos ofrecidos hay que tener en cuenta las bases de datos,
especialmente de Web of Science, que referencia las citas. Esta base cubre de forma
desigual las revistas del mundo —las publicaciones en lengua distinta al inglés están poco
representadas—, otras instituciones crean su propio índice de citas.
Los actores políticos también influyen en esa dinámica de la edición científica y la
divulgación del conocimiento. Lemarchand (1996) estudió la divulgación y difusión de la
ciencia con relación a los contextos políticos. Examina la cuestión de la comprensibilidad
del lenguaje, del analfabetismo científico y tecnológico, de la visión de los políticos
acerca de la investigación y el desarrollo, del papel de los medios (diversidad, cobertura
temática).
De esta manera, en la aparente periferia del mundo de la investigación operan actores,
sociedades científicas, editoriales, bibliotecas y gestores de las agencias de investigación
cuyas estrategias influyen en las dinámicas científicas de una manera que todavía queda
pendiente de analizar.
Los laboratorios
La sociología de las ciencias se ha interesado desde hace tiempo por los investigadores en
tanto que individuos y en tanto que comunidades; el modelo implícito era el de individuos
en competición. Pero otro modelo tiende a imponerse: aquel de la investigación como
actividad colectiva. Entre 1980 y 1995, el número medio de co-autores ha pasado de 2,5
a 3,5. El laboratorio, nivel intermedio de organización del trabajo científico, es una forma
organizacional específica e históricamente fechada (véase capítulo 1). Concebido como
soporte pedagógico, ha hecho posible una fuerte productividad científica.
El laboratorio como unidad de producción
El laboratorio es una entidad productiva que transforma una serie de input (instrumentos,
publicaciones, muestras y materiales, recursos humanos de alto nivel) en una serie de
productos (publicaciones e informes de investigación, investigadores experimentados,
nuevos instrumentos, prototipos…). Es el lugar en el que se producen actividades y
procesos como: la transformación de jóvenes estudiantes en investigadores confirmados
102
y especializados, la construcción de respuestas (bajo la forma de conocimientos
formalizados) a las demandas hechas por los patrocinadores, la transformación de
muestras de la naturaleza en datos y teorías. La cuestión está en comprender el
encadenamiento de las actividades y la manera en que están coordinadas, encuadradas y
dirigidas. El laboratorio, en tanto que colectivo de investigación, construye también una
capacidad de orientación estratégica y una capacidad para prestar sus recursos sobre
temas o proyectos. Se compromete en alianzas con otros laboratorios con los que está en
competencia tanto como en cooperación. Diversifica sus actividades, juega en la
economía de variedad interna (temática o instrumental) o, al contrario, se centra en
algunas competencias clave.
La rosa de los vientos permite caracterizar la actividad (Laredo y Mustar, 2000).
Representa las producciones del laboratorio según cinco familias:
Los conocimientos certificados, en forma de artículos publicados en las revistas
académicas. Codificados, circulan fácilmente. Son evaluados por los pares y así
certificados.
Los conocimientos incorporados (en los individuos a través de la enseñanza y
encuadre de doctorandos…) y materializados (en instrumentos, materiales, modelos
físicos o numéricos). No están más que parcialmente codificados.
La cultura científica: los laboratorios contribuyen al cultivo de los conocimientos e
informaciones científicas a través de la vulgarización científica, la participación en los
debates públicos y la intervención en los media.
Las innovaciones: a través de las cooperaciones con otros actores (industriales,
hospitales…) con lógicas diferentes, los laboratorios transforman los conocimientos e
invenciones en innovaciones (productos, procedimientos, servicios) y en normas
técnicas que permiten la coordinación, especialmente de actividades económicas.
Los bienes colectivos: los laboratorios contribuyen a los objetivos perseguidos por los
poderes públicos en los ámbitos de la sanidad, medio ambiente, seguridad (sanitaria,
alimentaria, defensa), transporte, produciendo conocimientos, experiencias y
consejos.
La rosa de los vientos permite dibujar el perfil de los laboratorios (diversificados o
especializados) en función de las ramas que privilegian. A menudo los laboratorios están
103
activos en varias de estas ramas entre las que se realizan sinergias. Por ejemplo, la
inversión en la formación de estudiantes es un medio para disponer de los recursos
necesarios para la producción de conocimientos certificados.
El laboratorio como forma organizacional
Los laboratorios difieren en el aspecto organizativo en función de:
El tamaño: de algunos investigadores a varios centenares.
La división del trabajo: diseñadores y ejecutantes; investigadores, ingenieros y
técnicos; teóricos y experimentadores; investigadores senior, junior y estudiantes; los
que publican, los que firman las publicaciones y los otros; entre especialidades. Estas
divisiones a veces son implícitas y a veces formales.
Los mecanismos de coordinación: formalización de los objetivos y de las tareas;
estandarización de procedimientos (protocolos, gestión de la calidad, gestión de los
conocimientos, dirección de proyectos); control de resultados (validación de
publicaciones); actividades transversales (número y naturaleza de los seminarios).
El laboratorio corresponde a veces a un lugar donde se practica la investigación
experimental con mesa de laboratorio e instrumentos, pero corresponde también a una
104
entidad organizacional que reúne a investigadores, de manera estable, en el seno de una
misma entidad de gestión, con o sin mesa de laboratorio. En ciertas situaciones, la
penuria de los locales es tal que los investigadores no tienen ni despachos; no es más que
una entidad organizacional. Se habla también de laboratorio común para designar la
puesta en común de recursos alrededor de una temática o de un problema. A veces, la
noción de laboratorio es equivalente a la de equipo (agrupación temporal de algunos
investigadores alrededor de una temática o de un proyecto); a menudo, está compuesto
por varios equipos, incluso corresponde a una federación de equipos y puede incluir a
varios cientos de investigadores. Se habla, por último, de laboratorio sin muros a
propósito de asociaciones de laboratorios dispersos, para un periodo dado, alrededor de
un problema identificado; se trata entonces de una red de laboratorios que coordinan sus
estrategias.
La sociología de las ciencias se ha interrogado sobre esta diversidad de formas
organizacionales y sobre sus causas: factores intrínsecos (objetos estudiados, contenidos
científicos y prácticas instrumentales), factores contextuales (tamaño de la organización,
naturaleza de la demanda social o industrial) o estrategia de los actores que construyen
los laboratorios.
Los factores que determinan la organización del laboratorio
El tipo de práctica científica y la especialidad imponen a los investigadores obligaciones
que afectan a la organización del trabajo y sus relaciones (Shinn, 1980). Habría una
correlación entre la disciplina y el modelo organizacional. Ni el tamaño del laboratorio, ni
el de la organización, ni la demanda tendrían un impacto significativo sobre la morfología
de los laboratorios. Por el contrario, tres factores intrínsecos al tipo de ciencia decidirían
la forma organizativa: 1) El proceso intelectual, el tipo de investigación y el material que
exigen; 2) El origen escolar de los investigadores y el proceso de socialización del que
vienen; 3) La historia del laboratorio (inmutable una vez definidos por las contingencias
históricas de su creación o evolucionando hacia una forma burocrática) (véase figura 5).
Shinn hace la demostración a partir del estudio de trece laboratorios de investigación
industrial. Distingue tres tipos de organización (caracterizada por su estructura jerárquica,
forma de autoridad, naturaleza e intensidad de las comunicaciones y el horario del
personal) que asimila al contenido del trabajo y a los procesos de socialización. Habría un
vínculo entre el establecimiento en el que los investigadores han sido formados y el
tipo de organización del trabajo científico en el que trabajan después. Por una parte,
están preparados para entrar en algunas estructuras organizacionales específicas; por
otra, tienden a reproducir la forma de laboratorio en el que han sido formados (véase
105
tabla 2).
Química Tecnología de la
Información Física
Modelo de
organización Mecánica Orgánica
Permeable o híbrido formado de la física
tradicional (mecánica e hidráulica) y de la física
moderna (electrónica)
Forma de
autoridad
Centralizada (los directores
deciden, a menudo
unilateralmente, del contenido)
Difusa y descentralizada: las
decisiones son colegiales
(gestión, metodología)
Central y colegial
Jerarquía
Muchos rangos entre el
director y el técnico con la
delegación oficial del poder a
los ingenieros
Pocos rangos jerárquicos
(especialmente simbólicos) Flexibles, a pesar del número de rangos
Estructura de
comunicación
Rígidos y formales (reuniones
oficiales, notas de trabajo, etc.);
muy poco contacto no
codificada (excepto dentro de
un mismo rango jerárquico);
poco contacto con otros
laboratorios
Libre y variada (contacto
directo entre los técnicos y
directivos, la información
difundida oralmente,
proyectos en colaboración,
incluso con organizaciones
ajenas al laboratorio)
Formal, pero con el apoyo adicional de las redes
informales
División del
trabajo
Trabajo predeterminado y
división del trabajo de acuerdo
con la estructura jerárquica
(administración y gestión /
trabajo creativo y la
preparación de los
experimentos / rendimiento)
Variable en función de los
proyectos (sin definición
estable de tareas; reparto de
responsabilidades en función
de los requerimientos del
proyecto, los grupos
semiautónomos)
Estable, pero que permite variaciones (practicas
codificadas pero negociables; permite las
iniciativas)
Movilidad en
la carrera Limitada
Promoción (a veces acelerada
en relación con los
resultados); abierta a los
técnicos, incluye cargos de
director de investigación
Extensiva en los rangos jerárquicos superiores,
pero limitada para los técnicos.
Las hipótesis y deducciones
basadas en objetos concretos;
106
Contenido
del trabajo
ninguna investigación teórica.
Experimentación repetitiva
para probar una serie de
variables
Principalmente teórico:
investigación y formulación
de modelos conceptuales y
matemáticos
Parcialmente hipotético y deductivo y en parte
conceptual
Instrumentos Simples y variados
Informática / papel y lápices.
Computador utilizado
especialmente para
comprobar la validez de los
modelos
Avanzados y complejos, a cargo de la
investigación en ingeniería
Rendimiento
del trabajo
Trabajo repetitivo para los
técnicos; resultados
transmitidos a los
investigadores que luego sacan
las conclusiones. Los directores
analizan los resultados,
organizan la contratación y
generalmente la manejan. Las
instrucciones son de arriba
hacia abajo y los resultados son
de abajo hacia arriba
Cada proyecto está a cargo
de investigadores y es
discutido ampliamente y
colectivamente. Los técnicos
están involucrados en todos
los procesos creativos
Los ingenieros participan en los experimentos y
en el análisis de los resultados con la ayuda de los
técnicos (los cuales también se encargan de tareas
más exigentes y del mantenimiento de los
equipos)
Proceso de
socialización
Educados en los
establecimientos de educación
superior de mayor prestigio,
donde reciben formación
basada en conferencias. El
conocimiento y los conceptos
generales se consolidan a través
de ejercicios prácticos. Los
estudiantes son receptáculos de
ideas y su asiduidad y la toma
de notas son monitoreadas.
Este tipo de educación hace
que prefieren un modelo de
organización mecánica. Se cree
que los laboratorios tienen que
ser gestionados por personas
graduadas de las escuelas
adecuadas, ya que serán capaz
de ejercer la autoridad y el
respeto. Los investigadores de
otros niveles educativos se
supone que son incapaces de
respetar la jerarquía y no tienen
ningún sentido de orden
Proceden de las
universidades ordinarias: la
educación es basada en el
trabajo práctico, seguido de
discusiones en grupos
pequeños. La independencia
intelectual es fomentada: la
posibilidad de elegir su
propio proyecto o incluso un
programa de entrenamiento
propio. Se invita a los
estudiantes a cuestionar el
marco conceptual al que
pertenece su obra.
Acostumbrados a relaciones
sociales e intelectuales
informales, su preferencia es
por las organizaciones no
jerárquicas. La gestión por
ingenieros procedentes de los
establecimientos educativos
más prestigiosos resulta ser
contraproducente en este
ámbito
Hay muchos establecimientos diferentes, algunos
que son incluso más especializados. Esta variedad
se refleja en la composición de los laboratorios,
ya que están obligados a integrar diferentes
especialidades para que el enfoque abarque todos
los problemas. La enorme gama de posibilidades
de formación (tanto especializadas como
generales) se ven como una ventaja en el
funcionamiento de un laboratorio. Las redes se
crean en el laboratorio según su nivel educativo:
sus estructuras semi-autónomas hacen posible la
cooperación y la competencia en el interior del
laboratorio
Tabla 2. Tipos de organización según las disciplinas
Otros autores (en gestión, economía y psicosociología) se preguntan por los factores que
influyen en la productividad científica: los determinantes individuales (edad, sexo y
formación) (reducida influencia, según Stephan, 1996), la reputación del laboratorio
(Cole et Cole, 1973), las características de los laboratorios (modo de organización,
estructura de financiación y estrategia de contratación), entre los cuales el tamaño (efecto
107
negativo) (Joly y Mangematin, 1996), la composición del laboratorio (presencia de
docentes que canalizan a los estudiantes en tesis hacia el laboratorio) y la mezcla de
generaciones (efecto positivo) (Stephan y Levin, 2002).
La organización que conviene
La cuestión de la buena organización es un tema de preocupación tanto para los
investigadores como para los gestores de los organismos de investigación. Lemaine et al.
(1982) estudia los equipos de investigación como los actores, portadores de proyectos y
estrategias, especialmente en cuanto a la organización que conviene. Esas estrategias
pesan sobre las orientaciones y el modo de organización del laboratorio que son
soluciones de los investigadores en relación a su contexto (donde encuentran también los
modelos de organización que les inspiran) en función de los objetivos que persiguen.
Las estrategias que despliegan se refieren también a la distancia o el acercamiento entre
investigadores y técnicos, su autonomía y su reconocimiento. Los técnicos, cuando se
sienten dominados y explotados por los investigadores, que sacan provecho de su
trabajo, preconizan las normas profesionales del «buen trabajo» y las imponen a los
investigadores independientemente de las finalidades perseguidas por éstos. El laboratorio
aparece entonces como un espacio estructurado por los juegos de poder de los actores.
El análisis de las trayectorias de los laboratorios hace aparecer la estructuración singular
de su organización. Las diferencias constatadas se refieren no solamente a sus contextos
de actuación (expectativas y apoyo por parte de las tutelas, paisaje local) sino también a
sus dinámicas internas (proyecto colectivo organizacional y científico de los
investigadores, preferencias relativas en el modo de contratación, definición de la
excelencia académica). Los actores no adaptan simplemente la organización a las
oportunidades, privilegian también algunos proyectos a largo plazo. Construyen los
laboratorios y las reglas de cooperación —concurrencias tolerables y satisfactorias. El
laboratorio está, pues, dirigido por reglas, a la vez que es un espacio donde se producen
reglas y proyectos (Louvel, 2011).
Las redes de cooperación científica
La organización de la investigación está también hecha de redes de cooperación
científica: agrupaciones circunstanciales de laboratorios y de investigadores, alrededor de
un tema, de un problema o un proyecto. Aunque tales redes existen desde hace tiempo,
especialmente en el marco de las organizaciones científicas internacionales, el fenómeno
se ha desarrollado considerablemente durante los últimos decenios. Su constitución, a
108
veces local e informal, se ha convertido en una empresa voluntaria y colectiva,
promovida por los programas públicos de investigación; la incitación a «hacer redes»
expresa una voluntad política de organizar el trabajo científico. Las redes se han
convertido en instrumentos de política científica, más flexibles que la creación de grandes
laboratorios especializados.
No hay, sin embargo, un modelo único de red. Las diferencias de una red a otra son
considerables. Hemos resaltado cinco grandes tipos de red (Vinck, 1992):17
Red «estructura de recolección»: articulada alrededor de un centro de recolección y/o
tratamiento de datos o de muestras; moviliza un gran número de actores locales
(investigadores, industriales, médicos) a fin de que produzcan los datos, tópicos o
muestras, puestos en circulación, reagrupados, comparados y conservados en un
laboratorio, una colección, una base de datos o un banco de muestras. Una red así
permite trabajar sobre una gran diversidad de situaciones (casos, prácticas,
tecnologías…) Su coordinación pasa por la gestión de la circulación de documentos
(papeles, ficheros numéricos) y la gestión de grandes bases de datos. La red está a
veces subdividida por regiones o por temas. Es utilizada para supervisar un fenómeno
(especialmente epidemiológico), armonizar las prácticas (médicas, por ejemplo) o
evaluar técnicas. Más allá del proyecto de investigación, algunas son instituidas como
un servicio público permanente.
Red «fórum»: estructura social en la que los científicos intercambian ideas y
resultados, conciben proyectos (bilaterales o colectivos), acuerdan códigos de
conducta. El «fórum» se sostiene en los intercambios «clásicos» entre equipos:
seminarios y coloquios. Permite estructurar una comunidad científica alrededor de
cuestiones de investigación, de objetos de estudios o de metodologías. Se encuentra
allí donde se trata de organizar pequeñas comunidades especializadas y de explorar
problemas en la frontera de las disciplinas. Se adecúa eventualmente a la ausencia de
laboratorio.
Red de «armonización de las prácticas de investigación»: versión consistente
(hardnetwork) del fórum, permite a los investigadores intercambiar ideas pero
también datos, vueltos comparables y complementarios, gracias al trabajo de
armonización y de normalización de las prácticas de los investigadores, de su
lenguaje y de sus instrumentos. Numerosos objetos intermediarios (Vinck, 1999)
circulan de un equipo a otro (muestras, material de referencia y protocolos) mientras
109
que los equipamientos comunes (laboratorios de referencia, instrumentos para
compartir) aseguran una mayor homogeneidad en el tratamiento de los datos. El
coste de alineamiento de los laboratorios implicados es tal, que una frontera separa
progresivamente aquellos que están en la red y los que están fuera. En la red, las
producciones científicas locales circulan y son fácilmente comprendidas, repetidas y
validadas por los otros investigadores. Fuera de la red, las producciones científicas
están condenadas a quedar en el ámbito local, no reproducibles, incomparables e
inutilizables.
Red «estrella alrededor de un equipamiento centralizado»: red consistente, irradia
alrededor de un equipamiento centralizado (gran instrumento, laboratorio de
referencia, centro de test) con los que tienen lugar los intercambios materiales. Los
equipos no tienen, a priori, lazos más que con el equipamiento centralizado, el cual
estructura la comunidad de investigación a través de objetos intermediarios puestos
en circulación y la gestión del acceso al instrumento: orientación de las problemáticas
y armonización de las prácticas de los equipos.
Red «estructura de proyectos»: compuesta de equipos con competencias variadas y
complementarias, que intervienen en distintos momentos en función del avance del
proyecto común. Está caracterizada por una logística fuerte y por una repartición e
integración de las tareas entre los equipos. Lo encontramos en los casos de puesta a
punto de nuevos tratamientos y equipamientos ad hoc.
Todas estas redes articulan actores heterogéneos: investigadores, industriales, médicos,
que dependen de disciplinas, de sectores de actividad y de tipos de organismos
diferentes. No son una asamblea de pares. No son tampoco instituciones estables:
constituyen formas de coordinación flexibles. De composición variable, son ante todo
transitorias y ligadas a los proyectos que presidieron su construcción. Producen efectos
de sinergia entre equipos y movilizan los recursos existentes pero dispersos. Permiten
desplazar, comparar y asociar estos recursos locales y, de paso, les añaden valor. Cuando
se dislocan, quedan una serie de equivalencias (mismo lenguaje, instrumentos
estandarizados, relaciones de confianza) fácilmente movilizables para nuevos proyectos.
En el nivel europeo, participan también en la construcción política del territorio; la misión
de imaginar formas de trabajar conjuntamente a pesar de las diferencias (Norte/Sur,
grandes países/pequeños países). Estas redes han inventado acuerdos variados para
resolver el problema de las asimetrías entre los investigadores (Vinck, 1996), por
110
ejemplo:
La definición de una jerarquía de estatus en el seno de la red: observadores incluidos
mínimamente en la red; equipos activos; equipos centrales. La endogenización de la
asimetría permite a la red incluir un mayor número de equipos.
La selección, por los equipos más competentes, de un número restringido de equipos
menos dotados, y la inversión en estos equipos para llevarlos al nivel de mayor
competencia.
La división internacional del trabajo con especialización de equipos según sus
competencias respectivas. Este tipo de red no favorece mucho los aprendizajes para
los equipos menos dotados.
La invención de métodos de trabajo que anulan las diferencias entre equipos:
estandarización de instrumentos, protocolos y cualificaciones.
La puesta en marcha de métodos que permiten a cada equipo desarrollar nuevos
proyectos, en función de sus recursos y necesidades locales, sacando provecho de los
aprendizajes realizados en el seno de la red.
Los investigadores inventan y construyen redes, su estudio debería permitir
comprender mejor cómo se articulan las producciones locales con las dinámicas
internacionales.
Conclusión: el amontonamiento de las organizaciones
El mundo de las ciencias está poblado de comunidades profesionales o de disciplinas, de
regímenes de investigación, pero también de organizaciones muy diversas (agencias,
laboratorios, organismos e infraestructuras, redes de cooperación, editoriales) de las que
entrevemos la importancia. Hemos tratado de comprender la génesis (en qué están
determinadas por las estrategias de los actores, por ejemplo) y su papel (en qué
determinan las actividades científicas).
Estas organizaciones con frecuencia han sido estudiadas aisladamente. Pero se apoyan
unas en otras, incluso amontonándose. Situarse en ellas y actuar ahí como actor
científico no es algo evidente. Este amontonamiento y la manera en que los
investigadores se sitúan serían, en sí, un objeto de estudio.
Los análisis que preceden tienen también como denominador común el ser
111
relativamente estáticos; describen estructuras y funcionamientos. En el capítulo siguiente
intentaremos dotar a nuestra mirada de los conceptos y enfoques que ayuden a dar
cuenta de las dinámicas que operan.
Lecturas recomendadas
Referencias en otros capítulos: Storer (1966) en el capítulo 2; Lemaine et al. (1982), Louvel (2011) en el capítulo
6.
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Otras lecturas citadas
Las referencias figuran en otros capítulos Ashmore et al. (1989) en el capítulo introductorio; Cole y Cole (1973)
en el capítulo 2; Vinck (1992) en el capítulo 6; Latour (1987) en el capítulo 7.
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Notas:
11. Colaboración externalizada: tareas realizadas por unos individuos que se pasan a grupos numerosos de
personas en una convocatoria abierta. [N. del T.].
12. Comte veía en la sociología una ciencia elegida para esclarecer el mundo y para indicar el camino del
progreso. En los años 70, la sociología relativista de las ciencias, en Gran Bretaña, redujo las pretensiones de la
física a simples construcciones sociales, explicables solamente por el análisis sociológico.
13. La sociobiología intenta explicar los comportamientos, los hechos sociales, la cultura, la política y la moral
a partir de fundamentos estrictamente biológicos.
14. Trigo et al. (1982) muestran que la investigación agrícola mundial se organiza en tres niveles: las redes de
investigación universitaria y de organismos de investigación gubernamental de los países industrializados, la
investigación industrial de las empresas transnacionales y los centros de investigación de países periféricos.
15. En el mundo empresarial se conoce con este término el acto de emprender un negocio. [N. del T.].
16. Véase los trabajos de Robles-Belmont (2009) y Hubert y Spivak (2009) sobre redes de cooperación en
nanociencias y nanotecnologías en Mexico y en Argentina.
17. Encuesta sobre 120 redes (3.500 equipos) del programa «Medical and Public Health Research (1987-
1991)» de la Comisión de Comunidad Europea.
114
4
Dinámicas sociales en las ciencias
En el segundo capítulo, la ciencia ha sido abordada como una institución social regulada
por normas universales. En el tercer capítulo aparece caracterizada como conjuntos
organizados. Ahora, vamos a dedicarnos a las dinámicas sociales de las ciencias. La
sociología histórica da cuenta de su emergencia y de las mutaciones que la atraviesan,
pero también hay fenómenos de estructuración en marcha.
El primer fenómeno a tener en cuenta es el crecimiento de la población científica. El
número de investigadores ha pasado de 50.000 a finales del siglo XIX a un millón a
mediados del XX, y después a alrededor de 3,5 millones a comienzos del siglo XXI
únicamente en los países de la OCDE. La distribución de esta población en el mundo se
transforma; asistimos al crecimiento en potencia de la investigación en los países
asiáticos, así como a una feminización tardía y desigual según las disciplinas. Esta
población es también sede de flujos migratorios. La población de investigadores es, pues,
heterogénea a la vez que evolutiva.
La estratificación social del espacio científico
Merton supone una igualdad moral de principio entre los investigadores, pero también da
cuenta de profundas desigualdades que atraviesan la institución científica. Las
recompensas, que se supone incitan a los investigadores a contribuir al progreso de las
ciencias, están distribuidas muy desigualmente; el sistema de gratificación crea
desigualdades y una estratificación18 en el seno de la comunidad científica (Cole y Cole,
1973). El reconocimiento y la visibilidad de los científicos (véase tabla 3) está
fuertemente contrastado; los galardonados con el Premio Nobel son la categoría más
mediática. Edmundo Fuenzalida (1971), en el caso de los investigadores chilenos, da
115
cuenta del contexto internacional, estratificado, y de la posición en la que se encuentran
los científicos de los países en desarrollo.
Personas que se auto-definen en la categoría de «científico» durante el censo general 493 000
Personas reconocidas como científicas en el censo de la NSF 313 000
Personas reconocidas en el inventario biográfico de hombres y mujeres estadounidenses implicados en la ciencia 184 000
Titulares de un doctorado 175 000
Miembros de la Academia de Ciencias 950
Premios Nobel 72
Tabla 3. Número de científicos, Estados Unidos 1972
La estratificación se observa igualmente en las publicaciones. Una pequeña proporción de
investigadores es responsable de una gran parte de las publicaciones.
Leyes de estratificación de las publicaciones
La ley de Lotka (formulada en 1926 por el historiador de las ciencias Alfred Lotka)
afirma que el número de autores (An) que publican n artículos es igual a 1/n² (para los
autores de mucha productividad el fenómeno se acentúa (An=1/n³). Dicho de otro
modo, entre un 1 y 2% de los autores son responsables de un cuarto de los artículos;
el 10% de los autores publica más de 10 artículos en tanto que ¾ no publican más
que uno.
Según la ley de Price (Price, 1963), la mitad de los artículos están hechos por un
número de autores igual a √n (n es el número total de autores del campo).
La ley de Bradford afirma una relación equivalente para las revistas; la mayoría de
los trabajos de un campo están publicados en un número muy reducido de revistas.
De acuerdo con este argumento, el Science Citation Index (SCI) se limita a examinar
una revista de cada 15, las cuales representan el ¾ de los artículos citados.
Concentración del reconocimiento
Los científicos acumulan las marcas de reconocimiento prestigiosas y, a menudo,
premonitorias. Guillemin, Premio Nobel de medicina en 1978 con Wade, había recibido
el Gairdner International Award en 1974, el Lasker Award in Basic Sciences en 1975,
116
el Dickson Prize en medicina y el Passano Award en ciencias de la medicina en 1976,
después la Médaille nationale de la science en 1977 antes de recibir su Premio Nobel.
La mayoría de los investigadores, por el contrario, nunca reciben ninguna de estas
recompensas.
El reconocimiento otorgado a los investigadores pasa, sin embargo, por otras vías
además de la de los premios. Por ejemplo, la cooptación en posiciones académicas que
van desde el nombramiento como investigador o profesor titular hasta la elección para
responsabilidades en instituciones académicas, sociedades científicas o revistas. El acceso
al empleo está considerado como una forma de reconocimiento. Al contrario, el hecho de
haber pasado por algunas instituciones conduce a recibir otras signos de reconocimiento;
el 49% de los Premios Nobel han realizado sus investigaciones solamente en cinco
universidades (Berkeley, Chicago, Columbia, Harvard y Rockefeller) que no representan
más del 3% del profesorado universitario norteamericano (Zuckerman, 1977). Las
subvenciones de investigación, otra forma de reconocimiento, conocen la misma suerte:
el 38% de las subvenciones de investigación norteamericanas son captadas por solamente
10 instituciones (Barker, 1962).
El prestigio se concentra igualmente en un número limitado de revistas. Publicar en
ellas asegura a los autores una mayor visibilidad. Las revistas generalistas como Nature y
Science, así como las revistas no especializadas de las disciplinas, como The Lancet o el
British Medical Journal en medicina, o The Physical Review en física, son las más
estimadas. Las citas recibidas por los artículos constituyen un indicador del
reconocimiento otorgado a los autores por otros autores. Solamente una minoría se ve
citada. El Science Citation Index y la cientometría miden así el impacto de los artículos
y de sus autores. En veinte años (fin del siglo XX) dos autores recibieron 60.000 citas,
una cincuentena entre 25.000 y 50.000 y algunos cientos más de 1.000 citas. Después, el
decrecimiento de las citas recibidas es impresionante: solamente 0,3% de artículos recibe
más de 100; 2/3 de los artículos (decenas de millones) no reciben en el mejor de los
casos, más que una sola cita.
Los mecanismos de funcionamiento: ¿una meritocracia?
¿Qué fenómenos explican la constitución de una elite científica? Se trata de saber si esta
estratificación refleja una jerarquía de calidad y desempeño de los investigadores o si es
el resultado de mecanismos discriminatorios. Para Merton, el alcance y la excelencia de
los trabajos científicos explicarían el reparto desigual del reconocimiento. Los hermanos
Cole, a partir de una encuesta sobre los físicos norteamericanos por medio del Science
Citation Index (SCI), muestran que el reconocimiento depende de la importancia
117
funcional de la ciencia para la sociedad y de la escasez de individuos capaces de
cumplir la tarea. Rechazan la explicación de la estratificación a partir de los intereses de
grupos establecidos, que controlan la asignación de recursos y del reconocimiento. Los
que reciben el reconocimiento son pocos, porque la tarea es difícil y pocos tienen la
capacidad. Para no desperdiciar los recursos, más vale confiarlos a los mejores. No hay,
por tanto, barrera a la entrada, todo joven investigador puede salir adelante si es capaz.
La ciencia es una meritocracia, las recompensas son merecidas y todos tienen acceso.
Si algunos reciben más allá de su mérito efectivo, la competición los devolverá
rápidamente su valor real. Habría así cuatro tipos de investigadores (la mayoría se sitúan
entre los primeros y los cuartos).
Producción
- +
Citaciones recibidas
- Silenciosos Productor de masa
+ Perfeccionistas Prolíficos
Tabla 4. Tipos de investigador según su producción y recepción
La reputación y las recompensas recibidas estarán ligadas a la calidad del trabajo más que
a la productividad. La calidad del trabajo explica la visibilidad adquirida, la cual explica el
acceso a los departamentos prestigiosos.
El efecto Mateo: teoría de las ventajas acumuladas
Cuanto más es reconocido un científico, más tiende a recibir reconocimientos. Cuando
dos científicos firman conjuntamente un artículo, la tendencia de los lectores es a no
hablar más que del autor más conocido y, progresivamente, a olvidar al otro. En una
colaboración científica, el investigador más eminente saca más prestigio que sus pares,
aunque no haya hecho más que una parte secundaria del trabajo. Tiende a recibir más
prestigio a igual calidad de trabajo. Merton (1973, 1988) llama a este fenómeno «efecto
Mateo» en referencia al verso bíblico:
«Porque al que tiene, se le dará y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene, le será quitado» (Mateo 13.
12).
La experiencia, que consiste en someter una docena de artículos de autores prestigiosos a
revistas, y después someterlos de nuevo con el nombre de investigadores desconocidos,
es reveladora. Solamente tres artículos de doce fueron localizados como re-enviados.
118
Ocho de los nueve artículos restantes fueron rechazados a causa de grandes debilidades
metodológicas. El reconocimiento llama al reconocimiento. Va espontáneamente a los
científicos ya estimados. Al contrario, el investigador desconocido difícilmente hace
reconocer sus contribuciones. Este fenómeno es un disfuncionamiento para los
individuos, penalizados al comienzo de su carrera, pero cumple una función latente
desde el punto de vista del sistema, facilita la identificación de los mejores artículos,
haciéndolos más visibles.
En los campos de investigación recientemente constituidos, en crecimiento y muy
evolutivos, los jóvenes investigadores pueden ganarse rápidamente el reconocimiento y
desplazar a sus predecesores. Por el contrario, en los ámbitos estabilizados, donde la
obsolescencia de los resultados es débil, los fundadores se benefician de un
reconocimiento acumulativo.
119
Efecto de trayectoria y efecto de halo
Otros efectos completan el efecto Mateo. El efecto de trayectoria: caracteriza la ventaja
que saca un investigador por el tipo y el prestigio de las instituciones por las que ha
pasado para la obtención de un nuevo empleo (Allison y Long, 1990). El paso por
posdoctorado, en Francia, tiene un efecto positivo cuando el postdoc tuvo un empleo en
la investigación pública en el extranjero, sobre todo si fue después de una tesis en un
laboratorio del Centro Nacional de Investigación Científica (antes que en un laboratorio
universitario o en un organismo de investigación aplicada) que ha tenido financiación
pública.
El efecto de halo: caracteriza la ventaja de estar en una institución prestigiosa; la
calidad de los trabajos y la productividad del investigador se ajustan a la de sus colegas
120
(Crane, 1965) gracias al hecho de estar en un entorno científico productivo. Los recursos
colectivos de las unidades de investigación (redes científicas, competencia y material)
influyen más en la productividad de los investigadores que sus recursos personales.
Las carreras compenetradas
La productividad en el comienzo de la carrera permite influir en la asignación de recursos
y mantener su avance. Esta estratificación introduce un sesgo en la competición
produciendo ventajas acumulativas que se concentran en manos de una elite que, por
otro lado, tiende a perpetuarse. La mitad de los galardonados con el Nobel eran
discípulos de un Nobel. En el curso de la socialización de jóvenes futuros Premios
Nobel se opera el aprendizaje de un criterio estético que permite sentir la importancia de
un problema y el estilo de la solución elegante que hay que darle. Los galardonados con
el Nobel preparan a sus discípulos para formar parte de la comunidad científica pero
también para ser miembros de su elite. Les inculcan su severidad respecto a la evaluación
de sus propios trabajos tanto como a los de sus pares. Los investigadores socializados de
esta manera confían en ellos mismos y acceden rápidamente a papeles importantes
(Zuckerman, 1977).
El director de investigación tiene un papel clave en la iniciación del proceso de
acumulación de ventajas de sus estudiantes (Long y McGinness, 1985). Wagner (2006),
en el caso de las carreras de físicos y violinistas virtuosos, muestra que los efectos de
reputación se deben a la compenetración entre maestro y discípulo. Con la noción de
«carreras compenetradas» cuestiona la percepción habitual de las carreras como
individuales para designar un fenómeno de interacción entre las carreras de
investigadores vinculados. La reputación de uno contribuye a la del otro: ser alumno o
antiguo alumno de un científico reputado o haber co-firmado artículos con él ayuda al
joven investigador a ganar renombre; inversamente, el hecho de dirigir a alumnos
brillantes (las mejores tesis) repercute en la estima del maestro. El efecto Mateo, en el
caso de carreras compenetradas, actúa sobre dos personas al mismo tiempo. Este
fenómeno se observa también en ciertas parejas de investigadores, hombre-mujer,
mientras que en otras el éxito de uno (a menudo el hombre) se hace en detrimento del
otro.
El efecto Matilda: teoría de las desventajas acumuladas
El efecto Mateo conduce a obtener más reconocimiento del merecido. La noción de
efecto Matilda19 subraya el fenómeno inverso, que afecta a las investigadoras (Rossiter,
1993): pone en evidencia un proceso de desventajas acumuladas. Las investigadoras
121
sufren la estructura desigualitaria del mundo de las ciencias. Las universidades sólo les
abren tardíamente sus puertas (Princeton, en 1971). A lo largo de su carrera, son menos
incitadas, sostenidas, reconocidas. Sus directores (a menudo directoras) son con
frecuencia menos prestigiosas; los hombres directores de investigación tienden a
desinteresarse (Long, 1990). Cuando realizan un postdoct ellas adquieren menos
reputación que sus homólogos masculinos (Reskin, 1976). Son menos contratadas en las
instituciones prestigiosas y su acceso a los recursos financieros, técnicos y humanos, que
permiten obtener resultados científicos y su valorización en la escena mundial es más
limitado. Además, ellas son con menos frecuencia jefes de equipo, lo que, sin embargo,
es un criterio esencial de promoción. El fenómeno de las desventajas acumuladas afecta
particularmente a las mujeres y a los grupos étnicos. Aquellas que no son despedidas en
nombre de los estándares de calidad, desarrollan una personalidad asexuada o andrógina,
confirmando el sexismo de las instituciones científicas. El efecto Matilda es tanto más
flagrante cuanto que la calidad de las publicaciones de las investigadoras —menos
prolíficas— es superior a la de los investigadores en cuanto a las citas recibidas por
artículo (Long, 1992). Las investigadoras chocan contra un techo de cristal.
Zuckerman y Cole (1991) discuten el hecho de que las investigadoras tendrían una
productividad científica más débil a causa de la disimetría de las cargas familiares. A igual
experiencia profesional, los padres de familia publican más que aquellos que no tienen
niños; no hay diferencia de productividad entre las mujeres según tengan o no un hijo
(Marry, 2003). Ahora bien, las encuestas confirman la persistencia de disparidades entre
investigadores e investigadoras en cuanto a las posiciones ocupadas y al salario (Fox,
1995). En Francia, en 2002, se cuenta el 38% de mujeres entre los profesores asociados
y el 15% solamente entre los profesores de universidad. En el CNRS, ellas representan el
37% de los cargos de investigación, el 24% de los directores de investigación de 2ª clase;
y el 12, 4% de los directores de investigación de 1ª clase.
A lo largo de toda su carrera, los investigadores son sometidos a evaluación,
especialmente para la obtención de recursos. Las cuestiones de lealtad, confianza, así
como de compatibilidad de estilos intelectuales influyen en esas evaluaciones, a menudo
sin que lo sepan los evaluadores, que piensan sinceramente actuar de manera objetiva e
imparcial. El funcionamiento de las evaluaciones es relativamente transparente y
consensual; deja poco margen a una discriminación patente de las mujeres. De hecho,
los criterios de evaluación y de selección puestos en marcha por los «pares» (hombres en
un 75%) dibujan una figura masculina, del tipo «ejecutivos de alto potencial en grandes
empresas»: futuro dirigente de unidad, «trayectoria meteórica», movilidad al extranjero,
122
responsabilidades diversas (equipos, plataformas técnicas, comisiones diversas) que
conducen a publicaciones como último autor, cualidades personales de dinamismo y
entusiasmo. «Todo hace pensar que el cielo de plomo se forma por el cúmulo de
discriminaciones: pequeñas diferencias de partida se traducen en grandes diferencias al
cabo de varios años de carrera» (Marry y Jonas, 2005).
La elite y la masa
El sistema de reconocimiento explica la motivación de algunos investigadores a producir
mucho, pero ¿qué motiva a los otros que obtienen poco reconocimiento? ¿Cuáles son los
papeles respectivos de la elite y la masa de investigadores? Las leyes de Lotka y de Price
dejan oír que la minoría productiva es suficiente para explicar la dinámica de las ciencias.
La hipótesis de Ortega, por el contrario, sugiere que conviene tener en cuenta la
contribución de la masa de «trabajadores de la ciencia»:
«La mayoría de los científicos ayudan al progreso general de la ciencia mientras están encerrados en la célula
estrecha de su laboratorio» (Ortega y Gasset, 1932).
El trabajo de la mayoría hace posible las contribuciones de la elite de los investigadores.
En el caso de las ciencias políticas, de 20.000 investigadores citados en el Social Science
Citation Index, dos mil tienen 200 citas cada uno; constituyen la elite (hygh flyers) que
acumula 400.000 citas. Se reparten en tres categorías: aquellos que trabajan en la
intersección de varios campos; aquellos que han sido instruidos en viveros prestigiosos; y
los pioneros de los distintos campos. Los otros 18.000 investigadores son citados por
término medio 40 veces durante el mismo periodo. Acumulan 720.000 citas y por tanto
pesan casi dos veces más que la elite (en términos de citas: [Dogan, 2000]). Su
producción condiciona directamente el éxito de la elite que trabaja en la intersección de
varios campos y de los pioneros, la suerte depende pues de la masa de aquellos que les
siguen.
Las condiciones para que un investigador sea productivo
En muchos países, entre otros en los de Latinoamérica, se encuentran problemas con la
dinámica de la investigación debidos a:
• Una dedicación marginal a las actividades académicas, aunque existen docentes de
planta.
• Una debilidad estructural en la construcción del papel académico. Tanto los recursos
como las normas y obligaciones de los académicos no facilitan la dedicación a la
investigación.
123
• Una fractura, en el mundo académico, entre docentes de las universidades y los
investigadores de los organismos de investigación.
• Un bajo salario de los docentes universitarios
• La dificultad para definir la función de investigador universitario.
Los poderes públicos establecen entonces políticas incitativas para estimular la actividad
investigadora, especialmente la puesta en marcha de sistemas de evaluación y de
incentivos de los investigadores.
En Argentina, por ejemplo, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET) hizo la creación de la carrera del Investigador Científico y
Tecnológico a finales de los años cincuenta. A comienzo de los años noventa, el gobierno
instrumentó un programa de incentivo a la investigación: «Programa de Incentivos a los
Docentes-lnvestigadores de las Universidades Nacionales », con el objetivo de fortalecer
la estructura de la profesión académica y la investigación. Este programa asigna un
incentivo monetario a los ingresos de los docentes universitarios que demuestran
dedicación a la investigación científica o tecnológica. El incentivo fue percibido como una
suerte de ampliación del salario, que implicaba el cumplimiento de nuevas obligaciones de
investigación. Para acceder al Programa, los docentes-investigadores deben cumplir
varias condiciones, entre otras, participar en un Proyecto de Investigación y Desarrollo
(PID) acreditado.
Categorías Equivalentes de Investigación en Argentina
Los docentes se categorizan en cuatro Categorías Equivalentes de Investigación,
denominadas Docente-Investigador A, B, C o D. Cada Universidad asigna esas
categorías a sus docentes investigadores sobre la base de criterios establecidos por el
Programa y bajo el control de la Secretaría de Políticas Universitarias.
• Categoría D: profesionales universitarios capacitados, por su formación, para
participar en proyectos de investigación.
• Categoría C: docentes-investigadores que han realizado una labor personal
científica o tecnológica creativo, demostrando aptitudes para trabajar bajo la guía o
supervisión de otros, con dominio de las técnicas o acrediten una antigüedad de 4-
5 años de participación en proyectos de investigación y en actividades y cursos de
posgrado acreditados.
• Categoría B: docentes-investigadores que tengan antecedentes como directores de
124
proyectos de investigación y desarrollo, acreditada a través de publicaciones y
experiencia en la formación de recursos humanos en ciencia y tecnología.
• Categoría A: docentes-investigadores que, además de las cualidades de la categoría
anterior, demuestren también una amplia labor científica o de desarrollo
tecnológico de originalidad y alta jerarquía reconocida o una larga trayectoria en la
conducción, planificación y coordinación universitarias o aportes significativos en
innovaciones curriculares o pedagógicas, patentes, innovaciones tecnológicas,
asesoramientos, consultorías, extensión.
Carullo y Vaccarezza (1997) analizan algunos posibles impactos de este programa. El
primer impacto es el gran incremento del número de docentes categorizados como
investigadores. El 50% se desempeña con dedicación exclusiva a la Universidad, el 28%
con dedicación semi-exclusiva y el 22% con dedicación simple. En 1996, el 47%
pertenece a la categoría D, el 29% a la C, el 18% a la B y el 6% a la A. Los incentivos
percibidos por cada individuo en la categoría A son más de 20 veces superiores a los
incentivos de la categoría D.
La demarcación del estatus de investigador llego a la conformación de una nueva
categoría social: los «incentivados» los cuales no forman un grupo homogéneo. Algunos
organizan su profesión académica en torno a la investigación pero para otros ésta es una
función marginal, ligada a un beneficio económico; para otros es un canal de legitimación
del estatus académico.
En las universidades con culturas fuertes de investigación, no hubo un cambio
significativo. Su tradición ya llevó a una clara demarcación entre docentes e
investigadores. En cambio, en las otras universidades, se produjo una colonización del
ambiente universitario por parte de la función de investigación. Globalmente, el Programa
estimuló la producción de publicaciones, pero este aumento se produjo en los bordes del
sistema de investigación académica, en algunas disciplinas con baja tradición académica y
gracias a la creación de revistas propias. Un cambio más importante ha sido la valoración
de las actividades de investigación como fundamento del estatus de prestigio social en el
medio académico. La introducción del término «docente-investigador» supone una
modificación sustancial en la estructura social académica; se trata de investigadores
universitarios. Se ha producido un desplazamiento en los criterios de asignación de
prestigio de la función docente a la función de investigación. Este fenómeno es más claro
en las universidades que no tenían una cultura de la investigación, pero eso llegó también
125
a una serie de conflictos en torno a la definición de investigador y a los criterios
adecuados de evaluación de los científicos y sus productos.
El intercambio y el lazo social en las ciencias
Los mecanismos sociales que animan las ciencias se refieren también al lazo social entre
científicos. Para Merton, hay normas que dirigen los comportamientos individuales de los
científicos que son individuos en competencia por la prioridad de los descubrimientos,
pero otros autores analizan de otro modo el lazo social.
Intercambios de dones y lazo social
Warren O. Hagstrom (1965, 1980) propone otro modelo explicativo del lazo social en las
ciencias: el control social se sostiene por un sistema de intercambios y de reciprocidad
entre científicos, no por un sistema de normas. La institución de la ciencia es un espacio
de circulación de bienes, un modelo de economía precapitalista, como describen los
antropólogos.
Su encuesta con científicos de las mejores universidades norteamericanas revela que
buscan, ante todo, el reconocimiento. Su motivación no es tanto el progreso
desinteresado de conocimiento como la ampliación del reconocimiento personal. Ésta
es el motor de la dinámica individual. Los investigadores producen conocimientos a
cambio de que la institución les conceda su reconocimiento. Se crea una comunidad de
intereses entre investigadores e institución que tienen interés en intercambiar los bienes
que pueden ofrecer.
El científico regala sus producciones al conjunto de la comunidad que, a cambio, le
126
ofrece su reconocimiento. En este intercambio de dones, los bienes intercambiados lo
son gratuitamente. Una subvención, por ejemplo, no es una transacción mercantil sino
un don dado al investigador, el aliento para proseguir sus trabajos. Lo mismo sucede con
las becas, los equipamientos, los premios, las invitaciones como conferenciante o la
nominación a un puesto de investigación o enseñanza. No se trata de una retribución de
méritos pasados sino de un don de la comunidad científica: los pares otorgan al
investigador recursos y así le dan oportunidades, en relación a las contribuciones con las
que ya gratificó a la comunidad. Inversamente, el científico que somete un artículo para
la publicación hace una contribución a la revista. En el caso de algunas especialidades,
esta contribución pasa por sostener financieramente la revista (abonándose o financiando
la publicación), además de escribir en ella. Cuando enseñan, dan un curso o un
seminario. No es remunerado por sus descubrimientos. El don es desinteresado. En el
gesto mismo de la donación, la generosidad se fija.
«Lo recibido es despreciado, se desconfía de ello [¿escepticismo organizado?], lo tomamos sólo un instante
después de que haya sido tirada a nuestros pies [¿en señal de desinterés?]; el donante finge una modestia
exagerada [¿la legendaria humildad del sabio?]; después de haber traído solemnemente, y con el son de los
clarines, su obsequio [¿en respeto a las normas del comunalismo?], se disculpa por no entregar más que esos
restos [en señal, una vez más, de modestia científica: “No soy más que un enano sobre los hombros de un
gigante”], y tira a los pies del rival y pareja la cosa dada [¿en gesto último de orgullo y suficiencia?]. Sin
embargo, los clarines y el heraldo [¿la publicación o la comunicación oral de los descubrimientos?] proclaman a
todos la solemnidad de la transferencia [¿reclamando oficialmente la paternidad sobre el descubrimiento
publicitado y la notoriedad pública a cambio del don?]» (Ouellet, 1987).
El hecho de que las naciones y las empresas consagren una parte de sus recursos a la
investigación, sin devolución evidente, puede ser también comparado con un don, un
potlatch, la destrucción pública y ostensible de riquezas. Thill (1973) describe así el
laboratorio y la experiencia de la física de partículas en la que participa como una «fiesta
científica», un paréntesis en la vida donde se despilfarran las riquezas a duras penas
acumuladas. La destrucción de riquezas es ostensible y desafía a los rivales a hacerlo
también. Las naciones y las empresas se comparan con arreglo a los importes de gastos
empleados en la investigación (porcentaje del PIB o de las cifras de negocios).
Intercambio generalizado y hecho social total
Según Mauss, el don es desinteresado pero obliga. El don, gratuito y espontáneo es, en
realidad, obligado por los dones recibidos en el pasado. Crea también una asimetría entre
el donante y el receptor. La aceptación del don implica una forma de reconocimiento
para el donante, una especie de deuda. El objeto del don va, por otro lado, marcado con
su nombre (la contribución científica está firmada), contrariamente a los bienes vendidos
127
en el mercado. El objeto del don representa al donante. El don crea un deber de
reciprocidad; apela a un contra-don (que no puede ser ni equivalente ni automático
porque eso sería como devolver su regalo al donante y negar así su gesto). La
reciprocidad no se ejerce para con el donante sino para el conjunto del grupo. Aquel que
ha recibido debe, a su vez, dar, pero no necesariamente al donante. Lo importante es que
done a cambio. Si el grupo es limitado y si todos dan los unos a los otros, cada uno
recibe. El don implica contra-dones. El intercambio es circular en el nivel del grupo.
Cuando una revista científica acepta la contribución de un investigador, reconoce la
superioridad del autor y confirma su estatuto. Cuando varias revistas aceptan sus
contribuciones, la comunidad científica desarrolla una deuda con él. El que ha
contribuido mucho, ha hecho varios descubrimientos o escritos significativos, ha dado
cursos y conferencias, formado a colegas y dirigido sus trabajos y ha ocupado múltiples
comisiones, obliga, de hecho, a sus pares al respeto y al reconocimiento. Les presiona
para dar a su vez. El sistema reposa sobre una triple obligación: 1) para el científico,
dar los conocimientos producidos. 2) Para los colegas, recibirlos. 3) y dar a su vez,
estima, recursos y conocimientos nuevos.
El sistema de intercambio en ciencias concierne a todo: bienes materiales
(equipamiento, muestras), informaciones (publicaciones, prepublicaciones, datos),
personas (visitas, invitación, nominación), prestigio, renombre, crédito, autoridad y
visibilidad. Es un «hecho social total» como diría Mauss.
El don gratuito que obliga es el mecanismo central del sistema de intercambio en
ciencias a partir del cual se construye una comunidad (reciprocidad obligada) y sus
valores (interesadamente/desinteresadamente, orgullo/humildad, cortesía —se leen los
unos a los otros— y por educación —se intercambian signos de estima). Los resultados
son intercambiados a cambio de distintas recompensas específicas en el seno de una
comunidad integrada por las reglas de intercambio de dones.
Control social
Mediante su sistema de intercambio de dones, la comunidad regula los movimientos de
los que se agitan. Previene las polémicas ofreciéndoles vías. Devuelve a sus autores los
textos más arrogantes, personales, ambiciosos o polémicos. El sistema de intercambio es
un mecanismo de supervisión mutua. Funciona tanto mejor cuanto sus miembros
imaginan que actúan espontáneamente, en función de sus gustos personales por un
asunto u otro. Ahora bien, su deseo de reconocimiento les conduce a preocuparse de la
mirada de sus pares; obtener su asentimiento está en el centro de la regulación social de
las ciencias. Los investigadores se ajustan a las normas de la institución porque su interés
128
individual pasa por el asentimiento de los pares. Se preocupan de lo que dan (calidad y
originalidad de su trabajo), más que si fueran remunerados por su prestación. El don,
considerado y juzgado por los pares, al ser una parte de su persona, se sienten obligados
a tener cuidado con lo que donan. El control social es anticipado. Por las mismas
razones, el científico se hace conformista, poco revolucionario, toma múltiples
precauciones, oratorias especialmente, para no tropezar. El sistema de intercambio de
dones ejerce una función política de pacificación de la comunidad científica de cara a la
violencia potencial que reina en ella por el solo hecho de trabajar cuestionando la obra de
sus pares. El investigador es a la vez conformista respecto de la mirada de sus pares y
revolucionario respecto de los conocimientos adquiridos.
Las luchas competitivas por el crédito científico
El modelo de intercambio ha sido replanteado por Bourdieu (1975, 1976) que ve en la
ciencia un campo social, lugar de luchas competitivas por la acumulación de un
capital simbólico, el crédito científico, y para el control de la autoridad en la ciencia.
Reprocha a Merton ser víctima de la ideología profesional de los medios científicos y no
ver la realidad fundamental de esta supuesta «comunidad», a saber: un mercado de
bienes simbólicos en el seno del cual los científicos se oponen por maximizar su
beneficio simbólico. Bourdieu coloca la noción de capital simbólico en el centro de su
modelo explicativo. Contrariamente a la noción de reconocimiento,20 el crédito se posee,
se atesora y se invierte. Permitiendo distinguir aquellos que lo poseen de los que no lo
poseen, esta noción abre un análisis en términos de clases sociales. Los conocimientos
científicos, en cuanto tales, son recursos que el investigador trueca en un tipo de
mercado intercambiando crédito científico que será invertido en ejes de investigación de
cara a maximizar su beneficio en el mercado competitivo de las producciones científicas,
y de esa forma, ganar aún más crédito. Busca ante todo acumular este capital simbólico
de la misma manera que el capitalista acumula el dinero.
129
Valor de los conocimientos y autoridad científica
Según Bourdieu, en un campo científico los bienes (conocimientos científicos) no valen
por sí mismos. Su valor viene del hecho de ser intercambiables por otros bienes. Ese
valor de intercambio depende de la importancia que los otros acuerden a la cosa
intercambiada. Una producción científica no extrae su valor de su conformidad a lo real
o a las normas científicas y éticas, sino del interés que los otros investigadores le den y a
lo que estén dispuestos a dar a cambio. El resultado es que los investigadores escogen sus
temas y pistas de investigación en función de la importancia probable que le otorguen sus
pares. Este valor de las producciones científicas puede variar en el tiempo o en el
espacio (según las disciplinas o escuelas de pensamiento). No existe ninguna instancia
sobresaliente y neutra que pueda atribuir un valor fuera del equilibrio de fuerzas entre
grupos científicos con intereses en competencia. El investigador debe, pues, luchar por
hacer reconocer ese valor, por ejemplo, imponiendo nuevos criterios de evaluación:
normas y reglas de cientificidad. Latour y Fabbri (1977), a partir de un análisis retórico
de una publicación de Guillemin, muestran cómo este investigador redefine los criterios
técnicos que deben conocer los investigadores en su campo. El hecho de que consiga
hacer aceptar su nuevo estándar le permite reducir las pretensiones de los que ya tenían
los resultados pero obtenidos por otros métodos.
Los competidores no dejan de emplear su escepticismo y de reducir las pretensiones
del agente en cuanto a la originalidad y a la cientificidad. Además, el valor de un
producto científico fluctúa en función de las transacciones que se operan en el campo.
El valor es determinado en el momento del intercambio y por el intercambio. Nunca
está dado a priori. El investigador debe entonces jugar con la fluctuación de estos valores
y desarrollar estrategias de anticipación apropiadas. El científico se comporta como un
130
capitalista. Intenta colocar sus productos en el campo científico en el momento y el
lugar adecuados, invirtiendo en los temas y métodos más rentables en relación a la
demanda. Debe también conocer el estado del campo (sistema de relaciones objetivas
resultado de luchas anteriores). Puede entonces intercambiar estos valores científicos por
valores sociales.
El crédito científico es un capital simbólico adquirido por los investigadores, se
reconoce por signos visibles como los títulos, premios recibidos, funciones ocupadas y
equipamientos bajo su responsabilidad. Se compone de autoridad o competencia
científica, es decir, de una mezcla de capacidad técnica y de poder social, indisociables;
los juicios sobre la competencia científica están siempre influidos por el conocimiento de
la posición ocupada en el campo. El crédito poseído por los investigadores es desigual. El
capital inicial tiene un papel determinante. Su trayectoria está condicionada por sus
recorridos anteriores y por su posición actual en el campo. La autoridad científica es al
mismo tiempo una capacidad para hablar y actuar de manera autorizada y con autoridad
en materia de ciencia. Resulta de un reconocimiento social y permite actuar en el campo
científico.
Estrategias científicas y estructuración del campo
El crédito científico se gana en el curso de luchas por hacer admitir el valor de una
teoría. Estas luchas no se limitan a un combate cognitivo, se refieren también a la
definición del campo científico y sus orientaciones. La búsqueda de crédito pasa por
estrategias de dominación y de monopolización dirigidas contra los otros agentes del
campo. El investigador determina sus estrategias en función de los beneficios que puede
anticipar. Una estrategia puede consistir, por ejemplo, en invertir en un campo visible y
bien dotado, donde las apuestas están definidas y los métodos probados, donde hay un
público al acecho del menor avance y donde las redes de intercambio, activas y bien
organizadas, permiten amplificar rápidamente los descubrimientos. Sin embargo, en un
campo tal, la competencia es fuerte. Algunos prefieren entonces adoptar otras estrategias,
por ejemplo, invirtiendo en campos menos concurridos, donde es más fácil hacerse un
lugar e incluso adquirir una posición de monopolio. El agente puede también invertir en
un campo marginal, potencialmente ampliable a largo plazo. Otros, como Guillemin y
Schally, invierten masivamente en esfuerzos, tiempos y recursos, en un campo muy
visible, donde las apuestas están bien definidas pero en el que los métodos no están
todavía a punto. A pesar de los fracasos (catorce años de investigación infructuosa) y de
las dificultades, perseveran porque los beneficios financieros (utilidad terapéutica) y
científicos (premio Nobel), en caso de éxito serían importantes. Se trata de una estrategia
131
a largo plazo, que exige inversiones tan fuertes que desaniman la llegada de
competidores. La búsqueda de crédito pasa así por elecciones estratégicas (campo,
método, lugar de publicación) que son inversiones de las que el investigador cuenta sacar
el máximo provecho.
Dado que los campos científicos están relativamente cerrados, los competidores
forman en ellos una especie de comunidad que se define por las características comunes
que comparten: valores, creencias, prácticas y hábitus. El hábitus está constituido por el
conjunto de reglas aprendidas e incorporadas por los agentes de un campo dado. Refleja
su experiencia pasada (estructura estructurada) y define las actitudes y los
comportamientos futuros (estructura estructurante). Para un científico dado, las actitudes
y comportamientos están definidos por su hábitus (el de su comunidad) y por la posición
que ocupa en su campo científico. El orden de las firmas en una publicación refleja la
posición que ocupa en el campo. Los jóvenes investigadores luchan por hacer figurar su
nombre en primer lugar y asegurarse una mejor visibilidad, mientras que los científicos
reconocidos aceptan gustosamente firmar en segundo lugar puesto que, de todas formas,
su nombre será destacado (Zuckerman, 1968); comportamiento que se debe menos a
una norma de generosidad que a la oportunidad de mostrarse magnánimo con su colega y
confirmar su propia superioridad. El análisis de Bourdieu permite reinterpretar las normas
mertonianas: el escepticismo es una forma de lucha contra los competidores y de hacer
caer el valor de su producción; la humildad es una forma de subrayar la propia grandeza;
el comunalismo es una necesidad impuesta por el sistema de producción científica donde
los agentes tienen necesidad del trabajo de otros. Los intercambios de publicación e
información son, en menor medida, dictados por las normas de delicadeza o de cortesía
que por la necesidad de mejorar su productividad y de conocer el estado del campo y la
estrategia de los competidores. En cuanto al desinterés, no es más que una estrategia
retórica que disimula la motivación profunda que consiste en dominar el campo.
El resultado de estas luchas se traduce en una estructuración del campo científico entre
dominantes (detentadores del crédito) y dominados. Los dominantes luchan por
mantener y reproducir el orden establecido; los dominados deben desplegar estrategias de
astucia y de subversión para intentar modificar las relaciones de fuerza. Toda acción, aún
cognitiva, por parte de un agente científico es un comportamiento estratégico para
aumentar su dominación sobre el campo de referencia. Sus argumentos y justificaciones
son dictados por su posición en el seno del campo; es movido por fuerzas que no
controla. La producción de conocimientos nuevos y válidos resulta del hecho de que los
agentes científicos están en competencia y se controlan mutuamente.
132
Los ciclos de credibilidad y su extensión
Latour y Woolgar (1978) retoman el modelo de Bourdieu y proponen una versión que da
cuenta de la diversidad de prácticas de trabajo y de la pluralidad de motivaciones de los
actores. Se preguntan cómo se reproduce el capital simbólico y rechazan el hecho de no
tener en cuenta el contenido de la ciencia producida. Proponen reemplazar la noción de
crédito por la de credibilidad. Los sociólogos, de Merton a Bourdieu, se han ilusionado
con las recompensas honoríficas. Ahora bien, el reconocimiento pasa también por otras
formas más tangibles (becas, puestos) que no son solamente signos visibles de capital
simbólico sino recursos para la actividad. No es necesario, para un científico, conseguir
premios honoríficos para realizar una bella carrera, para acceder a buenos puestos y
obtener dotaciones suficientes para trabajar. Si la noción de crédito da cuenta de la
autoridad científica de que dispone la elite, la credibilidad da cuenta también del hecho de
que los otros investigadores sigan trabajando y que tengan la posibilidad de hacerlo.
El interés de la noción de credibilidad es también mezclar, como hacen los
investigadores, los datos científicos, los instrumentos y el reconocimiento. Se aplica a
estrategias de inversión en hipótesis, métodos, colegas, publicaciones e instrumentos. La
inversión se traduce en publicaciones pero también en jóvenes investigadores bien
formados y en equipamientos apreciados. Estas producciones son convertidas en un
ciclo de credibilidad en forma de reconocimiento por los pares y de nuevos recursos a
invertir para mantener y desarrollar la actividad.
Si no fuera convertible, el reconocimiento no sería más que un fenómeno secundario.
La extensión del ciclo de credibilidad cuenta más para los científicos que la verdad, los
datos, el tema de investigación, la publicación o el reconocimiento. La productividad de
un investigador en términos de publicaciones, por ejemplo, depende de la extensión de su
ciclo de credibilidad. Aumenta en el curso de su carrera. El hecho de poder supervisar el
trabajo de varios investigadores, autoriza a co-firmar sus publicaciones sin tener que
hacer el trabajo material que consume tiempo. El hecho de contribuir a la definición de
programas nacionales de investigación permite tener una visión de conjunto del campo.
Las realizaciones del investigador reflejan sobre todo su capacidad para implicarse en
numerosos proyectos y extender el ciclo de credibilidad que controla.
133
«Tener presencia» como estrategia de sustentabilidad del papel de investigador
Vaccarezza (2000), analizando la tensión entre profesión académica e investigación
científica en las universidades argentinas, describe las estrategias de los universitarios
para construir y mantener su rol y estatus de investigador. Así aparece que en muchas
circunstancias, la producción de conocimientos no es el núcleo estratégico de la acción de
los académicos. Él analiza la investigación como un trabajo o una actividad «situada» en
un régimen profesional, compartido con otras actividades en el espacio profesional del
científico. Así, el objetivo de la actividad de investigación de un académico puede ser, en
unas situaciones, «publicar algo para hacer un agregado al currículum vitae o al
formulario de evaluación de la carrera como científico» (p. 22). La conclusión es que el
mantenimiento del rol académico aparece el foco privilegiado de la orientación
profesional. En cambio, la construcción de conocimientos queda subordinada como una
estrategia para el mantenimiento de la posición.
Los investigadores hablan del acceso a esta posición como el resultado de varias
acciones y condiciones favorables. La instalación en este rol no se reduce a una voluntad
inicial de la persona de convertirse en investigador académico. El desempeño de este rol
requiere gastar mucho de su energía en ampliar su grupo de investigación, el espacio de
su laboratorio, su financiamiento y sus equipos. También necesita «tener presencia» para
atraer la atención de los demás, por ejemplo, gracias a su participación en conciliábulos
en los corredores de los congresos o en comités, moderación de mesas u organización de
134
reuniones. Necesita tener presencia en distintas esferas institucionales que configuran la
profesión académica. No es suficiente gozar de prestigio como portavoz autorizado de la
fracción de conocimiento que domina.
Extender los ciclos de credibilidad a la sociedad
El ciclo de credibilidad pasa del investigador al equipo hasta llegar a los evaluadores en
los comités de lectura de las revistas y los comités de investigación. Rip (1988) propone
extender este análisis, que opera en un nivel micro (el laboratorio, los recursos
movilizados y sus producciones), hasta el análisis de nivel medio (las instituciones
encargadas de la organización de la actividad científica, consejos y programas públicos de
investigación) y del nivel macro (legitimación pública de la ciencia, definición de los
objetivos políticos y las misiones de la investigación). Estos tres niveles interactúan. Las
instituciones presionan a los investigadores e influyen en sus orientaciones mediante la
concesión de recursos en función de sus prioridades temáticas, al mismo tiempo que les
proporcionan recursos y legitimaciones para proseguir sus proyectos. Sus productos son
recursos en el nivel medio que contribuyen a reforzarlos; los resultados de los
investigadores llegan a ser los de la universidad o del programa que les ha sostenido.
Contribuyen a transformar el campo, por ejemplo, sugiriendo nuevas prioridades.
Igualmente, afectan al contexto social (toma de consciencia, nuevos modos de
pensamiento, nuevos objetos).
Rip sugiere extender la noción de ciclo de credibilidad, por ejemplo, al funcionamiento
de los consejos de investigación. Como los investigadores y los laboratorios, estos
consejos deben ganarse su presupuesto mostrando a los gobiernos y al público que con
este dinero hacen cosas que merecen la pena. Necesitan publicidad positiva y presionan a
los investigadores para que la consigan con sus pares (publicando mucho y mencionando
el nombre del consejo de investigación que ha concedido la subvención). Consejos de
investigación y laboratorios dependen los unos de los otros en sus luchas para la
obtención de recursos financieros. A la lucha por la factilidad (reconocimiento de la
validez de los hechos) y por la cientificidad, en el nivel de los investigadores, hay que
añadir la lucha por la financiación de los laboratorios y de los consejos de
investigación.21 Los donantes (ciudadanos, elegidos y actores económicos) juzgan la
pertinencia social de los proyectos propuestos. La credibilidad de los grandes programas
(espacial, lucha contra el cáncer, nanotecnologías) y de las agencias de investigación
depende de la pertinencia de los proyectos que sostienen. Están así comprometidos en
una lucha por hacer reconocer la pertinencia de sus elecciones. Encuestas (Rip &
Nederhof, 1985) muestran cómo los programas de investigación y los investigadores
135
ajustan sus proyectos para movilizarse los unos a los otros.
Durante las últimas décadas, se han puesto en marcha nuevos equilibrios en cuanto a la
intervención de los científicos en los medios y en los debates públicos. Remiten a las
luchas por hacer reconocer la legitimidad de la investigación científica. Los
movimientos de investigadores (por ejemplo, «Salvemos la investigación» en Francia)
están comprometidos con estas luchas por hacer reconocer su legitimidad social. Si
primero repitieron las retóricas sindicales obreras denunciando la explotación en sus
trabajos por los jefes de laboratorio, la apuesta hoy es, sobre todo, el reconocimiento de
su identidad social y la obtención de un estatus de investigador. La elite científica, podría
pensarse, no se enfrenta con estos problemas de identidad. Sin embargo, tiene
importancia: si fuera una elite social, tendría el poder de determinar en qué consisten los
problemas que se plantean a la sociedad y de decidir cómo resolverlos (Weingart, 1982).
Ahora bien, este poder pertenece, de hecho, a elites híbridas (compuestas de científicos,
industriales, financieros, políticos y otros aún) antes que a elites puramente científicas. El
examen de los ciclos de credibilidad de la ciencia permite dibujar algunas pistas para el
análisis de las relaciones anudadas entre la ciencia y la sociedad.
Las redes sociales en ciencias
136
El interés dado por Hagstrom al intercambio de dones ha permitido subrayar que los
científicos son seres en relaciones. Ofrecen sus trabajos a sus pares. Tienen la cortesía
de leerse los unos a los otros, y de testimoniarse estima. Como competidores, se
observan mutuamente. Están en relación mediante revistas y encuentros. Sin embargo,
muchos autores razonan como si la ciencia estuviera poblada por individuos aislados.
Bernal (1954), por ejemplo, que establece vínculos entre ciencia, ideología e
infraestructura económica conforme a la manera del materialismo histórico, presenta a
los científicos como si trabajaran aisladamente y conocieran a sus contemporáneos sólo
por los libros y los trabajos que les han hecho célebres. Ben-David y Collins explican la
emergencia de nuevas especialidades como un fenómeno de migración de individuos,
pero jamás como la transformación de un tejido de relaciones.
Ahora bien, los investigadores trabajan en equipos y en redes en las que coordinan sus
trabajos. Hacen circular sus textos antes de la publicación entre colegas seleccionados,
que les permiten recibir juiciosas observaciones, mejorarlos o anticipar eventuales
objeciones. Se escriben, se llaman y se encuentran para discutir sus trabajos.
Redes sociales personales
La noción de red social personal cuyo recurso converge con la teoría del capital social
inspirada en Bourdieu (Burt, 1992), caracteriza los recursos, encajados en una
estructura social, que el individuo puede movilizar para perseguir sus objetivos. La red
social personal del investigador varía en función de su posición en la jerarquía social del
laboratorio.
Redes diferentes según los grados (Shinn, 1988)
La red del director es muy amplia: consagra la mitad de su tiempo a comunicarse con
otros científicos del interior y el exterior del laboratorio. Está implicado en diversas
comisiones, se lanza a negociaciones con los investigadores situados en los puestos
claves, dialoga con otros directores de laboratorios, forma parte de los jurados de
tesis, participa en la concepción de un museo de las ciencias e interviene como
consultor en una empresa. Mantiene contactos regulares con decenas de científicos,
administradores y usuarios de las ciencias. Su red comprende cerca de 200 personas
y se extiende a través del mundo. Le permite intercambiar informaciones científicas y
acceder a nuevos datos e ideas que transmite a su laboratorio. Su red le ocupa mucho
pero sin dificultar su productividad intelectual; saca provecho de los resultados de sus
137
investigadores y los articula con otros a los que puede acceder gracias a su red. Está
informado de lo que se investiga y se practica fuera de su laboratorio, y es llevado a
firmar un gran número de publicaciones.
Las redes sociales de los jóvenes investigadores, por el contrario, son limitadas: una
veintena de otros jóvenes investigadores y algunos senior. Intercambian sobre todo
datos de experimentos, informaciones sobre los instrumentos y representaciones
conceptuales. A veces están en contacto con un vendedor de instrumental o un
técnico, o entran en contacto con un laboratorio cercano para procurarse un
instrumento o una muestra.
Los investigadores senior, por el contrario, tienen redes más extensas que
comprenden sobre todo otros investigadores senior de diferentes laboratorios. Están
implicados en redes a las que acuden de forma ocasional por razones personales o
científicas. A veces están en contacto con los administradores de la investigación para
obtener créditos o con no-científicos para hacer docencia o divulgación. Esta red les
permite extender sus capacidades de análisis y difundir sus resultados.
La red social personal puede caracterizarse por su tamaño, la naturaleza y la diversidad
de los interlocutores, la naturaleza y la intensidad de las relaciones, así como por la
densidad de relaciones entre los interlocutores. La red constituye un recurso (capital
social) pero también una obligación. Su construcción y su mantenimiento requieren
tiempo. De otra manera, el compromiso en las relaciones crea una proximidad que
aumenta la influencia mutua. La presión de la red puede limitar la creatividad del
individuo. Los vínculos débiles y no redundantes permiten, por el contrario, una mejor
difusión de las ideas innovadoras pero no acceder a recursos estratégicos de sus
interlocutores.
Redes sociales de las ciencias
La red social personal es la red de un individuo, pero el análisis también puede referirse a
conjuntos de individuos en relación. La sociometría de los años treinta abría perspectivas
en este sentido pero es en los años sesenta cuando los autores llegan a este género de
consideraciones para el estudio de las ciencias.
Colegio invisible
El físico e historiador de las ciencias, Derek de Solla Prince (1972) estudia la dinámica de
las ciencias a partir de los artículos publicados, es decir, de los productos objetivados,
138
clasificados, datados y cuantificables del trabajo científico. Sobre grandes conjuntos de
publicaciones, constituye series temporales y extrae enseñanzas generales: la
cientometría (de la que es un inspirador) trabaja con esas publicaciones y sus relaciones,
especialmente las relaciones de influencia. Supone que la ciencia progresa según una
curva logística (curva en S) con un periodo preliminar (pocas publicaciones, débil
crecimiento), una fase de crecimiento exponencial (el número de publicaciones se
duplica cada dos años), una fase de saturación (número constante de nuevas
publicaciones) y una fase de declive (hasta la disolución del ámbito). Así podemos seguir
las evoluciones de laboratorios, campos, países o disciplinas: estructuración o emergencia
de especialidades, influencia de una revista, relaciones entre ciencias y técnicas.
Un artículo no es solamente un fragmento de información que se refiere a un autor y a
un contenido; también es la expresión de una unidad social que aparece en el examen
de las referencias citadas en el texto. La ciencia progresa a partir de producciones
anteriores sobre las que se apoyan los nuevos artículos para hacer su contribución. Los
artículos son citados, y así relacionados; podemos analizar sus relaciones. Price
distingue dos tipos de citas: 1) Las citas de archivos que corresponden a los textos que
marcan la historia o son precursores. 2) Las citas directas de la investigación que definen
relaciones de proximidad entre investigadores contemporáneos. Las citas permiten
dibujar los contornos de los grupos sociales, tanto más cuanto que los investigadores,
que perciben proximidad entre ellos, tienden a citarse los unos a los otros y forman
«colegios invisibles» (sin visibilidad institucional del grupo sino visibilidad de autores que
son citados y reconocidos). Con frecuencia se conocen, se han encontrado en coloquios,
incluso han cooperado ya. Desarrollan sinergias estratégicas que les permiten controlar
algunas orientaciones de su comunidad científica y de sus instituciones locales.
Constituyen un grupo de poder en el seno de una especialidad. Estos colegios son
restringidos por razones funcionales de comunicación. En su seno, se desarrolla una
distinción entre «una camarilla de líderes» y los miembros ordinarios.
Círculos sociales
Crane (1969, 1972) estudia la difusión de las innovaciones científicas en agricultura y da
una base empírica a la idea de colegio invisible pero prefiere la noción de círculo social22
para subrayar la importancia de las relaciones informales entre los científicos, cualquiera
que sea su visibilidad. Muestra que los investigadores necesitan conocerse personalmente
para influirse, y dicha influencia puede pasar por intermediarios. Cuestiona a los
investigadores sobre sus relaciones y pregunta con quién mantienen una comunicación
regular. Muestra que las relaciones se organizan alrededor de un número restringido de
139
cabecillas de opinión, a menudo los mayores y los más visibles. El grupo conoce
después un crecimiento (por contratación de estudiantes) y un proceso de fragmentación
en grupos (treinta miembros máximo) entre los que la comunicación se deteriora y las
innovaciones circulan menos.
Cartografía de las redes
El análisis de las redes sociales permite mostrar los mapas de relaciones y analizar los
flujos de información, contactos e influencias. Las relaciones se identifican a partir de
cuestiones que se apoyan en los encuentros, las colaboraciones, las influencias
percibidas, las personas claves, o por el trazado de intercambios (análisis de la
correspondencia) y de las relaciones entre publicaciones (o patentes): co-autoría,
citaciones y co-citaciones.23 El análisis de los gráficos provee, de este modo, la sociología
de las ciencias. Los mapas de relaciones son construidos y los indicadores propuestos.
La cartografía permite seguir la evolución y la estructuración de un campo, teniendo en
cuenta fenómenos como la autocita, las citas cruzadas (entre autores que se hacen
favores) y la «ciencia-salami» (fraccionar los resultados de la investigación en varias
publicaciones).
Algunos indicadores permiten caracterizar gráficos de relación: 1) La densidad mide la
frecuencia relativa de las relaciones entre entidades. Cuando un grupo de puntos presenta
una fuerte densidad de relaciones, podemos aislarlo, definir sus fronteras y constituirlo
como grupo (clusters, enjambres o agregados). Una débil densidad pone en evidencia un
conjunto en el que las relaciones son flojas y dispersas. 2) La centralidad mide las
relaciones de una entidad con el conjunto de la red. Califica su importancia para los
otros. La entidad puede ser central o marginal.
Las redes científicas no se corresponden necesariamente con parcelaciones entre
disciplinas o especialidades; sus miembros no comparten necesariamente las
características comunes como en el seno de una categoría lógica. Las redes son a
menudo heterogéneas mientras que los investigadores pertenecen a numerosas redes.
Cerca del 50% de los químicos declaran tener intereses de investigación en más de una
especialidad (Blume y Sinclair, 1974). La percepción de los vínculos y de la composición
de la red difiere de un participante a otro (Woolgar, 1976).
La dinámica de las redes
Las relaciones entre publicaciones son evolutivas. La cienciometría observa un efecto de
inmediatez ligado al hecho de que las publicaciones recientes son más citadas que las
antiguas. Se mide calculando el tiempo de semi-vida citacional de un artículo (que
140
supone un ciclo de vida de la publicación con un decrecimiento de las citas). Varía según
las disciplinas: en las ciencias de la vida, es de tres años. Algunas publicaciones escapan a
este fenómeno y ven cómo sus citas se incrementan con el tiempo.
Las redes son acuerdos fluidos: nacen, crecen y mueren. Su composición cambia con
el paso del tiempo (Mulkay et al., 1975). La cienciometría, combinando un análisis
estructural y un análisis longitudinal, caracteriza sus transformaciones: germinación,
fusión, escisión, constitución de puntos de paso obligados, densificación interna de un
grupo o relajación de las relaciones. Identifica los campos que actúan bajo la noción de
frente de investigación: conjunto de artículos que tienen un efecto inmediato y por los
cuales un trabajo de síntesis y evaluación crítica llega a ser necesario. Identifica también
el corpus central de textos fundadores al que corresponde un núcleo de científicos, pilar
de un campo. La identificación de los frentes de investigación, de los núcleos fundadores
y de las redes circunscribe a la vez un grupo social y un campo o problema científico.
Identificar uno es a la vez circunscribir el otro y a la inversa.
La combinación de indicadores de densidad y de centralidad permite posicionar unos
ámbitos en relación con otros en un diagrama, y la evolución de estas posiciones. En
general, el campo emerge siendo primero marginal y flojo, y después se densifica; sus
miembros se unen e intensifican sus intercambios. El campo aún es marginal. Después
llega una fase a lo largo de la cual el ámbito se hace reconocer y se densifica (coherencia
interna) y es central (reconocido). También puede desaparecer, incorporado por otros
(central, pero volviéndose flojo) o volviéndose flojo y marginal.
El análisis de las redes permite estudiar la circulación de influencias cognitivas,
directas e indirectas, y las redes largas que se construyen de un ámbito, o de un grupo a
otro. Granovetter (1973) muestra que las uniones débiles transmiten influencias a más
larga distancia y entre grupos débilmente ligados; que explican el papel privilegiado de los
individuos marginados en la difusión de ideas nuevas.
141
La heterogeneidad de las redes
Rip, extendiendo la noción de ciclo de credibilidad, introduce una serie de actores
(organismos financieros, Estado, socios privados, medios de comunicación, ciudadanos)
extendiendo el análisis de las redes a otros actores de la sociedad. Las redes de la ciencia
son heterogéneas; están compuestas por investigadores de diferentes especialidades24 y
por no científicos. Sus producciones dan lugar a discusiones entre actores que no son
únicamente científicos. Para un proyecto dado (por ejemplo, el desarrollo de nanotubos),
la entidad encargada del análisis no es ni el laboratorio, ni la especialidad científica, sino
una red heterogénea compuesta por actores de la investigación pública, de la
investigación privada, de empresas y del Estado. Cuando tal red heterogénea es
fuertemente interactiva y coherente, tiende a comportarse como un único actor, que
Callon denomina actor-red. Cuando Guillemin crea su laboratorio, asocia a fisiólogos,
neuroendocrinólogos, químicos y bioquímicos. Implica también a los administradores de
la Universidad, organismos financieros (National Institute of Health), industrias
farmacéuticas (interesadas por los factores de liberación de hormonas de crecimiento),
grandes mataderos (abastecedores de grandes cantidades de hipotálamos) y fundaciones.
El laboratorio no es finalmente más que un nudo en una red compuesta por otros
laboratorios, empresas, hospitales y gabinetes de patentes.
El trabajo de investigación está hecho de relaciones y de actividades que atraviesan el
laboratorio. Esta contextualidad del trabajo científico se manifiesta al observador de
142
múltiples formas. Los investigadores escriben cartas, envían proyectos de artículos y
propuestas de investigación; telefonean y realizan visitas y reuniones; al regresar, dan
cuenta de estas reuniones. Entonces les vemos modificar sus propuestas de investigación
y reescribir sus artículos, volver a trabajar los términos de un contrato pasado con una
empresa. Les vemos administrar el suministro de material y organizar el intercambio de
muestras. Su trabajo en el laboratorio se estructura también en función de sus
implicaciones fuera del mismo. Sus compromisos y negociaciones sobrepasan al
laboratorio y los límites de su especialidad. La heterogeneidad de sus redes se debe
especialmente a sus necesidades de recursos.
Redes y flujos de conocimiento
Los científicos trabajan en relación con otros actores de la sociedad para obtener los
recursos que necesitan o para diseminar los conocimientos y productos de la
investigación. En un contexto donde el discurso institucional insiste sobre la cooperación
entre el ámbito académico y el empresarial, varios autores se preocupan de entender lo
que se pasó a ese nivel. Así, el grupo de investigación sobre ciencia y tecnología de la
UNAM estudia desde mucho tiempo este tema. Entre otros, publicaron una trilogía de
libros: el primero (Casas y Luna, 1997) analiza los cambios institucionales a nivel del
gobierno, de la academia y de las empresas con relación al desarrollo de relaciones entre
ellas; el segundo (Casas, 2001) se enfoque sobre los espacios regionales de conocimiento
y la relaciones entre las instituciones; el tercero (Luna, 2003) estudia las relaciones
informales y personales, las interacciones entre los individuos y los diferentes tipos de
intercambios (contenido y forma). Esos análisis se sitúan a tres niveles: las instituciones,
las redes inter-institucionales y las redes inter-personales. Para este último nivel, esos
investigadores movilizan tres enfoques analíticos:25 1) la morfología y la dinámica de las
redes, tomando en cuenta el contexto institucional de las interacciones; 2) el análisis
formal de redes, de las relaciones personales tomando en cuenta a la vez la lógica social
de los individuos y la lógica sistémica del conjunto y también los problemas de la
cooperación, de la confianza y del conocimiento tácito; 3) el análisis de los procesos de
traducción,26 de negociación y de conformación de la red. María Josefa Santos y
Rebeca de Gortari (2003), por ejemplo, investigan el papel de intermediario que juegan
los alumnos en término de flujo de conocimiento y de conformación de la red. Norma
Gutiérrez (2003) a partir de los elementos formales de las redes desempeña dos tipos de
actores centrales en esas redes: los gerentes empresariales y los investigadores
académicos.
143
Mundialización y territorialización de las ciencias
Las tecnologías de la información y de la comunicación, y los medios de transporte
permiten a los investigadores circular y encontrarse más a menudo. El mundo de las
ciencias se ha convertido en «Un pequeño mundo» (Lodge, 1991). La interconexión de
redes y los protocolos de intercambio y de navegación en el hipertexto planetario (Web)
modifican las condiciones del trabajo científico, en particular en el seno de las redes de
cooperación científica (Vinck, 1992). El teléfono no era suficiente para pasar la barrera
de las lenguas, particularmente cuando el interlocutor topa con una secretaria cuyo inglés
es aproximado. La potenciación de las redes de cooperación científica europeas es
evidente con la difusión de las TIC (Tecnologías de investigación y comunicación: fax,
mensajería, archivos abiertos, computación distribuida…). La Web, por otra parte, ha
sido inventada en CERN por los investigadores para sus necesidades de coordinación
científica.
Las relaciones y los efectos de proximidad entre investigadores se pueden observar
también a escala urbana (aglomeración, yacimientos de empleo). La naturaleza de los
saberes innovadores impone a los actores unirse para trabajar conjuntamente. Las redes
sociales locales se constituyen a lo largo de actividades organizadas, dentro y fuera del
trabajo, cuya concentración y estabilidad condicionan la densidad de las relaciones
locales. La proximidad, sin embargo, no engendra mecánicamente redes interpersonales
locales. Los efectos de proximidad se dan en dos escalas de tiempo: 1) El tiempo de lo
cotidiano, lo rutinario, que produce efectos de proximidad que emergen de lógicas
sociales diversas. 2) El tiempo largo de la historia de las instituciones científicas y de las
actividades industriales (por ejemplo, la territorialización de las ciencias para la ingeniería
en Francia), cuyas lógicas se explican mejor a partir de los individuos, de sus trayectorias
y de sus relaciones.
Se desarrollan también fenómenos de concentración local de recursos científicos y de
polarización geográfica: constitución de grandes polos o distritos científicos y
tecnológicos, en nombre de la mutualización de recursos (plataformas tecnológicas), del
acceso a grupos de personal altamente cualificado y de la proximidad entre las personas.
La multiplicación de las infraestructuras de comunicación a escala planetaria no
contradice la búsqueda de proximidad geográfica y social.
Mercado, movilidad y carreras científicas
El mercado de trabajo
144
Los economistas se han interesado por el empleo científico (contratación, carrera) porque
este mercado de trabajo es atípico. Se interesan por las reglas de gestión del empleo y la
racionalidad de estas reglas: recursos a dictámenes de pares exteriores al establecimiento;
regla de up or out que impone a los investigadores concursar si quieren obtener un
puesto; empleo de por vida de una parte de los investigadores. Se interesan también en la
explicación del salario de los académicos. En sociología, la atención se dirige a la
construcción de criterios27 y a la manera en que son tomadas las decisiones de creación
de empleo, de contratación y de promoción. Los trabajos muestran que las evaluaciones
realizadas para las contrataciones corresponden sólo al reconocimiento científico. Una
universidad no contrata a un profesor para recompensarle sino teniendo en cuenta una
producción futura. Se trata de escoger un candidato susceptible de responder a las
expectativas del establecimiento. La evaluación entonces es a la vez retrospectiva y
anticipatoria; la apuesta sobre los comportamientos esperados explica también la
preferencia otorgada a los candidatos conocidos.
En el curso de la carrera, los investigadores conocen otras evaluaciones,
correspondientes a los cambios de estatus (titular en Estados Unidos, director de
investigación en el CNRS, profesor titular en la Universidad) cuyas modalidades difieren
en función de las instituciones y los sistemas nacionales. Las evaluaciones señalan
momentos decisivos de la vida profesional del investigador. El investigador se somete
también a la mirada de los pares en otras pruebas (publicaciones, congresos, docencia).
Su carrera depende de ellas de forma variable según el tipo de pertenencia profesional y
de la relación con el establecimiento (Musselin, 2005). En Francia, la profesión
universitaria es relativamente autónoma, mientras que en Alemania las autoridades
públicas, portavoces de los intereses de la sociedad, ejercen su influencia y en Estados
Unidos son sobre todo los establecimientos los que definen las estrategias. El modelo
profesional difiere según los países, más o menos igualitarios en cuanto a los estatus, las
relaciones de subordinación y las condiciones materiales.
El mercado de trabajo académico es dual, regido por dos reglas de empleo. En el
segmento primario, los asalariados se benefician de la estabilidad y del progreso en la
carrera. Los economistas lo explican por la especialización creciente de los saberes y los
riesgos asociados para los individuos. En las ciencias de la vida, la división del trabajo en
los laboratorios reposa sobre este dualismo; los asalariados a cargo del trabajo
experimental (doctorandos y posdoctorandos) constituyen el segmento secundario del
mercado. En Estados Unidos, este dualismo está endurecido y la concurrencia, a la
entrada del mercado primario, es más intensa. En Francia, representan un tercio de los
145
investigadores de laboratorio, de los que algunos no reciben ningún salario. Habría un
contrato implícito (Stephan y Levin, 2002) entre los directores de tesis y los
doctorandos:
«El doctorando se compromete a participar en la producción colectiva del laboratorio a cambio de que el
director de tesis le recompense sus esfuerzos apoyando su candidatura a un puesto en la comunidad
académica» (Mangematin, 2003).
La promesa sólo es creíble si hay suficientes posibilidades de obtener un empleo después.
En Francia, como la contratación como titular es precoz hay pocos posdoctorandos. Sin
embargo, los laboratorios no tienen la posibilidad de contratar a la totalidad de sus
mejores jóvenes investigadores. Son obligados a empujarlos a otros laboratorios y a
arbitrar entre el mantenimiento de las competencias en el interior y la mezcla de jóvenes
(que permite recuperar el saber tácito desarrollado en otros laboratorios) (Hackett, 2005).
En Francia, a comienzos de los años 2000, cerca del 25% de los doctorandos cambian
hacia empleos industriales. Podrían ser más numerosos pero están raramente preparados.
La tesis corresponde a una socialización en el mundo académico que prepara raramente a
la inserción industrial.
La movilidad institucional de los investigadores
La movilidad de los científicos es de cuatro órdenes: estatutaria (promoción, circulación
en la jerarquía y las funciones institucionales), institucional (traslado de laboratorio o de
institución, paso de la investigación a la industria), geográfica (movilidad internacional y
migraciones científicas) y temática (cambio de tema o de campo de investigación). La
movilidad intelectual de los investigadores se caracteriza por cambios de tema de
investigación, de instrumento o de materiales utilizados.
La cuestión de la movilidad científica es un asunto polémico: acusación de
inmovilismo, inquietudes políticas, de gestión incluso científicas. El debate se refiere a la
pertinencia y la viabilidad de una movilidad de los investigadores. El principio up or out,
que consiste en eliminar a los científicos junior no promocionados, es considerada eficaz
en el proceso de selección de los seniors mientras que la circulación de investigadores se
supone que favorece la de los saberes y la creatividad científica. Sin embargo, tanto los
empleados como los empleadores experimentan dificultades frente a la movilidad, a las
adaptaciones costosas y arriesgadas de las cualificaciones adquiridas y a la reconstrucción
de redes sociales que eso exige. Los buenos colegas no son incitados a movilizarse.
Movilidad internacional y migraciones científicas
La movilidad científica es también geográfica. Los investigadores pasan de un laboratorio
146
a otro, efectuando una estancia en el extranjero o un traslado. Estas movilidades están
ligadas a la internacionalización de las ciencias (Elizinga y Landström, 1996): acuerdos
intergubernamentales —cuyos motivos no tienen siempre relación directa con las ciencias
y se refieren a tratados (protección del Ártico, cooperación militar, acuerdos comerciales)
que desembocan en programas científicos coordinados; solicitud de investigadores
extranjeros por los gobiernos para ocupar cargos en los consejos científicos; e iniciativas
de investigadores que conciben redes internacionales. La internacionalización de las
ciencias está también ligada a las formas de la división internacional del trabajo, a la
globalización de los intercambios económicos y a las acciones concretas de
investigadores en términos de selección y adaptación de tecnologías y de construcción de
relaciones sociotécnicas específicas.28 La Triada «Estados Unidos - Unión Europea -
Japón» constituye el principal espacio de circulación de los investigadores.
Los movimientos migratorios de personal muy cualificado aumentaron (Meyer, 2004)
como consecuencia del aumento del nivel de la educación universitaria de los países en
desarrollo, de la demanda de competencias generadas por la nueva economía y de la
multiplicación de dispositivos destinados a asegurar la movilidad de las personas:
homologación de diplomas, difusión mundial de ofertas de empleo científico,
multiplicación de agencias de contratación internacional y permisos temporales de
trabajo. Clásicamente, los movimientos migratorios eran interpretados en el marco del
modelo de la «fuga de cerebros» (brain drain) (Oteiza, 1996), a saber, el éxodo
permanente de competencias que van de la periferia (países del Sur o de Europa)29 hacia
el centro (Europa, Estados Unidos). Un modelo de la circulación global sería, sin
embargo, más apropiado para explicar los fenómenos observados de movilidad
multipolar y transitoria (Cañibano et al., 2011). En el primer modelo, la migración
correspondía a un alejamiento duradero del investigador en relación al país de origen.
Ahora bien, hoy se observan retornos episódicos al país, una conmutación generalizada
(global commuting) en ciertas regiones (entre las dos orillas del Pacífico: costa oeste
norteamericana y Asia) y de retorno duradero al país. La circulación no deja de ser
asimétrica y localizada con movimientos pendulares en función del nivel de desarrollo del
país.
Las expatriaciones científicas difieren según los países. Si la India y China desarrollan
diásporas impresionantes, sus expatriados no representan sin embargo más que el 10% de
su personal altamente cualificado. Para otros países, por ejemplo, aquellos que están en
crisis, la tasa de expatriación es mucho más elevada. Una parte importante de estos
expatriados tienden a quedarse en el país de acogida: en 1990, el 45% de doctorandos
147
extranjeros en Estados Unidos contaban con quedarse allí; en 1999, era el 72% los que lo
deseaban. Otros vuelven al país, sobre todo cuando encuentran perspectivas
profesionales en los campos científicos y técnicos.
En este contexto, en el seno de las diásporas científicas y técnicas (Barré et al., 2003)
se dan procesos de redistribución de conocimientos que permiten a los expatriados
cualificados servir al país de origen, quedándose en entornos científicos y tecnológicos
mejorando sus cualificaciones. Países como India y China desarrollan políticas
voluntaristas para enviar contingentes de jóvenes cualificados a proseguir su aprendizaje
en ultramar y allí «almacenar la materia gris» esperando volver a poblar los parques
científicos e industriales del país. Las asociaciones dinámicas —por ejemplo, la
Association of Chinese Biologists— estructuran y organizan los flujos de expatriados.
Las comunidades científicas locales, en los países asiáticos, alcanzan los frentes de la
investigación científica. El desarrollo rápido de los laboratorios taiwaneses, los parques
científicos chinos y las start-up indias están ligadas a esta dinámica circulatoria de los
científicos. En los campus norteamericanos, los estudiantes indios se esfuerzan en
disciplinas abandonadas por los norteamericanos: matemáticas, física, electrónica e
ingeniería.
Las vinculaciones de los científicos latinoamericanos con los centros académicos del
Norte han crecido pero parecen tener un carácter marcadamente dependiente (Cetto y
Vessuri, 1998); los proyectos giran en torno de los proyectos establecidos en los países
centrales. Unas experiencias de exilio pueden ayudar a entretejer lazos que llegan a
constituir una comunidad como en el caso que estudió Rodrigo Arocena (2000).30 La
experiencia de las dictaduras en el Cono Sur y del exilio contribuyo a la formación de una
comunidad científica latinoamericana. El caso de los matemáticos uruguayos que se
fueron a Venezuela a mediados de la década de los setenta es interesante desde este
punto de vista. Habían trabajado en el Instituto de Matemática y Estadística de
Montevideo. En ese instituto se había constituido un equipo de investigación activo
aunque el contexto de universidad tradicional era poco propicia para la investigación. Este
desarrollo de la matemática en Uruguay se vio favorecido por una época de tranquilidad
pública. La Universidad de la República estaba ligada al movimiento sindical y se
encontró en la primera línea de resistencia frente a las medidas represivas cuando las
Fuerzas Armadas asumieron el control del gobierno. Numerosos docentes fueron
destituidos. La investigación en matemática desapareció del país por varios años. A la
misma época, en las universidades argentinas, del otro lado del Río de la Plata, el clima
era de ebullición. La Universidad de Buenos Aires ofreció trabajo a los docentes
148
expulsados de Uruguay. Pero en 1974, la Universidad de Buenos Aires fue intervenida y
varios de los docentes uruguayos fueron a Venezuela que les brindaba hospitalaria. Para
este grupo de matemáticos, Venezuela fue un hogar en paz. La presencia de los
uruguayos contribuyo a consolidar el papel de la investigación como meta académica
esencial en Venezuela. Contribuyó también a instalar exigencias mayores y a conformar
grupos de investigadores. Hasta mediados de los años ochenta, los emigrantes argentinos,
chilenos y uruguayos tuvieron un peso preponderante en la formación en matemática y
fueron al origen de la consolidación de una micro comunidad. El trabajo en Venezuela
posibilitó el desarrollo de los lazos académicos entre los matemáticos uruguayos y la
decisión de volver y luchar por el renacimiento científico en Uruguay. Se mantuvo vivo
el espíritu entre los matemáticos. Cuando el gobierno militar uruguayo dejo en 1985 su
lugar a un gobierno civil, la aparición de algunos proyectos para el desarrollo de la
investigación impulsó a retornar a muchos investigadores que formaban parte de la
diáspora uruguaya. Los que regresaron, trabajaron por la reconstrucción y desarrollaron
una malla de colaboraciones y vinculaciones con la academia internacional. Los que
regresaron llevaron una experiencia, conocimientos y relaciones que probablemente no
hubiesen obtenido de otro modo. Desarrollaron la sensación de pertenencia a una
comunidad amplia, a nivel de la Latinoamérica.
Conclusión: la ciencia como espacio social regulado
En este capítulo hemos podido examinar algunas explicaciones de la dinámica de las
ciencias: normas morales y cognitivas, transacciones sociales, organización. Diversas
explicaciones se enfrentan, especialmente, la idea de una igualdad moral de principio que
conduce de hecho a una estructura desigual por el juego del sistema de recompensas; la
idea de comunidades especializadas dirigidas por imperativos metodológicos y de
recursos organizacionales específicos; los efectos que emergen de la suma de relaciones y
de los efectos estructurales. La cuestión de saber si todas estas explicaciones son válidas
no está, sin embargo, zanjada. Los diferentes acercamientos han demostrado su
fecundidad pero ¿tienen el mismo poder explicativo? La cuestión sigue alimentando la
discusión científica. De la misma forma, se plantea la cuestión de la entidad
sociológicamente pertinente para describir y explicar la dinámica de las ciencias. Varias
entidades son candidatas: la comunidad en su conjunto, los subconjuntos especializados,
las organizaciones singulares, las redes trasversales.
149
Lecturas recomendadas
Referencias en otros capítulos: Barbery Hirsch (1962), Casas (2001) en el capítulo 1; Cole y Cole (1973),
Zuckerman (1977) en el capítulo 2; Stephan y Levin (2002) en el capítulo 3; Latoury Woolgar (1979), Louvel
(2011) en el capítulo 6.
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Otras lecturas citadas
Referencias en otros capítulos: Weingart (1982) en el capítulo 2; Blume y Sinclair (1974), Granovetter (1973),
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Notas:
18. Diferenciación social vertical a la cual está asociada, según el caso, una división social vertical de las
funciones, valores y mecanismos de legitimación, o relaciones de dominación.
19. Nombre dado en homenaje a Matilda Gage, Woman as Inventor (1882), que recuerda la memoria de las
numerosas mujeres inventoras.
20. El reconocimiento se define como una forma de recompensa en un sistema que funciona según el principio
de estímulo-respuesta, debiendo reforzar los comportamientos esperados por la institución.
21. Sobre los procesos de construcción social de la excelencia científica a través de evaluación de proyectos,
la selección de los evaluadores, la construcción de consenso y la influencia del criterio de relevancia social, véase
Davyt y Velho (1999) sobre el caso de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) en Uruguay.
152
22. Llamado también red, cluster o grupo social coherente (Price, 1963; Crane, 1972; Mullins, 1968, 1972;
Griffith & Mullins, 1972).
23. El hecho de que dos textos sean citados conjuntamente por un tercer texto.
24. Knorr-Cetina propone las nociones de campos transcientíficos y de arenas transepistémicas, ver:
http://fr.scribd.com/doc/140884747/Comunidades-cientificas-o-arenas-transepistemicas-2 (Knorr, 1982, 1996).
25. Para una buena introducción a los enfoques para el análisis de redes de conocimiento, vése Casas (2003) y
Luna (2003).
26. Sobre la noción de traducción, véase el capítulo 7.
27. Por ejemplo, el trabajo de Musselin (1996) sobre la universidad francesa y la alemana.
28. Arellano (2004) se inclina sobre esta cuestión y desarrolla una aproximación etnográfica de dos casos: 1) la
investigación en física de materiales para desarrollar un polímero cerámico anticorrosivo; 2) la translación de las
innovaciones biotecnológicas en la formación de patatas transgénicas resistentes a virus de empresas
transnacionales a instituciones de investigación mexicanas.
29. Sobre el caso de Argentina, véase (Albornoz et al., 2002).
30. Véase también Chiancone (1997).
153
5
La influencia de la sociedad en los contenidos de
los conocimientos
En los capítulos precedentes hemos explorado las aproximaciones sociológicas al
fenómeno de las ciencias que explican las estructuras y dinámicas sociales, pero que no
se interesan por los contenidos científicos. En este capítulo, al contrario, daremos cuenta
de trabajos cuya preocupación es explorar en qué medida el sistema de conocimientos y
los contenidos científicos (datos, conceptos, teorías, métodos) serían explicables por
factores sociales. Las dos primeras partes abordan el problema de manera global. La
tercera parte presenta análisis sociológicos de nivel intermedio que apuntan a la
emergencia de especialidades científicas y la renovación de problemas en un campo de
investigación. De la cuarta parte a la sexta se tratan los estudios sociales de los
conocimientos científicos (Sociology of Scientific Knowledge, SSK) influidos por las tesis
relativistas. En fin, la séptima parte presenta las distintas evoluciones de la comunidad de
investigación en sociología de las ciencias sobre estas cuestiones.
La orientación macrosociológica de las ciencias
Una primera manera de abordar los contenidos científicos es analizando la evolución de
las grandes orientaciones del sistema de conocimiento. Las grandes orientaciones
macroscópicas se explicarían sociológicamente; los detalles de los conocimientos se
explicarían sobre todo por la naturaleza, la lógica y el método.
Influencia de la sociedad en el sistema de conocimientos
Numerosos autores sugieren una relación de influencia de la sociedad en la naturaleza de
los conocimientos científicos. Condorcet, Comte y Marx establecen así una relación entre
las estructuras de la sociedad y los sistemas de conocimiento. El espíritu científico
154
depende del estado de la sociedad. Para Comte, la ciencia está ligada a una sociedad en la
que el trabajo está organizado para maximizar su rendimiento. Para Marx, la ciencia
moderna nace de la exigencia capitalista y de sus modos de producción. El progreso
continuo de los rendimientos de producción sólo es posible si los saberes se ajustan al
desarrollo del saber hacer.
Durkheim (1858-1917), a partir de datos etnológicos, se interroga sobre las
condiciones sociales de emergencia de las categorías y las formas de clasificación.
Muestra que proceden de la experiencia social: los humanos ordenan los seres de la
naturaleza conforme a la repartición en clanes en la sociedad y a las luchas entre los
grupos sociales. Estas formas primitivas de clasificación influyeron en las primeras
clasificaciones científicas. Scheler (1926) afirma igualmente el carácter sociológico de
todas las formas de pensamiento y conocimiento. Todas ellas dependen del tipo de
comunidad de trabajo e intercambio, patriarcal en el caso del origen de la ciencia.
Estudiando la sociedad del siglo XX, Bujarin (filósofo) y Hessen (físico e historiador)
(1985) inspirándose en Marx y Lenin, concluyen que ciencia, ideología e
infraestructura económica están relacionadas. La ciencia, orientada hacia intereses
industriales capitalistas y militares, su método y el reduccionismo, están inspirados por la
ideología burguesa y reflejan sus intereses de clase. Los esquemas de investigación están
determinados por las tareas a las que la burguesía da prioridad. La idea de «ciencia pura»
sería una ideología. Estos autores inspiran a un grupo de científicos humanistas británicos
(Bernal, Needham y el movimiento de la Social Relation in Science). En The Social
function of Science, Bernal (1939) preconiza la idea de planificación de la ciencia de
acuerdo con una economía no capitalista. La obra suscita vivas reacciones en el seno de
la comunidad científica y el impulso, por el físico Polanyi, de la Society for Freedom in
Science, que milita contra toda idea de canalización social de la investigación científica y
desarrolla la idea de autonomía de la ciencia (gobierno autónomo).
Otros pensadores matizan la influencia de la sociedad. Lukes sugiere que algunas
posiciones en el sistema social permiten esperar un conocimiento objetivo, por ejemplo
las clases ascendentes cuya lucha de emancipación no impone deformar la realidad.
Znaniecki muestra la existencia de una relación de dependencia funcional entre los
papeles sociales ocupados por los científicos y el género de conocimientos que
producen.
Los años treinta vieron así la proliferación de tentativas de explicación del contenido
de las teorías científicas por las condiciones sociales (intereses de clase, ideología
política). Estas explicaciones han desaparecido después de la Segunda Guerra Mundial,
155
cuando dominaba la convicción de que los problemas a los cuales se entregan los
investigadores están determinados por el estado de los recursos y conocimientos (Ben-
David). Escapan a las influencias externas. Los historiadores de las ciencias (Elkana y
Koyré) muestran los efectos indirectos de las condiciones externas. Kuhn, al contrario,
sugiere que la influencia de las condiciones externas es más fuerte durante los periodos
de crisis científica, cuando la fecundidad de un paradigma científico acaba por agotarse.
Influencia en la elección de los temas de investigación
Según Merton y Sorokin, los temas sobre los cuales los investigadores concentran su
atención están influidos por los sistemas culturales del momento en la sociedad. Estas
influencias alcanzan a las grandes orientaciones. Para Sorokin (1947), estos sistemas
culturales condicionan la elección de los problemas y explican las fluctuaciones de
credibilidad de las diferentes teorías a lo largo del tiempo.
Merton (1938), refiriéndose al siglo XVIII británico, muestra la afinidad entre valores
puritanos, la gestión científica y el ethos científico. Los ámbitos y temas de
investigación no son escogidos ni al azar ni en función solamente de intereses científicos
intrínsecos, sino en función del interés que la sociedad tenga por ellos. La influencia
social difusa produce una convergencia de la atención de los científicos hacia algunos
asuntos: solicitudes directas para trabajar sobre ciertos problemas (industriales o
militares), visibilidad diferencial de trabajos en la sociedad, evolución de los recursos
disponibles. La astronomía (siglos XVI y XVII) respondía así a las necesidades de la
navegación, la física de altas energías al contexto de la guerra fría en el siglo XX.
En este ámbito influido por la sociedad, los científicos persiguen sus propios objetivos;
no toda la actividad científica está determinada por la sociedad. Merton estima, por
ejemplo, en un 41% la parte de investigación pura en la Royal Society en el siglo XVIII.
Para Ben-David esta influencia de la sociedad sobre el volumen de actividad científica
sería claramente marginal; las finalidades prácticas tendrían pocos efectos sobre los
conceptos y las teorías.
¿Continuidad o ruptura entre formas de conocimiento?
Si los autores muestran una relación de influencia de la sociedad sobre las grandes
orientaciones del sistema de conocimientos, dudan en afirmar que los conocimientos
estén determinados por factores sociales. La relación es indirecta y la influencia parcial.
Sin embargo, a lo largo de los años setenta, una nueva generación de sociólogos afirma
una relación más fuerte, directa y determinante. Los conocimientos serían creencias
156
compartidas por un grupo social y las producciones científicas construcciones sociales
que se explican por la estructura de la sociedad (Barnes, 1974). No habría además
ninguna diferencia radical entre las formas de pensamiento (hipótesis de continuidad):
los sistemas de conocimiento científico se parecen a los sistemas ordinarios.
Hipótesis de la gran división
Otros autores consideran, a la inversa, que la ciencia es una forma de pensamiento
distinto; habría una diferencia radical entre el conocimiento científico y las otras formas
de saber. Para Lévy-Bruhl (1857-1939), las categorías del pensamiento y sus modos de
razonamiento varían según la sociedad. La diferencia entre «pensamiento positivo y
racional» y «pensamiento místico, prelógico que no respeta el principio de nocontradicción
» es radical. El pensamiento arcaico mezcla lo natural y lo sobrenatural, la
técnica y la magia, mientras que el pensamiento moderno los distingue y respeta los
principios de la lógica. Estos dos modos de pensamiento no tienen nada en común: el
pensamiento salvaje es irracional y socialmente determinado mientras que la ciencia sería
racional y universal.
Para Karl Mannheim (1893-1947), los conocimientos están ligados a ideologías, ya sean
restringidas (correspondiente a un interés de clase), ya sean generalizadas (que
corresponden a la posibilidad de conocer, lo que supone un observador que ha tomado
sus distancias liberándose de su situación social, una inteligencia sin ataduras, exterior a
la lucha de clases, y que persigue un ideal de distanciamiento con relación a los
sociocetrismos, utopías y compromisos de acción). Sin embargo, las ciencias exactas
serían una excepción porque se desarrollarían según leyes que escapan a las
157
determinaciones sociológicas.
La cuestión de la «superioridad» del pensamiento científico occidental sigue
debatiéndose, como muestran las controversias alrededor de los trabajos de Horton sobre
las diferencias con el pensamiento religioso tradicional. Sugiere la existencia de un
fundamento para la universalidad de la razón. Para la sociología relativista, al contrario,
los sistemas de pensamiento son tan diferentes que son incomparables, imposible decir si
uno es más verdadero que el otro. La verdad sería relativa a un sistema de pensamiento
y a su grupo social.
¿Por dónde pasa la demarcación?
En filosofía, los autores consideran la ciencia como un espacio donde los conocimientos
objetivos y desprendidos de todo interés y proceso social son posibles. Está ligada a las
leyes de la naturaleza (naturalismo), la lógica (logicismo) o la experiencia (empirismo e
inductivismo). Su cientificidad reside en el rigor lógico de los métodos de observación y
de verificación (verificacionismo). La ciencia establece representaciones racionales de la
realidad, bajo la forma de leyes, modelos y teorías. Su validez es independiente de la
sociedad que las produce. La sociedad sólo puede facilitar o retrasar su descubrimiento
porque las verdades se imponen, tarde o temprano, por su evidencia. Conducen al
consenso mientras que los dogmas y las ideologías deben ser impuestos. Esta filosofía
positivista se opone al relativismo moral e intelectual (especialmente al del filósofo
anarquista Feyeraband y algunos sociólogos de las ciencias).
Koyré, Bachelard y Popper establecen, en relación a esta filosofía, algunos
desplazamientos significativos. Para Koyré (1892-1964), las leyes científicas son
construidas por el pensamiento; no reflejan simplemente la naturaleza. Las estructuras y
categorías del pensamiento humano (ligadas a la biología, no a la sociedad) imponen su
marca a las observaciones y a las leyes.
158
Para Bachelard (1884-1962), la sociedad influye en el origen de los conocimientos pero
la ciencia tiene la capacidad de desgajarse de estas contingencias sociales. El «trabajador
de la prueba», alimentado por un imaginario singular (personal, religioso, social,
artístico), es forzado a desprenderse del mismo, gracias a los procedimientos de
experimentación y objetivación. La objetivación procede de la puesta en marcha de un
planteamiento crítico que permite derribar los obstáculos epistemológicos que impiden
conocer y pensar científicamente. Las rupturas epistemológicas son necesarias para
pasar del estado de pensamiento pre-científico al espíritu científico. Esta distanciación
pasa también por los instrumentos que materializan las teorías científicas que se imponen
al usuario.
Popper (1902-1994) (siguiendo a Reichenbach) distingue dos tipos de actividad: la
159
concepción de ideas e hipótesis nuevas (contexto del descubrimiento) y su examen
crítico (contexto de justificación,31 donde las hipótesis son puestas a prueba). Los
conocimientos pueden tener un origen social pero se desligan por el razonamiento lógico
y la puesta a prueba de los enunciados. Su confrontación con otros enunciados permite
establecer un orden. La influencia de los procesos sociales es, pues, limitada; sólo actúa
en el origen de las hipótesis, no en su validación científica.32
«La cuestión acerca de cómo se le ocurre una idea nueva a una persona puede ser de gran interés para la
psicología empírica, pero carece de importancia para el análisis lógico del conocimiento científico. Éste no se
interesa por cuestiones de hecho, sino únicamente por cuestiones de justificación o validez» (Popper,
1962/1980).
Los filósofos sugieren así una demarcación (ruptura epistemológica de Bachelard, criterio
de demarcación de Popper) entre ciencia y sociedad. Pasa al seno de la actividad
científica y aísla un núcleo duro que escapa a la sociedad y a la mirada de los sociólogos.
La «verdadera ciencia», desvinculada de toda influencia social, está fuera del alcance
del análisis sociológico. El filósofo Lakatos (1974, 1975) propone así un proyecto de
«reconstrucción racional de la historia de las ciencias» que la libere de sus accidentes
(errores, fraudes) a fin de ofrecer un material propio para el análisis epistemológico. Si un
programa de investigación fecundo se presenta, sería inevitablemente adoptado aunque
los investigadores puedan tardar en escogerlo. Queda para la sociología el estudio de las
razones por las que algunos grupos han adoptado tardíamente el buen programa, así
160
como los errores y los contenidos partidarios (por ejemplo, el eugenismo) o las
desviaciones (las pseudociencias, la astrología, la parapsicología).
Una nueva generación de sociólogos, en los años setenta, rechaza esta visión y muestra
que los factores sociales están funcionando en toda producción de conocimientos. Los
conocimientos científicos serían construcciones sociales. Esta «nueva sociología de las
ciencias» anuncia su incompatibilidad de principio con las aproximaciones precedentes,
en nombre del hecho de que el proceso de investigación es relativo (programa fuerte) o
contingente (programa constructivista). Esta ambición suscita reacciones de parte de los
científicos, de epistemólogos y de sociólogos de las ciencias inspirados por Merton, pero
también de autores como Latour que, en los años ochenta, denuncia el carácter
insostenible del relativismo sociológico, mientras que el grupo PAREX33 defiende una
articulación entre análisis sociológico y la incorporación de las determinaciones internas
de las ciencias.
La dinámica de las especialidades y de los proyectos científicos
El análisis de las ciencias, en lugar de tratar de la influencia global de la sociedad pone su
atención en las dinámicas intermedias, en especial la emergencia de especialidades.
El nacimiento y desarrollo de las especialidades científicas
Según Ben-David (1997), el nacimiento de una nueva especialidad se explica por la
conjunción de evoluciones institucionales, de la disponibilidad de recursos, de la
constitución de un nuevo papel social y de migraciones científicas. Cole y Zuckerman
(1975) sugieren tomar en consideración también los contenidos cognitivos, especialmente
la percepción que los científicos tienen de la existencia de un reto.
Según Edge y Mulkay (1976), la emergencia de una especialidad resulta de la
combinación de recursos (disponibilidad de un instrumento, acceso a muestras,
competencias científicas disponibles) y de factores prexistentes en el entorno del que
dependen (interés suscitado por un tema, problemas hallados en la sociedad). La
radioastronomía se constituye así por la contratación, en los departamentos universitarios
de física, de investigadores procedentes de unidades de investigación de la Bell
Telephone Company dedicados a la puesta a punto de radares, donde habían sido
descubiertas emisiones procedentes de la Vía Láctea. El interés por la radiofísica, con
finalidad industrial o militar, y los descubrimientos que se habían producido condujo a la
idea de que el análisis de las emisiones astrofísicas era un frente de investigación
interesante. La conjunción de inversiones industriales y militares, descubrimientos,
migraciones científicas y reconocimiento por la comunidad científica del interés de un
161
nuevo frente de investigación explica la emergencia del campo.
Las transferencias conceptuales o metodológicas están también en el origen de
especialidades como la cristalografía de proteínas (Law, 1976) resultado del encuentro
entre físicos cristalógrafos y los químicos de proteínas. Estos grupos, enfrentados con los
límites de su especialidad (no disposición de equipamientos, obstáculos conceptuales,
agotamiento de una vía de búsqueda…) se abrían a aportes de otras especialidades. Las
migraciones científicas, debidas a factores socio-económicos (distribución de docentes
en el territorio en el caso de desarrollo de la informática en Francia (Grossetti y Mounier-
Kuhn, 1995) favorecen tales encuentros. En el caso de la radioastronomía naciente, Edge
y Mulkay observan un proceso de ramificación interna; los investigadores identifican
nuevos problemas y multiplican las líneas de investigación. Se diferencian, no solamente
en función de su estrategia de investigación (ecléctica/monotemática) y de las inversiones
técnicas concedidas, sino por reducir la presión de la concurrencia.
El desarrollo de especialidades depende además de su capacidad para movilizar a
jóvenes investigadores. El «grupo de fagos», red diseminada, cambia cuando organiza
seminarios, forma jóvenes colaboradores y se inscribe en los sectores de la enseñanza
universitaria (Mullins, 1972).
Las reorientaciones de los proyectos de investigación
El estudio del encadenamiento de elecciones y de decisiones de los investigadores en
cuanto a los objetos de estudio y a las aproximaciones metodológicas puestas en marcha
supone acercarse y seguirles en sus actividades.
Contingencia, influencias externas y función protectora del laboratorio
Tales análisis ponen de manifiesto la importancia de las contingencias locales internas34 y
externas, especialmente el azar (Barber y Fox, 1958). A falta de la enzima con la que
trabaja, el investigador decide tomar otra que tienen a mano. Observa, incidentalmente,
que las orejas de los conejos utilizados en sus experimentos se suavizan y después
recobran su rigidez habitual. Siete años más tarde, con ocasión de una discusión con un
colega, recuerda el incidente e invita a sus estudiantes a dedicarse al fenómeno.
Enfrentados a una penuria de materiales, otros investigadores reorganizan su trabajo y
utilizan los materiales a su disposición, lo que conduce a veces a conocimientos
diferentes. Otros factores de contingencia también han sido identificados por los
sociólogos como una formación inicial inapropiada, prioridades del director de laboratorio
o la disponibilidad de un instrumento (Lemaine et al., 1969). Este tipo de factores que
influyen en el curso de la investigación está eliminado de las publicaciones. Barber y Fox
162
hablan de una falsificación retrospectiva que explica la separación entre el
desenvolvimiento efectivo de la investigación y su presentación en las publicaciones.
A lo largo de un proceso de investigación, el número de elementos imprevisibles es
considerable, sean propios de la investigación (los resultados previstos no son
encontrados), de su realización local (insuficiencia o no disponibilidad del instrumento,
interferencia con el trabajo de otro investigador) o ligados a recursos externos (socio
cambiando de estrategia, redefinición de prioridades de financiamiento). Estas
contingencias amenazan el resultado del proyecto. De hecho, el laboratorio constituye
un dispositivo protector y de estabilización de los proyectos de investigación de cara a
los elementos imprevisibles del entorno (Vinck, 1992). Ayuda al mantenimiento de los
proyectos a pesar de las reordenaciones y las reorientaciones de los que son objeto.
Cuando un recurso llega a faltar, el laboratorio contribuye a movilizar recursos de
sustitución (desviación del financiamiento de otro proyecto sobre el que hay margen,
ocupar a un estudiante con el asunto, utilizar un modelo ya conocido en el equipo…).
Cuando un actor externo, del que depende el proyecto, cambia de prioridad, el
laboratorio despliega una estrategia de distanciación respecto a esta influencia extrínseca.
Protege así los experimentos arriesgados de los investigadores frente a los imprevistos
económicos, sociales e institucionales y reduce el carácter determinante de estos
factores. El laboratorio es un dispositivo que atempera las influencias externas.
Estrategias de los investigadores: la más prudente reorientación
Los investigadores son estrategas en el seno de su ámbito. Sus estrategias son a la vez
intelectuales (posibilidad de resolver un problema) y sociales (en función del
reconocimiento que pueda obtener por parte de sus pares) (Lemaine et al., 1969). El
grado de visibilidad de los asuntos de investigación tiene un papel importante en la
orientación de sus proyectos. Las estrategias varían en función de las situaciones de
investigación (hipótesis probable o improbable, paradigma bien establecido o búsqueda
fuera del paradigma) y de las preferencias individuales en términos de asunción o
repartición de riesgos para su carrera. Algunos investigadores apuestan por una hipótesis
arriesgada pero prometedora; otros trabajan simultáneamente sobre dos hipótesis, una de
riesgo fuerte y otra de riesgo débil; otros más diversifican sus actividades o se repliegan
sobre proyectos menos corrientes. La diferenciación de las actividades científicas
apunta también a la creación de espacios de actividad menos competitivos (Lemaine et
al., 1969; Lemaine, 1980; Edge y Mulkay, 1976).
La diversidad de estas estrategias (diversificación, sustitución, falta de compromiso)
está, sin embargo, limitada por la búsqueda de un «justo medio» entre conservadurismo
163
y cambio radical de problemática de investigación (Gieryn, 1978). La preocupación por
mantener una productividad en términos de publicación, la percepción por las
instituciones de la persistencia como forma de excelencia y el hecho de que el
reconocimiento sobre un asunto dé acceso a nuevos recursos explican el poco éxito de
estrategias de reorientación radical. También las solicitudes externas, de la sociedad,
incluso de las instituciones de investigación, no tendrían más que una influencia limitada,
y les cuesta reorientar los proyectos de equipos de investigación.
Determinación social de los conocimientos científicos
Los prejuicios ideológicos y culturales, los movimientos sociales o la posición
ocupada por los científicos en la sociedad explican en parte las construcciones
científicas. La historia de la mecánica cuántica (Forman, 1980) es instructiva en este
sentido. Los físicos toman bruscamente distancia, a partir de 1919, en relación a la
noción, central en física, de causalidad. Llegan a repudiarla antes de que la mecánica
cuántica sea fundada.
Para la historia interna de las ciencias, esta mutación es debida a las discusiones
internas a la física respecto del concepto de causalidad, comenzadas con Jeans y
Poincaré en 1910-1912, pero que apenas tuvieron eco. Forman, por el contrario,
introduce factores de orden sociológico en la explicación, en especial la influencia de
las ideología dominante y de la crisis sociales de valores. El abandono de la
concepción clásica de la causalidad y la adopción de una nueva concepción
(indeterminista) reflejan la manera en que los científicos se han defendido contra los
ataques que proceden de la sociedad.
La derrota y la firma del Tratado de Versalles al final de la Primera Guerra Mundial
habían creado un shock en Alemania. Aunque creían todavía en la supremacía de su
Imperio gracias a las ciencias y las industrias, los alemanes perdieron bruscamente
sus ilusiones. Los valores (uno de los cuales era el racionalismo científico) que
acompañaron la expansión económica e industrial son puestos en tela de juicio en
provecho de un retorno hacia el romanticismo y la renovación espiritual. La noción
de Destino es devuelta al orden del día y opuesta a la de la causalidad. Una hostilidad
anticientífica sale a la luz.
Matemáticos y físicos son interpelados y reaccionan implicándose en los debates.
Varios de entre ellos se identifican con la renovación espiritual y hacen la autocrítica
de la ciencia. Algunos crean asociaciones en defensa de su estatuto científico. Otros,
164
como Einstein, defienden que los científicos mantengan una creencia firme en el
determinismo pero muchos otros repudian públicamente las ideas de causalidad y de
determinismo.
Los científicos deben renegociar su lugar y su reconocimiento social, y justificar su
existencia en tanto que grupo socio-profesional (mientras Alemania conoce, en este
periodo, la miseria). Lo hacen traduciendo la crisis social de valores en una crisis
interna de su ciencia. Desarrollan argumentos que renuevan su propia ciencia y
responden por una nueva ciencia a la interpelación social. En sus discursos, algunos
reconocen que no tienen más argumentos racionales que oponer a la subida del
ocultismo y del esoterismo. Varios hacen concesiones ideológicas frente al
antirracionalismo y al irracionalismo existente. Hablan de la mística de los números (a
propósito del análisis espectral teórico entonces tan en boga).
Los conocimientos científicos mismos son afectados. La crisis conmueve a las teorías
mejor establecidas: la mecánica newtoniana y la geometría euclidiana. La crisis social
de valores se convierte en una crisis de fundamentos. Los más grandes sabios se
lanzan a una restructuración de los fundamentos de su disciplina. En matemáticas, la
reconstrucción da nacimiento al intuicionismo. En física, algunos extienden la teoría
de la relatividad general a toda la física. En 1921, varios físicos se convierten a la nocausalidad.
Algunos pronuncian discursos en los que renuncian a la doctrina satánica
de la causalidad y anuncian la venida próxima de una era nueva donde los físicos
liberarán al mundo de las cadenas del determinismo. En 1925, Heisenberg introduce
la mecánica matricial y, en 1926, Schrödinger la mecánica ondulatoria. Heisenberg
establece el principio de incertidumbre mientras que Bohr establece el de la
complementariedad. Dan así cimientos científicos a su renuncia a la causalidad.
Retraducen sus descubrimientos para el público. Heisenberg publica, por otra parte,
su obra de divulgación, antes de que su artículo técnico apareciera. Born declara, en
1928, que en la antigua concepción determinista y mecánica de la materia no había
ningún lugar para la libertad, sea bajo la forma de la voluntad o de una fuerza
superior, mientras que la nueva física dota al universo de características muy
diferentes. Bohr habla de la irracionalidad de los fenómenos físicos, von Bertalanffy
escribe que la física moderna abre el camino a un nuevo misticismo.
Los contenidos científicos serían así respuestas de los científicos a una crisis social
que los amenazaba. Traducen en la investigación las presiones sociales que pesaban
sobre ellos y proponen los elementos de un nuevo contrato con la sociedad que
permita justificar su estatuto. En este análisis de Forman el factor explicativo de la
165
emergencia de la física cuántica es social: la ideología ambiente y los movimientos
que atraviesan la sociedad.
La construcción social de los problemas científicos
El desarrollo de conocimientos científicos pasa por la construcción de problemas
científicos, los cuales a veces están ligados a la emergencia y persistencia de problemas
sociales.
Pablo Kreimer y Juan Pablo Zabala (2006) analizan el caso de la investigación sobre la
enfermedad de Chagas. Ponen de relieve el modo de construcción histórica del Chagas
como problema social relevante para actores que lo tematizan como tal y como
«enfermedad de la pobreza», las tomas de posición de diferentes actores en torno a la
enfermedad, las acciones desplegadas por éstos, pero también su construcción como
problema científico interesante, las estrategias de producción de conocimiento científico
orientadas a su abordaje. La producción de conocimiento participa en la definición e
imposición de determinados temas en la agenda social, de tal manera que los
conocimientos científicos se presentan como útiles a la sociedad. En este caso, la
población afectada no se ha constituido como un grupo social relevante del proceso de
lucha contra la enfermedad. No tiene las capacidades para expresarse en la arena pública.
Sus necesidades han sido traducidas por otros actores sociales: laboratorios públicos y
privados, médicos, autoridades sanitarias y científicos que operan en las disputas
públicas. Esos actores construyeron la enfermedad de Chagas como problema, de
acuerdo con sus puntos de vista sobre cuáles son los aspectos relevantes de la
enfermedad y cuáles las intervenciones que deberían llevarse a cabo.
• La primera construcción del problema corresponde a la identificación de un «agente
patógeno», antes de que la enfermedad fuera considerada como tal. Así,
encontramos un periodo de construcción de la enfermedad, donde los principales
actores involucrados forman un pequeño grupo de científicos interesados en develar
los vínculos entre ese agente causal (patógeno) hasta entonces desconocido, y un
conjunto de síntomas clínicos.
• La segunda construcción fue el reconocimiento del Chagas como problema relevante
de salud; nuevos actores se involucraron en estos procesos, incorporando, por
ejemplo, prácticas de control epidemiológico, en la definición de la enfermedad. Sus
instituciones llevaron también sus propias lógicas de actuación.
• La tercera construcción socio-científica del problema, a partir de los años 1970,
166
corresponde a la entrada de nuevos actores, investigadores académicos, en particular
desde la biología molecular. Ellos establecen una nueva definición y legitimidad de
intervención sobre la enfermedad enfocándose en la investigación básica. Kreimer y
Zabala analizan así, entre otros, el proceso de «biomolerularización» de la
enfermedad, su articulación a los estándares científicos internacionales y a problemas
científicos reconocidos en los países del centro. Pero este proceso se traduce
simultáneamente por un alargamiento del problema social y de salud pública en el
continente.
Finalmente, con relación a esa construcción social de la enfermedad, Kreimer y Zabala se
preguntan sobre la utilidad social del conocimiento científico producido en una dinámica
donde la cientifización del problema conduce a alargarse del problema social.
Fundamentos conceptuales para una sociología de los
conocimientos científicos
A partir de los años sesenta y setenta, la nueva generación de sociólogos analiza las
ciencias como culturas locales caracterizadas por normas, valores e intereses locales. Da
lugar al nacimiento de la sociología de los conocimientos científicos (SSK: Sociology of
Scientific Knowlwdge) que extrae sus conceptos de los trabajos de filósofos como
Wittgenstein, Duhem, Quine, del historiador Kuhn, así como de la sociología clásica.
Vamos a presentar algunas de estas fundaciones teóricas.
Las ciencias como juego de lenguajes y formas de vida
Dos obras de Ludwig Wittgentein (1922 y 1953) operan una inversión de la doctrina
según la cual la lógica constituye la base del planteamiento científico (logicismo). La
segunda, que llama la atención de los sociólogos, coloca el lenguaje en el centro del
análisis. Sugiere que los sentidos de las palabras no son fijos sino que varían en función
del uso que se les da. La significación es el uso. Los enunciados toman sus sentidos de
las actividades en las que están comprometidos.
A las diferentes actividades, como describir un objeto según su aspecto, hacer el relato
de un acontecimiento, presentar los resultados de una experimentación bajo la forma de
un cuadro o hacer una demo, corresponden diferentes «juegos de lenguaje». Para
comprender los enunciados es conveniente preguntarse en qué ocasión y a qué fin tal
cosa es dicha; qué modos de proceder acompañan estas palabras y en qué escenas son
empleadas.
167
El juego de lenguaje está determinado por sus reglas de uso. El novato las descubre
mirando la manera como juegan los jugadores y captando la semejanza familiar entre
diferentes partes del juego. Ha comprendido las reglas del juego cuando se vuelve capaz
de aplicarlas: su aplicación es un criterio de su comprensión. Estas reglas son implícitas y
locales, dependen de la forma de jugar el juego. Evolucionan con la transformación
progresiva de la actividad. Desde entonces, el sociólogo es invitado a poner su atención
en el examen de situaciones locales y la forma en que se juega y se vuelve a jugar el
trabajo científico, así como la forma en la que se redefinen localmente las reglas del
juego. El sociólogo David Bloor (1976) desarrolla así un programa de análisis de las
prácticas científicas (redacción de una publicación, establecimiento de un informe de
observación o aplicación de una fórmula matemática) como juego del lenguaje del que
hay que comprender las reglas y convenciones implícitas (consensos sociales que
codifican el trabajo científico).
Flexibilidad interpretativa e impregnación de los hechos por las convenciones
Otros dos filósofos abren las puertas de los contenidos científicos al análisis sociológico:
Wilhem Quine y Pierre Duhem, minan la idea de una racionalidad simple, del primado de
la lógica y de la evidencia irrecusable de los hechos, realizando cuestiones conceptuales
de las que se beneficia la sociología de las ciencias.
La impregnación de los hechos por las teorías
Los hechos conducen raramente por sí mismos a la verificación de hipótesis o a su
refutación. Los científicos desconfían de la aparente e ilusoria «evidencia de los
hechos». Los hechos son considerados significativos o válidos sólo después de un trabajo
de interpretación, de una evaluación y puesta en relación con los conocimientos previos.
De golpe, la observación pierde su primer papel en beneficio del marco de interpretación
que permite calificar hechos y datos. La observación depende de las teorías admitidas así
como de elementos sociocognitivos (convenciones aceptadas, lenguaje de expresión y
conocimientos del contexto) que permiten interpretarlos. El hecho es indisociable de una
forma de expresión (especialmente lingüística) portadora de sentidos y de una
interpretación. Ordenar los hechos y clasificarlos conlleva un concepto. El hecho de
identificar y de aislar un fenómeno o un objeto en el flujo de percepciones sensoriales
supone también que el observador dispone de conceptos. Las categorías del pensamiento
imponen su marca a las observaciones. La experiencia está siempre acompañada de la
interpretación del fenómeno. Los datos brutos son ya interpretaciones.
Además, el experimentador procede a hacer arreglos para obtener datos satisfactorios.
168
Estas correcciones tienen un gran papel en la producción de datos «brutos»
precisamente porque están guiados por la interpretación del fenómeno. La
interpretación, lejos de seguir a la observación, la precede.
La sub-determinación de las teorías por los hechos
Según Quine, varias teorías, lógicamente incompatibles, pueden dar cuenta de un mismo
conjunto de observaciones. Un conjunto de hechos no impone ninguna teoría específica.
Hay una sub-determinación de las teorías por las observaciones. De igual manera,
Duhem constata que a un mismo hecho práctico puede corresponderle una infinidad de
hechos teóricos y a la inversa. Tales proposiciones hacen decir a los sociólogos que si las
meras observaciones no son suficientes para determinar la buena teoría que las
interpreta, es que otros elementos, especialmente sociales, intervienen. Si numerosas
interpretaciones son posibles, las controversias pueden aparecer entre científicos referidas
a la elección de la buena interpretación. Si una interpretación se impone hace falta
explicarlo por factores cognitivos o estéticos (la belleza y la simplicidad de una teoría)
incluso por factores extra-científicos. Puede tratarse, por ejemplo, de decisiones
tomadas por los investigadores mismos. Thill (1973) señala así cómo los físicos de altas
energías son inducidos a adoptar una pura convención,que depende de la práctica y no
de la epistemología, respecto del valor medio de la contaminación del haz de partículas a
retener para los siguientes trabajos.
La circularidad de los procedimientos de evaluación de las teorías por la experiencia
Los tests experimentales son siempre ambiguos. Un experimento no es suficiente para
rechazar una teoría; puede poner en tela de juicio una de las hipótesis de la teoría o un
elemento del dispositivo experimental, o las competencias del experimentador, es difícil
decir a qué se debe la ausencia del resultado esperado. En la práctica, el investigador no
lo cuestiona todo cuando surge una discordancia, confía en las convenciones de
interpretación de los resultados y en una parte de las teorías aceptadas. Algunos
elementos son aceptados sin control, especialmente porque remiten a convenciones
aceptadas en su comunidad científica.
La puesta a prueba de las teorías supone la confrontación con los hechos, pero el
establecimiento y la observación de estos hechos supone su interpretación. Habría allí,
por consiguiente, una imposibilidad casi lógica de salir del marco de interpretación,
compuesto de teorías y convenciones aceptadas, así como de creencias relativas a lo real.
Los procedimientos científicos tienen un carácter circular (circularidad experimental).
La sociología de los conocimientos científicos ha encontrado en los trabajos de Duhem
169
y Quine los elementos conceptuales necesarios para fundar un análisis sociológico de los
contenidos. Ha encontrado argumentos que demuestran que la naturaleza y la lógica no
son suficientes para dar cuenta de las teorías científicas aceptadas. De los análisis
duhemenianos, los sociólogos han retenido el de disparidad (entre hechos concretos y
hechos teóricos) y de flexibilidad interpretativa; concluyendo que la facticidad científica
es contingente. La facticidad es una ilusión de neutralidad construida por los
investigadores que ocultan los detalles de las acciones concretas y de la historicidad local
de la producción del hecho (Lynch). La relación entre la maraña de hechos observados y
la claridad de hechos relatados en la publicación sería contingente. Duhem defiende la
idea de una racionalidad blanda y contextual. Sus lectores, sociólogos, recalcan sobre
todo el papel de los factores contingentes o convencionales para explicar el éxito o
fracaso de una teoría.
Convenciones y culturas locales
Las experiencias dependen de los hábitos de cada grupo científico (culturas locales) en
cuanto a la manera de poner en marcha los protocolos (Fleck, 2005). Los conocimientos
dependen de métodos, competencias técnicas y saber hacer tácitos (Polanyi, 1958) que
los experimentadores no siempre consiguen explicitar. La práctica experimental no es
transparente. Los datos y sus interpretaciones son producciones locales, marcadas por
los hábitos y acuerdos razonables (convenciones) propios de un grupo de investigadores
(Kuhn, 1962). Estas convenciones forman un marco sociocognitivo que permite dotar
de sentido y de coherencia a los hechos y conceptos científicos. El marco (constituido
por relaciones entre conocimientos, contexto, convenciones y creencias) permite
diferenciar y clasificar lo que es percibido y relacionarlo con otros elementos. Es un
esquema interpretativo sin el cual las observaciones no tendrían ningún sentido.
Desde la producción de «hechos brutos», se desliza una diversidad de factores lógicos,
metodológicos, instrumentales, cognitivos, estéticos, convencionales y culturales que dan
forma a los hechos y a sus interpretaciones. El examen de las prácticas de trabajo con
instrumentos de observación (microscopio, telescopio o radiografía) muestra que las
imágenes y huellas producidas son difíciles de descifrar, necesitan un aprendizaje, un
hábito de observación, de reglas y de convenciones en cuanto a la manera de
producirlos y de leerlos. Observar no consiste solamente en dejar entrar a la percepción;
el investigador, al contrario, busca lo que quiere ver allí. Construye el objeto a partir de
sus hábitos de trabajo, de los conocimientos adquiridos y de su proyecto. Debe saber lo
que busca ver para verlo. Los datos de observación están ligados al objeto anticipado.
La objetividad de lo que es observado es también el producto de la intersubjetividad35
170
en el seno de una comunidad científica. Resulta del acuerdo en el seno del grupo y de
haz de expectativas del investigador, del programa de investigación en el que participa y
de la sociedad con respecto a la ciencia.
El descubrimiento de los rayos N
A finales del siglo XIX, el fenómeno de las radiaciones atrae la atención. Roetgem
descubre los rayos X y Becquerel las radiaciones emitidas por el uranio. El asunto es
prometedor y conoce una gran visibilidad social. La búsqueda de nuevos tipos de
radiaciones está a la vanguardia de la ciencia. Un modelo conceptual se impone ya y
guía a los investigadores en su manera de pensarlos. Impregna también la mirada; los
observadores tienen una idea de la forma del objeto antes de encontrarlo. Así, nadie
se sorprende cuando, en 1903, Blondot descubre los rayos N. El descubrimiento es
lógico y, por otra parte, bienvenido para Francia, que esperaba añadir un nombre
prestigioso a la escena internacional que siguiera a los de Becquerel y los Curie. El
descubrimiento es lógica, empírica y sociológicamente probable. El experimento se
reproduce. Varios investigadores de diversas disciplinas confirman el fenómeno y
trabajan en sus aplicaciones. Blondot, teniendo ya una excelente reputación, es
reconocido y recibe el premio de la Academia de las ciencias.
Sin embargo, no todos los investigadores consiguen ver los rayos N; hay que tener
vista para percibir las variaciones del resplandor luminoso. Pero más tarde, los que
no logran verlas impondrán su punto de vista: los rayos N no existen. Ningún
británico, ningún alemán, los ven. Es normal, responden los franceses, no tienen
interés en verlos porque eso les obligaría a reconocer la supremacía de los franceses.
Un norteamericano de paso por Nancy perturba clandestinamente el instrumento de
Blondlot, después cuenta sus malas acciones en la prensa científica diciendo que el
sabio no se dio cuenta de nada: seguía viendo los rayos N. Progresivamente, el
escepticismo del norteamericano predomina, ya nadie ve los rayos N.
Lo que hay que ver a menudo no es nada evidente. Los investigadores toman infinitas
precauciones para establecer y validar el hecho y, a pesar de todo, siguen dudando de sus
resultados. Pickering lo muestra describiendo las contingencias experimentales, las
transformaciones del dispositivo y las indecisiones de un grupo de físicos que descubren
las corrientes neutras en el CERN. Justo antes de la publicación de los resultados, recelan
171
aún, dudan de la validez del dispositivo, ponen en tela de juicio sus certidumbres tan
pronto como una información contraria les venía de sus competidores norteamericanos y
se negaban a toda afirmación diferente. La facticidad de un hecho no se impone: depende
de su coherencia con lo que esperan los investigadores y los acuerdos que haya entre
ellos.
Paradigma y comunidad paradigmática
Los trabajos de Thomas Kuhn (1962)36 abren otra brecha en la que los sociólogos se
introducen. Su concepto de paradigma hace tangible la conexión de las dinámicas
sociales, institucionales y cognitivas de las ciencias. Permite hacer jugar a los factores
sociales en la construcción de los hechos científicos.37
Merton retiene del trabajo de Kuhn la idea de estudiar las comunidades científicas
restringidas. Crane articula sus aportaciones respectivas con la noción de colegio
invisible. El grupo PAREX, por el contrario, señala el cambio radical que introduce Kuhn
estudiando las relaciones entre ideas y comunidades científicas. Lemaine et al. (1972), a
partir del análisis de doce laboratorios, concluyen que la noción de ciencia normal de
Kuhn enmascara las realidades contrastadas de un laboratorio al otro. Se mantienen
prudentes en cuando a la influencia de los factores sociales sobre los contenidos
científicos.
Para los sociólogos británicos (Barnes y Bloor), por el contrario, la contribución de
Kuhn se considera que pone radicalmente en entredicho las aproximaciones mertonianas
porque señala el carácter cultural de la actividad científica. La noción de paradigma
remite a las creencias y convenciones propias de un grupo social. Barnes ve allí una
fuerte similitud con la antropología en tanto que Bloor la compara con la noción de forma
de vida de Wittgenstein. Pone su atención entonces sobre las variaciones culturales en
el uso de categorías y teorías científicas.
Paradigma o implícito social
Paradigma quiere decir modelo. El paradigma de un grupo científico es el conjunto de
los rasgos comunes compartidos por sus miembros (modelos de comportamiento, de
acción y de pensamiento) del que sacan su identidad. Esta noción invita a tomar en
cuenta las formas de ver las cosas (modelos de pensamiento). La comunidad
paradigmática es una comunidad perceptiva. El paradigma condiciona el nacimiento y el
desarrollo de un campo científico y la constitución de su cuerpo teórico porque orienta a
los investigadores en su trabajo. Es una forma de ver el mundo y de organizar la realidad.
Estructura la manera de hacer ciencia e imprime una marca cultural a los enunciados
172
científicos.
Los jóvenes científicos aprenden el paradigma a través de las buenas maneras de
plantear un problema y de estudiarlo, las conductas científicas ejemplares y los modelos
de trabajo a seguir que descubren a lo largo de su formación y de sus primeros pasos en
la investigación. El aprendizaje pasa por la manera de enseñar, los ejemplos de los
manuales, los experimentos didácticos, los relatos de experimentos ejemplares, los
comentarios de los colegas y jefes y las anécdotas. Los progresos del joven investigador
están ligados a su capacidad de imitar a sus mayores. El paradigma está guiado por las
ilustraciones, los casos de escuela, los instrumentos y los textos de referencia, así como
por los conceptos, axiomas de base, teorías, criterios de juicio e historia de sabios
ejemplares.
Cada especialidad se caracteriza por una matriz paradigmática (o disciplina)
compuesta por:
Generalizaciones simbólicas: expresiones comúnmente empleadas, con frecuencia
formalizadas (como U = R.I.)
Paradigmas metafísicos: creencias comunes (tal como «Todos los fenómenos
perceptibles son debidos a la interacción entre átomos») de naturaleza ontológica —
hablan de lo que es lo real (por ejemplo, el tiempo es un magnitud medible) o de
naturaleza heurística (que permiten concebir una intervención sobre las cosas). Son
también las metáforas o analogías preferidas por el grupo, ligadas a la definición de
objeto de investigación (molécula o célula, persona o grupo, fonema o enunciación).
Valores: producen el sentimiento de pertenecer a un grupo. Precisan las cualidades de
un buen resultado (por ejemplo, solamente los resultados cuantitativos son válidos),
las reglas de trabajo (grupos a frecuentar), el modo de organización, la filosofía de
trabajo, las prácticas sociales aceptables (hacer la consultoría, confrontarse con el
terreno, hacer la divulgación), el tipo de informe, el estilo de escritura y el modo de
representación (tabla, gráfico, tópico).
Ejemplos paradigmáticos: ejemplos de problema típico y de solución concreta
presentada a los estudiantes (en los manuales, durante los trabajos prácticos o como
tema de examen). Orientan la forma de trabajar, pasan por los problemas típicos que
el joven investigador aprende a resolver, las habilidades manuales, las astucias de
observación, los modos de razonamiento y el lenguaje a utilizar.
173
La noción de paradigma abre pistas para el análisis de las ciencias, lo cual permite
alcanzar la identidad social y cognitiva de las comunidades científicas. La noción
plantea algunos problemas: 1) la articulación entre visión del mundo y grupo social es
ambigua. Se trata unas veces de partir de un paradigma para delimitar los grupos
científicos; otras veces, de partir de un grupo delimitado para encontrar su paradigma. 2)
Hay más de treinta significados del término paradigma en la obra de Kuhn.38
Teorías, datos y procedimientos no pueden ser ni comprendidos ni criticados a partir de
otro paradigma, de modo tal que no se pueden comparar porque no existe ni criterio de
comparación universal ni experiencia crucial para desempatar. Hay entonces una
inconmensurabilidad entre estos sistemas de creencias. Según Feyerabend (1979), es
imposible expresar los conceptos de una teoría con los términos de otra. Imposible, desde
ese momento, decir si uno es más verdadero que otro. Ningún argumento puede tampoco
justificar el hecho de favorecer la ciencia en relación a otras formas de saber. Esta
posición radical ha sido evidentemente objeto de vivas críticas.
La ciencia normal
Las ciencias conocen fases normales durante las cuales los investigadores trabajan dentro
del paradigma que define las incógnitas a resolver como:
Producir hechos científicos significativos: por ejemplo, calcular la posición de un
planeta, determinar la carga atómica de un nuevo elemento, producir un elemento
que tendría las características previstas por la tabla de Mendeleiev, establecer la
forma espectral de un compuesto, identificar el habitus de un grupo social. Cuando
Guillemin y Schally entran en el dominio que les valdría el Premio Nobel, el
paradigma estaba ya establecido: el hipotálamo produce factores de liberación de
hormonas que dirigen la hipófisis. Queda por definir la naturaleza química de estas
sustancias, la manera de aislarlas, purificarlas y analizarlas.
Demostrar que los hechos concuerdan con la teoría y construir los instrumentos
para hacerlo: por ejemplo, el telescopio para demostrar el paralaje predicho por
Copérnico, el acelerador para producir la partícula elemental prevista por la teoría,
los contadores centelleantes gigantes para demostrar la existencia de neutrinos. O,
aún, construir un modelo teórico, siempre en el interior del paradigma, para dar
cuenta de ciertas observaciones. En el caso de Guillemin y Schally, el misterio
consiste en mostrar que las sustancias aisladas y analizadas corresponden a las
174
previstas por el paradigma, sintetizar análogos de estos factores y analizar los
mecanismos de acción. Una vez resueltos estos misterios con un factor (el TRF)
queda resolver los misterios del mismo tipo con otros factores.
Mejorar las teorías: por ejemplo, mejorar la precisión de la constante de Planck o
del número de Avogadro, establecer las leyes cuantitativas que unen varias variables
definidas por el paradigma, o encontrar una formulación matemática equivalente pero
más clara. En el caso de Guillemin y Schally, después de haber resuelto los misterios
precedentes, queda describir las relaciones entre los factores hipotalámicos, el
hipotálamo y la hipófisis.
El fracaso se explica entonces por la incapacidad del investigador para resolver el misterio
y no por la inadecuación del paradigma. El paradigma constituye el marco de una
tradición de investigación que el investigador no sobrepasa.
El cambio paradigmático
Las ciencias conocen fases de progreso continuo (ciencia normal) y revoluciones. Con la
acumulación de anomalías e incoherencias, una ciencia puede entrar en crisis; el
paradigma entonces es puesto en cuestión. Los investigadores se vuelven contra las
autoridades de su tradición. Se observa entonces una efervescencia intelectual en busca
de nuevos paradigmas.
Mullins (1972) establece una relación entre el estado de las redes sociales de un
dominio científico y su evolución paradigmática. Distingue tres fases:
La fase paradigmática: un grupo se constituye, compuesto de algunos científicos ya
reconocidos pero que trabajan independientemente. No se distinguen de su medio y
no tienen comunicación formal entre ellos (loose group).
La fase dogmática (communication network): los miembros del grupo paradigmático
se encuentran, intercambian información (apprenticeship), colaboran
(colleagueship), publican conjuntamente (co-authorship) y se citan los unos a los
otros. Su problemática se precisa. En el estadio de red (lazos débiles, intercambios
informales acerca de orientaciones metodológicas), los intercambios y los consensos
que producen son decisivos porque definen la tarea, los criterios de validez y los
recursos a invertir, y establecen los obstáculos a la entrada en la red. En el estadio de
cluster establecen normas comunes (lenguaje y protocolo de investigación, reglas de
175
certificación, procedimientos de gestión) y movilizan los recursos.
La fase académica: los investigadores, inspirados por los primeros éxitos obtenidos y
confortados por la estabilización de los procedimientos, lenguajes e hipótesis,
confirman el ámbito. La competencia aumenta mientras que el ámbito se estructura y
se institucionaliza con la organización de coloquios, revistas, cursos universitarios,
manuales de referencia. El ámbito gana un apoyo regular y estructural. Otros
investigadores continúan, sin embargo, creyendo en las virtudes del antiguo
paradigma. El nuevo paradigma no triunfa solamente porque haya logrado convencer
a sus adversarios sino porque estos terminan por morir.
La idea de revolución paradigmática cuestiona la idea de continuidad cognitiva. El paso
de un paradigma al otro revela una conversión que se explica por factores extracientíficos.
También, en lugar de la idea de un progreso continuo de las ciencias, el
análisis kuhniano sugiere una visión que alterna las ciencias encerradas en tradiciones
normativas y las revoluciones científicas. El paradigma tiene un carácter normativo, a
la vez sobre el plano social y sobre el plano de los contenidos.
Los principios de la sociología relativista
A partir de las fundaciones conceptuales expuestas anteriormente, David Bloor
(Programa fuerte) y Harry Collins (Programa empírico de relativismo) formalizan un
nuevo programa de análisis sociológico de las ciencias.
El programa fuerte y el principio de simetría (Edimburgo)
La corriente relativista presenta las ciencias como sistemas de creencias relativas a los
grupos sociales que se adhieren a ella. Desde esta perspectiva, las convicciones de los
físicos nucleares no son menos sociológicas que las de brujos africanos. Los
conocimientos son creencias convencionales. Se explican por los grupos sociales que las
construyen y por los intereses sociales que las impulsan.
Proposiciones fundamentales del análisis relativista (Mulkay, 1980)
1) El sentido de un hecho (observación, cálculo) depende de hipótesis compartidas en
el seno de un grupo.
2) La aceptabilidad y el reconocimiento de un conocimiento depende del contexto
176
social.
3) Los repertorios de sentidos movilizados por los investigadores están sacados del
contexto social.
4) Las reglas de razonamiento dependen de negociaciones sociales informales.
El programa de investigación de la corriente relativista, nacido de Science Studies Unit
de la Universidad de Edimburgo (Barnes, Bloor, Edge, después MacKenzie, Pickering,
Shapin) fue formalizado por Bloor en 1976 y calificado de programa fuerte de la
sociología de las ciencias (Strong programme) porque con él se trata de levantar las
inhibiciones de los sociólogos frente a las ciencias de la naturaleza. Es aplicado a
situaciones reconstituidas por el sesgo de los análisis socio-históricos (la bomba de vacío
de Boyle estudiada por Shapin, la controversia estadística entre Yule y Pearson estudiada
por MacKenzie, la frenología) y sobre situaciones contemporáneas (ondas
gravitacionales, quarks, parapsicología) en las que se han desarrollado controversias
científicas que permiten acceder a los argumentos y a los hechos en la medida en que son
debatidos y por tanto hechos públicos. El sociólogo describe los sistemas conceptuales y
las prácticas de los científicos concernidos, después les sitúa en su contexto macrosocial,
político, religioso y económico. Las construcciones científicas se explican a partir del
contexto social.
Los principios del programa fuerte
El programa fuerte extiende a la sociología de las ciencias los principios epistemológicos
supuestamente utilizados en otras ciencias (acercamiento naturalista de la producción de
conocimientos):
Principio de causalidad: determinar las condiciones y las causas de todo orden que
explicarían la emergencia y el desarrollo de conocimientos.
Principio de imparcialidad: el entrevistador debe evitar todo prejuicio respecto a la
verdad o la falsedad de un conocimiento, la racionalidad o irracionalidad de una
creencia.
Principio de simetría: el sociólogo debe apelar al mismo tipo de causa para explicar
creencias verdaderas y falsas.
Principio de reflexividad: los modelos explicativos utilizados para dar cuenta de las
177
ciencias deben aplicarse igualmente a los enunciados de la sociología de las ciencias.
El principio de simetría
El principio de simetría ataca las disimetrías flagrantes presentes en algunos análisis de
las ciencias donde los autores se apoyan en la racionalidad, la elegancia y la claridad de
una demostración para dar cuenta de su éxito. Otros señalan el genio, el rigor o el hecho
de que el sabio se ha liberado de prejuicios, la irracionalidad y las influencias sociales y se
ha puesto a escuchar la naturaleza, al contrario de los que se equivocaron. Hay autores
que distinguen entre el Newton genial, modelo de racionalidad en astronomía, y el
Newton irracional, apasionado por la mística y la astrología. Tales análisis son
asimétricos, recurren a argumentos de racionalidad para explicar el éxito de un
descubrimiento y las influencias sociales para dar cuenta de las desviaciones. Hollis
afirma así que el conocimiento racional tiene necesidad de un tipo de explicación
mientras que la creencia falsa e irracional necesita otra.
Tales asimetrías explicativas no son aceptables según Bloor. El principio de simetría
implica que se analicen con las mismas causas los conocimientos aceptados y aquellos
que han sido rechazados. No es aceptable explicar las teorías científicas por los datos, el
método y la lógica, y las teorías erróneas por factores psicológicos y sociales. Los
factores sociales funcionan tanto para una parte como para la otra. Se trata de dar
cuenta de eso.
El principio de simetría es una regla de método. No postula que conocimientos y
creencias valgan lo mismo (relativismo) sino que impone no cambiar de instrumento de
análisis para tratar unos y otras. Se trata de tomar distancia en relación a nuestros
presupuestos culturales según los cuales hay una diferencia fundamental entre los
conocimientos verdaderos y las creencias erróneas. El principio de simetría no excluye la
manifestación de las diferencias.
Algunas adaptaciones del principio de simetría
Los socio-epistemólogos admiten una versión atenuada del principio de simetría que
muestra la intervención de factores sociales pero consideran que en última instancia
los factores cognitivos marcan la diferencia.
Explicación de creencias verdaderas y falsas a partir de factores sociales. Para el
programa fuerte, se trata de ser agnóstico y de rechazar creer a priori en que la
178
existencia de elementos cognitivos determina las diferencias. Estos elementos
cognitivos son recursos utilizados por los protagonistas para hacer predominar la
convicción de quién es racional y quién está en el error. Apoyarse en esos elementos
para desempatarlos sería como adoptar un punto de vista parcial. Se trata, por el
contrario, de mostrar que los conocimientos son construcciones sociales que se
explican por factores sociales.
Extensión del principio de simetría al análisis de los diferentes factores, incluidos los
cognitivos. Para Latour (1987), el observador es invitado a seguir las pruebas,
argumentaciones y contra-argumentaciones. Si los factores cognitivos intervienen en
los debates, hay que mostrar cómo están funcionando y en qué medida influyen para
salir de las controversias. La asimetría final se explica por la acumulación de
pequeñas diferencias y reconstruyendo todas las pruebas que crean la distancia. El
principio de simetría consiste en tratar de la misma manera todos los elementos
utilizados en la explicación.
Creencias y cajas negras científicas
En el programa fuerte, los conocimientos son tratados como creencias que llevan a
maneras de trabajar convencionales, protocolos consensuados, convenciones
materializadas en instrumentos y un patrimonio de hábitos. La validez de un nuevo
conocimiento depende de su integración con las convenciones adquiridas. Si alguien duda
del resultado, corre el peligro de tener que cuestionar las convenciones anteriores
(protocolos, instrumentos, etc.). Si duda del instrumento, es remitido a la teoría que ha
presidido su construcción. Si duda de la teoría, deberá atacar una serie de publicaciones,
colegas y otros resultados de experimentos considerados como adquiridos. Todos esos
elementos son construcciones sociales ya estabilizadas y ocultadas en tanto que
construcciones sociales. Son cajas negras (Latour, 1987) entre las que están las fronteras,
por ejemplo, entre hecho y opinión, contenido y contexto, que protegen los contenidos
contra los cuestionamientos de colegas o de los no científicos y contra su relativización
(reducción a su causalidad social local). El emplazamiento de las fronteras es el
resultado de un trabajo de construcción (Gieryn, 1995) y de negociación. Los
protagonistas tratan de imponer y legitimar ciertas distinciones. El observador debe, pues,
permanecer agnóstico para dar cuenta de su construcción.
Intereses cognitivos e inversiones profesionales
Los sociólogos de Edimburgo consideran que no se puede comprender un sistema de
179
creencias convencionales más que relacionándolas con los intereses sociales del grupo
social concernido. La confrontación entre teorías es una confrontación entre grupos
cuyos intereses (cognitivos e instrumentales, profesionales y sociales) divergen. Estos
grupos son el resultado de estructuraciones internas del mundo científico, por ejemplo,
entre teóricos y experimentadores, o entre especialistas. Sus intereses cognitivos están
ligados a inversiones sociales que han aceptado para adquirir competencias y una
capacidad para analizar las cosas: procesos de socialización, asimilación de convenciones
del grupo, aprendizaje en la resolución de misterios en el seno del paradigma. Los
investigadores tienden entonces a utilizar, mostrar y defender su aproximación cognitiva.
El caso de la controversia entre taxonomistas ortodoxos y experimentalistas
Las inversiones sociales de los investigadores de dos grupos explican la razón por la
que se oponen y defienden cada uno su paradigma (Dean, 1979). Los ortodoxos
establecen su taxonomía a partir de la observación y la descripción meticulosa de la
morfología de las plantas. Este trabajo exige un largo aprendizaje sobre el terreno y
en los herbolarios. Es impensable no hacer una inversión de tanto tiempo para
adoptar una taxonomía que exige otro bagaje. Tienen intereses profesionales en
defender su taxonomía, especialmente porque es operativa en los niveles de la
investigación y de la gestión cognitiva del mundo vegetal. Al interés profesional se
suma un interés cognitivo.
Los experimentalistas también consintieron inversiones sociales y profesionales
importantes (dominio de las técnicas de bioquímica, biología molecular y genética).
Su taxonomía conduce también a un modo de gestión competente del mundo vegetal.
La posición de los dos grupos en la controversia (a propósito de la definición de la
noción de especie vegetal y de la clasificación de algunas especies) se explica
entonces por sus intereses e inversiones cognitivas y profesionales respectivas.
La formación, la adquisición de una experiencia, el establecimiento de relaciones sociales
pero también la puesta a punto de instrumentos y de una organización son inversiones
profesionales. Incitan a los investigadores a privilegiar la definición de real (por ejemplo,
las partículas elementales)39 que tiene más oportunidades de ser fecunda para el
mantenimiento de sus actividades. También, cuando dos grupos discuten la manera de
definir lo real, sus controversias abarcan tanto sus intereses profesionales como la
180
definición de los fenómenos. La definición de la naturaleza se convierte para ellos en un
asunto social.
El estatuto de la profesión (construcción de una credibilidad y de un reconocimiento
social) y la diferenciación entre científicos y profanos (intelectuales, aficionados) son
otros ejemplos de inversiones que explican una parte de las controversias científicas
(como el caso de la parapsicología [Collins y Pinch, 1991]).
Intereses sociales
Los conocimientos son, de este modo, recursos que sirven a los grupos sociales, cuyos
intereses se explican por su posición en la estructura de la sociedad; serían entonces
determinados por la posición social de los grupos que los producen y sus intereses
cognitivos, profesionales y sociales.
La controversia entre los estadísticos Pearson y Yule a propósito del análisis de las
relaciones entre variables nominales (MacKenzie, 1981)
Pearson acaba de terminar un método para estudiar la correlación entre dos
distribuciones. Propone extender su método al caso de las variables nominales. Yule,
por su parte, busca una solución al problema de las variables nominales. A primera
vista, sus intereses cognitivos son los mismos: desarrollar un método de análisis
estadístico para el caso de las variables nominales. Ahora bien, discuten durante diez
años. Pearson quiere ampliar su método y establecer una teoría unitaria; Yule no
puede hacer nada con ese método y emprende la búsqueda de una solución original.
Sus intereses cognitivos difieren.
De hecho, Pearson desarrolla herramientas para hacer operativa una teoría sobre la
herencia (definir los criterios implicados en el crecimiento de una población sana).
Yule, por el contrario, estudia las correlaciones para poner a punto instrumentos
curativos. Sus variables son nominales: vida/muerte, alcoholismo/no alcoholismo.
Busca herramientas menos sofisticadas y más adaptadas a las situaciones que quiere
analizar.
Pearson se interesa en las teorías de la herencia porque está ligado al movimiento
eugenista (mejoramiento de la raza humana obstaculizando la multiplicación de
inadecuados). Su compromiso social y sus intereses cognitivos se apoyan en su
pertenencia a las clases sociales ascendentes que adoptan la ideología tecnocrática y
el movimiento eugenista de las nuevas clases profesionales. Yule, que forma parte de
181
la antigua elite que pierde influencia, se opone a estas ideologías científicas. Sus
divergencias de interés cognitivo se explicarían entonces por las de sus intereses
sociales de clase.
A medida que las querellas se hacen más precisas alrededor de cuestiones científicas, los
protagonistas pierden de vista sus diferencias en cuanto a aspiraciones sociales. Creen
entonces que su debate es científico. En la controversia alrededor de la frenología
(Shapin, 1991), los partidarios proceden de las clases medias, mientras que los oponentes
vienen de la antigua elite intelectual. Lo que está en juego en la frenología es un debate
entre clases sociales. Identificar las funciones cerebrales podría constituir la base de una
política social que aspira a dar oportunidades a los que tienen las capacidades, cualquiera
que sea su origen social. Al principio, la querella estaba ligada a los intereses sociales de
grupos en conflicto; lo que está en juego es la posibilidad de evolución de los individuos
en la sociedad. Después, se convierte en una querella anatómica.
Debate sobre la noción de interés
Los análisis relativistas fueron objeto de varias críticas. Algunos autores rechazan la idea
de que la influencia social puede dejar huella en los contenidos. Otros señalan que la
dependencia causal entre conocimientos y factores sociales es afirmada más que
demostrada. Para el etnometodólogo Woolgar, la utilización de la noción de interés es un
error porque los relativistas sólo sustituyen la naturaleza por la sociedad en la explicación.
Suponen evidente la existencia de intereses (causas externas determinando los contenidos
científicos), pero, esos intereses no están dados sino que son negociados y construidos
por los actores (debate sobre lo que empuja a unos y otros a actuar de tal o cual
manera); por tanto, hay que explicarlos tanto como los contenidos científicos. Por otro
lado, esta aproximación postula una definición del científico como actor racional que
maximiza los intereses sociales de los que es portavoz en las ciencias.
El programa empírico del relativismo (Bath)
En la prolongación del programa fuerte, Harry Collins, de la Universidad de Bath, en
1981, explicita el programa empírico del relativismo (EPOR: Empirical Programme Of
Relativism). Propone un análisis microsociológico, centrado en los estudios de casos
contemporáneos y que se limite a los rasgos sociológicos de los grupos sociales
estudiados. Estudia las controversias científicas, la manera en que se negocian los
resultados y los consensos que explican la producción de conocimientos. Su programa
182
reposa sobre tres principios: 1) El tratamiento simétrico en la explicación de las creencias
(herencia del programa fuerte). 2) La identificación de reglas tácitas de la actividad
científica (herencia de Kuhn). 3) La explicitación de los mecanismos de cierre de
controversias y de sus vínculos con el contexto social. Distingue tres etapas:
Mostrar la flexibilidad interpretativa de los resultados científicos en el origen de las
controversias. Se trata de describir los episodios en el curso de los cuales los
investigadores intentan establecer la realidad de un hecho aunque los resultados
experimentales permitan una pluralidad de interpretaciones.
Describir los mecanismos sociales que limitan la flexibilidad interpretativa así como la
construcción de consensos que expliquen el cierre de controversias.
Unir los mecanismos de cierre con las estructuras sociales, económicas y políticas.
Fluctuación de las interpretaciones y cierre de controversias
Collins (1985) se interesa en la replicación de experimentos, práctica que está en el
corazón del proceso científico, pero también de las controversias.
En el origen de una controversia
En los años setenta, el físico Weber se dedicó a la detección de un rayo gravitacional
previsto por la teoría de la relatividad general. Construye un detector de ondas
gravitacionales. Teóricamente, su intensidad debería ser débil. El instrumento de
medida es, entonces, crucial y delicado. Y, sin embargo, los resultados apenas se
hacen esperar; hasta sobrepasar incluso sus esperanzas. La intensidad de las
radiaciones es superior a las previsiones teóricas.
El anuncio de los resultados hace reaccionar a los físicos que tratan de verificar la
reproductibilidad de los resultados. Construyen otros detectores y se comprometen
en discusiones técnicas y teóricas a propósito de la forma de realizar un detector
sensible y específico. Por otro lado, no desean gastar tantos esfuerzos como Weber
en un equipo así. Detectores más modestos deberían ser suficientes. Finalmente, los
instrumentos no se parecen mucho y, es teniendo como base ese parque de
instrumentos heterogéneos, como se emprende la replicación de los primeros
resultados. Muy rápidamente, cada uno anuncia sus resultados y desacreditan los de
183
los otros. Todos rechazan los datos de Weber pero lo hacen por razones diferentes.
Producen interpretaciones divergentes y variables.
El cierre de la controversia
Finalmente, los primeros resultados son rechazados mientras que el debate está lejos
de cerrarse. Ningún dato empírico se impone. La replicación del experimento es
problemática. Depende de las prácticas concretas de cada uno, de sus instrumentos,
maneras de hacer y saberes tácitos. Los resultados se prestan a múltiples
interpretaciones y la experiencia no es suficiente para zanjar la controversia. El
experimento está en el corazón mismo de la discusión. Los científicos no se ponen de
acuerdo sobre los criterios del experimento válido. Hay incertidumbre en cuanto al
valor de los resultados experimentales. La controversia podría no terminar nunca.
La controversia logra detenerse, sin embargo, porque un proceso social interrumpe
la circularidad experimental. Weber es víctima del ataque encarnizado de uno de
sus pares, el cual denuncia un error en el programa informático. El error es
secundario, confía el atacante al sociólogo, pero explotado con fuerza y convicción,
permite desacreditar a Weber sin disponer por tanto de un instrumento equivalente.
El cierre de la controversia se explica por el papel central de un actor, que se
ensaña contra Weber, y que utiliza en su combate diversos medios para debilitar la
posición de su adversario.
Por otro lado, Weber, con sus datos que sobrepasan las previsiones de la teoría,
ponía en cuestión la teoría, bien establecida por los físicos, de la relatividad general.
Nadie se apresura para apoyar a Weber. Rechazar sus afirmaciones y criticar su
detector es menos comprometido y menos arriesgado que confirmar sus datos y
reclamar la validez de la teoría de la relatividad. Los argumentos utilizados en el
debate tienen poco que ver con la prueba científica que se supone asegura el acuerdo
entre los sabios.
La replicación no es suficiente para cerrar una controversia, puesto que incluso la aviva.
Protocolos, instrumentos y habilidad del experimentador son entonces puestos en tela de
juicio, y más parámetros son explicitados. La controversia multiplica el número de
variables a tener en cuenta para reproducir los resultados. Cuando hay consenso, el
resultado es imputado a una causa salida de la naturaleza, pero cuando la controversia se
184
extiende aparece una multiplicidad de causas de todo tipo que condicionan los resultados,
entre los que están factores extra-científicos como, por ejemplo, la imagen que el
investigador da de sus trabajos.
La existencia de un experimento crucial en el que los resultados zanjan una
controversia es, a veces, adelantada como explicación del cierre. En el caso de la teoría
de la relatividad, las controversias no cerradas sobre cada una de las «pruebas decisivas»
suponen que el consenso sobre la teoría se explica de otro modo.
Teoría de la relatividad y relatividad de las pruebas decisivas
Dos pruebas decisivas habrían sido aportadas a la teoría de la relatividad: el
experimento de Michelson y Morley y la observación del desplazamiento de estrellas.
Ahora bien, ninguna de esas pruebas fue históricamente decisiva (Collins y Pinch,
1996). Michelson realizó su experimento en los años ochenta del siglo XIX, 25 años
antes de que Einstein concibiera su teoría, el cual se interesó poco por los
experimentos de Michelson. Hubo que esperar veinte años para que los
investigadores establecieran vinculaciones entre Einstein y Michelson, y presentaran
los experimentos del último como una prueba de la teoría de la relatividad. Ahora
bien, estos resultados no había nunca satisfecho a Michelson, y condujeron a una
controversia que nunca fue cerrada. Además, reexaminados en la perspectiva de la
relatividad, se revelan como ambiguos. Una variante más elaborada de este
experimento fue realizada en 1925 por un allegado de Michelson y alentado por
Einstein. Los resultados, de nuevo, fueron controvertidos. En 1963 no eran aún
considerados como decisivos.
Entre tanto, sin embargo, la teoría de la relatividad se difundió tanto entre los físicos,
que este experimento no tiene ningún carácter decisivo. Aunque los resultados no
confirman la teoría, ésta ya no es cuestionada. La teoría es considerada como
adquirida. El experimento, siempre evocado en apoyo de la teoría, tiene el papel de
mito fundador más que de resultado decisivo.
En cuanto al estudio del desplazamiento de las estrellas, según Collins y Pinch, se
observa un círculo de confirmaciones mutuas no independientes entre las
predicciones teóricas y las interpretaciones de los resultados de observación. El
cúmulo de otras «confirmaciones» de la teoría, de las que ninguna es decisiva,
contribuye sin embargo a hacer bascular la cultura científica.
185
La creencia en la validez de una teoría no depende de las pruebas empíricas, ya que la
significación de los resultados depende también de que los interesados estén dispuestos a
creérselo. Volvemos así al problema de la circularidad experimental, que sólo es
interrumpida por factores extra-científicos. Diego Hurtado de Mendoza (2000), en su
estudio sobre la difusión de la teoría de la relatividad entre 1915 y 1925 en América
Latina, destaca que el interés en torno a esta teoría apareció más determinado desde la
filosofía que desde la física.
La controversia científica sobre la evaluación de riesgos de la sacarina
Jordi Vallverdú i Segura (2005) analiza un caso muy interesante de controversia en
torno de la causalidad de unos efectos y de la evaluación de riesgos de la sacarina. En
esa situación, se implicaron distintas disciplinas, lo que dificultó el consenso y
estimuló las controversias. El análisis enseña toda la complicación científica y técnica
de la clausura de tales controversias que se desarrollaron entre el descubrimiento
(1876) y la declaración de inocuidad (2000) del primer edulcorante sintético de la
historia. A través del caso, se trata de las dificultades que se presentan cuando se
trata de establecer un consenso sobre la evidencia científica de las relaciones causales
y en los procesos de evaluación de riesgos.
Acuerdo tácito
Las controversias son menos importantes cuando los experimentos descansan sobre un
consenso previo de los investigadores.
Consenso por encima de la construcción del instrumento
Para la detección de neutrinos, se realizó un dispositivo delicado, voluminoso y
costoso, preparado durante mucho tiempo y después instalado en una mina de sal.
Los resultados están en desacuerdo con la teoría; hay menos neutrinos de los
previstos. Cuando Weber (en el caso de las ondas gravitacionales) había anunciado
los resultados en desacuerdo con dicha teoría, aquello había provocado un blindaje.
Aquí, nada parecido, solamente el asombro, luego una aceptación tácita de los
resultados aunque la cuestión no estuviera cerrada. Nadie se lanza a la replicación del
experimento ni a la constatación de su validez. ¿Qué hay de diferente en este caso?
186
Pinch (1986) muestra cómo el investigador, al concebir el experimento, se había
preocupado previamente de consultar y trabajar con los teóricos hasta que aprobaron
el diseño del dispositivo. Los hechos experimentales eran el resultado de una larga
cadena de acciones y de interacciones con colegas de varias disciplinas. Además,
tras el anuncio de los resultados, el investigador se cuida de proclamar el fracaso de
la teoría y se limita a una constatación experimental, dejando a cada uno el encargo
de interpretar. Mantiene abierta la cuestión de la teoría que eventualmente debe ser
cuestionada: la vinculada a la predicción de la emisión de neutrinos, la que apunta al
comportamiento de los neutrinos, o la que preside el diseño del detector. Ningún
grupo científico particular se encontraba señalado y cada uno podía atribuir el error a
la especialidad vecina. El investigador había construido así un consenso respecto a su
dispositivo. El resultado experimental es objeto de un consentimiento tácito.
Núcleo activo (core-set) o grupo social pertinente
Después de haber mostrado el carácter fluctuante de las interpretaciones y la intervención
de factores sociales (acuerdo tácito, convención, estrategia personal, creencia colectiva)
para explicar la estabilización de los enunciados empíricos, la tercera etapa del programa
empírico sugiere unir los mecanismos de cierre de la controversia con el contexto de la
sociedad. La cuestión es saber por qué una interpretación se impone. La respuesta pasa
por el análisis de los grupos sociales implicados.
En el curso de las controversias, los actores forman pequeñas redes (core-sets o
núcleos activos [Collins]), redes transitorias (Edge y Mulkay) o grupos sociales
pertinentes (Pinch y Bijker) en el seno de los cuales se construyen alianzas que incluyen
las redes de pertenencia fuera del trabajo científico. Son instituciones sociales
transitorias en el seno de las cuales son manejadas y convertidas las influencias sociales.
Analizando estos grupos y sus relaciones se posibilita entonces el unirlos a posiciones en
la sociedad.
Críticas, ampliaciones y reorientaciones del programa
relativista
El programa relativista ha constituido un giro en la historia de la sociología de las
ciencias, tanto por el éxito que ha podido tener, como por las críticas y por los nuevos
programas de investigación a los cuales ha dado lugar.
187
Las críticas
El programa relativista ha sido fuertemente criticado (Freudenthal, 1984; Ben-David,
1991; Boudon y Clavelin, 1994). Algunos niegan la novedad de la aproximación
refiriéndose a las posiciones previamente defendidas por Merton y Ben-David. Otros
denuncian la confusión instaurada entre creencia y conocimiento. Las críticas más vivas
conciernen, sin embargo, al reduccionismo sociológico (explicación exclusiva por lo
social; la naturaleza y los factores cognitivos están relegados) y su modelo causalista
(fuerzas sociales por encima de las producciones científicas, rechazo de la motivación de
los actores a establecer la verdad) cuyo principio de co-varianza (el hecho de que una
variación de la causa social produzca una variación de las construcciones científicas) no
habría sido demostrado en los casos analizados. Otros reprochan una sociología reducida
a tener en cuenta solamente los intereses sociales fuera del hecho de que otras lecturas
sociológicas son posibles.
El relativismo es también blanco de invectivas. La idea de que todos los saberes valen
por igual es intolerable, intelectualmente indefendible y moralmente peligrosa
(Freudenthal, 1990). Enriquece los movimientos contestatarios y la crítica de las ciencias.
Es también criticada por Latour que, preguntándose por la robustez de los enunciados
científicos, considera que deberían desaparecer cuando desaparecen los grupos y
condiciones sociales de su producción de la que dependen. Ahora bien, algunos
enunciados trascienden los medios que les han visto nacer. Para Ben-David, conviene
tener en cuenta la constitución mundial de los consensos; los saberes locales se integran
en un sistema de saber translocal (Freudenthal, 1984) cuyos mecanismos habría que
describir.
Otras críticas apuntan a la noción de interés, de flexibilidad interpretativa y de
convención. El debate alrededor del principio de simetría merece una atención especial
porque será ciertos sociólogos se les reprocha el haber sido asimétricos y haber
descuidado el tener en cuenta los factores cognitivos (Darmon, 1986). Hess (1997) pone
también en evidencia que el informe neutro de una controversia, respetando el principio
de simetría, tiende a ser capturado por los grupos sociales que tienen menos credibilidad
científica (problema de la captura). La imparcialidad del sociólogo hace que sus análisis
se encuentren reclutados por uno de los grupos en particular. Latour reprocha igualmente
al programa relativista el hecho de transmitir una asimetría en el tratamiento del discurso
de los actores científicos con una incorporación desigual de la naturaleza y lo social. Esta
crítica da lugar a la formulación de una nueva serie de principios metodológicos teniendo
como base la teoría del actor-red (Callon, 1986), teoría que se quiere relacionista y no
188
relativista.
Ampliación del programa relativista al estudio de las tecnologías
Pinch y Bijker (1987) formulan un programa de análisis de la construcción social de las
tecnologías (SCOT) que respeta las etapas del programa EPOR: identificación de grupos
sociales pertinentes y de los procesos de estabilización de tecnología (cierre de
controversia). El desarrollo de una tecnología es un proceso de variación y selección.
Primera etapa: mostrar la flexibilidad de la interpretación de las técnicas y de su
realización. Las elecciones e interpretaciones (lo que es un problema, lo que es una
solución pertinente) son evidentes en las controversias tecnológicas. Dependen de
grupos sociales como los inventores o los usuarios (que no forman necesariamente un
grupo homogéneo, por ejemplo, los «anticiclistas» o las «mujeres ciclistas» que se
supone que no montan en bicicleta por razones morales). Una vez identificados los
grupos sociales pertinentes, se trata de comprender el papel que tiene el objeto
técnico para estos grupos, los problemas que se plantean a cada uno de ellos y las
soluciones (técnicas, jurídicas, morales y otras) que conciben.
Segunda etapa: mostrar cómo el desarrollo tecnológico se estabiliza. Hay dos tipos de
mecanismos de estabilización: 1) El cierre retórico: el problema no es resuelto sino
que ha desaparecido. 2) El cierre práctico: el problema o la solución son redefinidos.
Algunas soluciones (la cámara de aire en los neumáticos de bicicleta, por ejemplo)
para resolver un problema dado (las vibraciones de la bicicleta) no son aceptadas (los
ciclistas no consideran que las vibraciones sean un problema). La solución está
preparada, sus protagonistas consiguen no obstante hacerla aceptar mostrando que
resuelve otro problema (las bicicletas equipadas de cámara de aire se llevan a las
competiciones). La definición del problema que corresponde a la solución es
transformada.
Última etapa: unir grupos sociales y los mecanismos de estabilización al resto de la
sociedad.
Los estudios técnicos se limitan, a veces, a seguir el proceso de innovación hasta que la
estabilización técnica del producto deja la impresión de que las cosas están fijadas y que
el determinismo técnico retoma sus derechos. Los resultados técnicos incorporan las
elecciones sociales que pesan después sobre los usuarios. Ahora bien, la flexibilidad
189
interpretativa interviene en el nivel de los usos hasta la destrucción del objeto (donde
se juega nuevamente la cuestión de la identidad del producto y de lo que se puede hacer
con él). En qué consiste una máquina y qué es capaz de hacer (si funciona
verdaderamente) resulta de las interpretaciones que se producen a lo largo de una
dinámica social.
El análisis de las controversias científicas
Las controversias científicas permiten acceder a los argumentos de los actores
presentes. Según Latour (1987) se trata de debates que, en parte, tienen por objeto los
conocimientos científicos o técnicos que no están aún asegurados o estabilizados. Las
controversias varían especialmente según su objeto, el número de grupos que se implican
y su polarización, su duración e intensidad, el tipo de encuadre del que se benefician
(fórum constituyentes donde se realiza el trabajo experimental, teórico y de publicación
versus fórums no oficiales, que incluyen a las organizaciones profesionales, el
llamamiento a la opinión pública (Collins y Pinch, 1996) y el tipo de cierre (negociación
enmarcada por procedimientos que facilitan la búsqueda de un acuerdo como el tribunal
(Engelhardt et al., 1987), agotamiento de parte de los protagonistas o pérdida de interés
por la controversia, relación de fuerza con movilización de recursos externos para el
debate, redefinición del desacuerdo y argumentación retórica (Beder, 1991), depuración
académica (Wallis, 1985) y profesionalización que conduce al cambio de régimen de la
controversia. Algunas controversias se desplazan de un foro a otro. En algunos casos, los
actores evitan la controversia a fin de proteger la ciencia y su estatuto social.
La controversia como instrumento de análisis
En la perspectiva relativista, el análisis de las controversias revela la flexibilidad de las
interpretaciones y los procesos de cierre. En la perspectiva latouriana, revela los procesos
de estabilización de los conocimientos por acumulación de asimetrías de las que se trata
de hacer inventario. En los dos casos, las controversias son lugares privilegiados de
observación para el sociólogo. Hacen aparecer a los actores, y lo que movilizan en la
construcción de los hechos y teorías, la naturaleza de los argumentos empleados y su
contingencia. Seguir una controversia permite preguntarse por los elementos que
participan en la construcción de los resultados, cuando son aún visibles porque son
aprobados, negociados, transformados, testados y consolidados, antes de llegar a ser
cajas negras. Lo ideal, para el observador, es estar presente durante la controversia
porque una vez terminada numerosos elementos se pierden, especialmente las
negociaciones que no se han consignado; las interpretaciones dadas a posteriori por los
190
actores son reconstrucciones y racionalizaciones poco utilizables.
En el curso de las controversias tecnológicas se definen a la vez los contenidos y los
límites entre lo que está aceptado y lo que no, lo que es factible y lo que no, lo que
pertenece a la investigación y lo que pertenece a la aplicación así como las divisiones
entre los contenidos técnicos y los contenidos sociales (Callon, 1981). Su estudio
conduce a informes que dan cuenta del punto de vista de los actores y las relaciones que
establecen, así como del carácter incierto de la salida. Permite apreciar la importancia de
las circunstancias contingentes que afectan a la producción y evaluación de los
conocimientos (Callon y Latour, 1991).
Método: análisis de una controversia
1. Los actores y los medios de producción de conocimiento del que disponen.
Partiendo de los argumentos de los actores científicos (sin presuponer las diferencias
que explican la verdad o la falsedad sino dando cuenta de los argumentos expuestos),
se trata de identificar: los medios prácticos que les permiten producir conocimientos;
los investigadores, los técnicos, las instituciones, los instrumentos que están
funcionando tras los datos, teorías, instrumentos o argumentos; sus colegas, incluidos
los de otras disciplinas y los medios de que disponen (instrumentación, teorías y
datos). La controversia se desarrolla entre actores en el seno de comunidades
científicas, o entre ellas, dibujando la cartografía de las relaciones.
2. Los actores de la segunda red: los científicos están en relación con patrocinadores,
inversores, fundaciones, industrias, usuarios de los resultados, de los que reciben
recursos y obligaciones y a los que dirigen sus argumentaciones (proyecto de
investigación, publicación profesional o de divulgación, informe de investigación,
memoria…). Estos actores (aliados, portavoces, opositores, prensa y gran público)
son a menudo numerosos y actúan en función de intereses, valores, organizaciones y
visiones del mundo diferentes de las de los investigadores. La controversia puede
atravesar el mundo de los investigadores para extenderse en esa segunda red o a la
inversa. Aquí, también, se trata de dibujar la cartografía de las relaciones.
3. La preparación de la controversia: la controversia es, a menudo, puesta en forma
por los actores mismos que tratan de regularla en el marco de una revista académica,
de un coloquio, de una campaña de mediación, de un tribunal, de un debate
televisivo o de un debate parlamentario. La forma de la controversia juega sobre su
propia dinámica. Es importante dar cuenta de ello porque expresa la manera en que
191
es analizada por los protagonistas mismos.
4. La dinámica de la controversia: da cuenta de la forma en la que la controversia
evoluciona (cambio de contenido y de argumentos, ampliación o estancamiento,
entrada o salida de actores, especialización o divulgación, polarización o
multiplicación, intensificación o disolución…).
Ampliación relacionista: Callon-Latour
Retomando, criticando y radicalizando, todo a la vez, el programa relativista en
sociología de las ciencias, Callon (1986) y Latour (1987) definen una nueva serie de
principios de base para el estudio de las ciencias y las técnicas:
Principio de simetría de Bloor (simetría de la explicación cualquiera que sea el
resultado): evitar la introducción a priori de un nivel de realidad o de racionalidad
suplementaria para los enunciados científicos comparados con otros enunciados. No es
aceptable hacer intervenir la naturaleza, la lógica o el método científico de un lado y los
factores sociales y psicológicos del otro. Conviene acudir de la misma manera a los
factores sociales para explicar los conocimientos reconocidos como válidos y las
creencias juzgadas como falsas.
Principio de simetría Naturaleza-Sociedad: da cuenta, en los mismos términos, de los
aspectos técnicos y de los sociales, de acontecimientos y circunstancias locales. Por otra
parte, los términos de naturaleza y sociedad no explican nada, deben ser ellos mismos
explicados.
«Como la resolución de una controversia es la causa de una representación estable de
la naturaleza, y no su consecuencia, no podemos nunca utilizar la consecuencia, el
estado de la naturaleza, para explicar cómo y por qué una controversia ha sido
cerrada.»
«Como la resolución de una controversia es la causa de una representación estable de
la sociedad, y no su consecuencia, no podemos nunca utilizar la consecuencia, el
estado de la sociedad, para explicar cómo y por qué una controversia ha sido
cerrada»(Latour, 1987).
Principio de agnosticismo en el tratamiento del discurso de los actores cualquiera
que sea el objeto del que trata, naturaleza o sociedad: no privilegiar ningún punto de
vista. La sociología relativista evita realizar juicios sobre la forma en la que los
192
científicos analizan la naturaleza. Este principio debe ser extendido a sus discursos
sobre la sociedad. Los relativistas reconocen a los científicos el derecho a la
controversia en relación a la naturaleza (relativismo con respecto a la naturaleza)
pero no admiten que esas controversias se extiendan a la sociedad (de la que ellos
son los expertos: ningún relativismo con respecto a la sociedad). Conceden a la
sociedad un papel determinante que no reconocen a la naturaleza ni a la lógica. Ahora
bien, los desacuerdos entre actores apuntan también a la definición de la sociedad y
de sus actores. No respetar este principio de agnosticismo conduce a numerosos
problemas: 1) Estilísticos: los informes borran las discusiones de los actores sobre las
estructuras sociales, son amputados de una parte de sus construcciones. 2) Teóricos:
las controversias entre sociólogos sobre las explicaciones a usar son tan interminables
como las de los científicos que estudian. 3) Metodológicos: el observador, que ignora
que la identidad de los actores y sus propiedades (intereses, intenciones, fuerzas,…)
están sujetos a permanente discusión, corre el riesgo de presentar como dados a los
actores cuya realidad es problemática. Se trata, pues, de registrar las incertidumbres
sobre esta identidad cuando es controvertida.
Principio de simetría Humano-No humano; los sociólogos niegan la palabra a las
entidades no humanas (incluido los instrumentos) porque niegan a la naturaleza
toda posición privilegiada en la explicación. Ahora bien, estas entidades no son
utilizables y explotables a voluntad. Conviene captar su presencia, movimiento,
acción y reacción con el mismo título que los de los humanos.
Principio de seguimiento de las circunstancias y de las asociaciones: nada escapa
a la contingencia, la negociación, a la interacción, a las situaciones y a las
circunstancias, ya se trate de la interpretación de los resultados, de la reproducción
de experimentos, de la producción de hechos o de criterios que permitan juzgar la
pertinencia de una prueba. Se trata de tener en cuenta las circunstancias y
acontecimientos que se producen, las interacciones sin imponerles la tabla de análisis
preestablecido, ni la distinción a priori, de seguir a las entidades en el momento de
sus desplazamientos. La aplicación de este principio implica tener en cuenta la
manera en que los actores definen y asocian los diferentes elementos: registrando el
inventario de las categorías utilizadas, de entidades movilizadas y de relaciones en
las que entran, así como sus cuestionamientos.
Callon (1986) pone en marcha estos principios en el análisis de la actividad de un grupo
193
de investigación en biología marina esforzándose en producir nuevos conocimientos a
propósito de las vieiras de Saint-Jacques. Este texto constituye una de las principales
referencias fundadoras de la «sociología de la traducción» y de la «teoría del actor-red».
Conocimientos contextuales
Para completar el panorama analítico de la sociología de los contenidos científicos,
terminamos con los trabajos recientes que insisten en el carácter contextual de los
conocimientos.
El contexto es en particular aquel de la «cultura epistémica», variable según la
disciplina (Knorr, 1999). En física de altas energías, por ejemplo, las prácticas de
investigación trascienden el tiempo y el espacio humano. Se apoyan en signos y huellas
producidas por instrumentos y concierne a una comunidad social y epistémica cerrada,
que trabaja sobre un mundo de objetos definidos por una tecnología complicada. Su
atención se desvía de la observación del mundo para centrarse en el instrumento y su
personalidad (edad, enfermedad, esperanza de vida, rasgos de carácter, reflejo del que lo
concibió), que rige los estatutos y las relaciones entre los investigadores. La segregación
social está marcada: fabricantes de instrumentos, teóricos preocupados por la coherencia
y la cuantificación; experimentadores obsesionados por la medida. Entre ellos, hay zonas
de intercambio fronterizo (trading zone) (Galison, 1997), mientras que los intercambios
con la sociedad, por el contrario, están limitados solamente a las necesidades de la
construcción y funcionamiento de instrumentos y experimentos. En biología molecular, al
contrario, el sistema de investigación está orientado hacia los objetos de la naturaleza,
transformados en máquinas moleculares. El investigador, su cuerpo y sus saberes tácitos
ocupan una posición central; el individualismo allí es floreciente. Los proyectos son
personales y dependen de conjunciones de recursos humanos y materiales locales. La
sociedad y el mundo socioeconómico se hacen oír con fuerza en el caso de la biología
molecular.
La contextualización de los saberes depende del grado de integración de las
preocupaciones de la sociedad en el dominio de la investigación (Nowotny et al., 2003).
La investigación física en las altas energías depende de una articulación con los actores
políticos e industriales que pesan en la toma de decisiones sobre la construcción de los
grandes aceleradores de partículas. Los vínculos con los contenidos científicos
producidos quedan no obstante débiles, a pesar del peso de intereses políticos y militares
(Krige y Pestre, 1997). Sólo la consideración de los costes astronómicos de los
instrumentos (y las reticencias que suscitan sobre el plan político en un contexto donde la
presión de la guerra fría comenzaba a atenuarse) condujo a los investigadores a explorar
194
conceptos menos costosos y a establecer acuerdos de cooperación con otras disciplinas.
El poder de los vínculos sociales internos y la primacía concedida a la comprensión de
los elementos fundamentales del universo y a los desafíos científicos nacidos de
descubrimientos precedentes explican que el conocimiento producido allí sea débilmente
contextual. La influencia sobre los contenidos de conocimiento sólo es muy indirecta.
En otras situaciones, la contextualización de los conocimientos es mucho más fuerte.
Se explica por la intensidad de los intercambios con la sociedad y los cambios de
percepción que inducen. Estos intercambios pesan sobre las elecciones de los objetos y
de los problemas de investigación, sobre las limitaciones tomadas en consideración en la
problematización y sobre el plan metodológico. La contextualización pasa también por el
hecho de que investigadores y otros actores sociales desarrollen visiones compartidas del
mundo, de los problemas y las soluciones, una suerte de interculturalidad (Yearley,
1996). La contextualización es tanto más manifiesta cuando concierne a los proyectos
tecnológicos donde es difícil diferenciar entre factores internos y externos cuyas normas
traducen exigencias y prioridades salidas de la sociedad. La implicación de la sociedad
civil en las cuestiones científicas y técnicas (debates públicos, papel de las asociaciones
de enfermos [Rabeharisoa y Callon, 1999]) participa también de esta contextualización
de saberes por la definición conjunta de orientaciones, finalidades, temas, métodos y
valor relativo de los conocimientos.
Según Nowotny et al. (2003), no habría hoy más núcleo epistemológico irreductible.
Las ciencias ahora están pobladas de fuerzas múltiples, en otro tiempo calificadas de
extra-científicas, y dispersadas en contextos múltiples de producción de conocimientos.
Conclusión: modelos para el estudio de las ciencias
La toma en consideración de contenidos en el estudio de las dinámicas científicas es
también traducible por un cambio del nivel de análisis, más microsociológico, en el que
las conclusiones son difícilmente generalizables. Hace falta entonces multiplicar los
terrenos de encuesta, cambiar de ámbito, de disciplina, de institución, de nación y de
época. Poco a poco se constituye un corpus de estudios de casos. Su comparación se
hace, no obstante, problemática en tanto que los cuestionamientos de autores y sus
metodologías varían. El desafío sigue siendo una sociología de las ciencias que tenga en
cuenta los contenidos y que se dote de los medios para construir modelos y teorías de
alcance medio.
Los modelos presentados en este capítulo a veces han dado lugar a debates
195
interminables, como el del relativismo y el racionalismo. Desde Platón hasta los
positivistas, los racionalistas consideran que existe un fondo común de realidad inmutable
accesible a la razón. Los relativistas, por el contrario, consideran que las cosas cambian y
que la verdad no es ni única ni universal, varía en función del observador y de su
sociedad. A propósito de las ciencias, este debate se articula alrededor de nociones de
prueba y consenso. La prueba depende de la lógica y de la razón mientras que el
consenso lo hace de lo social. Para racionalistas como Laudan, Lakatos o Hollis, una
prueba correcta se impone por sí misma al menos ante personas competentes y sin
prejuicios. Implica el consenso. Toma su fuerza de la estructura del razonamiento y de la
relación con la naturaleza. Si el consenso no se alcanza, es por falta de información
suficiente, de prejuicios ideológicos cegadores y de resistencias al cambio. El consenso se
explica por el valor empírico-lógico de la prueba; el no-consenso por factores exteriores,
psicológicos y sociológicos.
Relativistas como Barnes, Bloor y Collins, se niegan a reconocer a priori la existencia
de criterios absolutos y universales de racionalidad. Lo que está aceptado como
argumento válido o reconocido como prueba en un grupo no lo es en otro. La prueba
depende del contexto local y de un sistema de creencias. Los criterios dependen de los
grupos, tienen una explicación sociológica. El consenso es social.
Este debate entre racionalistas y relativistas estructura una parte importante de las
discusiones al final del siglo XX. Conviene, sin embargo, examinar el pensamiento de los
autores más de cerca porque raros son los análisis tan caricaturescos como el presente
resumen de las posiciones racionalistas y relativistas.
Para ir más lejos: la sociología de las ciencias a finales del siglo XX
El final del siglo XX conoce un desarrollo importante de estudios sociales sobre las
ciencias y las técnicas que no está desligado del cuestionamiento de las ciencias en la
sociedad. A partir de la mitad de los años sesenta, se crean centros de investigación
en Europa alrededor de la cuestión de las relaciones entre «ciencia y sociedad»:
Science Policy Research Unit (SPRU), Université du Sussex, en 1965; unidad de
Science Studies en la Universidad de Edimburgo (D. Edge), en 1966. Otros se abren
para estudiar las relaciones entre ciencias, técnicas y sociedades (STS), entre ellos el
Centre de Sociologie de l’Innovation de l’École des Mines de Paris, que se interesa
por la gran industria y que acogerá más tarde a Callon y Latour.
En 1969, MacLoed y Edge lanzan la revista que se convierte, en 1974, en Social
196
Studies of Sciences, una de las principales revistas del dominio. En 1978, es también
lanzada la revista Scientometrics para los trabajos más cuantitativos. A partir de
centros de investigación británicos, se instauran cooperaciones a través de la
asociación PAREX (París-Sussex) hasta dar lugar a la creación, en 1981, de la
Asociación europea para el estudio de las ciencias y las técnicas (EASST). A lo largo
de los años setenta, nuevos investigadores se comprometen en este ámbito,
especialmente, Barnes, Bloor, MacKenzie y Pickering.
Del lado norteamericano, Merton, en 1957, preconiza el desarrollo de la sociología de
la ciencia en el seno de la American Sociological Society, la American Sociological
Association (ASA) y la International Sociological Association (ISA). Su influencia
domina, mientras jóvenes investigadores proclaman un «cambio radical». Crean una
nueva sociedad para el estudio de los aspectos sociales de las ciencias: la Society for
Social Studies of Sciences (4S) en el seno de la cual la influencia de Merton irá
menguando contrariamente a las aproximaciones constructivistas, feministas y
culturalistas. S. Cole, en 1966, denuncia el dominio de la aproximación
socioconstructivista en la 4S. Merton no entra en el debate.
Por otra parte, en Estados Unidos (Cornell, Harward, MIT…) como en Europa
(Lund, Göteborg, Bielefeld, CNAM de París) emergen distintos programas
multidisciplinares en relación a CTS (Ciencia, Tecnología, Sociedad): Science policy y
Social Studies of Sciences. Se crean revistas y colecciones entre las cuales están
Pandore, dirigida por Callon, Latour y Mallein.
Progresivamente, se constituye una nueva comunidad de investigación, heterogénea
en cuanto al plan disciplinario y de sus acercamientos. M. Dubois (2001) distingue
cuatro grupos:
El grupo mertoniano, que preconiza una sociología de la institución científica.
El grupo PAREX, multidisciplinar, que proclama investigaciones empíricas que
restituyan la pluralidad de dimensiones y del espacio de las ciencias.
El grupo «programa fuerte», con los investigadores de las universidades de Bath y
Edimburgo (Barnes, Bloor, Collins, MacKenzie, Pickering, Pinch), que preconizan
investigaciones empíricas sobre los intereses sociales y los sistemas culturales locales
que impulsan a los científicos.
El grupo (socio) constructivista agrupa varias corrientes de investigación que tienen
en común poner su atención en las prácticas concretas, análisis en situación (véase
capítulo siguiente). Los contextos institucionales, políticos, económicos y cognitivos
sólo son tenidos en cuenta a través de sus mediaciones locales. Entran en este grupo
197
los trabajos de Knorr-Cetina, Lynch y los primeros trabajos de Latour y Woolgar.
Lecturas recomendadas
Referencias en otros capítulos: Bijker et al. (1987) en el capítulo 6.
Barnes, B. (1974), Scientific Knowledge and Sociological Theory, Routledge & Kegan Paul, Londres.
Bloor, D. (1998), Conocimiento e imaginario social, Gedisa, Barcelona.
Callon, M. (1986), «Algunos elementos para una sociología de la traducción. La domesticación de las vieiras y los
pescadores de la bahía de St. Brieuc», en Iranzo, J.M., Blanco, J.R., del la Fe, T., Torres, C., Cotillo, A.
(1995), Sociología de la ciencia y la tecnología, Consejo superior de investigaciones científicas, págs. 259-
282. [Ed. original: L’année sociologique, nº 3, págs. 169-208, 1986].
Callon M., Latour B. (1991), La science telle qu’elle se fait. Anthologie de la sociologie des sciences de langue
anglaise, La Découverte, París.
Collins, H. (1985), Changing order. Replication and Induction in Scientific Practice, Sage Publications, Londres.
Collins H., Pinch T. (1996), El gólem: lo que todos deberíamos saber acerca de la ciencia, Crítica, Barcelona.
Edge, D., Mulkay, M. (1976), Astronomy Transformed: The Emergence of Radio Astronomy in Britain, John
Wiley & Sons, Nueva York; Londres.
Engelhardt, H., Tristram, J., Caplan, A. (eds.) (1987), Scientific controversies: Case studies in the resolution and
closure of disputes in science and technology, Cambridge University Press, Cambridge.
Hess, D. (1997), Science Studies: An Advanced Introduction, New York University Press, Nueva York.
Knorr-Cetina, K. (1999), Epistemic Cultures: The cultures of knowledge societies, Harvard University Press,
Cambridge.
Kuhn, T. (1985), La estructura de las revoluciones científicas, F.C.E., México.
Mackenzie, D. (1981), Statistics in Britain 1865-1930. The Social Construction of Scientific Knowledge,
Edimburg University Press, Edimburgo.
Pinch, T. (1986), Confronting Nature: The Sociology of Neutrino Detection, Reidel, Dordrecht.
Otras lecturas citadas
Referencias en otros capítulos: Bernal (1959), Polanyi (1958) en el capítulo 1; Merton (1938), Lemaine et al.
(1969) en el capítulo 2; Ben-David (1997), Cole y Zuckerman (1975), Mullins (1972), Nowotny et al. (2003)
en el capítulo 3; Bourdieu (1975), Latour y Woolgar (1979), Thill (1973), Traweek (1988), Vinck (1992) en el
capítulo 6; Latour (1987) en el capítulo 7.
Bachelard, G. (1975), La formation de l’esprit scientifique. Contribution à une psychanalyse de la connaissance
objective, Vrin, París.
Barber, B., Fox, R. (1958), «The case of the floppy-eared rabbits: An instance of serenpidity gained and
serenpidity lost», American Journal of Sociology vol. 64.
Barnes, B. (1982), T.S. Kuhn and Social Science, Columbia University Press, Nueva York.
Beder, S. (1991), «Controversy and closure: Sydney’s Beaches in Crisis», Social Studies of Science, vol. 21,
págs. 223-256.
Ben-David , J. (1991), Scientific growth: Essays on the social organization and ethos of science, University of
California Press, Berkeley.
Boudon, R., Clavelin, M. (dir.) (1994), Le relativisme est-il résistible? Regards sur la sociologie des sciences,
198
Presses Universitaires de France, París.
Callon, M. (1981), Pour une sociologie des controverses technologiques, Fundamenta Scientiæ, vol. 2, nº 3-4,
págs. 381-399.
Darmon, G. (1986), «The Asymmetry of Symmetry», Social Science Information, vol. 3, nº 25, págs. 743-735.
Dean, J. (1979), «Controversy over Classification : A Case Study from the History of Botany», págs. 211-230, en
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Notas:
31. No se trata de la justificación social de la actividad científica sino de la validación científica de los
enunciados.
32. A condición de que el trabajo de justificación no dependa de las condiciones contingentes y que los
enunciados no sean reelaborados, lo que mostrará, por el contrario, Latour.
33. Asociación París-Sussex: Lemaine, MacLoed, Mulkay, Shinn, Weingart, Whitley.
34. Véase: Barber y Fox (1958), Thill (1973), Latour y Woolgar (1979), Gooding (1992), Vinck (1992).
35. Latour defiende más bien la idea de inter-objetividad: el hecho es el producto de la inter-definición entre
los elementos de la naturaleza convocados en los instrumentos, los signos producidos por esos instrumentos, los
conceptos construidos por los investigadores para producir y leer los fenómenos, así como las negociaciones y
convenciones que les vinculan.
36. Para una presentación de la obra de T. Kuhn véase Lorenzano y Lorenzano (1996).
37. Kuhn, sin embargo, no ve su éxito ante los sociólogos con buenos ojos. La recuperación de sus ideas y las
conclusiones relativistas que se saca de las mismas no le gustan apenas; se defiende de haber tenido tales
intenciones.
38. Según el análisis de Margaret Masterman, discípula de Kuhn.
39. Caso de elegir entre los modelos de atracción y de color en la física de las altas energías (Pickering, 1985).
200
El primer modelo se impuso porque supo insertarse con éxito en las prácticas habituales de diferentes grupos de
físicos.
201
6
Las prácticas científicas
Hasta aquí, dos enfoques estructuran el campo de la sociología de las ciencias. El
primero considera las ciencias como instituciones, organizaciones o sistemas de
intercambio. El segundo tiene la ambición de dar cuenta de lo que producen las ciencias
analizando la influencia de los procesos sociales en los contenidos del conocimiento
científico. Sin embargo, ninguno de estos enfoques observa de cerca lo que hacen
cotidianamente los científicos en el trabajo. Interesándose por las controversias, los
sociólogos se mantienen en el nivel de los discursos y de las producciones conceptuales.
Las prácticas son silenciadas o reducidas a sus causas sociológicas.
Wittgenstein, con su noción de juegos de lenguaje, había sentado las bases para el
estudio de las prácticas concretas. Kuhn había señalado la importancia de los «acuerdos
racionales» en la práctica del laboratorio. Fleck y Polanyi habían llamado a su vez la
atención sobre los dispositivos experimentales, las técnicas y los saber hacer tácitos.
Ravetz decía que no se podría alcanzar la excelencia académica con principios formales
sino solamente por la práctica cotidiana. Escribe:
«Aunque las herramientas sean solamente auxiliares en el progreso del conocimiento científico, su influencia en
las direcciones del trabajo es importante y a menudo decisiva» (Ravetz, 1972, p. 89).
Observar las prácticas concretas, ordinarias, en situación, es precisamente lo que hacen
diversos investigadores desde los años setenta. Proponen ir a ver en los laboratorios,
seguir a los científicos en su trabajo («Go and See» escribe Latour) y dar cuenta del
proceso de fabricación de los conocimientos.
Los autores de estudios del laboratorio
El físico y filósofo belga Georges Thill hace el papel de precursor con su análisis de
202
la física de altas energías, La fête scientifique (1973). Implicado en el examen de los
resultados de un experimento de colisión de partículas, describe el trabajo en sus
dimensiones epistémicas, organizacionales y antropológicas, y la práctica científica
como una acción que inventa una utopía intrínseca al recorrido racional. Publicado
en francés, su obra no tendrá casi influencia en la sociología de las ciencias.
En 1977, el equipo de Gérard Lemaine, en París (en relación con los sociólogos
británicos y alemanes) reconstruye la evolución de un laboratorio en neurofisiología
del sueño. Su estudio da cuenta de la «ecología de las elecciones» del laboratorio,
tomando en cuenta la formación de sus miembros, sus a priori epistemológicos, las
dificultades técnicas encontradas, las estrategias de los investigadores, sus recursos y
los contextos institucionales y organizacionales (Lemaine et al., 1982). Desde una
perspectiva cercana, Terry Shinn (1980, 1988) procede a análisis sociales y
epistemológicos comparados de laboratorios de física, de química y de informática.
En 1975, el filósofo francés Bruno Latour, recién llegado de realizar una encuesta en
Costa de Marfil sobre el razonamiento de los ejecutivos africanos, entra en el
laboratorio norteamericano de bioquímica de Guillemin, que le ha invitado a realizar
un estudio epistemológico. Latour, que ignora la sociología de las ciencias, adopta
una conducta etnográfica ingenua para comprender la cultura conceptual y práctica
del laboratorio. Trabaja como auxiliar de laboratorio y da cuenta de las múltiples
inscripciones. Publica, con el sociólogo Steve Woolgar Laboratory Life. The Social
Construction of Scientific Facts en 1979, obra pionera y de referencia. A raíz de sus
trabajos y en relación con Michel Callon, el Centro de Sociología de la Innovación
(CSI) de la Escuela de Minas de París desarrolla la teoría del actor-red cuya influencia
será creciente en los años ochenta y noventa, así como de las prácticas de encuesta
sobre el terreno (Vinck, Du laboratoire aux réseaux, publicado en 1992). Los
investigadores del CSI ponen su atención especialmente sobre los procesos de
innovación, los regímenes del discurso y la democracia técnica.
En la misma época, la socióloga alemana Karin Knorr-Cetina, inspirada por la
etnometodología, estudia un laboratorio de bioquímica de Berkeley. Se interesa en el
razonamiento práctico informal de los investigadores en situación de trabajo y se
inscribe en una perspectiva constructivista. Escribe The Manufacture of Knowledge
en 1981. Sus análisis se extienden a los modelos de cultura epistémica (1999). Los
trabajos de Mertz (1999) sobre las prácticas de simulación en la física de altas
energías se inscriben en la misma perspectiva.
Siempre en la misma época, Harold Garfinkel, Eric Livingstone, Michael Lynch y
203
Steve Woolgar, fundadores y discípulos de la etnometodología, se interesan también
por los laboratorios de ciencia y el estudio del matemático para dar cuenta del
surgimiento y del cumplimiento práctico, en situación, de un orden de conocimientos.
Woolgar escribe Laboratory Life con Latour (1979). Lynch escribe Art and Artifact
in Laboratory Science. A Study of Shop Work and Shop Talk in a Research
Laboratory hacia 1978-79 (publicado en 1985). Livingston publica, en 1986, The
Ethnomethodological Foundations of Mathematics.
Otros sociólogos realizan estudios del laboratorio en una perspectiva constructivista y
se orientan hacia las prácticas científicas, como Law y Williams (Putting facts
together: A study of scientific persuasión [1982] o Zenzen y Restivo [1982]).
Salidos de la tradición sociológica de la pragmática (Dewey, Mead, Bentley) y de la
escuela del interaccionismo simbólico de Chicago (Blumer, Strauss, Becker), Joan
Fujimura, Susan Leigh Star, Elihu Gerson (el Tremont group), y más tarde Geof
Bowker se dedican también a las prácticas científicas.
Sharon Traweek, antropóloga norteamericana, realiza desde comienzos de los años
ochenta una amplia encuesta, en Estados Unidos y Japón, sobre los físicos de
partículas. Publica en 1988 Beamtimes and Lifetimes: The World of High Energy
Physicists. Sus análisis proceden de la antropología simbólica. Valeria Hernández
(2001), antropóloga argentina, discípula de Altabe en París, se dedica al fundamento
antropológico de las demarcaciones (científico/no científico) y de las relaciones de
poder.
La sociología de las ciencias británica, salida del programa fuerte, a su vez, otorga
atención a las encuestas de laboratorio e inicia nuevas preguntas acerca del análisis
de discurso, de la reflexividad y de nuevas formas literarias con Malcolm Ashmore,
Nigel Gilbert, Michael Mulkay, Trevor Pinch y Steve Woolgar.
Los estudios de laboratorio han estimulado investigaciones sobre el terreno fijándose
sobre las prácticas tecnológicas (especialmente, Ethnographie de l’activité de
conception et d’innovation (Vinck, 1999) o de política científica (Cambrosio et al.,
1990).
Las páginas que siguen explicitan algunos enfoques y asuntos que han llamado la
atención de los investigadores: jerarquía, interacciones lingüísticas, producción de
hechos, práctica instrumental y literaria.
204
La articulación de las prácticas científicas y las sociales
Las producciones científicas están desigualmente distribuidas según los niveles
jerárquicos del laboratorio (desde el joven investigador al jefe) (Shinn, 1983), habría una
correlación entre la jerarquía cognitiva de los resultados (importancia científica de los
tipos de trabajo: estudio empírico/interpretación teórica) y la jerarquía social (estatus de
los miembros del laboratorio). En el laboratorio de física experimental estudiado, los
investigadores trabajan individualmente en distintos fenómenos. Rivalizan por obtener los
recursos necesarios para la construcción de sus equipamientos. Por otro lado, implicados
en la docencia, algunos desarrollan capacidades para producir representaciones globales,
sintéticas y detalladas de los fenómenos, para transmitir sus interpretaciones personales y
pasar de un fenómeno o de un modelo a otro.40 Cada uno acaba el conjunto de las
tareas, concibe y construye él mismo su dispositivo experimental y sus instrumentos,
realiza sus experimentos y analiza sus datos. Shinn distingue tres grupos de
investigadores y de resultados:
Los jóvenes producen resultados locales, muestran las distintas facetas del fenómeno
y señalan su complejidad. Evitan generalizar demasiado rápido y prestan, por el
contrario, mucha atención a las condiciones de validez, a las anomalías, a los
instrumentos, a la precisión de las medidas y a los términos que utilizan. Son
sensibles a la relatividad de las interpretaciones. Sus resultados locales son
compilaciones detalladas y abiertas a la crítica, reconocidos por pocos investigadores.
Los investigadores seniors ponen el acento en la comparación y la selección de
modelos para representar los fenómenos e insertar los datos. Señalan las condiciones
de validez y las anomalías cuando son significativas y estimulantes para el estudio de
nuevos fenómenos. Las interpretaciones sintéticas que aportan dan acceso a una
audiencia más extendida.
El director del laboratorio produce sobre todo «generalizaciones», elabora varias
categorías de fenómenos en el interior del modelo simple y predictivo. Limita el
número de parámetros tomados en cuenta y subraya los rasgos salientes. No se para
apenas en las condiciones límite ni sobre las anomalías. Su argumentación es simple
y está estructurada. Integra trabajos realizados en otros laboratorios y se refiere a la
literatura dominante del ámbito. Sus resultados ofrecen una heurística que permite
estructurar las actividades de investigación del laboratorio, aclarar más a los
205
investigadores y orientar sus trabajos. La integración de materiales experimentales y
cognitivos que procede de numerosas fuentes (su propio laboratorio, la literatura y los
múltiples laboratorios con los que tiene relaciones) asegura a sus resultados un
prestigio que no tienen los resultados locales de los otros investigadores.
Contexto social (posición jerárquica y red social del investigador) y contenido del trabajo
(tipo de investigación científica) se conjugan para determinar la jerarquía social de los
resultados científicos en el seno del laboratorio. Cuando esta jerarquía social de los
resultados no se corresponde con la jerarquía cognitiva, son objeto de cuestionamiento
conceptual (contestación de los resultados) y social (contestación de la autoridad del
director y debilitamiento de la estructura organizacional del laboratorio).
Tomando también en cuenta las condiciones sociales y cognitivas, Hernández (1996), a
partir de la realización de un investigación etnográfica en un laboratorio de biología,
analiza de qué manera una condición cognitiva (la representación de la naturaleza por los
propios investigadores) contribuye a estructurar una parte de las relaciones sociales de
colaboración en el interior de la comunidad científica. Ella muestra de qué manera se
reinvierten las condiciones cognitivas con los intereses sociopolíticos de los investigadores
dando forma a las relaciones de colaboración entre laboratorios.
El carácter construido de las producciones científicas
Los estudios etnográficos del laboratorio revelan el carácter construido de las
producciones científicas; los hechos aparecen como el resultado del enmarañamiento de
una multitud de acciones y acontecimientos. Sus análisis dan cuenta de las operaciones,
206
negociaciones, bricolajes y pruebas cuya intrincación explica hechos, datos, conceptos,
instrumentos, métodos y organizaciones. Multiplican el número de elementos (actores,
acontecimientos, instrumentos…) que hay que considerar para dar cuenta del
surgimiento y la estabilización de un hecho o de un enunciado científico.
El caso TRF (thyrotropin relaesing factor)
Latour y Woolgar (1979) dan cuenta del TRF identificando a los actores implicados,
sus relaciones y estrategias, así como los recursos materiales (animales para
muestra), terminologías e instrumentos movilizados. El concepto «TRF» corresponde
a una red heterogénea, de seres humanos y no humanos, cuya extensión y densidad
de relaciones explican la robustez. Revelando la multiplicidad de entidades asociadas
tras el concepto de TRF, los autores muestran la consistencia, construida a través de
múltiples operaciones y negociaciones.
Las producciones científicas son así consideradas como el resultado de una construcción
sociotécnica en la que las distinciones entre naturaleza y sociedad, contenido y contexto,
objeto de conocimiento y sujeto que conoce, etc. pierden su sentido. Callon (1995) y
Latour (1987) sugieren tratar de manera simétrica estos elementos, hechos tanto de la
naturaleza como de la sociedad, compuestos de conjuntos de materiales, personas,
instrumentos, cálculos y negociaciones, y dar cuenta de las asociaciones construidas,
idiosincrásicas, es decir, ligadas a las condiciones de su surgimiento. Las construcciones
científicas tienen un carácter local y contingente del que podemos seguir las
transformaciones cuando son retomadas, enriquecidas y reinterpretadas por otros para
adquirir una validez que sobrepasa su constitución local (Latour, 1987; Pestre, 1995;
Galison, 2002). Las prácticas de los investigadores parecen entonces múltiples:
negociaciones con los proveedores de equipos, puesta a punto de manipulaciones,
negociaciones de orientaciones de investigación, interpretación de los registros producidos
por los instrumentos, redacción de artículos. Contribuyen a una dinámica colectiva en la
cual los elementos materiales ocupan un lugar importante.
La construcción del problema: un trabajo de articulación
Los investigadores consagran mucha energía a construir el problema de una manera tal
que se solucionable en función de los recursos que pueden movilizar fuera y en el seno
del laboratorio (Fujimura, 1987). Comprometen un trabajo de alineaciones y de
207
articulación de recursos en el nivel del experimento, y de las manipulaciones a realizar
(organización de un espacio y de una secuencia de trabajo), de su inserción en la vida del
laboratorio (por ejemplo, la negociación de un nicho de acceso a un instrumento
solicitado) y en el mundo (por ejemplo, asegurarse la disponibilidad de una muestra que
debe proveer un hospital o una industria). El trabajo consiste en asociar todo lo que
parece necesario para el buen desarrollo del proyecto. Comprende pues actividades
variadas; planificación, organización, evaluación, negociación, ajuste e integración… en
los niveles del experimento (un conjunto de tareas), del laboratorio (un conjunto de
experimentos y de tareas de coordinación, especialmente la gestión de los instrumentos) y
de mundo (compuesto de laboratorios, colegas, financieros y otros). Este trabajo pasa
por intercambios con otras personas para obtener la autorización para pedir un reactivo o
asegurarse la disponibilidad del técnico especialista de un instrumento. Consiste en
articular las tareas a cada uno de esos niveles y en ajustar los diferentes niveles unos en
relación con los otros.
Ahora ya, la definición del objeto de investigación depende menos del grupo social de
pertenencia o de sus intereses sociales que de la capacidad para movilizar recursos para
realizar experimentos y de coordinarse con los otros investigadores (por ejemplo para la
utilización de un instrumento codiciado). El contenido y la consistencia del trabajo
científico depende de los elementos así articulados.
Los imprevistos o los errores que afectan al curso de su trabajo (por ejemplo, la no
disponibilidad de un aparato y el recurso a una solución alternativa) son particularmente
interesantes de estudiar. En este caso, los investigadores están obligados a detener el
curso ordinario de sus acciones, a plantearse nuevas preguntas y a hacer una reflexión
crítica de la que podían haber prescindido si todo se hubiera desarrollado según lo
previsto. Son entonces conducidos a formular y a probar hipótesis concernientes al
imprevisto, a ensayar nuevos acuerdos, a redefinir los recorridos y nuevas
organizaciones.
208
Para facilitar el trabajo de articulación, construyen y establecen agregados: protocolos
(articulando tareas, instrumentos, productos y recursos humanos), instrumentos
(articulando programas operatorios), informes de actividad (articulando las actividades
del laboratorio y dándoles un sentido), club de patrocinadores (articulando financieros,
colaboradores y usuarios que sostienen la actividad). Estos agregados transforman en un
todo una multitud de elementos singulares. Agregan así grupos de tareas y constituyen
cajas negras movilizables haciendo innecesaria la reconstrucción de las articulaciones
internas. Igualmente, la construcción de interfaces estandarizados facilita la articulación
entre universos sociales, de ahí la importancia, para los investigadores, de la
estandarización de instrumentos, materiales, métodos y conceptos. Star (1989),
analizando el trabajo de cooperación entre grupos de investigadores de disciplinas
diferentes, muestra el papel primordial que puede tener la puesta a punto de objetos
frontera. Vinck (1992, 1999) muestra fenómenos equivalentes con la noción de objeto
intermediador en el caso de las redes de cooperación científica y en los procesos de
concepción.
Una organización implícita por proyecto
Las actividades en el laboratorio están a menudo estructuradas por proyectos (Susin et
al., 2006), no en el sentido formal de las metodologías de dirección de proyectos
inspirados en los medios industriales, sino en el sentido de unidad secuencial cuya
culminación es la escritura de un informe de investigación o de una publicación. El
proyecto parece ser la unidad de organización que permite asignar tareas a los miembros
del laboratorio, pedir suministros, preparar equipamientos, proponer fenómenos a
estudiar y orientar las búsquedas bibliográficas. Estos proyectos a menudo son múltiples
209
y complejos, a veces interdependientes, y jamás tienen una salida asegurada. Su
continuidad no es el resultado de su planificación inicial. Por el contrario, son siempre
susceptibles de ser interrumpidos, abandonados, reorientados, transformados,
diferenciados o fusionados.
Los proyectos no son visibles en tanto que tales cuando se visita un laboratorio. No
corresponden a secuencias de tareas cuyas articulaciones espaciales y temporales son
manifiestas. Al contrario, las tareas son realizadas simultáneamente por diferentes
personas sin que sea fácil señalar ni las articulaciones entre esas personas, ni los vínculos
entre las diferentes tareas realizadas por una misma persona. Es, por ejemplo, difícil
saber si dos tareas realizadas sucesivamente por una misma persona pertenecen a un
mismo proyecto o a proyectos diferentes. Los periodos de espera (durante la incubación
de una muestra de células, una centrifugación o el conocimiento de los resultados por el
jefe) son utilizados para efectuar tareas de otros proyectos. Una misma tarea puede
anotarse en varios proyectos simultáneamente (por ejemplo, la preparación de un
material para un experimento). En fin, algunas tareas son interrumpidas o diferidas
para pasar a otro proyecto (por ejemplo, cuando se presentan dificultades repetidas). En
este caso, el desarrollo del proyecto es suspendido para pasar a una nueva encuesta o a
un nuevo proyecto (por ejemplo, la concepción y la puesta a punto de un instrumento)
cuyo resultado permitirá retomar el proyecto inicial. Tales encuestas conducen a veces al
investigador hacia proyectos diferentes de lo que estaba previsto.
El curso de la acción, contingente y sin embargo decisivo
Los métodos y los protocolos de investigación no dan cuenta de la secuencia efectiva
de las actividades. En un protocolo experimental, es cuestión de un procedimiento único
(por ejemplo, la fijación de una perfusión vascular en las ratas), aplicado para los
diferentes casos tratados (el mismo procedimiento para todas las ratas). Ahora bien, en la
práctica, cada caso es diferente (cada rata reacciona de manera diferente o bien los
gestos del investigador no tienen una perfecta constancia). El procedimiento es puesto en
práctica cada vez de forma específica.41 Esto hace que la comparación de los resultados
sea siempre una cuestión problemática.
La serie de acciones efectivas es mucho más compleja que la descripción metodológica
porque el método prescrito se apoya en competencias tácitas que, se supone, forman
parte de un sentido práctico común. Pone también en funcionamiento una serie de
operaciones de reparación para paliar los imprevistos. Observamos así numerosas
maneras de reaccionar al carácter caprichoso de un producto o de un instrumento. Lynch
habla de «supersticiones» y de «preferencias personales» de los investigadores respecto
210
de algunos procedimientos. En fin, aunque las tareas de un proyecto pueden ser
realizadas por personas diferentes, el trabajo es a menudo efectuado por una sola
persona. La razón invocada es la necesidad de tener acceso a la historia del
procedimiento por la que el fenómeno es vuelto visible. Este punto de la organización del
trabajo es objeto de vivas controversias cuando la racionalidad de la actividad de
investigación pasa por la instauración de una división del trabajo entre investigadores que
conciben las operaciones que hay que realizar y los técnicos que las ejecutan (Vinck,
2006).
La movilización de los recursos: un trabajo de reconfiguración
En la perspectiva constructivista, el laboratorio es un dispositivo donde se articulan
elementos heterogéneos (salidos de trayectorias diferentes) dados forma por colectivos
de trabajo y por operaciones materiales.
La naturaleza no está nunca presente tal cual en el laboratorio. Son, al contrario,
objetos extraídos de la naturaleza (muestras) y cultivados, versiones purificadas y
transformadas o huellas. El laboratorio los desplaza hasta él para articularlos de otra
manera en su seno. Igualmente, no hace nada con los acontecimientos tal como se
producen fuera de su control. Arrancan los objetos de su medio ambiente natural (los
hacen móviles y maleables) para instalarlos en un nuevo campo fenoménico
socialmente construido (socializa a los objetos de la naturaleza). Acultura los objetos de
la naturaleza en el dispositivo sociotécnico del laboratorio.
De la misma forma, el laboratorio instala y reconfigura a los científicos haciéndolos
operativos y adaptables. Forman parte de su equipo y de sus estrategias de investigación.
Son los depositarios de una capacidad de dar sentido y los vehículos de una experiencia
inconsciente que puede ser movilizada para resolver misterios. Esas competencias, en
parte tácitas e incorporadas, dependen sólo parcialmente de la actividad consciente. Los
investigadores funcionan en parte como instrumentos; son recursos del laboratorio,
entidades formateadas para articularse eficazmente con otras entidades.
Estos elementos (humanos, materiales, conceptos…) son transformados a lo largo de
su estancia en el laboratorio. Son vueltos maleables y contribuyen a hacer del laboratorio
un nuevo campo fenoménico y un instrumento de reconfiguración de órdenes naturales,
técnicos y sociales. Instrumentalizando a los investigadores y socializando a la naturaleza,
el laboratorio se convierte en un dispositivo del que emerge un nuevo orden que no es ni
natural ni social (Knorr, 1981, 1995). Produce una socionaturaleza, es decir, un mundo
a la vez natural y social.
211
La constitución de los fenómenos: un trabajo contingente
Los fenómenos estudiados no son tanto revelados por los experimentos como producidos
por los pormenores contingentes de la práctica y sus ajustes. La visibilidad y la
apariencia de los fenómenos y de sus objetos están constituidas (y no reflejadas) por los
instrumentos y por las prácticas cuya influencia es tenida en cuenta.
Este papel constitutivo de la práctica aparece cuando surge un artefacto,
acontecimiento inesperado atribuido a los gestos o al instrumento. El investigador imputa
entonces el resultado a su acción y no a la naturaleza. Sorprendido, su atención se
focaliza en la historia de las circunstancias que han conducido a este artefacto.
Sospecha del procedimiento, del material o del instrumento, y escudriña su papel en la
constitución del fenómeno. El acontecimiento inesperado manifiesta el fracaso del
autoborrado habitual de las prácticas del laboratorio. El estudio de tales incidentes
revela el papel de las prácticas en la constitución de los fenómenos. Los investigadores se
ponen entonces a discutir, a quejarse del material utilizado, a imputar el imprevisto a un
problema de procedimiento o del instrumento, a veces calificados de caprichosos. Hacer
que todo funcione es un proceso frágil cuyas soluciones no están establecidas de
antemano, tanto más cuando los investigadores no están nunca seguros de la presencia
del acontecimiento o del objeto buscado. Cuando un experimento fracasa, se quedan con
dos preguntas: ¿el fenómeno estaba ausente o bien el experimento está mal realizado?
¿No habrá algo que hubiera podido hacer que funcionara? Estas cuestiones recuerdan
que los resultados son contingentes, que dependen de acciones competentes y que existe
un vínculo consustancial entre las cosas representadas y los procedimientos técnicos.
La creación del acuerdo o de la objeción: un trabajo de negociación
El «hecho» se impone raramente. Los investigadores aprenden a producirlo y a
distinguirlo del artefacto gracias a varias manipulaciones y a un examen crítico. Discuten
y acuerdan sobre lo que ven, sobre la facticidad del fenómeno o sobre la fiabilidad del
resultado. El acuerdo sobre el hecho no procede ni de una evidencia que imponga la
naturaleza, ni de una convención tácita o un paradigma preexistente que conduzca a los
investigadores a pensar de la misma manera.
Al contrario, el acuerdo se realiza en la interacción; resulta de procedimiento empíricos
situados (Lynch, 1985) que corresponde al sociólogo estudiar. Los estudios muestra así
que: 1) el acuerdo es afirmado por la lengua («sí», «OK») o por un gesto. La afirmación
está orientada hacia un enunciado o un gesto que le precede. 2) Es inmanente a la
situación. 3) Es local; concierne a aquellos que están implicados en la situación y es
próxima a otra enunciación a la que se refiere. 4) Es independiente del hecho de que
212
las partes concernidas estén o no realmente de acuerdo. Puede afirmarse sin que su
enunciador crea lo que afirma. El acuerdo es un acontecimiento factual sobre el que las
partes pueden volver para delimitar aquello sobre lo que habían expresado un acuerdo. 5)
No es otra cosa que su producción o su reconocimiento local. Es parte de la acción y
manifiesta su dimensión colaboradora.
La producción del acuerdo participa en la producción de resultados que serán
después públicamente afirmados. Refuerza las acciones en curso (expresión vacilante de
una hipótesis, una evaluación de un fenómeno como hecho versus como artefacto) cuya
salida es incierta pero determinada por las secuencias de acuerdos y desacuerdos
observables empíricamente, a lo largo de los cuales los enunciados son modificados en
función de las marcas de acuerdo y de desacuerdo que expresan los colegas. La
objetividad resulta del acuerdo establecido entre los miembros implicados en la
situación.
Una secuencia conversacional
Un investigador afirma alguna cosa a propósito de un objeto. El tono manifiesta la
certeza y el carácter definitivo de la afirmación. Un colega desafía la afirmación con
una contra-afirmación, un silencio, una pregunta del tipo ¿De verdad?, un sonido
«humm» o un gesto. Sigue una reafirmación, modificada, por el primer protagonista.
Alguna cosa de la primera descripción se mantiene. A veces, la primera afirmación es
repetida con un tono menos afirmativo. La reafirmación puede volver a ser desafiada
provocando nuevas modificaciones. Entre las modificaciones observables a lo largo
de la interacción se puede notar:
• La redefinición de la extensión de la referencia. Con un término como «lo
mismo» (que puede ser comprendido como «exactamente lo mismo» o como
«generalmente lo mismo») la extensión de la referencia puede ser adaptada en el
213
curso de la conversación. Su significación es circunstancial.
• La relativización de la afirmación por el añadido de expresiones tales como «yo
pienso que», «supongo», «yo no sé pero…». La primera afirmación no tenía
autor (el enunciado era simplemente afirmado), mientras que en la reafirmación, el
autor se fija como la fuente del enunciado. Entonces deja una duda y muestra su
sensibilidad ante el desacuerdo expresado por la otra parte.
• El añadido de explicaciones. Al reafirmar el primer enunciado, la integración del
desacuerdo conduce en ocasiones a la puesta en evidencia de elementos nuevos,
matices, precisiones, detalles que pasaron inicialmente desapercibidos. Se supone
que la nueva descripción puede soportar mejor las reacciones de los colegas.
Cuando el acuerdo se produce, es decir, cuando ya no hay más huellas de desacuerdo, la
interacción lingüística termina o cambia de objeto. El acuerdo opera una ratificación de la
descripción mientras que el desacuerdo prolonga el trabajo de investigación y de
modificación hasta que la nueva afirmación ya no sea puesta en duda. El análisis de esos
intercambios lingüísticos muestra cómo los descubrimientos científicos (descripciones
ratificadas de objetos) son modelados por la interacción. Una vez el acuerdo se ha
producido, sólo su resultado es tomado en cuenta; el objeto es considerado como
evidente. Su tejido social desaparece en la sombra. La lingüista Mondada (2005) da
cuenta así de la emergencia y de la construcción de conceptos, afirmaciones científicas y
normas técnicas en tanto que realizaciones colectivas. Muestra cómo los objetos del
discurso son propuestos, retomados, ratificados, transformados o rechazados por los
interlocutores y cómo construyen así una versión colectiva de la descripción del mundo
que estudian.
La palabra del investigador: un trabajo de convicción a la medida
Los estudios de laboratorio revelan un enorme contraste entre la ciencia tal cual es
hablada en el laboratorio (talking science) y la ciencia tal como se habla de ella
(talking about science) que concede poca atención a las conversaciones en el trabajo.
Las visitas de laboratorio o los demos, por ejemplo, parecen mostrar la ciencia tal como
se hace. Son adoptadas por los investigadores para mostrar su trabajo a personas que
vienen del exterior (investigadores, industriales, estudiantes potenciales); hablan de lo que
hacen, muestran los dispositivos, el material o los resultados, cuentan anécdotas y
responden a las preguntas que a veces son desafíos planteados por el visitante y se
refieren a puntos de controversia.
214
Si el observador prologa su estancia, descubre que las cosas son diferentes. Cuando el
investigador está concentrado en su trabajo, ya no se le puede interrogar sobre sus gestos
y sus razones de ser. Muestra impaciencia y a veces pide no ser molestado hasta que no
haya terminado la operación. El trabajo efectivo de laboratorio casi no se presta a una
puesta en palabras en directo. En contrate, visitas de laboratorio y demos parecen ser
puestas en escena y «discursos» a propósito del trabajo.
En la práctica, los investigadores explicitan poco lo que hacen. Cuando actúan entre
varios, todo sucede como si cosas invisibles aseguraran el acuerdo entre ellos. El lenguaje
no es utilizado para describir, sino que forma parte de la acción. Además los actos de
lenguaje no se limitan al lenguaje hablado, comportan expresiones sonoras no lingüísticas
(por ejemplo, una vasta panoplia de «ajá», «aaaajá», «Oh», «Ohhh»…) y comunicación
gestual y gráfica. Las frases están entrecortadas con periodos de silencio, cuya duración e
intensidad son significativas. Estos intercambios lingüísticos son, sin embargo,
condiciones previas para que los discursos más construidos, estructurados y racionales
puedan ser producidos. Permiten a los investigadores emitir ideas, ponerlas a prueba y
suscitar reacciones sin tener que invertir demasiado en la formulación de enunciados bien
construidos.
Estos intercambios no son fácilmente comprensibles aunque se parezcan a
conversaciones casi-familiares. Son opacos por el hecho de su tecnicidad, de su
referencia implícita a lo que pasó antes, o en otra parte, o por su referencia a lo que está
produciéndose. Su comprensión es inseparable de la situación (indexicalidad). La
opacidad de las conversaciones de laboratorio no se debe al vocabulario técnico,
relativamente ausente, sino a los usos inhabituales de términos ordinarios, de formas
pronominales, de «proverbios» (como hacer, andar) y de «pro-nombres» (la cosa, el
animal) que se refieren a la situación y a las circunstancias supuestamente conocidas.
Igual que los silencios insertos en la conversación. Estas características los distinguen de
otras producciones científicas, lingüísticas o escritas, que son, en contraste y en principio,
descontextualizadas, transparentes aunque esotéricas.
La producción de enunciados científicos: un trabajo de inscripción y modelización
Cuando Latour y Woolgar (1979) describen el laboratorio, un principio simple emerge y
da sentido al conjunto de la actividad: la mesa del investigador, lector y escritor es el
pivote del laboratorio. En él convergen los trazados producidos en el seno del
laboratorio, así como la literatura procedente del exterior. Sobre su mesa, el investigador
yuxtapone estas dos clases de literaturas, las anota y establece remisiones entre ellas. En
los documentos que provienen de la parte del laboratorio donde están los instrumentos,
215
se observa una intensa actividad de inscripción: lista de cifras, marcado de tubos de
cristal y de ratas, etiquetas. La amplitud de ese trabajo y la colección de escritos
(correos, facturas, listas de datos, fotocopias de artículos, biblioteca) hace que el
laboratorio se caracterice por una intensa actividad de codificación, de marcado y de
escritura.
Las manipulaciones (de productos químicos y de muestras de la naturaleza)
desembocan en la producción de huellas escritas y de recogida de datos. Los
instrumentos pueden ser calificados de inscriptores; fuerzan a los objetos de estudio a
producir un signo de su presencia. Los rastros producidos adquieren entonces más
importancia que los materiales e instrumentos. Transformados en gráficos, llaman la
atención hasta que son incorporados en un texto. El laboratorio es así un dispositivo de
inscripción literaria.42 El estudio de la construcción de instrumentos de visualización,
de los métodos de preparación de muestras y de tratamientos de huellas, ayuda a
comprender cómo los objetos científicos adquieren existencia. Es también un dispositivo
de producción de imágenes (Latour, 1985; Galison, 1997). En radiología médica, las
imágenes no hablan a los médicos más que como resultado de un largo proceso de
fijación de técnicas y de una manera de preparar al paciente, pero también de una
tecnología para aislar lo que hay que ver (Pasveer, 1989). Las significaciones son
construidas colectivamente a partir de índices visuales (Lynch, 1985; Knorr y Amann,
1990), seleccionadas y calificadas de significativas por oposición al ruido de fondo. La
imagen es depurada; los «buenos» clichés «mostrables» son escogidos, después
esquematizados y matematizados.
Un trabajo de (re)n-representación
Los objetos de estudio son transformados, a lo largo de una serie de operaciones, en
representaciones: bajo la forma de muestras, después tratados y convertidos en
inscripciones gráficas (imagen, curva, cifra, código), después en diagramas, modelos o
ecuaciones y textos. Los animales sacados de la naturaleza son desplazados y
transformados para convertirse en especímenes zoológicos a través de las trampas que se
les tiende, las etiquetas que se les pone, las preparaciones para transportarlos y
conservarlos. Son reunidos y ordenados, después transformados en fichas y en puntos
sobre mapas geográficos.
Cada etapa utiliza como punto de partida una representación anterior del fenómeno. La
representación «final» resulta de cambios en serie que forman cadenas de (re)nrepresentación
(Latour, 1993). Cada etapa hace desaparecer algunos aspectos del
fenómeno original y acentúa o transforma otros. Los sociólogos interaccionistas que
216
analizan la construcción de estas representaciones, se interesan por las perspectivas de
los actores que les influyen y en su recepción por los que, en la etapa siguiente, sacan
una representación de orden (n+1). Pueden surgir desajustes de interpretación entre
ellos. Fujimura utiliza la noción de trayectoria de un problema (problem path) para
reorientar las transformaciones así como los efectos de arrastre (bandwagon effect) de
una versión de la representación a las versiones siguientes. El estudio de las rutinas
(trayectoria no problemática) es completado por el estudio de las situaciones
problemáticas (anomalías, accidentes) que entrañan una búsqueda de reparación. El
análisis describe las vías por las que un acontecimiento es calificado de anormal
(delimitado hecho visible, clasificado), unido a otras anomalías y a categorías.
La inversión de la relación entre la inscripción y el objeto de la naturaleza
Cuando un hecho es aceptado como científico, las huellas del contexto de su producción
desaparecen. Los procesos de escritura (disociación después inversión de la relación
entre la naturaleza y su representación) producen publicaciones que dan la impresión de
que los hechos hablan por sí mismos (Woolgar, 1988):
El científico dispone de huellas, salidas de sus instrumentos: [inscripciones].
Las relaciona y combina de manera que hace aparecer un objeto al que da forma y
existencia: [inscripción → objeto].
Disocia el objeto de las inscripciones de las que emerge y lo representa como algo
que estaría ahí, independiente de estas inscripciones: [inscripción/objeto].
Invierte entonces la relación entre el objeto y las inscripciones. Aunque el objeto
emerge de las inscripciones, éstas se convierten en el reflejo del objeto: [inscripciones
← objeto].
En fin, las tres primeras etapas son minimizadas, incluso olvidadas.
La modalización de los enunciados
El proceso de producción de objetos pasa por el trabajo de redacción de publicaciones
donde los «hechos científicos» aparecen bajo la forma de enunciados literarios cuya
formulación es negociada. Algunos enunciados están cargados con múltiples referencias
(a otros textos, instrumentos, materiales y al método utilizado) que contribuyen a
persuadir al lector. Otros enunciados, que se refieren a cosas de las que el lector está ya
217
convencido, no guardan ninguna huella de su universo de referencia local. Aparece así
una relación entre el grado de facticidad acordado para un hecho y el género literario en
el que es enunciado. La facticidad varía en función de la modalización de lo enunciado.
La modalización
Sea el enunciado A-B un enunciado factual que afirma una relación entre A y B, por
ejemplo:
• La mancha X es una nebulosa (1)
Este enunciado, ligeramente modificado, puede convertirse en:
• Dupont pretende que la mancha X es una nebulosa (2)
• Dupont dice que la mancha X es una nebulosa porque no quiere poner en tela de
juicio la calidad de su observación (3).
En la modalización (2), el enunciado introduce un autor (Dupont) y su acción
(pretende que). El enunciado inicial (1) era supuestamente independiente de todo
autor. En el enunciado (3), hasta las motivaciones son imputadas al autor. En función
de estas modalidades, el enunciado pasa del estatuto de «hecho científico» al de
«opinión personal» o viceversa. Si el enunciado factual convence, las modalidades
desaparecen; si no convence, se añaden modalidades, por ejemplo, con el añadido de
circunstancias locales. Las modalidades pueden afectar la relación (4) o solamente
uno de sus términos (5). Así:
• La mancha X se supone que es una nebulosa (4)
• La mancha X es una «nebulosa» (5)
El autor de un enunciado puede así incrementar (o reducir) la facticidad por la
eliminación (o la adición) de referencias a un agente (el investigador, el autor del
texto, un instrumento), a su acción (él afirma, contesta, supone) y a las circunstancias
de esa acción (las motivaciones, las contingencias). Cuando introduce elementos
sobre los intereses de un actor o las circunstancias que explican su gesto, produce un
enunciado que se refiere a la vez a la naturaleza y a la sociedad. Define a los actores
y establece las relaciones. Al revés, sin modalidad, el enunciado crea la impresión de
que la sociedad no está allí para nada.
El trabajo y la dinámica científica colectiva desembocan así en la producción de
218
enunciados factuales para hacerlos pasar del estatuto de opinión de un individuo al
estatuto de hecho establecido y reconocido por todos. Este trabajo pasa por la escritura y
la modalización de los enunciados. Los pares ponen a veces estos enunciados a prueba e
intentan degradarlos al estatuto de opinión, de hipótesis o de artefacto, añadiendo matices
o dudas. Algunos ven sus modalidades oscilar entre confirmación y refutación mientras
que otros son instituidos como «hecho adquirido» inscrito en los manuales, incorporados
por la socialización (saber tácito) o materializado en los instrumentos.
Las redes sociotécnicas y semánticas
Latour y Woolgar (1979) describen el proceso de construcción colectiva de la estructura
química de un factor de liberación hormonal del cerebro. El enunciado de la estructura de
esta molécula es estabilizado por las interacciones microsociales, la producción de
inscripciones, su superposición y transformación en enunciados modalizados en función
de las discusiones y las críticas recibidas. El análisis sociológico debe entonces describir
las redes de personas, textos, términos, materiales e instrumentos que, de forma gradual,
son asociados y articulados. La realidad del hecho o la robustez de un enunciado
dependen de la extensión y de la consistencia de esas redes sociotécnicas y
sociosemánticas. El trabajo científico consiste en construir, ampliar y estabilizar tales
redes, lo que implica construir cada relación, hacer compatibles dos instrumentos,
armonizar el vocabulario, confirmar los intercambios entre laboratorios, dominar un
instrumento, reproducir experimentos, articular enunciados, firmar un contrato de
investigación. La serie de transformaciones, relaciones y desplazamientos dan cuenta de
lo que surge de la acción.
La escritura científica: un trabajo de persuasión
Los investigadores convierten en discurso su actividad, especialmente en la construcción
de textos. Veamos lo que sucede en las estrategias de escritura y de firma.
Los escritos científicos
Los escritos científicos son a menudo construcciones colectivas, que mezclan y
yuxtaponen inscripciones salidas de los instrumentos y de la biblioteca. Son objeto de
discusiones, tachaduras y reescrituras. Los técnicos, a menudo consultados durante la
escritura, no son, sin embargo, invitados a escribir. Por el contrario, en ciertas disciplinas,
los investigadores reputados como buenos escritores se encargan de fases de la escritura
mientras que el director del laboratorio ejerce un control, incluso reescribe, el texto final.
La escritura está desigualmente distribuida entre los miembros del laboratorio.
219
Los escritos difieren según los tipos de publicación y de público: proposiciones de
investigación sometidas a un comité científico, artículo propuesto a una revista
especializada, póster para un congreso, obra de síntesis o estado de la cuestión, patentes,
informes de investigación, artículo de divulgación (que habla de los beneficios de la
ciencia y de las aplicación potenciales), correo, manuales para la docencia, etc. La
escritura es relativa; el mismo acontecimiento es presentado de forma diferente según el
público pretendido (Latour y Fabbri, 1977; Woolgar, 1980; Law y Williams, 1982). A
través del análisis de un caso de plagio observado en un laboratorio de investigación de
biología molecular, Hernández (1994) muestra cómo se construye colectivamente la
estrategia de publicación y la posición del autor que es también un proceso político.
La escritura es retórica: la objetividad es configurada a través de la utilización de una
sintaxis singular, de la elección de términos y las formulaciones socialmente impuestas o
autorizadas. El estilo y las tecnologías literarias de codificación de los relatos de
experimento (Shapin y Schaffer, 1989) por otra parte, han evolucionado mucho
(Licoppe, 1995).
Dispositivos textuales identificables en las publicaciones
Indicaciones preliminares: la configuración del texto y el diario académico donde es
publicado son índices dados al lector que le conducen a percibirlo como una palabra
de autoridad y no una ficción. La mención de la institución a la que se vincula el
autor y de los organismos que sostienen su trabajo sugiere que no está solo cuando
habla, hay detrás de él una red cuya presencia introduce en el texto. El resumen
sugiere una situación problemática del tipo «sabíamos hasta ahora… pero…» y una
solución. La solución es construida en el texto como si preexistiera a la investigación
y el texto solamente mostrara cómo se alcanzó.
Una externalización: el texto presenta el fenómeno como si tuviese una existencia
independiente del texto. Produce la impresión de una no implicación del actor que
«escribe bajo el dictado de la naturaleza». El fenómeno es presentado como más allá
del texto. El autor utiliza la voz pasiva y escribe como si el investigador no contara
para nada. Ningún nombre personal aparece en el cuerpo del texto; de la misma
forma, los pronombres personales son desterrados. Un procedimiento retórico tal
crea la impresión de que la naturaleza habla de ella misma, que nadie habla en su
nombre. La dinámica social de la investigación es devuelta a la sombra. La utilización
de la voz pasiva refuerza la impresión de ausencia del autor de la acción: «los
220
resultados sugieren que…», «el hecho X conduce a…». El actor científico es
presentado como pasivo incluso cuando se trata de presentar el trabajo (Extracto nº
2). El extracto nº 1 es el de un investigador principiante que aún no ha integrado
todavía las normas de escritura académica.
Extracto nº 1: «Cultivé durante más o menos dos días, las mejores cepas de A que
me había confiado mi colega X. Después, extraje, siguiendo el método que se
encuentra en el manual de Y pero arreglado por nuestro técnico, algunas células.
Tomé 10 para estar seguro de tener al menos tres buenas…».
Extracto nº 2: «Después de dos días de cultivo, tres células han sido extraídas del
registro de A mediante el método Y…».
La intervención del autor es minimizada y produce la impresión de que cualquier
científico en la misma situación habría llegado a las mismas conclusiones. Los
detalles, azares, tanteos y variaciones locales del experimento son silenciados. El
informe menciona, por ejemplo, que 25 animales han sido tratados, sin señalar que
no hay dos animales para los cuales un procedimiento haya podido ser aplicado de la
misma manera. La serie de los casos es tratada en el texto como un conjunto de
acontecimientos equivalentes (n = 25).
Una reconstrucción de la historia. En algunas líneas, el autor recuerda el estado de
la cuestión y escribe una historia, señalando la continuidad (desde X nuestros
conocimientos han hecho progresos decisivos) o la ruptura (a pesar de los trabajos de
X, sólo recientemente…). Por la elección de los autores evocados decide acerca de la
historia del asunto. El pasado que ofrece define el problema que se impone e invita al
lector a que siga el movimiento de la historia (que pasa por ese texto y que podría
prolongarse si el lector se dignara a citarlo).
Una captación del lector: el autor construye, en el texto, una identidad para el lector,
imaginando sus objeciones e intentando responder a sus expectativas e intereses (vía
los detalles técnicos en la sección «material y método»).
La publicación científica es un género literario que presenta a un auditorio singular una
contribución que parece original e intenta así modificar el comportamiento de sus
lectores: retener su atención, cambiar su percepción, comprometerles a utilizar los
resultados publicados y a citar al autor.
221
Leer una publicación científica
1. El soporte: periódico, edición, público, lengua, estilo de la revista, asuntos tratados
y lugar ocupado en el periódico.
2. El léxico (el vocabulario empleado): de qué habla, el problema tratado, el objeto
del texto. Cómo el objeto es definido y se sitúa en relación a otros objetos. Su marco
de referencia (forma en que es visto).
3. El universo de referencia:
• Textos y autores citados (el texto es un inter-texto) y tratamiento hecho de esas
citas.
• Autores puestos en escena a través del artículo (firma, cuerpo de texto).
Implicación o borrado de los autores en el texto: ¿por qué procedimientos?
• Lectores anticipados (expectativas y objeciones).
• Terreno de investigación al cual se refiere el texto (experimento de laboratorio,
observación en la naturaleza, encuesta en un terreno, trabajo sobre la literatura).
¿Cuáles son los actantes presentes (entidades a las cuales el texto atribuye una
acción, sean humanas o no)? ¿Cuál es la situación del problema (lugar,
contexto)?
• Métodos de investigación utilizados. Relación entre la situación empírica (terreno,
experimentación) en relación a la argumentación teórica.
• Conceptos y teorías movilizadas para la demostración.
4. El estilo (exploratorio y digresivo, factual, narrativo,…) y efectos producidos
sobre el lector (efecto de objetividad, de empatía, de ironía, de alegato). Uso de la
conjugación, de las articulaciones y de las metáforas.
• Contenido de la demostración (variables explicativas y variables explicadas),
método de argumentación, hipótesis, desarrollo de la exposición (deductiva,
inductiva…)
• Proporción ocupada por las diferentes partes.
• Tipos de pruebas puestas en escena, tipo de datos presentados. Los usos hechos
de las notas al pie de página, imágenes, gráficos, tablas, cifras, ecuaciones y otros
sistemas de notación (química, lingüística, por ejemplo).
5. La intención o su resultado: ¿Cuáles son las conclusiones del autor y los puntos
que marca?
Una forma de captar el texto consiste en aportar algunas modificaciones (cambiar el
sentido de una articulación, sustituir un actante por otro) y observar los efectos que
222
producen estas modificaciones.
Todas estas cuestiones encontrarán mejores iluminaciones si el texto puede ser
seguido en el curso de su elaboración y del uso que de él será hecho por los lectores
(véase a Ashmore, Myers, Potter, 1995).
La escritura es estratégica para los investigadores: la elección de la revista donde publicar,
las referencias a citar, los términos utilizados, los detalles de método, los datos
publicables, el estilo de las tablas y los gráficos, todo ello es potencialmente objeto de
discusiones. Se cuestionan sobre los lectores, los editores, la forma de introducir el texto,
el título, el estilo (moderado o ambicioso), el grado de generalidad a dar a los resultados y
a las interpretaciones (en función del escepticismo o entusiasmo que los autores imaginan
por parte de los lectores). A lo largo de la redacción, exploran sus propios intereses y los
de sus colegas a fin de discernir las mejores estrategias.
A estas discusiones de laboratorio se unen aquellas que se producen en los comités de
lectura de revista, las idas y venidas y las negociaciones con los evaluadores, luego las de
los lectores que retoman, olvidan y transforman los argumentos. A la larga, el texto sufre
relecturas que conducen a disociar «su textualidad» de «su contenido cognitivo» y a
incorporar éste en un corpus de otros textos a través de los cuales el valor de verdad del
texto original es redefinido (invalidado o confirmado y ejemplarizado).
Un intertexto referencial con pretensión probatoria sistemática (Berthelot, 2003)
«Intertexto» porque remite a otros textos; «referencial» por su ambición de tratar la
realidad; «con pretensión probatoria sistemática» porque se trata de resistir a la
invalidación por parte de la comunidad científica.
La preparación de publicaciones es también objeto de negociaciones entre investigadores
y con las revistas. El tamaño del artículo, su división, el recurso a esquemas, tablas y
fotografías, son definidos por las normas editoriales de las revistas (que proporcionan
normas de estilo) y por los hábitos de la disciplina (por ejemplo, el plan IMRAD:
introducción, material y método, resultados, análisis y discusión). Sin embargo, para los
autores, la aplicación de estas normas no es evidente; son objeto de interpretación, de
ajustes y de resistencia, de desviación o de acuerdo. Los proyectos de artículos conocen
223
a menudo numerosas versiones antes de que sean estabilizados los contenidos y
formalizados.
Firma de las publicaciones
Siendo la investigación una actividad colectiva y los informes de investigación firmados,
la cuestión es saber quién firma y cómo se decide. El problema es tanto más importante
dado que está en el corazón de las prácticas cooperativas y de la evaluación profesional
de los investigadores. Pontille (2004) se interroga así acerca de las prácticas y los
dispositivos de firma: orden alfabético, orden decreciente de importancia o en función
de la contribución (el primer firmante es aquel que ha hecho el trabajo; el último es el
encargado o responsable del proyecto). Las convenciones y dispositivos que rigen la
práctica de la firma varían en función de las disciplinas y las revistas. Son objeto de
negociaciones entre investigadores en el curso de las que se redefine la naturaleza del
trabajo científico, la noción de autoría, la línea divisoria entre los que firman y los otros
(informadores, técnicos, participantes en el seminario que han aportado ideas…), así
como las contribuciones y responsabilidades de cada uno (especialmente en la validación
de los resultados). La firma, lejos de reducirse a la aposición gráfica del nombre de un
autor, remite a la puesta en escena local de los actores de la investigación (Restrepo,
2004), teniendo en cuenta las normas y exigencias impuestas por las revistas, los
mecanismos de evaluación de la investigación, el prestigio de las revistas y los factores de
impacto.
Las prácticas discursivas
Los científicos son también oradores: visitas a laboratorios, docencia, conferencias, paso
por los media, ante tribunales y en las arenas políticas. Seguir las variaciones de sus
discursos en función de las instancias en donde se expresan permite comprender las
competencias lingüísticas, sociales y políticas que forman parte de sus prácticas.43
El científico se dirige también a la sociedad. Su discurso produce efectos de autoridad
cognitiva, por ejemplo, cuando moviliza la noción de verdad o de términos como
descubrimiento, hecho, evidencia empírica, concepto, teoría, novedad, error.
Culturas materiales y cognitivas
La construcción de hechos científicos depende de instrumentos (productores de hechos y
de inscripciones) pero también de su ámbito, de su inserción en las infraestructuras (agua
de buena calidad, gas, aire filtrado) y en los colectivos de trabajo que han incorporado
224
maneras de hacer. Esta cultura material e instrumental es analizada por los estudios de
laboratorio (Latour y Woolgar, 1979; Pickering, 1984; Latour, 1987; Traweek, 1988;
Vinck, 1992, 1999, 2006; Knorr-Cetina, 1999) y por historiadores (Galison, 2002).
Según el filósofo Hacking (1983), la validez del dato salido de la experimentación no se
debe tanto a su fundamento teórico como a las múltiples intervenciones que permiten ver
y cotejar lo que es mostrado por diferentes instrumentos.
El caso de las nanociencias
Los investigadores conceden una gran atención a los instrumentos que condicionan el
acceso a su objeto de estudio. La fabricación de los objetos estudiados (de tamaño
nanométrico), el control de su manejo (hasta el control de la calidad del aire), su
visualización y su caracterización están en el corazón de las apuestas científicas,
tecnológicas e industriales. Actúan como si el que poseyera el buen equipamiento
poseyera el conocimiento y el poder de actuar. La cuestión del buen equipamiento es
crucial (Vinck, 2006). El ámbito de las nanociencias y nanotecnologías dejaría de
existir sin esa cultura material (Fogelberg y Glimell, 2003). Su progreso depende de
eso.
En los nanos, la cultura material se caracteriza por la acumulación de instrumentos
algunos de los cuales (microscopios de campo próximo) sirven a la vez para
manipular y para visualizar. Estas combinaciones de instrumentos están también
unidas a la interdisciplinariedad.
Las herramientas teóricas y conceptuales (modelos teóricos, métodos de simulación
y de optimización, herramientas de cálculo y de visualización) tienen también mucha
importancia; los instrumentos y sus algoritmos asociados fabrican imágenes que dan
visibilidad a lo que hacen. Circulan entre sus colegas, los usuarios potenciales de los
resultados, socios financiadores de la investigación y el gran público.
Las tecnologías intelectuales (métodos de cálculo, metrología, representaciones gráficas)
son ingredientes de estas culturas materiales. Bowker y Star (1999) analizan así la
construcción y el papel de las clasificaciones (infraestructuras invisibles). En la misma
línea, los trabajos se inclina también hacia las tecnologías de gestión: gestión de la
calidad, evaluación de riesgos, gestión de conocimientos, gestión financiera, etc.
225
Los técnicos, parte oculta del iceberg científico
Los técnicos son a menudo silenciados, tanto en la historia como en la filosofía o la
sociología de las ciencias. Este silencio de la literatura plantea una cuestión.
Los técnicos e ingenieros que, con frecuencia, ponen a punto los instrumentos no
parecen apenas sacar provecho de la diferenciación social entre científicos y técnicos;
no dejan casi ninguna huella en la literatura científica, aunque sí acceden a otros
modos de valorización (invitación a presentar sus técnicas, ya sea en una revista
profesional o en un fórum tecnológico). Por otro lado, la observación de los
laboratorios revela que son también importantes escritores; su producción literaria
(informes, documentos técnicos, diseños, patentes y argumentaciones); sin embargo,
a menudo se trata de literatura gris, poco visible.
Instrumentos locales/estandarización
Las herramientas de investigación son interesantes para estudiar cuando la técnica aún no
está bloqueada, cuando aún es una caja translúcida (Jordan y Lynch, 1996), donde se
leen todavía los acuerdos locales realizados por los actores.
Los investigadores construyen a veces ellos mismos sus propios instrumentos que son,
para ellos, transparentes y flexibles. En cambio, su difusión es limitada. La
centrifugadora, por ejemplo, veinte años después de su puesta a punto no podía ser
dominada más que por su inventor, aunque era considerada como un instrumento
científico irremplazable que muchos habían intentado copiar. Estas dificultades de
replicación de los instrumentos se encuentran en el caso del láser (Collins, 1974). Ni las
publicaciones, describiendo el instrumento (incluyendo informes internos y protocolos),
ni las visitas y el acceso a una valoración ad hoc fueron suficientes; los primeros ensayos
de reproducción de la técnica fracasaron y los investigadores que había puesto a punto la
técnica no comprendieron ellos mismos todos los parámetros del dispositivo que habían
puesto a punto. Hicieron falta numerosas visitas, demostraciones e intercambios
informales entre investigadores, inventores y sus seguidores antes de que estos últimos
lograran reproducir el láser. Y cuando lo lograron, nunca supieron por qué razones el
láser terminó por producir los resultados esperados. La construcción fue jalonada de
discusiones y ajustes; descansa sobre un saber hacer tácito cuya transmisión exige
proximidad. La transferencia de conocimientos entre laboratorios se parece más a un
aprendizaje que a un intercambio de información. Hizo falta un aprendizaje prolongado,
múltiples contactos, ensayos y errores, así como de la construcción de una relación de
226
confianza entre investigadores y su voluntad para que la transferencia fuese efectiva.
Los investigadores realizan también importantes inversiones (estandarización técnica y
normalización terminológica, intercalibración, definición de especificaciones por la
comunidad científica a fin de que los industriales produzcan instrumentos o productos
comparables entre un laboratorio y otro), para hacer posible la comparación y la
agregación de resultados de un laboratorio a otro (Vinck, 1992). Cuando el industrial
interviene, su tarea se limita a menudo a fijar algunas opciones, a reproducirlas y a
distribuirlas. La centrifugadora, por ejemplo, consigue difundirse en los laboratorios
porque una nueva versión se presta a varios usos y mejoras posibles fueron propuestas
por un industrial. Los investigadores se agarraron a ello y siguieron modificando el
instrumento en función de sus necesidades. En ciertos dominios, incluso de muy alta
tecnología, regidos por una gestión estricta de los procedimientos, el virtuosismo del
bricolaje técnico de los instrumentos es una rasgo de la identidad profesional de los
investigadores (Jouvenet, 2006).
Otros instrumentos salen de actividades no científicas. El galvanómetro producido por
la industria, por ejemplo, después fue adaptado a la actividad de los investigadores. El
instrumento no es científico por sí mismo sino por el uso que se hace de él. Allá donde
la industria espera del galvanómetro la exactitud de un resultado, el científico buscaba
sobre todo la sensibilidad del instrumento. Los investigadores aprecian poder dominar sus
instrumentos porque de este dominio depende el de los hechos mismos y la autoridad que
emana de ellos. Shapin y Schaffer (1989) analizan así las prácticas y las estrategias
desarrolladas por Boyle para hacer de su bomba de aire un instrumento que permite
resolver debates socio-políticos y religiosos. Con estos instrumentos, el laboratorio funda
un nuevo poder, el de hablar de los hechos con autoridad (Gooding, Pinch y Schaffer,
1989; Galison, 2002). Ahora bien, los instrumentos de investigación fabricados por los
industriales son cajas negras que son una fuente de ventajas (no tener que preocuparse
de la técnica) y de problemas (pérdida del dominio de lo que producen).44 También
vemos a investigadores apropiarse y desviar los instrumentos de los industriales, para
trasplantar allí un equipamiento de investigación y así construir un dispositivo híbrido
(Hubert, 2007).
Una vez el instrumento está disponible, accesible y controlable, se vuelve, a veces,
estructurante de las actividades de investigación: los problemas y las líneas de
investigación son reorientadas para sacar provecho de ello. Así, en un laboratorio de
endocrinología (Vinck, 1992), todos los investigadores están invitados a desarrollar sus
programas de investigación alrededor de una nueva técnica (la purificación de células B
227
del páncreas) que ha sido objeto de fuertes inversiones (laboratorios esterilizados, redes
de recolección de páncreas humanos, organización del trabajo en 3 x 8 h).
Las culturas materiales pesan en la producción y el mantenimiento de hechos
científicos y en la permanencia de las cuestiones de investigación y de las disciplinas
científicas.
Prácticas conceptuales y culturas epistémicas
Las prácticas experimentales tienen el mérito de poder ser observadas en tanto reposan
en actividades manipulatorias. La cuestión se plantea, sin embargo, en la viabilidad de
una etnografía de las prácticas conceptuales y teóricas, por ejemplo, en matemáticas.
Rosental (2003) observa que los lógicos despliegan una energía considerable en
actividad de demostración, en particular en la preparación y realización de exposiciones
escribiendo en el tablero. Este trabajo es constitutivo de la emergencia del formalismo.
Igualmente, el trabajo conceptual pasa por un trabajo material de escritura, de tachadura,
de borradura y de reescritura, sobre el papel, la pizarra y el computador. Una parte del
trabajo «abstracto» puede ser, de este modo, comprendida en su materialidad (Latour,
1996). Rosental da cuenta así de la emergencia de un teorema de lógica analizando las
operaciones de estabilización de los debates, las prácticas demostrativas y los saber-hacer
tácitos adquiridos durante los aprendizajes.
Enfoque relativista y constructivista de la lógica
Bloor había estudiado la lógica que explicaba a partir de la institución social. A
propósito del trabajo de Hamilton, propone una interpretación del desarrollo del
álgebra en términos de conquista de independencia de las matemáticas en relación a
las instituciones religiosas. Otros autores insisten en el papel de los saber-hacer tácitos
y en la capacidad de algunas escuelas matemáticas para imponer sus prácticas a
escala de redes internacionales. Analizan la coordinación construida alrededor de la
teoría de la relatividad, la influencia de las instituciones en la orientación de las
investigaciones y el papel de los «jefes» (Gispert, 1994) y las largas negociaciones en
función de intereses estratégicos de los grandes constructores, en el caso de la norma
de cálculo aritmético para las comas flotantes (MacKenzie, 1993).
Preocupados por dar cuenta de las prácticas de trabajo, Pickering y Stephanides
(1992) reconstruyen la historia de la investigación algebraica a partir de dos escritos
de Hamilton. Muestran que la práctica conceptual consiste en producir asociaciones
228
por las cuales los elementos se sostienen unos a otros. El proceso de modelización
está compuesto por movimientos forzados (rendición del matemático ante las
limitaciones que imponen el sistema de notación y las reglas ya admitidas) y de
movimientos libres (que dejan márgenes de maniobra al matemático y al juego
social).
Rosental, a partir de la observación de cursos de lógica y de debates entre lógicos en
un fórum electrónico, da cuenta de las operaciones de inscripción y de puesta a punto
de expresiones lógicas y su papel en la dinámica de los debates. Los escritos de los
lógicos no producen, en los lectores, los efectos previstos por su autor; los otros
lógicos no replican el modo de lectura deseado por el autor. Esto que es evidente para
unos no lo es para otros. Las interacciones entre los investigadores son, pues,
necesarias; pasan por las reescrituras. Rosental muestra así la importancia de la
actividad de demostración destinada a «hacer evidente» y de los saber-hacer tácitos
asociados para poner de manifiesto, hacer valer, poner en evidencia y transformalizar.
El estudio de los procesos intelectuales implica que sean recompuestas las dinámicas
colectivas con su arsenal de inscripciones (símbolos, tablas, gráficos y notaciones), de
instrumentos y de prácticas que aseguren la coherencia visual de las inscripciones.
Estos procesos cognitivos pasan también por las manos. Están más distribuidos que lo
que dan a entender los informes históricos y filosóficos. Las abstracciones son también
fruto de un trabajo concreto observable. De hecho, los científicos tienen poca confianza
en sus capacidades cognitivas (memorización, relación, distinción, encadenamiento) y a
menudo prefieren delegarlas a objetos cuya acción se puede observar. Tal es el caso de
código de color Munsell, dotados de huecos utilizados por los pedólogos45 que dudan en
afirmar correspondencias de colores tan pronto como son separadas una decena de
centímetros (Latour, 1993).
La mayor parte de los autores insisten en la importancia de los saber-hacer tácitos
asociados a las prácticas de tratamiento de huellas gráficas y simbólicas. Esos saber-hacer
remiten a los aprendizajes y a las culturas locales de equipos de investigación y de
comunidades científicas especializadas. Knorr-Cetina (1999) da cuenta de esto
subrayando la diversidad de las «culturas epistémicas».
El estatuto teórico del laboratorio
229
Los estudios sobre el laboratorio han contribuido a una mejor comprensión de las
prácticas científicas y del carácter construido de los hechos y los conocimientos. Son
también interrogados sobre el laboratorio en tanto que entidad y fenómeno social. A
menudo pensado como un lugar de producción de conocimientos, aparecido en el siglo
XIX, el laboratorio se ha convertido en uno de los principales centros de atención de los
estudios sociales sobre la ciencia (en detrimento de las entidades estudiadas antes:
comunidades científicas, disciplinas, papeles científicos). Este interés por el laboratorio se
explica por el desplazamiento de la atención de los aspectos institucionales al trabajo
científico, sus contenidos y sus procesos. Conduce también a apartarse de un análisis que
indexe los fenómenos a los factores sociales, cognitivos, técnicos y naturales, porque
estas dimensiones están asociadas en situación.
Nociones de laboratorio y del experimento
Las relaciones entre experimentos46 y laboratorio varían según las disciplinas. Los
laboratorios no están vinculados a la realización de ningún experimento (laboratorios de
control de calidad o de certificación de productos en los cuales las pruebas sustituyen a
los experimentos), mientras algunos experimentos se desarrollan sin laboratorio (por
ejemplo, las simulaciones o los experimentos que consisten en manipular una
representación del mundo). Algunas simulaciones, sin embargo, necesitan de
equipamientos considerables, como la maqueta de un puerto, o tecnologías sofisticadas
de manipulación de representaciones (computadores potentes).
En otras situaciones, el laboratorio recubre los experimentos (por ejemplo, en
biología) que consisten en intervenir sobre los objetos, transformarlos según un programa
de investigación, someterlos a diferentes pruebas para explorar efectos particulares. En
estos casos, los instrumentos tienen mucha importancia. Producen efectos
experimentales. Aquí no hay doctrina sobre la no intervención por parte del investigador.
Los experimentos son, en sí mismos, poco importantes; son disueltos en el proceso
experimental y, a veces, reunidos por las necesidades de publicación. El laboratorio es
una entidad colectiva, social y política, identificada a la persona de su jefe.
El laboratorio puede también ser recubierto por el experimento. Tal es el caso en
física de altas energías donde el laboratorio no es más un elemento entre otros del
experimento. El experimento es preparado durante años en el seno de una organización
que reagrupa a varios laboratorios. A la salida del experimento, los datos son repartidos
entre los laboratorios para su examen. El experimento orienta el trabajo de los
laboratorios.
230
Un dispositivo de consolidación de nuevas configuraciones
El laboratorio es también un dispositivo de reconfiguración (Knorr) de entidades de la
naturaleza y de la sociedad; un espacio que instaura un nuevo campo fenoménico, un
medio ambiente «aumentado» que arranca los objetos de la naturaleza y los instala en un
medio ambiente socializado. El laboratorio reconfigura también las entidades sociales
(investigadores y equipos) para hacer de ellos dispositivos epistémicos.
Los resultados construidos en laboratorio ganan en consistencia a causa de sus
procesos de especificación local. El trabajo de reconfiguración que se despliega allí saca
provecho de los recursos y oportunidades locales para producir constructos, teniendo
más oportunidades de resistir a la adversidad una vez salidos del laboratorio. El
laboratorio es un dispositivo de protección de los proyectos de investigación frente a las
múltiples contingencias que les afectan (Vinck, 1992). Es un nicho que hace posible un
proceso de especiación. Es también un espacio de producción de reglas (Louvel, 2011) y
de demarcación antropológica (Hernández, 2011).
Enfoques y críticas de la antropología de las prácticas
científicas
El análisis de las prácticas de laboratorio remite a varios enfoques resumidos a
continuación:
Enfoque transversalista de la actividad científica y socio-epistemológica: los
estudios de laboratorios tienen aquí en cuenta la estructuración intelectual y social; el
peso de los factores cognitivos y sociales. Los autores se ocupan de comparar los
laboratorios y de reconstruir su historia.
Etnografía: no se trata de un enfoque conceptual sino de una postura metodológica
que supone la construcción de una relación de extrañeza en relación a la cultura local.
231
El observador (ingenuo), que no conoce ni la lengua, ni las costumbres, se esfuerza
por aproximarse e integrarse en la situación local a estudiar, por comprender lo que la
gente hace y piensa, por hacerse aceptar, por tener acceso a lo que pasa y
experimentarlo concretamente. Su postura pretende alcanzar el fondo cultural
compartido e implícito, y dar cuenta de eso en un lenguaje alejado del de los
indígenas.
Interaccionismo simbólico: estudia la influencia recíproca que los participantes en
una situación ejercen sobre sus acciones respectivas (la interacción es considerada un
sistema social en miniatura). Muestra que la actividad científica está hecha de
reajustes y negociaciones. Pone la atención en las perspectivas de los actores (de ahí
su calificación de simbólico), sus interacciones, los flujos de problemas y el trabajo
de articulación. Postula que las producciones científicas son el fruto de una
construcción social, producida por la acción colectiva y de las negociaciones entre
actores en un contexto organizacional dado. El contenido intelectual no se distingue
de su contexto organizacional (Star, Fujimura, Clarke).
Antropología simbólica: estudia las diferencias culturales en una perspectiva
comparativa. Traweek (1988) compara de esta forma las comunidades de físicos de
altas energías en Japón y Estados Unidos: liderazgo, concepción del trabajo, prácticas
de diseño y construcción de detectores de partículas. Muestra el contraste entre la
cultura de equipo deportivo norteamericana (en la que el «capitán» ha aprendido a
identificar a las personas competentes y a desarrollar una estrategia ganadora) y la
cultura de la familia japonesa (donde cada uno es responsable de los recursos y los
estatutos están definidos por la edad). Da cuenta también de la diferente afinidad de
los investigadores en relación a la fabricación de instrumentos: los norteamericanos
prefieren componer ellos mismos los equipos, contrariamente a los japoneses que
dependen de la industria. En una perspectiva similar, Knorr introduce el concepto de
culturas epistémicas para iluminar importantes diferencias según las disciplinas.
Constructivismo: la experiencia humana es construida por las categorías del lenguaje
y la cultura; es el resultado de relaciones sociales. Las producciones científicas son
construcciones locales que se explican por los procesos que desembocan en ellas; son
situadas e idiosincráticas. La idea de construcción social ha sido utilizada para
originar un examen crítico de las instituciones presentadas como ineludibles. ¿Qué
pasa con los objetos que decimos que serían socialmente construidos? (Hacking,
1999): ¿se trata de la idea que nos hacemos del objeto, de las categorías y
representaciones utilizadas para hablar de él o de la realidad del objeto? El hecho de
232
que las instituciones sociales, las tecnologías (Bijker et al., 1987) y la innovación
sean socialmente construidas no provoca muchas objeciones. En cambio, la
afirmación de que los hechos científicos, incluso los objetos del mundo natural (por
ejemplo, los neutrinos) sean construidos, provoca muchas emociones en los medios
científicos. Sin embargo, no todos los constructivistas reducen la explicación
únicamente a los procesos sociales. Los constructos son explicados de diversas
maneras según los autores: 1) Como resultado de negociaciones y cumplimiento
interaccional (Knorr, Lynch, Star, Fujimura, Clarke). 2) Como construcciones
literarias resultado de bricolajes representacionales (Latour y Woolgar). 3) Como
construcción local a partir de los medios y recursos a disposición y en función de las
circunstancias (Fujimura, Jordan y Lynch, Knorr, Vinck). 4) Como resultado de
culturas locales de fabricación de los hechos (Knorr, Traweek).
Etnometodología: hechos y enunciados científicos son considerados como
emergencias locales, realizaciones prácticas, contingentes y situadas, inseparables del
curso de la encuesta que los produce. Resultan de la dinámica interaccional entre los
miembros de la situación. La explicación no tiene que buscarse del lado de las
fuerzas sociales escondidas detrás de los actores sino en la situación. Los únicos
elementos pertinentes para la explicación son lo que hacen y dicen los actores en el
contexto preciso en el que están. Para Lynch (1985), la investigación científica no es
otra cosa que el curso tangible de la acción y las conversaciones que observa,
teniendo en cuenta la indocilidad de los materiales y de los objetos manipulados en el
laboratorio. La etnometodología enseña a controlar algunas técnicas utilizadas por los
investigadores, anota los acontecimientos que se producen en el trabajo, describe el
despliegue secuencial de las actividades, registra los intercambios verbales, pone
atención en los gestos y palabras que surgen alrededor de los problemas aparecidos
en la práctica, las expresiones de incertidumbre emitidas por los investigadores y las
conversaciones donde se realiza la coordinación del trabajo. Las conversaciones son
analizadas en tanto que elementos constitutivos de la acción. La encuesta
etnometodológica se distingue de los enfoques que producen los informes
descontextualizados (modos de razonamiento, normas de comportamiento, relaciones
de influencia, formas de organización).
233
Las críticas
Los estudios de laboratorio y el constructivismo han sido objeto de numerosas y fuertes
críticas, de las que aquí están las principales:
La constitución local y contingente de los hechos: que los objetos de la naturaleza,
los hechos y los enunciados científicos sean inseparables del curso de acción que los
produce es considerado poco plausible. Sin embargo, versiones menos radicales
pasan por más aceptables, en particular, aquellas que sostienen que las entidades
descubiertas por las ciencias están dotadas de nombres, características y técnicas
asociadas que están construidas. No se afirma sólo que lo real está construido sino
que está localmente especificado e inserto en un espacio sociotécnico.
La formación local del consenso científico: la mayor parte de estudios de laboratorio
se han limitado al estudio de un solo laboratorio o de algunas situaciones de trabajo.
En realidad, los autores lo reconocen; la formación de un consenso científico implica
a menudo a varios laboratorios, incluso a la totalidad de la comunidad científica. Sin
perder el rigor de los estudios locales de prácticas, convendría entonces tener en
cuenta los procesos de estabilización de los hechos, sobrepasando los lugares de los
laboratorios y siguiendo a los actores fuera de los mismos.
La ignorancia del contexto: los estudios de laboratorio se han limitado al estudio de
lo que pasa en el seno del laboratorio, e ignoran el contexto institucional, político y
social. Los autores aludidos se lo conceden de buena gana y preconizan la extensión
234
de este tipo de estudio a otros lugares de la producción científica: comités de
redacción de revista, coloquios, tribunales, instancias de regulación (técnicas,
bioéticas…), agencias de política científica, redes de cooperación científica,
hospitales, industria. La idea es seguir a los actores y a los objetos (textos,
instrumentos, materiales). Los estudios de laboratorio muestran por otra parte lo
ligados que están y su interdependencia en relación a los actores exteriores; el
laboratorio no es más que eslabón en las redes. Conviene, pues, no sobrevalorar el
papel del laboratorio; su papel varía según los campos y las situaciones estudiadas.
La indiferenciación de los factores: Gingras (2000) lamenta el rechazo de jerarquizar
el orden de los factores susceptibles de explicar el establecimiento, la circulación y la
difusión de los hechos y los enunciados científicos. Este a priori es problemático, «en
primer lugar porque una cosa es identificar la heterogeneidad de los factores
asociados con una actividad científica y otra es demostrar su similar importancia en la
formación de un consenso general alrededor del valor de los productos de esta
actividad» (p. 193).
El olvido de la dimensión temporal: los estudios de laboratorios, hasta los más
largos, están limitados a algunos años. Ahora bien, las historias de los laboratorios
son a menudo largas y su dinámica temporal es también interesante de analizar para
dar cuenta de la emergencia de las producciones científicas. Por otra parte, los
actores científicos también producen objetivos a largo plazo y reglas que encuadran
su propia acción (Louvel, 2011).
Los límites de la ingenuidad del observador: la extrañeza constituye un recurso para
el estudio de los laboratorios; evita especialmente caer en la repetición del discurso de
los actores y permite poner los interrogantes sobre los hechos que parecen naturales a
los miembros de la situación. Esta extrañeza e ingenuidad también tiene sus propios
límites, especialmente en términos de acceso a la comprensión de algunos hechos y
gestos. Por más que el observador pida explicaciones, no es seguro que las obtenga ni
que comprenda el sentido que coloca el actor científico en ellas. La crítica supone
que habría una naturaleza profunda de las actividades de los investigadores a la que
no tendrían acceso los observadores sin referirse al saber adquirido en el campo
estudiado.
La ausencia de marco explicativo: el lenguaje descriptivo propuesto por Latour
estaría compuesto de formas vacías que no se añadirían nada a lo que dicen los
actores mismos. Latour confundiría los planos ontológico, epistemológico y
lingüístico a causa de un uso abusivo de la semiótica; su proyecto intelectual es
235
precisamente anular tales distinciones. Querer explicar una cosa por otra supone
distinguirlas a priori, lo que rechaza Latour.
Conclusión: ampliación de los estudios de laboratorio
Los estudios sobre el laboratorio, a fin de cuentas, no fueron plétoras. En comparación
con el gran número de laboratorios que existe en el mundo, de sus profundas diferencias
y de sus transformaciones a lo largo del tiempo, los pocos estudios de laboratorio
disponibles no hacen más que descifrar una pequeña parcela de la actividad científica.
También ha sido recalcada la importancia de estudiar de la misma manera otros lugares
de la producción de conocimiento: revistas, comités científicos, oficina de estudios
(Dowey, 1998; Vinck, 1999), instancias de regulación, plataformas tecnológicas (Keating
y Cambrosio, 2003; Hubert, 2013), movimientos asociativos. Se trata de diversificar los
puntos de observación y de dar cuenta de espacios sociotécnicos pertinentes más allá de
los laboratorios.
El constructivismo ha conducido a la indiferenciación a priori de los factores cognitivos,
naturales, técnicos y sociales. Autores como Callon y Latour han propuesto una nueva
terminología (teoría del actor-red y de la traducción) a fin de evitar las trampas del
lenguaje que tienden a llevar los investigadores a las categorías de naturaleza y sociedad,
mientras que no habría más que híbridos. Los enunciados científicos son tratados
entonces como redes sociotécnicas más o menos extensas y fuertes; no se reducen, pues,
a las producciones locales, ya que los investigadores se esfuerzan por construir redes
extensas hasta poder soportar su universalidad. Estos análisis tienen en cuenta las
resistencias que ofrece el mundo material en relación a los procesos de construcción
social; Latour (1994) propone incorporar a los no humanos en el análisis de las
actividades estudiadas.
En el capítulo siguiente, cerraremos nuestra presentación volviendo a la cuestión de la
articulación de las ciencias, los laboratorios y de la sociedad.
Lecturas recomendadas
Referencias en otros capítulos: Eisenstein (1991) en el capítulo 3; Knorr (1999) en el capítulo 5.
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Otras lecturas citadas
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Notas:
40. Esta situación es muy diferente a la de la física de altas energías, donde la relación con el instrumento de
investigación condiciona la movilización de un gran número de investigadores de los que las competencias,
específicas y complementarias, son exigidas por el aparato y por el fenómeno estudiado. El trabajo está
239
organizado de manera muy estructurada y centralizada.
41. Ver la presentación comparada de las «Instrucciones para la fijación de perfusión vascular» y del informe
etnográfico de su puesta en funcionamiento en Lynch, 1985, págs. 69-74.
42. Véase Goody (1980, 1986, 2000) sobre el papel del grafismo; Eisenstein (1991) sobre el papel de la letra
impresa.
43. Sobre el oficio de orador científico, véase: L’angoisse du conférencier, le soir, dans son hôtel, págs. 79-81
en Latour (1993); Noblesse oblige, 169-182 en Mulkay (1991) (parodia de una sesión de entrega del Premio
Nobel).
44. Véase el análisis de la controversia entre investigadores sobre la adopción preferencial de la termometría de
hilo caliente (flexible y controlada por los investigadores) y de la termometría láser (más precisa, pero
dependiente de los saber hacer industriales). (Bagla-Gökalp, 1996).
45. La pedología es el estudio científico del suelo y su estructura [N. del T.].
46. El experimento consiste en el aislamiento de variables, su exploración y comparación. Trata de eliminar los
sesgos y la subjetividad. Hay pocos estudios de experimentos en la literatura.
240
7
El laboratorio en la sociedad
Los estudios sobre el laboratorio ayudan a comprender la construcción local de las
producciones científicas, pero no su validación en el seno de la comunidad científica, su
utilización por otros investigadores o actores socio-económicos, su traducción en
desarrollos tecnológicos, y su aceptación, difusión y apropiación por la sociedad. Latour
(1983) escribe: «Give me a laboratory and I will raise the world»,47 pero el misterio del
poder del laboratorio permanece sin desvelar. El laboratorio reconfigura entidades de la
naturaleza y de la sociedad insertándolas en un conjunto socio-técnico; fabrica nuevos
seres, produce visiones del mundo, instrumentos y colectivos, pero conviene sobrepasar
el laboratorio y seguir lo que ocurre con estas producciones que cambian el mundo.
Más allá del laboratorio
Más allá del laboratorio, el investigador depende de otros investigadores para la
validación científica de sus construcciones locales. Si las ignoran o las rechazan, se
quedan en el ámbito local. Si las retoman, enmiendan, adoptan e integran en nuevas
construcciones, eventualmente se convierten en verdades universales.
La evaluación por los pares
Las producciones científicas están sometidas al juicio crítico de los pares. Los proyectos
de publicaciones están sometidos a los colegas, circulan antes de su publicación, son
objeto de presentaciones durante coloquios donde se benefician de una primera puesta a
prueba. Igualmente, una memoria de tesis las convierte en objeto de discusión y relectura
antes de ser sometida a un jurado. Todo sucede como si una parte del proceso de
evaluación se desplegara entre colegas antes de pasar ante las instancias de
evaluación. Para la constitución de un jurado de tesis, por ejemplo, el director de la tesis
241
se hace una idea del valor de la memoria y del candidato, gracias también a las
discusiones durante seminarios, antes de invitar a los colegas para el jurado. Si la tesis es
mediana, vacila en hacer desplazar a los colegas prestigiosos; su propia reputación está en
cuestión. Por el contrario, si es brillante, utiliza su influencia e insiste ante su colega:
«Verás, esto verdaderamente merece la pena». Además, la composición del jurado ya es
el fruto de una primera evaluación informal. Lo mismo ocurre antes de que un artículo
llegue a la mesa del editor. Las discusiones que conducen a definir quién firma una
publicación forman parte de los mecanismos de evaluación informal (Pontille, 2004).
Vienen entonces los momentos oficiales de la evaluación: la defensa de la tesis, el
concurso, el examen de los artículos sometidos a las revistas (Zuckerman y Merton,
1971). ¿Cómo se escoge a los evaluadores? ¿Por qué procedimientos concretos
construyen éstos su evaluación? ¿Cómo son negociadas las evaluaciones en el seno de
los comités de redacción y cómo son integradas por los autores? Deloncle, analizando los
informes de obras publicadas en la Revue Française de Sociologie, saca los factores
sociales que conforman la crítica. Muestra que la crítica negativa es rara (menos del
20%) y responde a una lógica social: el autor que está bien provisto de capital científico
no ataca a un investigador que lo está menos. A menudo críticos y criticados están en
posiciones casi equivalentes. La crítica negativa es algo de comentadores con menos
capital científico. Funcionan como un operador de engrandecimiento de sí o como
confrontación entre casi iguales.
Las redes y los colectivos de investigación
Las producciones científicas (literatura gris, publicaciones, conocimientos incorporados
en los individuos o materializado en los instrumentos o muestras) circulan por espacios
que contribuyen a la producción de conocimientos. Estos espacios son más o menos
heterogéneos.
El modelo de confinamiento postula una separación institucional entre la investigación
y el resto de la sociedad (demanda social, innovación). Los investigadores constituyen un
grupo profesional específico, movilizado según las necesidades en procesos de
innovación. En el modelo de la investigación distribuida, por el contrario, la actividad
de investigación está diseminada entre actores para quienes la investigación no es la única
actividad. Callon (2003) habla de colectivo de investigación distribuido para
comprender las dinámicas conjuntas de investigación e innovación socioeconómicas. Su
análisis supone seguir la circulación de los actores y objetos intermediadores y del
trabajo de movilización de mundos, constitución de centros de cálculo y de acción sobre
el mundo.
242
Inscripciones, objetos intermediadores y móviles
Una parte del trabajo científico consiste en producir inscripciones, las cuales tienen un
papel importante en la fabricación de conocimientos cuando son (Latour, 1987):
Móviles: gracias a ellas, los fenómenos pueden ser desplazados en el tiempo (para
estudiarlos en mejores condiciones) y en el espacio (arrancados al universo para
estudiarlos en laboratorio).
Inmutables: contrariamente a los fenómenos, efímeros, y a las muestras que se
degradan, las inscripciones están fijadas e inmovilizadas. Es posible volver a ellas.
Planos: es muy fácil dominarlos con la mirada exponiéndolos sobre una mesa
(contrariamente a los objetos en tres dimensiones y opacos).
Proporcionales: el tamaño de los objetos (galaxias o nano-objetos) puede ser
modificado sin alterar las proporciones internas; se refieren entonces a algunos
decímetros cuadrados.
Reproducibles a bajo coste: lo que facilita su movilidad y su difusión.
Combinables: gracias a la coherencia óptica de las inscripciones, diferentes aspectos
de un fenómeno pueden ser unidos y el fenómeno recompuesto.
Superponibles: las inscripciones originarias y de escalas diferentes pueden ser unidas,
comparadas, superpuestas y articuladas. Su acercamiento puede hacer aparecer
efectos de estructura o regularidades y conducir a abstracciones.
Incluibles en los textos: textos y huellas de fenómenos estudiados son reunidos,
comparados y articulados para producir una homogeneidad semiótica.
Preparados para un tratamiento geométrico: pueden entrar en el mundo de las
matemáticas, ser medidos y manipulados más fácilmente que cuando estaban en
palabras o en tres dimensiones.
El trabajo científico produce también objetos intermediadores (Vinck, 1999) arrancados
al mundo y dispuestos para el beneficio del laboratorio (fósiles, fotos, notas sobre el
terreno, muestras, datos) o creados en el laboratorio (maquetas, sondas, secciones,
instrumentos, ratas transgénicas). Los investigadores se esfuerzan en hacerlos móviles,
inmutables y combinables gracias a las técnicas de conservación y estandarización
(formatos de los herbarios y de los cortes histológicos) negociados entre investigadores,
243
recolectores de muestras o de datos (naturalistas de campo, médicos proveedores de
casos clínicos, encuestadores), aficionados o profesionales. Concepción, producción,
circulación, conservación y uso de estos objetos ocupan a los investigadores y consumen
una buena parte de los recursos en las redes de cooperación científica (Vinck, 1992).
Objetos intermediadores en las redes de cooperación científica
Documentos: listas de datos, artículos, informes, propuestas de investigación,
cuestionarios, fotos, patentes, protocolos, órdenes de pedido, soportes magnéticos.
Permiten a los investigadores estar en contacto entre ellos y con todos aquellos que
se interesan en su trabajo (socios, docentes, industriales). Los autores representan de
forma autorizada lo que hacen las entidades de la naturaleza, constituyéndose en sus
legítimos portavoces (Beltrame y Jungen, 2013).
Productos, reactivos, materiales, especímenes y muestras (incluyendo animales o
sustitutos de cuerpos humanos llamados fantasmas). La accesibilidad del material
afecta a la organización social de la investigación, su desarrollo y sus orientaciones
cognitivas (véase Oudshoorn, 1994, en el caso de la orina y de las hormonas
sexuales).
Instrumentos: saber hacer incorporado y portavoz de enfoques teóricos son asociados
a prescripciones de uso y acompañados de textos (modos de empleo), de otros
objetos (reactivos, utilidades) y de personas (demostradores, reparadores y usuarios
experimentales).
La dinámica de intercambios y cooperaciones científicas pasa también por la circulación
de personas (investigadores, técnicos) que son igualmente competencias científicas,
técnicas y organizacionales incorporadas.
Movilización de mundos y centros de cálculo
El laboratorio está conectado con las redes de las que depende y que contribuye a
transformar. Debe su fuerza a su capacidad de movilizar mundos (Latour, 1987;
Milanovic, 2011), es decir, de atraer hacia él objetos extraídos del mundo, que
transforma y acumula. Esta movilización implica la construcción de redes que permiten
absorberlos hacia él: organización de expediciones, sondas interplanetarias u organización
de redes de recolección de datos. Convertidos en un centro de acumulación, hace
244
posible el paso de los conocimientos locales a un conocimiento universal. La imprenta,
desde este punto de vista, ha permitido reunir obras antiguas y anotaciones sobre el
terreno, aproximarlas, compararlas y sintetizarlas. Ha facilitado la difusión de referencias
comunes y permitido volver la ciencia acumulativa y más universal (Eisenstein, 1991). El
poder de las ciencias y la robustez de sus enunciados mantienen movilizados, de este
modo, a los mundos, y transformados por el laboratorio. En el seno del laboratorio, el
investigador domina con su mirada el conjunto de esos materiales o datos. Su dominio
del universo procede especialmente de esta capacidad para reunir huellas ópticamente
coherentes, representar acontecimientos separados en el tiempo y en el espacio, y
mantenerlos juntos (fauna, tabla atómica, mapa, estadísticas domésticas). (Desrosières,
1993). Inventa y prueba también nuevas combinaciones de las que salen nuevas
entidades. Así, a partir de las huellas en las cámaras de burbujas, los físicos hacen surgir
las características de una partícula elemental; a partir de los datos de una encuesta a
individuos, el sociólogo hace aparecer grupos y representaciones sociales.
Los colectivos de investigación
Los conocimientos y productos que salen del laboratorio no circulan espontáneamente. Si
son nuevos tienen el riesgo de no ser comprensibles más que por aquellos que los han
fabricado e integrado, aquellos que comparten competencias y medios similares. Su
circulación depende de la construcción de otras redes donde las competencias y las
enseñanzas estén armonizadas, los enunciados codificados, los instrumentos comparables
(normalización técnica) y las muestras equivalentes (gracias a los protocolos definidos de
común acuerdo en el seno de las sociedades científicas). Esta puesta en equivalencia
entre laboratorios supone un trabajo de intercalibración de los instrumentos, de control de
calidad, de validación de nuevos métodos, de formación y circulación de jóvenes colegas,
de armonización de prácticas y creación de revistas que permitan hacer circular los
nuevos enfoques.
El éxito de los laboratorios depende también de los colectivos de investigación
distribuidos, compuestos por investigadores, de profanos y de otros autores igualmente
concernidos, que ponen en común saberes alrededor de los objetos y técnicas que les
aproximan. Sus competencias se hibridan mientras definen juntos los problemas y
construyen los conocimientos compartidos. Según Knorr (1999), la producción de
conocimientos es indisociable de estos colectivos que intervienen en los protocolos y los
flujos de materiales y de textos. En el caso de la física de altas energías, los cientos de
investigadores e ingenieros diseminados (países, disciplinas, organizaciones privadas y
públicas) interactúan durante varias decenas de años alrededor de un instrumento y de un
245
experimento. Un investigador particular no participa, por otra parte a menudo, más que
en una parte del experimento, en la que no es más que un interviniente entre muchos
otros. Coopera y co-firma los artículos (a veces, de algunas decenas de firmas). Forman
comunidades epistémicas organizadas para producir conocimientos codificables. Se
distinguen de las comunidades de práctica (Wenger, 1998) compuesta por individuos
comprometidos en actividades prácticas similares y que están interesadas en compartir y
desarrollar en conjunto los conocimientos asociados a estas prácticas. Los colectivos
epistémicos y de prácticas (Callon, 2003) pueden llegar a ser comunidades (Amin y
Cohendet, 2004) si se desarrolla allí el sentimiento de una identidad colectiva.
La acción de la investigación en el mundo
Del laboratorio salen nuevos entes (ideas, objetos) susceptibles de influir en las
conciencias y los conocimientos en las empresas, la salud, la decisión pública y los
media. Los modelos y los textos producidos en el laboratorio, así como las personas
formadas por los investigadores (futuros ciudadanos, industriales, consumidores,
docentes, gestores, políticos…) contribuyen a redefinir las agendas políticas como, por
ejemplo, en el caso del cambio medioambiental global (global change). Los laboratorios
comprometidos en estas cuestiones han formado expertos que llegan a ser después
ayudantes de responsables (véase el caso de los economistas de la salud en Gran Bretaña
[Ashmore, Mulkay, Pinch, 1989]).
Los científicos construyen también instrumentos que muestran a los colegas y a los
industriales. Estos instrumentos conducen sus saber hacer y hacen de portavoces de las
preocupaciones y formas de trabajar de los investigadores. Prolongan la acción de los
laboratorios en la sociedad, como en el caso de la división automática de las marcas de la
electrocardiografía, donde los investigadores se coordinan e imponen nuevos estándares
técnicos a la industria. En el caso del cambio climático, los científicos producen modelos
de evaluación del recalentamiento global que llegan a ser políticamente hegemónicos.
Del laboratorio sale dinero para comprar los productos que necesitan los investigadores.
Mediante sus pedidos, llegan a orientar los desarrollos industriales. En el caso de la
«Boron Neutron Capture Therapy», reagrupándose, los laboratorios se ponen de acuerdo
sobre sus necesidades en productos e imponen a los industriales que se lancen a su
producción. Al hacerlo, especificando reactivos que necesitan para sus investigaciones
acerca de un nuevo método terapéutico, ponen las bases para un nuevo mercado hacia el
cual crecen las industrias. Los investigadores contribuyen también así a crear demanda
para un nuevo producto. A veces, los investigadores actúan también en los hospitales, las
empresas o las explotaciones agrícolas, para hacer posible la aplicación de métodos
246
puestos a punto en el laboratorio. La circulación de estudiantes y las tesis profesionales
constituyen un vector hacia estos miles de usuarios, igual que la puesta a punto de
instrumentos de medida, metrologías, y de normas que contribuyen a transformar el
mundo en una extensión del laboratorio.
Los conocimientos son también co-construidos con otros actores, como los grupos
huérfanos y los grupos afectados (Callon, 2003). La «comunidad» de software libre es
un ejemplo de grupo huérfano (colectivo de investigación que emerge de fuera de los
cuadros sociotécnicos existentes) donde se tejen las relaciones entre investigadores,
industriales y usuarios de los productos informáticos de cara a reorientar las trayectorias
de innovación. Los intercambios se desarrollan entre ellos hasta que estructuran una
instancia de coordinación que evalúa, clasifica, conserva y difunde las contribuciones de
cada uno y les reconoce con gratificaciones simbólicas. Los saberes producidos son
formalizados y codificados; el colectivo de práctica se convierte en epistémico.
Desbloquea la trayectoria de innovación impuesta por los industriales y contribuye a la
entrada de nuevas firmas en el juego y a lanzar nuevas investigaciones académicas. De la
misma manera, los bio-informáticos californianos y sus asociaciones locales, o incluso las
asociaciones profesionales, investigadores y profanos, que se reagrupan en torno a una
enfermedad, establecen orientaciones de investigación alternativas y la discusión de
resultados. Son también ejemplos de grupos huérfanos (Rabeharisoa y Callon [1999]
para la miopatía; Epstein [1995] para el SIDA).
Otros colectivos de investigación (grupos afectados) emergen de la toma de conciencia
de desbordamientos y de efectos inesperados a las innovaciones sociotécnicas, como en
el caso de los efectos potenciales de las antenas sobre la salud de los vecinos. Impulsan
dinámicas de producción de conocimientos y movilizan a investigadores para reorientar la
I+D. Es así también como los vecinos de una mina que observan un número anormal de
leucemias infantiles, alertan a los especialistas, realizan encuestan y movilizan a expertos.
El colectivo crece y se organiza, compromete varios procesos. Al cabo de algunos años,
un nuevo síndrome es reconocido e integrado en las clasificaciones oficiales.
También los sitios industriales son lugares de producción de saber, los cuales utilizan
algo del conocimiento académico. En los países desarrollados, el sistema universitario
proporciona el entrenamiento necesario a una fuerza de trabajo cualificada: operadores,
técnicos e ingenieros, pero también investigadores industriales. Cuando esos empleados
dentro de las empresas mantienen los lazos con el mundo académico es un factor de
modernización y de innovación. En cambio, en otros países, la educación superior y la
industria han permanecido más distantes la una de la otra. Sin embargo, los sitios
247
industriales son sitios socio-cognoscitivos donde se produce también un conocimiento, lo
que analizan Hebe Vessuri y sus colegas (Vessuri et al., 2005) en el caso de la industria
petrolera venezolana. Su estudio da luz a un universo complejo de interacciones entre el
conocimiento heredado de las antiguas firmas concesionarias extranjeras, el conocimiento
saliendo del aparato público de investigación y la dinámica del conocimiento tácito local.
Para entender la dinámica de este conjunto heterogéneo, examinaron cinco sitios
sociocognitivos: la industria petrolera venezolana, las firmas proveedoras, los operadores
de refinería, las escuelas de ingeniería de petróleo y la ciencia universitaria. Un evento les
permitió evaluar la importancia del conocimiento tácito corporizado en la comunidad de
practicantes compuesta por operadores de la refinería. La Refinería de Puerto La Cruz
fue la única que no interrumpió las operaciones en el país durante la huelga de la
industria petrolera, aunque la línea de gerencia vertical se rompió durante ese lapso. Un
grupo de trabajadores decidió desobedecer las órdenes superiores manteniendo en
funcionamiento la refinería. En esa ocasión, se observó el quiebre de la jerarquía laboral
anclada en la estratificación formal de conocimiento codificado. Las actividades
continuaron durante la huelga, mientras que la gerencia y responsabilidad operativa
durante la emergencia fueron asumidas por individuos quienes tenían un origen educativo
como técnicos, que comenzaron a intercambiar informaciones con sus compañeros.
«La decisión de mantener operativas las instalaciones en condiciones tan irregulares implicaba que los
trabajadores de diferentes unidades que no se habían incorporado a la huelga tenían que trabajar juntos, comer
y dormir en el mismo lugar, pues además de la falta de personal tenían que mantenerse vigilantes contra
posibles sabotajes. Como las operaciones tenían que realizarse manualmente porque los sistemas automatizados
habían sido bloqueados, los operadores buscaron la ayuda de personal jubilado y otros trabajadores que por
diversas razones habían sido despedidos por la compañía y que eran recordados por sus compañeros por su
saber hacer y experiencia en operaciones. Igualmente, trabajadores de firmas contratistas que operaban en [la
refinería] prestaron sus servicios en áreas críticas de la refinería durante la crisis» (Vessuri et al., 2005, págs.
33-34).
Esta experiencia mostró que hay una fuente de conocimiento en personas que
usualmente no son incluidas en las descripciones de capital humano. El conjunto de
operadores, técnicos, vecinos, jubilados, contratistas e investigadores tiene la capacidad
colectiva de producir un conocimiento que compensa en parte al de los ingenieros, de los
servicios de gerencia y de la línea de mando.
Teoría del actor-red (Actor-Network Theory) o sociología de la innovación
La producción de conocimientos y la innovación atañen a la construcción de redes
sociotécnicas y, por tanto, a una actividad de ingeniería heterogénea (Law, 1987).
Tratando de dar cuenta de la robustez de estas producciones, Calon y Latour han
248
desarrollado un marco conceptual epistemológico y metodológico (capítulo 5) y una
antropología de los laboratorios (capítulo 6). Los principios de simetría y de asociación
son los fundamentos sobre los que se apoya este marco conceptual para explicar las
diferencias que producen las ciencias y las técnicas.
Conforme a estos principios, se propone un repertorio para hablar en los mismos
términos de aspectos técnicos y sociales. Los términos de verdad, naturaleza,
racionalidad… siendo utilizados por los actores, Callon propone el repertorio de la
traducción (Callon, 1986). La traducción es un proceso general por el cual un mundo
social y natural se configura y estabiliza. Comprende varias dimensiones: la
problematización, el interesamiento, el enrolamiento y la movilización de aliados. Es el
mecanismo de base de la constitución de relaciones que constituyen las redes (Latour,
2006).
Problematización
Cuando los ingenieros lanzan, en los años setenta, proyectos de desarrollo del vehículo
eléctrico, producen primeramente discursos en los cuales trazan fronteras entre lo que es
un problema y lo que no lo es,48 lo que es conocido (que puede ser aplicado) y lo que no
(que necesita más investigación). Localizan los problemas que deben ser resueltos.
Construyen una nueva realidad, a través de palabras y argumentos, deconstruyendo
otra. Definen nuevas entidades y relaciones que forman una problematización. Tratan de
imponer esta definición de la realidad con argumentos que se fundan en la autoridad. En
el caso de los microcomputadores en Brasil en los años 1970 se producen así debates y
negociaciones que llegan a una problemática original, ligada a un desarrollo propio para
los países colonizados, y a un nuevo espacio híbrido que Ivan de la Costa Marqués
(2004) llama «laboratorio-oficina de abogados» para negociar los objetos tecnocientíficos
(entre copia inaceptable y retro-ingeniería legítima). En tales problematizaciones, los
actores unen contenidos y competencias para poner en orden, e identifican los grupos
(disciplinas, empresas) a movilizar sobre estos problemas (articulación sociológica);
definen simultáneamente los contenidos y los contextos. Las articulaciones son sociológicas.
La relación establecida entre las problemáticas de los actores se denomina traducción
porque opera entre dos registros distintos, acercándolos. Sectores de actividades
heterogéneos son puestos en relación y se propone una vía de paso entre ellos. Por
ejemplo, los investigadores que trabajan en las pilas de combustible traducen «crisis
energética» por «vehículo eléctrico», que a su vez es traducido como «pila de
combustible» y «electroquímica». Elementos heterogéneos son así reunidos: los
249
programas políticos están ligados a debates teóricos, las entidades de laboratorio (los
electrodos) son asociadas a macro-entidades (Francia, la evolución de la sociedad, el
cambio climático). Tales asociaciones entre elementos heterogéneos se observan en el
curso de las controversias científicas, tanto como en los proyectos de investigación e
innovación. Son resultado de científicos como de legisladores, industriales o
consumidores. Contribuyen a redefinir la sociedad, la técnica, así como la ciencia y la
naturaleza.
La traducción opera en una problemática que no es, sin embargo, más que una
hipótesis. Indica las relaciones y los desplazamientos (de problemas, actores, términos,
visiones del mundo o de recursos) a realizar. Es la construcción de una realidad
hipotética. Tiene su propia consistencia, la del discurso vinculado a un actor. Si esa
construcción hipotética es recogida por otros e integrada en sus propias construcciones,
gana en realidad, consistencia y robustez. Su solidez se explica por su integración
selectiva (Knorr, 1981) en una nueva producción (científica, técnica o de otro tipo). Es
negociada, a lo que algunos se oponen o permanecen indiferentes. Se trata entonces de
seguir y dar cuenta de las negociaciones y confrontaciones, así como de los
desplazamientos que resultan. Algunas problematizaciones se ven consolidadas a medida
que son repetidas; otras se deshacen y desaparecen.
Inter-definición de entidades y puntos de paso obligados
Por los encadenamientos que ella opera entre los problemas, la problematización define
puntos de paso obligatorios (PPO) (un laboratorio, por ejemplo). Muestra los rodeos que
hay que consentir (la industria automovilística producirá en adelante vehículos eléctricos)
y las alianzas a consolidar (por ejemplo, con los productores de electricidad). Las
entidades (humanas o no)49 son definidas como trabadas en su existencia por obstáculos
(el motor de combustión fue prohibido). La problematización define un sistema de
alianzas y los desplazamientos necesarios para pasar por alto los problemas que se
interponen entre estas entidades y hacia su propia tendencia.
La problematización es también una tentativa de redefinición de las entidades asociadas
y de sus propiedades (el automóvil será después eléctrico). Éstos no están dados a priori;
no hay lista definida a priori, ni de entidades ni de sus propiedades. La problematización
es una operación que consiste en (re)-definirlas. La identidad de una entidad, sus
propiedades, su estabilidad… son redefinidas a lo largo del proceso de traducción, vía las
relaciones construidas entre entidades. La problematización es una inter-definición; las
entidades se definen mutuamente. Problematizar consiste, pues, en establecer de forma
hipotética la identidad de una entidad y lo que la liga. El resultado es un actor-mundo:
250
conjunto de problemas y entidades en el seno del cual una entidad se vuelve
indispensable para las otras en la construcción de puntos de paso obligados.
El caso del vehículo eléctrico (1)
Callon muestra cómo Electricité de France (EDF), en los años setenta, problematiza
y prepara la evolución de la sociedad en su beneficio. EDF redefine el mundo social
y su evolución (el fin de la sociedad de consumo, la búsqueda de la calidad de vida,
el fin del vehículo a gasolina que simboliza esa sociedad pasada y la llegada
ineluctable del vehículo eléctrico). La empresa define también el estado de las
técnicas, las carreras correspondientes (procesos, laboratorios e industrias
competentes) y la cronología de los cambios por venir. Define los productos que los
industriales no dejarán de producir ni los consumidores de desear. Se define como
punto de paso obligado. EDF redefine también el papel de Renault: una empresa cuyo
futuro consistirá en fabricar los chasis de los vehículos eléctricos. Sueño o realidad:
a priori no se sabe responder porque, precisamente, es sobre esta cuestión que los
actores se pelean.
Interesamiento y enrolamiento
La segunda dimensión del proceso de traducción es el interesamiento, proceso por el
cual es impuesta y estabilizada la identidad de otras entidades, particularmente la
redefinición de su interés. Se trata de realizar la red de alianzas definida por la
problematización, con sus estados sucesivos de realización o irrealización en función de
pruebas que atraviesan las asociaciones establecidas. Si una problematización es recogida
por otros actores, gana en fuerza y consistencia. Si la publicación es leída y citada, gana
en realidad. Si el proyecto de investigación propuesto al Consejo de la ciencia es
aprobado, aun con algunas modificaciones, e incluido en el programa de política
científica, y traducido por un contrato de subvención y el contrato de un nuevo
investigador, gana en realidad.
Los actores establecen dispositivos de interesamiento a fin de arrancar (Goulet y
Vinck, 2014) de sus vínculos anteriores a las entidades definidas en la problematización,
y hacerlas entrar en las relaciones previstas (y, a la vez, remodelar su identidad). Se trata
de que el laboratorio X se dedique a tal problemática en colaboración con Y, que el virus
Z sea atenuado, que el Conseil de la Science conceda una subvención. La argumentación
251
científica es un dispositivo de interesamiento (Law, 1983; Callon y Law, 1998) como el
hecho de desviar un objeto o un animal de su trayectoria para hacerle pasar por el PPO
(puntos de paso obligatorio) previamente definido. Conviene identificar estos dispositivos
de interesamiento e informar de su acción.
Más allá del interesamiento viene el enrolamiento. Se trata del mecanismo por el cual
se atribuye un papel a un actor que lo acepta. El enrolamiento es también un
interesamiento exitoso. Permite dar cuenta y comprender el establecimiento, la atribución
y la transformación de papeles. Contrariamente a los sociólogos funcionalistas o
culturalistas, donde la sociedad está constituida por un repertorio y una combinación de
papeles y de titulares de papeles, la sociología de la traducción no implica ni excluye
ningún papel prestablecido. El papel se construye al mismo tiempo que son
incorporados los actores.
Cadenas de equivalencias y movilización de aliados
La movilización de aliados pasa por la designación de portavoces y por el
encadenamiento de una cascada de intermediaciones y de equivalencias que permitan
reemplazar una multitud de entidades por algunos portavoces (un delegado, una muestra
representativa). Interrogados (por instrumentos y pruebas), sus declaraciones son
registradas, compiladas y comparadas. Si un portavoz fiable pudo estar constituido en
lugar de la multitud, esta multitud es así simplificada y puntualizada (transformada en
punto) y llega a ser más fácilmente movilizable. La noción de cadena de traducción
describe la serie de desplazamientos y equivalencias necesarias para producir y sostener
un hecho, un enunciado o un producto. Una publicación científica resume y mueve así
una serie de textos que cita y de objetos manipulados en el laboratorio, pero también de
seres humanos (investigadores, técnicos, competidores, financieros). Los enunciados del
texto traducen otros enunciados, objetos o actores que resumen y articulan.
Para este proceso de traducción, un actor produce asimetrías y estructura una red que
intenta sostener. La involucración de elementos para consolidar las pequeñas asimetrías
provisionales inscritas en los textos o dispositivos materiales, son incorporadas en los
individuos o fijadas por una nueva institución. Crea irreversibilidades y
estabilizaciones. El entresijo de traducciones dibuja un camino sociotécnico que reduce
los márgenes de maniobra de las entidades implicadas. Cuando una traducción sale bien,
toma la forma de una red exigente para esas entidades. Sin embargo, las entidades
movilizadas siempre pueden desligarse: los elementos de un razonamiento, disociarse;
los hábitos sociales, modificarse y las máquinas, estropearse.
252
Actor-red
Del trabajo científico y técnico salen combinaciones heterogéneas bajo la forma de
enunciados, dispositivos técnicos, conocimientos incorporados, organizaciones o nuevos
mundos. Estas combinaciones son redes sociotécnicas que, cuando actúan como un
nuevo actor, son denominadas por Callon actor-red.
Los actantes son ellos mismos actores-redes. Estudiar un actante (un neutrino, una ley
científica, un kit de diagnóstico, un laboratorio…) es lo mismo que seguir su
construcción. Su sentido procede de las asociaciones creadas y su identidad depende de
las operaciones de traducción. Las redes son cambiantes, las identidades también. No
hay ningún actor inmutable (se trate de un grupo de presión, de clase social, de individuo
o de partícula elemental). La identidad de las entidades depende del peso estructural de
la red. La significación de un enunciado, su fuerza y su capacidad para convencer, por
ejemplo, dependen de la cadena de traducciones y de la referencia creada por la red. El
poder de convicción, de la misma manera que la eficacia o la robustez de una técnica, la
legitimidad de un argumento o la accesibilidad social de una nueva tecnología son función
de la morfología de las redes y de la robustez de las traducciones que le constituyen.
La extensión de las redes implica la movilización de entidades numerosas y variadas y
la construcción de sus relaciones para formar un nuevo actor-red.
Las traducciones y las redes, por muy robustas que sean, son, sin embargo, siempre
ensayos, nunca son seguras. A veces se deshacen: los portavoces son denunciados; los
actores regresan a sus primeras ligazones, los instrumentos se descomponen en piezas,
las teorías se muestran incoherentes. Las redes y los portavoces son contestables. Las
entidades pueden resistir a la definición que se les impone y actuar de forma diferente.
Nuevas traducciones pueden desviarlas de los puntos de paso obligado que les habían
sido impuestas. Las ligazones pueden deshacerse, las redes dislocarse e irrealizarse. De
golpe, la descripción de lo real se pone a fluctuar, como es el caso de ciertos proyectos
innovadores; el buen técnico renuncia por un puesto mejor remunerado, un perno cede,
el cliente cambia de estrategia y los movimientos sociales denuncian desbordamientos en
la innovación. En la historia del metro ARAMIS (Latour, 1992), cuando la red se irrealiza,
no hay superposición de descripciones de un actor a otro. Eclosionan las controversias en
las que la representatividad de los portavoces es cuestionada, discutida o ridiculizada.
El caso del vehículo eléctrico (2)
Durante algunos años, Renault sufre la problematización establecida por la EDF.
253
Encaja el golpe. Todo el mundo reconoce que el vehículo individual está condenado
y que el motor térmico es contaminante y costoso. ¿Cómo negar al actor-mundo
construido por EDF? ¿Cómo desconstruir su problemática y abrir sus cajas negras
(los conocimientos de esta empresa que tiene el monopolio de la electricidad)?
Renault resiste e intenta disociar los elementos asociados por EDF. Entonces
comienza un trabajo de investigación, de puesta a prueba de uniones, de búsqueda de
aliados nuevos y de reproblematizaciones. Se trata, para Renault, de transformar en
ficción la realidad impuesta por EDF.
Renault muestra que los hechos desmienten las asociaciones construidas por EDF y
retraduce la demanda social: los consumidores quieren un vehículo individual,
velocidad, confort y buenas prestaciones. El vehículo eléctrico no puede ofrecer esto;
no hay mercado. Renault desarticula la definición de la sociedad construida por EDF y
la sustituye por otra. De la misma forma desarticula la técnica construida por EDF,
interrogando a científicos e ingenieros a propósito de la electroquímica. Renault
descubre entonces a la vez que puede hacer evolucionar su motor gracias a la
electrónica y que los acumuladores y las pilas de combustible para vehículos
eléctricos no se pueden realizar. La controversia científica emerge. La red
construida por EDF se convierte en ficción, un sueño de papel, mientras que Renault
redefine los problemas y las relaciones, interesa y enrola a nuevos aliados (el
consumidor y el electrónico).
La construcción de redes puede estar limitada por otras redes, por disputas o por reglas
que restringen el dominio de las traducciones aceptables (por ejemplo, los mecanismos de
designación de los portavoces o de constitución de una muestra representativa), los
espacios de circulación (de enunciados, instrumentos y competencias) o la repartición de
derechos (derechos de propiedad, reglas de confidencialidad).
El caso del maíz híbrido en México
Ejecutando los principios de simetría, especialmente en el seguimiento de las
controversias entre actores, en el análisis de los periodos donde los proyectos son aún
inciertos, Antonio Arellano (1999, 2005) da cuenta de las dinámicas puestas en
marcha en la construcción de redes sociotécnicas que corresponden a la introducción
del maíz mejorado y del maíz híbrido. Muestra cómo los científicos entran en esas
254
redes en construcción y cómo se interponen entre los otros actores. La historia
comienza con la formación de dos programas de mejoramiento genético del maíz, en
1940, pero cincuenta años más tarde, la superficie cultivada con variedades
mejoradas o hibridadas es sólo del 1,76%, mientras que los agricultores rechazan
masivamente formar parte de la red sociotécnica que han hecho lo posible por
establecer los investigadores.
Arellano da cuenta de la forma en que diversos actores, especialmente los políticos,
diseñan un proyecto en el que deberían figurar los científicos. Tres instituciones se
interesan por la instauración de un programa de investigación agro-alimentario en
México para fines de los años treinta:
• La Fundación Rockefeller que se interesa en cuestiones de salud pública en
México.
• El vicepresidente de Estados Unidos, Henry A. Wallace, agrónomo de la escuela
de especialistas en hibridación que funda, en 1926, Seed Pionner, la primera
empresa productora de semillas de maíz híbrido F-1, actúa como intermediario
entre la investigación agrícola y la comercialización de híbridos. Habiendo agotado
las fuentes genéticas de los Estados Unidos, él contaba con enriquecer los
programas de mejoramiento genético creando una reserva de «germoplasma
exótico», a través de la recolección de semillas de maíz en México. Contaba
también con elaborar un sistema mundial de semillas híbridas en el que Seed
Pionner asegurara el liderazgo. Reunido con el presidente de la Fundación
Rockefeller, estableció una unión entre la salud de la población mejicana y el
mejoramiento de su alimentación.
• El gobierno mexicano que, a través de la técnica, cuenta con aumentar la
producción agrícola nacional.
Estos tres actores se ponen de acuerdo sobre una cadena de traducción para pasar de
un proyecto de mejora de la producción agrícola al establecimiento de programas e
institutos de investigación agrícola. La traducción es sellada por un acuerdo de
cooperación entre la Fundación Rockefeller y el gobierno mexicano en favor del
mejoramiento genético del maíz, dejando aparte otras vías técnicas como la
mecanización, la fertilización o la irrigación. No son, pues, los investigadores quienes
han concebido las grandes líneas del programa de investigación en el cual serán a
continuación movilizados.
Arellano analiza después la manera en la que los investigadores se inscriben en esta
primera red, cómo construyen sus estrategias y definen los problemas de
255
investigación, las hipótesis de solución pero también la identidad y los contornos de
los otros actores a movilizar. Dos grupos de investigadores van entonces a
enfrentarse a propósito de la definición de los caminos de mejoramiento genético
(traspaso del modelo norteamericano de maíz híbrido/desarrollo de variedades
mejoradas estabilizadas) y de las prácticas de los agricultores (que tienen débil
rendimiento y que se beneficiarían ampliamente de las semillas híbridas/que
controlarían mejor las variedades mejoradas de plantas que ya conocen bien). El
primer grupo está apoyado por la Fundación Rockefeller y por los doctorandos
mexicanos de regreso al país; el segundo está apoyado sobre todo por los
investigadores e ingenieros agrónomos mexicanos. Los dos grupos se ponen de
acuerdo sobre la utilidad del mejoramiento genético y sobre la naturaleza, sobre todo
técnico-económica, más que científica, del problema. Arellano da así cuenta de la
manera en que se operan simétricamente la formulación de nuevas variedades y la
formación de nuevos grupos de actores (agricultores, productores de semillas y
burócratas reguladores). De hecho, trata el maíz como un actor en la medida en que
ninguno de los grupos sociales implicados sabe hasta qué punto la hibridación y la
formación de variedades estabilizadas pueden ser explotadas.
Muestra cómo la formulación de los problemas y las soluciones define
simultáneamente a los actores potencialmente comprometidos y los desplazamientos
que deben cumplir. Los investigadores definen y distribuyen las tareas de los otros
actores involucrados. De este modo, se dibuja un paralelismo, por un lado, entre los
mecanismos de purificación de variedades e hibridación del maíz, y por otro, entre la
reorganización social de la agricultura, la construcción de nuevas formas de
especialización del trabajo, así como de nuevas interdependencias. El análisis da
cuenta de:
• El establecimiento, por parte de los investigadores, de dispositivos de interposición
y de asociación entre actores, especialmente maíz y agricultores.
• La construcción de un espacio de negociación donde son distribuidos los papeles y
donde es generada una expectativa de los actores frente a los resultados de la
investigación.
• La construcción de centros de hibridación (los campos de experimentación) donde
se reconfiguran las realidades naturales y sociales, en particular la del maíz.
• En fin, el esfuerzo de movilización de numerosos aliados (semillas, agricultores…)
y de estabilización de la red.
Al hacerlo, analiza las transformaciones de la investigación en genética, así como el
256
nacimiento de una disciplina llamada «productividad de sistemas agrícolas», que
contribuirá a relativizar fuertemente las pretensiones de la genética. Muestra que
ningún actor ha sido suficientemente poderoso para imponer su voluntad, ni bastante
débil como para no ser tomado en consideración. Las orientaciones que se diseñan,
finalmente, sufren la acción de varios actores, lo cual conduce a la redefinición de las
apuestas y los contextos sin conseguir, no obstante lo anterior, una estabilización
completa de la red: las nuevas semillas (mejoradas o híbridas) no se convierten en
objetos técnicos, ejemplares, movilizadores o ineludibles.
Arellano y Ortega (2002, 2003, 2004) persiguen el análisis simultáneo de la
construcción de objetos y de relaciones entre actores poniendo su atención en la
utilización de biotecnologías en el caso del maíz pero igualmente de la patata.
Dar cuenta de las asimetrías
El hecho de rechazar como punto de partida las distinciones entre contenido y contexto,
ciencia y sociedad, no implica que valga cualquier cosa. Al contrario, una parte de los
actores se esfuerza en hacer la diferencia (entre verdad y error, conocimiento y
creencia, humano y no humano). La construcción de estas diferencias les ocupa. El
investigador hace lo que puede por distinguir un enunciado válido de una creencia
personal. El ingeniero pone a punto máquinas para marcar la diferencia en relación a sus
competidores. Estas asimetrías que construyen son tanto más sólidas cuanto que reposan
sobre redes robustas y extendidas. Si el enunciado del geógrafo tiene más peso que el del
aldeano, no es porque el primero tenga inteligencia y método y el otro no, sino porque
sus enunciados no reposan en las mismas redes. El segundo conoce su región. El dibujo
de la isla producido sobre la arena no es nada para él ya que conoce su isla. Para el
explorador que sólo pasa, este dibujo lo es todo. Es el objeto intermediador que hace la
diferencia, sobre todo cuando es copiada sobre el papel (móvil y estable, contrariamente
a la arena). La fidelidad y estabilidad del dibujo sobre el papel es, además, importante
para preparar nuevos viajes. Codificado, el dibujo circula y se inscribe en una red
(comercial); permite preparar nuevas rutas y explorar diferentes escenarios. Se vuelve
homogéneo por la proyección en longitud y latitud. Permite aprender cosas nuevas sobre
la isla sólo mirando el dibujo, tomando medidas en él y comparándolo con otras islas. Ya
no es necesario estar en los lugares para descubrirlos. Lo establecido por los geógrafos se
convierte en universal no porque sea racional sino porque es reproducido y repetido por
otros que utilizan los mismos códigos e instrumentos, contrariamente al saber local que
niño es difundido, ni comparado, ni agregado a otros. Para Latour, no existe la Gran
División que haga de los sabios occidentales seres superiores sino, el apilamiento de
257
múltiples diferencias.
Ciencia, técnica, innovación y sociedad
Fuera del laboratorio, acabamos de tratar a los colectivos distribuidos de la investigación
y las redes sociotécnicas (actor-red), que dan cuenta a la vez de la robustez de las
producciones científicas, pero también de la innovación, sin tener que cambiar de registro
explicativo. Tal enfoque contrasta con el modelo dominante que induce a pensar ciencias,
técnicas e «impacto» sobre la sociedad de forma lineal: la ciencia descubre, la técnica
aplica y la sociedad los sigue. Los estudios sociales sobre las ciencias y las técnicas
muestran que las cosas son mucho más complejas, que los procesos son zigzagueantes y
que se trata sobre todo de co-construcciones. Esta crítica del modelo lineal se ha
desarrollado en América Latina desde los años setenta en el marco del desarrollo de una
reflexión crítica en materia de política científica y tecnológica.50
Ciencias y técnicas
No hay relación simple entre ciencia y técnica. Por un lado, las ciencias están formadas
por las técnicas, por otro, las tecnologías modernas movilizan muchos conocimientos
científicos, no tratándose simplemente de «aplicaciones» de descubrimientos científicos.
Los industriales contratan a los investigadores en sus laboratorios de I+D con el objetivo
de que la empresa sea capaz de asimilar las informaciones científicas publicadas. Los
poderes públicos sostienen centros de transferencia para favorecer la circulación de las
ideas y de los saber-hacer cuya parte es tácita. Los investigadores crean empresas (startup)
prosiguiendo sus trabajos científicos. De la historia de las innovaciones no se puede
sacar ninguna conclusión simple en cuanto a las relaciones entre un descubrimiento X y
una realización tecnológica Y.
El ejemplo del transistor
Descubierto en 1948, aplicado en 1951: la relación parece evidente, directa, lineal. ¡Y
sin embargo!, el descubrimiento de 1948 está precedido de numerosos
acontecimientos científicos, pero también de realizaciones tecnológicas. Se apoya en
trabajos de física cuántica de 1932 pero que no previeron el efecto transistor. Se
apoya en trabajos empíricos sobre los semiconductores desde su descubrimiento en
1875 y realizados sin comprensión del fenómeno. Se apoya en el perfeccionamiento
258
de los radares durante la Segunda Guerra Mundial y en las nuevas técnicas
metalúrgicas de cristalización y dopaje.51 Después de la guerra, los investigadores
implicados en este proyecto se encuentran en los laboratorios de Bell. Utilizan las
herramientas conceptuales de la física cuántica y las aportaciones técnicas recientes
de la metalurgia. De esta combinación de trabajos científicos y técnicos emergerá el
descubrimiento del efecto transistor en 1948. La aplicación de este efecto en 1951 es
el resultado de bricolajes todavía muy insatisfactorios. Sólo después de años de
desarrollo de diversas técnicas complementarias los transistores producirán efectos
fiables y controlados. La ciencia, en todo esto, es sólo un ingrediente más entre
muchos otros.
Técnicas y sociedad
Cuatro aproximaciones dominan la manera de pensar las relaciones entre técnica y
sociedad:
El determinismo técnico52 supone que la evolución técnica es independiente de la
sociedad. Es autónoma, sea porque es motivada por una necesidad interna, sea
porque se deduce del desarrollo de la ciencia. Fuerza exterior a la sociedad, pesa
sobre ella y provoca un cambio social, un impacto (ver Ellul y el movimiento de
Technology Assessment). La innovación se difunde gracias a sus propiedades
intrínsecas. Si la técnica es buena, eficaz, rentable y robusta, se impondrá entre los
usuarios que no pueden más que adoptarla. La cuestión está en saber cómo la
sociedad puede adaptarse al cambio tecnológico.
La co-evolución de la técnica y la sociedad. Simondon habla de acoplamiento y coevolución
entre la máquina y su medio asociado, acoplamiento que proviene de
esquemas que el inventor utiliza para aprehender simultáneamente el objeto y el
medio. Gille habla de un doble sistema técnico y social que está en relación de
interdependencia y de compatibilidad. Mumford habla de una co-evolución global
de la técnica y de la sociedad donde la técnica prolonga y refuerza el desarrollo
organizacional y político de la sociedad.
Los hombres se han convertido en maquinistas antes de haber puesto a punto las
máquinas complicadas para expresar las nuevas tendencias y su nuevo interés, antes
de aparecer en la fábrica, la voluntad de poder ya se había manifestado en los
259
monasterios, el ejército y los establecimientos comerciales (Mumford, 1950, p. 15).
En el constructivismo social, la técnica es una relación social materializada. Para
Marx, la máquina materializa una relación social que se impone a continuación a los
trabajadores. Véase también Noble (1984) a propósito de las máquinas-herramientas
de cálculo numérico o los estudios feministas de las técnicas que analizan las
representaciones del hombre y la mujer y las estrategias discriminantes de aquéllos
que elaboran las técnicas (Cockburn y Ormrod, 1993; Cockburn y First-Dilic,
1994). Se interrogan a vez sobre la manera en que las tecnologías influyen en las
relaciones entre hombres y mujeres y sobre la forma en que las relaciones de género
moldean la técnica.
El modelo de tejido sin costuras. Para Hughes (1983), los sistemas tecnológicos,
como la electrificación en Estados Unidos, son el resultado de numeras pequeñas
invenciones basadas en las técnicas existentes en función de circunstancias. No hay
ni autonomía ni lógica interna en el desarrollo técnico pero su integración en sistemas
impone obligaciones que orientan (con las apuestas de competición económica y
militar) la definición de problemas y las soluciones tecnológicas (noción de
momentum tecnológico) (Hughes, 1996). Resolver un problema técnico es lo mismo
que resolver un problema económico (o militar). No hay razón para distinguir entre
técnica y sociedad: sólo hay tejido sin costura. La teoría del actor-red propone un
análisis cercano, dando cuenta de la acción de los innovadores para construir redes
sociotécnicas.
Ciencias y sociedad
Varios modelos (no exclusivos unos de otros) han sido propuestos para pensar las
relaciones entre ciencia y sociedad.
El modelo de confinamiento: postula una separación institucional de la investigación
(autonomía de la comunidad científica) y del resto de la sociedad.
El modelo de la finalización: la investigación está orientada en función de objetivos
y prioridades definidas por la sociedad.
El modelo de la ciencia emprendedora: los científicos son emprendedores de la
ciencia. Desarrollan estrategias de producción de conocimientos y de valorización
económica y social (Etzkowitz).
260
El modelo de la triple hélice: mantiene la hipótesis de una intrincación estrecha y
creciente entra ciencia, industria y Estado (Leydesdorff).
El modelo de la investigación distribuida: la producción de nuevos conocimientos
es fruto de un conjunto heterogéneo de actores para los que la investigación no es la
única actividad.
El modelo de los regímenes de saber: da cuenta de una pluralidad de modalidades de
articulación entre actores científicos y socio-económicos (Pestre, Shinn).
Modo 1/Modo 2
Según Gibbons et al. (1994), el modo de producción de conocimientos habría cambiado
a lo largo del tiempo y habría pasado del Modo 1 (modelo de confinamiento) al Modo 2
(multiplicación y distribución de los lugares de producción de conocimientos). La ciencia
ya no es solamente asunto de los centros de investigación académica (laboratorios
separados del mundo), sino de una multitud de lugares (industria, consultorías,
hospitalarias, agencias gubernamentales, etc.). De hecho, la parte de la población
formada en las ciencias se ha incrementado; una mayoría de ciudadanos ha recibido
elementos de formación científica. Vehiculan saberes y métodos de trabajo salidos de las
ciencias y formalizan saberes extraídos de la experiencia.
La naturaleza de los conocimientos toma también formas nuevas: se trata menos de
descubrir los principios fundamentales de validez universal que de producir saber
localmente pertinente. La capacidad de un resultado de investigación para ser utilizado
por los profesionales se convierte en un criterio importante de evaluación. El modo de
producción del saber pasaría entonces de una ciencia disciplinaria, jerarquizada y aislada
de la sociedad, a una ciencia articulada en la sociedad, interdisciplinaria y de nuevas
formas de organización. Los investigadores son implicados en negociaciones continuas
para establecer la pertinencia y la legitimidad de su actividad y para obtener
financiamientos, dirigiéndose a distintos organismos, lo que les conduce a abrir su campo
de interés y de enfoque. Las divisiones de disciplinas y las distinciones entre investigación
básica y aplicada pierden su pertinencia.
Estos cambios afectan a las instituciones de investigación y de formación, en adelante
llamadas a gestionar funcionalidades múltiples. La enseñanza debe responder a las
necesidades de formación intelectual de una gran parte de la población, de producción de
saberes nuevos, de innovación, pero también de profesionalización de los estudiantes
para su entrada en el mundo del trabajo. De golpe, los papeles de cada uno se
261
complejizan. Los profesores enseñan, hacen investigación, gestionan equipos y
presupuestos, forman parte de la administración de su institución, pero intervienen
también como expertos, siguen a sus estudiantes en prácticas en empresas, hacen venir a
industriales a sus cursos. Una evolución similar se encuentra en el nivel de los grandes
organismos de investigación. En los Estados Unidos, la National Sciences Foudation
(NSF), por ejemplo, redefine sus finalidades integrando las preocupaciones sociales y
económicas. Gestionar la investigación científica independientemente de los problemas
que tienen las sociedades ya no parece aceptable.
Sin embargo, esta idea de cambio de un modo de producción de conocimientos a otro
es objeto de debates en la literatura. Shinn (2002), por ejemplo, muestra que la
investigación siempre ha funcionado según varios modos de financiación y de
colaboración, mientras que la validación por los pares a través de las publicaciones
científicas pierde preponderancia. Los saberes producidos tampoco son ya ampliamente
conocidos y compartidos en la sociedad.
Triángulo de Sábato, triple hélice y espacios regionales de conocimiento
A finales de la década de los años sesenta, se desarrolló un pensamiento latinoamericano
crítico con relación a la política de la ciencia y de la tecnología. Se sostiene que no es
suficiente la aplicación de recetas aprobadas en los países del norte para superar el atraso
en ciencia y tecnología. Este atraso estaría ligado a la relación asimétrica entre los países,
a la preponderancia que se expresa en la emigración de científicos del sur al norte y en la
transferencia de tecnología. La solución no sería la aplicación de modelos institucionales
de los países desarrollados sino la adopción de políticas que impulsaran interrelaciones
entre los distintos actores pertinentes de la sociedad. Sábato (1968, 1975) propuso la idea
de desarrollar estrechas vinculaciones entre tres tipos de actores que forman un triángulo:
los centros de producción de conocimientos, las empresas y el gobierno. La ausencia de
relaciones entre ellos impediría la producción y el uso del conocimiento por la sociedad.
Al Estado le tocaría promover esas relaciones.
De la misma forma, Etzkowits y Leydersdorff (1998) sugieren examinar la
superposición de instituciones públicas, universidades y empresas, así como sus
relaciones, para dar cuenta de la constitución de una estructura interinstitucional en el
seno de la cual actúan los traductores. Hablan de una triple hélice53 entre Estado,
Universidades y Empresas.54
Casas (2001) retoma este modelo para interrogar la constitución de espacios
regionales de conocimiento en el caso de México. La encuesta se inclina especialmente
262
sobre el papel de las instituciones de investigación descentralizadas en la constitución de
potenciales redes de innovación (redes profesionales de formación y promoción de
nuevas tecnologías, redes de difusión de conocimientos entre instituciones, proveedores y
usuarios de tecnologías, pioneros y seguidores). Las instituciones de investigación
descentralizadas desarrollan relaciones con entidades económicas y sociales locales. Es el
caso del CIBNOR (Centro de Investigaciones Biológicas del Noreste) en el ámbito de la
agricultura, de CIATEQ (Centro de Investigación y Asistencia Técnica en Querétaro) en el
ámbito de la industria mecánica, y de CIMAV (Centro de Investigación en Materiales), para
prestar asistencia a las maquiladoras en la región de Chihuahua. Desarrollan la formación
de una masa crítica de personas cualificadas capaces de trabajar sobre problemas de
interés común, y están ligadas a grandes empresas implantadas localmente, que apelan a
sus capacidades de investigación, aportándoles, asimismo, competencias en el ámbito de
la gestión de proyectos. Favorecen, igualmente, la constitución de redes, lo cual no
consiguen siempre hacer las empresas más pequeñas. Las delegaciones locales de
establecimientos federales tienen un papel relevante en la aportación de recursos
descentralizados: la CINVESTAV para la investigación de base y CONACYT para la búsqueda
orientada a la transferencia hacia los sectores que lo necesitan. Las relaciones en el seno
de estos espacios regionales de conocimiento están, sin embargo, insuficientemente
instituidas.
Ciencia y sociedad. Cuestión de democracia
Otro eje de investigación para el estudio social de las ciencias atañe a las relaciones del
público con las ciencias. Algunos hablan de desafección de los estudiantes ante los
estudios científicos o de cambio de actitud del gran público frente a las ciencias. La
sociedad habría llegado a ser más sensible a que las ciencias, el peritaje y el proceso de
decisión no escaparan al control democrático, especialmente sobre cuestiones que
comprometen al porvenir y a la sociedad. Varios trabajos, sobre los que no nos
extenderemos aquí, están dedicados a la formación científica, a la divulgación, a la
cultura científica, a la museología científica, a las representaciones sociales y a las
actitudes del público en relación a las ciencias y a las técnicas, y al tratamiento de las
ciencias en los medios de comunicación. Un campo de estudios llamado «percepción
pública de la ciencia» o «cultura científica» analiza el proceso de comunicación social y
el impacto de éste sobre la formación de conocimientos, actitudes y expectativas de los
miembros de la sociedad sobre ciencia y tecnología: lo que piensan sobre los resultados
263
de la aplicación del conocimiento; cómo se apropia del conocimiento generado y cuánta
confianza tiene en los científicos.
La cuestión del peritaje
Sólo trataremos la cuestión del peritaje científico, forma de mediación que moviliza
saberes y técnicas especializadas, para responder a una necesidad de control de las
innovaciones y de sus posibles consecuencias inesperadas. Esta evaluación se ha
convertido en problemática (Barbier et al., 2013); el antiguo «ideal de control racional»
que había llevado a desarrollos tecnológicos complejos (aeronáutica y atómica) es puesto
en tela de juicio. La desilusión nace de problemas medioambientales (cambio climático,
riesgos) y se orienta hacia una ética de la precaución y de la responsabilidad.55 La
desilusión procede también de la insuficiencia de la evaluación en el caso de algunos
escándalos públicos (asunto de la sangre contaminada en Francia, vacas locas, OMG,
etc.). El saber científico queda en tela de juicio (Wynne, 1992).
Los escándalos y controversias han conducido a poner en marcha nuevos dispositivos
de regulación que pasan por ser «contra modelos de la evaluación» científica y técnica
clásica. Deben tener en cuenta la diversidad de los saberes, incluidos los de los
ciudadanos (Obregon, 2000) y ejercer un control sobre los eventuales implícitos
vinculados a saberes especializados. Los congresos de ciudadanos muestran que los
profanos son capaces de comprender de forma pertinente problemas y cuestiones
difíciles, sin caer en posiciones simplistas «a favor» o «en contra». Se plantea entonces
la cuestión de las formas de participación de los ciudadanos en la gestión de dosieres
científicos y tecnológicos. Hay una exigencia creciente de explicitación de los
procedimientos utilizados, a fin de someterlos a la mirada del público (Jasanoff, 2002). El
hecho de que los enunciados de evaluación resulten de la articulación entre
consideraciones de varios órdenes, justifica la multiplicación de los puntos de vista y una
ampliación del debate social. Se trata de abrir el proceso de evaluación a los grupos que
tienen intereses y saberes locales específicos. Tales fórum híbridos producirían
conclusiones tanto más robustas cuando son el resultado de una confrontación
democrática (Callon, Lascoumes y Barthe, 2001; Latour, 1999). Si varios autores ponen
en evidencia la aportación de los no científicos, otros se preguntan sobre el lugar que
queda para la evaluación científica y técnica (Weingart, 1999) y se preocupan por
restaurar fronteras (Collins y Evans, 2002). Reclaman rehabilitar la distinción entre
experto y profano con derechos y responsabilidades específicas (Millstones y van
Zwanenberg, 2000). Una teoría normativa de la evaluación sería necesaria para evitar el
doble escollo de cientifismo y relativismo. Jasanoff (1987) muestra que hay un incesante
264
trabajo de construcción y desconstrucción, por parte de los actores, de las fronteras
entre ciencia y política.
Evolución de la actitud frente a las ciencias
No ha habido una época donde una actitud única prevaleciera frente a las ciencias.
Desde el siglo XVIII, los movimientos científicos han chocado con las instituciones
políticas y religiosas existentes. El programa de Bacon relativo a las ciencias
experimentales fue saludado por una parte de la sociedad británica como una «verdadera
profecía» que permitiría preservar el consenso público. La ciencia debía conducir a la
paz social, a pesar de las implicaciones políticas y teológicas de las cuestiones tratadas,
gracias a un acuerdo sobre los procedimientos de investigación relativa a problemas
específicos. La ciencia era una vía no violenta y civilizada, es decir, que deja de lado
las relaciones de fuerza, para resolver los conflictos. Si bien esta concepción de la
ciencia y el ideal de gobierno por la ciencia tuvieron una buena aceptación, no llegó a
haber consenso. Las instituciones y los grupos sociales no veían con buenos ojos este
cambio en la manera de regular los problemas de la sociedad y de conducir su evolución.
En el siglo XIX, por ejemplo, al lado de un movimiento dominante de filosofía positivista
y de confianza en el progreso científico había un movimiento «anti-ciencia» que valoraba
la sensibilidad individual y el romanticismo. A comienzos del siglo XX, la Iglesia católica
romana denunciaba la modernidad. Pensadores como Renan responden haciendo la
apología del papel de la ciencia en la sociedad, al modo de benefactora indiscutible.
A lo largo del siglo XX, el desarrollo de las ciencias y las técnicas se produce al mismo
tiempo que la disociación progresiva entre las ideas de progreso científico y de
progreso humano. Después de la Primera Guerra Mundial, la sociedad alemana acusa a
la ciencia newtoniana de haber arrastrado a la Nación a la industria armamentística y a
una carrera por el poder que terminó mal. Denuncia el Progreso científico, técnico e
industrial y preconiza el retorno de ciertos valores del Romanticismo. Esta crisis dura, sin
embargo, pocos años. Por otra parte, hasta la Segunda Guerra Mundial, voces dispersas
intentan hacer comprender que el progreso científico e industrial no conduce
necesariamente al progreso moral y social. Estas críticas tienen algunos ecos cuando se
refieren al trabajo en las fábricas (Le Play sobre la condición obrera, Marx sobre el
maquinismo, Friedman sobre el trabajo fragmentado tras el taylorismo). A pesar de esas
críticas dispersas, la ciencia está a salvo: el mito del sabio genial y desinteresado
prevalece en la sociedad, tomando la figura de Einstein, y son creadas grandes
instituciones científicas. Merton muestra que la ciencia está regulada por normas
desinteresadas.
265
El lanzamiento de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki en 1945, por el
contrario, hace sonar el tañido fúnebre de la relación de confianza entre ciencia y
sociedad. La imagen de la ciencia, en adelante, ya no es la de una esfera de actividad
autónoma que cumple una función social evidente de pacificación y de progreso de la
razón y las costumbres. Ya no es «virgen de toda responsabilidad social». Hiroshima
hace pensar que un pacto secreto había sido hecho, a espaldas a los ciudadanos, entre los
sabios y el poder político-militar. Emerge entonces, desde el corazón mismo de la
comunidad de físicos, un movimiento crítico que se opone a la connivencia entre ciencia
y ejército: el movimiento Pugwash. El acontecimiento deja huellas duraderas en las
conciencias y alimenta el movimiento STS (Sciences, Techniques, Sociétés) de los años
setenta que se interroga sobre las posibilidades de un control social de las tecnologías.
El cuestionamiento de las ciencias, sin embrago, es limitado. El contexto de la Guerra
Fría aproxima a científicos y militares; a la vez que el desarrollo económico aporta un
confort técnico a las familias de los países occidentales; en el campo el modelo
productivista provoca un auge de la producción agrícola; el nivel de formación escolar se
eleva mientras que numerosos jóvenes se orientan hacia las carreras científicas y
tecnológicas.
Hará falta un nuevo shock (petrolero esta vez, en 1973) para volver a plantear las
interrogaciones hasta entonces impulsadas por grupos marginales. El brutal crecimiento
del precio del petróleo hace tomar conciencia de los límites de la explotación de la
naturaleza por la sociedad industrial. El progreso científico y técnico es acusado, ya no
por algunos «malos usos» sino por su propio éxito. Serán también señalados la
hipernuclearización del planeta, la superproducción agrícola de los países occidentales,
las contaminaciones químicas, el calentamiento climático, las mareas negras, las lluvias
ácidas, los residuos de pesticidas en la alimentación o el agujero en la capa de ozono.
«Alto al crecimiento» y «Crecimiento 0» se convertirán en las nuevas consignas. Más
allá de la puesta en cuestión del modelo de desarrollo, el papel y el lugar de las ciencias
en la sociedad son también revisados. En adelante la ciencia ya no es considerada
«fundamentalmente buena». Más allá de tal o cual problema, de hecho, se impone una
nueva representación de las ciencias y las técnicas como fuente de incertidumbres
(Nowotny et al., 2003), de riesgos y de inquietudes, aunque hubieran sido consideradas
hasta entonces como aliadas de la humanidad para sobrevivir en una naturaleza salvaje.
La ciencia se convierte en sospechosa y cómplice; los científicos están comprometidos y
la confianza se rompe. Sin embargo, los sondeos ante los ciudadanos, se trate de unos
OMG o nanotecnologías, muestran que verdaderamente no hay desaprobación con
266
respecto a investigación.
De la crítica de la tecnociencia a la cuestión de la entrada de las ciencias en la
democracia
Desde las ciencias sociales y humanas, se constituye un movimiento de crítica respecto a
la ciencia. Pensadores (como Heidegger) denuncian la sujeción de la ciencia a un
proyecto que no tiene nada de contemplativo o liberador. Marcuse y Habermas
denuncian la dominación de la racionalidad instrumental, que se extiende por todos los
niveles de la sociedad y hablan de una forma de dominación política insidiosa. La
neutralidad axiológica conduciría a una eficacia práctica y a la ilusión de una teoría pura
que nos impide darnos cuenta de los estrechos lazos entre el proyecto científico y los
asuntos sociales. La autoridad científica, fundada sobre su neutralidad, haría de obstáculo
a la reflexión crítica sobre la ciencia misma. En los años setenta los investigadores
desarrollan una autocrítica de las ciencias y muestran la implicación de los científicos en
la carrera de armamentos, así como la ideología implícita en el acercamiento analítico, la
fragmentación del saber y la incapacidad de los propios científicos para construirse una
reflexión crítica sobre las orientaciones de las ciencias. Los investigadores lanzan la idea
de «tiendas de la ciencias» con objeto de poner el saber científico al servicio de la
sociedad y del ciudadano.
En Gran Bretaña se desarrolla una crítica de las ciencias a partir de la sociología
relativista, que ataca la hegemonía de la física y que revela las relaciones de fuerza y los
intereses sociales en la aplicación última de la producción de conocimientos. Las críticas
feministas denuncian el machismo que se desliza en los contenidos de conocimientos
supuestamente objetivos. Simultáneamente, los autores elaboran un análisis crítico del
desarrollo tecnocientífico (Ellul, 1977). Tanto en Estados Unidos como en Europa se
fundan instituciones y métodos para la evaluación social de tecnologías y sus impactos
sociales: Technology Assessment. Se plantean cuestiones sobre la gestión política de las
tecnologías, la evaluación de sus consecuencias positivas o nefastas, la distribución
desigual de estas consecuencias sobre la población (presente y futura), la ilusión de
«limitaciones objetivas» y la parcialidad de las elecciones. Finalmente, emerge la
problemática de la democracia técnica, del control por parte de la sociedad de la
elecciones políticas subyacentes a las ciencias y técnicas (Bijker, 2005).
Durante los años ochenta, la crítica se hizo más concreta contra la energía nuclear, la
informática y las biotecnologías: desnuclearización, creación de comités de ética.
Paralelamente, las naciones están comprometidas en una carrera por la innovación para
salir de la crisis. Volviendo a trazar el desarrollo de las herramientas de diseño asistido por
267
computadora (en inglés CAD), el antropólogo Downey (1992) publica un artículo que
traduce esa mentalidad: «CAD/CAM saves the nation».56 Los sociólogos de las ciencias son
asociados a las reflexiones relativas a la democracia técnica y la evaluación social de las
tecnologías (Constructive Technology Assessment), pero también a la gestión de
programas públicos de investigación y evaluación, a la gestión de organismos
investigadores y a la dirección de la innovación.
Durante los años noventa, estallan una serie de controversias cuestionando las
actividades de I+D tecnológico: crisis de las vacas locas, calentamiento climático, OMG
(Ibarra y Rodríguez, 2003), y a partir de 2003, en torno a las nanotecnologías (Foladori e
Invernizzi, 2005). Los movimientos alterglobalización discuten las lógicas capitalistas y la
carrera violenta por la innovación, mientras que grupos radicales piden «que se pare
todo». Los investigadores en ciencias sociales examinan estas controversias
sociocientíficas e intentan comprender los resortes y la dinámica, incluso de llamar la
atención de las instituciones sobre la importancia de las dinámicas puestas en marcha por
parte de la sociedad ciudadana. La problemática de los riesgos y las incertidumbres
ligadas a las ciencias y técnicas se incrementa.
Las ciencias y el peritaje, que supuestamente habían contribuido a la paz social,
aportando sus verdades establecidas, vienen a complicar los debates en lugar de
simplificarlos. La cuestión del peritaje, de la regulación social de los riesgos y de las
controversias científicas y técnicas están en el corazón de las reflexiones (Collins y
Evans, 2002). Latour (1994) intenta hablar de estas cosas y en Política de la naturaleza
(1999) reclama «cómo introducir en las ciencias la democracia». Las cuestiones
importantes en el comienzo del tercer milenio tratan sobre las condiciones del debate y
del control democrático, las formas concretas de demostración y de movilización de los
saberes (expertos y profanos) y los procedimientos de representación y participación. El
tema del coloquio de 2004 de la Society for Social Studies of Science (4S) refleja bien
esta preocupación: «Public proofs: Science, Technology and Democracy».57 Los
investigadores que dependen del ámbito STS (Science and Technology Studies) son
puestos en tela de juicio: por los opositores radicales, que los acusan de ser mercenarios
y de contribuir «a hacer tragar la píldora» con «mascaradas de democracia técnica»; y
por una parte de los responsables de las instituciones científicas, que los denuncian con el
pretexto de proveer los argumentos de los cuales aprovechan los opositores irracionales.
Lecturas recomendadas
268
Referencias en otros capítulos: Latour (1992) en la introducción; Eisenstein (1991) en el capítulo 3; Callon
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Otros autores citados
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Notas:
47. «Dadme un laboratorio y conquistaré el mundo» [N. del T.].
48. Los modos en los que se establece un problema de investigación son el resultado de luchas y negociaciones
que se producen en el momento de la definición de aquello que se considera un objeto legítimo de investigación y
aquello que no (Callon, 1981).
49. Utilizamos la noción de entidad por su neutralidad. Latour utiliza la noción de actante de los semióticos.
Estas nociones convienen mejor que la de actor, generalmente definido a priori como humano.
50. Autores, a veces procedentes de las ciencias de la naturaleza, como el geólogo argentino Amílcar Herrera
(1971, 1995), o el químico Oscar Varsavsky, alimentan una reflexión política sobre las ciencias y las técnicas.
Igualmente, en Brasil, José Leite Lopes, en México Miguel Wionczek, en Perú Francisco Sagasti, en Uruguay
Máximo Halty Carrere, en Venezuela Marcel Roche analizan de manera crítica los desarrollos en curso y
comprometen las transformaciones políticas. El argentino Jorge Sábato se inspira en la teoría de sistemas para
analizar los desarrollos científicos y técnicos. Estos autores desarrollan un pensamiento crítico de las relaciones
entre ciencias, tecnologías y sociedad, que evidencian los condicionamientos sociales, económicos y políticos.
Rechazan, asimismo, los análisis acríticos y descontextualizados de conceptos, métodos y formas institucionales
procedentes de países en el centro del desarrollo científico y técnico. La Fundación Bariloche, en Argentina,
realiza seminarios de discusión destinados al análisis crítico de los procesos de transmisión de tecnologías.
Sábato, así como varios investigadores, ingenieros, políticos, sindicalistas y empresarios, participan allí desde
finales de los años sesenta hasta la instauración de la dictadura militar de 1976. Más tarde, los trabajos empíricos
de Renato Dagnino, Jorge Katz y Hernán Thomas sobre los procesos de aprendizaje y de adaptación tecnológica
constituyen una renovación de estas reflexiones en América Latina (Oteiza y Vessuri, 1993; Dagnino et al., 1996;
Kreimer y Thomas, 2004; Arellano et al., 2012).
51. Se trata de una técnica utilizada en la producción de semiconductores por el que se agregan algunas
impurezas durante el proceso. [N. del T.].
52. Para una buena presentación de varias formas de pensar al determinismo técnico, véase Gomez (1997) y
Parente (2006), sobre el determinismo en la economía de la innovación (Katz, 1998).
53. Para una discusión crítica en torno a los nuevos conceptos de triple hélice y de nuevo modo de producción
de conocimiento, véase el debate en REDES, vol. 9, nº 18, págs. 191-232, 2002, entre otros, el texto de Terry
Shinn (2002).
54. A través de este marco conceptual, Dal Poz y de Negraes Brisolla (2001) analizan el caso de la
investigación genómica en los Estados Unidos.
55. Para una reconstrucción de las distintas formas de la relación entre ética y producción tecnocientífica,
véase Arellano y Morales (2005). Los autores proponen la elaboración de una ética de investigación que parte de
reconocer el proceso de construcción simultánea de los objetos, los problemas y los valores de la producción
tecnocientífica.
272
56. «CAD/CAM rescata a la nación» [N. del T.].
57. «Pruebas públicas: ciencia, tecnología y democracia» (N. del T.).
273
Conclusión
Este manual ha permitido exponer una gran diversidad de enfoques y problemáticas para
el estudio de las ciencias, pero todavía quedan preguntas. Algunas interrogaciones
proceden de la dinámica de las ciencias cuyas prácticas se transforman en función de los
objetos, los instrumentos y los modos de organización. No están desconectadas de lo que
se juega en la sociedad. Son, sin embargo, otras cuestiones las que remiten a la evolución
de los estudios sociales sobre las ciencias entre las que están, para concluir, algunos
elementos estructurantes.
Algunos debates académicos recurrentes
El debate sobre la autonomía relativa de la institución de las ciencias y de la
independencia de los conocimientos científicos respecto de las influencias sociales:
algunos autores reafirman la idea de un desarrollo inmanente parcialmente autónomo de
la ciencia. Insisten en el papel diferencial de los factores sociales y cognitivos (o
epistémicos) y rechazan o reformulan lo adquirido por los sociólogos relativistas y
constructivistas. Desarrollan una sociología neo-institucional (Kreimer, 1999) o una
socio-epistemología. Reconocen la influencia de factores sociales en el desarrollo
científico pero defienden la idea de una objetividad intrínseca a la ciencia. En esta
perspectiva, reprochan a la teoría del actor-red su incapacidad para ponderar la influencia
de los diferentes factores (sociales, cognitivos…), acusación que no tiene sentido para
esta teoría que rechaza presuponer a priori los registros de causalidad.
El debate sobre la elaboración de normas que servirían para juzgar las prácticas
científicas y gestionar a los investigadores: el debate opone a los etnometodólogos y a
los partidarios de la epistemología social (Fuller, 1988), que buscan los medios para decir
lo que conviene hacer en ciencia, partiendo de un análisis todavía más científico por
medio de la psicología (Shadish y Fuller, 1994).
274
El debate sobre el lugar del contexto social: relativistas y etnometodólogos se
enfrentan alrededor de la lectura de Wittgenstein y de su noción de regla. Para Bloor, el
hecho de que una regla no comprenda su regla de aplicación justifica que se necesite
acudir a una causalidad de tipo social para colmar la separación; para Lynch no hay lugar
para conceptos sociales reductores porque las cosas están articuladas en prácticas
efectivas.
El debate sobre el papel de la naturaleza: este debate opone a los relativistas y los
partidarios de la teoría del actor-red y de la etnometodología, acusados de regresión
naturalista (reintroducción de una causalidad de la naturaleza).
El debate sobre el papel crítico de la sociología de las ciencias: los relativistas
proponen una intervención de la sociología de las ciencias en el debate público, tratando
de denunciar la hegemonía de las ciencias de la naturaleza. Reprochan a los artificios de
escritura de los reflexivistas, divertidos, incluso epistemológicamente radicales, de ser
políticamente impotentes y de no plantear ningún mensaje. El reflexivista Woolgar, por el
contrario, considera que queriendo criticar la impostura de las ciencias naturales, la
sociología relativista adopta esta misma postura. El mismo debate se produce en torno a
la pertinencia teórica y metodológica del principio de simetría generalizada. Si la posición
es epistemológicamente radical, sería también políticamente regresiva.
El debate sobre las discriminaciones y el poder en el seno de las ciencias: las
sociólogas feministas reprochan a los enfoques constructivistas su incapacidad para dar
cuenta de las discriminaciones que se dan dentro de las ciencias y las técnicas y a causa
de ellas. El hecho de no disponer de categorías de análisis como «género» impediría a
estos investigadores medir los obstáculos sociales de las investigadoras y la inscripción de
las relaciones sociales de género en los contenidos científicos y técnicos. Otras voces se
levantan para denunciar que no se dé cuenta de las cuestiones de dominación.
La cuestión de la reflexivilidad y de la fundación
antropológica de las ciencias
Muchas escuelas de sociología de las ciencias creen describir y representar
adecuadamente las ciencias. El reflexivista Woolgar se pregunta, sin embargo, si esto no
es una ilusión.
Las cosas del mundo y sus representaciones científicas parecen venir de dos mundos
diferentes: la naturaleza y la sociedad; la primera sería independiente de la segunda. Para
los reflexivistas, esta constitución del mundo en dos partes resulta del trabajo de
275
escritura científica que establece un orden moral y una ideología de la representación,
según la cual no haría sino hablar en nombre de la naturaleza y bajo su dictado.
La sociología de las ciencias haría lo mismo ante las ciencias: representarlas. Como en
las ciencias de la naturaleza, el sociólogo haría creer que analiza y describe una realidad
que no ha construido, que no ha hecho más que observar y explicar. No tomaría
distancia en relación a la ideología científica. No podría, entonces, revelar el fondo
oculto. Igualmente, la postura del observador ingenuo no consigue producir la distancia
necesaria. La etnografía instrumental produce novedades tratando de encontrar cosas
desconocidas para el lector. Desmitifica el trabajo científico pero sus informes implican
una suerte de ironía sociológica; su forma (presentación académica seria) contrasta con lo
que sucede en el laboratorio (desorden, bricolaje y negociaciones). Fracasan al poner en
tela de juicio el corazón de la actividad científica, a saber, la noción de representación
que transcriben las conversaciones entre científicos, tratadas por los métodos de análisis
conversacional, o que describen la manera con la que los científicos construyen sus
informes.
La etnografía reflexiva propuesta por Woolgar, por el contrario, tendría un papel
estratégico, ofreciendo la ocasión de reflejar y de comprender mejor algunos aspectos
de nuestra cultura. Se trata de explorar nuestro propio uso de la representación
explorando diversas formas de expresión literaria, donde el problema de la
representación retendría constantemente la atención del lector. Se trata de hacer
consciente al lector de su propia implicación en el texto, llamando su atención sobre su
carácter ficcional. Mulkay propone así una ficción de entrega del premio Nobel en la que
hace intervenir voces disonantes de personajes que normalmente se callan (el portavoz
de los que no han recibido el premio y la esposa del nobelizado). Se trata de sacar a la
superficie las tácticas y dispositivos de representación. La autoridad de la representación
científica valora el hecho de que sus autores hacen callar a otros. Cuando esta exclusión
se distiende, el texto aparece como una construcción artificial y no como un discurso que
refleja los hechos. Una solución consiste en variar las voces y las formas de literatura
como hacen Ashmore, Mulkay y Pinch (1989) a propósito de la economía de la salud, o
Latour (1992) a propósito del metro ARAMIS. Traweek (1988) prefiere hablar de una sola
voz, pero se pone en escena como autora en su ensayo sobre la física de altas energías
en Japón y en Estados Unidos. Latour (1988) propone una infra-reflexividad: en lugar
de escribir sobre la forma de escribir y de colocar consejos metodológicos, se trata de
presentar un punto de vista (el autor toma parte en la red y en la historia que estudia) en
un estilo que hace su reflexividad. Sugiere una «deflación metodológica».
276
Para interrogar el fondo cultural de la práctica científica, el sociólogo debe así
despegarse de su perspectiva científica y, por ejemplo, utilizar la práctica observada
para interrogar su propia práctica de observador. No se trata ya de utilizar técnicas
fiables y neutras para mostrar la realidad (la del laboratorio, por ejemplo) sino de estar en
el laboratorio e invitar al lector a interrogarse sobre la práctica de la encuesta, la del
observador y la de los observados. La sociología reflexiva tiene la ambición de
quebrantar la ilusión de una ciencia que niega su carácter de construida.
Lecturas recomendadas
Latour, B. (1988), «The Politics of Explanation: an Alternative », en Woolgar, S. (ed.), Knowledge and
Reflexivity, New Frontiers in the Sociology of Knowledge, Sage Publications, Londres.
Otras lecturas citadas
Referencias en otros capítulos: Ashmore et al. (1989), Latour (1992) en la introducción; Kreimer (1999) en el
capítulo 1; Boudony Clavelin (1994) en el capítulo 5; Traweek (1988) en el capítulo 6.
Fuller, S. (1994), The Social Psychology of Science, The Guilford Press, Nueva York-Londres.
— (1988), Social epistemology, Indiana University. Shadish W., Bloomington.
277
Anexos
Revistas
Bulletin of Science, Technology and Society: orientado a un público de investigadores, docentes de secundaria y
profesionales de la educación.
CTS-Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnologia y Sociedad: revista argentina patrocinada por la OEI
(Organización de Estados Ibero-americanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura), la Universidad de
Salamanca y la ONG Grupo Redes.
Engineering studies: revista lanzada en 2009 por International Network for Engineering Studies (INES). Publica
trabajos de investigación originales dedicados a los ingenieros y a la actividad de ingeniería.
Interciencias: revista venezolana que combina la difusión científica con artículos sobre la gestión y la política de la
ciencia y la tecnología.
Espacios: revista venezolana dedicada a la gestión tecnológica y a los estudios sociales de la ciencia y la
tecnología. Es el órgano oficial de la Asociación Latino-Iberoamericana de Gestión tecnológica (ALT EC).
Public Understanding of Science: revista que cubre el campo de las relaciones entre las ciencias y el público,
especialmente la divulgación y la museología.
Quipu: revista mexicana que publica artículos en el campo de la historia de la ciencia, incluyendo numerosos
trabajos locales. Asegura la difusión de investigaciones en historia de las ciencias y de la tecnología en América
Latina.
Radical Science Journal, Science for People: revista que ofrece análisis críticos, a menudo radicales, de las
ciencias y las técnicas.
REDES (Revista de estudios sociales de la ciencia): revista latinoamericana de estudios sociales de las ciencias y
las técnicas. Publica traducciones de artículos emblemáticos del campo CT S.
Research Policy: revista pluridisciplinar dedicada a la política y a la gestión de I+D.
Revue d’Anthropologie des Connaissances: revista académica pluridisciplinar dedicada al análisis de las
dimensiones socio-materiales de las producciones de conocimiento y procesos cognitivos.
Science as Culture: revista inglesa dedicada al análisis del impacto cultural de la ciencia sobre la sociedad.
Science in Context: revista norteamericana dedicada al estudio del conocimiento científico.
Science & Technology Studies: revista interdisciplinar de estudios de ciencias y tecnologías, fundada por la
sociedad finlandesa de estudios de las ciencias. Se llamaba Science Studies antes que se ha vuelto la revista
oficial de la European Association for the Study of Science and Technology (EASST ) en 2012.
Science Technology and Human Values: revista norteamericana, publicada desde 1978. Ligada a 4S, próxima a las
corrientes constructivistas. Es una de las revistas académicas más citadas en ciencias sociales.
Science Technology and Society: revista que se interesa en las relaciones entre ciencias, tecnologías y sociedades
278
en los países en desarrollo.
Scientometrics: revista publicada por la Academia Kiadó de Budapest (Hungría) y Spinger Netherlands. Publica
artículos de investigación originales orientados a los aspectos cuantitativos de la ciencia, la comunicación en las
ciencias y la política científica.
Social Studies of Sciences: revista inglesa, publicada desde 1971 y ligada a EASST , próxima a corrientes relativistas
y constructivistas. Es una de las principales revistas académicas del campo científico.
Technology and Culture: revista de historia de las técnicas, pluridisciplinar, editada por la SHOT .
Technology in Society: revista pluridisciplinar dedicada al papel de las técnicas en la sociedad y a las fuerzas
sociales que configuran la técnica.
Colecciones editoriales
Anthropologie des sciences et des techniques, La Découverte, París.
Ciencia, Tecnología y Sociedad, Anthropos, Barcelona.
Ciencia, Tecnología y Sociedad, Fondo de Cultura Económica, México.
Ciencia, Tecnología y Sociedad, Universidad de Quilmes, Quilmes.
Estudios sociales de tecnociencia desde América Latina, Siglo del hombre, Bogotá.
Les empêcheurs de penser en rond, Synthélabo, Le Seuil, París.
Science et société, La Découverte, París.
Science ouverte, Le Seuil, París.
Science, histoire et société, PUF, París.
Science, technology and society, MIT Press, Cambridge, Massachusetts.
Tecnología, economía y sociedad, Alianza Editorial, Madrid.
Sociedades científicas
Las principales sociedades que reúnen a los investigadores realizan estudios sociales sobre las ciencias y las
técnicas, organizan coloquios, seminarios de investigación, escuelas de verano y grupos de trabajo:
4S – Society for Social Studies of Science: principal sociedad científica del ámbito. Publica Science, Technology
and Human Value (ST HV) y Technoscience [http://www.4sonline.org/].
AFS – Red temática 29 «Sociología de las ciencias, técnicas y de la innovación», de la Association Française de
Sociologie (AFS).
AISLF – Comité de Investigación 29, «Sciences, innovation technologique et société», de la Association
Internationale des Sociologues de Langue Française (AISLF). Fue al inicio de la Revue d’Anthropologie des
Connaissances [http://www.univ-tlse2.fr/aislf/gt6/index1280.htm].
ALAS – Asociación Latinoamericana de Sociología.
ALT EC - Asociación Latino-iberoamericana de Gestión Tecnológica: organiza cada dos años seminarios sobre la
política, la gestión de la ciencia, la tecnología y la economía del cambio tecnológico
[http://www.altec.secyt.gov.ar/].
EASST - European Association for the Study of Science and Technology. Fundada en 1981, sucesora del grupo
PAREX (Paris-Sussex), publica Science & Technology Studies [http://www.easst.net/].
ESOCIT E – Estudios sociales de la ciencia y tecnología: sociedad latinoamericana de estudios sociales de la ciencia
y la técnica. Organiza encuentros bianuales desde 1996 (Caracas): Querétaro (1998), Campinas (2000), Toluca
(2004), Bogotá (2006), Río de Janeiro (2008), Buenos Aires (2010), México (2012), Buenos Aires (2014).
ESST – Association européenne interuniversitaire sur société, science et technique, que gestiona un Máster europeo
[http://www.esst.uio.no/]
279
ISA – RC 23: Research Committee on Sociology of Science and Technology, Fundado en 1966 en el seno de la
International Sociological Association [http://www.ucm.es/info/isa/rc23.htm].
Red esCT S – Red de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología [http://redescts.wordpress.com/].
RICYT – Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología-Iberoamericana e Interamericana: fue constituida por el
Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYT ED) en 1994
[http://www.ricyt.edu.ar/].
SAC – Société d’Anthropologie des Connaissances, fundada en 2006 [http://www.ird.fr/socanco/] y que publica la
Revue d’Anthropologie des Connaissances.
SHOT – Society for History of Technology, que publica Technology and culture [http://shot.press.jhu.edu/].
SLHCyT – Sociedad Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología [http://smhct.org/index.htm].
SST NET – Sociology of science and technology Network: plataforma europea ligada a la European Sociological
Association (ESA) [http://sstnet.iscte.pt/].
STS.CH – Association suisse pour l’étude en science, technologie et société [http://www.sts.unige.ch/].
Algunos equipos de la investigación
Argentina
Instituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología – Universidad de Quilmes
[http://www.unq.edu.ar/layout/redirect.jsp?idSection=2358].
Centro de Estudios Avanzados – Universidad de Buenos Aires: política y gestión de la ciencia y la tecnología.
Brasil
Casa de Oswaldo Cruz é centro da história das ciências biomédicas e da saúde pública – FIOCRUZ
[http://www.coc.fiocruz.br/].
CEPISHH (Centro de Epistemologia e História das Ciência) – Universidade Federale do Rio de Janeiro
[http://www.ifcs.ufrj.br/~cehc/].
COPPE (Coordinación de Programas de Postgrado en Ingeniería) y Facultad de Economía – Universidade Federale
do Rio de Janeiro. NECSO - Núcleo de Estudos de Ciência & Tecnologia & Sociedade.
Departamento de Política Científica e Tecnológica – Unicamp, Campinas
[http://www.unicamp.br/anuario/2001/IG/DPCT/DPCT.html].
Universidad de São Paulo: un grupo de historia de la ciencia y un grupo de administración de la tecnología.
Colombia
Grupo de Estudios Sociales de la Ciencia, la Medicina y la Tecnología – Universidad Nacional de Colombia
(Bogotá) y Universidad Javeriana (Bogotá).
Grupo Tecnología y Sociedad – Universidad de los Andes (Bogotá).
Observatorio de Ciencia y Tecnología (OcyT). Bogotá [http://www.ocyt.org.co/].
Cuba
Centro Carlos Finlay para Estudios de la Historia y Organización de la Ciencia – Academia de Ciencias de Cuba.
Universidad de La Habana.
Ecuador
CT S FLACSO, Ecuador, Quito.
280
México
Facultad de ciencias políticas – Universidad Autónoma del Estado de México. Grupo de Estudios de la educación
y la ciencia – Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, México [http://www.iis.unam.mx/educacion.html].
Perú
GRADE (Grupo de Estudios para el desarrollo): institución privada que se dedica al diseño de políticas de ciencia y
tecnología y en la evaluación.
Venezuela
CENDES (Centro de Estudios del Desarrollo) – Universidad Central deVenezuela [http://www.cendes-ucv.edu.ve/].
Grupo de estudio de la ciencia – Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC)
[http://www.ivic.ve/estudio_de_la_ciencia/].
España
Instituto de Políticas y bienes públicos – CSIC [http://www.iesam.csic.es/].
Grupos CT S en las Universidades de Sevilla, de Oviedo, de Valencia, de Barcelona.
Francia
CENT RE ALEXANDRE KOYRE – CRHST (Centre de Recherche en Histoire des Sciences et des Techniques), EHESS
[http://www.koyre.cnrs.fr/].
CET COPRA (Centre d’étude des connaissances, des techniques et des pratiques), París I. [http://cetcopra.univparis1.
fr/].
CIRUS-CERS (Centre d’Etude des Rationalités et des Savoirs), Toulouse [http://www.univtlse2.
fr/rech/equipes/cers.html].
CSI (Centre de Sociologie de l’Innovation), Ecole des Mines, París
[http://www.ensmp.fr/Fr/Recherche/Domaine/ScEcoSoc/CSI/CSI.html].
GRS (Groupe de recherche sur les savoirs), EHESS [http://www.ehess.fr/html/html/CEN_3_36.html].
IRIST (Institut de Recherches Interdisciplinaires sur les Sciences et la Technologie), Strasbourg [http://irist.ustrasbg.
fr/].
PACT E Politique – Organisations, Grenoble [http://www.pacte.cnrs.fr/].
Suiza
LaDHUL (Laboratoria de cultura y humanidades digitales) [http://www.unil.ch/ladhul], Interface Science et
Société [https://applicationspub.unil.ch/interpub/noauth/php/Un/UnUnite.php?UnId=176&LanCode=8], y
Institut d’histoire de la médecine.
Austria
Institute for Theory and Social Studies of Science, University of Vienna,Viena.
Mundo anglosajón
The Center for the study of Technology and Society, Washington, USA. Center for Technology and Society,
University of Trondheim, Noruega.
CIRST (Centre Interuniversitaire de Recherche sur la Science et la Technologie), Univ. Québec, Montreal, Canadá.
CREST (Centre de Recherche en Evaluation Sociale des Technologies), Montreal, Canadá.
CRICT (Center for Research into Innovation, Culture and Technology), Brunel University, Uxbridge, Reino Unido.
281
Department of Science and Technology Studies, Cornell University, Ithaca NY, USA Center for Social Theory and
Technology, University of Keele, Royaume-Unis Interface Science et Société, Université de Lausanne, Suiza.
PREST (Policy research in engineering, science and technology), Manchester, Reino Unido.
Research Center for Social Sciences & Science Studies Unit, Edinburgh, Reino Unido.
Science and Technology Dynamics, University of Amsterdam, Países Bajos
Science Studies Center, University of Bath, Reino Unido.
Science Studies, University of California, La Jolla (San Diego), Estados Unidos.
Science, technology & society (ST S), North California State University, Estados Unidos.
SPRU (Science Policy Research Unit), University of Sussex, Reino Unido.
WMW - FWT (Center for Studies of Sciences, Technology and Society), University of Twente, Enschede, Países
Bajos.
282
Índice
Introducción 8
1 Ciencia y sociedad: una relación compleja 14
2 La institución de las ciencias 46
3 Las ciencias como organización 73
4 Dinámicas sociales en las ciencias 115
5 La influencia de la sociedad en los contenidos de los
conocimientos 154
6 Las prácticas científicas 202
7 El laboratorio en la sociedad 241
Conclusión 274
Anexos 278
283

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