martes, 23 de junio de 2020

Mag. García Montejo S. :Industria del consumo. Hedonismo. Individualización. ¿Fin de los sustentos colectivos?


 
Industria del consumo. Hedonismo. Individualización.
¿Fin de los sustentos colectivos?
Nunca seremos capaces de ser los amos de nuestra historia,  pero podemos y debemos encontrar formas de controlar las riendas de nuestro mundo desbocado” (Giddens, 2007: 5)

 
Palabras introductorias
Referir a la nueva industria del consumo implica, necesariamente, hacer alusión al proceso de globalización. Diferentes autores han teorizado respecto de este fenómeno, fenómeno complejo y también contradictorio, que encierra distintas dimensiones: política, económica, social, cultural, tecnológica.
El mundo ha cambiado. La incertidumbre y el riesgo se han transformado en elementos del día a día; cada  vez más vivimos en una sociedad en la  cual lo permanente es el cambio, como señala Bauman (2007).
La globalización ha promovido la industria del  consumo. Somos lo que consumimos.  Consumimos lo que no necesitamos. Y buscamos la forma de obtener las mercancías que nos  otorgan satisfacción. Individualización, desincrustación (Bauman, 2007). Los hombres son libres para experimentar, pero esa libertad lo es también para enfrentar  las consecuencias que se derivan de sus decisiones.
Nos hemos vuelto hedonistas. El culto al placer se promueve en los “medios”. El hedonismo aparece como una nueva religión. Exaltación del individuo. ¿Es el fin de los sustentos colectivos?

La globalización
Como plantea Castells (2008), la sociedad y su base material han sido transformadas por las tecnologías de la  información, ejes de la revolución tecnológica. Interdependencia global de  las economías mundiales, formas novedosas de  relación  entre lo político, lo económico y lo social, reestructuración del  sistema  capitalista (flexibilidad, descentralización, interconexión empresarial), mayor poder del capital.  Son algunas de las notas con las que el autor referido define al nuevo sistema tecnoeconómico: “capitalismo informacional” (p. 44)
Giddens (2007) señala que la globalización implica una serie de procesos que actúan de forma contradictoria. Presionan en varios  sentidos: hacia arriba (de lo local a lo mundial), hacia abajo (sobre las autonomías locales) y lateralmente (en el sentido de que crea espacios económicos y culturales  nuevos al  interior de los países y a través  de  ellos). Este autor, ya en 1994, cuando refiere a este proceso  de cambios, lo denomina mundialización de la modernidad, o sea, modernidad que es globalizadora. Resulta clarificante su conceptualización, cuando  expresa:
“La mundialización puede por tanto definirse como la intensificación de las relaciones sociales en todo el mundo por las que se enlazan lugares lejanos, de tal manera que los acontecimientos locales están configurados por acontecimientos que ocurren a muchos kilómetros de distancia o viceversa (…)” (Giddens, 1994: 68)
Beck (1998) refiere a la Modernidad avanzada, en la que, a la vez que se produce riqueza, se producen socialmente riesgos. Estos muestran una tendencia globalizadora, que “abarca la producción y la reproducción” (p. 19), por lo tanto, también las amenazas son globales. El autor afirma lo dicho cuando expresa:
“(…) somos testigos (sujeto y objeto) de una fractura dentro de la modernidad, la cual se desprende de los contornos de la sociedad industrial clásica y acuña una nueva figura a laque aquí llamamos “sociedad (industrial) del riesgo”. (p. 16)
Castells (1994) señala que vivimos en una economía  global. Flujos de capital, mercado, proceso de producción, organización, tecnología, información, actúan a nivel mundial en forma simultánea. El autor define una economía global como: “(…) una economía en donde todos los procesos trabajan como una unidad en tiempo real a lo largo y ancho del planeta (…)” (Castells, 1994: 38). Queda claro que las  funciones económicas interconectan el mundo, los flujos de comunicación e información lo hacen posible. La desconexión de  la red global equivale a no existir en la economía. Sociedad de la información, sociedad red, sociedad de flujos. Flujos que atraviesan las diferentes esferas de la actividad humana. Flujos de información, de trabajo, de capital, de mercancías, imágenes, viajeros, flujos de roles. Redes que condicionan a los  actores y sus posiciones, a las organizaciones e instituciones tanto en las sociedades como en la economía. “La ausencia en la red dominante lleva a una estructura irrelevante. Solo vivir en las redes permite acceder a la existencia social de acuerdo con los valores e intereses estructuralmente dominantes” (Castells, 1994: 42). La Economía Informacional ha surgido a escala mundial.
(…) informacional, porque la  productividad y competitividad de las unidades o agentes de esta economía (…) depende fundamentalmente  de su capacidad para generar, procesar y aplicar con eficacia la información basada en el conocimiento. Es global porque la producción, el consumo y la circulación, así como sus componentes (…) están organizados a escala global,  bien de forma directa, bien mediante una red de vínculos entre los agentes económicos” (Castells, 2008: 92)
La sociedad de la información muestra un modelo dual (Flecha, 1994), ya que al mismo tiempo que conecta lugares, individuos, países, produce profundas desigualdades.
Para Ianni (1998), la globalización es progresiva y contradictoria. Alude a dimensiones sociales, políticas, económicas, históricas, culturales. Diferentes metáforas se han usado para referir al mundo globalizado: aldea global, fábrica global, nave espacial, economía mundo, sistema mundo, ciudad global.
Industria del consumo.
En esta aldea global, señala Ianni (1998), las informaciones se empaquetan, se venden. Se fabrican, como si fueran mercancías; lo mismo sucede con las ideas, con los entretenimientos. Todo se produce, todo se comercializa, todo se consume como mercancía. Industria cultural que disuelve fronteras, que generaliza el consumo. Revistas, libros, periódicos, emisiones de radio y TV, fax, videoclips, y otras formas de información y comunicación, se hacen necesarios para que el capital  se desarrolle. Desde  la dimensión cultural, se asiste a la integración de la comunicación electrónica. Texto, sonido, imágenes, redes sociales, comunidades virtuales (Castells, 2008). Nuevo sistema de comunicación, virtualidad real.
“Es un sistema en que la misma realidad (esto es, la existencia material simbólica de la gente) es capturada por completo, sumergida de lleno en un escenario de imágenes virtuales, en el mundo de  hacer creer, en el  que  las apariencias no están solo en la pantalla a través  de la cual  se comunica la experiencia, sino que se convierten en experiencia” (Castells, 2008: 406)
Es el mundo  del consumo. Se asiste a una realidad en la  cual lo importante es consumir.  Los individuos se han  convertido en consumidores,  de lo necesario y de lo superfluo.  Como señala Willis (1994), esto es propio de la modernidad tardía: “el alza hasta el dominio universal del mercado de las mercancías  culturales desplazando textos, objetos y artefactos tradicionales sagrados/educacionales/auráticos/institucionales (…)” (p.168). Los “poros de cada día” se saturan con imágenes, con símbolos, con información, expresa el autor.
“Grandes montañas móviles de basura simbólica, nuevos significados culturales de saldo y promesas de posibilidad fraudulentas se esparcen y arremolinan en el firmamento y experiencia de los jóvenes” (Willis, 1994: 168)
Esa mercancía, que llama a ser consumida, pasa a ser, como expresa Willis, no un enemigo, sino un amigo inquieto, traidor (p. 172).  Mercancías que parecen adquirir vida propia, fetichismo, relaciones entre personas que aparecen como relaciones entre las cosas (Marx, 2010)
Desde un abordaje socio-cultural, García Canclini (1995: 42-43), expresa que “el consumo es el conjunto de procesos socioculturales en que se realizan la apropiación y los usos de los productos”. La racionalidad económica vertebra esta conceptualización.  Procesos, productos, capital, fuerza de trabajo. De hecho, son las macroestructuras las que administran el capital y planifican la distribución de los bienes que  se consumen. Desde una racionalidad sociopolítica interactiva: “El  consumo (…) es un sitio donde los conflictos entre  clases, originados por la desigual participación en la estructura productiva, se continúan a propósito de la distribución y apropiación de los bienes” (Castells, 1974, citado en García Canclini, 1995: 44). Desde esta perspectiva, consumir es  participar  de  un campo de luchas por lo que produce  la sociedad.  Finalmente, una tercera línea analítica sobre el consumo, refiere a elementos simbólicos y estéticos de la racionalidad consumidora. La  obra de Bourdieu (1988) resulta significativa al respecto. El autor plantea que la racionalidad social es construida en la lucha por la apropiación de los medios de distinción simbólica (capital simbólico).Los individuos son parte de una clase y muestran coherencia entre los espacios donde se alimentan, estudian, viven, en lo que leen, en los  lugares de recreación y en la forma en que manejan la información.
García Canclini (1995) refiere a cambios en la forma de consumir, a que los hombres se sienten convocados como consumidores, tanto desde el ámbito del consumo privado de bienes como desde los  mass media. Las identidades se configuran en el consumo. Aumentan los deseos, las expectativas, debido al avance de las tecnologías de la producción. El autor resalta el papel de las  grandes empresas cuando dice:
“Las grandes empresas que nos suministran alimentos y ropa nos hacen viajar y embotellarnos en autopistas idénticas en todo el planeta, fragmentan el proceso de producción fabricando cada parte de los bienes en los países donde el costo  es menor (…) (García Canclini, 1995: 16)
Bauman, .Z (2009), describe con claridad el mundo del consumo y los consumidores, en esta Modernidad Líquida.
“El mundo está lleno de posibilidades como una mesa de buffet repleta de platos apetitosos, cuya cantidad excede la capacidad de degustación del más eximio glotón. Los  invitados  son CONSUMIDORES y el desafío más exigente e irritante que deben enfrentar es la necesidad de establecer prioridades: la necesidad de desechar algunas opciones y dejarlas inexploradas. La desdicha de los CONSUMIDORES deriva del exceso, no de la escasez de  opciones”. (p. 69)
En esta línea analítica, el autor plantea que la compulsión se transforma en adicción, dado que nada satisface al consumidor y si lo hace, es una  satisfacción a corto plazo. Todo fluye, todo es líquido, todo posee fecha de vencimiento. Lo  permanente es el cambio. Lo que  otorga gratificación, señala Bauman (2009), es correr, pues el consumo es una carrera, la adicción, la tentación. La meta: el deseo mismo. Todo puede elegirse. Lo único fijo es la compulsión: comprar, comprar, comprar… A diferencia  de la modernidad  sólida, y si pensamos en los  análisis  durkheimianos (Durkheim, 2002) el equilibrio  se  lograba cuando  se encontraban los  medios para satisfacer las necesidades, o sea, para  cumplir con las  metas. En esta Modernidad Líquida, o Nueva Modernidad, en la cual  el estímulo  es constante, difícilmente se logre encontrar los medios para alcanzar  los objetivos. La alternativa: continuar en carrera, el deseo mismo, o sea, el “meta-medio” (Bauman, 2009).
“Los consumidores están corriendo detrás de sensaciones-táctiles, visuales, olfatorias-placenteras, o  tras el  deleite del paladar augurado por los coloridos y centelleantes objetos exhibidos en las góndolas del supermercado o en las vidrieras de las tiendas departamentales, o tras las sensaciones más profundas y consoladoras prometidas por un asesor experto”. (Bauman, 2009: 87)
En este escenario de inseguridad, pues nada se logra en su totalidad, el  autor expresa que la compra  compulsiva ejerce un efecto exorcizante de la incertidumbre del hombre de esta  Modernidad.
Hedonismo. Individualización
Consumismo hedonista, consumo que otorga placer, placer momentáneo y ligero, débil, cambiante… líquido. Cultura de la satisfacción. Búsqueda del placer por el placer mismo, es propio de la sociedad actual. Vida hedonista, vida que opta por satisfacer gustos y deseos, se focaliza en actividades que producen satisfacción; el objetivo es el goce de lo que otorga  placer.
Andreella (2012) señala que en una sociedad hedonista el placer emerge como fin del hombre. En un mundo donde predomina lo económico y tecnológico, donde se asiste al fin de los proyectos colectivos y se exalta lo individual, hay un premio que se ofrece: fantasías, apetitos, deseos individuales que sustituyen la posibilidad de esperanzas y sueños colectivos. Según el autor, también el deseo se industrializa, es programado. Deseo de excitación, de belleza, de ser atlético. Todo se impone, todo se torna mercancía y los individuos se vuelven piezas de una máquina. ¿Podemos hablar de la coerción desde el mercado cultural y simbólico?. Existen sanciones para aquellos que permanecen fuera de las redes de  consumo?.
Consumo que es el gran seductor. Consumo hedonista. Castells (1994, 2008, 2009) subraya que vivimos en una sociedad de flujos, pero también hay un constante flujo del deseo. Deseo que no se concreta dada la velocidad del mundo en que vivimos. Fugacidad del deseo, como expresa Andreella (2012): “La experiencia del placer que procede de esta situación es algo muy fugaz, una chispa fulminante como un orgasmo animal exclusivamente fisiológico” (s/n).
Cultura del simulacro, como destaca ya Baudrillard (1978), cultura que nos moldea y crea expectativas falsas. Cada sujeto tiene un significado y ese signo es el que nos diferencia y otorga valor. Pero, a su vez, los objetos se vuelven obsoletos, porque cambian los significados y un nuevo modelo toma el lugar del anterior en cuanto al sentido de satisfacción. Encontramos sujetos  alienados, dependientes del consumo, dependientes del significado de los objetos. La búsqueda del goce, de la diversión, es el leif motiv. Importa  el presente, non se planifica para el futuro. Vivir hoy, disfrutar hoy, gozar hoy (Jameson, 1988).
La Individualización es una de las notas con que diferentes teóricos han caracterizado a la situación de los lazos entre los componentes de la sociedad de hoy. Pues en un mundo de consumo, los lazos, las relaciones,  se consideran también cosas a ser consumidas y evaluadas
“Tenemos individualización para rato”, señala Bauman (2007a:63). Individualización que posibilita que los hombres sean libres para experimentar, pero también para afrontar las consecuencias de ello. En esta segunda modernidad, la brecha se encuentra entre la posibilidad de autoafirmación en la capacidad de controlar los diferentes espacios sociales donde ello se haga posible. La vulnerabilidad es un rasgo de estas sociedades; todos podemos ser sustituidos, nadie es necesario; la precariedad y la fragilidad son signos del momento. La vida contemporánea como vida de incertidumbre, de inestabilidad, es claramente definida por el  autor cuando refiere a un mundo “blando”, “indeterminado”:
“En este mundo, los lazos humanos están divididos en diferentes encuentros, las identidades en máscaras que uno lleva sucesivamente, la historia de la  vida en una serie de episodios que duran solo en una memoria igualmente efímera” (Bauman, 2007a:103).
Estas identidades divididas en máscaras, son llamadas por Bauman identidades de palimpsesto, porque se adaptan a un mundo donde la capacidad de olvidar importa más que la de memorizar. En esta modernidad líquida,  el precio de la libertad es la ansiedad, ansiedad producida por la incertidumbre y la ausencia  de control. “Ahora somos individuos, no por elección, sino por necesidad” (p.121).
La individualización, para el autor, implica emancipación, liberación del condicionamiento social. Los actores se tornan los  únicos  responsables de la realización y de sus  consecuencias. El gran problema de nuestras sociedades  contemporáneas, es la dificultad de crear proyectos colectivos. Es que los  “sitios” a los que acceden los individuos, adquieren tal velocidad, que los objetivos que persiguen los individuos son frágiles y movibles. Los conceptos desincrustación y reincrustación resultan significativos de la situación del  individuo en la modernidad líquida. De hecho: el término reincrustación  hace referencia a una experiencia repetitiva durante la vida del individuo; la reincrustación focaliza en los  escasos intersticios que este  posee para  reincrustarse.
En un mundo de individualización, el Estado se retira… importan los individuos.  Individuos que eligen, bajo  su propia responsabilidad. De modo apocalíptico, Bauman sintetiza el papel del Estado hoy:
“En el cabaret de la  globalización, el Estado hace striptease y al final de la función solo le queda lo estrictamente necesario: sus poderes de represión (…), (…), el Estado Nación se convierte en un simple servicio de seguridad para las megaempresas… Los nuevos amos del mundo no tienen ninguna necesidad de gobernar directamente. Se encarga a  los gobiernos nacionales la tarea  de administrar los asuntos en su nombre” (Bauman, 2007:a216).
Palabras finales: ¿Fin de los sustentos colectivos?. Buscar  los intersticios…
Frente a la situación  que plantean los diferentes teóricos al analizar el mundo contemporáneo, cabe dejar  algunas palabras finales. Vivimos en una sociedad de crisis.  Crisis de valores, incertidumbre, fragilidad, vulnerabilidad, riesgos. Individuos aislados. Individualización, en tanto emancipación, liberación de la determinación de los lazos sociales.
Sin embargo,  desde las voces de autores como Castells, emerge con fuerza el tema  de las identidades. Si el Estado Nación ya no actúa como referente identitario… esto ha marcado el fin de las  identidades?. El autor  señala que surgen  nuevas identidades, en el espacio social  de flujos: identidades locales, étnicas, regionales, barriales. La identidad es siempre constructora  de sentido (Castells, 2009). Estas,  han surgido como respuesta a los resultados  de la globalización; organizan el  sentido  de los individuos, desde el momento en que los actores se identifican simbólicamente con el  objetivo  de su acción. Sin embargo, estas identidades a veces son legitimadoras, cuando se enmarcan en contextos  definidos por relaciones de poder. En otros casos, emergen identidades de resistencia: los actores individuales y grupales resisten  a los estigmas impuestos por los dominadores: se concretan en los nacionalismos, en la  acción de grupos étnicos, en los fundamentalismos y territorialismos.
Una tercer forma de construir identidad,  según Castells, es la  identidad proyecto. En este caso, los actores se reposicionan en la sociedad en búsqueda de la  transformación estructural (caso de grupos  feministas). Este tipo  de identidad es la que produce “sujetos”. Touraine (1993, 2006) conceptualiza  el  término, cuando  refiere a actores colectivos a través  de los  cuales los individuos logran  un sentido totalizador en su experiencia. Se construye identidad a través de proyectos de vida que apuntan a una transformación social. Es la búsqueda de los cambios  a través de los intersticios que siempre surgen, a pesar de la  fragmentación de la vida en cortos y breves episodios que aportan satisfacción inmediata. Es posible el nosotros, cuando el yo  y el otro se conjugan.
Finalizamos con una cita de Hopenhayn (1995), quien, de forma lúcida y profunda, plantea:
“Constatar lo  irrecuperable y, en una misma operación, tantear lo reciclable. Si algunos  mitos de emancipación o  desarrollo parecen haber estallado en mil pedazos –tanto en América Latina como en otras regiones- de esos mitos siempre habrá retazos, esquirlas y jirones que proveen parte de la materia prima para  elaborar nuevos proyectos colectivos” (contratapa de: “Ni apocalípticos ni integrados…”).


Referencias bibliográficas
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Publicado en Revista Quehacer Educativo Número 145. Octubre 2017. FUM-TEP. Uruguay.

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