En torno al concepto de Hegemonía: categorías analíticas
básicas
Mag. en Soc. Lilián Berardi* Mag en Soc. y Lic. en Educación Selva
García Montejo**
Resumen
El
artículo pretende acercar a los lectores las principales categorías de análisis
de Ernesto Laclau, desde un epicentro teórico fundamental: el concepto de
hegemonía.
Partiendo
del análisis gramsciano, el autor construye su concepto propio: la hegemonía, de
identidades relacionales. En este marco de análisis de la realidad social,
emergen los conceptos de discurso, elementos, momento, equivalencia y
diferencia (dos lógicas de “trabajo” de la práctica articulatoria).
Finalmente,
se aborda la temática de la complejidad y fragmentación en las sociedades
contemporáneas; en un sistema de diferencias, cualquier posición puede resultar
lugar de antagonismo –en tanto negada- que se traduce en posibilidad, constituida
en el campo de lucha.
Palabras
clave: SOCIOLOGÍA
A modo de
presentación
Laclau
realiza un análisis de la realidad social, de corte posmarxiano, en tanto
estudio de la dinámica social y sus conflictos, pero no ya desde la óptica de
la lucha de clases –característica en Marx– sino desde un espectro más amplio, que
involucra a los diferentes actores y movimientos, base de la creación de una
nueva alternativa de sociedad.
Los
tiempos actuales presencian luchas sociales, luchas que extienden y profundizan
conflictos, hecho clave para la formación de un “potencial” hacia sociedades más
democráticas.
Estas
luchas contemporáneas se presentan en su aspecto plural –que trasciende lo
clasista-. De este modo también las categorías de análisis que fueran ejes de interpretación,
hoy pierden
sentido o
resultan “opacadas”.
En una
posición que se ubica entre el posmarxismo y el posmodernismo, es la de Laclau
una verdadera obra de “deconstrucción”.
En este
diálogo con el marxismo, deconstruye categorías analíticas fundamentales, pero adhiere
al compromiso con la dimensión emancipatoria, hecho que lo lleva, a su vez, a un
diálogo permanente con la posmodernidad, aunque se distancia de los posmodernos
a través de conceptos que incorpora, tales como “totalidad estructurada” y “antagonismo”.
Es el
autor un permanente crítico al fundamentalismo de los proyectos emancipatorios de
la Modernidad, pero critica a los posmodernos, ya que en su crítica a los
esencialismos, desemboca, de algún modo, en otro esencialismo.
En
síntesis, encontramos en Ernesto Laclau dos afirmaciones fundamentales: el
rompimiento con el esencialismo y el mantenimiento de una perspectiva
libertaria, aspectos que se comprenden en su visión de una revolución como “posibilidad”,
por tanto, en la negación de cualquier razón “a priori” para afirmar la seguridad
de un proceso revolucionario.
En un
intento de reseñar algunos aspectos de su rica producción, pretendemos partir
del análisis del concepto de hegemonía, para, en torno al mismo, reflexionar
desde otras categorías, que creemos conjugan un planteo singular.
Para
ello, centraremos el análisis en “Hegemonía y estrategia socialista”, que el autor
presenta junto a Chantal Mouffe, en un intento de mostrar, a partir de este
punto, que lo social es “indeterminado” y que es, precisamente, esa
indeterminación, la que lleva a la posibilidad de una lógica articulatoria.
Acercamiento a las categorías analíticas de Laclau.
Hegemonía, práctica articulatoria, discurso
Es en la
oposición a una objetividad ya dada y a priori, que Laclau desarrolla sus tesis
principales de “hegemonía” y “proyectos políticos”, cuya base analítica se
configura en la imbricación de las nociones de discurso, prácticas
articulatorias, cadena de equivalencias, antagonismo, sujeto, significante
vacío.
El
concepto de hegemonía tiene su sustento en el análisis gramsciano. Hegemonía
como lógica de lo fáctico e histórico, por tanto, considerada desde una
posición crítica a todo planteo esencialista en relación a lo colectivo, con la
formación de identidades colectivas.
Antonio
Gramsci realiza una deconstrucción del marxismo clásico –en tanto paradigma político–
por su carácter esencialista. La novedad en este autor es la ampliación del campo
de la hegemonía y la recomposición política –en relación a las concepciones marxistas
anteriores- un encare del vínculo hegemónico y su naturaleza que trasciende la “alianza
de clases” del leninismo.
Esto se
percibe cuando se desplaza del plano político al intelectual y moral, al
afirmar que la clase obrera no debe permanecer en situación corporativa de
defensa de sus intereses, sino abrirse a las demandas de los demás actores.
Para que se dé realmente el liderazgo –afirma Gramsi- no sólo político, sino intelectual
y moral, se torna necesario, más que “coincidencia coyuntural de intereses que
mantenga separada la identidad de los sectores intervinientes” (estaríamos frente
a una “alianza de clases”), un conjunto de valores, de ideas compartidas por
diferentes
sectores. Esa “voluntad colectiva” gramsciana –síntesis superior– lidera en lo intelectual
y moral; mediante la ideología logra unificar el “bloque histórico”. Esta ideología
se presenta como un todo orgánico, se materializa en aparatos e instituciones –
concepción que trabaja Althusser en sus “aparatos ideológicos del Estado”- y conforma
el bloque histórico, principios básicos que lo articulan. La concepción gramsciana
–en su visión totalizante- permite la superación de la diferenciación marxista
clásica entre infra y superestructura. Su visión ampliada del Estado, en tanto sociedad
política y sociedad civil, es un punto fructífero de partida para la
comprensión de las categorías de Laclau.
Otro
punto de interés en Gramsi, que también retoma Laclau, es la superación del “reduccionismo
ideológico”, vista a partir de la posición que otorga a los sujetos políticos.
Los
mismos son “voluntades colectivas” (no clases). En “Cartas desde la cárcel”
expresa que un acto histórico sólo puede ser llevado a cabo por el “hombre
colectivo”, lo que presupone una unidad cultural social, a través de la cual
una multiplicidad de voluntades dispersas, con objetivos heterogéneos, son
soldadas en torno a un único objetivo sobre la base de una común e igual
concepción del mundo.(1)
La
concepción del autor, respecto a la formación de esta nueva conciencia teórica,
autónoma, no implica una negación a priori de cada elemento impuesto, sino que su
repudio surgirá por el
hecho de
ser impuesto, no en sí mismo como tal ...“será necesario darle una nueva forma
que es específica del grupo dado...”(2)
La cita
muestra lo contingente, una contingencia histórica que señala su ampliación en
el terreno de las relaciones sociales; así, los elementos sociales pierden sentido
de articulación esencial y sólo poseen este sentido en función de
articulaciones hegemónicas no sujetas a ley
histórica
alguna.(3)
Toda
articulación resulta precaria, pero, en cuanto pasan ser objeto de nombres, a
ser partes del discurso teórico y la reflexión, son incorporadas a la identidad
de los agentes.”
Nacional
popular”, “Estado integral”, son conceptos que son cambiados tanto en su naturaleza
como en su identidad, por el grupo dominante, en la práctica de la hegemonía.
La clase
no toma el poder del estado, deviene Estado. Estamos, sin duda, frente a una práctica
democrática de la hegemonía.
Sin
embargo, Gramsi aún muestra rasgos de esencialidad en su elaboración teórica; acepta
que en toda formación hegemónica debe existir un principio que unifique, y ese principio
debe aludir a una clase económica fundamental.
1 Gramsi,
A. – “Cartas desde la Cárcel”. – Madrid / 1975.
2 Ibid.
3 Laclau
retoma el razonamiento gramsciano y presenta a los “elementos” o tareas, constituyendo
su identidad en el marco de la fuerza que logra hegemoneizarlas.
En este
aspecto, cae, de algún modo, en un determinismo respecto de la economía, en un
“esencialismo”, en una aceptación a priori de la clase económica.
Laclau,
ubicado en las sociedades actuales, deconstruye el concepto de clase social,
arguyendo la unidad precaria de la misma en el capitalismo maduro; precariedad
que implica y tiene como consecuencia un proceso continuo de cambios, lo que el
autor denomina “rearticulación hegemónica”, debido a la presencia de
antagonismos nuevos y a la emergencia de nuevos sujetos en la arena política.
Situación ésta que implica que las distintas luchas se articulen, en oposición
a formas de subordinación que adquieren complejidad mayor que la lucha de
clases, y se presentan también como luchas contra la subordinación genérica,
étnica ...identidades colectivas populares, caso de América Latina, con la
emergencia del Movimiento Zapatista, donde lo clasista y lo étnico se conjugan.
,
“La hegemonía supone el carácter incompleto y
abierto de lo social, que sólo puede constituirse en un campo dominado por prácticas
articulatorias”(4)
Sin
embargo, el sujeto articulante no es una clase social fundamental –clase económica-
como se presenta en los análisis que “recorren” la historia, desde Lenin a Gramsci.
Tampoco existe una diferencia ontológica en cuanto a los niveles de
constitución de las fuerzas que hegemonizan y las que son hegemonizadas; no se
dan categorías morfológicas previas fundantes de relaciones hegemónicas
sintácticas.
Lo que
diferencia el análisis de Laclau, es que introduce una lógica diferente de lo
social a la trabajada por las categorías teóricas marxistas. La cita resulta
totalmente esclarecedora:
“Frente
al racionalismo del marxismo clásico, que presentaba a la historia y a la
sociedad como totalidades inteligentes,
constituídas
en torno a “leyes” conceptualmente explicitables, la lógica de la hegemonía se presentó
desde el comienzo
como una
operación suplementaria y contingente, requerida por los desajustes
coyunturales respecto a un paradigma
evolutivo
cuya validez esencial o morfológica no era en ningún momento cuestionada”.(5)
La
hegemonía, en Laclau, es un concepto que “se construye”. Hegemonía implica, fundamentalmente,
ausencia de totalidad y presencia de diversidad de tentativas de recomposición
y rearticulación.
Es
precisamente esta diversidad articulatoria lo que logra superar la ausencia de
totalidad, ya que no existe totalidad a priori. Las luchas cobran sentido y las
fuerzas históricas logran positividad en un proceso de construcción, proceso
siempre incompleto. No existe, entonces,
positividad
a priori.
Las
nociones de discurso, prácticas articulatorias, cadena de equivalencia,
antagonismo, sujeto, significante vacío, son la base para la elaboración de sus
tesis acerca de hegemonía y proyectos políticos.
La
hegemonía emerge en el campo de prácticas articulatorias.
Hablar de
prácticas articulatorias es hacer referencia a un sistema abierto de
identidades relacionales, a un espacio donde no existe concreción,
cristalización de los elementos en momentos.
Articulación
implica posibilidad de especificación –por separado– de la identidad de cada
uno de los elementos que se articulan. Es una forma contingente de organización
que recompone los fragmentos en una nueva unidad.(6)
Planos
diferentes que se relacionan, desnivel entre articulante y articulado, son base
de la constitución del “vínculo hegemónico”.
“...
llamaremos articulación a toda práctica que establece una relación tal entre
elementos, que la identidad de éstos
resulta
modificada como resultado de esa práctica”.(7)
4 Laclau,
E., Mouffe, Ch. – “Hegemonía y estrategia socialista”.- Siglo Veintiuno Edit.
España / 1987. Pág. 155.
5 Ibid.-
Pág. 3.
Ubicarse
en el terreno de la articulación supone considerar lo social en su apertura,
como “esencia negativa” de lo que ya existe, y a todo orden social como forma
precaria de intentar “domesticar” la arena de las diferencias. Las relaciones sociales
no son nunca esenciales; por tanto, las identidades son precarias y no es posible
fijar el sentido de los elementos. Esta articulación es “una práctica
discursiva que no tiene un plano de constitución a priori al margen de la
dispersión de los elementos articulados”.(8)
Discurso, elemento, momento
En el
concepto de articulación se imbrican y están implicados conceptos como
discurso, elemento, momento.
El
discurso es la totalidad estructurada resultante de la práctica articulatoria;
elemento como toda diferencia que no se articula discursivamente; momento, como
las posiciones diferenciales, en la medida en que aparecen articuladas en el interior
de un discurso.(9)
Es por la
“regularidad en la dispersión”, que la formación discursiva adquiere
coherencia.(10)
Para
Laclau, nada puede darse fuera de una superficie discursiva de emergencia. Toda
práctica es discursiva. Todo objeto es objeto de discurso.
Toda
estructura discursiva posee carácter material. Con esta afirmación, el autor
supera la dicotomía entre el campo objetivo que se constituye fuera de la
intervención del discurso y el discurso como mera expresión del pensamiento.
No ubica
lo discursivo en el nivel de las ideas, en la superestructura. No existe estado
real y estado discursivo.
Rechaza
la idea de prácticas discursivas y no discursivas. El “estado real” sólo se
puede aprehender en un discurso. Discurso como totalidad estructurada resultante
de la práctica articulatoria de elementos.
Los
diferentes discursos luchan por el establecimiento de verdades, por excluir
otros significados del campo de significación. Cada tipo de significado posee
poder, pero en función de sus condiciones de emergencia.
La
materia prima de esta práctica articulatoria son los elementos transformados en
momentos, siempre que cada momento no sea completamente momento.
6 Si, en
lugar de ser la organización contingente –externa a los elementos la organización
y los fragmentos se conciben como momentos necesarios de una totalidad que trasciende
a los mismos,estaríamos hablando,según el autor, de “mediación”, no de articulación.
Laclau, E.-, Mouffe, Ch.-
7 Op. Cit. Pág. 119.
8 Ibid.- Pág. 125.
9 Ibid.- Pág. 119.
10
Foucault, M.- “La arqueología del saber” Méjico / Siglo XXI.
49
Se trata
de la práctica de constitución de las relaciones sociales, es decir, de la realidad.
Lo que existe es una opacidad a deconstruir, dada por la imposibilidad propia
de la transparencia, o sea, de objetividad. Esta práctica articulatoria, como
fijación dislocación de un sistema de diferencias, debe atravesar el aspecto
material de las instituciones, rituales, prácticas sociales, a través de las
que se estructura la formación discursiva.
Existen
elementos dispersos que sólo pueden lograr su unidad a través del discurso.
Esos
elementos, en algún tiempo se tornan momento, pero, dado que la transición no se
da totalmente, se conforma un terreno “imparcial”, donde surge la posibilidad
de práctica articulatoria. Nada es necesario: ni identidades ni relaciones.
Toda
totalidad es incompleta.
Todo es
contingente. Se constituye, bajo estos parámetros, lo social.
(11) Por
tanto, ningún discurso puede lograr la sutura final, ya que no existe significado
trascendental.
(12) No existe
lógica hegemónica que pueda dar cuenta de la totalidad de lo social e
instituirse en centro, pues esto llevaría a la autoeliminación del concepto de
hegemonía, en la medida en que la consecuencia sería una nueva sutura.
(13) Sin
embargo, si bien no existen fijaciones totales de sentido, deben existir lo que
el autor denomina “puntos nodales”, puntos discursivos clave para la fijación
parcial de sentido, de modo de hacer posible que las diferencias fluyan;
fijación en formas inteligibles, instituidas de la sociedad.
Si los
elementos son “significantes flotantes”, no articulados en una cadena
discursiva; si la formación discursiva es incompleta, las identidades son
relacionales, los significantes ambiguos, ¿es posible la existencia de tal
formación discursiva? Dos elementos son fundamentales para ello: que exista la
polisemia (sinnúmero de significados) –desarticualadora de la estructura discursiva,
o que establece la dimensión simbólica de la formación social, la
sobredeterminación de la misma– y puntos nodales que realicen la fijación
parcial de los significados.
Es este
el carácter y la dimensión simbólica de toda formación social, su sobredeterminación.
“La
práctica de articulación consiste ... en la construcción de puntos nodales que
fijan parcialmente el sentido; y el carácter parcial de esa fijación procede de
la apertura de lo social, resultante a su vez del constante desbordamiento de todo
discurso por la infinitud del campo de la discursividad”.(14)
11 El
concepto althusseriano de sobredeterminación de las relaciones sociales y la complejidad
inherente al mismo –concepto que se constituye en el terreno
de lo
simbólico y no posee significación fuera del mismo- es clave para la comprensión
del encare de
Laclau.
En la formulación
original
de Althusser -con
su lógica
de la sobredeterminación-
se
pretende
la ruptura con el
esencialismo,
vista su
crítica a
cualquier forma de
fijación,
al caracterizar a
toda
identidad como
incompleta,
abierta,
negociable
en el aspecto
político.
12 El
término “significado
trascendental”
es tomado
por el
autor, de Derrida
(“Writing
and difference”.
Londres /
1978).
13 El
concepto de “sutura”,
usado por
Laclau, es
tomado
del Psicoanálisis.
Concepto
que, de forma
implícita,
actúa en la teoría
de Lacan.
Para Laclau, las
“prácticas
hegemónicas”,
son
“suturantes”, en
tanto su
campo de acción
se
encuentra condicionado
por la
apertura de lo social,
o sea,
porque los
significantes
poseen un
carácter
no fijo.
50
En
síntesis: ni fijación
absoluta
ni no fijación absoluta
son
posibles (recordemos que
el autor
niega todo esencialismo).
Se trata
de un campo de
identidades
que no logran
nunca ser
fijadas plenamente.
Es este
el terreno de la
sobredeterminación.
Equivalencia
y diferencia:
dos
lógicas de “trabajo”
de la
práctica articulatoria
Equivalencia
y diferencia son
dos
lógicas de construcción
del
discurso.
El límite
de lo social no
consiste
en una frontera que
divide
territorios, sino que se
sitúa al
interior de lo social
mismo,
como algo que lo
subvierte,
en el sentido de que
destruye
su aspiración a
constituir
una presencia plena.
Es
necesario subvertir el
espacio
cerrado donde cada
posición
se fija en forma de
momento
específico e irremplazable.
Si este
espacio no
fuera
subvertido, asistiríamos
al
“cierre” del mismo. Para
impedirlo,
es fundamental
disolver
la especifidad de cada
posición.
Es en este aspecto
que la
“relación de equivalencia”
cobra
importancia.
Es a
partir de la lógica de la
“diferencia”
que podemos
comprender
su lógica complementaria,
la de la
equivalencia.
La lógica
de la diferencia
es la
lógica de la complejidad
de lo
social, donde cada
posición
cobra su especificidad.
La de la
equivalencia,
es la
lógica de la simplificación
de lo
social; implica la
disolución
de la especificidad
de cada
posición. Ambas
lógicas
son parte de un mismo
proceso.
Una
relación de equivalencia
posee
ambigüedad: por una
parte,
para que pueda existir
equivalencia,
dos términos
deben ser
diferentes; por otra
parte,
sólo hay equivalencia si
se
subvierte el carácter diferencial
de los
términos.
“ ... lo
contingente subvierte
lo
necesario impidiéndole constituirse
plenamente.
Esta no
constitutividad
–o contingencia–
del sistema
de diferencias se
muestra
en la no fijación que las
equivalencias
introducen. El carácter
final de
esta no fijación,
la
precariedad final de toda
diferencia,
habrá pues de
mostrarse
en una relación de
equivalencia
total en la que se
disuelva
la positividad diferencial
de todos
sus términos”.(15)
Es a
través de la equivalencia
que
determinadas
formas
discursivas logran
anular la
positividad de un
objeto y
otorgan existencia
real a la
negatividad.(16)
Lo social
se encuentra
“embebido”
por la negatividad,
o sea,
por el “antagonismo”,
razón por
la cual ese “social”
14 Laclau, E.- Mouffe, Ch.-
Op. Cit.- Pág. 130-
15 Ibid.-
Pág. 149.
51
no logra
su plena presencia y
existe
una subversión contínua
de la
objetividad de sus
identidades.
Subversión que se
da en la
presencia de lo “contingente”
en lo
“necesario”.
Nos
enfrentamos a una
imposibilidad
relacional entre
objetividad
y negatividad; sus
términos
sólo coexisten en
tanto
subversión mutua de sus
contenidos.
Este hecho implica
que nunca
se logran totalmente
las
condiciones de
equivalencia
plena ni las
condiciones
de una objetividad
diferencial.
“ ... así
como la lógica de la
diferencia
no consigue nunca
constituir
un espacio plenamente
suturado,
tampoco lo
logra la
lógica de la equivalencia.
La
disolución del carácter
diferencial
de las posiciones del
agente
social a través de la
lógica
equivalencial, no es nunca
completa.
Si la sociedad no es
totalmente
posible, tampoco es
totalmente
imposible”.(17)
Equivalencia
y diferencia son
lógicas
que forman parte de un
mismo
proceso: para que exista
la
equivalencia, debe darse un
efecto
discursivo, proveniente
de la
lógica de la diferencia.
Complejidad
y
fragmentación
en las
sociedades
contemporáneas
El mundo
actual asiste a una
lógica de
la diferencia, donde
la
complejidad es lo peculiar.
Complejidad
y fragmentación.
La
opresión ya no se
concreta
solamente en una
clase
económica –el proletariado–
sino que
existe una red
compleja,
donde son múltiples
los
sujetos de la opresión:
indígenas,
mujeres, sin tierra,
ancianos,
niños, gays.
En un
sistema de diferencias,
como se
da actualmente, cualquier
posición
puede ser lugar
de
antagonismo –en tanto es
“negada”–
antagonismo que es
sólo
“posibilidad”, que se
constituye
en el campo de
lucha.
Hay antagonismo si se
da
resistencia, resistencia que
“se
construye”, que constituye
el sujeto
antagónico al
capitalismo.
Lo que se
construye es “un
sujeto
que resiste”, pero este
hecho no
deriva solamente de
las
relaciones de producción –
como en
el análisis marxista– ya
que los
actores contemporáneos
construyen
sus identidades
en
espacios múltiples y
diferenciados,
ámbitos que
trascienden
el mundo del
trabajo,
o conviven con el
mismo.
Son variados y nuevos
los
“locus” de la opresión, en
una
intersección de “opresiones”:
mujeres-negras,
explotados-
negros,
explotadasmujeres,
mujeres-negrasexplotadas,
homosexualesdiscriminados,
etc.
Dado que
lo social asiste a
la
presencia de múltiples
16 Esta
“negatividad” implica,
para
Laclau, la imposibilidad
de lo
real.
17 Laclau, E.- Mouffe, Ch.-
Op. Cit. Pág. 150.
52
antagonismos
posibles –y
resistencias-
algunos contrarios,
serán
diferentes las
cadenas
de equivalencia que se
constituirán
a partir de cada
uno de
esos antagonismos;
cadenas
de equivalencia que
posiblemente
afectarán la
identidad
del sujeto en forma
contradictoria.
“
...cuanto más inestables
sean las
relaciones sociales,
cuanto
menos logrado sea un
sistema
definido de diferencias,
tanto más
proliferarán los
puntos de
antagonismo; pero,
a la vez,
tanto más carecerán
éstos de
una centralidad, de la
posibilidad
de establecer, sobre
la base
de ellos, cadenas de
equivalencia
unificadas.(18)
El límite
de toda objetividad,
es, pues,
el antagonismo. Una
relación
de antagonismo se da
en el
campo de la discursividad,
campo
donde se asiste a
la
ruptura de la dicotomía real/
ideal,
material/ideológico.
Dada la
precariedad de sentido
de toda
identidad, la expresión
de esa
precariedad es la
relación
antagónica.
Para que
exista hegemonía –
además de
la necesidad de un
momento
articulatorio– debe
darse una
oposición entre
prácticas
articulatorias antagónicas,
o sea,
antagonismo, lo
que
implica fenómenos de
equivalencia
y efectos de
frontera,
así como articulación
de
elementos flotantes. Esta
articulación
supone “construcción”,
constante
redefinición de
los
elementos.(19)
La
hegemonía consiste,
entonces,
en prácticas articulatorias
que
definen su
identidad
por oposición a otras
prácticas
articulatorias antagónicas.
Antagonismo
no es
sinónimo
de contradicción.
Existen
sistemas de creencias
contradictorias,
que no
necesariamente
resultan
antagónicas.
En la relación de
antagonismo
se muestran los
límites
de toda objetividad. Es
la
negación de un determinado
orden, su
límite, no el
“momento”
de una totalidad
más
amplia. Ese “límite” de lo
social,
deberá producirse en su
interior
mismo; es un elemento
“subversivo”,
en la medida en
que la
aspiración de la sociedad
a
conformar una presencia
plena –un
espacio cerrado
donde
cada posición diferencial
se “fija”
como “momento”
específico–
es destruida por
ese
límite.
¿Cómo se
construye, cómo
se da esa
subversión? Como
se venía
indicando, disolviendo
la
especificidad de las
posiciones,
anulando las
diferencias,
mediante la
equivalencia,
en tanto son
usadas
para expresar algo
idéntico
que es común a todas
las
especificidades.
Actualmente,
emergen
nuevos
movimientos sociales,
con
identidades propias, pero
dependientes
de las condiciones
políticas
y sociales.
¿Autonomía
en el pluralismo?
Hacer
referencia a la
autonomía
de estos movimien-
18 Ibid.-
Pág. 151.
19 En
Gramsci, ello equivale
al
momento de “crisis
orgánica”,
que resulta de
una
sobredeterminación
de
circunstancias y donde
–además
de un aumento
de los
antagonismosexiste
crisis
generalizada
de
identidades sociales. El
“bloque
histórico”
gramsciano
es el equivalente
a la
“formación
discursiva”
de Laclau; la
unificación
relativa del
espacio
político y social se
da a
través de puntos
nodales y
la constitución
de
identidades tendencialmente
relacionadas.
Laclau
introduce
el concepto de
“formación
hegemónica”,
en la
medida en que
considera
al “bloque
histórico”
–gramsciano–
constituyéndose
en un
campo
antagónico. Lo
social no
es nunca algo
“cerrado”.
Referir a
“formación
hegemónica”
implica
aludir a “la
contínua
redefinición de
los
espacios sociales y
políticos,
y a aquellos
constantes
procesos de
desplazamiento
de los
límites
que construyen la
división
social que son
propios
de las sociedades
contemporáneas”.
(Laclau/
1987)
53
tos,
implica aludir a su defensa
y
expansión en relación a una
lucha
hegemónica más amplia.
Los
sujetos políticos ecologistas,
feministas,
étnicos,
son
“significantes flotantes”,
en un
campo de constitución
de
condiciones discursivas
que es
posible subvertir.
Las
identidades no se hallan
definitivamente
adquiridas, ya
que, en
una lucha hegemónica,
la
articulación no se encuentra
definida
desde el comienzo.
Sin
embargo, sí existen formas
de lucha
que suponen actividades,
formas de
organización,
sistemas
de alianzas, construcción
de
sistemas de equivalencias
entre
contenidos. Equivalencia
que se
construye en
torno a
que son todas
“minorías”,
que se establecen
como
“anti” alguna cosa
específica.
La autonomía se
hace
posible, como “momento
interno
de una operación
hegemónica
más vasta”.(20)
Es en el
campo de las
prácticas
articulatorias y de las
prácticas
hegemónicas, que
adquieren
sentido la autonomía
y la
subordinación.
Si existe
pluralidad de
espacios
políticos, podemos
20 Laclau, E.- Mouffe, Ch.
Op. Cit- Pág. 163.
21 Ibid.-
Pág. 160.
22
Laclau, E.- “Emancipación
y
diferencia”.- Edit. Espasa
Calpe.
Argentina / 1996.-
referir a
“luchas democráticas”;
solamente
en un espacio no
saturado
de lo social puede
darse la
dimensión hegemónica
de la
política.
Dado que
existe un proceso
constante
de subversión y
redefinición,
con múltiples y
diferentes
prácticas articulatorias
–a veces
antagónicas–
tampoco
es posible la existencia
de un
sólo punto nodal hegemónico.
Lo social
no posee un
centro,
una esencia. Puede
haber
infinidad de puntos
nodales
hegemónicos, algunos
sobredeterminados,
que condensen
las
relaciones sociales.
Esos
puntos nodales se
constituyen,
a veces, como “el
centro de
irradiación de una
multiplicidad
de efectos
totalizantes”.(21)
Es en
esta multiplicidad que
Laclau
pretende concentrar la
atención,
frente al interés
generalizado
en las nuevas y
diferentes
identidades emergentes
en el
mundo actual, que
llevan a “la
imposibilidad de
seguir
refiriendo a un centro
trascendental
las expresiones
concretas
y finitas de una
subjetividad
multifacética”.(
22)
FOUCAULT,
M. La arqueología del
saber.
México: Siglo XXI.
GRAMSCI,
A. Cartas desde la
Cárcel.
Madrid,1975.
Referencias
bibliográficas
LACLAU,
E., Mouffe, Ch. Hegemonía
y
estrategia socialista. España:
Siglo
XXI, 1987.
LACLAU,
E. Emancipación y
diferencia.
Buenos Aires: Espasa
- Calpe, 1996.
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