jueves, 7 de agosto de 2014

En torno al concepto de Hegemonía: categorías analíticas básicas. Berardi y Garcìa Montejo

En torno al concepto de Hegemonía: categorías analíticas básicas.  Artículo publicado en Revista T+ Nº1/ diciembre 2008. revista del Centro Nacional de Informaciòn y Documentaciòn (CENID) Montevideo. Uruguay



En torno al concepto de Hegemonía: categorías analíticas básicas

Mag. en Soc. Lilián Berardi*     Mag en Soc. y Lic. en Educación Selva García Montejo**

Resumen
El artículo pretende acercar a los lectores las principales categorías de análisis de Ernesto Laclau, desde un epicentro teórico fundamental: el concepto de hegemonía.
Partiendo del análisis gramsciano, el autor construye su concepto propio: la hegemonía, de identidades relacionales. En este marco de análisis de la realidad social, emergen los conceptos de discurso, elementos, momento, equivalencia y diferencia (dos lógicas de “trabajo” de la práctica articulatoria).
Finalmente, se aborda la temática de la complejidad y fragmentación en las sociedades contemporáneas; en un sistema de diferencias, cualquier posición puede resultar lugar de antagonismo –en tanto negada- que se traduce en posibilidad, constituida en el campo de lucha.

Palabras clave: SOCIOLOGÍA

A modo de presentación

Laclau realiza un análisis de la realidad social, de corte posmarxiano, en tanto estudio de la dinámica social y sus conflictos, pero no ya desde la óptica de la lucha de clases –característica en Marx– sino desde un espectro más amplio, que involucra a los diferentes actores y movimientos, base de la creación de una nueva alternativa de sociedad.
Los tiempos actuales presencian luchas sociales, luchas que extienden y profundizan conflictos, hecho clave para la formación de un “potencial” hacia sociedades más democráticas.
Estas luchas contemporáneas se presentan en su aspecto plural –que trasciende lo clasista-. De este modo también las categorías de análisis que fueran ejes de interpretación, hoy pierden
sentido o resultan “opacadas”.
En una posición que se ubica entre el posmarxismo y el posmodernismo, es la de Laclau una verdadera obra de “deconstrucción”.
En este diálogo con el marxismo, deconstruye categorías analíticas fundamentales, pero adhiere al compromiso con la dimensión emancipatoria, hecho que lo lleva, a su vez, a un diálogo permanente con la posmodernidad, aunque se distancia de los posmodernos a través de conceptos que incorpora, tales como “totalidad estructurada” y “antagonismo”.
Es el autor un permanente crítico al fundamentalismo de los proyectos emancipatorios de la Modernidad, pero critica a los posmodernos, ya que en su crítica a los esencialismos, desemboca, de algún modo, en otro esencialismo.
En síntesis, encontramos en Ernesto Laclau dos afirmaciones fundamentales: el rompimiento con el esencialismo y el mantenimiento de una perspectiva libertaria, aspectos que se comprenden en su visión de una revolución como “posibilidad”, por tanto, en la negación de cualquier razón “a priori” para afirmar la seguridad de un proceso revolucionario.
En un intento de reseñar algunos aspectos de su rica producción, pretendemos partir del análisis del concepto de hegemonía, para, en torno al mismo, reflexionar desde otras categorías, que creemos conjugan un planteo singular.
Para ello, centraremos el análisis en “Hegemonía y estrategia socialista”, que el autor presenta junto a Chantal Mouffe, en un intento de mostrar, a partir de este punto, que lo social es “indeterminado” y que es, precisamente, esa indeterminación, la que lleva a la posibilidad de una lógica articulatoria.

Acercamiento a las categorías analíticas de Laclau. Hegemonía, práctica articulatoria, discurso

Es en la oposición a una objetividad ya dada y a priori, que Laclau desarrolla sus tesis principales de “hegemonía” y “proyectos políticos”, cuya base analítica se configura en la imbricación de las nociones de discurso, prácticas articulatorias, cadena de equivalencias, antagonismo, sujeto, significante vacío.
El concepto de hegemonía tiene su sustento en el análisis gramsciano. Hegemonía como lógica de lo fáctico e histórico, por tanto, considerada desde una posición crítica a todo planteo esencialista en relación a lo colectivo, con la formación de identidades colectivas.
Antonio Gramsci realiza una deconstrucción del marxismo clásico –en tanto paradigma político– por su carácter esencialista. La novedad en este autor es la ampliación del campo de la hegemonía y la recomposición política –en relación a las concepciones marxistas anteriores- un encare del vínculo hegemónico y su naturaleza que trasciende la “alianza de clases” del leninismo.
Esto se percibe cuando se desplaza del plano político al intelectual y moral, al afirmar que la clase obrera no debe permanecer en situación corporativa de defensa de sus intereses, sino abrirse a las demandas de los demás actores. Para que se dé realmente el liderazgo –afirma Gramsi- no sólo político, sino intelectual y moral, se torna necesario, más que “coincidencia coyuntural de intereses que mantenga separada la identidad de los sectores intervinientes” (estaríamos frente a una “alianza de clases”), un conjunto de valores, de ideas compartidas por
diferentes sectores. Esa “voluntad colectiva” gramsciana –síntesis superior– lidera en lo intelectual y moral; mediante la ideología logra unificar el “bloque histórico”. Esta ideología se presenta como un todo orgánico, se materializa en aparatos e instituciones – concepción que trabaja Althusser en sus “aparatos ideológicos del Estado”- y conforma el bloque histórico, principios básicos que lo articulan. La concepción gramsciana –en su visión totalizante- permite la superación de la diferenciación marxista clásica entre infra y superestructura. Su visión ampliada del Estado, en tanto sociedad política y sociedad civil, es un punto fructífero de partida para la comprensión de las categorías de Laclau.
Otro punto de interés en Gramsi, que también retoma Laclau, es la superación del “reduccionismo ideológico”, vista a partir de la posición que otorga a los sujetos políticos.

Los mismos son “voluntades colectivas” (no clases). En “Cartas desde la cárcel” expresa que un acto histórico sólo puede ser llevado a cabo por el “hombre colectivo”, lo que presupone una unidad cultural social, a través de la cual una multiplicidad de voluntades dispersas, con objetivos heterogéneos, son soldadas en torno a un único objetivo sobre la base de una común e igual concepción del mundo.(1)

La concepción del autor, respecto a la formación de esta nueva conciencia teórica, autónoma, no implica una negación a priori de cada elemento impuesto, sino que su repudio surgirá por el
hecho de ser impuesto, no en sí mismo como tal ...“será necesario darle una nueva forma que es específica del grupo dado...”(2)
La cita muestra lo contingente, una contingencia histórica que señala su ampliación en el terreno de las relaciones sociales; así, los elementos sociales pierden sentido de articulación esencial y sólo poseen este sentido en función de articulaciones hegemónicas no sujetas a ley
histórica alguna.(3)

Toda articulación resulta precaria, pero, en cuanto pasan ser objeto de nombres, a ser partes del discurso teórico y la reflexión, son incorporadas a la identidad de los agentes.”
Nacional popular”, “Estado integral”, son conceptos que son cambiados tanto en su naturaleza como en su identidad, por el grupo dominante, en la práctica de la hegemonía.
La clase no toma el poder del estado, deviene Estado. Estamos, sin duda, frente a una práctica democrática de la hegemonía.
Sin embargo, Gramsi aún muestra rasgos de esencialidad en su elaboración teórica; acepta que en toda formación hegemónica debe existir un principio que unifique, y ese principio debe aludir a una clase económica fundamental.









1 Gramsi, A. – “Cartas desde la Cárcel”. – Madrid / 1975.
2 Ibid.
3 Laclau retoma el razonamiento gramsciano y presenta a los “elementos” o tareas, constituyendo su identidad en el marco de la fuerza que logra hegemoneizarlas.





En este aspecto, cae, de algún modo, en un determinismo respecto de la economía, en un “esencialismo”, en una aceptación a priori de la clase económica.
Laclau, ubicado en las sociedades actuales, deconstruye el concepto de clase social, arguyendo la unidad precaria de la misma en el capitalismo maduro; precariedad que implica y tiene como consecuencia un proceso continuo de cambios, lo que el autor denomina “rearticulación hegemónica”, debido a la presencia de antagonismos nuevos y a la emergencia de nuevos sujetos en la arena política. Situación ésta que implica que las distintas luchas se articulen, en oposición a formas de subordinación que adquieren complejidad mayor que la lucha de clases, y se presentan también como luchas contra la subordinación genérica, étnica ...identidades colectivas populares, caso de América Latina, con la emergencia del Movimiento Zapatista, donde lo clasista y lo étnico se conjugan.

,
 “La hegemonía supone el carácter incompleto y abierto de lo social, que sólo puede constituirse en un campo dominado por prácticas articulatorias”(4)

Sin embargo, el sujeto articulante no es una clase social fundamental –clase económica- como se presenta en los análisis que “recorren” la historia, desde Lenin a Gramsci. Tampoco existe una diferencia ontológica en cuanto a los niveles de constitución de las fuerzas que hegemonizan y las que son hegemonizadas; no se dan categorías morfológicas previas fundantes de relaciones hegemónicas sintácticas.
Lo que diferencia el análisis de Laclau, es que introduce una lógica diferente de lo social a la trabajada por las categorías teóricas marxistas. La cita resulta totalmente esclarecedora:

“Frente al racionalismo del marxismo clásico, que presentaba a la historia y a la sociedad como totalidades inteligentes,
constituídas en torno a “leyes” conceptualmente explicitables, la lógica de la hegemonía se presentó desde el comienzo
como una operación suplementaria y contingente, requerida por los desajustes coyunturales respecto a un paradigma
evolutivo cuya validez esencial o morfológica no era en ningún momento cuestionada”.(5)

La hegemonía, en Laclau, es un concepto que “se construye”. Hegemonía implica, fundamentalmente, ausencia de totalidad y presencia de diversidad de tentativas de recomposición y rearticulación.
Es precisamente esta diversidad articulatoria lo que logra superar la ausencia de totalidad, ya que no existe totalidad a priori. Las luchas cobran sentido y las fuerzas históricas logran positividad en un proceso de construcción, proceso siempre incompleto. No existe, entonces,
positividad a priori.
Las nociones de discurso, prácticas articulatorias, cadena de equivalencia, antagonismo, sujeto, significante vacío, son la base para la elaboración de sus tesis acerca de hegemonía y proyectos políticos.
La hegemonía emerge en el campo de prácticas articulatorias.
Hablar de prácticas articulatorias es hacer referencia a un sistema abierto de identidades relacionales, a un espacio donde no existe concreción, cristalización de los elementos en momentos.
Articulación implica posibilidad de especificación –por separado– de la identidad de cada uno de los elementos que se articulan. Es una forma contingente de organización que recompone los fragmentos en una nueva unidad.(6)
Planos diferentes que se relacionan, desnivel entre articulante y articulado, son base de la constitución del “vínculo hegemónico”.

“... llamaremos articulación a toda práctica que establece una relación tal entre elementos, que la identidad de éstos
resulta modificada como resultado de esa práctica”.(7)










4 Laclau, E., Mouffe, Ch. – “Hegemonía y estrategia socialista”.- Siglo Veintiuno Edit. España / 1987. Pág. 155.
5 Ibid.- Pág. 3.


Ubicarse en el terreno de la articulación supone considerar lo social en su apertura, como “esencia negativa” de lo que ya existe, y a todo orden social como forma precaria de intentar “domesticar” la arena de las diferencias. Las relaciones sociales no son nunca esenciales; por tanto, las identidades son precarias y no es posible fijar el sentido de los elementos. Esta articulación es “una práctica discursiva que no tiene un plano de constitución a priori al margen de la dispersión de los elementos articulados”.(8)

Discurso, elemento, momento
En el concepto de articulación se imbrican y están implicados conceptos como discurso, elemento, momento.
El discurso es la totalidad estructurada resultante de la práctica articulatoria; elemento como toda diferencia que no se articula discursivamente; momento, como las posiciones diferenciales, en la medida en que aparecen articuladas en el interior de un discurso.(9)
Es por la “regularidad en la dispersión”, que la formación discursiva adquiere coherencia.(10)

Para Laclau, nada puede darse fuera de una superficie discursiva de emergencia. Toda práctica es discursiva. Todo objeto es objeto de discurso.
Toda estructura discursiva posee carácter material. Con esta afirmación, el autor supera la dicotomía entre el campo objetivo que se constituye fuera de la intervención del discurso y el discurso como mera expresión del pensamiento.
No ubica lo discursivo en el nivel de las ideas, en la superestructura. No existe estado real y estado discursivo.
Rechaza la idea de prácticas discursivas y no discursivas. El “estado real” sólo se puede aprehender en un discurso. Discurso como totalidad estructurada resultante de la práctica articulatoria de elementos.
Los diferentes discursos luchan por el establecimiento de verdades, por excluir otros significados del campo de significación. Cada tipo de significado posee poder, pero en función de sus condiciones de emergencia.
La materia prima de esta práctica articulatoria son los elementos transformados en momentos, siempre que cada momento no sea completamente momento.



6 Si, en lugar de ser la organización contingente –externa a los elementos la organización y los fragmentos se conciben como momentos necesarios de una totalidad que trasciende a los mismos,estaríamos hablando,según el autor, de “mediación”, no de articulación.  Laclau, E.-, Mouffe, Ch.-
7 Op. Cit. Pág. 119.
8 Ibid.- Pág. 125.
9 Ibid.- Pág. 119.
10 Foucault, M.- “La arqueología del saber” Méjico / Siglo XXI.
49
Se trata de la práctica de constitución de las relaciones sociales, es decir, de la realidad. Lo que existe es una opacidad a deconstruir, dada por la imposibilidad propia de la transparencia, o sea, de objetividad. Esta práctica articulatoria, como fijación dislocación de un sistema de diferencias, debe atravesar el aspecto material de las instituciones, rituales, prácticas sociales, a través de las que se estructura la formación discursiva.
Existen elementos dispersos que sólo pueden lograr su unidad a través del discurso.
Esos elementos, en algún tiempo se tornan momento, pero, dado que la transición no se da totalmente, se conforma un terreno “imparcial”, donde surge la posibilidad de práctica articulatoria. Nada es necesario: ni identidades ni relaciones.
Toda totalidad es incompleta.
Todo es contingente. Se constituye, bajo estos parámetros, lo social.

(11) Por tanto, ningún discurso puede lograr la sutura final, ya que no existe significado trascendental.
(12) No existe lógica hegemónica que pueda dar cuenta de la totalidad de lo social e instituirse en centro, pues esto llevaría a la autoeliminación del concepto de hegemonía, en la medida en que la consecuencia sería una nueva sutura.
(13) Sin embargo, si bien no existen fijaciones totales de sentido, deben existir lo que el autor denomina “puntos nodales”, puntos discursivos clave para la fijación parcial de sentido, de modo de hacer posible que las diferencias fluyan; fijación en formas inteligibles, instituidas de la sociedad.
Si los elementos son “significantes flotantes”, no articulados en una cadena discursiva; si la formación discursiva es incompleta, las identidades son relacionales, los significantes ambiguos, ¿es posible la existencia de tal formación discursiva? Dos elementos son fundamentales para ello: que exista la polisemia (sinnúmero de significados) –desarticualadora de la estructura discursiva, o que establece la dimensión simbólica de la formación social, la sobredeterminación de la misma– y puntos nodales que realicen la fijación parcial de los significados.
Es este el carácter y la dimensión simbólica de toda formación social, su sobredeterminación.

“La práctica de articulación consiste ... en la construcción de puntos nodales que fijan parcialmente el sentido; y el carácter parcial de esa fijación procede de la apertura de lo social, resultante a su vez del constante desbordamiento de todo discurso por la infinitud del campo de la discursividad”.(14)
11 El concepto althusseriano de sobredeterminación de las relaciones sociales y la complejidad inherente al mismo –concepto que se constituye en el terreno
de lo simbólico y no posee significación fuera del mismo- es clave para la comprensión del encare de
Laclau. En la formulación
original de Althusser -con
su lógica de la sobredeterminación-
se
pretende la ruptura con el
esencialismo, vista su
crítica a cualquier forma de
fijación, al caracterizar a
toda identidad como
incompleta, abierta,
negociable en el aspecto
político.
12 El término “significado
trascendental” es tomado
por el autor, de Derrida
(“Writing and difference”.
Londres / 1978).
13 El concepto de “sutura”,
usado por Laclau, es
tomado del Psicoanálisis.
Concepto que, de forma
implícita, actúa en la teoría
de Lacan. Para Laclau, las
“prácticas hegemónicas”,
son “suturantes”, en
tanto su campo de acción
se encuentra condicionado
por la apertura de lo social,
o sea, porque los
significantes poseen un
carácter no fijo.
50
En síntesis: ni fijación
absoluta ni no fijación absoluta
son posibles (recordemos que
el autor niega todo esencialismo).
Se trata de un campo de
identidades que no logran
nunca ser fijadas plenamente.
Es este el terreno de la
sobredeterminación.
Equivalencia y diferencia:
dos lógicas de “trabajo”
de la práctica articulatoria
Equivalencia y diferencia son
dos lógicas de construcción
del discurso.
El límite de lo social no
consiste en una frontera que
divide territorios, sino que se
sitúa al interior de lo social
mismo, como algo que lo
subvierte, en el sentido de que
destruye su aspiración a
constituir una presencia plena.
Es necesario subvertir el
espacio cerrado donde cada
posición se fija en forma de
momento específico e irremplazable.
Si este espacio no
fuera subvertido, asistiríamos
al “cierre” del mismo. Para
impedirlo, es fundamental
disolver la especifidad de cada
posición. Es en este aspecto
que la “relación de equivalencia”
cobra importancia.
Es a partir de la lógica de la
“diferencia” que podemos
comprender su lógica complementaria,
la de la equivalencia.
La lógica de la diferencia
es la lógica de la complejidad
de lo social, donde cada
posición cobra su especificidad.
La de la equivalencia,
es la lógica de la simplificación
de lo social; implica la
disolución de la especificidad
de cada posición. Ambas
lógicas son parte de un mismo
proceso.
Una relación de equivalencia
posee ambigüedad: por una
parte, para que pueda existir
equivalencia, dos términos
deben ser diferentes; por otra
parte, sólo hay equivalencia si
se subvierte el carácter diferencial
de los términos.
“ ... lo contingente subvierte
lo necesario impidiéndole constituirse
plenamente. Esta no
constitutividad –o contingencia–
del sistema de diferencias se
muestra en la no fijación que las
equivalencias introducen. El carácter
final de esta no fijación,
la precariedad final de toda
diferencia, habrá pues de
mostrarse en una relación de
equivalencia total en la que se
disuelva la positividad diferencial
de todos sus términos”.(15)
Es a través de la equivalencia
que determinadas
formas discursivas logran
anular la positividad de un
objeto y otorgan existencia
real a la negatividad.(16)
Lo social se encuentra
“embebido” por la negatividad,
o sea, por el “antagonismo”,
razón por la cual ese “social”
14 Laclau, E.- Mouffe, Ch.-
Op. Cit.- Pág. 130-
15 Ibid.- Pág. 149.
51
no logra su plena presencia y
existe una subversión contínua
de la objetividad de sus
identidades. Subversión que se
da en la presencia de lo “contingente”
en lo “necesario”.
Nos enfrentamos a una
imposibilidad relacional entre
objetividad y negatividad; sus
términos sólo coexisten en
tanto subversión mutua de sus
contenidos. Este hecho implica
que nunca se logran totalmente
las condiciones de
equivalencia plena ni las
condiciones de una objetividad
diferencial.
“ ... así como la lógica de la
diferencia no consigue nunca
constituir un espacio plenamente
suturado, tampoco lo
logra la lógica de la equivalencia.
La disolución del carácter
diferencial de las posiciones del
agente social a través de la
lógica equivalencial, no es nunca
completa. Si la sociedad no es
totalmente posible, tampoco es
totalmente imposible”.(17)
Equivalencia y diferencia son
lógicas que forman parte de un
mismo proceso: para que exista
la equivalencia, debe darse un
efecto discursivo, proveniente
de la lógica de la diferencia.
Complejidad y
fragmentación en las
sociedades
contemporáneas
El mundo actual asiste a una
lógica de la diferencia, donde
la complejidad es lo peculiar.
Complejidad y fragmentación.
La opresión ya no se
concreta solamente en una
clase económica –el proletariado–
sino que existe una red
compleja, donde son múltiples
los sujetos de la opresión:
indígenas, mujeres, sin tierra,
ancianos, niños, gays.
En un sistema de diferencias,
como se da actualmente, cualquier
posición puede ser lugar
de antagonismo –en tanto es
“negada”– antagonismo que es
sólo “posibilidad”, que se
constituye en el campo de
lucha. Hay antagonismo si se
da resistencia, resistencia que
“se construye”, que constituye
el sujeto antagónico al
capitalismo.
Lo que se construye es “un
sujeto que resiste”, pero este
hecho no deriva solamente de
las relaciones de producción –
como en el análisis marxista– ya
que los actores contemporáneos
construyen sus identidades
en espacios múltiples y
diferenciados, ámbitos que
trascienden el mundo del
trabajo, o conviven con el
mismo. Son variados y nuevos
los “locus” de la opresión, en
una intersección de “opresiones”:
mujeres-negras, explotados-
negros, explotadasmujeres,
mujeres-negrasexplotadas,
homosexualesdiscriminados,
etc.
Dado que lo social asiste a
la presencia de múltiples
16 Esta “negatividad” implica,
para Laclau, la imposibilidad
de lo real.
17 Laclau, E.- Mouffe, Ch.-
Op. Cit. Pág. 150.
52
antagonismos posibles –y
resistencias- algunos contrarios,
serán diferentes las
cadenas de equivalencia que se
constituirán a partir de cada
uno de esos antagonismos;
cadenas de equivalencia que
posiblemente afectarán la
identidad del sujeto en forma
contradictoria.
“ ...cuanto más inestables
sean las relaciones sociales,
cuanto menos logrado sea un
sistema definido de diferencias,
tanto más proliferarán los
puntos de antagonismo; pero,
a la vez, tanto más carecerán
éstos de una centralidad, de la
posibilidad de establecer, sobre
la base de ellos, cadenas de
equivalencia unificadas.(18)
El límite de toda objetividad,
es, pues, el antagonismo. Una
relación de antagonismo se da
en el campo de la discursividad,
campo donde se asiste a
la ruptura de la dicotomía real/
ideal, material/ideológico.
Dada la precariedad de sentido
de toda identidad, la expresión
de esa precariedad es la
relación antagónica.
Para que exista hegemonía –
además de la necesidad de un
momento articulatorio– debe
darse una oposición entre
prácticas articulatorias antagónicas,
o sea, antagonismo, lo
que implica fenómenos de
equivalencia y efectos de
frontera, así como articulación
de elementos flotantes. Esta
articulación supone “construcción”,
constante redefinición de
los elementos.(19)
La hegemonía consiste,
entonces, en prácticas articulatorias
que definen su
identidad por oposición a otras
prácticas articulatorias antagónicas.
Antagonismo no es
sinónimo de contradicción.
Existen sistemas de creencias
contradictorias, que no
necesariamente resultan
antagónicas. En la relación de
antagonismo se muestran los
límites de toda objetividad. Es
la negación de un determinado
orden, su límite, no el
“momento” de una totalidad
más amplia. Ese “límite” de lo
social, deberá producirse en su
interior mismo; es un elemento
“subversivo”, en la medida en
que la aspiración de la sociedad
a conformar una presencia
plena –un espacio cerrado
donde cada posición diferencial
se “fija” como “momento”
específico– es destruida por
ese límite.
¿Cómo se construye, cómo
se da esa subversión? Como
se venía indicando, disolviendo
la especificidad de las
posiciones, anulando las
diferencias, mediante la
equivalencia, en tanto son
usadas para expresar algo
idéntico que es común a todas
las especificidades.
Actualmente, emergen
nuevos movimientos sociales,
con identidades propias, pero
dependientes de las condiciones
políticas y sociales.
¿Autonomía en el pluralismo?
Hacer referencia a la
autonomía de estos movimien-
18 Ibid.- Pág. 151.
19 En Gramsci, ello equivale
al momento de “crisis
orgánica”, que resulta de
una sobredeterminación
de circunstancias y donde
–además de un aumento
de los antagonismosexiste
crisis generalizada
de identidades sociales. El
“bloque histórico”
gramsciano es el equivalente
a la “formación
discursiva” de Laclau; la
unificación relativa del
espacio político y social se
da a través de puntos
nodales y la constitución
de identidades tendencialmente
relacionadas. Laclau
introduce el concepto de
“formación hegemónica”,
en la medida en que
considera al “bloque
histórico” –gramsciano–
constituyéndose en un
campo antagónico. Lo
social no es nunca algo
“cerrado”. Referir a
“formación hegemónica”
implica aludir a “la
contínua redefinición de
los espacios sociales y
políticos, y a aquellos
constantes procesos de
desplazamiento de los
límites que construyen la
división social que son
propios de las sociedades
contemporáneas”.
(Laclau/ 1987)
53
tos, implica aludir a su defensa
y expansión en relación a una
lucha hegemónica más amplia.
Los sujetos políticos ecologistas,
feministas, étnicos,
son “significantes flotantes”,
en un campo de constitución
de condiciones discursivas
que es posible subvertir.
Las identidades no se hallan
definitivamente adquiridas, ya
que, en una lucha hegemónica,
la articulación no se encuentra
definida desde el comienzo.
Sin embargo, sí existen formas
de lucha que suponen actividades,
formas de organización,
sistemas de alianzas, construcción
de sistemas de equivalencias
entre contenidos. Equivalencia
que se construye en
torno a que son todas
“minorías”, que se establecen
como “anti” alguna cosa
específica. La autonomía se
hace posible, como “momento
interno de una operación
hegemónica más vasta”.(20)
Es en el campo de las
prácticas articulatorias y de las
prácticas hegemónicas, que
adquieren sentido la autonomía
y la subordinación.
Si existe pluralidad de
espacios políticos, podemos
20 Laclau, E.- Mouffe, Ch.
Op. Cit- Pág. 163.
21 Ibid.- Pág. 160.
22 Laclau, E.- “Emancipación
y diferencia”.- Edit. Espasa
Calpe. Argentina / 1996.-
referir a “luchas democráticas”;
solamente en un espacio no
saturado de lo social puede
darse la dimensión hegemónica
de la política.
Dado que existe un proceso
constante de subversión y
redefinición, con múltiples y
diferentes prácticas articulatorias
–a veces antagónicas–
tampoco es posible la existencia
de un sólo punto nodal hegemónico.
Lo social no posee un
centro, una esencia. Puede
haber infinidad de puntos
nodales hegemónicos, algunos
sobredeterminados, que condensen
las relaciones sociales.
Esos puntos nodales se
constituyen, a veces, como “el
centro de irradiación de una
multiplicidad de efectos
totalizantes”.(21)
Es en esta multiplicidad que
Laclau pretende concentrar la
atención, frente al interés
generalizado en las nuevas y
diferentes identidades emergentes
en el mundo actual, que
llevan a “la imposibilidad de
seguir refiriendo a un centro
trascendental las expresiones
concretas y finitas de una
subjetividad multifacética”.(
22)
FOUCAULT, M. La arqueología del
saber. México: Siglo XXI.
GRAMSCI, A. Cartas desde la
Cárcel. Madrid,1975.
Referencias bibliográficas
LACLAU, E., Mouffe, Ch. Hegemonía
y estrategia socialista. España:
Siglo XXI, 1987.
LACLAU, E. Emancipación y
diferencia. Buenos Aires: Espasa
- Calpe, 1996.

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