martes, 23 de junio de 2020

Mag. Lilian Berardi: Expansión Urbana frente a barrios marginales: retratos sociales.


EXPANSIÓN URBANA frente a barrios marginales: retratos sociales

La migración hacia las ciudades capitales, así también la expansión urbana, y como consecuencia, en algunos casos, la aparición de barriadas informales, posee fuerza explicativa porque ha producido cambios en las economías locales, asociados con procesos agro-industriales que en muchos casos han generado transformaciones, causantes de incertidumbre en la población[1].
La ciudad históricamente fue vista como ámbito facilitador de variadas oportunidades: infraestructura, consumo, servicios, vida social ampliada. Algunos autores las han calificado como “economías de aglomeración” por ser síntesis de concentración de capital físico: infraestructura, transporte, puertos, saneamiento, red eléctrica, entre otras particularidades; de concentración de capital social: diversidad cultural y educativa, oferta de recreación y de concentración de consumidores que promueven la aparición de oferentes de servicios que aseguran fuentes laborales diversas.
Si bien es un ámbito que ofrece servicios, que se visualiza como un espacio de inversión y competencia, la ciudad es un espacio de marginación y exclusión para aquellos que no logran insertarse. Los beneficios que son brindados a la vez generan selección.
Castels (2001)[2] advierte que los migrantes encontrarán en los espacios urbanos diferentes coyunturas que determinarán su tipo de localización. Señala que a los pobladores les requerirá de una adaptación particular. El autor las especifica, como ciudades de nueva economía.

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Berardi, L. (2017). Complejo habitacional en barrio periférico/ Construcción de la década de los 60.
 Según CEPAL (2016:52) para el caso de Montevideo, “(…) esto se traduce en el crecimiento de la población de bajos ingresos en las periferias urbanas críticas, el vaciamiento de la ciudad consolidada, el importante crecimiento de los asentamientos irregulares y el distanciamiento territorial entre sectores sociales de nivel socioeconómico bajo y sectores sociales de nivel socioeconómico medio y medio-alto”.     
El foco en los barrios, un nuevo perfil urbano.
¿Qué no se ve cuando miramos la foto de un barrio informal?
La palabra Ciudad siempre ha estado asociada con desarrollo productivo, cultural, social, con oferta laboral y con servicios innovadores entre otros beneficios[3]. Esto en algunos barrios ha cambiado, los análisis demográficos más recientes recogen inquietudes no atendidas, visualizan espacios deprimidos, infraestructura deficitaria en servicios, ofertas laborales escasas e informales, a lo que se agregan dificultades para la localización y el alojamiento de las personas. Dichas realidades combinadas, disponen la imagen de algunos barrios de la ciudad y no necesariamente de los más alejados del Centro. Se está ante un escenario preocupante dado que investigaciones en el campo demográfico proyectan que para el 2050   -en tres décadas- 86 de cada 100 personas serán habitantes de las ciudades latinoamericanas.
La historia mostró realidades muy diferentes. Los movimientos migratorios del siglo XX estuvieron motivados por procesos industriales ofertados desde las ciudades; estos requerían la presencia de abundante mano de obra. Quienes llegaban, muchas veces de modo aluvional, se agrupaban en extensiones previstas; así se crearon los barrios obreros en los que el nucleamiento se producía según actividades a desarrollar. De este modo surgieron: barrios industriales, textiles, frigoríficos, y otros de comercios de variados rubros. Este escenario tuvo un impacto favorable; en ellos fue visible el crecimiento industrial, económico, la diversificación poblacional y como correlato una dinámica social que retroalimentaba el entorno. Pero a mediano plazo se hizo visible el impacto desfavorable; de modo lento se iba produciendo un poblamiento desordenado provocado por la permanente llegada de familiares, en algunos casos del medio rural, los que venían para quedarse.
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Berardi, L. (2017). Imagen de poblamiento informal.
Al hacinamiento se agregaba informalidad laboral, nueva pobreza o pobreza trasladada que añadía carencias e incertidumbres. Se ocupaba de modo ilegal una parte del suelo; así se conformaban nuevos barrios y se construían frágiles viviendas. A la precariedad de los materiales usados se sumaba la labilidad de las relaciones que se desarrollaban entre nuevos y viejos pobladores.
La imagen externa de estas viviendas daba la sensación de una obra en “permanente construcción”; se les distinguió como “viviendas progresivas”, de lenta resolución: allí se albergaba a los nuevos integrantes. Estos alojamientos permitieron una original lectura social: en ellos se entrecruzaba solidaridad, inquietudes e intereses diversos pero siempre contextualizados en la atención con estrategias de sobrevivencia.  
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Berardi, L. (2017). Vivienda en construcción. Terreno inundable.
En general se ocuparon terrenos bajos, sin saneamiento, con precario o nulo tendido eléctrico que los convirtió en zonas de riesgo físico y social, situación que afectó la calidad de vida de los pobladores. Los nuevos vecindarios fueron cualitativamente semejantes. Los caracterizaba una cierta homogeneidad que aunque no siempre fue manifiesta llevó a que algunos autores, investigadores en estos colectivos, señalaran como variable de interés lo que denominaron “efecto vecindario”.[4]
Cabe destacar que el crecimiento urbano, con el agregado de las características mencionadas, se produjo a un ritmo que desbordó la capacidad institucional para atender demandas[5]. Entre otras particularidades en estas viviendas, en pocos años se agruparon varios hogares. Dichas áreas, tanto en Montevideo como en otras ciudades capitales, mostraron una abultada carga demográfica que impactó en la vida cotidiana de los entornos próximos. Estos no estaban previstos para asumir la atención inmediata y/o los requerimientos específicos que se producían; una alta y desordenada urbanización generó dificultades en un suelo no preparado para recibir moradores que necesitaban variados servicios.
Para Chaparro (2014), la urbanización reúne: aglomeración espacial y física de pobladores. El autor advierte que dicha situación genera cambios en distintos escenarios; explica que se originan renovaciones macro, meso y micro sociales que favorecen o retraen el desarrollo de la zona. Otros análisis contribuyen con la descripción de lo que se “esconde” en la imagen de los nuevos barrios. Los procesos de urbanización, en la interpretación de algunos autores, tienen relación con lo que definen como: a.- factores de arrastre y b.- factores impelentes. En el caso de los primeros, asociados con movilidad socio-económica, se los entiende como multicausales, dado que se relacionan con: búsqueda de oportunidades laborales, educativas, de servicios variados, patrones del bienestar familiar, porque modifican la vida de las personas. Los factores impelentes tienen relación con transformaciones en las tecnologías de producción agrícola e industrial, dado que cambian los procesos de producción y los tipos de productos requeridos. Las innovaciones generan migración rural por falta de fuentes de trabajo, empujan a las ciudades a pobladores que se han empobrecido o van en camino a ello, dado que el campo ya no los involucra. Al migrar se pierde la red de contactos y esto llega a ser central a la hora de adecuarse a nuevos grupos. La pobreza urbana es cualitativamente diferente de la pobreza rural, entre otros aspectos es más visible.
En síntesis, el espacio, como territorio ocupado por poblaciones vulnerables, debe ser analizado en su estructuración físico-social, dado que es un lugar en el que se produce y reproduce vida humana, en el cual se visualizan injusticias sociales que “marcan” el ánimo de sus moradores.
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Berardi, L. (2017). Tiempo libre.
Uso del tiempo libre, actitudes que definen intereses diversos, relacionamiento social no convencional, velocidad de reacción, en general violenta, son situaciones que se conjugan en la dinámica de estas barriadas.  

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Berardi, L. (2017). Espacio de recreación.
De hecho, se produce una separación territorial y social de pobladores -antiguos y nuevos- que los convierte en grupos homogéneos, polarizados, generándose lo que llamamos segregación residencial. La homogeneidad en estos ámbitos tiene un efecto negativo; los pobladores se encuentran  reunidos por condiciones de exclusión socio-espacial muy duras y  desarrollan códigos de sociabilidad diferenciados. En el caso de los pobladores más antiguos estos códigos contienen rastros de las condiciones socio-económicas previas, es decir pesa la historia de consolidación vivida, la que fue muy diferente a la actual.
La historia fundacional condiciona y explica las situaciones disonantes que ocurren muchas veces en la vida diaria[6]. Entre los nuevos pobladores hay señales que operan como condicionantes que contaminan el comportamiento del vecindario. Si bien una construcción social los identifica, a la vez los diferencia. A la segregación espacial objetiva se agregan sentimientos, disposiciones que fundan una segregación subjetiva que contribuye a disminuir la autoestima. A la imagen propia, la que reconocen como desvalorizada, se le suma la indiferencia que la sociedad trasmite. El estigma socio-espacial posee una fuerza que trasciende y marca la vida de estos pobladores, porque entienden que desde esa imagen se les juzga y se les valora.
Consolidada la ocupación formal, legal, llegan más tarde, de modo aluvional, y en general sin planificación previa, pobladores que se asientan de modo informal.
En las últimas décadas, -en el caso de Montevideo- en el marco de la implementación de programas habitacionales, se realizaron actividades que implicaron una labor específica en la búsqueda de fortalecer lo social.  
“La vulnerabilidad social está condicionada por la interacción entre factores macrosociales y microsociales. Estos van desde las pautas culturales, la estructura socioeconómica, los roles de género y las políticas públicas a las características particulares de los individuos. Estas últimas refieren a las conductas, percepciones y actitudes individuales que permean “estilos de vida”. (CEPAL, 2016:60)
El foco en los pobladores: nuevos rostros urbanos.
Como se mencionaba, en los barrios informales se concentran pobladores vulnerables, ciudadanos que conviven en escenarios de riesgo, de inequidad socio-espacial, condiciones que los torna a la vez doblemente informales. Ocupan ambientes urbanos constrastantes, producto de sus variadas oportunidades; el tipo de vivienda que habitan, el equipamiento del que disponen y la inserción laboral también precaria o informal, los convierte en una población que posee dificultades para vivir. Se integran al barrio con un saldo negativo[7]; en las viviendas se constituyen hogares múltiples, predomina la jefatura femenina, madres jóvenes[8] con muchos niños a cargo.
Las imágenes fijas o dinámicas en las que se puede visualizar la vida y el entorno de estas poblaciones permiten comprender la estructura social antes señalada: es posible captar la relación recíproca entre lo espacial y lo social.
El retrato de estos colectivos encubre sentimientos y emociones, huellas que explican la compleja relación social que se produce en escenarios en los que, si bien convergen diferentes generaciones, poseen similares inequidades que explican sus vidas. Habitar un caótico ordenamiento territorial, que problematiza la prestación de servicios, hace difícil la mejora de las mínimas necesidades[9].  
Por otra parte, estos grupos conforman un colectivo sin representación directa, con escasa o nula voz, deben aprender a representarse, necesitan aprender a valorar y a valorarse. Primaria incompleta es en general el nivel educativo más alto alcanzado por la media de estos vecinos; dicha realidad explica la escasa inserción laboral formal que en general consiguen. Son poseedores de un capital cultural muy débil, capital cultural sin certificación, que a la vez los inhibe tanto en la comprensión oral como escrita. A las trayectorias educativas truncadas suman dificultad para acceder al mercado de trabajo y cuando lo hacen, en general, logran empleos precarios.
Ardiles (2008:136) parafrasea a Willis (1961) y plantea:
“(…) el estilo de vida y los valores que conforman la cultura del contexto donde se localiza el fenómeno de la pobreza, constituye el ambiente en el que coinciden: alta proporción de familias encabezadas por mujeres, acortamiento del período de niñez, escasa organización social, individualismo, insolidaridad, ausencia de participación socio-política, apatía, resignación, que a su vez se transmite de una a otra generación reproduciendo la pobreza indefectiblemente”.
Los aportes teóricos de Bourdieu[10], aunque producidos en la década de los 60, cobran cierta vigencia. Si bien el autor, en su investigación, compara clases sociales y específicamente proletariado vs sectores con mejores recursos socio-económicos, situación muy diferente a la que nos ocupa, interesa rescatar apreciaciones como las que tienen que ver con el sentido del gusto.
El sentido del gusto[11], puesto en elecciones y disposiciones de diferente alcance  -música escuchada, canciones, indumentaria, vestimenta elegida, cocina mencionada como favorita, paseos preferidos, decoración de la vivienda- está forzosamente relacionado con las condiciones sociales en que se desarrolla la vida del sujeto. El tipo de consumo, la calidad de lo adquirido, la frecuencia en que se realizan compras y el tipo de bienes deseados, son indicadores en la búsqueda que el autor pretende para su estudio. Bourdieu (1998:108) trabaja específicamente para demostrar cómo en el sentido del gusto existe determinación económico-social; advierte cómo la apreciación y percepción acerca de los objetos u externalidades de la vida, son propias o están condicionadas y provienen de una construcción social previa. Dicha construcción social se produce en un espacio físico, se cimenta en la ocurrencia del relacionamiento social natural que se origina en el propio grupo. 
Para Bourdieu el desplazamiento de los individuos en el espacio social no casual ni azaroso. De este modo, el autor aclara que existen fuerzas de la propia estructura espacial que se imponen a los individuos y ante las que afloran sus propias disposiciones. 
Interesa a nuestro propósito de interpretación, cómo Bourdieu desarrolla la idea de que el estilo de vida de las personas está en directo vínculo con los “hábitus” compartidos por los colectivos que conforman. En dichos “hábitus” se unifican y generan actitudes, aptitudes, comportamientos, gustos, preferencias identificables. En aspectos externos la vestimenta y el lenguaje, en otros aspectos la vivienda y su decoración, el mobiliario y la disposición del mismo, son señales homogeneizantes.
Si bien el “hábitus” inclina la elección del colectivo, cabe destacar que el gusto, que atraviesa las decisiones, para Bourdieu (1998:177) está asociado con “(…) una elección forzada, producida por unas condiciones de existencia que, al excluir como puro sueño cualquier otro posible, no deja otra opción que el gusto de lo necesario”, de lo posible, dada la condición en la que viven.  
Otras condiciones que hacen a la vida de estos pobladores.
La dificultad de obtener imágenes directas, fotos/videos, dado el necesario respeto de los espacios privados, impide ahondar en: el cómo viven; en conocer qué guardan en sus despensas?, ¿qué adornos eligen para sus casas?, ¿cómo disponen sus muebles?, ¿qué presencia tienen en estos hogares los símbolos religiosos o de otro carácter?
En algunos la vestimenta encubre “modelos buscados”, reproducen la necesidad de poder, de valor. En el caso de las mujeres, además, este poder está representado en el relacionamiento con un varón “reconocido” por el grupo, en general por atributos negativamente representativos.  
Expresiones de Ardiles (2008:136) restringen nuestras expectativas cuando afirma: “(…) podemos suponer que, si un individuo cualquiera ha sido socializado en este contexto cultural de la pobreza, mantendrá sus prácticas sociales y discursivas de forma definitiva. La cultura de la pobreza aísla al pobre y los somete a sus designios. Tiene sus rasgos. Con ella ocurre algo semejante a lo que sucede con la herencia genética. Confina al hombre a su situación y le impide aprovechar las oportunidades y posibilidades que la sociedad le podría ofrecer”. 
A modo de cierre
Tener en cuenta la desigualdad de estos pobladores es un desafío permanente. En estos escenarios se generan costos sociales y económicos que deben ser atendidos como prioritarios. Planes sociales, educativos[12], junto al aggiornamiento del sistema jurídico, son ejes sustantivos, de atención permanente. Se trata de la necesidad de fortalecer la vida social en un amplio sentido.
El artículo tuvo el propósito de trabajar desde una visión en la que fuera posible conjuntar la realidad con la teoría que la explica. Con respecto a la realidad, no conocida de manera generalizada, salvo por aquellos directamente involucrados por sus trabajos puntuales en las zonas referidas, solo era viable mostrarla a través de imágenes. En esta intención, la de hacer posible la visualización, apareció el escollo. Recoger imágenes significa “invadir” la vida del otro, ese “otro” que en general ha sido despojado, asediado, porque una y otra vez su entorno, sus vidas, pasan a ser noticia. Dicho intento, en parte es logrado al citar algunos aportes de imágenes del cine documental y de fotos recogidas en “redes sociales”, sumadas a otras recogidas de modo directo.
El siglo XXI, siglo de imágenes y tecnologías que avanzan, sumado a los aportes teóricos provenientes de la “sociología y antropología visual”, agregan la posibilidad de conocer e interpretar dichos espacios. No se trata solo de ver, sino de ver bien, ver con criterio científico, con método. Dichas disciplinas exploran el enseñar a ver, a analizar la mirada y sobre todo a divulgar imágenes con criterios valorativos, pero desde una postura académica, lejos de solo contribuir a la crónica “roja”. En dichos ámbitos académicos la imagen gana campo dentro de la investigación social. Las imágenes contienen observación, intención. Si bien incluyen la subjetividad de quién la produce, por sobre este aspecto, asoma una forma respetuosa de divulgación. Las imágenes agregan vida a descripciones hechas por quienes trabajan en dichas zonas. A la palabra se anexan realidades vivas. Así, la significación de la pobreza, el rostro de la pobreza, es captado con una diferente dimensión. Cuando la realidad, explicitada mediante la palabra, se complementa con imágenes, es posible descubrir sucesos y presencias no advertidas, no manifestadas. 
En síntesis
La conformación de barrios informales tiene una base socio-económica altamente significativa. Estos barrios, antes “cantegriles”, hoy asentamientos informales, si bien tuvieron su origen en la década del 40, con intervalos han mantenido similares rasgos de constitución.
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Berardi, L. (2017). Imagen de asentamiento. Visible precariedad y desorden ambiental.
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Berardi, L. (2017). Imagen de vivienda en terreno inundable.
Cincuenta años después -década de los 90- diferentes motivaciones nuevamente producen migraciones, algunas en la búsqueda de beneficios ambientales, búsqueda de mejora en la calidad de vida y otras en la línea histórica de desplazamiento por condicionantes económicas, quizá a calificar como un tipo de expulsión urbana. En el primer caso la franja costera de Canelones es la receptora de nueva población, mientras que otro caso se produce dentro del propio departamento de Montevideo, hacia zonas alejadas del Centro. En este desplazamiento, en principio, fue posible detectar cierta influencia política[13]/[14]; “los migrantes” poseían conocimientos acerca de sus derechos con respecto al uso de la ciudad, de sus espacios, y lo hicieron con fundados criterios en cuanto a la ocupación y a la distribución espacial que realizaban. No se descuidó la idea de que se concretara una futura urbanización que requeriría de zonas específicas para servicios, caminería, saneamiento, entre otras necesidades.
Así como la industrialización nucleó pobladores a los que facilitó su localización, la desindustrialización y el tiempo de crisis provocó la precarización y como correlato la expulsión de las áreas centrales de la ciudad.
La realidad de esa época ya no es la misma, han cambiado los intereses, lo cultural ya no tiene la relevancia que condicionaba la participación en ámbitos de decisión. Hoy esta realidad, de escasa o nula intervención e involucramiento, desordena la relación en el vecindario, enturbia la mirada con que se recibe a los nuevos ocupantes. Se percibe que ya no es posible mantener las normas comunitarias creadas por las necesidades de convivencia. Ha variado el capital social aportado, los nuevos pobladores llegan con urgencias socio-económicas, pero a la vez con modalidades de resolución que no se comparten por los antiguos residentes. A los nuevos códigos de vida que despliegan, se agrega la precariedad laboral, aspecto que condiciona aún más la forma de integración y por tanto la convivencia diaria.      
BIBLIOGRAFÍA
Álvarez, S. ( 2005). Trabajo y producción de la pobreza en Latinoamérica y el Caribe: estructuras, discursos y actores. CLACSO. Bs. As. En línea:
Ardiles, F. (2008). Apuntes sobre la pobreza y su cultura. Observatorio Laboral Revista Venezolana, Vol.I N° 2. En línea:  http://www.redalyc.org/pdf/2190/219016822007.pdf

BID. (2009). Pobreza en áreas centrales urbanas. Métodos de análisis e intervenciones. Manual de consulta para profesionales.
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Castels, M. (2001). La ciudad de la nueva economía. Papeles de Población, vol. 7, núm. 27, enero-marzo, 2001 Universidad Autónoma del Estado de México Toluca, México.
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CEPAL (2017). Panorama multidimensional del desarrollo urbano en América Latina y el Caribe.DESARROLLO SOSTENIBLE Y ASENTAMIENTOS HUMANOS.  DOCUMENTOS DE PROYECTOS.
Chaparro, P. (1971). Efectos sociales y políticos del proceso de urbanización. Revista EURE - Revista De Estudios Urbano Regionales, 2(6).  Documento de trabajo del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica

Documental argentino. Recorridos Urbanos - Villas miseria y delincuencia.

Filgueira, F. (2000) "Entre la pared y la espada: ciudadanía social en América Latina. En  línea: en http://henciclopedia.org.uy/autores/Filgueira/prestaciones1.htm y http://henciclopedia.org.uy/autores/Filgueira/prestaciones2.htm
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Hardoy, J. (1974). El proceso de urbanización en América Latina. Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe. Centro de Documentación. La Habana. Cuba.
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Lewis, O. (1961). La cultura de la pobreza. Cinco familias. Fondo de Cultura Económica, México.
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Serna, M. (2010). Pobreza y (des)igualdad en Uruguay: una relación en debate. En línea:
 Publicado en Revista Quehacer Educativo Número 148. Abril 2018. FUM-TEP. Uruguay.


[1] Dato de interés que aporta CEPAL (2017:18). “A nivel de migración doméstica es necesario destacar que la migración campo-ciudad y la migración entre las ciudades en ALC ha tenido una tendencia al decrecimiento. El crecimiento demográfico urbano en el conjunto de la región ha tenido un alto aporte en la migración campo-ciudad; durante la década de los 80 el aporte de la población desde el campo fue de 36.6% y de 33.7% en los 90 (UN-Hábitat, 2012). Actualmente la migración interna es de ciudad a ciudad (CELADE población, territorio y desarrollo sostenible).
[2] Castels (2001:8) “(…) las ciudades son claves tanto como productoras de los procesos de generación de riqueza en el nuevo tipo de economía como de la capacidad social de corregir los efectos desintegradores y destructores de una economía de redes sin ninguna referencia a valores sociales más amplios, más colectivos o no medibles en el mercado, como, por ejemplo, la conservación de la naturaleza o la identidad cultural”.
[3] Estudios aportados por Hardoy (1974) señalan que América latina fue una región históricamente urbana; el autor cita aspectos de la vida en las ciudades coloniales, como Cuzco y Tenochitlán a los que agrega resultados arqueológicos de la zona amazónica de Brasil en los que se evidencian sus presupuestos. Dicha aglomeración tuvo como motivos cuestiones administrativas, de seguridad y vinculadas al comercio. CEPAL (2017: 22). “La informalidad refuerza las desigualdades sociales y espaciales, tanto en términos de ingreso como en el acceso a la protección social, agravando la vulnerabilidad social y territorial”.

[4] BID (2009:22).Este fenómeno ha sido extensamente analizado mediante un examen de la interacción social, la exclusión y el capital social. Los vecindarios producen tanto externalidades positivas como negativas”… (Cabe señalar el aporte sustantivo que supone la lectura de la Parte I del citado documento).
[5] El poblamiento de las periferias, en las últimas décadas del siglo XX respondía a otras inquietudes: recreación, turismo, en oportunidades localización familiar, y de este modo la zona se convertía en “ciudad dormitorio”, sin urgencias en el reclamo de servicios básicos, estos se resolvían en la ciudad.

[6] Documental argentino. Recorridos Urbanos - Villas miseria y delincuencia.


[7] Es pertinente la descripción demográfica que realiza Filgueira (1994:150), cuando señala rasgos típicos del ámbito del cual surgen estos pobladores. “(…) la estructura y composición de los hogares en situaciones más precarias se caracterizan por la fuerte carga de dependientes en las edades más jóvenes, por el número relativamente escaso de adultos en edad activa, por la relativa incompletitud de la pareja, precariedad de la relación, y por encontrarse en un ciclo de vida relativamente joven”. 
[8] CEPAL (2016:49) “La maternidad en la adolescencia es un fenómeno complejo que no solo involucra a la adolescente y su familia sino a la sociedad en su conjunto” (…) “en la mayoría de los casos, (…) es una expresión de desigualdad social que limita el desempeño futuro de esas jóvenes”.  
[9] Filgueira (1994:151) ilustra esta realidad cuando afirma: “(…) a mayor deprivación relativa peores son la calidad y los servicios de la vivienda…en los hogares insatisfechos se constata un elevado porcentaje de familias donde la tenencia de la vivienda corresponde a condiciones de “ocupantes de hecho” y “usufructuarios”.
[10] El autor en 1979 publica sus hallazgos acerca de las distinciones que realizan los sujetos y la relación que existe con el sector social del cual provienen. Las condiciones de existencia, de vida, determinan entre otras cosas sus gustos, sus elecciones personales.
[11] A efectos de aclarar la expresión: sentido del gusto, vale citar a Bourdieu (1998:97)  “(…) el gusto como “facultad de juzgar valores estéticos de manera inmediata e intuitiva” es inseparable del gusto en el sentido de capacidad para discernir los sabores propios de los alimentos que implica la preferencia por algunos de ellos”.
[12] El sistema educativo tiene un cometido específico. Desde sus espacios se puede recomponer el tejido social, desde las aulas se puede trabajar para internalizar modos de convivencia que no solo signifiquen cumplimiento de reglas y normas sociales, de obligaciones, sino que a la vez se ejercite el reconocimiento de que los individuos son sujetos de derecho.   


[13] La clase política, desde los diferentes sectores, utilizó la realidad social de dichos pobladores para su capitalización partidaria. El “clientelismo” cobra un nuevo perfil; ya no se trata ofertar de cargos públicos; ahora es la “promesa” de beneficios para el asentamiento en espacios públicos y las posibilidades futuras en los mismos. A la “esperanza” ofertada por los partidos tradicionales, se agregaban las expectativas generadas desde un gobierno departamental que promovía justicia social, participación, ámbitos de convivencia solidarios. Los pobladores se involucraron con ambos sectores y fueron capturando y reconociendo sus verdaderos caminos para mejorar su situación de vida.
[14] EL Puntero. Serie argentina en NETFLIX. Se desarrolla en un barrio marginal de Buenos Aires. El personaje principal -activista social- debe negociar con políticos corruptos cada vez que intenta resolver problemas del vecindario.  https://www.netflix.com/uy/title/80190367
                                                https://www.eltrecetv.com.ar/el-puntero/capitulos-completos


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