miércoles, 13 de octubre de 2010

Aportes de las Ciencias de la Educación a la comprensión de la realidad social y educativa.

Aportes de la Sociología.
Categorías analíticas de interés para la comprensión de la realidad social uruguaya.
Ø  Artículo publicado en: revista Quehacer Educativo FUM/TEP Año XIX- Nº94
            www.quehacereducativo.edu.uy

Lilian Berardi/ Maestra. Mag. en Sociología. Doc. en Formación Docente
Alejandra Capocasale Bruno/ Prof.de Filosofía/ Mag. en Sociología. Doc. en Formación Docente
Selva García Montejo/ Maestra. Mag. en Sociología. Lic. en Educación. Doc. en Formación Docente

Presentación
El artículo tiene por objetivo acercar a los maestros y estudiantes de Formación Docente, una mirada sobre conceptos fundamentales de la Sociología, que posibiliten la más profunda comprensión de la sociedad uruguaya en aspectos nodales, en el entendido de que estos, y otros factores, resultan claves a la hora de explicar e interpretar las situaciones educativas.
En efecto, los hechos educativos son hechos sociales, por lo tanto, es impensable pensar las realidades educativas sin su necesaria imbricación con las situaciones sociales. En este sentido, conceptos como vulnerabilidad social, segmentación, segregación, fragmentación, se incorporan al artículo, con la intención de que resulte una base teórica para los docentes uruguayos. Esto, enmarcado dentro de lo que se ha dado en llamar los “enfoques de pobreza y desigualdad social”.
La pobreza se puede conceptualizar de forma general como «una situación que impide al individuo
satisfacer una o más necesidades básicas y participar plenamente en la vida social.
Es un fenómeno esencialmente económico con dimensiones sociales, políticas y culturales, que se asocia a la escasa participación y se expresa en el subconsumo» (PNUD, 1990). Es así que surge, ligado al concepto de pobreza, el de necesidades básicas (materiales y no materiales).
Estas se asocian a la dignidad humana y a la universalidad de los derechos fundamentales.
Es decir que, tal como lo expresa Torche (1996): «Los pobres están obligados a satisfacer algunas necesidades, sacrifi cando otras, por tanto viven en un estado de necesidad que impide la libertad». Por otra parte, resulta el enfoque de la desigualdad social que focaliza en las diferencias materiales y de posición relativa entre los grupos sociales. «La desigualdad se asocia principalmente a la distribución del ingreso y también se ha estudiado en otros ámbitos -referidos a las oportunidades de las personas- principalmente educación y salud» (Torche, 1996). Ambos análisis se complementan dando cuenta de los resultados de determinados procesos y relaciones sociales. No obstante, no expresan la dinámica de los procesos de pobreza y desigualdad social, en tanto se generan, desarrollan y manifiestan dentro del seno de las relaciones sociales y las estructuras de oportunidades que manejan los hogares.
FORMACIÓN DOCENTE
Acerca del concepto de vulnerabilidad social
«La insatisfacción analítica con los enfoques de pobreza y sus métodos de medición han extendido los estudios de vulnerabilidad» (Pizarro, 2001).1
El concepto de vulnerabilidad social tiene dos componentes explicativos: a) la inseguridad e indefensión que experimentan las comunidades, familias e individuos en sus condiciones de vida por el impacto que provoca algún evento económico-social; y b) el manejo de recursos y las estrategias que utilizan las comunidades, familias e individuos para enfrentar los efectos de ese evento.
Estos componentes resultan adecuados para el análisis del impacto que el nuevo patrón de desarrollo ha generado sobre los sectores de ingresos medios y bajos, expuestos de esta manera al riesgo social.
La vulnerabilidad social presenta factores objetivos y subjetivos. Con respecto a los primeros se puede señalar la acentuada heterogeneidad productiva que trae consigo precariedad laboral.
Esta, a la vez, se refuerza con la flexibilización del trabajo y, de este modo, la pérdida de seguridad
y amparo de los trabajadores. En cuanto a la oferta de servicios -educación y salud entre otros- se profundiza la brecha que señala quiénes serán usuarios públicos y privados según bajos o altos ingresos. A esta situación se suma el crecimiento de la economía informal, aspecto que, a la vez, deprime el tipo de empleo y genera mayor distancia de las organizaciones sindicales como tutoras históricas de los derechos laborales. Esto contribuye a la indefensión de la que se habló anteriormente, en el sentido de que los sectores medios viven con preocupación esa pérdida de espacios e instituciones que amparaban su desarrollo social. «Por otra parte, en el plano de la percepción subjetiva parece haber aumentado un sentimiento de indefensión en las capas medias y de bajos ingresos generado por el repliegue del Estado de la función protectora que tuvo en el pasado e incluso por la preponderancia que han adquirido los valores que fomentan el esfuerzo individual en la lucha por la vida por sobre las lógicas colectivas» (PNUD, 1998).

Es, pues, imprescindible hacer referencia al concepto de estructura de oportunidades como central. «Las estructuras de oportunidades se definen como probabilidades de acceso a bienes, a servicios o al desempeño de actividades. Estas oportunidades inciden sobre el bienestar de los hogares, ya sea porque permiten o facilitan a los miembros del hogar el uso de sus propios recursos o porque les proveen recursos nuevos» (Kaztman, 1999). De acuerdo con este enfoque, la sociedad civil, el Estado y/o el mercado son los posibles generadores de estructuras de oportunidades que faciliten o proporcionen los activos a los hogares, de forma tal de reducir su vulnerabilidad y mejorar sus niveles de vida que conduzcan a nuevos caminos de movilidad e integración social.2  De lo antedicho queda claro que los activos y las estructuras de oportunidades son los dos conceptos centrales que permiten, a partir de su contraste, definir la vulnerabilidad de los hogares.
Cabe aclarar que más allá de que se considere que todos los bienes (tangibles o intangibles) que controla un hogar son recursos, la idea de activo que en este enfoque se maneja es mucho más restringida. Los activos son el subconjunto de la totalidad de recursos que posee un hogar, que posibilita el aprovechamiento de determinadas estructuras de oportunidades dadas en un contexto. Esto, con el fi n de mejorar el nivel de bienestar del hogar o para mantener el hogar en su situación a pesar de las situaciones amenazantes.
En este sentido, el concepto de activos es una “herramienta heurística y analítica” que permite generar un modelo simple de tres activos básicos: capital físico, capital humano y capital social (Kaztman y otros, 1999). El capital físico está compuesto por el capital financiero (ahorro monetario, rentas, créditos, etc.) y el capital físico propiamente dicho (vivienda, maquinarias, medios propios de transporte). El capital humano implica, a diferencia de la conceptualización de la Teoría del Capital Humano3, el trabajo, la salud y la educación. El capital social son las redes de reciprocidad, confianza, contactos y acceso a información (Coleman, 1990). De este modo, estos capitales son activos que denotan la posibilidad de su movilización por parte de los hogares. Esto supone un enfoque que hace que el investigador se cuestione acerca de los patrones efectivos de la movilidad e integración social, constituyéndose de esta forma en un enfoque dinámico, tal cual lo plantea Kaztman (1999). El hogar no es presentado como un referente fijo y vulnerable al contexto y situaciones coyunturales, sino que se convierte en un eje de la dinámica social. El hogar pasa a ser reconocido en tanto conformado por actores que de alguna forma deciden, planifican y actúan o no sobre sus propios recursos.

En síntesis, el concepto de vulnerabilidad es relevante para comprender el impacto psicosocial que se produce a partir del nuevo patrón de desarrollo. A su vez existen otras categorías analíticas de relevancia que, conjugadas con las anteriores, posibilitan un enfoque integral de la pobreza y la desigualdad social.

El fenómeno de la segmentación social: el espacio urbano segregado
Como señalan Kaztman, Filgueira y Errandonea (2005), «hasta la década del sesenta Montevideo pudo concebirse como una unidad territorial integrada, consolidada y compacta, con barrios y zonas defi nidos por una identidad funcional y común, congruente con la centralidad de un mundo del trabajo que se estructuraba en torno al empleo estatal y la industria».
Esta situación asiste a cambios a partir de la finalización del modelo de industrialización sustitutiva de importaciones, las transformaciones en el mercado de trabajo y sus consecuencias sociales.
De hecho, los modelos de crecimiento han redundado en la profundización de problemas de segmentación social. Como indica Kaztman (1999), la fragmentación social implica vínculos frágiles o inexistentes de algunos grupos de población, con personas e instituciones que orientan su desempeño por las normas y valores dominantes en la sociedad en un determinado momento histórico.
Como expresan Kaztman y Retamoso (2006) en este marco, existen barrios expulsores y barrios receptores de población. El perfil de los barrios receptores es de porcentajes altos de niños y adolescentes, hogares en situación de pobreza, asentamientos irregulares.
«La localización de los pobres dentro de esta estructura4 varía no sólo según la profundidad de las brechas que los separan de otras categorías en el mercado de trabajo, sino también según los niveles de segmentación en cuanto a la calidad de los servicios de todo tipo y los grados de segregación residencial.» (Kaztman, 2005)
De hecho, el país asiste a un proceso de segmentación que abarca diferentes dimensiones: la segmentación laboral, la segregación residencial y la segmentación educativa, aspectos que se encuentran imbricados: la segmentación educativa resulta ser una consecuencia de la segregación residencial y esta última, consecuencia de la segmentación laboral.



La segmentación laboral es consecuencia de la incorporación de tecnologías al proceso productivo y de mayores exigencias competitivas, en un mundo globalizado. El aumento de las exigencias produce dificultades para la inserción en el mercado formal a determinados sectores; este aspecto, sumado a la disminución del número de puestos de trabajo estables, al aumento del trabajo informal y la precarización del empleo, redunda en la citada segmentación, situación que determina fronteras entre aquellos que tienen empleos seguros y protegidos, y los “pobres urbanos” -como expresa Kaztman- para los que la inseguridad laboral lleva a la pérdida o reducción del capital social, como facilitador del mejoramiento de la estructura de oportunidades.
Respecto a la segmentación educativa, que alude a la “estratificación de los circuitos educativos” (Kaztman, 2005) se traduce en la diferenciación de establecimientos educativos según barrios y la conformación de poblaciones estudiantiles homogéneas entre sí, pero polarizadas respecto a otras de diferente capital financiero, humano y social. La segregación residencial es un concepto que alude a la localización de la población de las ciudades en espacios socialmente homogéneos. En una visión marxista de la temática, la renta del suelo urbano se encuentra en la base explicativa de esta situación.
De este modo, escuelas y liceos del Uruguay, ubicados en barrios periféricos de la ciudad, reciben niños y adolescentes de hogares pobres, parte del polo deprimido de la sociedad.5 Es en estas Instituciones Educativas donde ejercen su profesión los Maestros y Profesores del país; es en estos Centros, y vinculados a una población específica, que los docentes construyen su profesión; son estas las características objetivas que condicionan una forma de concebir y concretar la tarea docente.



1 En este sentido, el enfoque de pobreza atiende aspectos descriptivos de atributos de individuos y de familias, sin considerar los procesos causales originarios. Al hablar de vulnerabilidad se hace referencia a la naturaleza de estructuras económico-sociales y la repercusión que se provoca a distinto nivel.
2 A partir de este enfoque es que se hace referencia a tres posibles tipos de vulnerabilidad: vulnerables a la marginalidad (son aquellos hogares con dificultades para satisfacer sus necesidades básicas y que han desistido de invertir en esfuerzos por su mejoramiento del nivel de vida a través de la demanda de oportunidades por las vías institucionales); vulnerables a la pobreza (son aquellos que generan ingresos relativamente bajos, mantienen la confianza y la participación, pero son vulnerables a los cambios en las oportunidades del mercado laboral); y vulnerables a la exclusión de la modernidad (son aquellos jóvenes que tienen la posibilidad de adquirir activos que les permitan integrarse y lograr movilidad social).
3 De acuerdo con la Teoría del Capital Humano en su versión más tradicional, capital humano es “el conjunto de conocimientos, habilidades y talentos” que se pueden acumular por parte de un individuo.
4 El término hace referencia a la estructura social.
5 Cabe señalar que, en el caso de Enseñanza Secundaria, determinados liceos, si bien no se localizan en las zonas antes referidas, reciben igualmente población estudiantil en situación de vulnerabilidad social: dichos liceos se tipifican como “aluvionales”.
RMACIÓN DOCENTE
MACIÓN DOCENTE
Referencias bibliográficas
COLEMAN, James S. (1990): Foundations of Social Theory. Cambridge, MA: Harvard University Press.
KAZTMAN, Ruben (1999): Activos y estructuras de oportunidades. Estudios sobre las raíces de la vulnerabilidad social en el Uruguay.
Montevideo: PNUD-CEPAL-Ofi cina de Montevideo.
KAZTMAN, Ruben (2000): “Notas sobre la medición de la vulnerabilidad social”. Santiago de Chile: BID-Banco Mundial-CEPAL-IDEC.
KAZTMAN, Ruben (2005): “Seducidos y abandonados: el aislamiento social de los pobres urbanos”. Serie Documentos de Trabajo IPES.
Montevideo: Facultad de Ciencias Humanas, Universidad. Católica del Uruguay.
KAZTMAN, Ruben; BECCARIA, Luis; FILGUEIRA, Fernando; GOLBERT, Laura; KESSLER, Gabriel (1999): Vulnerabilidad, activos
y exclusión social en Argentina y Uruguay. Santiago de Chile: OIT-Fundación Ford-CEPAL.
KAZTMAN, Ruben; FILGUEIRA, Fernando; ERRANDONEA, Fernando (2005): “Segregación residencial, empleo y pobreza en Montevideo”
en Revista de la CEPAL, Nº 85. Santiago de Chile.
KAZTMAN, Ruben; RETAMOSO, Alejandro (2006): Segregación residencial en Montevideo: desafíos para la equidad educativa. Santiago
de Chile: CEPAL.
PIZARRO, Roberto (2001): “La vulnerabilidad social y sus desafíos: una mirada desde América Latina”. CEPAL – ECLAC. División de
Estadística y Proyecciones Económicas. Serie estudios estadísticos y prospectivos, Nº 6. Santiago de Chile: Naciones Unidas.
PNUD (1998): “Desarrollo sin pobreza”. Quito.
PNUD (1998): “Desarrollo humano en Chile”. Santiago de Chile.
TORCHE, Florencia (1996): “Exclusión social y pobreza: implicancias de un nuevo enfoque” en Lecturas sobre la exclusión social. Santiago
de Chile: OIT/Equipo Técnico Multidisciplinario, Informe Nº 31.
VEIGA, Danilo; RIVOIR, Ana Laura (2005): “Sociedad y territorio. Montevideo y el Área Metropolitana”. Departamento de Sociología,
Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. Montevideo: Imprenta Rosgal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario