UNA MIRADA SOCIOLÓGICA ACERCA DEL
POLISÉMICO CONCEPTO DE EMPODERAMIENTO
Mag. Lilián
Berardi
Mag.
Selva García Montejo
Prof.
Daniela Sabatovich
Artículo
publicado en: Revista T+. Nº 2. Revista del Centro Nacional de Información y
Documentación. Diciembre 2009/ Montevideo-Uruguay
Abstract
El concepto a analizar se ubica en un escenario dinámico
en el cual se imbrican: estructuras, sujetos, mundos de vida, representaciones,
es decir un componente estructural en el que se reconoce el peso del
comportamiento de los sujetos involucrados. El artículo busca desentrañar el
velo funcionalista atribuido históricamente al concepto y analizar su real
contenido en cuanto proceso que convierte las formas instituidas en nuevas
estructuras, producto de acciones instituyentes.
Palabras Clave: empoderamiento,
procesos, prácticas sociales, actores sociales, poder, sujeto/actor.
INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas se identifican dos tendencias que
parecen indisociables: integración y desintegración, referidas tanto a Estados,
a comunidades, como a grupos sociales. Ambas tendencias son producto, o
provocan una revisión de las formas en que se desarrollan las relaciones o las
redes de convivencia en cada nivel.
Cabe subrayar que las estructuras que definen o dan forma
a lo social, no pueden ser analizadas de modo separado de los sujetos que la
integran. Estructura y sujetos están en una mutua interacción.
Analizar esta interacción permite identificar prácticas
sociales de diferente alcance y sujetos que las llevan o no a cabo con
distintas expectativas. Pero sí es preciso subrayar que son parte de un mismo proceso
y que este proceso es dialéctico.
Diversos estudios abordan con interés esta situación
acerca de la cual, si bien piensan que es novedosa, coinciden en que se imbrica
en la misma un componente estructural con el comportamiento de los sujetos.
Señalan cómo en algunos casos dicho comportamiento está fuertemente determinado
por las estructuras involucradas.
Ante las estructuras dadas, los sujetos, de modo
consciente o no, interiorizan su dinámica
-socialización-; no obstante, también introducen cambios, aparecen
nuevas estructuras. En éstas es posible reconocer nuevas formas de pensar, que contienen
una valoración cultural y simbólica propia. Representan aspectos de las
condiciones generales de vida, de sus vidas, de sus representaciones.
Es en este escenario en el que pretendemos ubicar el
concepto que nos proponemos analizar.
Intentaremos quitarle al empoderamiento el velo funcionalista que ha tenido y encaminar el
planteo de modo de señalar que se traduce en acciones que buscan no sólo la
integración, sino la validación de aquellos actores sociales involucrados.
El proceso pretende la integración de los sujetos desde sus
propios ámbitos; es un proceso dinámico, se plantea abierto y atento a las
particularidades de cada grupo, no es un molde o modelo único. Le otorga al
campo de la participación contenido real, genera formas de implicación
particulares, se atienden demandas colectivas, pero a la vez propias de cada
entorno.
Entendemos que el proceso que abordamos dota de contenido
el campo de la participación, convierte las formas instituidas en nuevas
estructuras, producto de acciones instituyentes.
ANTECEDENTES
Sin negar que el empoderamiento
como categoría aparece en un contexto muy pragmático[1], contiene, sin
embargo, como concepto aggiornado y sin dejar atrás la concepción
individualista, un interés social. El término inglés empowerment, en su traducción literal, se utiliza para expresar el
verdadero ejercicio del poder por parte de los sujetos.
A partir de los 60,[2] el enfoque se
asocia a desarrollo humano, desarrollo integral, ya que también involucra
aspectos cualitativos, concentrándose de este modo en atender dimensiones tanto
personales como comunitarias, desde una perspectiva micro social.
En general se asocia la expresión con la idea de poder,
política, participación, pero sigue referido a entornos próximos, a sistemas
comunitarios.
La reducción de la vulnerabilidad es el cometido de los
programas que promueven el empoderamiento;
lo hacen buscando el involucramiento de los propios actores; se consideran sus
perspectivas, se parte de sus realidades. Se promueven marcos y configuraciones
que atienden al reforzamiento de lazos solidarios. En este proceso, se procura
un reconocimiento de las subjetividades, porque sólo de ese modo se abrirá la
brecha imprescindible para la comprensión del sentido y motivaciones de los
sujetos, sin dejar de lado lo referente a
la incorporación de formas que regulan la vida, “hábitos”, la adhesión a
expectativas del grupo y fundamentalmente a una forma disciplinada y solidaria
de actuación.[3]
De hecho, en esta línea analítica, cabe destacar que el
patrón normativo del grupo será determinante, porque debilitará o fortalecerá
el desenvolvimiento del mismo como colectivo.
Las Ciencias Sociales han tenido la histórica
responsabilidad de “leer” a los actores sociales, sus expectativas, sus
acciones y ha sido en las últimas décadas del siglo XX, cuando esta histórica
preocupación por el debilitamiento de los marcos sociales integradores lleva a
que se promueva el fortalecimiento de determinados actores sociales, actores
que no habrían tenido oportunidad de participación o la habrían tenido en
niveles muy reducidos. El actor eje de nuestro análisis, el actor de los países
subdesarrollados, es inorgánico, espontáneo, ha crecido disociado de sus pares
y por tanto ajeno a formas colectivas de participación. Este actor es producto
de cambios ocurridos en el patrón tradicional, que no lo consideró, y que
tampoco lo preparó para el patrón moderno; la modernización entonces lo aleja y
lo excluye más, porque no le ha dado cabida, y de este modo no le ha permitido
tener “chance” de integración.
De hecho, las poblaciones populares en América Latina tuvieron
escasas ventajas, han sido parte de sociedades civiles con una muy débil
institucionalidad. Por tanto, este actor es frágil, sus prácticas sociales son
limitadas, segmentadas; particularidades, que si bien son individuales, se
corresponden o se explican por el estado colectivo que genera el desarrollo de
las sociedades modernas.
QUÉ LUGAR OCUPA
O DESDE QUÉ LUGAR ACTÚA EL EMPODERAMIENTO
A la traducción, así como la interpretación o alcance que
se le ha dado al término empoderamiento[4]
se agrega un sentido más agudo, ya que, como decíamos antes se le ha asociado
al fortalecimiento del desarrollo humano
-en sentido amplio-, a la lucha contra la desigualdad de género, a la
lucha contra la pobreza, contra la exclusión.
Según Putman, R.[5] el empoderamiento sólo se plasma entre
aquellos que muestran capacidad para encarar actividades conjuntamente,
integrarse a grupos, formar parte de colectivos con intereses comunes. Se alude
al desarrollo de esa capacidad o resiliencia[6], porque se está
ante un sujeto social que posee capacidades propias, a veces no desarrolladas o
estimuladas para ello y por tanto ha de ser acompañado con la aceptación de
normas y valores, de formas que aseguren el fortalecimiento de la confianza
entre pares. Se estima que empoderar a
los sujetos evita el empobrecimiento de las comunidades, porque a la vez se
revaloriza el entorno simbólico: sentimientos, cultura, creencias, valores,
orden moral, que si bien son producto de lo social han sido socialmente
construidos de generación en generación y se convierten en cualidades “sui génesis”,
que luego se imponen a los sujetos nuevos.
El sujeto -actor
social- deberá comprender que los problemas sociales son a la vez tanto
privados como públicos.
El proceso pone en marcha, con diferentes estrategias, la
búsqueda de un individuo activo, que desarrolle capacidades que le permitan
entonces “ser capaz de” manejar y controlar situaciones, de “poder hacer” en
sentido creativo.
Nada sería posible si no se produce una participación
plena; aspecto o situación esperada como resultado de ese proceso que se inicia
y se establecerá como permanente.
Este proceso tiene en general anclaje en poblaciones o
grupos “desempoderados”, poblaciones pobres, excluidas, que muestran un bajo
nivel de autoestima, por tanto de decisión, así como de poder y confianza en su
desempeño.
Proceso que, al atender el desarrollo de capacidades, de
confianza, le permite a los sujetos un substancial protagonismo, así como una
visión tanto de sí mismos como del entorno que los impulsa a generar cambios.
Se intenta romper con la lectura o interpretación del
carácter anómico[7]
de esos colectivos y por tanto quedarse, desde esta posición siempre en la imposibilidad
de cambio. El individuo “empoderado” contribuye a desbloquear los canales de
comunicación, de este modo el sentimiento de impotencia, de frustración, se
quiebra. Esta tarea ha estado en general a cargo de algunas organizaciones
para-estatales, agencias de desarrollo, que han buscado fundamentalmente
“sofocar necesidades”, empoderando para de ese modo atender problemas que
podrían desembocar en situaciones de desarticulación social y en general lo han
hecho mediante la aplicación de programas “focales” de compensación social.
En los años 90 las políticas de desarrollo colocan su
centralidad en poblaciones con estas
características, pero ahora advirtiendo que las intervenciones se harán
sostenibles sólo si se generan espacios para el desarrollo de capacidades, para
la participación. Se transforma el modo tradicional de concebir el desarrollo,
ya no es percibido como mera intervención externa, se busca el involucramiento
de los sujetos.
Se trata de alcanzar nuevas metas. Se necesita que cada
uno se apropie de la realidad, de SU realidad, pero que ésta, como decíamos
antes, se vea como social, como pública y no como propia o individual.
Para el caso que nos ocupa, el territorio, -como espacio
público- ha sido el articulador. En él se interrelacionan sujetos, se ponen en
práctica acciones, entran en función organizaciones de diferente jerarquía. La
dinámica generada requiere toma de decisiones y control. Es este espacio local,
el que contiene por excelencia las condiciones para un encuentro “parecido”,
con intereses comunes, ámbito ideal para el inicio de ese proceso de “empoderamiento”, que poco a poco le
permitirá a los sujetos ver que adquieren “poder para”[8]: para la acción,
para la resistencia, para desarrollar capacidades, confianza, en síntesis,
“poder para poder”.
Asociar “poder” con capacidad transformadora permite
comprender que existe posibilidad de intervención por parte del sujeto, pero
con una alteración del curso de los acontecimientos.
No obstante, no se debe identificar el poder en términos
de dominación sobre otros pares, sino como se ha dicho, poder como incremento
de posibilidades de acceso a la información, a los derechos, al desarrollo de
capacidades, poder sobre el control de recursos materiales e intelectuales. Si
bien el poder se interpreta como la capacidad de predominar o de tener una
conducta dominante en los procesos, en este caso esa promoción que se procura, producto
de la horizontalidad relacional, es la que asegura que será un poder para la
participación, y según Boulding, K.[9] también para la
integración.
Este poder asegura la ciudadanización, porque contribuye
en el acceso a oportunidades de toda índole. En el proceso los sujetos acceden
al manejo, dominio y control de medios materiales y/o simbólicos y a la vez
fortalecen su autoestima, se encaminan a lograr el manejo de aspectos que
determinan su vida. Se incrementa la capacidad individual, el sujeto se vuelve
cada vez más autónomo y así se produce el “empuje” en la escala social.[10]
Cabe señalar que estos y otros aspectos permiten
comprender el sentido individual pero a
la vez colectivo del alcance del término que analizamos y sobre todo quitarle
el fuerte componente funcionalista con el cuál se le ha asociado.
PROFUNDIZANDO EN
EL ALCANCE DEL TÉRMINO EMPODERAMIENTO EN TANTO PROCESO
El contexto socio-político no es ajeno a las diversas
definiciones, alcance y uso de la expresión empoderamiento.
De hecho, es aceptado como producto de sinergias, es decir de acciones
combinadas. Debido a esto, no es posible pensar el proceso aislado, ajeno a
situaciones que involucran diferentes espacios y actores sociales.
Si bien es un concepto nuevo en su expresión lingüística,
encierra una antigua preocupación acerca de cómo funcionan y se desarrollan
algunos pobladores y poblaciones.
De hecho, diferentes expresiones y de variado alcance se
asocian con este concepto; ha sido un medio, un instrumento, un fin; no
obstante siempre es examinado en su interpretación, fundamentalmente como proceso.
Pero en general las diferentes formas de mencionarlo tienen en común
considerarlo como una manera de incentivar cualidades que al desarrollarse
permiten que se susciten cambios individuales, que repercuten en ámbitos colectivos
en los que el individuo actúa. No obstante, si bien diferentes acepciones lo
encaran como proceso, lo admiten en el sentido de estrategia que estimula la
participación, que acrecienta el poder. El proceso que genera una ruptura con
aquellas estructuras y o procedimientos que condicionan la vida, que la
subordinan.
EMPODERAMIENTO
COMO PROCESO Y SU LÓGICA COMO MECANISMO
Como PROCESO, lleva a formas de participación en las que las
personas fortalecen sus capacidades, su confianza, y de este modo generan
cambios en sus grupos de pertenencia, proponen y promueven modificaciones en su
entorno de vida. Al entenderlo de este modo se percibe también cuánto tiene de
mecanismo dialéctico ya que genera formas que permiten nuevas acciones. Estas
están asociadas, tienen diferente alcance, motivan y generan demandas
individuales y colectivas, permanentemente crean situaciones en los que se ven
vinculados, como se ha planteado, ámbitos públicos y privados.
Se apunta a poner en juego esfuerzos individuales y
colectivos en los que la propia gente tiene un papel protagónico; de este modo,
el empoderamiento no es un “bien”
donado. Cada sujeto tendrá conciencia del camino que recorre para la obtención
de beneficios que redundan en la mejora de su entorno. En estos “lugares” la reciprocidad
retroalimenta los objetivos del proceso.
Al promover certidumbres, se crean lazos de solidaridad
que refuerzan y facilitan la agrupación de aquellos que se movilizan por temas
afines. Los logros fortalecen la autoestima, se difunden, y son las redes el
canal de información que permite que se consoliden nuevos espacios.
Algunas apreciaciones del empoderamiento como proceso y como producto también son abordadas
en los análisis de Friedman[11] (1992) El autor
destaca cómo, en el ámbito social, el empoderamiento
como proceso facilita el acceso y la
participación de cada miembro del colectivo
-situación que tiene ritmos diferentes en cada individuo-.
Como producto observa la autonomía con la que
paulatinamente se desenvuelven los sujetos y la autosuficiencia que les permite
hacer frente a su entorno y desafiarse ante nuevos escenarios. El acceso a tres
tipos de poderes es destacado por el autor; los sujetos alcanzan poder social,
político y psicológico.
En cuanto al poder social, el individuo enfrenta
situaciones porque reconoce su condición subordinada y se sobrepone a ella; en
cuanto al poder político, este le permite organizarse y movilizarse en la
búsqueda de cambios y al empoderarse psicológicamente pone en práctica sus
sentimientos, logra mejorar su autoestima, su autoimagen. De este modo se
potencian sus recursos para asociarse, para tomar decisiones y para mejorar su
autoestima como individuo, como vecino. Como parte de grupos empoderados
desarrolla capacidad para la toma de decisiones y la suma de estas situaciones
potencia su individualidad, fortalece la capacidad de acción y de respuesta.
El involucramiento, la confianza, los vínculos,
garantizan la participación en “estructuras políticas” de todo género. Para
Batliwala, el aspecto más significativo del concepto empoderamiento es la alusión al poder. Para la autora, el poder es
el soporte imprescindible para ejercer control; “el empoderamiento representa el control sobre los bienes materiales,
los recursos intelectuales y la ideología. Los bienes materiales pueden ser
físicos, humanos o financieros, tales como tierra, agua, bosques, cuerpos de
las personas, trabajo, dinero y acceso a éste. Los recursos intelectuales son
conocimientos, información, ideas. El control sobre la ideología significa
habilidad para generar, propagar, sostener e institucionalizar conjuntos
específicos de creencias, valores, actitudes y comportamientos, determinando la
forma en que las personas perciben y funcionan en un entorno socioeconómico y
político dado.”[12]
En la lectura interpretativa de Rowlands, Jo[13]
(1997), lo mencionado supone desarrollo de la confianza, de la autoafirmación
del yo; el autor subraya que este proceso suscita la valoración de las
“relaciones próximas”. Analiza también cómo los ámbitos sociales se consolidan
y se refuerzan en general todos los espacios colectivos de cooperación y cómo
cada persona trasciende y desarrolla la capacidad que posee para hacerse cargo
de esferas de decisión. Al fortalecer la autoestima percibe como propio el
derecho a ocupar otros espacios.
Así, sólo se está ante un verdadero logro cuando el
individuo y por extensión el grupo, provocan cambios en las relaciones de poder;
se trata de que se produzca una “ganancia de control”, pero no es sólo tomar el
control de sus actos sino que además cambie la percepción que tiene de sí mismo.
Para el autor, sólo ocurre el verdadero empoderamiento cuando el individuo
desarrolla habilidades que le son estratégicas y que a la vez sus acciones
entrañan un importante compromiso con las instituciones -estructuras- de las que forman parte y para
esto pone en práctica mecanismos de negociación.
En síntesis, se apunta a desarrollar en los sujetos
disposición para la toma de decisiones, así como capacidad de negociación.
La puesta en práctica de este proceso permite identificar
una dimensión individual y otra colectiva. En cuanto a la dimensión individual,
es en ella donde más importa identificar cambios, cambios en el sentido de
logros: autoestima, capacidad de respuesta, confianza, toma de decisiones y es
así que se encamina el sujeto en la toma de conciencia acerca de su condición
subordinada de la cual comienza a distanciarse.
Sólo ocurre respecto a la condición colectiva cuando se
han consolidado cambios individuales. Se participa y se defienden derechos, se
encuentran objetivos comunes y es sobre estas “ganancias” que se construyen
organizaciones autónomas.
Estos sujetos serán protagonistas de un nuevo orden
social, han reforzado su identidad, se han fortalecido.[14]
Se busca reavivar voces, en el sentido habermasiano,
desarrollar esa capacidad de las personas y conjugar así lenguaje y acción[15].
Esto supone creación de ámbitos solidarios, de diálogo igualitario.
La centralidad de los clásicos una vez más hizo que no
pudiéramos dejar de reverenciarlos y si bien se ha citado a E. Durkheim, cabe
dejar planteado que sería imposible desatender el aporte de M. Weber.
De este modo, desde una perspectiva weberiana,[16]
cuyo centro es el estudio de acciones e interacciones sociales, el empoderamiento podría ser interpretado
como producto de una relación social, en la cual no importa el grado de poder,
sino que interesa sí cómo se adquiere. Como ya lo hemos dicho, es un proceso
dinámico, que supone una actividad social, del cual nos interesa cómo se
desarrolla y qué efectos produce y es así entendido que podemos incorporar a
Weber a la interpretación sociológica que buscamos.
Al decir “actividad social” está sobreentendido que en la
misma está integrada la comunicación, se da esta situación en el marco de una
“relación social” y se puede advertir que existe además un sentido que orienta
el desenvolvimiento de dicha acción. En este marco se justifica la
imprescindible comprensión de la cual es Weber un sólido representante.
En el encuadre del análisis weberiano, empoderar supone
un comportamiento “dotado de sentido”[17] que está a la vez
orientado por otro u otros; se presume en esto una “intencionalidad
consciente”. Lo dicho entonces permite subrayar que el empoderamiento es una acción social, “tiene en cuenta la conducta
de otros y orienta así su curso o desarrollo”.Tiene sentido para aquellos
sujetos que participan del proceso, por tanto y sin separarnos de Weber, lo
referido denota para el autor la presencia de la conducta de“una pluralidad de
actores, en tanto en cuanto, en su contenido significativo, la acción de cada
uno tenga en cuenta la de otros y se oriente en estos términos”.[18]
Weber, complementa lo antes expuesto con el concepto de “relación social”[19].
La relación social estructura toda organización social y como resultado de la
misma se produce una modificación de la conducta. Se trata de una acción social
significativa; es en este concepto que se reúne la conducta de una pluralidad
de sujetos.
EL SUJETO/ACTOR
HACEDOR DE SU ESPACIO SOCIAL
Podemos decir que, el empoderamiento,
como proceso, se sitúa en la intersección entre la estructura y el
individuo y esta se puede definir
como una zona dinámica. En ella se desarrollan interacciones y es desde allí
que se potencia el accionar de los sujetos. En esta intersección se encuentran
las personas y sus prácticas.
Son estas zonas de intersección en las que se visualizan
riesgos, desafíos, vínculos, aspectos de la vida individual y colectiva que el
sujeto pone en juego. En estos espacios el sujeto se mueve como “separado” de
los procesos de su propia acción, no hay acciones individuales y esto es un
elemento central para poder hacer una verdadera interpretación acerca del concepto
que analizamos.
Estas situaciones le permiten al sujeto reconocerse como
productor -no necesariamente material- recuperar el control de su vida y de su
producción social.
La familia, el barrio, las instituciones educativas, los
lugares de trabajo, las instituciones sociales en general, promueven y
movilizan acciones, crean y refuerzan lazos, generan movilización y
participación. Es cierto que no están ausentes mecanismos de control generados
por el propio colectivo, pero estos no se sienten como imposición, porque los
mismos tienen su origen en obligaciones, en reciprocidad, y en la confianza
fundada.
Es el empoderamiento
el que facilita la movilización de los pobladores, de los vecinos; esta
situación les permite y les obliga a la vez a un replanteo de vida, de metas y
sobre todo beneficiarse de sus propios logros. Desde esta perspectiva, los
empoderados se muestran mejor situados para enfrentar situaciones adversas como
la pobreza o la vulnerabilidad que los caracteriza.
Lo planteado hasta ahora permite entender que el empoderamiento produce modificaciones en
la conducta de los sujetos y es en realidad este el resultado esperado.
Según Weber, sería imposible comprender lo social sin
reconocer la significación que tienen las interacciones sociales para sus
propios actores. Éstos ponen en juego relaciones entre ellos y entre colectivos
y entre diferentes órdenes sociales. También entre las formas institucionales y
entre las distintas estructuras de la sociedad. Debe además ocurrir que los
sujetos otorguen significado subjetivo a su propia acción.
Es posible observar que a los potenciales “empoderados”,
o sujetos a empoderar los identifican, en el sentido de caracterizarlos, según
Weber, rasgos propios de una “situación de clase”. Estos rasgos son: su similar
existencia, esa cierta homogeneidad en cuanto a la posesión de bienes, las
iguales condiciones que los disponen ante el mercado de trabajo. Conforman lo
que con otra expresión el autor define como “grupo de status”
Otro aporte de Weber y que también podemos asociar con
entornos explicativos del proceso que nos ocupa son los conceptos de: “actor
socializado” y “acción instituida”.
Weber identifica al “actor socializado” como aquel que
forma parte de redes, de ámbitos de comunicación y señala qué sólo en éstos el
sujeto es comprendido. La organización de la que forman parte los fortalece y
en la acción con otros modifican su comportamiento.
Los individuos toman contacto con el universo cultural,
simbólico y en ese marco seleccionan valores, prácticas, lo hacen en instancias
sociales, en instituciones y estas son en general jerárquicas. En este sentido,
la aceptación de, la o las normas o reglas, lo implica en la aceptación de un
orden. Así, el sujeto se vuelve “instituido” y su acción entonces pasa a ser
una “acción instituida” en el sentido weberiano.
De hecho, la acción instituida, surge o es propia –como
producto- de cómo se desarrollan algunos fenómenos colectivos, en ella no pesan
los componentes individuales.
Entre el “actor socializado” nuestro sujeto empoderado y
la “acción instituida”, propia de las nuevas formas de organización que surgen,
se produce un “orden normativo” –interiorizado- y es este orden el que regula
la conducta de los individuos.
Para Weber se produce entre los individuos la
conformación de un “ethos” que tiene consecuencias sociales muy válidas y que
los respalda, esto es posible porque son producto de un “grupo de status”.
Según el autor, entre los sujetos se crea un compromiso subjetivo,
un “orden vital”, en el cual está plasmado el respaldo moral; surge en este
marco de convivencia una autoridad legitimada.
En otros términos, Weber plantea que en este pasaje de
acciones a estructuras, es decir de acciones con sentido, que modifican
estructuras sociales, debe advertirse un nexo al que el autor denomina “orden
legítimo” o “autoridad”.
Se trataría de una autoridad reconocida o legitimada por
medio del carisma. Esa cualidad de liderazgo que se ha desarrollado en algunos
actores los ha legitimado.
Cabe destacar que el liderazgo carismático que
desarrollan algunos sujetos posibilita ese nuevo orden que se busca sea logrado
por los individuos empoderados.
¿POR QUÉ IMPORTA
EL EMPODERAMIENTO DE LOS POBLADORES Y
ENTRE ÉSTOS EL DE LOS POBLADORES JÓVENES?
Son estos, sectores en riesgo y con una precaria
posibilidad para redefinir su situación.
En este marco es que se entiende que trabajar este
concepto tiene especial interés en el ámbito de la Formación Docente.
De hecho, un antecedente en algunas de sus acepciones estuvo ya mencionado en
la obra pedagógica de P. Freire[20]. La búsqueda de la
conciencia, en el sentido de sensibilización, le permite al sujeto percibir el
valor o la importancia de algo, para el caso, la importancia de sí mismo, el
sentido del yo, el reconocimiento como sujeto. El autor hace del término “concienciación”
en el campo pedagógico, una expresión nueva, cargada de significación para la
vida de cada individuo.
Educar y participar son términos que se retroalimentan y
son a la vez eje de la postura dialógica que Freire pretende resaltar. Los ámbitos
participativos son a la vez ámbitos donde se promueven actividades educativas,
donde se funda la construcción social, podríamos decir donde se plasma el
objetivo final del concepto que nos ocupa. Es de este modo que se concreta la
intención, puesta en generar ámbitos de reflexión y de diálogo. La educación
predispone los medios y la participación despierta potencialidades.
La realidad, lo cotidiano del sujeto se convierte en
objeto de análisis, de su propio análisis.
Nuestro interés de analizar el concepto y su vínculo en
el plano pedagógico, es fundamentalmente en el sentido del empoderamiento como ENFOQUE. Es entonces que desde esta perspectiva
se puede asociar con la propuesta de P. Freire -educación popular de los 60-
retomada en los 70 por los enfoques participativos. Estaría ahí el germen de la
importancia asignada al fortalecimiento de las capacidades, de la confianza,
del protagonismo de aquellos pobladores vulnerables a una modernización que supo
prescindir de ellos por su escaso o nulo nivel de preparación. Desde el hacer
pedagógico que promueve Freire, se trabaja para que el individuo comprenda su
entorno, adquiera poder y control sobre el mismo, para que se involucre, tome
decisiones y de ese modo gestione sus objetivos y los del colectivo que
integra.
Al motivar su acción lo vuelve protagónico y así es que
el individuo procura mejorar su calidad de vida, su bienestar -material/social- y mejora su relación con el entorno.
La idea central de esta propuesta pedagógica es que el
sujeto se libere, que al manejar el poder reoriente su papel social, que
reflexione y accione. La toma de conciencia de sus posibilidades lo empodera,
refuerza la confianza en sí mismo.
Desde el campo pedagógico, entonces, lo inmediato, lo
visible, es advertir cómo el asumir la realidad, su mundo próximo, como
producto de sus interacciones, le crea compromisos. Su lugar social tendrá los
cambios que su nivel de empoderamiento
le permita.
“Me gusta ser hombre, ser persona, porque sé que mi paso
por el mundo no es algo predeterminado, preestablecido. Que mi “destino” no es
un dato sino algo que necesita ser hecho y de cuya responsabilidad no puedo
escapar. Me gusta ser persona porque la Historia en que me hago con los otros y de cuya
hechura participo es un tiempo de posibilidades y no de determinismos. Eso
explica que insista tanto en la problematización del futuro y que rechace su
inexorabilidad” (Freire 1997).
Desde esta visión, que plantea el empoderamiento como proceso
pedagógico, que procura la “concienciación”
-proceder por el cual lo individual y lo colectivo se imbrican- se
explica claramente porqué también es visto como “proceso”. Esta articulación
asegura un “producto nuevo”, y como decíamos antes, en una suerte de relación
dialéctica, se afianza esa toma de conciencia que promueve el impulso necesario para nuevas
acciones.
De este modo, cabe señalar que el concepto de
“concienciación” en el análisis de Freire, supone un notable antecedente -en el campo educativo- del término empoderamiento. El sentido del acto
educativo, es para Freire, poner al individuo en “el centro de su propia vida”;
sólo así se produce ese involucramiento con el entorno social y con las
circunstancias en las que vive. Al “apropiarse” de la vida, el individuo se
vuelve sujeto, y al “apropiarse” de su vida se vuelve crítico de toda
situación.
…”pensar acertadamente implica la existencia de sujetos
que piensan mediados por el objeto u objetos en que incide el propio pensar de
los sujetos” (Freire, 1997).
EN SÍNTESIS
En el trabajo, el recorrido interpretativo acerca del término, nunca
abandonó el objetivo que lo motivó, en todo momento y quizás de modo reiterado
se ha tratado de profundizar en una expresión que según momentos
socio-históricos tuvo una traza diferente. Particularmente hemos pretendido
inscribir el término empoderamiento
en un marco de interpretación adecuado para la formación del futuro docente.
Lo hemos subrayado como proceso pedagógico porque genera una
positiva e indiscutible propuesta emancipadora. Al apropiarse del conocimiento el sujeto participa con
interés transformador.
Entendíamos que empoderar engloba aquellas propuestas
freirianas, las que lejos de pensarlas en los entornos socio-económicos que
luego las hicieron propias y aunque con matices, desvelaron la importancia de
“invertir” en el logro de un diálogo igualitario. Este diálogo es el que ha
posibilitado ese ámbito en el que se comparten acciones, acciones enfocadas a
la solución de situaciones comunes.
.
Acción y diálogo se retroalimentan, y es particularmente
en el espacio educativo en el cual se destaca la horizontalidad que caracteriza
este proceso.
La solidaridad tiene un sentido, y en el caso del
docente, su tarea se puede definir como la de un “acompañamiento”, el docente es
un facilitador de situaciones, respeta y otorga confianza.
El hecho educativo potencia también la “dimensión
instrumental”; empoderar, como eje o propósito de la propuesta pedagógica,
permite, como hemos considerado, fortalecer el “sentido de la acción” la
“creación de sentido” según Freire.
Esta creación de sentido regenera la convivencia, la
solidaridad y es así que el individuo se encamina al agenciamiento de su
entorno y a un despertar del papel protagónico, esencial para transformar la
realidad social en la que viven.
Stromquist, N. -especialista en educación comparada- en su
artículo “La búsqueda del empoderamiento:
en qué puede contribuir el campo de la educación” aborda el término como un
proceso que al cambiar la distribución del poder genera cambios no sólo en las
relaciones interpersonales, sino que por extensión también lo hará en las
instituciones sociales. La autora se basa en que en el citado proceso se activan componentes políticos y
económicos, pero también cognitivos y psicológicos.
Ocurrido el empoderamiento,
no cabe duda de que los saberes que adquiere cada sujeto se han construido,
surgen de la práctica que realiza en esos ámbitos comunitarios de los que
participa. Así es que su vida, su historia y la historia de quienes le rodean
ahora es posibilidad y no determinación.
Como señala Freire:
“El mundo no es. El mundo está siendo. Mi papel en el
mundo, … no es sólo el de quien constata lo que ocurre sino también el de quien
interviene como sujeto de ocurrencias. No sólo objeto de la Historia sino que soy
igualmente su sujeto. En el mundo de la Historia, de la cultura, de la política,
compruebo, no para adaptarme, sino para cambiar” Freire, P. (1997).
CONCLUSIONES
ABIERTAS
Asumimos al empoderamiento
como un concepto embebido de socialización, aunque con matices que lo
distancian de la concepción tradicional [21]
Si bien el sujeto se enfrenta a situaciones dadas,
también y sobre todo, se le incentiva a la producción de situaciones nuevas.
El sujeto participa, no es participado [22].
Sin negar que el sistema social es producto de una estructuración dada al mismo
por generaciones anteriores y pervive en los individuos, circunstancia a la que
podríamos llamarle socialización pasiva, se trata ahora, de ver la importancia
que tienen los nuevos actores y cómo se organizan para asegurar el
reconocimiento de sus nuevas acciones.
Esa constitución objetiva que le da forma a lo social,
sólo es posible si se atiende en su constitución subjetiva, es decir tendrá que
haber un reconocimiento de esa presencia real y lo que significa como logro de
cada sujeto y sus intereses.
Empoderar supone dar herramientas para desarrollar una
socialización activa, constitutiva; los sujetos a empoderar no son tablas
rasas. Propiciar ámbitos de participación permite fortalecer la idea de que “un
nuevo orden social” es posible, en este caso producto de cambios sociales cualitativos que transforman
estructuras y procedimientos en las instituciones sociales.
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[1] .-
Contexto racionalista / basado en la búsqueda: costo/ beneficio y enmarcado en
la racionalidad capitalista de la modernidad, al amparo de políticas que
promovían el desarrollo económico, en el entendido de que de ese crecimiento de
la economía dependía el avance en ámbitos políticos, sociales y culturales.
[2].- Es en EEUU donde en un momento de
movilizaciones que reclamaban derechos civiles para los afroamericanos se
utiliza por primera vez el término empoderamiento.
En esa instancia se advierte como el acceso, el uso y el control de recursos
tanto físicos como simbólicos. Algunos autores señalan que en América Latina se
han podido usar términos castellanos para igual significado; en este sentido
hacen referencia tanto a “apoderar o potenciar” ya que ambos aluden a hacerse
poderoso en el sentido de “empower”.
[3] .-
A efectos de incorporar teoría podemos pensar que
en la teoría durkheimniana, en el modelo corporativo que el autor definía como
el único capaz de organizar o mejorar la articulación de la sociedad, existe un
claro antecedente de la importancia que tiene el crear lazos, formas
solidarias. Pero, claramente es la sociedad la que incide sobre el individuo y
crea esos “lazos” de solidaridad
-orgánica en el caso de sociedades avanzadas- que posibilitan el
funcionamiento armónico del “todo”. En este sentido, como lo más significativo,
Durkheim hacía referencia a la importancia de generar un clima de interés
colectivo en el control de los espacios sociales. La disciplina, la regulación de la vida de los
individuos, ha sido para el autor una preocupación histórica. Consolidar el
orden moral, daría, según Durkheim estabilidad a la nación francesa. El orden
moral, es para el autor sinónimo del orden social, los individuos se asocian y
desarrollan solidaridades y estas robustecen los ámbitos colectivos en los que
se desenvuelven. En la “División del trabajo social”, Durkheim analiza cómo una
nueva forma de integración, ahora en torno a las profesiones y por extensión a
los gremios, agrupa a los individuos, los intereses comunes pasan ahora a tener
otra significación. Tanto la religión, la familia, como el Estado, tendrán un
papel secundario. Se percibe una nueva autoridad, la que el autor define como
exterior al individuo, con capacidad reguladora, que puede imponer límites, y a
esta nueva autoridad, Durkheim la denomina “conciencia colectiva”. Toma
relevancia, entonces, la expresión “conciencia colectiva, expresión que
focaliza en el peso de las ideas que emergen de las colectividades, a lo que el
autor denomina “representaciones colectivas”. En ellas se encuentran reflejados
aspectos de la realidad, necesidades del colectivo.
Interesa señalar que la Sociología ha intentado
“determinar las condiciones para la conservación de las sociedades”, temprana
preocupación del autor, analizada en la citada obra, la que se publicó en 1893
y en la cual aborda en extenso el concepto de solidaridad. Durkheim argumentaba
cómo la falta de estimulación de
relaciones solidarias llevaría a la “disolución social”. En citada obra analiza
también el debilitamiento institucional y normativo que se vislumbraba en las
sociedades modernas.
[4] .-
Complementando anteriores definiciones, este término que se origina en “power”,
significa tanto poder como potencia y/ fortalecimiento. Potenciar individuos o
comunidades supone aumentar su fortaleza, aumentar su capacidad de
protagonismo, de organización.
[6] .- Término que refiere a ese cúmulo
de conocimientos, habilidades y actitudes que poseen los individuos y que están
en estado latente, que pueden ser revitalizados en su beneficio y en el del
colectivo que integra. El empoderamiento, como proceso, de carácter permanente,
como se ha pretendido identificar, trabaja sobre esa capacidad o potencia que
tienen los individuos y los colectivos para tolerar dificultades, para salir
fortalecidos a enfrentar situaciones adversas.
[7] .-
Durkheim asociaba con este término la disolución del vínculo moral del
colectivo social. Para el autor, esta expresión, que se aborda en su citada
obra, así como en “El Suicidio” supone una ruptura de la solidaridad que tiene
su causa en las formas nuevas que desarrolla la “división del trabajo”. En este
sentido, argulle Durkheim, que las sociedades modernas se encaminan hacia la
desintegración social por la notoria ausencia de reglas, por la falta de
normativa que regule comportamientos particulares y por la ruptura de vínculos
que se produce.
Cabe subrayar
que el concepto de anomia durkheimiano contiene un carácter ambivalente: puede
que la referencia sea el sujeto y cómo este procura con dificultad frenar sus
instintos y en otro momento lo asocia a una suerte de desorganización de la
sociedad que repercute en las manifestaciones de los colectivos.
[8] .- La expresión el “poder para” abre
posibilidades, genera alternativas, pero no implica dominación sino que faculta
para la construcción. El poder revitaliza la capacidad para movilizar recursos
y es en este sentido que “el poder” denota posibilidad de transformación y esto
sólo es propio de la acción humana.
[9] .-
Boulding, K. (1993) al analizar la naturaleza del poder lo categoriza y hace
énfasis entre otros en el poder integrador. Según el autor este tipo de poder
se basa o pondera el respeto, la comunicación, las relaciones de afecto, las
relaciones que revalorizan la personalidad así como la legitimidad de cada
acto. En: Las tres caras del poder. Paidós. Bs .As.
[10] .- Batliwala, S. (1997) En: El
significado del empoderamiento de las mujeres: nuevos conceptos desde la
acción” sostiene que vale la pena subrayar que el poder no se otorga como algo externo que se
da y en este sentido, es imposible asociar o definir el empoderamiento como un proceso lineal.
[11] .-Los análisis del autor son producto de su preocupación ante el
fracaso de políticas de desarrollo. El mismo admite como única salida el
generar ámbitos de distribución de poder y participación. Fundamenta el
“empoderamiento” como una estrategia para promover el desarrollo y en el cual
sean gestores los propios actores involucrados. En: The Politics of Alternative
Development, Blackwell Edit, Massachusetts. 1992
[12] .- Batliwala,
S. Op. Cit. En: El significado del empoderamiento de las mujeres: nuevos
conceptos desde la acción”
[13] .- En: “Empoderamiento y mujeres en Honduras: un modelo para el
desarrollo” se hace referencia al término que analizamos como productor en el
individuo de una situación positiva ya que estimula la actividad colectiva en
la cual se ponen en práctica poderes individuales. Para Rowlands habría tres dimensiones en las cuales se hace visible el empoderamiento del sujeto: en lo
personal, desarrolla el sentido del yo –confianza, autoconfianza-; en cuanto a
lo que llama “relaciones próximas”, desarrolla capacidad como negociador, se
prepara para decidir y pone todo esto en práctica cuando participa en
estructuras políticas, cuando se involucra en acciones colectivas. Se trata,
insistimos junto al autor, en no ver el empoderamiento en términos de un
reforzamiento del poder sobre otros, sino en un sentido positivo, como un
proceso que motiva hacia el control de recursos personales y sociales,
fundamentales para el desarrollo individual y de sus respectivos colectivos.
Rowlands, Jo. En: Questioning Empowerment /Oxform/ 1997
[14] .- Decíamos antes, que empoderar, sólo es posible como
proceso o como enfoque cuando se está frente a determinada población, aunque
signifique una razón elemental ante una población desempoderada, desprovista de
mecanismos personales y de espacios de participación.
El
desempoderamiento, fenómeno ampliamente estudiado, pero en general no nombrado
de este modo, es un fenómeno histórico y multicausal. Recién en la década de
los 90 el concepto se acuña de modo formal y pasa a ser un elemento en la
agenda de preocupaciones sociales y por tanto una realidad a atender.
[16] .- Weber fue un autor preocupado por el funcionamiento de las
organizaciones, utilizó las mismas como punto de partida para interpretar y
posteriormente explicar cómo la sociedad se articula. Analizó temas vinculados
con el poder y la racionalidad que lo fortalece. Para este autor la unidad o
centro de atención es el individuo, sus acciones tienen una finalidad;
consideró también cómo las acciones de los actores sociales generan diferentes
tipos de prácticas. En este sentido, cabe subrayar que el proceso que
analizamos, tiene como propósito modificar acciones, crear conciencia acerca de
la finalidad de las mismas.
[17].- ¿Por qué dotado de sentido? Porque se produce
mediado por una valoración subjetiva que cabe categorizar como “acción
racional”, “con arreglo a fines”. Por otra parte, al estar dotado de sentido,
nos permite pensar que supone “una visión del mundo”, supone valores propios o
particulares, y este sentido propio se traduce en modelos de comportamiento, en
esquemas de acción.
[18] .- Se puede considerar al empoderamiento como el medio a través del cual se busca la
consecución de determinados fines; se ponen en juego intenciones, sentimientos,
motivos y así se orienta la acción; en este caso, se trata de potenciar los
recursos individuales o del colectivo. Los medios utilizados son los que
pretenden dotar al individuo o grupo de poder, de “fuerza para” y estos medios
elegidos están sopesados en su efectividad.
[19] .- Esta
expresión traduce la dinámica con la cual el autor señala la existencia de un
nexo entre la acción social individual y los colectivos, grupos o
instituciones.
Este concepto tendría su símil en la idea de
“experiencia social del individuo”, o “mundo social” que trabaja Schutz
[20] .- En su obra
“Pedagogía de la Autonomía”,
reafirma su planteo acerca de la importancia del acto educativo como situación
que propicia los medios para generar inquietudes emancipadoras,
transformadoras. Esta concepción desestructura la idea determinista que existe
sobre la educación. La misma busca crear una reflexión crítica -“cambio de
mentalidad”- entre los educandos. El sujeto reacciona y comprende su lugar en
la naturaleza y en la sociedad, así reconfigura su vida y su espacio.
[21] .- En la
concepción tradicional los individuos deben asumir una normativa
preestablecida, siguen una dinámica circular.
[22] .- Villasante,
T. R. (1984) -Comunidades locales:
análisis, movimientos sociales y alternativas-. Madrid/ IEAL/
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