domingo, 17 de octubre de 2010

Categorías analíticas de interés para la comprensión de la sociedad uruguaya

Mag. Lilián Berardi
Mag. Alejandra Capocasale
Mag. Selva García Montejo
Ø  Artículo publicado en Revista Quehacer Educativo. Publicación de la Federación uruguaya de magisterio y trabajadores de Educación Primaria –FUM/TEP. Nº 94 abril 2009.
Presentación.

El artículo tiene por objetivo acercar a los maestros y estudiantes de Formación Docente, una mirada sobre conceptos fundamentales de la Sociología, que posibiliten la más profunda comprensión de la sociedad uruguaya, en aspectos nodales, en el entendido de que  estos y otros factores, resultan claves a la hora de explicar e interpretar las situaciones educativos.

De hecho, los hechos educativos son hechos sociales, por lo tanto, es impensable pensar las realidades educativas sin su necesaria imbricación con las situaciones sociales.

En este sentido, conceptos como vulnerabilidad social, segmentación, segregación, fragmentación, se incorporan al artículo, con la intención de que resulten una base teórica para los docentes uruguayos. Esto enmarcado dentro de lo que se ha dado a llamar los “enfoques de pobreza y desigualdad social”. La pobreza se puede conceptualizar de forma general como “una situación que impide al individuo satisfacer una o más necesidades básicas y participar plenamente en la vida social. Es un fenómeno esencialmente económico con dimensiones sociales, políticas y culturales, que se asocia a la escasa participación y se expresa en el subconsumo” (PNUD:1990). Es así que surge ligado al concepto de pobreza el de necesidades básicas (materiales y no materiales). Estas se asocian a la dignidad humana y a la universalidad de los derechos fundamentales. Es decir, que tal como lo expresa Torche (1996): “Los pobres están obligados a satisfacer algunas necesidades, sacrificando otras, por tanto viven en un estado de necesidad que impide la libertad”. Por otra parte, resulta el enfoque de la desigualdad social que focaliza en las diferencias materiales y de posición relativa entre los grupos sociales. “La desigualdad se asocia principalmente a la distribución del ingreso y también se ha estudiado en otros ámbitos –referidos a las oportunidades de las personas- principalmente educación y salud” (op.cit.). Ambos análisis se complementan dando cuenta de los resultados de determinados procesos y relaciones sociales. No obstante, no expresan la dinámica de los procesos de pobreza y desigualdad social, en tanto, se generan, desarrollan y manifiestan dentro del seno de las relaciones sociales y las estructuras de oportunidades que manejan los hogares.
Acerca del concepto de vulnerabilidad social.

            “La insatisfacción analítica con los enfoques de pobreza y sus métodos de medición han extendido los estudios de vulnerabilidad” (Pizarro: 2001).[1]

            El concepto de vulnerabilidad social tiene dos componentes explicativos: a) la inseguridad e indefensión que experimentan las comunidades, familias e individuos en sus condiciones de vida por el impacto que provoca algún evento económico-social; y b) el manejo de recursos y las estrategias que utilizan las comunidades, familias e individuos para enfrentar los efectos de ese evento.

            Estos componentes resultan adecuados para el análisis del impacto que el nuevo patrón de desarrollo ha generado sobre los sectores de ingresos medios y bajos expuestos de esta manera al riesgo social.

            La vulnerabilidad social presenta factores objetivos y subjetivos. Con respecto a los primeros se puede señalar la acentuada heterogeneidad productiva que trae consigo precariedad laboral. Esta a la vez se refuerza con la flexibilización del trabajo y de este modo la pérdida de seguridad y amparo de los trabajadores. En cuanto a la oferta de servicios - educación y salud entre otros - se profundiza la brecha, que señala quiénes serán usuarios públicos y privados según bajos o altos ingresos. A esta situación se suma el crecimiento de la economía informal, aspecto que a la vez deprime el tipo de empleo y genera mayor distancia de las organizaciones sindicales como tutoras históricas de los derechos laborales. Esto contribuye a la indefensión de la que se habló anteriormente, en el sentido de que los sectores medios viven con preocupación esa pérdida de espacios e instituciones que amparaban su desarrollo social. “Por otra parte en el plano de la percepción subjetiva parece haber aumentado un sentimiento de indefensión en las capas medias y de bajos ingresos generado por el repliegue del Estado de la función protectora que tuvo en el pasado e incluso por la preponderancia que han adquirido los valores que fomentan el esfuerzo individual en la lucha por la vida por sobre las lógicas colectivas” (PNUD:1998).

            Es pues imprescindible hacer referencia al concepto de estructura de oportunidades como central. “Las estructuras de oportunidades se definen como probabilidades de acceso a bienes, a servicios o al desempeño de actividades. Estas oportunidades inciden sobre el bienestar de los hogares, ya sea porque permiten o facilitan a los miembros del hogar el uso de sus propios recursos o porque les proveen recursos nuevos” (Kaztman:1999). De acuerdo a este enfoque, la sociedad civil, el Estado y/o el mercado son los posibles generadores de estructuras de oportunidades que faciliten o proporcionen los activos a los hogares de forma tal de reducir su vulnerabilidad y mejorar sus niveles de vida que conduzcan a nuevos caminos de movilidad e integración social. [2]
De lo antedicho queda claro que los activos y las estructuras de oportunidades son los dos conceptos centrales que permiten a partir de su contraste definir la vulnerabilidad de los hogares. Cabe aclarar que más allá de que se considere que todos los bienes que controla un hogar (tangibles o intangibles) son recursos, la idea de activo que en este enfoque se maneja es mucho más restringida. Los activos son el subconjunto de la totalidad de recursos que posee un hogar que posibilita el aprovechamiento de determinadas estructuras de oportunidades dadas en un contexto. Esto con el fin de mejorar el nivel de bienestar del hogar o para mantener el hogar en su situación a pesar de las situaciones amenazantes. En este sentido el concepto de activos es una “herramienta heurística y analítica” que permite generar un modelo simple de tres activos básicos: capital físico, capital humano y capital social (Kaztman et. al.: 1999). El capital físico está compuesto por el capital financiero (ahorro monetario, rentas, créditos, etc.) y el capital físico (vivienda, maquinarias, medios propios de transporte) propiamente dicho. El capital humano que implica, a diferencia de la conceptualización de la Teoría del Capital Humano[3], el trabajo, la salud y la educación. El capital social son las redes de reciprocidad, confianza, contactos y acceso a información (Coleman:1990). De este modo estos capitales son activos que denotan la posibilidad de su movilización por parte de los hogares. Esto supone un enfoque que hace que el investigador se cuestione acerca de los patrones efectivos de la movilidad e integración social, constituyéndose de esta forma en un enfoque dinámico tal cual lo plantea Kaztman (1999). El hogar no es presentado como un referente fijo y vulnerable al contexto y situaciones coyunturales, sino que se convierte en un eje de la dinámica social. El hogar pasa a ser reconocido en tanto conformado por actores que de alguna forma deciden, planifican y actúan o no sobre sus propios recursos.

            En síntesis, el concepto de vulnerabilidad es relevante para comprender el impacto psico-social que se produce a partir del nuevo patrón de desarrollo. A su vez existen otras categorías analíticas de relevancia que conjugadas con las anteriores posibilitan un enfoque integral de la pobreza y desigualdad social.

El fenómeno de la segmentación social: el espacio urbano segregado.

            Como señalan Kaztman, Filgueira y Errandonea (2005) “hasta la década del sesenta Montevideo pudo concebirse como una unidad territorial integrada, consolidada y compacta, con barrios y zonas definidos por una identidad funcional y común, congruente con la centralidad de un mundo del trabajo que se estructuraba en torno al empleo estatal y la industria”

            Esta situación asiste a cambios a partir de la finalización del modelo de industrialización sustitutiva de importaciones,  las transformaciones en el mercado de trabajo y sus consecuencias sociales.

            De hecho, los modelos de crecimiento han redundado en la profundización de problemas de segmentación social. Como indica Kaztman (op.cit.), la fragmentación social implica vínculos frágiles o inexistentes de algunos grupos de población, con personas e instituciones que orientan su desempeño por las normas y valores dominantes en la sociedad en un determinado momento histórico.

            Como expresan Kaztman y Retamoso (2006) en este marco, existen barrios expulsores y barrios receptores de población. El perfil de los barrios receptores es de porcentajes altos de niños y adolescentes, hogares en situación de pobreza, asentamientos irregulares.

            “La localización de los pobres dentro de esta estructura [4] varía no sólo según la profundidad de las brechas que los separan de otras categorías en el mercado de trabajo, sino también según los niveles de segmentación en cuanto a la calidad de los servicios de todo tipo y los grados de segregación residencial” (Kaztman:2005)

            De hecho, el país asiste un proceso de segmentación que abarca diferentes dimensiones: la segmentación laboral, la segregación residencial y la segmentación educativa [5] Aspectos que se encuentran imbricados: la segmentación educativa resulta ser una consecuencia de la segregación residencial y esta última, consecuencia de la segmentación laboral. De este modo, escuelas y liceos del Uruguay  ubicadas en barrios periféricos de la ciudad, reciben niños y adolescentes de hogares pobres, parte del polo deprimido de la sociedad [6].  Es en estas Instituciones Educativas donde ejercen su profesión los Maestros y Profesores del país; es en estos Centros y vinculados a una población específica, que los docentes construyen su profesión; son estas las características objetivas que condicionan una forma de concebir y concretar la tarea docente.
Referencias bibliográficas

Coleman,J.S. (1990) “Foundations of Social Theory”, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts.

Katzman, R., L. Beccaria, F. Filgueira, L. Golbert y G. Kessler (1999) “Vulnerabilidad, Activos y Exclusión Social en Argentina y Uruguay”, OIT-Fundación Ford- CEPAL, Montevideo.

Kaztman, R. (1999) Activos y estructuras de oportunidades. Estudios sobre las raíces de la vulnerabilidad social en el Uruguay”, PNUD-CEPAL-Oficina de Montevideo, Montevideo.

Kaztman, R., F. Filgueira y F. Errandonea (2005) “Segregación residencial, empleo y pobreza en Montevideo”, Revista de la CEPAL Nº 85, Santiago de Chile.

Kaztman, R. (2005) “Seducidos y abandonados: el aislamiento social de los pobres urbanos”, Serie Documentos de Trabajo IPES,  Facultad de Ciencias Humanas, Universidad. Católica del Uruguay.

Kaztman, R., A. Retamoso (2006) Segregación residencial en Montevideo: desafíos para la equidad educativa.  CEPAL, Sgo. de Chile.

Kaztman, R. (2000) “Notas sobre la medición de la vulnerabilidad social”, BID-Banco Mundial-CEPALIDEC.

Pizarro,  R. (2001) “La vulnerabilidad social y sus desafíos: una mirada desde América Latina”, CEPAL- ECLAC. División de Estadística y Proyecciones económicas. Serie 6.
Estudios Estadísticos y Prospectivos, Santiago de Chile.

PNUD (1998) “Desarrollo sin pobreza”, Quito.

PNUD (1998) “Desarrollo humano en Chile”, Santiago de Chile.

Torche, F. (1996) “Exclusión social y pobreza: implicancias de un nuevo enfoque”, en: “Lecturas sobre la exclusión social”, Equipo Técnico Multidisciplinario Nº 31, OIT, Santiago de Chile.

Veiga, D, Rivoir (2005) “Sociedad y territorio. Montevideo y el  Área Metropolitana”. Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, UDELAR, Imprenta Rosgal, Montevideo.


[1]                En este sentido el enfoque de pobreza atiende aspectos descriptivos de atributos de individuos y de familias sin considerar los procesos causales originarios. Al hablar de vulnerabilidad se hace referencia a la naturaleza de estructuras económico-sociales y la repercusión que se provoca a distinto nivel.
[2]              .- A partir de este enfoque es que se hace referencia a tres posibles tipos de vulnerabilidad: vulnerables a la marginalidad (son aquellos hogares con dificultades para satisfacer sus necesidades básicas y que han desistido de invertir en esfuerzos por su mejoramiento del nivel de vida a través de la demanda de oportunidades por las vías institucionales); vulnerables a la pobreza (son aquellos que generan ingresos relativamente bajos , mantienen la confianza y la participación pero son vulnerables a los cambios en las oportunidades del mercado laboral); y vulnerables a la exclusión de la modernidad (son aquellos jóvenes que tienen la posibilidad de adquirir activos que les permitan integrarse y lograr movilidad social).
[3]              .- De acuerdo con la Teoría del Capital Humano en su versión más tradicional, capital humano es “el conjunto de conocimientos, habilidades y talentos” que se pueden acumular por parte de un individuo.
[4]              .- El término hace referencia a la estructura social.
[5]              .- La segmentación laboral es consecuencia de la incorporación de tecnologías al proceso productivo y de  mayores exigencias competitivas, en un mundo globalizado. El aumento de las exigencias produce dificultades para la inserción en el mercado formal a determinados sectores; este aspecto, sumado a  la disminución del número de puestos de trabajo estables, al aumento del trabajo informal y la precarización del empleo, redunda en la citada segmentación, situación que determina fronteras entre aquellos que tienen empleos seguros y protegidos y los “pobres urbanos”  -como expresa Kaztman- para los que, la inseguridad laboral lleva a la pérdida o reducción del capital social, como facilitador del mejoramiento de la estructura de oportunidades. Respecto a la segmentación educativa, que alude a la “estratificación de los circuitos educativos” (Kaztman: 2005) se traduce en la diferenciación de establecimientos educativos según barrios y la conformación de poblaciones estudiantiles homogéneas entre sí, pero polarizadas respecto a otras de diferente capital financiero, humano y social. La segregación  residencial es un concepto que alude a la localización de la población de las ciudades en espacios socialmente homogéneos. En una visión marxista de la temática, la renta del suelo urbano se encuentra en la base explicativa de esta situación.
[6]              .- Cabe señalar que, en el caso de Enseñanza Secundaria, determinados liceos, si bien no se localizan en las zonas antes referidas, reciben igualmente población estudiantil en situación de vulnerabilidad social: dichos liceos se tipifican como “aluvionales”.

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